La Profecía del Héroe - Capitulo 16: Frontera del nuevo mundo
− ¿Quién eres? – Preguntó Spero.
Al parecer, estaba soñando nuevamente. Al igual que la ocasión anterior, había
una gran ave sobre una rama. Un búho…
pero es muy grande. Por fin podía mirarlo claramente.
− ¿Realmente necesito responder
esa pregunta? ¿Es eso lo que buscas? ¿Saber quién soy? – Preguntó el Búho.
− … −
− Eso pensé. – Dijo el Búho. No
se movía ni un centímetro de su lugar, no había viento, y todo alrededor estaba
cubierto por arboles del mismo tamaño imposibilitando ver más allá de lo que
estaba frente a él, solo una luz entraba desde la parte superior. – Entonces,
dime, ¿Qué es lo que buscas? –
¿Qué es
lo que busco? La
primera vez que había soñado con él había dicho algo parecido, guiándolo hacia
el Oeste, lo cual termino llevándolo hacia Ciel. Pero… ¿Qué era realmente lo
que buscaba Spero? Después de visitar a su amigo… sintió que su propósito había
sido cumplido.
¿Realmente
tendré la oportunidad de tomar venganza? Nada le aseguraba poder encontrar
a dicha persona, o incluso había la posibilidad de que esa persona ya estuviera
muerta. Moverse guiado por el odio… ¿era realmente la mejor opción?
− Acaso… ¿Buscas poder? –
Preguntó el Búho. – Crecer y crecer más, hasta el punto de ser respetado y temido
tanto por tus aliados como enemigos. Alcanzar la grandeza a través del
esfuerzo; posicionarte en la cima de la humanidad, como la persona más fuerte
existente en el mundo. Si es así, deberías intentar en el Este. –
− … − No me interesa realmente.
− O es quizá… ¿Una vida pacifica? – Continuó una vez más el Búho. – Imagina
un bello paisaje; una casa en lo alto de la colina; una hermosa esposa sentada
a tu lado dándote una linda sonrisa, una mujer que conociste y de la cual te
enamoraste desde el primer momento en que la viste; unos hermosos hijos
corriendo y jugando, dos niños y dos niñas quizá, alejados de todo problema,
sin tener que pelear en toda su vida. Todo eso podría ser tuyo, solamente es de
que intentes ir a Sur. −
− … − Eso… no suena tan mal.
− El paisaje del Oeste, al ser
gobernado por la iglesia, es la de una utopía a largo plazo, y probaste que esa
idea no es de tu agrado, así que… ¿Por qué no intentar lo contrario? – Siguió
el Búho. – Conocer el mundo, descubrir sus maravillas y todo lo que contiene.
Una vida viajando alrededor de él, con diferentes experiencias a diario, ningún
día será igual. Solamente tienes que dirigirte al Norte. –
− … − Suena tentador.
− O… no hagas nada. – Dijo el
Búho cambiando su tono a uno más serio. – Decide quedarte en donde estas, o
vaga sin rumbo, es tu decisión. Mira como el mundo cae en la desesperación;
como los engranajes siguen moviéndose y la vida va acabando poco a poco. Pero
no te preocupes, nadie te culpará de ello. Que intervengas o no, ¿Realmente haría
un cambio? –
− ¿Lo haría? – Preguntó Spero con intriga.
− Esa es la cuestión. –
Respondió el Búho. – Suelen decir que nosotros mismos forjamos nuestro destino,
pero en cierto modo hay quienes nacieron para hacer algo. Y contigo estoy en
duda, ciertamente eres interesante. Fuiste la persona más cercana a él, fuiste
lo más parecido a lo que podría considerarse como una “familia”, incluso más
que su propio padre. Esa persona que hizo el mayor cambio en la humanidad. Y
ahora vuelves, jurando venganza en su nombre, moviéndote por el odio provocado
al mirar el estado en el que se encuentra el mundo. –
− Yo… no lo sé. –
− Es únicamente tu decisión. –
Respondió el Búho. – Al igual que yo decidí postrar mis ojos en ti, eres
interesante y eso es suficiente para llamar mi atención. Si lo que quieres es cumplir
tu objetivo actual, posiblemente lo mejor es que viajes al norte. Por una u
otra razón, no puedo darte todas las respuestas, aunque igualmente eso le
quitaría lo interesante. –
− ¿Qué es exactamente lo que sabes?
– Preguntó Spero ante la ambigüedad del Búho. − ¿Acaso me ocultas algo? –
− Quizá todo lo que te he dicho
ha sido una mentira; tal vez simples divagaciones; o en el peor de los casos,
todo es parte de un simple sueño, y buscas profundidad en algo inexistente para
darle sentido a tu vida. – Eso… −
Obviamente te oculto cosas, muchas más cosas de las que crees. “¿Qué es
exactamente lo que sabes?” Todo y nada, poco o mucho, ¿Realmente importa que es
lo que se? –
− … −
− Dejando todo lo anterior… −
Continuo el Búho. − ¿No te interesaría mas reunirte conmigo? –
− ¿No todo es parte de mi sueño?
– Respondió Spero algo molesto.
− ¿Es eso lo que quieres creer?
