La Profecía del Héroe - Capitulo 14: Lealtad


– Qué asco – Dijo Spero rompiendo el silencio. – Sigo sin soportar la sangre. Mancha todo el lugar y es asquerosa, simplemente desagradable. –
El joven que se había hecho llamar Alice, y quien sabe sobre que más habría mentido, seguía paralizado en el suelo. Con una mirada fija e inexpresiva miraba la cabeza decapitada de su madre.
Spero, quien había estado actuando duro, no pudo más con el peso de sus acciones, y cayo de rodillas en el suelo. Maldición… maldición… Repetía una y otra vez en su cabeza. Fue lo correcto, pero aun así… Aun así, era un tanto pesado para él haber matado a un humano. Aun habiendo combatido en una carnicería que llamaron “La batalla final” eso… era demasiado para él.
Había pasado tiempo desde que había visto un cadáver que no fuera el de un animal, y no es que él tuviera un estomago de acero para soportar tales cosas, pero en el frente detenerse por un simple cadáver significaba la muerte, y no estuvo dispuesto a hacerlo teniendo a su mejor amigo a su lado. Pero la situación ahora era diferente.
Spero, el hombre calmado que actuaba según la situación, lo había hecho nuevamente. Pero esta vez había tomado una decisión mucho más dura. Había estado escuchando y espiando toda la conversación por pura curiosidad, le había extrañado la forma en la que actuaba el joven antes cuando intentó matarlo, y de igual manera le dio curiosidad la razón tras que no lo asesinara teniendo la oportunidad. Y todo lo que miró fue de su completo desagrado. Entre esa mujer y un demonio no hay diferencia.
Asqueroso… no puedo más. Spero comenzó a vomitar sobre el suelo, la sangre había llegado a su calzado y el cuerpo despedía un olor extraño. Toda la combinación revolvía mucho su estómago, que terminó expulsando todo.
Vomito cerca de dos minutos, hasta que pudo detenerse y limpiar su boca. Dejo su hacha, el arma homicida, sobre el suelo. Este fue su ultimo uso. Aun estando desgastada había hecho un corte increíblemente fino. Tan fino que una vez la cabeza se separó del cuerpo, pasaron unos cuantos segundos antes de que la sangre comenzara a fluir.
El ultimo regalo de Core había sido utilizado para un acto barbárico, el cual posiblemente hubiese sido apoyado por él. Pero aun así se sentía algo sucio al respecto. Perdóname Core. Y entonces se puso de pie.
Si se quedaba más tiempo en aquella casa sería peligroso, había la posibilidad de que algún otro miembro de la familia hubiera salido y pudiera llegar en cualquier momento, complicando aún más las cosas. Pero no quería irse sin hacer algo antes.
Comenzó a caminar en dirección al joven paralizado. Había visto como había caído después de tomar el té que le había dado su madre, y por un momento pensó que había usado el mismo paralizante con él. Pero ese caso fue diferente, el joven había paralizado a Spero con pura habilidad de asesino. Indudablemente había mentido sobre muchas cosas, pero algo sobre lo que no había mentido era sobre que asesinó a muchas personas antes, sus habilidades eran prueba suficiente.
– Odiarme… –Dijo Spero dirigiéndose al joven. – Es probable que lo hagas. –
Las palabras de Spero parecían no tener sentido alguno, prácticamente le había hecho un favor.
– En el fondo, ella era tu madre. – Continuo. – Era un monstruo y no me arrepiento de nada. Ciel me odiaría por lo que hice, pero aun así siento que fue lo correcto. Aun así, el amor hacía una madre es inexplicable, y posiblemente tú también lo sentías por ella pese a como fue tu relación con ella… por lo que está bien que me odies. ¡Ven a matarme! –
Pero el joven no parecía reaccionar ante la palabrería de Spero, seguía fijando su mirada en la cabeza de su madre, sin siquiera parpadear.
– Pero… – Continuo una vez más – Esta vez me defenderé, ya que no pienso caer… aun no. Este es solamente un pequeño desvió en mi objetivo, y a la vez una gran experiencia para el futuro. Si un día vienes en busca de venganza… estaré preparado para hacerte frente, no creas que he olvidado como jugaste conmigo. –
Seguido, Spero se dio media vuelta, dejando descubierta totalmente su espalda. La oportunidad perfecta para matar. Pero el joven seguía sin reaccionar. Posiblemente por el paralizante. Camino hasta la entrada y se detuvo.
– Ten una buena vida. – Fueron las últimas palabras que dijo antes de seguir con su camino.
– …pera – se escuchaba a duras penas. Pero no había forma de detenerlo.
 – …spera – Cada vez más lejos.
