La Profecía del Héroe - Capitulo 17: Conociendo la Ciudad


¿Qué son ellos? Son… ¿gente normal? ¿Qué hay con sus orejas? ¿Porque son tan bajos? ¿Qué diablos paso en los años que me ausente? Bueno… obviamente fueron muchas cosas, pero… ¿Qué pasa con ellos?
Spero había visto “Personas” que no reconocía, unas tenían un cuerpo delgado, orejas puntiagudas y rostros finos; otros eran pequeños y robustos, una espalda ancha y nariz que parecía una pequeña pelota. Eran muy diferente a las personas que había visto Spero alguna vez en su vida.
− Oye… Allen… − Pensó en preguntar a él, pero parecía tener la misma expresión de confusión.
− ¿Pasa algo? – Preguntó la “Mujer”. – Bueno, ciertamente deben tener muchas dudas, esa gente es muy extraña, ¿no? –
Lo decía en un tono relajado y un tanto comprensiva, parecía ser algo normal, pero que en algún momento igualmente fue algo diferente para ella.
− Oh. – Se exaltó la “Mujer” – Olvide presentarme, mi nombre es Susana, soy parte de las reservas del ejercito interno. –
¿Ejercito interno? Spero volvió en sí.
− M-Mucho gusto, Susana. – Respondió Spero aun algo distraído. – Mi nombre es Spero. –
− Lindo nombre. – Respondió al instante.
− Allen. – Dijo Allen presentándose.
− Lindo nombre el tuyo también. – Dijo nuevamente Susana.
− El del pequeño es Sirius. – Allen presentó a Sirius.
− Muy lindo, si lindo lindo. – Dijo Susana en un tono más amable y alegre, tenía más interés en el nombre del perro que él de ambos. – Pueden llamarme Susan… y ya que estamos, me gustaría hacerles unas preguntas. –
− ¿Mmh? ¿Si? ¿Cuáles? – Respondió Spero por el resto, prestando especial atención.
− No es necesario que respondan si así lo quieren. – Aclaró Susan. – Solo es… curiosidad. Pero bueno, primera pregunta ¿Es su primera vez por aquí? –
− Mmh… sí, creo eso es obvio. – Respondió Spero dando una leve risa. Pensé seria otro tipo de pregunta.
− Segunda pregunta. – Continuo Susan. − ¿Cuáles son sus intenciones en la ciudad? –
¿Lo mismo que el guardia? No puedo simplemente decirle “Vengo a matar a alguien” ¿O sí?
− No tenemos un motivo claro… − Respondió Spero algo dudoso. Claramente no iba a decir las verdaderas razones.
− Entiendo… − Respondió Susan rascándose la barbilla. – Supongo que es suficiente.
− ¿Solo eso? – Le sorprendía un poco.
− Si, es suficiente. – Recalcó Susan. – Pensé que eran algún tipo de cazadores por el perro, pero creo que me equivoqué. –
− Ciertamente hemos cazado, pero no es nuestro oficio. – Aclaró Spero.
− Bueno. – Continuo Susan dejando salir un suspiro. – Deben tener muchas dudas, y no soy la persona indicada para resolverlas, ya que sigo en servicio. Así que…  hagan lo que gusten, hay muchas cosas para hacer en los alrededores, quizá la gente de alrededor parece algo… extraña, pero no se asusten, son buenas personas… en su mayor parte. Si tienen algunas dudas, pueden ir a la sala de misiones. –
− ¿Sala de misiones? – Era la primera vez que escuchaba de ello.
− Oh cierto, que son nuevos. – Dijo Susan rascándose la cabeza. – Bueno, supongo que ahí pueden aclararles esas dudas igualmente. Solo tienen que ir cerca del centro de la ciudad, miraran un gran edificio, su tamaño es muy grande y tiene un cartelón que literalmente dice “Sala de misiones” ahí pueden resolver la mayor parte de sus dudas. Tendrán que caminar durante un rato más. Aunque no lo parezca, estas murallas se extienden por kilómetros, y están algo lejos del centro. Mucha suerte, espero volverlos a encontrar. –
Susan se despidió y volvió a entrar en la muralla, dejando a Spero y Allen a su suerte.
El sol seguía presente, pero no faltaba mucho para que se llegara la tarde y el sol comenzara a ocultarse, si lo que decía Susan era verdad, les tomaría alrededor de una hora o más en llegar al centro, o eso pudo deducir.
− No hay que perder tiempo. – Señalo Spero, quería aprovechar la mayor parte del día si era posible. – Vayamos a ver qué es esa tal “Sala de misiones”. –
− Como gustes. – Asintió Allen, siguiendo a Spero.
El camino fue un tanto más ameno, puesto que ahora no era como si caminaran solo por un paisaje desolado, el ambiente era vivo y alegre. Gente bebiendo en cantinas por montón; el sonido de martillos golpeando el duro metal en las herrerías; incluso podía escuchar unas cuantas personas cantando dentro de unas casas, al parecer practicaban para algún tipo de obra. Es mejor de lo que alguna vez mire.
La paz con la que Spero pensaba Ciel soñaba, podría ser parecido a la que estaba frente a sus ojos. La gente despreocupada bebiendo, haciendo sus vidas tras una fuerte muralla sin preocupaciones a la vista… simplemente le hacía sentir mejor.
Aunque aún había algo que le llamaba la atención, el exceso de gente con armaduras y armas. Nunca hubo realmente un control sobre quién podía y quien no portar un arma o armadura, pero eran poco accesibles para cualquiera que no fuera parte del ejército o tuviese un gran capital como para hacerse de una. Tampoco veía una razón para que tuviesen dichas cosas, puesto que, si no ibas a pelear en las guerras del frente, no había razón para que tuvieras una armadura o armas. Igualmente, las que miraba eran un tanto diferente, la calidad variaba al igual que los diseños. Unas parecían mucho más ligeras que las demás, aun siendo del mismo material; unas cubrían totalmente el cuerpo, pareciendo una especie de fortaleza con patas; otras cubrían con placas solo ciertas partes del cuerpo esenciales como pecho, piernas y brazos, pero no totalmente.
