La Profecía del Héroe - Capitulo 15: Faccion Oeste
−
¿Cuánta comida queda? – Preguntó Spero.
− La
suficiente para dos días más. – Respondió Allen.
−
Llevamos una semana caminando y aun no hay rastro de nada… ¿nos habrá mentido?
–
Spero había tomado la decisión de seguir conforme
la información que el Informante les había proporcionado, y lo había hecho sin
previa preparación. Allen había señalado que hubiera sido mejor abastecerse de
algunas provisiones extras antes de partir, a lo que Spero hizo caso omiso,
estaba inmerso en la idea de que pronto volvería a ver a su amigo.
− No
quiero sonar grosero, pero… − Señalo Allen dudoso.
− Lo sé,
no fue la mejor idea salir, así como así. – Aceptó Spero. – Pero es
muy tarde para pensar en ello, estamos en un punto muerto por ahora. Tenemos
suerte de que haya árboles para cubrirnos del fuerte sol. –
Habían
estado corriendo durante una semana ya, tomando ligeros descansos y racionando
su escasa comida. Evitaban entrar a los pueblos, lo que hizo más tardado el
camino al rodearlos, pero Spero temía a encontrarse con algún tipo de problema.
En ese momento, por suerte para ellos, se encontraban en uno de los tantos
bosques que formaban parte del antiguo reino de Ingard, lugares que nunca
fueron tocados debido al poco avance que el reino lograba.
− Al
menos tenemos algo de agua. – Señalo Allen. – Fue una suerte que encontráramos aquel rio, y el agua es bebible. –
− He
visto algunos animales en las cercanías. – Dijo Spero igualmente. – No me
agrada mucho la idea de interferir con la naturaleza de este bosque, pero… creo
que será necesario. –
− ¿Sabes
cazar? – Preguntó Allen. – Quiero decir, no hay problema si no, igualmente
puedo hacerlo yo. –
− ¿Acaso
me subestimas? – Pregunto Spero con una mirada orgullosa. – Soy un cazador
nato, dame un arco y hare caer a cualquier bestia. –
− No…
pero no tenemos un arco. –
Spero
acostumbraba cazar cuando estuvo en su tierra natal, sin embargo, en todas las
ocasiones lo había hecho con la ayuda de un arco, no era alguien que digamos lo
suficientemente sigiloso para evadir el fino oído de una criatura.
Mientras
que, por otro lado, Allen tenía todas las cualidades para asesinar a su
objetivo sin que este siquiera se diese cuenta de su presencia, haciéndolo el
más indicado para realizar la tarea de caza, añadiendo el hecho de que era
solamente él quien portaba un arma.
− No hay
de otra. – Dijo Spero inconforme. – Tendrás que hacerlo tú. Creo mire un jabalí
durmiendo un poco atrás, la carne podría durarnos para el resto del camino. –
− Aun no
hay indicios de la supuesta iglesia. – Allen dijo algo
realmente importante. Habían caminado durante una larga semana, y no había
rastros de la iglesia por ningún lado, por lo que empezaron a dudar de la
información, pero sin reducir el paso. – Y
puede que la carne no dure mucho tiempo. –
No
podían cargar con kilos de carne, tampoco podían comerla toda de una sentada,
pero ciertamente les hacía falta la comida. Durante todo el viaje su dieta se
había basado en carne seca que había preparado Allen en su hogar, pan, y agua,
aunque en su mayor parte la dieta se basaba en el pan. Pero realmente quiero carne…
Un jabalí, aun
siendo un animal, tenía su derecho a vivir. No podían simplemente decidir
matarlo y comer parte de su carne para desechar el resto, sería un desperdicio.
Igualmente estaba el problema de no poder llevar la carne por el peligro a que
esta terminara pudriéndose, sería igualmente un desperdicio.
−
Supongo que tienes razón. – Spero terminó admitiéndolo − Quizá un animal más
pequeño será suficiente, como un conejo. –
− Será
lo mejor, déjamelo a mí. – Dijo Allen con una mirada confiada.
Allen se
ausento un par de horas. Durante dicho tiempo Spero pensó en armar un
campamento en aquel lugar, habían estado caminando sin tomar un buen descanso.
El lugar era cómodo, y parecía ser seguro, por lo que pensó que al menos por
ese día, podían permitirse descansar como era debido.
− Así
que… ¿Qué te parece? – Preguntó Spero apuntando a una pequeña fogata que había
encendido. Igualmente, con unas cuantas hojas había hecho un tipo de cama. – Es
poco, pero creo deberíamos descansar como es debido, al menos esta noche. –
Allen
había vuelto con un par de conejos en mano. Realmente
es hábil. Los había atrapado literalmente con sus manos, ya que no
disponían de armas a distancia, y acertar un golpe lanzando una daga era
realmente difícil, añadiendo el hecho de que esta debía estar bien afilada para
que logrará penetrar al animal.
− Como
tú lo órdenes. – Dijo Allen en un usual comportamiento
sumiso. – Si decides seguir caminando, no objetaré a ello. –
Aunque
si se oponía a unas tantas cosas, cuando estas eran realmente irracionales,
claro está. Pero en su mayoría actuaba como un simple seguidor, sin intentar
imponer sus ideas, siguiendo las órdenes de Spero al pie de la letra. En una
ocasión incluso intento llamarlo de “Usted”, lo cual no hacía sentir muy cómodo
a Spero tomando la diferencia de edades, siendo Spero mayor solamente por un
año. ¿Cree que soy una especie de
anciano? Aunque era solamente respeto, un respeto que aún no comprendía del
todo.
