La Profecía del Héroe - Capitulo 18: Gracias por la Comida
Aunque dije que la
comida no sería un problema… Mirando sus reservas no quedaba nada, absolutamente nada. La ultima
carne para evitar que se pudriera la dieron de comer a Sirius, y cocinaron el
resto, pese a no tener hambre.
−
Tendremos que buscar donde cenar. – Dijo Spero.
− No es
necesario que compres mi comida, estoy bien sin comer. – Respondió Allen de una
manera muy común. Pero su estómago decía lo contrario, rugía con fuerza.
Encontrar
un lugar donde cenar no parecía un problema a simple vista, pero una vez se
acercaron a uno de los “Restaurant” que había por la zona, notaron el mayor
problema, no servían comida de noche. Los “restaurant” de la zona al parecer
por la noche se convertían exclusivamente en bares, y ellos no buscaban
realmente beber. Spero no sabía si Allen gustaba de beber, pero por su parte no
era algo que lo dejara sin sueño, no le agradaba ni le desagradaba el sabor,
pero no miraba una necesidad en beber.
Otro de
los problemas que se les presentaron fue que la mayoría de los bares igualmente
estaban llenos, no había ni un asiento libre para que pudieran sentarse al
menos. ¿Aunque qué sentido tendría? No
vamos a beber, solo ocuparíamos espacio. No quiso cargar con la duda, así
que decidió simplemente hacer la pregunta.
− Allen.
– Lo llamó.
− ¿Si? –
Preguntó Allen.
− Tu…
mmh… ¿bebes? – Por alguna razón, tenía algo de pena en preguntarlo.
Aunque… ¿Qué edad tiene? Nunca se
había detenido a preguntarle siquiera su edad, solamente sabía su nombre y que
llevaba un tiempo siguiéndolo. Tenía una altura considerablemente parecida a la
de Spero, midiendo él alrededor de 1.85mts y Allen unos cuantos menos, quizá
1.8mts, pero no podía basarse en la estatura para calcular su edad. Ciel a sus
quince años media cerca de 1.9mts lo cual lo hacía un monstruo en lo que a
estatura se refería, siendo superado solamente el Rey demonio.
− Soy
malo con el alcohol. – Admitió Allen algo apenado. – Aun no se manejarlo bien.
–
¡Entonces es solamente un chico! Aunque Spero igualmente no era especialmente un gran bebedor, unos
cuantos tarros eran suficiente para noquearlo completamente, así que tampoco
podía obtener su edad basado en su habilidad para beber.
¿Qué importa si puede o no beber? Ahora quiero saber
su edad.
− Allen…
− Comenzó nuevamente.
− ¿Si? –
Respondió Allen.
− Tu…
mmh… edad… si, eso, ¿Qué edad tienes? – Tenia incluso más pena que antes. Aun cuando él daría la vida por mi… No
sabía siquiera su edad.
− Tengo
19 años. – Respondió amistosamente, como si no le importara que la pregunta
apenas fuese hecha. Solo un año menor…
− Oh… ya
veo… yo tengo… −
− 20 años.
– Interrumpió Allen. − ¿Cierto? –
− Si…
¿Cómo lo supiste? – Sabe más de lo que
pensaba.
− Hice
cuentas cuando hablabas con tu amigo Ciel, y fue a la conclusión a la que
llegué. – Demasiado exacto…
Ignorando
la exactitud de Allen al adivinar su edad en base solamente a una plática… no,
no había forma de simplemente ignorarlo. Era un tanto extraño su forma de
actuar, pero que pusiera tanta atención y descifrara en base a una simple
conversación… lo volvía aún más raro. No sabía si era un raro preocupante o no…
¿Pero porque darle tantas vueltas? No
era como si en base a su edad fuera a extorsionarlo, jugar con él, o algo… Solamente es un número.
Más
importante, conoció un poco más de Allen. Originalmente no tenía intenciones de
acercarse tanto a él, pero visto lo visto, no había forma de que se alejara.
Por lo que le interesaba al menos un poco saber algo sobre él. Empezar por la
edad… algo que debió hacer desde el inicio.
Spero se
sintió cada vez más avergonzado, mientras Allen juró lealtad… él no hizo nada
para conocerlo, aunque sea un poco.
Debería importarme más… Allen
había jurado de rodillas serle leal, incluso en algunas ocasiones había
demostrado ser capaz de dar su vida por el bien de Spero, y mirara como lo
mirara, él iba enserio. Spero tomó algunas decisiones con la excusa de que era
para el bien de Allen, como comprarle la Katana, pero aun con eso no era
suficiente. Debo acércame más a él. Pero
si hacia preguntas que no debía… Incluso
a él puede molestarle. No sabía nada de la vida que había llevado con
aquella mujer o desde cuando estaba con ella, y tenía miedo a preguntar sobre
ello. Él estaba llorando. Lo había
visto en su forma más vulnerable, como se quebraba poco a poco… no era un tema
fácil de tratar, y mucho menos era algo que quisieras hablar con un extraño. Aun no es momento, pero… quiero conocerlo
mejor.
− ¿Pasa
algo? – Preguntó Allen preocupado.