Con un gran esfuerzo, un grito de desesperación resonó dentro de la casa. Con tal intensidad que posiblemente pudo despertar a los demás pueblerinos.
– ¡ESPERA! –
Spero se detuvo por un momento.
– …Vayas… – Seguía sin poder formular del todo sus palabras.
Sin muchos ánimos de hacerlo, Spero giro su vista hacia atrás, para encontrar una deplorable escena. Aquel joven que alguna vez miró como una hermosa chica, era una persona triste arrastrándose con mucha dificultad en el suelo. Pero aun no es momento.
Si en algún momento habría de tomar venganza, aun no lo era. El estado en el que se encontraba no era el adecuado para una pelea justa. A pesar de como había jugado con él, no era motivo suficiente para aprovecharse de la situación. Por lo que siguió con su camino.
– No… vayas… – Seguía balbuceado con cada vez más sentido. – …favor… –
– ¡Aun no es el momento! – Grito Spero deteniéndose una vez más. – No me importa cuanto sea tu odio, o el mi disgusto hacia ti, no me aprovecharé de tu estado. Búscame cuando estés en condiciones, o intenta matarme sin que me dé cuenta, no me importa. Pero no me hagas sentir lastima por ti. –
Lástima… lo único que Spero sentía al mirarlo. Antes le había preguntado si era capaz de asesinar a una persona con familia… y lo había hecho. Había arrebatado esa vida sin importarle como podía afectarle a alguien más, y el mirar cómo se arrastraba con desesperación… simplemente dolía.
– Es…pera… –
Y entonces lo escuchó. Para él sonó como una pisada intimidante. Giro rápidamente una vez más, y entonces lo miró. El joven apoyaba ambos brazos sobre una de sus rodillas, intentado con mucho esfuerzo ponerse en pie; su mirada estaba llena de coraje y decisión. Mientras que el resto de su cuerpo no dejaba de temblar.
Si Spero se retiraba en aquel momento, solamente sería más humillante para el joven. No pensaba matarlo, puesto que no sentía que lo mereciera. Así que, si era hora de enfrentarse, aunque él tuviera la ventaja, simplemente lo haría caer sobre el suelo una vez más. Con eso bastará. Y de esa forma comprendería que aún no era el momento.
– Si así lo deseas… – Dijo Spero girando totalmente su cuerpo y extendiendo sus brazos. – Ven por mí –
El joven puso el otro de sus pies sobre el suelo, haciendo que la tierra vibrará. ¿Eso es…? No lo había notado, pero había estado arrastrando consigo el hacha desgastada y ensangrentada de Spero. ¿Con mi propia arma? “El que a hierro mata, a hierro muere” suelen decir, y al parecer, esa era la intención del joven.
Si muero… Spero comenzó a dudar. ¿Volveré a mirar a Ciel en el cielo? Después de todo, había sido el gran héroe, posiblemente lo estaba esperando desde hacía tiempo. Y quizá… mamá está esperándome también.  La idea de morir… cada vez era menos atemorizante. Aunque… Posiblemente no pueda alcanzarlos. Después de lo que había hecho no había modo. Mi lugar será en el infierno.
Una vez mentalizado, presto atención nuevamente al joven, quien ya se había puesto totalmente de pie, y lo miro fijamente.
− Ven – Dijo una vez más.
Y el joven cargo contra Spero con gran velocidad. El efecto de la parálisis había dejado de surtir efecto, se notaba en sus movimientos.
Un golpe, solo un golpe. Pensaba acabarlo todo con eso. No buscaba asesinarlo, por lo que sintió que un golpe sería suficiente para derribarlo. Se puso en guardia alzando sus puños, y entonces espero. Más cerca. Esperaba el momento preciso. Aún más cerca. Y el joven seguía corriendo. ¡Ahora! Estaba exactamente a la distancia que Spero alcanzaba con sus brazos, la distancia perfecta. Spero dio un pequeño paso con su pierna derecha y dio un fuerte golpe hacia el frente, pero… el joven lo vio venir y esquivó hacia abajo. ¿Por abajo? Spero se cubrió instintivamente con ambos brazos formando una “X”.
¡Aquí viene! No le había dado el tiempo suficiente para cubrirse totalmente, e igual había cerrado sus ojos. Pero… nada sucedió. Spero seguía en defensa ya que quizá estaba esperando para tomarlo por sorpresa. Pero había la posibilidad de que igualmente lo atacara con su hacha, algo en lo que Spero no había pensado. El filo estaba desgastado y se necesitaba una increíble fuerza para hacer un corte profundo, por lo que no tuvo mucho miedo de ello. Y entonces pasaron otros diez segundos sin que nada sucediera.