−
Deberías decidir algunas cosas por tu cuenta. – Señalo Spero. – En algún
momento nos separaremos, ya te lo dije antes. Y cuando ese momento llegue,
deberás seguir tus propias decisiones. –
− No
creo que eso llegue a pasar. – Respondió Allen abruptamente. – Prometí seguirte
hasta el final. –
− Muchas
cosas pueden suceder en el transcurso. – Dijo Spero. – Incluso puedo morir en
el camino a mi objetivo. –
−
Entonces moriré contigo. – Respondió Allen.
− No… no
digas esas cosas a la ligera. –
− No lo
hago. –
−
Solamente… solamente no mueras. –
− No lo
haré siempre y cuando tu no lo órdenes. –
Esto no va a ningún lado. Pese a
las palabras de Allen, Spero sentía que él en algún momento iba a encontrar su
motivo para seguir adelante, algo que realmente él decidiera, no simplemente
seguir a alguien ciegamente. Y aun diciendo tales palabras obedientes, solía en
ocasiones demostrar un poco de independencia en su actuar, iniciando
conversaciones o proponiendo ideas. Claro, sin refutar las propuestas de Spero.
−
Incluso mataría a quien me pidas. – Seguía Allen.
− Si… no
pediría algo tan tétrico como eso… − Respondió Spero con una risa nerviosa.
− A
quien sea… − Decía Allen con una mirada fija.
− Por
ahora comamos. –
Spero prestaba especial atención a como Allen
preparaba la comida, puesto que aún no era muy bueno en ello. Aunque su comida
igualmente no era muy refinada, y era lo que se podría considerar un poco más
allá de lo básico, nunca estaba de más aprender algo que aún no se sabía.
Carne… deliciosa
carne. La cena de ese día fue conejo asado, una carne que no
era la preferida de ambos, pero sin duda era lo suficientemente deliciosa para
saciar su apetito.
Una vez
terminaron de comer, se recostaron en sus camas respectivamente, si es que se
les podía llamar camas. E Intentaron dormir.
− ¿Puedo
preguntar algo? – Preguntó Allen.
− Claro.
– Incluso la tensión inicial que Spero tenía hacia Allen al conocerlo como era
en verdad, se había desvanecido un poco. El temor a ser asesinado y
traicionado… comenzaba a desaparecer. Allen, se ganaba poco a poco la confianza
por la que alguna vez quiso dar su brazo.
− ¿Qué
piensas hacer una vez lleguemos a la iglesia? – Preguntó Allen.
− Buena
pregunta. – Respondió Spero quedándose un momento en silencio. – Supongo que
visitar y platicar un poco con Ciel. –
− Si… no
me refería a eso. –
−
¿Entonces? –
− ¿Me
refería a que harás… si las cosas siguen tensas? – Lo había olvidado. La razón por la que
Allen se había involucrado con Spero era que este quería cobrar la recompensa
que se había puesto por la cabeza de Spero, y si era que esta seguía en pie,
posiblemente era la iglesia quienes más interés tenían en él. – Podría ser peligroso ir sin cuidado. –
−
Solamente era una descripción, y han pasado algunos años, dudo que sea suficiente
para que me tomen como sospechoso, o incluso me reconozcan si vamos a lo más
extremo. –
− No
estaría tan seguro, puede que las cosas hayan cambiado. – Señalo Allen. −
¿Olvidas que yo te reconocí por la pura descripción? –
− Si… tu
eres un caso especial. – Dijo Spero algo incrédulo. – De cualquier forma, en
algún momento debo ir hacia aquel lugar… Por ahora, toca descansar. –
Se podría decir que esa noche descansaron como
era debido. Descansaron tan bien, que incluso sus sueños estaban llenos de felicidad.
Tan felices, que, al despertar, lo hicieron con una sonrisa bien marcada en el
rostro.
− ¿Nos
vamos? – Preguntó Spero sin perder la sonrisa.
− Claro.
– Respondió Allen con la misma sonrisa.
Dos
días, dos largos días más pasaron caminando hacia el oeste. Allen comenzaba a
preguntarse si esa era la dirección correcta, no quería dudar de Spero, pero
sin duda no habían encontrado nada. “Es muy complicado explicarte cómo
funciona, pero se guiarme en base al cielo.” Respondía Spero ante la aun inexistente
pregunta de Allen.
Verdad o
no, al parecer, terminó teniendo razón.
− Debe
ser aquí. –Dijo Allen asombrado.
− No hay
duda. – Concordó con Allen.
Frente a
ellos estaba una inmensa muralla, incluso más grande que las que rodeaban
Central y Santa Fe. Media alrededor de cinco o seis metros, y se extendía por
un largo de… no se miraba realmente donde iniciaba o acababa. Pero parecían
haber llegado por el mejor lugar, puesto que frente a ellos estaba la entrada
que parecía ser la principal, una gran puerta con puertas más pequeñas para
evitar tener que abrirla por completo para acceder dentro de ella. Así mismo,
había una especie de guardias, los cuales no se miraban muy amenazantes
realmente.
Portaban
el conjunto básico. Casco que cubría solamente parte de su cabeza, armadura de
placas, y su conjunto espada/escudo típico. Los colores que los caracterizaban
eran el Blanco y el Amarillo, incluso contaban con un logo en sus uniformes,
una especie de escudo con símbolos extraños e incomprensibles a simple reojo.
No quería prestar mucha atención a ellos realmente.
− ¿Qué
desean? – Preguntó uno de los guardias que custodiaban la puerta. − ¿Cuáles son
sus asuntos en este lugar? –
−
Solamente queremos entrar. – Respondió Spero.