– Respondió el Búho. – Si es así, eres libre de hacerlo. –
− … −
Aun con la ambigüedad de las
palabras del Búho, Spero había cumplido uno de sus objetivos gracias a él. Si
bien, igualmente había pagado por información, el Búho le había indicado
incluso antes el camino. Debería… ¿confiar
en él? ¿Pero qué era lo que realmente le ocultaba? ¿Qué tanto sabia? ¿Por
qué se interesaba tanto en Spero?
− Sabes… − Continuó el Búho sin
dejar hablar a Spero. – Simón tenía algo de razón. –
− ¿Simón? – Preguntó Spero
confundido.
− Es el nombre del Jefe de la
iglesia, el gobernador de Amanecer. – Respondió el Búho. – Él dijo que estaban
lejos de encontrar la paz, y ciertamente lo están. –
− Lo hubiéramos estado si… −
− Te equivocas. – Interrumpió el
Búho antes de que Spero terminara su oración. – La paz que experimentaban tarde
o temprano terminaría, había muchos factores que pudieron haber influido en
ello, pero el resultado siempre sería el mismo. Pero el principal de todos, es
que ustedes vivían en una pequeña burbuja alejados del mundo, no fue hasta que
Ciel la explotó que ustedes empezaron a aprender. –
Spero comprendía un poco a lo
que se refería el Búho. Alguna vez paso por su cabeza la duda sobre qué era lo
que les esperaba más allá del Reino. Aunque nunca había recorrido por completo
el Reino, sabía que había algo más afuera.
Pero…
− Aun así, no puedo perdonar sus
acciones… − Respondió Spero molesto. – Esa gente… esa gente no merecía morir,
¡y aun así sus vidas fueron arrebatadas! Después de pelear tanto por tener
momentos tranquilos, vivir sin miedo… viene alguien y destruye nuestras
ilusiones… simplemente no puedo perdonárselo. –
− Lo entiendo. – Dijo el Búho en
un suspiro. – Aun así, la paz hubiera acabado tarde o temprano. Ustedes
humanos, han estado lejos del mundo real durante un largo tiempo, balanceándose
entre la vida y la extinción, agradécele a tu amigo que siguen vivos. Y ahora
vuelvo a preguntarte, ¿Qué es lo que deseas hacer? Ansió saber tu respuesta, y
mirar lo que harás. Tengo un presentimiento de que podré ver algo interesante
de tu fútil vida sin importar la decisión que tomes. –
− Aun siendo incierto… −
Respondió Spero con duda tomando valor. – Quiero encontrar al causante de
aquella explosión, y hacerlo pagar por sus acciones. –
− Interesante respuesta. – Dijo
el Búho. – Esperaba que te decantaras más por la opción de formar una feliz
familia, ya que algo hay de eso en lo profundo de tu corazón, y ciertamente me
gustan las historias de amor. Quizá aún no es momento de ello… pero bueno, que
se le va a hacer. Te recomiendo enormemente te dirijas al norte, y aun vez ahí,
entenderás un poco mejor la situación… y quien sabe, quizá y algún día
lleguemos a conocernos. –
− Tu nombre. – Dijo Spero. −
¿Cuál es tu nombre? ¿Qué quieres conmigo? ¿Qué ganas con esto? ¿Qué es lo que
buscas? –
El Búho giro su rostro unas
cuantas veces.
– ¡HOOT! ¡HOOT! ¡HOOT! ¡EEEK!
¡EEEK! ¡HOOT! – Comenzó a gritar de una forma muy extraña, haciendo todo tipo
de ruidos de ave y moviéndose de una forma perturbadora, infundiendo miedo y
duda en Spero. Y al cabo de unos segundos, paró. – ¿Confundido? Deberías, nada
de eso tuvo sentido. –
El búho extendió sus alas,
abanicó una vez lanzando al fondo a Spero con el aire que creo, haciendo a la
vez, que este despertara. Ignoró mis
preguntas.
Apenas abrió
los ojos, alguien lo estaba mirando fijamente, una mirada un tanto preocupante.
¿Por qué…? Se preguntaba Spero.
− ¿Por qué estas tristeeeee? –
El perro no se había ido en toda la noche.
Allen igualmente estaba
despierto, y al parecer preparando una fogata para cocinar el resto de la carne
que les quedaba. No gastó energías en corregir el error de Spero, cosa que
hubiera sido inútil.
− ¿Entonces? – Preguntó Allen.
− Supongo que iremos al norte. –
Respondió Spero.
− No me refería a eso. – Corrigió
Allen.
− ¿No? –
− No. − ¿Entonces a qué? – ¿Qué nombre le pondrás al perro? –
− Oh… −
− Dijiste que si estaba aquí en
la mañana le darías un nombre… ¿Pensaste en algo? –
− ¿Qué tal…? – Hizo una pausa. –
¿Allen dos? –
− … − ¿Fue una mala broma?
− ¿Qué tal si tú lo nombras? –
Propuso Spero.
− ¿Yo? – Preguntó Allen
confundido. – No… no creo ser bueno en ello. –
− Tu mismo elegiste tu nombre, y
ciertamente es uno muy bueno. – Afirmó Spero. – Confío en ti. –
Spero se había librado de la
responsabilidad de pensar en un nombre, su cabeza no estaba en el mejor estado
como para hacerlo.