− ¡POR FAVOR! – Gritó el joven haciendo que Spero dieran un salto atrás del susto.
Entonces, descubrió su guardia y lo miró.
“Vivía en un mundo lleno de oscuridad, en el que cada paso era un tormento. Una vida llena de temores e inseguridad. Entonces él se hizo presente, y solo basto un swing para eliminarlo todo. Emitía una brillante luz que lo segaba, tan resplandeciente y hermosa que apartaba la oscuridad. Y frente a esta, una gran e imponente silueta. Era tan brillante que no podía mirarlo directamente, pero su cuerpo quería arrastrarse hacia ella. “Quiero seguirlo” resonaba en su cabeza. Y entonces, miró como esa luz se apartaba de él. “Espérame” gritaba, pero no era escuchado. “Yo… quiero darte mi vida”.
− ¡DEJAME SEGUIRTE HASTA EL FINAL! –
El joven estaba de rodillas; su cabeza había tocado completamente el suelo; y las palmas de sus manos hacían una reverencia. ¿Eh?
− ¡QUIERO SERVIRTE! – Gritaba a todo pulmón − ¡QUIERO IR CONTIGO! –
¿Qué esta…?
− ¡ASI QUE PORFAVOR! – Continuaba gritando. − ¡ACEPTA MI INUTIL VIDA Y HAZ DE ELLA ALGO QUE TE SEA UTIL! –
Podía escucharlo, fuerte y claramente. Pero aun así no lo comprendía. ¿Qué está pasando? Se había preparado para luchar, y era todo lo contrario. Quizá intenta engañarme. Pero no contaba con ningún arma útil como para tomarlo por sorpresa, y de igual manera, hubiera aprovechado los momentos en que estuvo al descubierto para hacerlo. Entonces… ¿Qué sucedía?
El joven no alzaba su cabeza del suelo y repetía constantemente “Por favor” mientras rogaba. Spero no lograba asimilarlo del todo.
− Levántate. – Dijo Spero. – No caeré más en tus juegos. –
Y el joven alzo su rostro nuevamente. Tenía los ojos llenos de lágrimas y la nariz llena de mocos goteando; sus labios temblaban entre abiertos haciendo que sus dientes chocaran; el resto de su cuerpo se encontraba en el mismo estado, temblaba, y no era debido al frio. Seguía desnudo, algo que igualmente incomodaba un poco.
− Por favor… − Continuaba rogando. – Déjame ir contigo. −
− ¿Por qué lo harías? – Preguntó Spero – Yo asesiné a tu madre. Lo normal es que me odiaras… y aun así dices querer seguirme. –
− Ella… − Dijo bajando su cabeza. – Nunca podría considerarla una madre. –
Los ojos que estaban llenos de lágrimas, se habían vaciado y llenado nuevamente, pero esta vez de odio.
− Jugaste conmigo todo este tiempo, no hay forma en que confié en ti. – Dijo Spero.
− Eso… − Dijo bajando una vez más su rostro. – Es cierto… −
Hubiese manejado más fácil el odio.  
− ¡Por favor! – Gritó nuevamente.
− No. − Respondió Spero bruscamente. – No puedo confiar en ti. Sigue tu propio camino. –
Spero se dio media vuelta y siguió caminando, los pueblerinos no tardarían en llegar, y si lo veían en el lugar atraería problemas innecesarios.
− Si es eso… − Alcanzo a escuchar. – ¡DEJAME PAGAR POR ELLO! –
El grito llamo la atención de Spero quien giro una última vez. ¿Qué diablos…? El joven alzaba el hacha en el aire; estaba de rodillas nuevamente contra el suelo, pero esta vez solamente extendía su brazo izquierdo sobre el suelo. Dio un último grito y dejo caer con gran fuerza el hacha sobre su brazo.
− Detente. –
Spero había llegado en el momento justo para detener la cuchilla antes de que tocará el brazo. Este no es el modo.
− Déjame pagar por mis errores. − Pedía el joven entre lágrimas y llantos. – Daré mi brazo por ello. Me ganaré tu confianza. –
Seguía empujando el hacha con fuerza, no tenía planes de detenerse. A la vez que Spero no tenía planes de dejarlo seguir con ello. Lo que menos podía soportar era que alguien más sufriera por su culpa. Aunque lo había engañado y perdido su confianza, no podía soportar que se lastimara en su nombre.
− Sé que un brazo no es suficiente – Continuo el joven. – ¡Pero solo será una pequeña muestra! Quiero que creas en mí. –
− Tu nombre… − Interrumpió Spero.
− ¿Qué? – La pregunta sorprendió incluso al joven. Spero había preguntado algo que no venía al caso.
− Dime tu nombre –
− Yo… − El joven se encontraba dudoso.