− ¿Se
trata de nuevos devotos? – Preguntó el guardia con una alegre sonrisa. – Haberlo dicho antes, sean bienvenidos a la santa ciudad “Amanecer” –
El
guardia abrió una pequeña puerta con mucha facilidad. Nunca dije que fuéramos devotos. Parecía que su seguridad era
estúpidamente baja, dejando entrar a completos extraños sin hacer más
preguntas, asumiendo cosas que no habían dicho.
−
Gracias. – Dijo Spero, para proseguir a entrar.
El
guardia solamente asintió con una alegre sonrisa y se hizo a un lado. Demasiado fácil…
−
¡Esperé un momento! – Gritó un segundo guardia. −
¿Usted no es? –
No puede ser… Allen
fue el primero en reaccionar, entro en una silenciosa guardia, estaba listo
para encargarse de los guardias de ser necesario, sus dagas estaban listas y
afiladas. “Solo de la orden” decía su expresión.
− Creo
se ha de equivocar de persona. – Dijo Spero interrumpiendo al guardia amablemente.
− Si…
puede ser. – No se lo creia del todo.
− Si me
disculpa… − Dijo Spero despidiéndose con la cabeza.
Comenzó a
caminar más aprisa, tratando de que Allen no se disparará. No quiero crear una escena apenas lleguemos. Sentía que apenas
pusieran una mano sobre él, Allen se encargaría de que fuera su última acción.
Dentro todo era… increíblemente bello. Tanta… luz. Parecía que las estructuras
resplandecieran aun siendo simples casas. La ciudad “Amanecer” como había dicho
antes el guardia, era como cualquier otra, claro, en su mejor estado. Disponía
de casas, y a simple vista, se podía mirar algunos cuantos puestos de comercio
de comida.
Después del impacto inicial, Allen y Spero
siguieron caminando sin rumbo en aquella ciudad. Aunque había una gran cantidad
de casas y edificios, no parecía haber la misma cantidad de personas alrededor.
En su mayoría, podría decirse que eran adultos y ancianos, solamente se veían
algunos cuantos niños caminando con sus padres. La calidad de vida al ver un
residente era… regular, no parecían gozar de una riqueza inmensurable, pero
tampoco estaban sumidos en la pobreza que se miraba en lugares como Santa Fe.
Entonces, Spero volvió en sí. Claro, claro, la iglesia. Dándose unas
palmadas en el rostro, tomo rumbo nuevamente, con Allen siguiéndole el paso.
Caminar sin rumbo era inútil, la ciudad parecía ser increíblemente grande, y
terminarían perdidos. Así que decidió acercarse a un residente y pedir por
instrucciones.
−
Disculpe. – Tomó la iniciativa. − ¿Podría darme indicaciones? –
− Claro,
¿Nuevo en la ciudad? ¿A dónde se quiere dirigir? – El ciudadano demostraba una
increíble amabilidad y servicialidad, aderezándolo con una sincera sonrisa.
− Me preguntaba… − Spero quería elegir bien
sus palabras. – El Héroe… ¿Hay algún monumento donde
descanse el héroe? –
− Claro.
– Seguía sonriendo. – Vera… −
Allen se
acercó un poco a Spero y comenzó a susurrarle al oído.
− Siento
algo extraño. – Dijo con algo de preocupación. – Algo anda mal. –
− Estas
exagerando… – Respondió Spero.
Y continuo su
charla con el ciudadano.
−
Disculpe, era algo urgente. – Aclaró Spero.
− Oh… No
hay problema. – Era muy comprensible. – Vera, solamente tiene que seguir todo recto
por este lugar, y eventualmente llegara a la Iglesia principal, es un gran
edificio, el más grande de la ciudad. En él, adoramos a nuestro señor todo
poderoso “Dios” y ahí mismo descansa el Héroe. –
Alzo su
mano y apunto con su dedo índice derecho a lo lejos. Pero había algo extraño,
tenía la mayor parte de sus dedos vendados.
− Ya
veo… gracias. – Agradeció Spero. Pero… − Una pregunta más, y disculpe mi intromisión al
respecto. –
−
Dígame. – Accedió con una sonrisa.
− Me
llama mucho la atención sus dedos ¿le pasó algo? – Preguntó Spero curioso.
− Oh
¿Esto? – Señalo alzando su mano derecha. – No es nada, solamente es un problema
personal. Suelo morder mis uñas constantemente y las maltrata mucho, un amigo
me recomendó vendarlas para dejar ese mal habito. –
− Ya
veo. –
− ¿Tiene
alguna otra duda? – Preguntó el ciudadano.
− No, no
realmente, muchas gracias. –
− Entonces me retiro. – Dijo el ciudadano haciendo
asintiendo con la cabeza. – Que Dios lo cuide. –
Entonces, todo derecho hasta encontrar la iglesia. Debido al Angulo en el que se encontraban, era difícil ver si algún
edificio sobre salía, ya que igualmente las casas eran algo altas. Por lo que
lo mejor era caminar hasta encontrar el edificio.
− ¿Lo notas?
– Preguntó Allen nuevamente.
− No. – Respondió Spero.
− Siento
algo extraño. – Señalo Allen algo nervioso. – Siento que algo malo pasa o
pasará. –
− Puede
ser. – Spero estaba algo dudo igualmente, tras lo visto con los guardias. –
Pero creo no hay que estar tan tensos, llamará más la atención. –
−
Supongo tienes razón. – Concordó Allen. – Pero estaré alerta. –
Eso es suficiente.
Continuaron
caminando en la dirección que el ciudadano les había indicado, Allen actuaba un
tanto preocupado, volteando a todos lados mientras caminaba. Por otro lado,
Spero ponía atención a otras cosas extrañas.