− No,
nada, busquemos otro lugar. – Decidió no indagar en ello.
La noche cada vez se hacía más presente, los
locales comenzaban a encender sus lámparas para iluminar los locales nocturnos,
al igual algunas cuantas más que iluminaban las calles. La ciudad estaba igual
de viva por la noche que por el día. Las risas de los ebrios no paraban, y unas
cuantas damas que prestaban sus servicios especiales se hacían presentes. El
ambiente nocturno era completamente al que se vivía fuera, en algún pueblo.
Pero sigue sin haber
donde cenar. Spero
comenzó a preguntarse si es que siquiera eran capaces de comprarse una buena
cena con el dinero que les restaba. Entendía el alto costo de las armas y
armaduras debido a que estas llevaban un gran trabajo pese a lo simples que
fueran, pero… ¿Qué había de la comida? Igualmente llevaban un gran trabajo y al
ser una ciudad grande, podía ser que la comida tuviera un costo alto.
Entonces, la nariz de Spero capto un suave
aroma. Este olor… me es familiar. El
aroma comenzó a guiarlo, caminaba sin siquiera pensar. Derecha, izquierda, derecha, adelante… El aroma cada vez se hacía
más fuerte, y comenzaban a escucharse voces.
Y llegó.
Un local grande, con un letrero colgado en la
entrada “Taberna de Sam” Un nombre simple, pero explicaba claramente que era,
una taberna. Lo cual extrañaba a Spero, quien había sido guiado hasta el lugar por
el rico aroma.
− No
perdemos nada con entrar. – Sugirió Spero.
Abrieron
la puerta y el ruido se intensificó. Las risas y conversaciones se hacían
presentes en todo el lugar. Al igual que por fuera, el lugar era amplio, con
variedad de mesas y sillas por todo el lugar; unos banquillos frente a una
barra, presumiblemente para los bebedores solitarios; incluso parecía haber un
segundo piso subiendo unas escaleras que se miraban al fondo.
Era un
lugar animado miraras como lo miraras, y para suerte de ellos.
−
¡Comida! – Gritó Spero de la emoción.
− ¡Y de
la mejor! – Respondió un comensal que alcanzo a escuchar a Spero.
La
cocina parecía estar apartada del salón principal, conectada por medio de una
puerta al lado de las escaleras.
Dos… tres… cuatro. Spero contaba
la cantidad de meseras que había por el lugar, todas eran chicas muy bellas. En
la barra estaba un hombre igualmente de una apariencia atractiva. Parecía haber
muy poca seguridad pese a que era un bar y en ellos solía haber todo tipo de
problemas, mayormente relacionados a los sobrepasos a las camareras. Y con lo lindas que son…
− Ahí
hay una mesa vacía. – Señaló Allen.
Se
dirigieron a la mesa, estaba pegada a la pared y contaba con seis asientos,
tres de cada lado. Uno para Spero, otro para Allen, y un tercero para Sirius.
Allen se sentó junto a Sirius, y Spero frente a ambos. Entonces, una vez todos
repartidos, una camarera se acercó.
−
Disculpe. – Dijo con una suave voz. – El perro… −
− ¡Oh,
cierto! – Spero recordó que normalmente no se deja entrar con animales a los
establecimientos de comida.
− No le
tome importancia, es muy tranquilo y educado. – Hablo Allen tomando la
iniciativa, algo muy extraño.
− Lo
entiendo, pero vera… − La camarera se encontraba algo nerviosa, quizá porque
eran caras que no había visto antes.
−
¡Déjalo quedarse! – Gritó otro de los comensales en un tono amigable. – ¡Parece
ser más limpio que el sujeto que está a mi lado! –
Oh no… Spero pensaba que ese sería el
inicio de una pelea típica de ebrios, pero… todos comenzaron a reírse, incluso
el sujeto que estaba a su lado.
− ¡Es
verdad! – Gritó el sujeto que había sido insultado.
El
ambiente era extrañamente tranquilo, algo que no se miraba a diario. No parecía
que alguien fuese a enojarse o empezar a armar alboroto debido a que estaba
ebrio, algo muy tranquilizante.
−
B-Bueno… supongo que podemos hacer una excepción. –
Dijo la camarera rindiéndose.
−
¡Tomate una cerveza, linda! – Gritó otro comensal. − ¡Cárgala a mi cuenta! –
−
¡Primero paga lo que debes! – Gritó el joven tabernero que estaba detrás de la
barra.
El bar
se llenó de risas y los chistes continuaban sin descanso. Lo cual solo
provocaba que Spero quisiera reír, incluso Allen termino rindiéndose a la risa.
−
Espérenme un momento, iré por el menú… ¿o solo beberán? – Preguntó la camarera.
− Solo
comida. – Respondió Spero.
−
Entiendo. –
La
camarera se retiró y fue por el menú.
No
parecía ser tan extraño el haber solo ordenado comida, todos alrededor estaban
comiendo algo, aunque en su mayoría igualmente estaban bebiendo, siendo los de
la barra la única excepción que estaban solamente bebiendo.
En el
bar había gente igualmente con armaduras, quizá eran mercenarios que volvían de
una misión, o incluso gente del ejercito interno, uno de dos tenía que ser.