Las armas igualmente eran muy diferentes, usualmente se usaba un conjunto básico de espada y escudo, o quizá hasta un arco en algunos casos. Pero había gente con todo tipo de armas extrañas, espadas largas que a simple vista parecían ser difíciles de manejar; hachas mano doble como las que se rumoreaba alguna vez uso el Rey Filemón, y ciertamente parecían pesadas, eran portadas por gente con una complexión robusta; algunas armas de metal que no comprendía del todo sus formas, pero eran algo largas y tenían filo solo por un lado; Arcos con diseños extraños, y algunos tipos de mini arcos sobre un pedazo de madera que no parecía haber visto antes; lanzas de metal, que en si no eran tan extrañas de mirar, simplemente no eran muy usadas en el ejercito que él recordaba, aunque había lo que parecía ser otro modelo más robusto, pero seguía teniendo lo que parecía ser la forma de una lanza. Extraño, simplemente extraño.
Respecto al otro tipo de personas, que no eran extrañas por lo que portaban, si no por sus características, Susan había mencionado que no eran peligrosos, y no quería sacar conclusiones tempranas o comenzar a discriminar, quizá eran personas que habían sufrido algún tipo de mutación en su cuerpo de nacimiento que les impedía crecer, y los otros simplemente tenían unas orejas largas, incluso Allen era algo delgado y su rostro ciertamente era fino. Aun así, mantuvo su distancia respecto a ellos, no quería meterse en algún tipo de problema apenas iniciaba en la ciudad.
La gente parecía feliz, pero no una felicidad intranquilizante como la que se miraba en los rostros de la gente en Amanecer, esta gente ciertamente era feliz por su estilo de vida. La ciudad era limpia, pero no al extremo como en Amanecer, incluso dejaban entrar animales.
Perros, gatos, y algunos roedores merodeaban igualmente en la ciudad. Podríamos conseguirle incluso una pareja a Sirius.
Pese a la tranquila actitud de Sirius de alguna forma se las arregló para atrapar un roedor, y guardarlo en su boca. El cual presento frente a Allen, dejándolo caer en sus piernas una vez murió. Allen lo miro fijamente por unos segundos. ¿Le habrá desagradado? Claramente Sirius no lo hacía con malicia, ciertamente no era algo que fuera con él.
− Lo sabía. – Dijo Allen con mucha seriedad. − ¡ERES ASOMBROSO! –
Una actitud poco común de él. Si bien, solía sobre exaltarse al mirar un mal trato hacia Spero, no solía hacerlo con ninguna otra cosa. Pero al presentarle el regalo en forma de ratón, se emocionó tanto que comenzó a acariciarle la cabeza a Sirius.
− Sabia que eras especial, realmente especial. – Sin darse cuenta, Allen le había tomado cierto cariño a Sirius. Pero aun no era suficiente cariño como para hacer que este reaccionara.
Como era de esperar, y con cálculos acertados, llegaron a lo que parecía ser el centro de la ciudad después de una hora de largo camino. Ciertamente era un lugar menos vivo en cuanto a puestos de comida o herrerías, parecía ser más una plaza tranquila con un tipo muy diferente de establecimientos alrededor. Al centro había una gran fuente, y frente a esta, estaba un gran edificio con unas grandes escaleras que guiaban a su entrada. “Sala de misiones” Debe ser ahí. Alrededor había unos cuantos edificios que parecían ser parte de la administración de la ciudad, que realmente no tenían mucha importancia para lo que iban a hacer ellos ahí.
Gente entraba y salía por montones, todos ellos portaban armaduras, como si estuvieran listos para partir a la batalla. Algunos daban un grito de guerra al bajar las escaleras; otros simplemente seguían con platicas propias; unos cuantos más se miraban un tanto apagados. Pero no dejaba de fluir la entrada y salida.
Spero se sentía un poco fuera de lugar, a diferencia de los que entraban y salían él vestía con ropaje típico de un campesino, y no era especialmente de una buena calidad. Incluso las ropas de Allen eran un tanto más limpias y cuidadas, y su atractivo natural lo hacían ver incluso bien con ello. Maldita genética.
Pero no era momento de estar dudando.
− Entremos. – Dijo Spero, y comenzaron a subir las escaleras.
El lugar por dentro era mucho más espacioso de lo que parecía por fuera. Había unos cuantos sillones de alta calidad, mesas, unas escaleras que guiaban a un segundo piso, habitaciones aparte, parecía ser una recepción. Igualmente había mujeres bien vestidas detrás de una barra.
Algunas de las personas con armadura estaban sentados en las mesas y sillones; otros se escuchaban en el segundo piso discutiendo y/o platicando; unos otros salían de las habitaciones que estaban algo aparte; y unos tantos hablaban con las mujeres bien vestidas.
Una mujer de las que vestían de buena forma, estaba libre tras la barra. Ahí debe ser. Y Spero se acercó, mientras que Allen tomó asiento junto a Sirius.
La mujer que estaba detrás de la barra era ciertamente hermosa, parecía ser un requisito para estar en el puesto; su cabello era largo como el de Allen, pero el de ella era de color café; sus ojos eran unos lindos verdosos; su estatura era alrededor de 1.65-1.70mts, no podía calcularlo a simple vista; su físico era esbelto, y podía notarse debido a la vestimenta que llevaba; su ropa era lo que se podía considerar como formal, una camisa a botones de color blanca con un chalequin negro sobrepuesto y un pantalón del mismo color; aunque sus ojos eran verdes, los escondía detrás de unos lentes grandes y redondos, presumiblemente a un problema de vista. Llevaba un buen rato ahí de pie, con una alegre sonrisa.
− Disculpe… − La llamó Spero.