La
actitud de la gente era muy… alegre, podía entenderlo en cierto modo, ya que a
simple vista la ciudad era muy bella y parecía gozar de paz internamente. Pero
no era suficiente para él. Del mismo modo, había muy pocos niños, y no
solamente niños, personas en general. La ciudad era incluso más grande de lo
que había sido Central en sus tiempos de apogeo, y no parecía tener la misma
cantidad de gente. Entendía que quizá no toda la población del reino los había
seguido a dicha ciudad, pero seguía siendo muy poca. Tomaba igualmente en
cuenta que muchos se habían quedado en pueblos externos, algo un tanto
incomprensible dada la calidad de vida que obtenían en el exterior, siendo
increíblemente deplorables en su mayor parte. Aunque ya lo habían dicho antes, no hay dinero para transportarse.
Algo que
podía incluso añadir, era que usualmente se podían encontrar animales
callejeros como perros o gatos en cualquier ciudad, sin embargo, en Amanecer no
había visto ninguno de los antes mencionados. Los ciudadanos tampoco parecían
tener algún tipo de mascota, lo que hacía que la ciudad pareciera incluso más
limpia al no tener animales. O eso parecía.
− Mira ahí.
– Dijo Allen apuntando al suelo.
El
primer animal que había en la ciudad se hizo presente. Era un perro pequeño de
estatura, con una mirada baja. Sus patas eran cortas y caminaba lento, parecía
estarse arrastrando. Su pelaje parecía suave, era de un color blanco con unas cuantas
manchas alrededor de todo el cuerpo de color negras. Pero lo más característico
eran sus grandes y largas orejas.
− Es el
primer ciudadano con una mirada triste que veo. – Señalo Spero.
− No…
así son ellos. – Corrigió Allen. – Creo se llaman Basset algo, llegue a ver
algunos con cazadores en Santa Fe hace años. Y dudo que sea un ciudadano. –
El perro
se detuvo un momento y miro al par durante unos segundos, bostezo y después
siguió con su camino. A lo que Allen y Spero hicieron lo mismo.
Las
cosas que llamaban la atención de Spero en si eran cosas muy triviales y de
poca relevancia, solo habían pasado unos cuantos años desde que al parecer el
consejo y el reino se había separado, por lo que la escasez de población era un
tanto comprensible. Igualmente, había casas de sobra, como si se estuviesen
preparando para recibir más personas en la ciudad, no parecía ser muy difícil
acceder a ella. En cuanto a los animales, era incluso más comprensible, se
podía deber a simples políticas de la ciudad. Le estoy dando muchas vueltas.
− ¿Será
ahí? – Pregunto Allen apuntando hacia arriba.
Un gran
pico o aguja sobresalía incluso más alto que las casas.
−
S-Supongo que sí. – Respondió Spero sorprendido.
Solo
bastaron unos cuantos pasos más para llegar a la mencionada iglesia, la cual
era más impresionante de lo que creían. Era
de esperarse viniendo de la iglesia. La catedral contaba incluso con su
propia pequeña muralla alrededor, con una puerta abierta, lo que daba a
entender que la entrada era gratuita. El tamaño de la iglesia era casi del
mismo que la muralla, uno o dos metros menos. En la parte frontal había una
gran aguja que se elevaba hasta el cielo. Las paredes estaban grabadas con los
nombres de todos los que parecían haber contribuido desde los cimientos en ella,
o al menos eso decía un pequeño aviso. “Sofía Meza”, “Bartolomé Reims”, “Susana
Trial”, nombres que Spero realmente no conocía, y eran demasiados como para contarlos
o leerlos todos. Pese a su estética, fuera de ella no había alguna especie de
representación de la religión como en el escudo de los soldados, el cual era un
circulo con unas cuantas inscripciones alrededor de él, con un escudo, y dentro
del escudo un pequeño libro. Tampoco había estatuas o algo parecido, el mero
diseño de la iglesia y sus paredes, eran lo suficientemente grandes.
Y no
parecía ser solamente eso, no podía decirlo puesto que no tenía una vista
periférica, pero parecía que esta contaba con más cosas que un simple templo.
Más que un templo o iglesia, parecía un tipo de palacio. Y si había un palacio…
ahí debe estar el líder.
Había
unos cuantos guardias rondando la zona, pero no parecían que fuesen a hacer
algo o impedir el paso, ya que Spero sin pensarlo mucho, se acercó. ¿Debería tocar? Se encontraba frente a
la puerta que parecía principal, dentro de la muralla igualmente había unos
cuantos caminos adornados con árboles y hierba bien cuidada, muy diferente al
resto de la ciudad que era en su mayor parte derivados de roca firme.
− Es muy
bonita la decoración, ¿No crees? – Preguntó Spero hacia Allen.
− … − Seguía algo distraído. – Oh… sí. –
Pese al
tamaño de la puerta principal dentro de la iglesia, esta era muy fácil de
abrir. Y al entrar, se encontraron con varios corredores, con un jardín interno
que era provisto de luz por medio de un tragaluz. A sí mismo, había una persona
que parecía ser una especie de guía. Se acercó a ambos con una alegre sonrisa.
− ¿En
qué puedo ayudarles? – Preguntó la persona. – Soy el guía del palacio. –
Así que si es un palacio.
− Oh,
umh, si, somos nuevos en la ciudad. – Respondió Spero por ambos.
− Ya
veo, ya veo, nuevos devotos. – Dijo el guía. No, no dijimos eso. − ¿Qué es lo que buscan? ¿La iglesia? ¿La
escuela? ¿La secundaria? ¿La universidad? ¿Una audiencia con el gobernador? ¿El
museo? O quizá… algo más. –
El
palacio tenía muchas funciones al parecer. Ahí mismo era donde se encontraban
las escuelas y unas tantas cosas. Y como había pensado Spero, ahí mismo se
encontraba el gobernante de la ciudad, la persona que quizá podía tener un
tanto de información de lo que buscaban. Pero lo primero era visitar el lugar
donde se encontraba descansando Ciel.