− Sé que tu nombre no es Alice. No intentes engañarme nuevamente. – Spero miraba fijamente y apretaba con fuerza la muñeca del joven, a tal punto que logro hacer que soltara su arma.
− Yo… − Continuaba dudando. – No tengo un nombre. –
− ¿Intentas engañarme nuevamente? – Preguntó Spero algo molesto.
− No… yo no… −
La expresión del joven era suficiente, por más bueno y habilidoso que fuera… definitivamente no estaba mintiendo. Igualmente, no había escuchado antes a su madre dirigirse a él por su nombre. En todo momento lo había estado llamado “Hijo”, pero aun así… él debía tener un nombre, es lo primero que nos enseñan al nacer.
− Alice era un nombre que escuche y adopte para mi alter ego mujer. –
– Piensa en uno entonces… –
– ¿Por qué debería? –
– Debo llamarte de alguna forma, ¿no? –
– Eso significa… – Los ojos del joven comenzaron a emitir un brillo sin igual.
Todo había sido por las acciones de Spero, y porque este mismo se había involucrado de más. Así que debía tomar responsabilidad de ello. Viendo a los extremos que llegaba aquel joven con tal de que Spero lo perdonara y confiara en él… no podía simplemente ignorarlo, podía terminar de una peor manera. Al menos le daré una oportunidad.
– Pero no lo malentiendas. – Interrumpió Spero. – No te he perdonado, mucho menos confió del todo en ti. Pero es mi culpa que esto sucediera, así que… no hay otra opción. Cuando encuentres algo que quieras hacer de tu vida, te apartaras de mí. –
Sus palabras sonaban un tanto como las que Ciel le había dicho en aquel entonces. Solo que en esta ocasión era el joven quien quería seguirlo, y no él quien quería compañía.
El joven limpio sus lágrimas y dio una alegre sonrisa.
− Allen. – Dijo.
− ¿Entonces eso será? – Por alguna razón, Spero recordó ese nombre. Lo había escuchado hacía mucho tiempo, pero no parecía tener relevancia. − ¿Se puede saber por qué elegiste ese nombre?  
− Solamente me gusta el nombre. – Respondió Allen.
− Entonces así será. – Dijo Spero. – Una cosa más. No volverás a actuar como mujer. –
Allen titubeó un poco y comenzó a dudar, pero no gastó mucho tiempo en eso.
− Esta bien, lo prometo. – Respondió seriamente.
− Y una última cosa. –
− ¿Qué será ahora? –
− Ve a ponerte algo de ropa, es incómodo verte desnudo. Y has algo con tu cabello, solo me trae malos recuerdos. – Dijo Spero apretándose con los dedos de una mano el tabique y con la otra barriéndolo.
Allen rápidamente su puso de pie y corrió dentro de casa en busca de ropa. ¿Habrá sido la decisión correcta? Se preguntaba Spero. Pero Allen había llegado muy lejos para ser solamente una actuación, igualmente no parecía estar mintiendo. No comprendía porque quería seguirlo, pero era muy tarde para retractarse.
Spero se sentó en el suelo, no parecía que los gritos de Allen despertaran a alguien, quizá era lo normal por aquel pueblo. Y entonces se puso a reflexionar un poco sobre lo que había pasado.
Estaba convencido totalmente de que había tomado una buena decisión, al juzgar la forma de actuar de Allen, y habiendo visto todo lo que había pasado dentro de esa casa, esa mujer… merecía algo peor que la muerte. ¿Pero quién soy yo para decidirlo? Si bien, él no era la muerte en persona, encargado de llevarse las almas, pensó que aun sin ser justificados sus medios, había hecho algo bueno.
Nada era más valioso que una vida, pero nada borraría aquel sufrimiento que debió vivir durante toda su vida Allen. En cierto modo, eso mismo influyo en su decisión sobre dejarlo ir con él. Pero… Al final nada de lo que pensara importaba, lo había hecho y aun siendo la mejor o peor decisión; su lugar en el cielo o el infierno, no se arrepentiría nunca de ello.
Cinco minutos pasaron antes de que Allen volviera.
− Es… algo. – Señalo Spero.
Allen se había hecho una coleta con un listón; vestía con pantalones típicos, al igual que una camiseta. Pero aun así… se veía muy femenino.
− ¿Pasa algo? – Preguntó Allen.
− Supongo que no se puede hacer más, cambiarte por completo es imposible. – Dijo Spero algo decepcionado.
Su rostro seguía siendo el mismo, y entre más lo miraba, Spero no podía evitar dejar de pensar en cuan bello le había parecido Allen cuando lo conoció como Alice, simplemente lo atormentaba en silencio.