− ¿Si? ¿Qué necesita? – Respondió de una forma muy amable.
− Vera, somos nuevos en la ciudad y teníamos algunas dudas… − Aun le era un tanto difícil dirigirse a las mujeres, más a las que eran ciertamente bellas, más después de lo ocurrido con Allen.
− Ya veo, ya veo, entiendo. ¿Qué le gustaría que le explique? – Preguntó la mujer.
− No sabemos exactamente cómo funciona todo por aquí. – Todo eran dudas.
− Bueno, como pudo mirar fuera de aquí hay muchos edificios, todos son parte del gobierno actual y tienen su propia función. El de saliendo a la derecha se utiliza para registrar algún negocio. – Comenzó a explicar. – Si se dedica al comercio, y busca permiso para usar las rutas comerciales, igualmente pude encontrarlo en el edificio a la derecha. Si viene a reportar algún robo, el edificio de la izquierda es el lugar indicado. –
− Si… realmente no es lo que busco. – Respondió Spero.
− ¿Entonces? –
− Quiero información… sobre lo que paso en central. – Dar rodeos no lo llevaría a ningún lugar.
− No estoy cualificada para responder ese tipo de preguntas, lo lamento mucho. – Respondió la mujer con amabilidad y seriedad.
Sabía que no sería tan fácil…
− Entonces… ¿C-Como podría obtener dicha información? – Insistió Spero.
− No sé realmente que es lo que busca, pero esos asuntos son tratados personalmente por los altos mandos. Quizá si obtiene una audiencia con el gobernador pueda resolver sus dudas. –
− ¿Cómo podría obtener una audiencia? –
− Solicitándola en el edificio frente a este. Aunque personalmente dudo que llegue a obtenerla, el gobernador rara vez hace caso a gente que no sea de altos mandos. –
Las cosas se volvían cada vez más complicadas, no había tenido la misma suerte que tuvo en Amanecer. Pero el hecho de que esos asuntos fueran tratados por los altos mandos, podía implicar que algo se estaba ocultando fuertemente.
¿Ahora que se supone que haga? Ya había llegado muy lejos como para simplemente dejarlo.
− Una duda más. – Dijo Spero.
− ¿Si? – Preguntó la mujer con una alegre sonrisa.
− ¿Cuál es la función este edificio? – Preguntó Spero. Le intrigaba un poco el nombre.
− Me alegra que pregunté. – Respondió la mujer. – Su nombre lo indica, es una Sala de misiones. En ella proveemos y recibimos peticiones ya sea por parte del gobierno o terceros ajenos a él. Como en cualquier misión, hay una recompensa, y esta aumenta dependiendo de la dificultad que lleve realizarla. –
− ¿Misiones? – Preguntó Spero.
− Si. – Continuo la mujer. – En el segundo piso encontrara diversos tableros con peticiones de todo tipo, desde escoltar a un comerciante a una ciudad vecina, hasta hacerse cargo de algunos goblins. Es por ello que hay tanta gente equipada con armaduras y armas, sin ser parte del ejército. –
− Espere… ¿Goblins? –
− Oh, cierto, que son nuevos. – Se disculpó la mujer. – Si gusta aprender un poco más de la historia posterior a la era del héroe le recomiendo enormemente que visite nuestra biblioteca, la cual encontrará aquí al lado. Por mi parte, solo puedo contarle un poco. Como quienes son los Elfos, los enanos, y la alianza que tenemos con ellos, por lo mismo que tenemos el sistema de misiones. –
− Espere, no entiendo muy bien, ¿Elfos? ¿Enanos? ¿A qué se refiere? – No puedo seguirle el paso.
− Creo usted ya debió haberlo visto. – Señalo la mujer. – Las personas que son un tanto diferente a un humano normal. Los “Enanos” como su nombre lo dice, son una raza parecida a la nuestra, con la particularidad de que son un poco más bajos y con ciertas características que los diferencian de nosotros, igualmente puede estudiar un poco de ellos hablando con alguno. –
Las explicaciones de la mujer eran un tanto vagas y no podía seguirlas del todo, pero aun así se prestó a escuchar hasta el final.
− Por otro lado. – Continuo la mujer. – Los elfos son un tanto más parecidos a nosotros, sus cuerpos son delgados y sus orejas puntiagudas, creo ya ha visto algunos, incluso algunas de nuestras recepcionistas son elfas.
Spero lo había notado, había muchas de las mujeres con orejas puntiagudas detrás de la barra atendiendo a unas cuantas personas. Incluso en los grupos de los que portaban armaduras había unos tantos “Elfos”.
− Así que. – Continuo la recepcionista. – No tema de ellos, hablan nuestro idioma aun teniendo el suyo propio. Son aliados, por lo que puede contar con su apoyo en caso de ser necesario para usted, e igualmente no se ofenderán si pregunta un poco sobre ellos, quizá y hasta le hagan unas preguntas a usted en cambio. –
− No logro entenderlo del todo. – Respondió Spero. – Pero creo tengo lo básico, ellos son aliados de otras… ¿Razas…? De todos modos… ¿Y que son los “Goblins”? –
− Si, en resumen, es eso. – Respondió la recepcionista. – Son lo que se podría denominar “Monstruos” o “Bestias”. Aunque algunos son bípedos y con cuerpos humanoides, su intelecto es sumamente bajo por lo que tienden a sucumbir a sus necesidades carnales y ser agresivos contra las demás personas. Los goblins son más o menos del mismo tamaño que los enanos, quizá algunos incluso más grandes, su corpulencia varia, pero todos son sumamente agresivos. Han estado atacando pueblos de los elfos desde tiempos remotos. Puede estudiar más de ellos comprando una enciclopedia de bolsillo o en la biblioteca que se encuentra aquí cerca.
− Creo que… voy entendiendo algo. – No entendía casi nada.