Aunque no eran los únicos, igualmente había gente vestida con ropa casual. Pero
ciertamente estaba prácticamente lleno el lugar.
Y
entonces volvió la camarera.
− Aquí
tienen, traje dos… creo que el perro no necesitará uno. – Dijo la camarera aun
algo nerviosa.
− Muchas
gracias. – Respondió Spero con una sonrisa.
−
Háganme saber cuándo sepan que comerán. – Dijo la camarera. – El agua es
gratis, así que siéntanse libres de pedir cuanta quieran. –
Genial, algo menos de que preocuparse.
El menú
incluía los precios de la comida, la cual era realmente accesible incluso para
alguien que no disponer de una capital alta. Algunas bebidas incluso costaban
cobres, quizá debido a que su producción era realmente fácil y económica.
Spero
fijo su mirada en un platillo en específico, su valor era de 5 platas. Pollo… con puré de papa. El simple
nombre le traía bellos recuerdos de su infancia y de la cocina del Dueño, del
cual nunca supo su nombre, pese a frecuentar su local durante algunos años. Los nombres… no son lo mío, supongo.
Spero se
decidió rápidamente por ese platillo. Por otro lado, Allen aún estaba dudoso.
− Pide
lo que quieras, no importa el precio… siempre que no rebase nuestro
presupuesto. –
− Si…
ese no es el problema. – Respondió Allen con duda. – No conozco muchos de los
platillos que vienen en el menú, así que no sé qué elegir. –
Algunos
tantos eran muy normales, variaciones de platillos con carne, pastas, sopas, y
en su mayoría eran realmente baratos, no pasando más allá de las 15 platas.
Pero había unos tantos que igualmente no se sabía bien la procedencia. “Sopa de
setas” Que si bien, no era tan extraño el nombre, muchas setas eran venenosas,
al menos las que Spero conocía. “Corazón de vaca bañado en salsa picante” No
sonaba muy apetitoso, siquiera comestible.
− Pide
lo mismo que yo. – Sugirió Spero. – Es barato y suena sabroso. –
Allen
acepto la sugerencia de Spero, y entonces llamaron a la camarera, la cual
arribó a su mesa sin mucha dilación. Era la misma camarera de antes, era un
tanto baja de estatura, y ciertamente tenía una apariencia muy linda; un
cabello corto y negro; ojos que no resaltaban mucho, de un color café oscuro;
una sonrisa simple que no parecía fingida. Vestía lo que parecía ser un
uniforme del lugar, un vestido con un vuelo en la parte inferior. Su sencillez
era lo que la hacía ver linda.
−
¿Decidieron que van a pedir? – Preguntó ahora con una amabilidad, parecía
haberse acostumbrado a el extraño grupo.
− Oh…
umh… si, tres órdenes de pollo con papa. – Respondió Spero. Aun le era un poco
difícil hablar con mujeres, pero no tanto con las que prestaban algún tipo de
servicio, como la camarera al tomar su orden.
− ¿Tres?
– Preguntó la camarera confundida. Tras unos segundos reaccionó. – Oh, sí, el
perro. –
Sin
decir nada más, ni esperar explicaciones, se retiró una vez tomó la orden.
Entró a la puerta que se encontraba a un lado de las escaleras. Entonces si es ahí la cocina. Y mientras
tanto, Spero y Allen comenzaron a hablar de cosas triviales.
Y por
alguna razón, salió el tema de las mujeres. Allen se interesó en el por qué
Spero se mostraba algo nervioso al hablar con ellas, pudiendo mantener una
conversación normal con el resto de la gente. Incluso cuando hablo con él
vestido de mujer, presento el mismo nerviosismo.
− Es…
nunca tuve contacto con una, y realmente no sé cómo tratarlas. – Respondió
Spero con una risa nerviosa.
− Igual
que al resto de las personas. – Dijo Allen.
− Es
que… ellas no son igual a cualquier persona, ¿entiendes? – Preguntó Spero.
− No, no
lo entiendo. – Respondió Allen seriamente. – Para mí todos son iguales, no hay distinción alguna. –
− Es ese
sentimiento que un hombre tiene por una mujer, tú sabes a lo que me refiero
¿no? – Una pregunta algo fuera de lugar, pero se dio dada la respuesta de
Allen.
− No
realmente. – Respondió Allen.
− Entonces…
¿un sentimiento de hombre a hombre? –
−
Tampoco, no entiendo a qué te refieres. – Dijo Allen con una increíble
seriedad. Supongo que era de esperarse…
después de todo él…
−
Entiendo, entiendo. – Dijo Spero algo más nervioso, intentando calmarse, pensó
que había tocado un tema algo… problemático. – Pero a mi ciertamente me ponen
algo nervioso. Un tiempo ayudé en una panadería, incluso hablaba con las
clientas y hacia recomendaciones, pero fuera de ello nunca tuve otro tipo de
contacto, ni siquiera una amiga. Es por eso que se me dificulta un poco, es
algo nuevo para mí. –
− Menos
mal no tenemos una mujer con nosotros, seria incomodo mirarte actuar de manera
extraña. – Pero si ya lo miraste antes… espera…
− Lamento
no poder hacer nada al respecto. – Dijo Spero algo molesto.