− El
héroe… − Dijo Spero algo nervioso. − ¿Podemos verlo? –
El guía
parpadeó dos veces y entonces reaccionó.
− Claro.
Síganme – Con una sonrisa.
Los pasillos
eran largos, y algunos conectaban a puertas que abrían dudosas habitaciones y
de poca relevancia. Les tomó alrededor de cinco minutos en llegar, subieron y
bajaron escaleras, hasta llegar a una especie de patio con todo tipo de flores
hermosas.
− Es
ahí. – Dijo el guía extendiendo su palma. – La iglesia está un poco más atrás,
espero la visiten igualmente. Esto sería todo por mi parte. –
−
Gracias. – Respondió cortésmente Spero.
Habia un
pequeño camino que guiaba a un pedestal, sobre el cual, habia una especie de féretro
de piedra totalmente sellado. Frente a este, había un letrero de piedra, con
una inscripción tallada en ella hablando sobre su grandeza.
Spero se
paró frente al féretro y se quedó petrificado. ¿Qué se supone que haga ahora? No encontraba las palabras correctas
una vez tuvo que encararlo. Habían pasado unos cuantos años desde la última vez
que lo había visitado, y aun guardaba unos cuantos arrepentimientos en su
corazón. Allen solo guardaba silencio de pie detrás de Spero.
− Han
pasado unos años… − Dijo Spero con una leve risa. – Perdón por no visitarte
antes… −
Spero se
sentó frente al féretro durante casi una hora, hablándole a su amigo sobre todo
lo que había vivido hasta el momento, sobre cómo se habían complicado las cosas
y no entendía nada de lo que estaba pasando. Allen por su parte, se mantuvo
firme durante todo momento, escuchando cada palabra que salía de la boca de
Spero sin decir nada, aprendiendo más de él tras escuchar sus vivencias.
− Conocí
una chica hermosa. – Dijo Spero llamando la atención de Allen. – Que terminó siendo un chico. –
Allen
aguanto las ganas de reír que le dieron al escuchar eso, pero a la vez se
alegraba que Spero no hablaba sobre él con odio. “Gracias.” Se podía leer de la
expresión de Allen.
Una vez
termino de hablar con su amigo, Spero se puso de pie. El guía hacia un rato que
estaba esperándolos en la entrada del lugar, en silencio esperando a que este
acabara su charla. Y una vez lo hizo, se acercó a ambos.
−
¿Terminó? – Preguntó el guía.
− Si, muchas
gracias. – Respondió Spero.
−
Entonces, acompáñeme por favor, alguien lo está esperando. –
Se dio
media vuelta y comenzó a caminar, siendo seguido por Allen y Spero.
− ¿A
dónde nos dirigimos? – Preguntó Spero.
− A la
iglesia, hay alguien que quiere hablar con usted. – Respondió Spero.
Allen se
encontraba un tanto ansioso, sentía que algo malo se acercaba. Cuando llegar a
un lugar perteneciente de la iglesia habiendo sido tachado como hereje… nada
bueno se podía esperar, mucho menos tras ser llamado por “alguien”. Aunque si
se debía a viejos rencores, bien pudieron llevarlos a la fuerza y no tener que
esperar a que Spero terminara su charla. Pero Allen igual no se podía confiar
del todo.
− Entre
por favor. – Indicó el guía frente a una gran puerta, que parecía ser la de la
mencionada iglesia.
Spero
miró a los alrededores un tanto desconfiado, pero no tenía otra opción, si
intentaba huir o negarse, posiblemente ahí sí habría problemas. Estoy muy paranoico. Pensaba Spero ante la situación, nada decía que estuviera en
peligro.
Abrió la
puerta y dio un paso dentro. El lugar era increíblemente grande. Había bancas
en todo el lugar, al frente, mero al frente, estaba una estatua tamaño real del
héroe siendo alzado por un ángel. No era
tan alto… Quizá no tan real. A los costados los vidríales eran tematizados
igualmente del héroe. En uno estaba Ciel postrado ante la roca recibiendo lo
que parecía ser una bendición debido a la luz; en otro estaba Ciel comandando
un ejército; en uno más estaba Ciel peleando contra el Rey demonio. Y las
representaciones seguían y seguían. En cierta forma le alegraba que en ese
lugar siguieran respetando al héroe que fue Ciel y sus proezas.
−
Bienvenido, joven. – Se escuchó una voz a lo lejos. –
¡Te estaba esperando! –
Un
hombre se hizo presente. Vestía una sotana blanca y una mitra; portaba
igualmente algunos accesorios que parecían ser de oro, uno era el escudo que
portaban los guardias. Se encontraba algo lejos, por lo que era igualmente algo
difícil reconocerlo del todo, pero aun con eso, podían apostar a que era el
líder del lugar.
− Ha
pasado un largo tiempo. – Seguía hablando conforme se acercaba a ambos, hasta
que se detuvo frente a las bancas, cerca de un atril. – Acérquense, no tengan
miedo. –
Allen
seguía tenso, lo que hacía preocuparse un tanto a Spero. No hagas nada imprudente. Siguieron las instrucciones del sujeto
con mitra y se acercaron un poco. Fue ahí cuando Allen se disparó por un
momento. La puerta se cerró abruptamente y con fuerza, y unos cuantos guardias
se pusieron frente a ella.
− ¡Lo
sabía! – Grito Allen. – Déjamelo a mí. –
Y antes
de que sacara sus dagas, el sujeto los detuvo.