− Ahora. – Continuo la recepcionista. – Volviendo a las misiones, estas podrían aumentar de “dificultad” dependiendo de lo que se requiera, y debe tener en cuenta que siempre hay riesgo de muerte, cosa de la que no nos hacemos responsables. Aun así, le recomendamos no excederse, puesto que un simple descuido puede terminar con su vida, como lo hizo con muchos más anteriormente. Aunque la fuerza de un goblins no es equiparable a la que se contaba tenía un Demonio, suelen ser más escurridizos. Los orcos sí podrían alcanzar un cierto nivel parecido al de un demonio, incluso algunos podrían ser más peligrosos, por lo que debe tener cuidado. –
− Orcos, goblins, elfos, enanos… ¿Cómo diablos sucedió todo esto? – Preguntó Spero.
Al escuchar la palabra demonios, comprendió un poco sobre lo que trataba lo que le explicaba la mujer. Solamente eran misiones para matar algunos cuantos “Monstruos” o “Bestias”, y a cambio recibir algún tipo de recompensa. Monetaria, puedo asegurar.
− Vera. – Respondió la mujer con la misma amabilidad. – Nuestra alianza con los elfos es un vínculo muy valorado por el actual gobierno, compartimos ideales de un mundo libre y tranquilo. Para mantener dicha alianza, accedimos a prestar nuestra ayuda para alcanzar dicha tranquilidad, y eso consiste en hacernos cargo de problemas relacionados a los monstruos. Los elfos igualmente prestan su ayuda y conocimiento sobre las razas que aún no conocemos, puesto que ellos tienen mucha más experiencia en ello. Ahora compartimos tierras, y es nuestro trabajo mantener el orden, mejoramos cada día juntos y nos protegemos mutuamente, es un trato de coexistencia. –
− ¿Qué hay de los enanos? – Preguntó Spero.
− Ellos… − Arrastro la palabra e hizo una expresión rara. – Son algo diferentes, si bien, igualmente contamos con una alianza, sus motivos son totalmente diferentes e independientes. No prevemos ser traicionados o algo parecido, incluso son de fiar según los elfos, por lo que no deberías prestarle mucha importancia. A menos que busques buenas armas, ellos son expertos en ese asunto, igualmente en armaduras, siempre y cuando tengas dinero para pagar sus servicios. –
− Puedo entender el punto general, solo debemos matar a esos monstruos, ¿cierto? Elfos y Enanos amigos, Goblins y demás enemigos. −
− Duele decirlo así. – Respondió la recepcionista con una expresión algo triste. – Pero es necesario, no es posible la coexistencia con ellos. Los elfos han tenido una eternidad de problemas con ellos, una situación parecida a la que alguna vez experimentamos con los demonios. Por más que se intenta razonar, simplemente no podemos llegar a un acuerdo, o siquiera plantar una conversación. A diferencia qué con los demonios, podemos controlar mejor la situación, y no buscamos la erradicación, y no es como que podamos lograrlo. Buscamos mantenerlos a raya para poder seguir adelante y forjar un mundo seguro para las próximas generaciones, por ello mismo aceptamos a cualquiera que venga dentro de estas murallas. Aún hay muchas cosas que no sabemos del mundo, lugares que no hemos explorado y peligros inimaginables, lugares que ni los elfos han explorado, es un mundo basto y grande, y queremos recorrer cada rincón de él. –
− Supongo que no hay otra opción… − Era la ley de supervivencia del más apto. Quizá no había combatido tanto tiempo, y en resumen solo había peleado una vez contra demonios, pero había vivido toda su vida bajo el ataque de ellos. Comprendía que era algo necesario para poder seguir existiendo.
− Así es. – Afirmó la recepcionista. – Incluso nosotros hemos perdido mucha gente tras esta muralla, salen a cumplir una misión y nunca vuelven. Algunos incluso solo buscan una vida pacifica fuera de este lugar… y son arrasados con todo su pueblo. Son cosas que queremos evitar, y por eso implementamos este sistema, que en si fue una idea de los elfos. Motivamos a la gente a cumplir objetivos que beneficiaran a todas las personas, y en el proceso igualmente pueden ganar algo para ellos. Contamos con nuestro propio ejército, pero lo usamos mayormente para proteger pueblos y ciudades, como es el caso del Ejercito interno. Los “Aventureros” o “Mercenarios” como suelen llamarlos, son los que cumplen las misiones que manejamos en este lugar. Al no estar afiliados al gobierno, son libres de viajar como gusten y hacerse cargo de los trabajos que quieran, de ahí el apodo de “Aventureros” y al cumplir las misiones por dinero se les apodo igualmente “Mercenarios”. Aunque hacen un favor a todos. –
− Y, mmh… los niños… ¿Hay alguna obligación con ellos? – Preguntó Spero con algo de duda.
Spero había sido uno de los “niños” que formaron parte del ejército, a su corta edad participó en la última gran batalla. Incluso el “Héroe” pese a su gran tamaño, fuerza e importancia en la última batalla, no era más que un simple niño. Muchos de ellos eran libres de elegir su destino, y huir de ser necesario, pero muchos otros, tiempo antes habían sido llamados para pelear contra su voluntad. Spero no podría soportar nuevamente ver eso.