−
¡Susan! – Gritó Allen sorprendido.
− ¿Ella?
– Cierto… hable con ella normalmente,
bueno, dejando fuera lo del temor. – Supongo que fue porque ella es un
tanto… diferente. –
−
¿Diferente en qué sentido? – Preguntó una voz detrás de él. Giro rápidamente y
ahí se encontraba… Susan. ¿Qué tanto
escuchó? – Que suerte encontrarlos aquí, me preguntaba cómo les iba. –
− Oh…
si, que suerte. – Spero se encontraba algo nervioso.
− Hasta
consiguieron equipo. – Igualmente Susan seguía vestida con la armadura, parecía
que apenas había terminado su turno. – Es de baja calidad, pero servirá por un
tiempo. –
− Bueno,
cumple su función. – Dijo Spero.
− Ahora
volviendo a lo de antes… − Susan miro fijamente a Spero… y entonces sonrió algo
sonrojada. − ¿Diferente en que tipo? Acaso tu... lo lamento, pero tengo esposo.
–
− Oh...
ya veo, una lástima. – Aliviado y algo confundido, así era como se sentía
Spero, pero más aliviado que nada. Susan lo había entendido todo de otra forma,
no realmente buena, pero lo suficiente como para no molestarse por ello. –
Espera… ¿Esposo? –
Susan no
era una mujer particularmente atractiva, por un momento Spero llego a pensar
que quizá se trataba de un hombre con… gustos diferentes. Aunque la posibilidad
no desaparecía solamente por el hecho de que afirmara tener un esposo. Bien podría tratarse de otro sujeto con… los
mismos gustos.
Un
esposo para Susan, no podía imaginarse que tipo de persona era, y por más que
lo intentaba, solo venían peores cosas a su mente.
− Dejen
se los presento. – Se dio media vuelta y comenzó a abanicar con su mano,
haciendo seña de que fuera con ella. – Ahora viene. –
− Claro…
− No eran particularmente amigos, solamente se habían conocido hacia unas
cuantas horas, pero ella… ya había tomado la suficiente confianza para
presentarles a su esposo. No debes ser
prejuicioso. Pensó Spero al darse cuenta de cómo imaginaba que era el
esposo de Susan. Fuera de su apariencia, ella era realmente una persona amable.
Pasaron unos
cuantos segundos, y entonces un hombre arribó a la mesa de Spero. Se puso de
pie firmemente frente a ambos, y los miro con disgusto.
− Tsk. –
Tronó la lengua y apartó su mirada.
¿Qué diablos?
El
sujeto era una persona de apariencia bella. ¿Qué
todos son así en esta ciudad? Su cara era fina como la de Allen, pero sin
llegar a un punto femenino. Su cuerpo era balanceado tanto en pecho como en pierna,
vestía una armadura de calidad; en su espalda portaba una larga guadaña
completamente de metal, un arma que no había visto antes Spero. Ciertamente
había visto guadañas antes, pero solamente en los campos de cultivo, y la del
sujeto parecía ser un arma más que una herramienta. Su altura era parecida o un
poco más alto que Spero; su tez era blanca, pero sin llegar al extremo como la
nieve; su cabello era igualmente negro, con un corte normal que ciertamente
sentaba bien con él. Era un adonis en todo el sentido de la palabra, lo único
que parecía desagradable de él era su actitud.
¿Qué diablos quiere con nosotros?
− Quiero
presentárselos. – Dijo Susan extendiendo su palma presentando al sujeto. Acaso él… − Él es mi esposo, Shawn. –
El
sujeto parecía ser alguien con una actitud soberbia, los miraba desde arriba
con una actitud igualmente arrogante, y entonces… volvió a tronar su lengua y
apartar su mirada.
− Mucho
gusto. – Dijo Spero por cortesía, un poco molesto por su actitud.
− Un
gusto. – Igualmente dijo Allen algo más tranquilo, no parecía importarle la
actitud del sujeto.
Aunque
lo más sorprendente no era la actitud del sujeto, si no que él era… el esposo
de Susan. Suelen decir que polos opuestos se atraen… Pero esto es ridículo. Eran polos opuestos por kilómetros de
distancia, no había comparación alguna entre ellos. Incluso parecía ser una
especie de broma.
− ¿No
les parece lindo? – Preguntó Susan abrazándolo por su brazo fuertemente. – Mi
esposo es el chico más lindo de toda la ciudad. –
El
sujeto seguía con su actitud arrogante, pero hubo un cambio ligero al escuchar
las palabras de Susan, él… se sonrojo. Le apenaba un poco el como ella se
refería a él, no de una forma mala, si no que era un alago increíblemente bueno
para él.
− Tu lo
eres más… − Respondió Shawn en una voz baja.
− ¿Qué
dijiste? – Preguntó Susan con una alegre sonrisa en su rostro.
− ¡Que
eres la mujer más hermosa de esta ciudad! – Lo gritó con toda su alma. − ¡Y
ustedes dos de ahí! ¿Qué quieren con mi Susy? –
¿Susy?