− No,
no, no… − Tratando de calmarlos con las palmas de sus manos. – No lo
malentiendan. Son políticas del lugar, no buscamos hacerles daño. Pedí que nos
dejaran a solas, pero tienen miedo a que algo me pase, después de todo… soy el
que gobierna la ciudad. –
Recuerdo ese rostro. En el
funeral de Ciel, había un sujeto que vestía con unas ropas parecidas… era el
jefe de la iglesia. Un hombre un tanto mayor, ocultaba sus canas dentro del
mitra; portaba una suave sonrisa, y su complexión era un tanto rechoncha sin
llegar a la obesidad; al igual su altura… era un tanto bajo, alrededor de
1.62mts.
− Pero
realmente quería hablar contigo. – Continuo. – Recibí el reporte de un guardia,
y no pude evitar emocionarme al saber que viniste directamente al palacio,
tampoco quería arruinar tu cálida reunión con el héroe, así que tuve que
esperar. –
Spero
calmó a Allen mientras escuchaba silenciosamente lo que decía el jefe de la
iglesia. Seguía sin confiarse del todo.
− ¿Para
qué me necesitaba? – Preguntó Spero intentando no sonar descortés.
−
Primero que nada, déjame pedirte disculpas. – Dijo el Jefe de la iglesia,
posteriormente se puso de rodillas y postró su cabeza en el suelo. −
¡Discúlpame por ponerle precio a tu cabeza! –
−
¡Señor, levante su cabeza! – Gritaba uno de los guardias al fondo.
− ¡Si,
no es necesario que se humille de tal forma! – Gritaba un segundo.
− ¡Él
debe comprender que fue un simple error! – Gritó un tercero.
Un simple error…
− Soy
humano y cometo errores, claro está. – Seguía el Jefe. – Y es por eso que debo
pedir disculpas por ello, debió causarle muchos problemas. ¡Realmente lo
siento! –
Spero no
disfrutaba particularmente de la escena, no era como si tuviera un tipo de
fetiche extraño con la humillación, o lo necesitara para llenar su ego. En
cierta forma, lo sentía un tanto incomodo, pero ayudo para que Allen lograra
finalmente calmarse.
− Es
suficiente. – Dijo Spero. – Lo comprendo, quizá hubiera hecho lo mismo en su
posición. –
Claro que no.
−
Agradezco tu comprensión. – Dijo el Jefe poniéndose de
pie.
− Y eso
significa… − Continuo Spero. − ¿Qué ya no hay recompensa por mi cabeza? –
− Claro
que no. – Respondió el Jefe con una gran sonrisa. – ¡La recompensa debería ser
para usted! –
Tardó un
tanto en procesar lo que estaba sucediendo. Tras darse cuenta que había pasado
de hereje a algún tipo de… algo, y su recompensa había desaparecido… no sabía
que pensar.
− Debe
estar confundido. – Dijo el Jefe como si pudiera leer a Spero. – Así que deje
que le explique. Tomen asiento por favor.
–
Spero siguió las indicaciones y se sentó en una
de las bancas junto a Allen.
− Es
cierto que nos sorprendimos y juzgamos mal después de que rompieras la roca. –
Continuo el Jefe. – ¡Pero ese fue solamente el primer paso para la paz! –
¿El primer paso?
− Tras
ver como rompiste la roca, y después de analizarlo minuciosamente lo
comprendimos. ¡Todo era parte de la obra de Dios! – Continuaba el Jefe,
aderezándolo todo con ademanes exagerados. – La roca se partió debido a que la
primera fase ya estaba completada, y esta no tenía más función en el plan de
Dios. Y tú fuiste el elegido para hacérnoslo comprender. Un ciclo terminó, y
otro comienza. Fue tan obvio y a la vez difícil de comprender… ¡un nuevo héroe
se alzará! –
− ¿A qué
se refiere? – Preguntó Spero algo confundido.
− ¿No es
obvio? – Preguntó el Jefe. – El primer héroe nos libró
de los demonios, pero solamente eso. –
Solamente… ¿¡SOLAMENTE ESO!?
Con esa
palabra, Spero comenzó a enojarse. Como era capaz de tomar tan a la ligera el
sacrificio de su amigo, el que lo dio todo por aquellas personas, y decir que
solamente era el primer paso en el plan de dios. Debe estar bromeando. Aunque parecía que le guardaban profundo
respeto, a la vez hablaban de él como si no hubiese sido la gran cosa. Aun así,
Spero guardo silencio.
− Por
eso quiero tu ayuda. − ¿Mi ayuda? –
Fuiste quien quebró la roca después de todo. ¡Tú más que nadie, nos puede
ayudar a encontrar al nuevo héroe! –
− No
entiendo a lo que se refiere. – Respondió Spero. – Solamente di un golpe a
aquella roca por simple coraje. Y, de cualquier forma, el sacrificio de Ciel
fue suficiente para encontrar la paz que tanto buscábamos, no veo la necesidad
de otro héroe. –
Ni el
mismo creia sus palabras.
− Lo
entiendo, y valoramos mucho su sacrificio. – Dijo el Jefe. – Pero aún estamos
muy lejos de alcanzar la paz. ¿Acaso no viste lo que sucedió en Central? –
−
¿Central? ¿Qué sabe sobre ello? – Preguntó Spero con un tanto de desesperación.
Al fin… un poco de información útil.
−
Debieron ser esos monstruos… vestidos de ovejas cuando en realidad son lobos. –
− ¿De
quienes habla? –
− ¿De
quién más? – El Jefe comenzaba a actuar un tanto molesto. – ¡Esos estúpidos
orejones! –
¿Orejones?