− Todo es totalmente opcional. – Respondió la recepcionista. – Nadie es obligado a formar parte del ejército o de los “Aventureros”, los niños igualmente tienen restringido formar parte de algún bando hasta cierta edad. –
Es un alivio…
− Los llamamos “Aventureros” pero realmente no hay un nombre definido. – Continuo la recepcionista. – Poco más puedo decirte, la historia está escrita en libros que puedes encontrar en la biblioteca. Los monstruos que conocemos están documentados e incluso puedes comprar unos cuantos libros con ilustraciones para el momento en que decidas ir a explorar tras las murallas. Contamos con academias en las cuales se imparte ciertas disciplinas de magia, claro, siempre y cuando poseas maná. Todo Frontera está dividido por distritos, así que igualmente puedes decidir dedicarte a alguna otra profesión, panadero, herrero, cantinero, comerciante, bailarín, músico, lo que quieras. Puedes ir a alguna de las ciudades exteriores o vivir en algún pueblo, todo es totalmente tu decisión. –
La forma en la que lo decía era especialmente libre, tanto que hasta parecía extraño que una gran cantidad de gente se decantara por arriesgar sus vidas en batalla. Habiendo tantas opciones, eligen la que les puede costar la vida. Aunque un humano bien experimentado, había podido hacerle frente al menos a un demonio, y según lo que decía la recepcionista, muchos monstruos parecían ser más débiles en comparación a los demonios. Igualmente podían estar motivados por conocer el mundo exterior, o servir en el progreso de la civilización humana. Incluso en la guerra había gente que disfrutaba su trabajo, sentir el poder de derrotar a sus enemigos, aunque estos eran más raros, la mayoría lo hacía por obligación y con mucho temor. Eran ciertamente muchas posibilidades por las cuales elegir salir fuera.
Spero había cambiado a través de los años, ya no era el mismo niño con temor que alguna vez huyo del problema abandonado a su amigo. Pero seguía sin tener un motivo para pelear, era totalmente libre de tomar cualquier otro camino, y ciertamente el descubrir el mundo aun siendo tentador, no era algo que lo dejara con muchas dudas o curiosidad. Él ya contaba con su objetivo, y posiblemente lo podía alcanzar sin luchar. Pero… Una idea vino a su cabeza.
− ¿Hay alguna forma más rápida de tener una audiencia? – Preguntó Spero.
− Mmh… − La recepcionista se quedó pensando durante un breve momento, buscaba en papeles, y luego los volvía a dejar en su lugar. – Supongo que sí. –
− ¿Si? ¿Cuál? – Preguntó Spero emocionado.
− Una es volviéndote parte del ejército y subiendo puestos, eventualmente el gobernador te dará algún reconocimiento. – No me sirve. Spero no quería afiliarse nuevamente a algún ejército, imponía mucha responsabilidad sobre él, y no era algo que buscara al momento. – Supongo que, si trabajas duro en cualquier cosa, eventualmente llamaras la atención. Algunos “Aventureros” son reconocidos tras haber logrado alguna hazaña. El gobernador se decanta más por las hazañas que tienen que ver con el combate en general, aunque no es necesario que mates alguna criatura mitológica o enorme, quizá con matar unos cuantos goblins seas reconocido por el esfuerzo. –
− ¿No está intentando hacer que vaya a pelear? – Preguntó Spero en un tono bromista.
− No, no, se equivoca. – Respondió la mujer con una leve risa. – Aunque es solo cuestión de suerte, el gobernador es de las personas que motiva personalmente a los que van a la batalla, así que podría incluso encontrárselo por accidente, o en alguna excursión. –
− Suena muy conveniente, que un líder salga sin miedo. –
− Así suena, pero algunas veces incluso se pasa por estas instalaciones. Le encanta mirar a sus “Soldados” esforzándose por la facción, o es lo que suele decir. –
Aunque no tuviera las intenciones de ir a pelear, no estaba de más que se preparará para alguna emergencia. Mirándose nuevamente, se dio cuenta de cuan vulnerable era. Su hacha, su única arma, la había tirado hacía tiempo, sus ropas eran de tela y fáciles de atravesar incluso por un palo. Allen era el único que contaba con unas armas, sus dagas, pero no podía depender únicamente de él. Al menos debería comprar algo de equipo.
− ¿Podría explicarme lo de los distritos? ¿Dónde podría encontrar equipamiento? Y de ser posible, alguna posada. – Sin importar lo que fuera a decidir hacer, debía encontrar un lugar donde pasar la noche, ya habían dormido mucho tiempo en el exterior.
− El equipo puede comprarlo en el distrito dos, esta rumbo al oeste, es el anterior al que nos encontramos ahora. Son en total cinco distritos, este es el tercero, puede encontrar todas las instalaciones gubernamentales aquí. Se cuentan de oeste a este. El distrito uno es todo lo relacionado a entretenimiento y restaurantes, incluyendo las posadas. El distrito dos es el más caliente de todos, lleno de herrerías, sastrerías, armerías y todo ese tipo de cosas, ahí puede encontrar todo lo relacionado a equipo. El distrito cuatro es un gran bazar, puede encontrar todo tipo de recursos. Y el quinto, es el distrito residencial, los residentes viven en esa zona. –
− Suena… simple. – Dijo Spero aun confundido.
− Solamente camine hacia este u oeste dependiendo de lo que busque y eventualmente lo encontrará. –
− ¿Alguna recomendación? – Preguntó Spero una última vez.
− Decida lo que decida, le recomiendo pasarse por la biblioteca, o comprar una enciclopedia de bolsillo, puede ser peligroso salir fuera sin la compañía de un elfo. – Sugirió la recepcionista.
− Nunca dije que fuera a salir... – Agradeció Spero con una sonrisa.
− Es un por si acaso, ya sabes, lo que llaman intuición femenina… − Dijo la recepcionista soltando una leve risa. – Por cierto… mi nombre es Sky, si tienes alguna duda, o decides aventurarte a las afueras, ven a hablar conmigo primero, yo haré todo el papeleo y me encargare de darte la información necesaria. –
− Oh… umh... sí, yo… umh… me llamo Spero, muchas gracias por todo. – Sky era ciertamente una chica agradable, y no parecía ser únicamente por su trabajo. Eso solo hacía que Spero se sintiera un tanto más incómodo, pero en un buen sentido.
Allen estaba tranquilo sentado en uno de los muchos asientos de la sala, miraba de reojo a todo el que pasaba, quizá intentando obtener algo de información con solo mirarlos. Del mismo modo, Sirius se había recostado sobre el suelo a un lado de Allen, una acción típica de él.