− Lo
puedo ver en sus lascivos rostros. – Seguía algo molesto, abrazando con fuerza
a Susan. – Ella es mía, solo mía, mi esposa, mi mujer, mi amada, mi amante, mi
alma gemela, ¡mi todo! Así que aléjense de ella, sucios bastardos. –
¿Sucios bastardos? Al
escuchar esa forma de hablar… el enojo de Spero desapareció, y comenzó a darle
un poco de gracia, aunque los había insultado de una forma muy grosera.
−
¡Shawn! – Gritó Susan, y lo miró con una mirada llena de molestia. − ¡No seas
grosero con ellos! Son solamente unos chicos que conocí hace poco en la
muralla, sabes que me molesta mucho lo celoso que eres. –
−
Perdóname… Susy… − Respondió bajando su cabeza. – Es solo que… no, no más
escusas. Perdóname Susy. –
− Yo te
puedo perdonar todo. – Dijo Susan en una actuando muy comprensiva. – Pero a
quienes debes pedirles disculpa es a ellos, los llamaste “Sucios bastardos”, no
está bien lo que hiciste. –
Shawn
comenzó a temblar un poco, y sus ojos se pusieron llorosos como los de un perro
triste. Entonces respiró hondo y miro a ambos, Spero y Allen, entonces agacho
su cabeza.
−
¡Perdonen que los haya llamado “sucios bastardos”! –
− No hay
problema. – Respondió Spero.
− Ahora
dilo de rodillas. – Dijo Allen con una mirada fría. – Insultaste a Spero, no es
suficiente con eso. –
− ¿Eh? –
Se sorprendió Shawn.
−
Ignóralo, no hay problema. – Dijo Spero.
Shawn dejo salir un suspiro, Susan lo miro con
una sonrisa, lo cual solo lo hizo sonrojarse aún más. Una pareja que algo…
linda a su modo.
Con algo de confianza, tanto Shawn como Susan
se sentaron en la misma mesa.
− ¿Qué
los trae por aquí? – Preguntó Susan. – Probablemente fue el aroma de la comida
¿no? –
− Si,
literalmente fue eso, buscábamos un lugar donde cenar y no encontrábamos más
que bares, aunque este también lo es… pero entiendes el punto, ¿no? – Respondió
Spero.
−
Vinieron al mejor bar-restaurant de la ciudad, la comida es exquisita. – Afirmó
Susan.
− Lo
supe con solo olerlo. – Respondió Spero con una leve risa.
Tanto
Allen como Shawn se miraban fijamente, con una mirada seria y fría, que a
simple vista no llamaba la atención, pero resultaba estar llena de odio entre
ambos. Los únicos hablando eran Susan y Spero.
Hablaron
por unos cuantos minutos más, antes de que la camarera llegara con la comida.
Entonces Susan se puso de pie y como de la mano a Shawn, quien seguía mirando
fijamente a Allen.
− No
queremos arruinarles la comida. – Dijo Susan con una sonrisa. – Nosotros ya
íbamos de salida, solo quería saludarlos, así que… pasen una linda noche. –
Una vez
se despidió, arrastró a Shawn consigo, haciendo que Allen se calmara y se
enfocará más en su comida.
El
platillo no era exageradamente grande como el que había probado la primera vez
Spero, no había forma de que dieran un pollo completo por el bajo precio que
costaba ese. Era más bien solo una pieza del pollo, pero de un tamaño algo
grande. Por lo demás era exactamente como lo recordaba antes, con muchas
especias y bañado en una extraña salsa. Con solo mirarlo y olerlo, sabía que su
sabor seria único.
Sin
perder mucho tiempo, Spero encajo el diente en su pieza de pollo. Delicioso… simplemente delicioso. Dejo
salir una lagrima. El sabor era delicioso, y le traía recuerdos bellos de su
infancia en aquel bar. Como cada día compartía su cena con Ciel, como reía en
aquellos días… aquellos pacíficos y felices días.
Las
lágrimas caían sobre el pollo, pero este no perdía sabor. Allen guardaba
silencio en la comida, mirando de reojo como era que Spero lloraba. Desearía… desearía que estuvieras aquí conmigo…
cenando nuevamente. Una cena llena de sabor y recuerdos, una cena llena de
nostalgia.
− Estuvo
delicioso. – Dijo Allen rompiendo el silencio.
Spero se
limpió el rostro.
− Si, lo
estuvo. – Asintió Spero.
La
camarera volvió al ver que estos habían acabado su comida, los platos eran
recogidos cuando las personas terminaban de comer, y si no iban a pedir nada
más, pedían que dejaran el lugar libre en caso de que hubiese alguien
esperando. Pero eran altas horas de la noche ya, por lo que solamente la barra
se llenaba, y las mesas se vaciaban.
−
¿Necesita algo más? – Preguntó la camarera.
Es solo un presentimiento, pero…
−
¿Puedo… conocer al chef? – Preguntó Spero. Ese sabor era uno incomparable, y
lleno de amor en su cocina, un sabor que solamente había probado una vez en su
vida. Y solo había una persona capaz de hacer tal cocina.
− Veré…
que puedo hacer. – Dijo la camarera algo dudosa, y entonces se retiró.