Allen se quedó un buen rato
callado, incluso dejo de encender la fogata, siendo relevado por Spero. Se cruzó
de piernas y miro fijamente al perro, y este también lo miró fijamente. Así
durante unos largos y silenciosos cinco minutos.
− ¡Sirius! – Gritó Allen
sobresaltado. – Ese será su nombre. –
− ¿Si? – Preguntó Spero. − ¿Qué
te parece? –
Dirigió su mirada al perro, y
este no hizo ningún cambio en su expresión.
− No hay objeción, así que será
Sirius. – Afirmo Spero. – Ahora… Allen, ¿Aún queda carne? –
− No, la que prepararé es lo
último. –
− Entonces, hay que ir por mas,
ya que ahora nos dirigimos al norte y posiblemente sea un viaje largo. –
– ¿Quieres que busque algo de comida?
Posiblemente hay conejos cerca. –
– No, no. – Dijo Spero, y
posteriormente buscó en su mochila. De esta sacó una especie de cuerda algo
delgada pero resistente. Tomó unas cuantas ramas y comenzó a hacer algo.
– ¿No? – Preguntó Allen
confundido.
– Préstame una de tus dagas. –
Pidió Spero, y Allen se la proporcionó. Tallo una punta en unos cuantos palos;
dobló unas cuantas ramas; ató unas a otras, y entonces terminó. – Listo, un
arco básico. –
– Oh… – Dijo Allen sorprendido.
– No sabía que pudieras hacer eso. –
– Hay muchas cosas que no sabes
de mí. – Dijo Spero con orgullo. – Ahora es mi turno de cazar, ve afilando las
dagas, que traeré buena carne. –
Spero se puso de pie, tomo su
recién hecho arco y los palos que ahora eran flechas, lo puso en su espalda y
se adentró en el bosque que se encontraban. Curiosamente, Sirius lo siguió sin
que este le diera la indicación.
Nada…
simplemente nada. Había
estado recorriendo el lugar por cerca de una hora y simplemente no encontraba
nada que cazar. Había unos cuantos animales, pero eran muy grandes como para
utilizar toda su carne, y sentía que de igual forma sus flechas no serían lo
suficientemente fuertes como para atravesar su piel. Después de actuar tan altanero…
Pensó que, si no quedaba de
otra, volvería al campamento para pedir prestadas las dagas de Allen y cazar
algún animal grande, pese a que no usaran todo de él, no podían simplemente no
comer. Pero antes de hacerlo, Sirius comenzó a olfatear algo.
– ¿Qué pasa? – Le preguntó
Spero, a lo que Sirius lo miro fijamente, y luego comenzó a caminar.
Supongo
que quiere que lo siga. Y así lo hizo.
Sirius corría a una velocidad
increíblemente… lenta. Sus patas eran cortas, al igual que su estatura, por lo
que era un tanto comprensible, y en cierto modo se adecuaba a lo que podría
considerarse como su personalidad. Su mirada triste era la de alguien que había
vivido muchas cosas horribles y perdido toda fe, o quizá así era solamente su
rostro. Pero es tan gracioso. Pensaba
Spero aguantándose la risa. Cada paso que Sirius daba era como un pequeño
salto, que hacía que sus grandes orejas revolotearan; y cuando movía su cabeza
hacia los lados, estas incluso tapaban sus ojos. Un tanto tierno, en cierto
modo.
Entonces se detuvo y movió la
cabeza como si estuviera indicando un lugar.
– ¿Ahí? – Preguntó Spero acercándose con sigilo. – ¡Asombroso! –
Sirius lo había
guiado a lo que parecía ser el escondite de un par de conejos. No había crías
alrededor, por lo que posiblemente apenas habían llegado a ese lugar.
Ciertamente era impresionante, aunque parecía ser muy calmado, había entendido
claramente que era lo que buscaba Spero. Para luego recostarse en el suelo y
bostezar un poco. Así que me dejas el
resto…
Sin perder
tiempo, Spero tenso su arco; preparo su flecha, y apuntó. Respiró hondo y soltó
la cuerda del arco, dando un tiro certero en un costado del conejo, matándolo
al momento. Lo siento. Guardaba
cierto respeto a la vida de los animales que posteriormente se convertirían en
su comida. Y sin perder más tiempo, preparó nuevamente su arco, y cazó al otro
conejo.
– Buen chico. – Dijo dándole unas caricias en la cabeza a Sirius, sin obtener
reacción de él.
Tomó los
conejos y volvió al campamento, seguido de Sirius. La fogata ya estaba
encendida, la carne preparada, y Allen sentado afilando sus dagas.
– Disculpa la tardanza. – Se
disculpó Spero con Allen.
– No hay problema. – Respondió
Allen. – No me di cuenta cuando fue que Sirius desapareció, y al parecer estaba
contigo. –
– Estuvo conmigo desde el
inicio. – Confirmó Spero. – Fue de mucha utilidad, si no hubiese sido por él,
posiblemente no hubiera traído nada de comida. –
– La primera vez que vi un perro
de su raza, fue acompañando a algunos cazadores, cargaban un venado en sus
espaldas. Esto lo escuché vagamente, pero según son buenos rastreadores. –
– Entonces tuvimos suerte, ¿No?