− Vámonos, no quiero estar cerca de aquella mujer. – Dijo Spero poniéndose en marcha una vez más.
− Espera un poco. – Dijo Allen. – Antes, quiero hacer algo. –
Spero se detuvo y miro a Allen, quien igualmente lo miraba fijamente. En un pequeño y lento movimiento se hincó sobre una rodilla, y puso su puño derecho en su pecho, igualmente bajo su rostro.
− Yo, Allen, desde este momento te juro mi eterna lealtad. − ¿Otra vez? – Prometo nunca siquiera pensar en traicionarte, y aunque me tome toda mi vida, recobraré tu confianza. Mi vida te pertenece desde ahora. –
Spero comenzaba a sentir que era demasiado. Allen le había tomado mucha más estima de lo que esperaría, y no sabía cómo responder a ello realmente. En cierta forma le era algo incómodo y no podía confiar del todo en sus palabras.
− Y como prueba de ello… − Continuo Allen. Sacó una daga que escondía entre sus mangas y puso su dedo índice derecho sobre el suelo, y apunto con su daga a él. − ¡Te ofrezco mi dedo! –
− Detente maldición. − Dijo Spero nuevamente tomando de la muñeca a Allen. – No es necesario, no cambiara nada. Así que déjalo. Y ponte de pie, nos vamos. −
− Esta bien. – Respondió Allen poniéndose de pie rápidamente. − ¿Y a dónde iremos? –
− Por ahora busquemos donde pasar la noche –
Allen entro una última vez a la casa y tomó algo de comida para el viaje. Y sin más dilación, salieron del pueblo hacia el oeste. No muy lejos de este, había un pequeño bosque, se dirigieron a él para pasar la noche. Había la posibilidad de que estuviera habitado por animales salvajes, pero en dado caso, serian solamente alimento. Aunque aquellos bosques solían estar vacíos.
− Supongo tu objetivo sigue siendo el mismo. – Dijo Allen. – Y por lo que veo, eres capaz de lograrlo. –
− Originalmente solo volví a la ciudad para visitar a Ciel. – Respondió Spero. – Pero viendo lo sucedido… todo tomó otro rumbo –
− ¿Ya no piensas visitar a tu amigo? – Preguntó Allen con curiosidad.
− Lo haría, pero con la desaparición de la iglesia no tengo la menor idea de donde esté descansando. –
− Entonces, lo único que necesitamos es información, ¿no? – Señalo Allen. – Igualmente no sabes dónde se encuentran las grandes ciudades, y vagar sin rumbo no parece una buena idea a largo plazo, el dinero se terminará y algunos pueblos pueden ser peligrosos. No dudo de tu fuerza, y si es necesario, me hare cargo por ti, pero sería mejor evitar problemas. –
Allen hizo una observación clara. Spero no había dudado en su objetivo, y en cierto modo se sentía más capaz tras lo sucedido, sin embargo, la duda más grande seguía presente. ¿Dónde se encuentra el consejo? Si bien, habían abandonado las ciudades principales, ellos eran las personas de mayor autoridad, y si había algunas ciudades grandes funcionando, debían estar en alguna de ellas. Y con el líder de la iglesia… el paradero de Ciel.
Aunque… Todo eso lo había mencionado Allen cuando estaba engañándolo, por lo tanto, muchas cosas podían ser mentira.
− Respóndeme unas preguntas. – Pidió Spero.
− Claro. –
− ¿Sobre qué más me mentiste? ¿Qué tanto de la “Magia” y “Grandes ciudades” es verdad? –
Había que aclarar las cosas antes de seguir adelante, y en base a ello trazar mejor los rumbos y hacer un mejor plan.
− Realmente… − Respondió Allen algo dudoso. – No se podría decir que te mentí sobre ello. Aunque todo fueron simples rumores que escuche de las demás personas, incluso lo de la magia, no sé realmente como funciona, y los dichosos “Grimorios” son solamente rumores de viajeros. Así que lo lamento, no puedo decirte mucho. –
− Entonces son solamente rumores… − Dijo Spero algo decepcionado y pensativo.
− Aunque… − Interrumpió Allen. – Tu mismo lo verificaste en persona, la magia es real. Y algo de verdad debe de haber entre los rumores, la cuestión es “cuanto”. –
Ciertamente… Lo había visto con sus propios ojos y sentido en carne propia, no había forma de crear una llama y lanzarla a voluntad como había visto antes. Al menos no por los medios que él conocía. La sola existencia de los demonios era algo irreal, y teniendo en cuenta lo poco que conocían realmente del mundo… todo podía ser posible.