1
minuto. 2 minutos. 3 minutos. 4 minutos. El tiempo pasaba y la camarera no
regresaba. 5 minutos, y la puerta se abrió. Al frente venia la camarera, y
detrás de ella…
Un
hombre de corpulencia robusta, con una gran panza; tez morena; un delantal de
carnicero; calvo, pero con barba; brazos grandes y fuertes como de luchador; y
una mirada atemorizante, pero con una sonrisa alegre salió igualmente por la
puerta. Cruzaron miradas y soltó un cuchillo que portaba en sus manos.
−
¡Realmente eres tú! – Gritó el hombre emocionado. − ¡Ha pasado tanto tiempo! –
Realmente… solo tú puedes hacer esta comida. El hombre se acercó con confianza a Spero, limpiándose las manos y con
una sonrisa cada vez más alegre.
− ¡Quién
diría que vendrías a dar con mi restaurant! – Seguía el hombre. – Simplemente
increíble. –
Spero
respiro hondo, y dejo salir un suspiro.
− Fue
gracias a tu grandiosa comida que vine a dar a este lugar, Dueño. – Dijo Spero
con una sonrisa.
Era algo
poco notable, y movimientos muy leves, pero el Dueño parecía algo extraño, como
si estuviera… nervioso.
−
¿Sigues llamándome así? – Preguntó el Dueño en un tono bromista. – Aunque ahora
que lo pienso… nunca te dije mi nombre ¿cierto Spero? –
− Yo
tampoco lo hice… pero aun así parece saberlo. – Respondió Spero sorprendido.
−
Blanquito me lo dijo una vez. – Dijo el Dueño. – Pero bueno, mi nombre está
colgado afuera. –
− ¿”
Sam”? – Preguntó Spero confundido. – Pensé que era solamente un nombre escogido
al azar o algo por el estilo. –
− Oye,
oye, no te burles de mi nombre. – Dijo el Dueño bromeando. – Aunque es así como
me llama la mayoría, mi nombre completo es Samuel, así que recuérdalo, o
igualmente puedes llamarme Sam, realmente no es problema. –
La
camarera se había mantenido al lado de Sam, quien aún se encontraba de pie.
Pero no duro mucho así, tomó asiento en la mesa.
− Pero
quién lo diría. – Continuó Sam una vez se sentó, la camarera igualmente se
sentó, ya no había mucha gente y las demás se hacían cargo. − ¡Ya eres todo un
hombre! Solo mírate, alto, guapo y fuerte, aún recuerdo cuando eras un pequeño
niñito… −
Sam
comenzó a reír fuertemente a carcajadas, mientras que Spero sonreía de una
manera nerviosa. No me lo recuerdes.
− ¿Qué
edad tienes ahora? – Preguntó Sam.
− 20
años. – Respondió Spero.
− ¡Todo
un hombre! – Gritó nuevamente riendo a carcajadas. − ¿Y? –
− “¿Y?”
–
− ¿Quién
es este joven de al lado? – Se refería a Allen, puesto que se había sentado
junto a él.
La
distribución de las seis sillas era de Sirius, Allen y Sam en un lado, mientras
que por el otro estaba Spero y la camarera, lo cual lo ponía particularmente
más nervioso. Pero no lo suficiente para evitar que contestara.
− Oh. –
Se sorprendió que no lo confundiera por una mujer como habían hecho antes
otros. – Él es Allen, me está acompañando desde hace poco. –
− Vaya,
interesante. – Señalo Sam mirando de arriba abajo a Allen, quien curiosamente estaba
tranquilo con ello. – Cambiaste de blanco a dorado, ciertamente siempre te
rodeas de personas peculiares. –
−
Ciertamente. – Ciertamente tiene razón…
− ¿Y? –
Preguntó nuevamente Sam.
− ¿” Y”?
– Respondió nuevamente Spero.
− ¿Qué
te trae por estos rumbos? – Preguntó Sam.
− Oh…
eso. – No podía decir sus verdaderas intenciones, por lo que se decantó por
mentir, aunque no era del todo mentira, solo parcialmente. – Estoy vagando sin
rumbo, y termine llegando a esta ciudad, todo es muy extraño por aquí. –
−
Ciertamente lo es, chi… perdón, ya no puedo llamarte chico. – Dijo Sam riendo
nuevamente. – Después de todo, ya eres un adulto. –
− ¿Y? –
Preguntó Spero esta vez.
− ¿” Y?
– Preguntó Sam en esta ocasión.
− ¿Cómo
terminaste en este lugar? – Preguntó Spero.
La
percepción de Spero era realmente buena, pudo notar como Sam se tensó un poco
al hacer esa pregunta. Aunque solamente
estoy dándole vueltas. No había un sentido oculto en ello, era normal que
alguien actuara algo nervioso después de reencontrarse con alguien que llevas
años sin mirar, obviamente se genera un ambiente algo tenso e incómodo.
− Es una
larga historia. – Dijo Sam. − ¿Tienes tiempo? –
− Claro.
– Respondió Spero.
− Pues
toma asiento… bueno, ya estas sentado. – Y comenzó a reír nuevamente.