–
– Así parece. –
Spero miro de
reojo a Sirius, lo estaba halagando intencionalmente para ver si su expresión
cambiaba un poco, pero parecía ser inmutable. Sin reacción… Era de utilidad, pero le preocupaba un poco por que
no movía siquiera su cola. Pero que se le
va a hacer.
Descansaron un
poco más, el día apenas comenzaba y el sol estaba en lo alto. El clima no era
lo suficientemente caluroso como para hacer imposible caminar, pero querían
aprovechar el descanso lo más que podían. Spero había decidido viajar al norte,
y de la misma forma, Allen no había puesto objeción alguna. Sirius los seguiría
ya se había convertido en parte del grupo.
– ¿Puedo preguntar algo? –
Preguntó Allen mientras recogían unas cuantas cosas para antes de partir.
– Claro. – Respondió Spero.
– ¿Por qué el norte? – Preguntó
Allen. – No es que me moleste, solamente es una duda. –
– “¿Por qué?” Preguntas… – Se
quedó un poco dudoso Spero, no sabía bien como contestar la pregunta. – No
puedo explicarlo bien, pero siento que es el camino correcto. –
– Si estás bien con ello, no hay
problema conmigo. – Dijo Allen.
– ¿Seguro? –
– Seguro. –
– Entonces, nos vamos. –
Spero ya estaba un tanto cansado
de correr a todos lados, ciertamente era muy molesto ese tipo de transporte,
pero no habían llegado a algún pueblo en el que pudieran comprar algún caballo
o algo que les ayudara a transportarse, por lo que tenían que aguantarse. Y cuidar un caballo puede ser difícil. No
tenía experiencia montando, lo que igualmente podía ser un problema.
Había surgido otro problema. Si
bien, Allen podía seguir el paso de Spero al correr, Sirius ciertamente no
podía, por lo que se detuvieron por un momento. Los pasos del perro eran
ciertamente lentos, y no solamente era debido a su forma o tamaño, el que fuera
lento era únicamente de él.
– ¿Y ahora qué? – Preguntó
Spero. – No podemos abandonarlo, ya hasta le diste un nombre. –
– ¿Qué tal si...? – Allen tomó
al perro en sus brazos, no era realmente pesado, ni tan grande como para ser un
problema al cargarlo. – ¿Lo llevo en mis brazos? –
– Eso… será un problema. –
Señalo Spero. – Te cansaras más rápido de esa forma. –
– Ciertamente… – Allen terminó
bajándolo.
No quería descartar del todo la
idea de cargar a Sirius, pero esa no era la mejor manera.
– ¿Me permites tu mochila? –
Preguntó Allen. En ella guardaban todo tipo de cosas, aunque mayormente eran
cosas de Allen, y ciertamente era él quien la usaba más, al final, Spero
solamente la cargaba.
Dentro de la mochila había un
montón de cosas, la carne de conejo que había cazado, un libro, unas cuantas
piedras… ¿Piedras? Y unas cuantas
cosas más. De la mochila sacó… otra mochila un tanto más pequeña.
– Esto es lo que buscaba. – Dijo
Allen.
– ¿En qué momento llegó eso ahí?
– Preguntó Spero.
– La metí cuando estábamos en mi
casa, quizá no te diste cuenta. – Después de todo Allen era alguien muy…
silencioso. – ¿Qué prefieres? ¿Cargar a Sirius o el equipaje? –
Era debatible saber que era más
pesado, Sirius o el equipaje, pero ciertamente le dolía un tanto la espalda a
Spero, y se decantó por cargar a Sirius. Allen colocó la mochila en su espalda
y dio la otra a Spero. Creo que ya sé que
es lo que busca.
Spero abrió la mochila y cargó a
Sirius, aunque tenía sus dudas al respecto, terminó cabiendo perfectamente en
la mochila, dejando salir únicamente su cabeza. No parecía ir incomodo, incluso
recostó su cabeza a la primera oportunidad, como si estuviera relajado.
Spero puso su mochila a la
espalda, con Sirius en ella, y su costado derecho ató el arco. Una vez todo
listo, comenzó a correr nuevamente. La mochila se ajustaba lo suficientemente
bien como para evitar dar saltos y complicar el recorrido.
Esta vez no tenían claro el
tiempo que les llevaría alcanzar su objetivo, o si realmente encontrarían algo.
Aun con un rumbo, era tan incierto que parecía como si no tuvieran uno. Por
parte de Spero eso le preocupaba un poco, ya que sus decisiones no afectaban
únicamente a su persona, ahora contaba con dos compañeros que dependían de él,
aunque no lo había pedido.
Pasó un día, en el cual
recorrieron un gran tramo. Aun no había rastros de civilización cerca.
Pasaron dos días, la comida se
acababa, por lo que salieron a cazar más. Las cosas se habían vuelto un poco
más fáciles con la ayuda de Sirius, él los rastreaba, y Spero los cazaba.
Tres días, cuatro días, cinco
días, y no había cambio. La misma rutina.
– ¿No te parece raro? – Preguntó
Spero.