− Las cosas sí que han cambiado… y mucho. – Dijo Spero a Allen aun un tanto confundido.
− Lo supuse, con solo mirarlos sabes que algo es diferente. – Señalo Allen.
− La cosa va así… − Y Spero se dispuso a explicar todo lo que Sky le había explicado a él. De una forma más resumida y solamente los puntos importantes, quería tener su opinión al respecto para saber que decidir después.
Allen escucho con especial atención cada detalle que Spero contaba, aunque no había muchos, ya que la explicación de Sky igualmente había sido resumida. Tardo alrededor de diez a veinte minutos en lo que terminó de explicar las cosas.
− ¿Y? ¿Qué opinas? – Preguntó Spero.
− Deberíamos buscar una posada, primeramente. – Sugirió Allen. – Comienza a oscurecer y no sabemos si podremos encontrar lugar en alguna. –
Spero apoyo la idea de Allen, debían priorizar obtener un lugar donde pasar la noche, y luego quizá y podrían hacer algo de investigación alrededor de la ciudad.  
Según lo dicho por Sky, debían ir al oeste, puesto que las posadas se encontraban en el primer distrito, y se contaba de oeste a este. Era el primer lugar por el que habían entrado, el lugar que parecía vivo como ningún otro.
− Allen. –
− ¿Si? –
− No te pido que pelees si no lo deseas. – Dijo Spero. – Pero aun así me preocupa que puedas ponerte en peligro, por lo que me gustaría mejorar nuestro equipo, o bueno, obtener alguno. –
− No me importa ponerme en peligro si es por tu bien. – Respondió Allen con seriedad. – Pero ciertamente debemos conseguir unas cuantas protecciones, esta tela es fácil de desgarrar, y sin importar la habilidad, podemos morir.
− Lo sé. – Asintió Spero. − ¿Te gustaría tener unas nuevas dagas? –
Spero ofreció un cambio de dagas, puesto que esa parecía ser el arma que Allen dominaba. No podía darle una espada y escudo si él no sabía cómo manejarlo. Mucho menos un arco que requería un poco más de habilidad en cuanto a puntería.
− He tenido una duda desde hace tiempo. – Dijo Allen.
− ¿Cuál? – Preguntó Spero.
− ¿Por qué le llamas dagas? – Preguntó Allen.
− Es lo que son… ¿Acaso no sabes que es una daga? –
− Se lo que es una daga, pero no cuento con alguna. – ¿Estará divagando? Allen saco sus dagas de la manga y las mostró de cerca a Spero. – Son cuchillos de cocina. –
Mirándolos de cerca, realmente eran un tanto extraños, pero no tenían el mango de un cuchillo de cocina… aunque los habían usado para ello. Pero… ¿Qué diablos hacía con ellos? Lo había amenazado, y cazado con un arma de tal tipo… solamente tenían filo por un lado y no era siquiera comparable a un arma real. Ciertamente es alguien… asombroso. No todos los días se miraba a un loco peleando con un cuchillo de cocina.
− Con más razón hay que cambiarlo. – Dijo Spero con una risa nerviosa.
− Estoy bien con ellos. – Insistió Allen.
− Igual te conseguiré algo más. – Reafirmo Spero.
El distrito dos era el lugar donde vendían armas y armaduras, por lo que posiblemente era más conveniente dar una vuelta antes de llegar a la posada. De todas formas, iban a conseguir armas y equipo en general, por lo que no había problema en un pequeño desvió.
El distrito dos era tan calientes como había mencionado Sky, y esto era provocado debido a que había muchas herrerías y armerías trabajando incluso a altas horas de la noche. El fuego no parecía apagarse nunca y el ruido de los martilleos era ciertamente ensordecedor.
Una a la derecha, otra a la izquierda, dos más al frente, y cuatro más atrás. Era difícil decidir en cual debían obtener su equipo ya que había por montones. Precios más baratos, precios más caros, ¿Qué era lo que lo hacía variar? Era obviamente la calidad del equipo, y no era tan fácil elegir basándose únicamente en cómo se miraba.
El filo podía desgastarse rápido, el escudo resistir pocos golpes, el arco partirse en dos. Había muchos factores a considerar, pero no estaban en posición como para ser muy meticulosos. Aunque su vida dependía de ello, así que pensaron en revisar donde había más clientela, primeramente, y luego revisar los que tenían menos gente.
Las herrerías más llenas estaban trabajando mayormente en reparar cosas que llevaban las personas, al igual vendían algunas cosas, pero parecían de baja calidad y reemplazables, por lo que no parecía una buena opción obtener su equipamiento de ellos.
Por otro lado, las herrerías menos abarrotadas parecían tener una buena mercancía, así que pensó quizá era buena idea acercarse a curiosear un poco. El local no era grande ni pequeño, parecía más una tienda que una herrería, aunque se podía sentir el calor saliendo detrás de una puerta. La parte principal era como había dicho antes, una tienda, con muchos tipos de armas a la vista, incluso algunas que Spero no había visto antes. Igual había unos cuantos maniquíes con armaduras de extraños diseños. Y apenas puso un dedo sobre una de las armas, el dueño salió.
− ¡Deja ahí, ladrón! – Gritó.
El que parecía ser el dueño, era uno de los mencionados antes enanos. Era totalmente calvo, aun sin mucha luz, su cabeza resplandecía; parecía que todo su cabello se había ido a su barba, que por otro lado era frondosa a tal punto que hacía trenzas con ella; su nariz era gorda, un rostro y expresión duro. Vestía de una forma casual, un overol usado mayormente en los trabajos, unos guantes igualmente de cuero y en su mano derecha portaba un martillo que emanaba un poco de calor, presumiblemente debido a que se encontraba trabajando. Y ni que decir de su estatura, poco menos y no lograba mirarlo tras la barra del local.
− No somos ladrones. – Aclaró Spero. – Venimos en busca de equipo.