La
camarera de al lado de Spero tenía una mirada confundida, como si no pudiera
seguir la conversación del todo.
−
Después del incidente de Central hace ya cinco años. – Comenzó Sam. – Como todo
los demás, hui del lugar. Tenía algo de familia en un pueblo no muy alejado del
lugar, así que me dirigí ahí. En ese lugar vivía mi esposa y mis hijas con mi
madre. –
−
¿Hijas? – Preguntó Spero sorprendido, nunca antes había visto o escuchado algo
sobre ello.
− Si,
vivían en el pueblo ya que les gustaba más ese ambiente. – Respondió Sam. –
Aunque solía visitarlas con frecuencia cuando cerraba el bar, para mi suerte no
era un lugar muy alejado. Viví solo en Central para ganar dinero y poder darle
una buena vida a mi familia, pero cuando sucedió el ataque, temí por mi vida y
lo que pudiera pasarle a mi familia sin mí, por lo que volví con ellas como
dije antes. Una vez estuve ahí, aprendí un poco más de cocina con mamá, ella
realmente era una muy buena cocinera. Igualmente abrí ahí un restaurant, no
tenía la misma cantidad de clientela, pero era suficiente para aprender un poco
más y poder sostener a la familia. –
Tanto
Spero como Allen estaban enfocados en la historia de Sam, escuchando cada
detalle intentando no interrumpirlo.
−
Entonces… − Continuó Sam. – Paso el tiempo, nos establecimos muy bien en aquel
lugar, la verdad no había problema alguno con seguir viviendo en el pueblo. Mis
niñas crecían sanas, y también mi niño, olvide mencionarlo, pero también tengo
un hijo. Pero bueno, no va mucho al caso hablar sobre eso. La pregunta era como
terminé acá, y fue cuando el consejo se separó, llevaron con ellos a mucha
gente. Nosotros optamos por viajar al norte a esta ciudad, pensando que quizá
era un buen nuevo inicio, y ya hace dos años que estamos aquí. Decidí enfocarme
más a mi comida, nunca olvidé tus palabras de cómo te encantaba mi comida, y
ciertamente… siempre esperé que algún día volvieran a comer en mi restaurant,
tú y… él. –
El
nerviosismo de Sam se hacía más presente, cada vez temblaba un poco más.
− Igual
yo… − Dijo Spero. – Pero dime… ¿Cómo se han adaptado tus hijos a este nuevo
ambiente? –
Spero intentaba no entrar en temas difíciles,
no quería ver a Sam actuar de una manera extraña, por lo que cambió de tema
para seguir tranquilos.
− Oh,
sí. – Se calmó un poco. – Ellos se adaptaron bien, más de lo que pensaba en un
inicio. –
− Me
encantaría conocerlos. – Dijo Spero con una sonrisa. – Ya sabes, a tu familia.
Sería bueno conocer a la familia del mejor chef que he conocido. –
Sam
comenzó a reír levemente, alagado por las palabras de Spero.
− Ya los
conociste, bueno, falta mi esposa. – Dijo Sam.
− ¿Si? –
Preguntó Spero confundido, mientras la camarera lo miraba fijamente.
− Son
las camareras y el chico de al fondo. – Dijo Sam. – A que son lindas mis niñas.
–
Ya me preguntaba de donde había sacado camareras tan
lindas, pero que sean sus hijas… eso si no me lo esperaba.
−
Ciertamente son lindas. – Dijo Spero sin pensar.
La
camarera apartó la mirada y se sonrojó, mientras que Sam miró sorprendido y
comenzó a reír fuertemente.
− ¡No
pensé que fueras tan directo! – Gritó a carcajadas, pero Spero no se había dado
cuenta de lo que había dicho. – Realmente has cambiado del niño tímido que
alguna vez conocí. –
− Oh…
no, realmente… no tanto… en ese sentido. – Reaccionó Spero al mirar la
expresión de la camarera apenada. – Dije eso sin pensar… −
− No hay
problema, no hay problema. – Dijo Sam dejando de reír. – Siendo tú, no me
importaría dejarte una de mis hijas, ¿qué tal Evelyn? –
−
¿Evelyn? – Preguntó Spero.
− La
chica a tu lado, tiene 19 años, los cumplió hace un mes. – Respondió Sam con
una mirada seria, pero agradable.
− N-No…
no creo que, tú sabes, yo… − Dijo Spero con dificultad.
− ¡No
seas tan modesto! – Gritó Sam. – Mira lo sonrojada que esta mi niña, quizá ya
hasta se enamoró de ti. –
− ¡Papá!
– Interrumpió Evelyn con mucha pena.
La
conversación había tomado un rumbo extraño e incómodo en muchos sentidos para
Spero. Ciertamente le agradaba el ambiente tranquilo de la conversación, y la
confianza que había vuelto para hablar de ese tipo de temas sin dificultad, al
menos para Sam.
− Pero
sabes… − Dijo Sam en un tono triste, bajando su cabeza sin borrar su sonrisa. –
No siento poder pagarles… ni a ti ni a él, les hice algo horrible. –
Los ojos
de Sam comenzaron a lagrimear, caían unas cuantas gotas en la mesa, y el
ambiente tranquilo desapareció. Perdió lo último que le quedaba de coraje, y
comenzó a temblar fuertemente.