– ¿Qué cosa? – Preguntó Allen.
– Han pasado cinco días, y aun
así no nos hemos encontrado con ningún pueblo. –
A diferencia de cuando se
acercaron al Oeste, habían pasado por unos cuantos pueblos activos, y otros
tantos abandonados. Pero en esa ocasión no había sido el caso. Si no fuera por
los animales, y los árboles, hubiese parecido que vagaban en un lugar muerto.
– Debe ser porque estamos lejos
del centro. – Dijo Allen. – Prácticamente todo se derivó desde Central, y con
la deserción del consejo… se dejó de hacer expansión, estamos en ese lugar que
el Reino nunca alcanzó. –
– Puede que tengas razón. –
Como lo había dicho el búho, los
humanos no se habían expandido debido a los constantes ataques de los demonios.
Aunque había casos en los que ciertos pueblos, los más pequeños de todos, no
habían sido atacados, seguía sin haber posibilidades para dar una expansión más
a fondo. Aunque se podía considerar cerca del reino, ya estaban fuera de lo que
alguna vez fueron los limites. Aun así,
es extraño.
Uno pensaría que, al acabar con
los demonios y recomenzar la expansión, utilizarían todos los espacios posibles
desde el centro, pero ese no parecía ser el caso. Aunque había muchos pueblos
desde central hasta amanecer, hubo un punto en el que dejaron de encontrarse
con ellos. Como si la iglesia hubiese querido comenzar desde cero lo
suficientemente alejados de lo que se consideraría el reino. Fundar su propio… ¿Reino? Fue la primera
idea que vino a la cabeza de Spero.
Ciertamente no era tan
descabellado. Tomando en cuenta la actitud y forma en que funcionaba el
gobierno de Simón, parecía que en algún momento tenían planes de expandirse aún
más. Las construcciones vacías parecían ser el primer peldaño de su plan, una
vez se llenarán, solo sería cosa de construir más. Con el renombre del que
gozaba, y las promesas que posiblemente iba a predicar, podían fácilmente
atraer más población. Aunque no parecían contar con un gran ejercito como para
hacer frente a la oposición. Optaron por un camino más pacífico del que parece.
Igualmente, Simón había
mencionado algo sobre las facciones Norte, Sur, y Este, siendo Norte a la cual
se dirigían. Si había otras tres facciones aparte de la del oeste, todo
indicaba que igualmente intentaban expandir el reino, o bueno, su propio reino
para sus intereses propios. Y siendo Central un lugar tan… centrado, hubiese
sido difícil iniciar desde ahí. Por lo que entendió de las palabras de Simón, y
la seguridad que aparentaba Central con sus murallas y privacidad. Podía
tratarse de un lugar neutral entre las cuatro facciones. Aunque solo son suposiciones.
Bien podía ser todo parte de la
volátil imaginación de Spero, y en realidad ser algo más simple de lo que
parecía. Quizá se habían separado para expandir más allá de los simples límites
del reino, sin tomar en cuenta las repercusiones que tendría en Ingard… si es
que aún se le llamaba así. Fuera cual fuera la razón, seguía siendo algo
egoísta. Y aun con eso, el objetivo de Spero seguía siendo claro… al menos un
poco. Pararse a pensar por cosas tan triviales como no haberse encontrado con
un pueblo en medio de la nada, era simple paranoia.
Y se llegó el sexto día, pero no
pudieron seguir caminando, puesto que frente a ellos estaba una gran muralla
que impedía el paso. Al igual que con Amanecer, esta parecía ser interminable,
y a diferencia de Amanecer, no habían arribado por la entrada principal. Igualmente,
la muralla parecía ser unos cuantos centímetros o quizá hasta un metro más
grande que la de Amanecer. La pared era lisa y firme, no parecía se posible
entrar escalando.
– ¿Izquierda o derecha? –
Preguntó Spero.
– ¿Derecha? Si, derecha. –
Respondió Allen.
Y comenzaron a caminar hacia la
derecha. Parecía que la muralla no terminaría sin importar cuantos kilómetros
recorrieran. El día apenas comenzaba lo que tranquilizaba un poco.
Diez minutos, y nada mas que
pared.
Veinte minutos.
Treinta minutos.
Una hora.
Una hora y media.
– ¿Hasta donde crees que se
extienda? – Preguntó Spero intentando hacer más ligero el recorrido.
– Quizá hasta el mar. –
Respondió Allen.
– ¿Mar? – Preguntó Spero con
duda, el no conocía tal cosa como el mar, o que significaba.
– Alguna vez leí sobre ello, una
masa de agua mas grande que cualquier lago o rio. Mas allá de los limites del
reino… dicen que muchos de los ríos desembocan o traen su agua de este mismo,
aunque en realidad solo es un nombre, nadie lo ha visto antes. –
– Interesante… –
– Me gustaría algún día verlo
con mis propios ojos, claro, si existe. –
Era la primera vez que Allen
expresaba que era lo que quería hacer, lo que, por alguna razón, hacia sentir
un tanto feliz a Spero.