− Oh… ya veo, lo hubieran dicho antes. – El enano bajo su martillo y se quitó los guantes. − ¿Qué es lo que buscan? –
Spero no había pensado realmente en que era lo que debía comprar para sí mismo. Para Allen lo tenía claro, unas dagas le serian útiles. Pero Spero… ¿Qué arma debía usar? Supongo usaré lo básico.
− ¿Tiene algún escudo? – Preguntó Spero decantándose por el conjunto básico.
− ¡Claro que tengo! – Respondió el Enano animado. – Desde lo más sencillo a 300 oros a lo más caro pasando de los mil. ¿Cuál prefiere? –
− … − ¿¡300 oros!? − ¿No es un poco caro? –
10 cobres equivalían a 1 plata, y 100 platas equivalían a 1 oro.
− ¿Caro…? – Miró confundido el Enano, y luego sonrió. – Son nuevos por aquí, ¿no? –
− Si… −
− ¡Pues claro que lo son! – Gritó y comenzó a reír fuertemente. “¿No es un poco caro?” Pregunta… −
El Enano no dejaba de reír a carcajadas, como si Spero hubiese dicho algo realmente gracioso o su poco conocimiento fuera una especie de comedia.
− Es un simple escudo, claro que es caro. – Reafirmó Spero.
− ¿Un simple escudo? – Seso las risas y respondió de manera seriamente molesta. ¿Dices que mi mercancía es así de simple? ¿Qué no vale 300 oros, aun siendo barato?
El Enano tomo uno de los escudos que estaban colgados alrededor, lo puso sobre el suelo y luego fue por su martillo. Lo extendió hacia Spero y este lo tomó.
− ¿Qué quiere que haga? – Preguntó Spero confundido.
− Te mostraré que no es un simple escudo. – Respondió el Enano molesto. – Dale un golpe con todas tus fuerzas, no le harás ni una abolladura. –
El enano inspiraba confianza en sus palabras, confiaba firmemente en que el escudo no se doblaría ni un poco. Usualmente los escudos eran fáciles de doblar debido al material con el que los hacían y que los producían en masa. Aunque resistían los cortes y disparos de flecha, un golpe contundente fuerte lograba hacerles grandes abolladuras, y Spero no contaba con el dinero para pagar por ello. Supongo que no lo golpeare tan fuerte. Alzó el martillo en el aire, y dio un fuerte golpe al escudo.
Los brazos de Spero vibraron haciendo que este soltará el martillo al momento. ¿Qué demonios? La dureza del escudo era incomparable, comparable con la dureza de una firme roca. El Enano lo miraba con orgullo, ciertamente era un escudo de alta calidad, y aunque no uso todas sus fuerzas, realmente era sólido.
Aunque… Una pequeña abolladura apareció. El Enano no podía creer lo que sus ojos miraban, era incomprensible para él, aun siendo una pequeña abolladura, seguía siendo una abolladura.
− S-Supongo que no es el mejor que tengo. – Reafirmo con orgullo y nervios el Enano. – Es uno de los más baratos, por eso pudiste doblarlo. –
Spero ya había perdido interés, después de todo no podía pagar esa cantidad de oro, solo contaba con 45 al momento. Incluso si contaba con los 300 oros, era solo una parte de equipamiento, y aún faltaban muchas más cosas.
− De todas formas, no tenemos el dinero para pagar esas cantidades. – Dijo Spero. – Tendremos que buscar en otro lugar. –
− S-Si… alguien de tu calaña no podría pagar mis obras de arte. – Seguía con el acto orgulloso el Enano. – P-Pero… si quieres… cuando tengas más dinero, date una vuelta por aquí. –
− Claro. – Igual puede ser una buena adición si consigo el dinero.
Entonces dejaron el local.
Había un montón más de herrerías, sastrerías y demás, las posibilidades eran infinitas, por lo que deambularon un poco más en las herrerías buscando equipo accesible y de buena calidad.
Pero… en caso de que peleemos ¿Cómo lo haremos? Spero era capaz de pelear en el frente, y el conjunto espada/escudo era bueno para aguantar y atacar, acompañado de una armadura de placas metálicas igual podía sobrevivir. ¿Qué hay de Allen? Ciertamente era fuerte, lo había comprobado desde que lo conoció, pero su complexión no era robusta o musculosa, incluso pensó que servía mas si este atacaba por sorpresa; las dagas eran un arma de corto alcance y difícilmente podían parar algún ataque, requerían de movilidad y una armadura pesada ciertamente le restaría mucho. Aunque quien soy yo para decidir… debería preguntarle a él.
− Estaba pensando… − Comenzó Spero. − ¿Sabes luchar de frente? –
− Claro... – Respondió Allen inmediatamente. – Que podría aprender. –
Entonces no sabe. Cuando lo ataco a él, lo había hecho con sigilo y usando el temor paralizante, e incluso ahí, se posicionó en la espalda de Spero, que de poco sirvió al ser derribado con facilidad. ¿O fue solo suerte?
− No tienes que combatir directamente… en caso de que tengamos que hacerlo, claro. – Aun no estaba decidido si sería necesario que pelearan. – Podrías mantenerte al margen y yo encargarme de los enemigos frente a frente. –
− ¡No puedo dejarte hacer eso! – Se opuso rotundamente girando su cabeza repetidas veces. – No puedo dejarte pelear solo, mucho menos si es para protegerme, fui yo quien decidió seguirte, por lo que mi seguridad es únicamente mi responsabilidad. –
− No… no está claro si será necesario. Es solamente un “Por si acaso” – Aclaró Spero.