− ¿Qué
pasa Sam? – Preguntó Spero preocupado.
−
¡PERDONAME! – Gritó y cayó en llanto. – Yo… yo les falle, yo… los abandone, a
ambos. –
La voz
de Sam se cortaba, comenzaba a temblar fuertemente. La escena sorprendió a
todos los presentes, incluso a Allen quien se había mantenido callado durante
toda la conversación debido a que pensaba no era algo relacionado a él.
− Pero
tú no… − Spero intentaba calmarlo.
− Les
falle… − Interrumpió Sam. – A ti y a Ciel, yo los abandone aquel día. –
Sam
comenzaba a quebrarse cada vez más, se hacía un pequeño canal de lágrimas sobre
la mesa; Sam presionaba su cabeza contra la mesa con fuerza, mientras la cubría
con sus palmas, y Evelyn intentaba calmarlo. Spero no encontraba las palabras
correctas, lo que hacía que se quedara en silencio. Sam golpeaba con furia la
mesa, rechinaba sus dientes y hacia corajes.
− Desde
aquel día no deje de soñar con ustedes dos. – Continuó Sam. – Tuve miedo y hui
de la ciudad, en ningún momento paso por mi cabeza llevarlos conmigo, solo
pensaba en ponerme a salvo. Y entonces los sueños empezaron, de ustedes
muriendo o rogando por ayuda, todo porque no di media vuelta a volver por
ustedes. Eran solamente unos niños… y aun así yo… no hice nada por ustedes. Era
el único adulto en el que ustedes confiaban y aun así… les falle. –
Evelyn
se ponía cada vez más nerviosa al ver como su padre estaba actuando. El resto
de sus hijas igualmente se acercó al lugar, pero tomaron su distancia y
guardaron silencio, mientras que su hijo escuchaba con la cabeza baja desde la
barra. Allen igualmente había bajado su cabeza.
−
Entonces escuché de él, de Ciel. – Continuó Sam. – Me alegré al saber que uno de ustedes estaba bien, y al ser Ciel, supe
que tú también estarías bien, pero la culpa nunca se fue. Fueron arrastrados a
esa guerra porque yo no hice nada. –
− Él
peleo por decisión propia. – Afirmó Spero. – Así lo hice yo también. –
− ¡Y es
por eso que él murió! – Gritó Sam. – Si los hubiese detenido en aquel momento… si los hubiese llevado
conmigo… él aun estaría aquí, cenando con ambos, con esa linda y amable sonrisa
que siempre ponía su rostro. –
− Pero…
− Spero comprendía él dolor. Sam conocía de más tiempo a Ciel, y tenía una
increíble confianza en él. Spero simplemente no encontraba las palabras
correctas.
− Él
realmente fue un héroe que nos salvó a todos… − Sam no dejaba de llorar. −
¿Pero a que costo…? Soñaba con el día en que volvieran a comer conmigo… pero
ese día nunca llegará. –
Spero
sentía una gran presión en su pecho. Duele…
duele mucho. Ver a un hombre del tipo de Sam llorar era…
− No
llore más, Dueño. – Spero se puso de pie y dio una palmada en su espalda. –
Incluso yo lo traicioné aquel día, hui con temor mientras él peleo con fervor,
todo para darme tiempo de huir. Aun me duele y me arrepiento de lo que hice
aquel día, pensé que sería algo que me llevaría a la tumba, pero… él aun así me
perdonó. Y sé que él más que nadie, estaría feliz de ver como se encuentra
ahora, con cuatro lindas hijas y un hijo, con tu esposa. Y no diga que ese día
nunca llegará, Dueño. –
Sam levanto su
rostro, miró directamente a Spero. Su rostro igualmente estaba lleno de lágrimas,
y sus labios temblaban.
− Ese
día ya llego. – Dijo Spero con una amable sonrisa llena de lágrimas. La cara
del Dueño se deformo aún más y se volvió más temblorosa, las lágrimas fluyeron
más fuertemente; sus cejas vibraban rápidamente; sus dientes chocaban entre sí;
su respiración era honda y entre cortada. Por un momento… solo por un momento,
miró a Ciel parado junto a Spero, un Ciel adulto, un Ciel que lo miraba con una
gran sonrisa, esa sonrisa amable que siempre portaba. –
Por qué él siempre está con nosotros. –
Sam se
puso rápidamente de pie, y abrazó con todas sus fuerzas a Spero, y lloró aún
más fuerte. Sus manos tiemblan... Lloró
como un niño esa noche, el hombre con apariencia de luchador, se quebró
completamente.
− Lo
siento Ciel… lo siento Spero… − Decía entre llantos. – Si tan solo no hubiese
sido tan cobarde… −
− Todo
está bien, Dueño. – Dijo Spero con una voz comprensiva. – Porque ni yo, ni él
te culpamos de nada. –
“Gracias por
la comida, Dueño.” Resonó una voz, una voz conocida, fuertemente en la cabeza
de Sam.
– Perdóname,
Blanquito… –
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