– Entonces hagámoslo. – Propuso
Spero. – Algún día busquémoslo. –
– Si así lo quie…–
– ¡No! – Interrumpió Spero. – Es
lo que ¡Tu! Quieras esta vez. –
Allen sonrió de una manera inusual,
una sonrisa llena de sincera felicidad; una sonrisa que daba calidad al alma;
una sonrisa que resplandecía como la que alguna vez miró en Ciel.
– Gracias… – Dijo Allen con una
suave y baja voz.
Aligeraron el paso, después de
tanto correr, optaron por simplemente caminar. Ya con eso, bajaron a Sirius,
incluso él podia seguirles el paso cuando iban simplemente caminando. El aire
soplaba suavemente, un aire frescamente delicioso. Incluso la mirada de Sirius
parecía un poco menos triste, como si lo disfrutara.
Dos horas… tres horas, y
entonces escucharon un llamado.
– ¡Ustedes, los de ahí! – La voz
provenía del cielo. Era difícil distinguir quien o que los llamaba. – Les falta
poco, sigan adelante. –
Entonces
es el camino correcto.
Motivados por el llamado,
corrieron un poco. Fueron en total unos cinco minutos los que tardaron en
alcanzar lo que parecía ser una puerta, una pequeña entrada. El tamaño era
engañoso, parecía pequeña, pero con solo tocarla se notaba la firmeza y lo duro
que estaba esta.
Tocaron la puerta, y en cuestión
de segundos, alguien abrió.
– ¿Quiénes son y que buscan? –
Preguntó un sujeto con armadura, pero sin casco. Era lo más acercado a lo que
podían considerar un guardia, aunque no parecía estar del todo alerta.
– No somos sospechosos. – Respondió Spero.
– Eso suelen decir los
sospechosos. – Señalo el Guardia.
– Pero… no lo somos. – Reafirmo Spero.
– ¿Y? – Preguntó nuevamente el
Guardia. – ¿Qué buscan? –
– ¿No es obvio? – Preguntó Allen
algo enojado. – Entrar a la ciudad. –
– ¿Quién dijo que aquí dentro
era una ciudad? – Preguntó el Guardia en el mismo tono.
– ¿No lo es? – Preguntó Spero.
– Bueno… – El Guardia se quedó
un momento en silencio. – Si… si lo es. –
¿Qué
mierda?
– Deja de dar rodeos. – Dijo Allen molesto.
– ¡Con esa actitud no entraran!
– Gritó el Guardia cerrando la puerta en sus caras.
¿Qué?
¿Qué diablos acaba de pasar? Miro fijamente a Allen. Él era un tipo serio, pero cuando se
trataba de un mal trato hacia Spero, simplemente se sobresaltaba con facilidad.
Aunque ciertamente, el susodicho guardia había sido un tanto molesto.
– ¿Ahora qué? – Preguntó Spero
confundido mientras miraba a Allen.
– … – Respondió encogiendo los
hombros.
– ¿Pruebo nuevamente? – Preguntó
Spero.
– Quien sabe que tan lejos este
alguna otra entrada, así que quizá sea la mejor opción. –
– Pero no te exaltes, por favor.
–
Allen acepto a regañadientes,
pero a fin de cuentas aceptó. Spero volvió a intentar una vez más; toco la
puerta, pero esta vez nadie parecía responder; toco una vez más fuerte, y
entonces abrió.
– ¿Qué? – Era el mismo Guardia.
– ¿Cuál es su asunto aquí? –
– Solo queremos pasar a la
ciudad. –
– ¿Y? – Preguntó el Guardia. “¿Y?” – ¿Muchos quieren pasar, porque
debería dejarlos pasar a ustedes? –
– “¿Por qué?” Preguntas… – Spero
no sabía cómo responder, si lo que decía era verdad, ¿Qué los hacia más
merecedores de entrar a la ciudad?
– ¿Entonces? – Preguntó
nuevamente el Guardia con un tono un tanto… extraño. – ¿Qué ofreces a cambio de
la entrada? –
Ahora
lo entiendo.
– ¿Es necesario pagar una cuota
para entrar? – Preguntó Spero probando al Guardia.
– ¿Cuota? ¿Yo dije eso? –
Respondió el Guardia. – No, no no no no, estas equivocado, equivocadísimo, la
entrada es totalmente gratis… –
– ¿Entonces? –
– Nunca pedí dinero… – Acaso él es… – Quizá una cita con esa
temperamental chica de allá atrás… –
– ¿Chica? – Preguntó Spero,
luego miro detrás de él, y ciertamente había una “chica” muy linda. – ¿Allen? –
– Oh… ¿ese es su nombre? –
Preguntó el Guardia en un tono un tanto… picarón. – Si, me refiero a
ella. –
Spero volteó
nuevamente a mirar a Allen, y tras tratar de aguantar, no pudo hacerlo más y
ambos comenzaron a reír fuertemente.
– Oye… – Se acercó Spero al
Guardia, y le susurro algo al oído. – Es un chico. –
La reacción del Guardia fue un
tanto confusa, parecía confundido y molesto. Le causaba gracia a Spero que el
guardia pensara que Allen era una mujer. Aunque…
Se sintió algo estúpido al recordar que él igualmente había pensado lo
mismo al conocerlo. Pero estaba vestido
como una, así que no cuenta.
– Maldito alcohol. – Dijo el
Guardia dando un pequeño golpe a la puerta.