− Aun así, no puedo dejarte hacer todo tu solo. – Seguía oponiéndose. – Quizá no pueda hacer mucho frente a frente, pero lo intentare, no me pidas que me esconda detrás de ti. –
− No me refería totalmente a eso. – Aclaró Spero. Respiro hondo y aclaró sus pensamientos, y luego dispuso a explicarle a Allen. – No sé cómo explicarlo, pero siento que podrías hacer más si te mantienes al margen y usas tu… mmh… ¿Sigilo? Para tomar a los enemigos por sorpresa, o los paralizas como lo hiciste conmigo. –
A la vista de Spero igual era una estrategia considerablemente buena. Si el mantenía a raya a los enemigos distrayéndolos desde frente, Allen fácilmente podía posicionarse detrás de ellos y acabar en un chasquido de dedos. Incluso si se ocupaba más sigilo, siempre podía usar un arco y acabar con ellos desde lejos. Claro, igualmente debería conseguir un arco.
Allen no estaba del todo de acuerdo con la idea, no porque no creyera ser capaz de realizar dicho papel, sino porque no quería dejar a Spero peleando en el frente. Pero ciertamente sus armas no daban para ello, y no tenía un físico que dejara pelear durante un largo tiempo. Una espada era cortante, un grandioso filo, pero era más adecuada para un combate de larga duración.
Aun con eso siguieron buscando por unas cuantas tiendas más. Las armas no eran del todo las convencionales que Spero conocía, incluso el uso de dagas era un tanto… extraño para él. Pero al mirar al resto de personas no parecía tan extraño. Martillos, espadas, espadones, escudos, hachas, hachas mano doble, arcos, guadañas, armas de un solo filo, lo que llamaban “Ballesta”, y un montón más de armas extrañas. Hasta que llegaron a una tienda de precio razonable y ciertamente de una calidad buena. El dueño parecía ser un típico herrero, poca atención les puso.
− Creo que llevare este escudo y esta espada. – Señalo Spero al dueño.
La espada que tomo era una normal, poca tenia de especial, al igual el escudo. Los tamaños eran los promedios, y el material era lo suficientemente resistente como para ser útiles. Allen tomó un par de dagas del mismo lugar con un diseño simple, filo por ambos lados y de tamaño pequeño. Pero se sentía inconforme.
− Eso… − Señalo Allen mirando una de las armas que desconocía, un sable con un diseño ligeramente curva y con filo de un solo lado. – Disculpe, ¿me podría enseñar eso? –
El dueño se puso camino hacia el arma que apuntaba Allen y se la presentó.
− Este es un modelo traído por los enanos, las nuestras no se le acercan ni un poco, es por así decirlo solo una réplica. – Comenzó a explicar sin que nadie lo pidiera, pero ciertamente era algo útil. – La llaman Katana, es un arma con un filo extremo, pero no puede ser usada igual que una espada regular, chocar continuamente hará que pierda su filo o incluso la romperá. Pocos de alrededor saben usarla como es debido, pero si te interesa eres libre de llevarla. –
− Katana… interesante. – Allen estaba especialmente interesado en ella.
La espada de Spero era más robusta y pesada, mientras que la Katana de Allen parecía ciertamente más ligera, pero más larga. El herrero había dicho que tenía especialmente mejor filo, y que no era para combatir chocando espada contra espada, añadiendo que Allen tenia especial interés en ella… No hay de otra.
− ¿La quieres? – Preguntó Spero a Allen.
− ¡Oh! – Reaccionó Allen. − ¿Cuál es el precio? –
− 10 oros. – Respondió el herrero. – Es un diseño nuevo, por lo que el precio es elevado. No se compara a lo de los enanos, pero sigue siendo producto basado en ellos.
Allen comenzó a dudar, era un precio algo alto para él. El conjunto de Spero había costado total 10 oros igualmente, las dagas de Allen habían sido un total de 8 oros. Si compraba la Katana serían en total 18 oros invertidos en Allen y solo 10 invertidos en Spero, una gran diferencia.
− Esta bien… no la n… −
− ¡Nos la llevamos! – Interrumpió Spero. – Lo primero es tu seguridad, el dinero no importa. –
Spero puso las monedas en el mostrador, tomó su conjunto y el herrero guardo la Katana en una funda que hacían llamar “Saya”, y la dio a Allen. Se había quedado en silencio, un tanto avergonzado, pero no pudo rechazar al final la compra de Spero, después de todo era su dinero y podía decidir hacer lo que sea con él. Pero seguía algo inconforme que gastara tanto solo por él.
− Vamos, quita esa cara. – Trato de animarlo Spero. – Algún día me lo pagaras, aunque no hay necesidad de que lo hagas.
Allen se detuvo y miro nuevamente su Katana.
− Prometo cuidarla con mi vida, y usarla únicamente para tu bien. – Había vuelto el usual Allen.
− Úsala primeramente para TU bien. – Reafirmo Spero. – De nada sirve si te enfocas en cuidarme, yo puedo cuidarme por mi cuenta, quiero que te preocupes más por ti. –
Aunque nada iba a cambiar la decisión de Allen.
Vagaron por unas cuantas tiendas más y consiguió un arco básico por 2 oros, así mismo un quiver con unas cuantas flechas por unas cuantas platas. Solamente les faltaba la armadura, y les restaban un total de 14 oros con unas cuantas platas.
Tras un par de horas, lograron conseguir una armadura de placas para Spero. La calidad no era muy buena, pero era lo suficientemente buena como para cumplir con el objetivo, pero no logró comprar un casco, dejando la parte más importante al descubierto. Por el lado de Allen consiguió una armadura ligera de cueros, adicionada con unas cuantas pequeñas placas de metal en puntos vitales. El precio total fue de 12 oros, dejándolos con 2 oros y unas cuantas platas.
Su equipamiento a final de cuentas no era el mejor, pero si lo suficientemente bueno como para sobrevivir en combate. Añadiendo sus habilidades… había un buen margen de victoria.
La noche se hizo presente, y con 2 oros en la mano… se quedaron sin un lugar en el cual pasar la noche.
Todas… ¡todas las malditas posadas están llenas! Y un problema más surgió… les había dado hambre.
Sin techo y con hambre…
¿Cómo diablos pasaremos la noche?

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