− Esta en ti creer y decidir… − Allen parecía estar a punto de proponer algo. – Pero dicen que en un pequeño pueblo vecino hay un “informante” que por la cantidad correcta de dinero puede resolver cualquier duda que tengas, el precio varía dependiendo de la pregunta. –
− ¿Qué tan fiable es su información? – Preguntó Spero.
− No podría decirlo con certeza, ya que la misma existencia de dicho informante es un simple rumor. – La respuesta de Allen era un tanto insatisfactoria. – Pero dicen que los conocimientos que tenemos sobre las “Grandes ciudades” y “Magia” provienen de él, y personas que dicen haber hablado con él lo recomiendan. Aunque cabe la posibilidad de que sea solamente una estafa bien elaborada. –
Creer o no creer. Era una decisión algo difícil, aunque en si no tenía muchas más opciones. Seguir un rumbo indeterminado hasta dar con el clavo no parecía ser la mejor opción, ya lo había dicho Allen. Sin embargo, era creer en el “informante” y a la vez creer en Allen, no parecía ser ciertamente una combinación ganadora. Pero poco se podía perder con buscar a ese sujeto.
− Supongo que no hay de otra. – Dijo Spero. − ¿Qué tan lejos está ese pueblo del que hablas? –
− Está a máximo una hora, claro, si vamos a la misma velocidad que antes. –
− Entonces, mañana partimos en busca de ese sujeto. – Propuso Spero. – Fiable o no, no hay muchas más cosas que podamos hacer. –
− ¿Quieres que haga guardia? – Preguntó Allen.
− ¿Guardia? Nadie nos sigue, solamente duerme. Estaré más tranquilo sí sé que duermes profundamente, así no podrás matarme mientras duermo. –
− Yo no… − Allen dejo salir un suspiro. – Supongo que llevara tiempo. Gracias por dejarme dormir. Descansa. –
Spero se quedó despierto una hora más, no se confiaba del todo, y no conciliaba le sueño debido a ello. Igualmente tomó algo de distancia respecto a donde Allen descansaba. Pero el sueño pudo más con él, y termino quedándose dormido.
Al oeste − Una gran silueta se presentó ante Spero. Esto… es un sueño, ¿no? Pero parecía ser muy real. La silueta estaba sobre una rama de un árbol, un árbol descomunalmente grande, al igual que la silueta.
− Dirígete al oeste y encontraras las respuestas. – Decía la silueta.
Spero intentaba hablar, preguntar que era a lo que se refería y quien era, pero las palabras no salían de su boca, solamente movía los labios.
− Espero que nos encontremos en algún momento. –
La gran silueta que se postraba sobre aquella rama, era nada más y nada menos que una gran ave, lo notó al ver como extendía sus grandes alas y entre las plumas pasaba una luz. Abanicó una vez sus alas para emprender vuelo, con tal intensidad que empujo lejos a Spero. Y entonces despertó.
− ¡Espera! – Gritó alzando su mano al cielo.
− ¿Te encuentras bien? – Preguntó Allen mirando con preocupación a Spero. − ¿Una pesadilla? –
− No… − Respondió Spero sacudiendo su cabeza y frotando su rostro. – Solo fue un sueño extraño. –
El sol estaba en lo alto, lo que le decía que había dormido por mucho tiempo. Allen había despertado primero y preparado una fogata, en la cual se dispuso a preparar unos trozos de carne que había tomado de su casa. Partió un poco de pan e hizo un sándwich con la carne y unas cuantas cosas más.
− Come. – Dijo extendiendo el sándwich hacia Spero. – No tiene veneno, ni nada parecido. –
− Gracias… supongo. – Dijo Spero tomando el sándwich que le ofrecieron.
Sabe… bien. El sabor era mejor que lo que había estado comiendo durante los últimos años. A excepción de los panes, todo lo demás que preparaba de comida no era especialmente exquisita, nada se comparaba a la comida que preparaba el Dueño del bar. Pero lo que le había dado Allen… quizá y estaba un poco más cerca de aquel exquisito sabor.
Pero no es momento para comer. Aunque fuera solamente un sueño, había sido sumamente extraño. La figura que se presentó ante él, y la forma en que indico el camino… le parecía un tanto extraño.
− Toma un poco de agua. – Ofreció nuevamente Allen.
− Gracias. – La tomó con gusto Spero.
¡No más distracciones!  Spero se dio unas fuertes palmadas en los cachetes, lo que llamo la atención de Allen quien lo miró confundido, pero igualmente no hizo ninguna pregunta.
− ¿Hacia dónde queda el pueblo al que vamos? – Preguntó Spero.