– ¿¡Aun no se van!? – Preguntó
alguien dentro del muro.
– ¡No! – Respondió el Guardia, y
luego miro a Spero. – Sabes… estoy algo ocupado. –
– Entonces solo déjanos pasar y
vuelve a lo tuyo. –
La actitud del guardia se debía
a que, al parecer, estaba bebiendo con algunas personas. Y una vez olió más de
cerca al susurrarle al oído, notó el olor del alcohol. Está ebrio.
– Nu, no quiero. – Respondió el
Guardia. – No me agradan. –
– Solo quitémoslo del medio,
podemos excusarnos con que estaba bebiendo en la guardia – Propuso Allen.
– ¡Tu cállate travesti! – Gritó
el Guardia. – Mira que jugar con mi masculinidad ¡Deberías avergonzarte! –
– ¿Qué dijiste estúpido? –
Respondió en Allen en el mismo tono. – ¡Vamos, sal!
– Nup, nop, nupitinop, no
quiero. – Respondió en un tono aniñado el Guardia, aumentando el coraje de
Allen. El alcohol lo había mareado totalmente.
Y cerro nuevamente la puerta,
pero con aun más fuerza.
Maldición.
Igualmente,
Spero ya estaba cansado de la actitud estúpida del guardia, era como si
estuviera jugando con ellos. Probablemente era debido a los efectos del
alcohol, cosa que solamente lo molestaba más. Se supone que está de guardia, ¿Cómo puede beber en su turno?
– Tendremos que caminar más. –
Dijo Spero.
– Estúpido guardia. – Allen
seguía molesto.
Y antes de dar un paso, escucho
un grito de auxilio dentro de la muralla. El grito fue tan fuerte que se
escuchó incluso tras la pared. Luego gritos de agonía, como si estuvieran
matando a alguien. ¿Un ataque? No
conocía el estado de la ciudad, pero por algo tenían seguridad, quizá habían
aprovechado el descuido de los guardias para acabar con ellos. Pero eso no es asunto nuestro. Spero,
después de detenerse un segundo por la sorpresa, comenzó a caminar nuevamente.
Pero para su sorpresa, alguien
abrió la puerta de golpe. ¿Ahora vienen
por nosotros? Los habían visto hablar con el guardia, por lo que posiblemente
no querían dejarlos marchar con la información que habían obtenido a través del
oído. Cabía la posibilidad de que incluso estuvieran huyendo para avisar.
– ¡Ustedes, los de ahí! – Gritó
una voz femenina.
– ¡Maldición! – Gritó Spero. Su
indicador de peligro ya se había disparado. – ¿Allen? –
Pero Allen ya se había
preparado, estaba en guardia esperando, miraba hacia la puerta cubriéndose con
sus dagas.
– Yo me encargo. – Dijo Allen
con una increíble seriedad.
Un momento se silenció reino el
lugar. Entonces, un cuerpo fue lanzado. El cuerpo del guardia que anteriormente
les había negado la entrada, estaba sobre el suelo. No había marcas de cortes,
pero claramente estaba inmóvil, sangrando de algunas partes, pero mayormente
del rostro. ¿Cuántos son? Spero temía
porque fueran más de lo que Allen pudiera manejar, y sería difícil para él
pelear desarmado. Sirius seguía calmado, recostado sobre el suelo, como si nada
estuviese pasando. Desearía tener tu
temple.
Un paso resonó, pero seguía sin
ser visible quien estaba ahí.
Y entonces… salió.
Una mujer se hizo presente, con
los puños ensangrentados; una mirada llena de furia; los ojos de una bestia;
del tamaño… promedio; una complexión difícil de describir, pero algo robusta,
quizá debido a que portaba una armadura de placas, que a simple vista parecía
ser de alta calidad. Pese a la primera impresión que Spero tuvo de que esa
persona era una “Mujer”, era un tanto difícil adivinarlo. Su cuerpo y la forma
que tenía su armadura parecía haber sido confeccionada para una mujer, pero su
rostro… era un tanto masculino. De todas formas, postró su vista en ambos, una
mirada de alguien que está mirando un insecto.
– ¿No escucharon que les hable?
– Dijo, y un fuerte escalofrió recorrió el cuerpo de Spero. – ¿A dónde pensaban
ir? –
Incluso Allen, el que había
estado firme en todo momento, comenzaba a temblar un poco.
– Yo la detengo – Dijo Allen con
una voz temblorosa. – Aunque me cueste la vida. –
La “Mujer” empezó a caminar,
cada paso parecía hacer una especie de huella en el duro suelo. ¿Es hora de morir? Spero dio un paso al
frente, inspirado por la valentía de Allen que incluso estaba dispuesto a dar
su vida por protegerlo. Aunque no sea
mucho… Alzó sus puños y entró en guardia.
– Te apoyare. – Dijo Spero
dándole una sonrisa a Spero. – A mí tampoco me importa morir. –
Con unos cortos y lentos pasos,
Sirius hizo acto de presencia, miro a ambos con esa triste mirada. “Yo no tengo
nada que perder” es lo que ambos pensaron al mirarlo.
– Hermoso… – Dijo la “Mujer”.