− Vienen
a nosotros diciendo que no buscan más problemas de los que ya tienen… − Seguía
enfureciéndose cada vez más. − ¡Y aun así niegan a
nuestro Dios! Simplemente repudiables… no sé cómo las demás facciones, norte,
sur y este los aceptaron. –
− ¿A qué
se refiere? – Preguntó Spero curioso al respecto.
− Nada…
disculpa. – Respondió el Jefe calmándose. – No… no suelo actuar de esa manera. Volviendo a lo de antes… ¿Qué te
parece unirte a la iglesia? –
− Me
niego. – Respondió rotundamente Spero.
− ¿Eh? – El Jefe parecía no comprenderlo del todo. – Puedes
pensarlo un poco si así lo deseas... –
− No es
necesario. – Respondió nuevamente. – No me agrada su idea, y dudo ser de
utilidad. No comparto su idea de que un nuevo héroe se alzará. Ciel dio su vida
por la paz, y la hubiésemos alcanzado, pero ustedes fueron los primeros en
arruinarla. ¿Alguna vez ha ido fuera de estas paredes y visto cómo está la
situación? Basta con mirar Santa Fe, una vez fue una de las más grandes
ciudades del reino, y ustedes en específico la abandonaron. –
− La
expansión es parte del plan de Dios. – Dijo el Jefe con
una mirada fija. – Aquellos que se quedaron en Santa Fe no son fieles
devotos de la iglesia. Claro, no les negaríamos la entrada a este nuevo reino,
siempre y cuando se conviertan a nuestra creencia. Casas hay de sobra, y no
dejamos que ningún sucio animal entre aquí, por lo que la calidad de vida es
increíblemente alta. Nos duele mirar la situación fuera de aquí, pero… no
podemos hacer nada al respecto, igualmente nos encontramos escasos de personal,
y la ciudad sigue en crecimiento, no podemos ir por ahí prestando ayuda cuando
nos falta a nosotros... –
Spero se quedó un momento en silencio, el jefe
parecía que seguiría hablando, aunque sus palabras no iban a cambiar la
decisión de Spero.
−
Perdona nuevamente. – Continuo el Jefe haciendo una
pequeña reverencia. – No debí actuar de esa forma con mi invitado.
Ciertamente queremos ayudar a los que se encuentran fuera, y aun con los
progresos que hemos hecho, no tenemos el poder suficiente para hacerlo.
Nuestras granjas y oficios siguen desarrollándose, pero son solamente sustento
suficiente para la ciudad. Y aunque fuimos bendecidos con el poder de Dios, aun
no podemos curar enfermedades. –
− ¿A qué
se refiere con el poder de dios? –
− ¿No lo
sabes? – Preguntó el Jefe confundido. − ¿No lo mencionó el guía? Supongo que
no… otra de las ventajas de ser parte de la iglesia, es el poder de Dios. Nos
bendijo con el poder de sanar a los heridos, aun siendo algunas heridas
mortales, con la suficiente devoción eres capaz de lograrlo. Sin embargo, no
podemos curar enfermedades. Impartimos la enseñanza a los fieles devotos en una
academia que se encuentra dentro igualmente del palacio. Si gustas, puedo
hacerte una demostración. –
La
decisión de Spero claramente no iba a cambiar, pero le intrigaba un poco a lo
que se refería con “el poder de Dios” por lo que simplemente asintió con la
cabeza.
− Tu,
guardia de ahí, acércate. – Dio la orden y el guardia se acercó. – Dame tu
espada. –
El
guardia sin dudar acató la orden del Jefe.
−
Discúlpame por esto. – Dijo el Jefe.
¿Qué demonios? El jefe
perforó por el hombro al guardia con una increíble fuerza. El dolor parecía ser
inmenso, pero el guardia lo aguantaba con mucha voluntad. Spero no podía
comprender el actuar del jefe, pero ninguno de los otros guardias parecía
actuar, incluso el que había sido perforado. Entonces retiró la espada, y la
sangre comenzó a fluir. Qué asco…
El jefe
saco un libro dorado que guardaba en su sotana, lo abrió por el medio y comenzó
a leer mientras tocaba con su palma el hombro del guardia.
− Luz
brillante llena de calidez este cuerpo y elimina toda herida [DIVINE CURE] –
La palma
del jefe de la iglesia comenzó a brillar, y la herida del guardia comenzó a
cerrase, la sangre dejo de fluir al momento, pero la que había sido derramada
no volvió. ¿Esto es…? Obviamente lo
era, era la mentada magia que Allen había mencionado. El libro que tenía en sus
manos era un grimorio. No pensé que fuera
tan impresionante. Lanzar fuego era una cosa, pero curar heridas… era algo
más.
−
¿Sorprendido? – Preguntó el Jefe con una mirada llena de orgullo. – Claro que
lo estas, puedo notarlo en tu expresión. ¡Y todo esto es gracias al poder de
Dios! Solamente él es tan puro y benevolente para hacer tales milagros a través
de nosotros. –
Incluso
Allen estaba sorprendido, podía notarse en su expresión que era la primera vez
que miraba algo como eso, pese a ser el que más sabia sobre el tema.
−
¿Quieres intentarlo? – Preguntó el Jefe. – Quizá así cambie tu imagen sobre la
iglesia. –
Spero se
quedó un momento pensando. No quiero
unirme a la iglesia, pero ciertamente ese poder me puede ser útil. Si hay
batallas posteriormente, curar las heridas será muy conveniente. Decidido,
tomaré ese poder y luego dejare esta estúpida ciudad.
− Claro.