− Al oeste, calculo que tardaremos una hora en llegar si vamos a un paso rápido. –
¿Oeste? Todo concordaba increíblemente bien… lo que volvía todo aún más sospechoso. Aunque quizá solo es mi imaginación. Cabía la posibilidad de que Spero hubiera estado pensando tanto en el camino hacia el pueblo que incluso lo llevo a sus sueños como una revelación mística. Si, posiblemente es eso. De todas formas, habían estado caminando durante un largo tiempo al oeste y no tenía otra cosa en mente, no había una razón para entrar en tanto misticismo al respecto.
− ¿No comerás? – Preguntó Spero, ya que había visto que Allen no había tocado ni un pedazo de pan.
− Ya comí antes. Gracias por preguntar. –
− Ya veo… − Respondió Spero algo distraído.
− Pero no le puse nada a la comida, lo juro. Daré un bocado si así lo deseas. – Dijo Allen algo preocupado por la reacción de Spero.
− No… no es eso. – Dijo Spero aun algo distraído en sus pensamientos. – Bueno, si estás listo, pongámonos en marcha. –
Spero fue el primero en ponerse de pie, mientras que Allen recogía las cosas que había usado y apagaba el fuego de la fogata. Y una vez termino, se paró en un lado de Spero. Fueron unos incomodos segundos en los que nadie dijo nada. Solo se miraban el uno al otro.
− ¿Quieres que te lleve en mi espalda? – Preguntó Spero.
− … −
− Era una broma, vamos. –
Spero corría nuevamente a gran velocidad, pero no tan rápido ya que Allen, aun pudiendo igualmente correr rápidamente, no era capaz de seguirle el ritmo, e igualmente no quería que se sobre esforzara.
Como había previsto Allen, habían llegado a las afueras del pueblo en alrededor de la hora, con una pequeña variación del tiempo, ya que habían parado para tomar descansos entre recorrido.
Pero esto esta… El pueblo, si es que podía llamársele así, estaba completamente abandonado. Era fácil deducirlo al ver el estado de las estructuras. A diferencia de Santa Fe, el lugar parecía tener aún más tiempo de estar abandonado. Paredes llenas de hoyos; las superficies descoloridas y llenas de polvo; la madera podrida desde dentro; techos que parecían fueran a caerse; y, por último, tierras secas en las cuales no se había cultivado nada en años.
− ¿Estás seguro que es aquí? – Preguntó Spero.
− No había venido antes, así que no puedo decirlo con certeza, pero… según los rumores, este debería ser el lugar. – Respondió Allen.
− Al final… solo eran rumores. – Señalo Spero.
Comenzaron a dar una vuelta por el lugar, en busca de algo que igual les fuera de utilidad. Algún arma o tela que no estuviera del todo desgastada, cosas básicas que pudieran servir para un futuro. Pero no parecía haber nada en buen estado, las telas se desmoronaban al tacto. Así que entraron a una de las casas a descansar un poco.
− ¿Ahora qué? – Preguntó Allen. – No encontramos al dichoso informante, y tampoco sabemos hacia donde tenemos que ir, así que… ¿Qué haremos ahora? –
− ¿No conoces algún pueblo en el que podamos establecernos en lo que recabamos información? – Preguntó Spero. Una buena decisión.
− Quizá yo lo sepa. – Una extraña voz provenía del fondo, y no era una conocida.
Tanto Spero como Allen giraron rápidamente de donde provenía la voz, y actuando rápido, Allen se posicionó frente a Spero.
− Yo me hare cargo, tú no tienes arma. – Dijo Allen sacando su daga oculta y poniéndose en guardia.
− No, no. No busco pelea. – Dijo nuevamente la voz.
Y entonces se hizo presente. Una persona con ninguna característica fuera de lo normal salió prácticamente de la nada, o quizá solamente se habían distraído y no habían visto de dónde provino. Su vestimenta era igual a la de cualquier otra persona, y no parecía estar ocultando nada. Lo extraño era su tranquila sonrisa.
− ¿Qué es lo que buscas? −  Preguntó Allen desconfiado.
− Eso es lo que yo debería preguntar. – Respondió el sujeto.
− ¿Eres tú? – Preguntó Spero dando un paso al frente. − ¿Tu eres al que llaman “Informante”? –
− Eso depende meramente de cuanto estés dispuesto a pagar por ello –
− Tu nombre, dime tu nombre – Pidió Spero.
− Solamente llámame como antes, Informante. –
Es sospechoso. Aunque no notaba nada extraño de él. Aparte de su extraña y confiada sonrisa, claro está.
No tenían otra opción, ya habían viajado hasta el lugar con esperanzas de encontrar algo de información que los guiara en su viaje. Ya sabía que no debía confiar del todo en cualquier cosa que le dijera, pero, por algo debía empezar.
− ¿Qué tan buena es tu información? – Preguntó Spero.