– ¿Mmh? – Dijeron Allen y Spero
confundidos.
La mujer se detuvo por un
momento y comenzó a temblar.
– Eres… hermoso. – Seguía
diciendo.
¿Yo?
No, nononononononono, seguramente se refiere a Allen. Pero la expresión de
Allen era exactamente que la de él.
– ¿D-Disculpe? – Preguntó Spero
con temor y duda.
– ¡Eres hermoso! – Gritó la
“mujer”.
Comenzó a correr con una
increíble velocidad hacia donde estaban ambos, a lo que reaccionaron
cubriéndose.
– Deténgase. – Dijo Spero
pidiendo por clemencia, aunque no había sentido nada aun, y los pasos habían
cesado.
– Hermoso, lindo, tierno,
precioso. – Decía y decía la “mujer”.
Y entonces, abrió los ojos. El
sacrificio había sido Sirius, quien había sido alzado en los brazos de la
“Mujer” y estaba recibiendo un trato de extremas caricias. Pero a Sirius no
parecía importarle siquiera, no se inmutaba ni un poco. Eres muy valiente, Sirius. Se había ganado el profundo respeto de
Spero.
– ¿Es suyo? – Preguntó
defendiendo las caricias.
– Ah… umh… si, se podría decir
que sí. – Respondió Spero aun sin entender la situación.
– Es muy lindo, quisiera
llevármelo conmigo. – Decía la mujer mientras acariciaba la tranquila cabeza de
Sirius. – Ya me parecía extraño. –
– ¿Mmh? –
– No mirarlos dentro. – Dijo la
mujer bajando a Sirius. – Los llamé hace un rato, pero no aparecieron. –
Entonces,
fue ella. La
persona que los había llamado desde lo alto de la muralla había sido aquella
“mujer”.
– Oh… si… tuvimos un problema. –
Señalo Spero rascando su cabeza y dando una risa nerviosa.
– Solo debimos quitarlo del
medio. – Dijo Allen.
– Hubiese sido lo mejor. – La
“mujer” apoyó la idea Allen. Cosa que igualmente lo sorprendió a él.
– ¿Enserio? – Preguntó Spero
sorprendido con la respuesta de la mujer. – ¿No hubiese causado más problemas?
–
La última vez que había empujado
a un guardia, hizo que lo quisieran ver muerto, por lo que estaba un tanto
dudoso.
– Estaban bebiendo y jugando
durante su guardia, los problemas hubieran sido y son para ellos. – Respondió
la “mujer” con seriedad.
A pesar de su terrorífica
apariencia, les estaba dando un trato muy amable y comprensivo, lo que hizo que
ambos dejaran de temer.
– ¿Y? ¿Qué esperan? – Preguntó
la “mujer”. – Pasen, pasen. –
– ¿No tenemos que pagar nada? –
Preguntó Spero.
– La entrada es totalmente gratuita,
recibimos a quien quiera entrar. No hacemos distinción de sexo o raza;
situación económica; creencias y religiones, el que quiera entrar a la ciudad
es siempre bienvenido. Así que pasen, pasen. –
Spero dio el primer paso, no sin
antes agradecer. Le siguió Allen detrás de él, y un tanto más atrás Sirius. La
“mujer” fue a recoger el cuerpo del sujeto que había sido molido a golpes. Y
dentro se llevaron una sorpresa.
Dentro de la muralla parecía
como si fuera una pequeña habitación, con un tanto de espacio para poner una
mesa, sobre la cual estaban cuerpos de guardias inconscientes. Igualmente,
había una escalera pegada a la pared, que parecía llevar hasta la parte más
alta de la muralla. No los mato… ¿Cierto?
Siguieron caminando, hacia una
puerta que parecía llevarlos al otro lado de la muralla, la cual estaba
cerrada.
– Disculpen, lo olvidaba. – La
“mujer” caminó al frente, y usó una llave para abrirla. – Por motivos de
seguridad, se cierra con llave al entrar y salir. –
Una luz entro y lleno la
habitación apenas abrió la puerta. No era un brillo como el que se miraba en
amanecer, pero era el suficiente como para evitar que miraran desde adentro.
Entonces dieron su primer fuera dentro de la muralla.
– ¿Qué es esto? – Preguntó Spero
sorprendido.
Bares, herrerías, sastrerías,
panaderías, casas, edificios. Había todo tipo de estructuras alrededor. Gente
adulta, gente pequeña, gente orejona; unos con armaduras de placas, otros con
armaduras de cuero, y otros con ropas comunes y corrientes. Se escuchaba mucho
ruido, una ciudad viva en su máximo esplendor. Las risas de personas bebiendo
en una cantina, un hombre proponiendo matrimonio al fondo de la calle, niños
corriendo por todo el lugar mientras ríen y juegan. Es… extraño, no recuerdo muchas de estas cosas. No, no las había visto
antes. Había todo tipo de personas, y un ambiente ciertamente vivo, todo lo
contrario a lo que había visto fuera de la muralla.
Entonces, la “mujer” se acercó a
ambos, quienes estaban con una cara estupefacta, perdidos en las nubes y
abrumados por el paisaje, y los hizo volver en si con una palmada en la
espalda.
– Bienvenidos a Frontera. –
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