–
−
Acércate. – Indicó el jefe. Spero dio la señal a Allen para que este no se
moviera del lugar. Sería un problema que
sobre reaccionará. – Toma el libro y recita lo mismo que dije antes, yo
seré el objetivo. –
A
diferencia de antes, el jefe no se atravesó el hombro, solamente hizo una
pequeña cortada en su palma, y la sangre comenzó a fluir. Asco…
− Luz
brillante llena de calidez este cuerpo… − Comenzó a recitar Spero tocando la
palma del jefe. − y elimina toda herida [DIVINE CURE] –
Pero
nada pasó.
− Que
extraño. – Señaló el jefe. – Estaba
seguro de que tu tendrías mana. –
Incluso Spero tenía la esperanza de tener lo
que llamaban “mana” al escuchar que existía la tal magia, pero al parecer, ese
no era el caso.
− ¿No te
has vinculado a otro grimorio? – Preguntó el Jefe. – Si ya usaste magia de otro
tipo, es imposible que uses este tipo de magia. Aunque pareces saber poco de
ello… por lo que dudo que ese sea el caso. ¿Qué tal tu amigo? ¿No le
interesaría aprender? −
Ciertamente Spero no conocía nada sobre la
magia, lo habían bombardeado con incógnitas e información después de haberse
ausentado durante cinco años. Y respecto a Allen, sabía que, si se lo pedía,
este accedería sin dudar.
− No, no
le interesa. – Respondió Spero. No quiero
que lo haga solo porque se lo pido.
−
¿Entonces? – Preguntó el Jefe.
−
¿Entonces? – Respondió Spero sin comprender.
−
¿Cambiaste de parecer sobre unirte a la iglesia? –
− No. –
Respondió bruscamente. – Sigo sin compartir sus ideales, y después de ver su
actuar, comienzo a dudar de sus intenciones. Ofrecer asilo únicamente a devotos
es una estupidez, y si su dios así lo demanda, entonces llámeme hereje. –
El Jefe
parecía que estaba a un solo paso de reaccionar en cólera, pero por alguna
razón se contuvo.
− Ya
veo… − Dijo respirando hondo tratando de calmarse. – Si ese es el caso, no
tengo otra opción más que pedirte amablemente que te retires. No podemos
aceptar a gente de tu tipo en esta ciudad, y aunque lo apropiado seria
ofrecerte asilo, aunque sea durante esta noche, no puedo hacer eso. –
Spero se
dio media vuelta y se dirigió a Allen.
− Nos
vamos. – Dijo.
Allen se
puso de pie y comenzó a seguir a Spero hacia la puerta. Los guardias que la
custodiaban se alejaron al recibir la orden del Jefe, y sin desviarse ni un
poco, continuaron su camino hacia la puerta principal de la ciudad.
− ¿Estas
bien con ello? – Preguntó Allen. – Dudo que nos dejen volver a entrar, y
posiblemente no podrás ver a Ciel nuevamente. –
− No hay
problema. – Respondió Spero. – Cuando sea el momento, vendré por él, no hay
manera de que pueda descansar en un lugar como este.
− ¿Y a
donde iremos ahora? – Preguntó nuevamente Allen.
−
Menciono unas tales “Facciones”, norte, sur y este. Quizá en alguna encontremos
algo de información. – Respondió Spero.
−
Probablemente. –
La
ciudad seguía brillando, esta vez de un color naranjado, debido a que el sol
comenzaba a ocultarse. Les tocaría dormir nuevamente a las afueras, pero en
cierto modo ya se habían acostumbrado, mas Spero debido a que había pasado más
tiempo de esa manera. Por suerte, aun contaban con algo de comida y agua, por
lo que tampoco lo iban a pasar tan mal. Solo restaba trazar el nuevo rumbo.
− Tengan
suerte en su viaje. – Dijo amablemente uno de los guardias que custodiaba la
puerta principal.
Abrió la
puerta y los dejo salir. Está un poco
frio. Segundos después de que se cerrara la puerta, volvió a abrirse.
− ¡Fuera
de aquí pulgoso! – Grito uno de los guardias, sacando a un perro de una patada.
Era el
mismo perro que habían visto antes.
−
Supongo… que estamos en la misma situación. – Dijo Spero mirando al perro de la
mirada triste. – Por ahora, busquemos algo de madera para pasar la noche,
Allen. –
Dieron
unas cuantas vueltas alrededor, buscando madera, y en lo posible, una fuente de
agua. Teniendo únicamente suerte en la madera. Treinta minutos les llevo el
montar un pequeño campamento no muy lejos de la muralla, pero lo suficiente
para no ser vistos desde ella.
Encendieron
una fogata y cocinaron un poco de la carne que aun cargaban con ellos. Delicioso como siempre. Ver la expresión
de gusto en la cara de Spero, hacía sentirse orgulloso de su cocina a Allen.
−
¿Quieres un poco? – Preguntó Spero… al perro que los había seguido todo el
tiempo. – Pero quita esa triste expresión. –
− Como
dije antes, así es su rostro. – Dijo Allen. − ¿Qué harás con él? Si le das
comida no nos dejará en paz. ¿O acaso piensas llevarlo con nosotros? –
− No es
como si pudiera abandonarlo a su suerte… así que si, supongo lo llevaremos con
nosotros. Espero no te sea una molestia… ¿O odias a los perros? –
− No
realmente. – Era de esperarse. − ¿Le
darás un nombre? –
− Si
sigue aquí en la mañana, supongo que lo hare. –
−
Entonces… ¿Ya decidiste a dónde iremos? – Preguntó Allen.
− No
realmente… − Respondió Spero algo dudoso. – Esperemos a la mañana, y quizá mis ideas se aclaren un poco. Por
ahora, a dormir un poco… –
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