− ¿Qué tanto dinero tienes? – Respondió el Informante.
− Buen punto. – Continuo Spero. Hizo a Allen una señal para que dejara de estar en guardia. − ¿Por qué no nos sentamos a hablar? –
− Me parece una buena idea. – Respondió el Informante.
Antes de hacer la primera pregunta, Spero comenzó a analizar la situación. ¿Cómo sobrevivió en este lugar? Las tierras no daban cosecha, y no había ni una pizca de agua alrededor, en sí, todo lo que estaba alrededor del Informante estaba rodeado de misterio. Añadiendo aquel extraño sueño en el que cual le decía que al oeste encontraría las respuestas, encajaba de un modo muy… preocupante.
− Iré directo al grano. – Dijo Spero mirando fijamente al Informante.
− Me parece bien. – Respondió el Informante sin perder su sonrisa.
− ¿Qué paso con el consejo? – Fue la primera pregunta de Spero. − ¿Dónde descansa el cuerpo del héroe Ciel? –
− Puedo responderte ambas, y aunque no es beneficioso para mí, creo que respondiendo una de ellas puedes averiguar por ti mismo la otra. –
Allen se mantenía en silencio, escuchando atentamente la conversación, cuidadoso de no interrumpir.
¿Cuál debería escoger? Aun no habían hablado de precios por la información. Sin embargo… no podía gastar todo su dinero sin más, no sabía que tan lejos tendría que viajar y cuanto sería necesario. Supongo que será eso.
− La segunda, es lo que más me importa por ahora. – Fue la respuesta de Spero.
− Entiendo. – Asintió el Informante con la cabeza. – Serán cincuenta oros. –
− Eso es demasiado, no aceptes. – Interrumpió Allen. – Es un precio exagerado. –
Ciertamente lo es. Y seguía la posibilidad de que el sujeto no fuera de confianza, y terminaran siendo estafados. Entonces… será una apuesta. Spero saco las monedas de su mochila y las dejo caer sobre la mesa.
− Cincuenta monedas, siéntete libre de contarlas. −  Dijo Spero. Allen solo dejo salir un suspiro. “Es una mala idea” Debe estar pensando.
− No es necesario. – Respondió el Informante fijando su mirada a las monedas, y sin perder tiempo, las barrió todas dentro de su bolsa. – Bueno, por tu amabilidad lo explicare de la mejor manera que pueda. –
− Adelante. –
− Después de que la iglesia abandonara Santa Fe, se dirigieron al Oeste. Y antes de que hagas otra pregunta, lo responderé todo. Si bien, no se sus planes, se asentaron y construyeron no muy lejos de aquí, quizá una semana a caballo descansando solamente durante poco tiempo. Y donde está la iglesia, está el héroe. –
− Entonces… ¿Solo debemos dirigirnos al Oeste para encontrar al héroe? – Preguntó Spero confirmando.
− Exactamente. – Respondió el Informante con seriedad. – Sera fácil que encuentres el lugar, es muy sobresaliente en comparación a los pequeños pueblos. –
Al oeste… Al igual que en su sueño, el informante había dicho que encontraría al héroe si viajaba al oeste. ¿Estarán conectados de alguna forma? Era una idea muy paranoica a decir verdad. Aunque había la posibilidad, era una entre un millón.
− ¿Eso sería todo? – Preguntó el Informante.
− Si, no dispongo de más dinero para hacer otra pregunta. – Respondió Spero.
− Ciertamente estas en lo correcto. – Dijo con mucha confianza el Informante. – Si es así, me retiro. Un gusto jóvenes. –
El Informante se puso de pie y camino hacia la puerta de la casa en la que estaban, y una vez cruzo por ella, Allen se puso igualmente de pie.
− Lo seguiré. – Le dijo a Spero. – Es muy sospechoso. –
Spero, guardando total silencio, le pidió con ademanes que se detuviera.
− No lo hagas. – Dijo Spero con seriedad. – Sería una mala decisión seguirlo. –
Allen estaba algo confundido, pero al mirar la expresión de Spero entendió que debía creer en él. Hay algo muy malo con ese sujeto. Era diferente al miedo que había sentido con Allen, era todo lo contrario al miedo en sí. Su expresión de confianza y el aura de misterio que lo rodeaba… era simplemente peligroso.
− ¿Haremos caso a sus indicaciones? – Preguntó Allen sin recibir respuesta. – Perdona, fue una pregunta estúpida. –
El primer objetivo estaba fijado, y por primera vez, tenía información para seguir adelante y una dirección a la cual ir. ¿Pero qué pasa con el oeste? Algo misterioso lo envolvía.
− Bueno. – Dijo Spero dando un leve golpe a la mesa. – En marcha. −

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