La Profecía del Héroe - Capitulo 19: Tomando una decision


Sam lloró por un rato más. La gente que miró la escena comenzó a dejar el bar, uno por uno hasta quedar totalmente vacío. Los comensales parecían conocer bien a Sam, y en cierto modo tenían un respeto hacia él, por lo mismo respetaron su momento de debilidad.
Una vez todos abandonaron, las hijas de Sam recogieron y comenzaron a limpiar, Sam seguía sollozando sobre la mesa, mientras Spero esperaba tranquilamente a su lado a que este parará, no había forma de que lo abandonara así como así. Allen igualmente se mantuvo en su lugar en todo momento, en silencio. Sirius por su lado, tenía ese rostro de siempre, que embonaba perfectamente con la situación.
− Deberías ir a descansar. – Sugirió Spero a Sam.
Sam intentó dejar de sollozar y limpió su rostro.
− No te preocupes… − Respondió mientras frotaba sus ojos. – Este lugar es más grande de lo que parece, la cocina conecta con mi casa. –
Ya le había parecido raro que cerraran todo el lugar sin antes salir de él.
− Mas importante… − Dijo calmándose. – Eres nuevo en la ciudad, y seguramente no encontraste una posada, siempre están llenas. –
Había dado justo en el clavo.
− Acamparemos afuera. – Respondió Spero. – Así hemos estado desde hace un tiempo, así que no hay problema con ello. –
Allen asintió con la cabeza en silencio. Sirius por su lado ya se había recostado sobre el suelo.
− En el segundo piso hay tres habitaciones, bueno, dos. – Señalo Sam. – La tercera la limpiamos y usamos como bodega, así que pueden quedarse aquí. –
− No… no queremos importunarte. – Dijo Spero preocupado. – No hay problema si dormimos un día más fuera. –
− Al menos déjame hacer eso… − Dijo Sam con un tono melancólico. – Es lo menos que puedo hacer por ti, igualmente olvídate de pagar por la comida, no te cobrare ni un cobre.
− Dueño… no, Sam. – Dijo Spero con seriedad. – Ya no soy un niño para obtener comida gratis, acepto tu oferta de pasar aquí la noche, pero no quiero abusar de tu amabilidad. A diferencia de antes, puedo pagar por mi comida. –
− Realmente… − Dijo Sam con una sonrisa. – Realmente has crecido… −
− Oye, tú también lo has hecho. – Dijo Spero en un tono bromista, intentando calmar el ambiente melancólico. − ¿Cuántos años tienes ya? ¿50? –
Sam comenzó a reír levemente, aun no se sentía bien del todo.
− 48, casi acertabas. –
Sam se puso de pie, y llamo a su único hijo. Indico a sus hijas que fueran a descansar, que el igualmente volvería a casa dentro de poco. No titubearon ni un momento y se fueron.
− Max. – Era el nombre de su hijo, un joven de la misma tez de Sam, una estatura parecida a la de él, solamente unos pocos centímetros menos, parecía ser un joven medianamente serio. – Hazme un favor, guíalos a las habitaciones. Yo volveré a casa, hazlo tú también cuando acabes. –
− Claro, papá. – Respondió el joven.
− Max los guiará. – Dijo Sam. – Seguiré tu consejo y descansare un poco. Espero que mañana sigan aquí y desayunen con nosotros, ya que cerramos tarde, igualmente abrimos tarde, pero la cocina empieza desde temprano, así que les preparare algo delicioso. –
− No es necesario que lo hagas. – Respondió Spero.
− No lo veas como un agradecimiento o para saldar una deuda. – Corrigió Sam. – Solamente un desayuno con un viejo conocido, nada más y nada menos. –
Spero lo pensó por un momento, no estaba del todo de acuerdo con aprovecharse de la amabilidad de Sam, pero no era como si él se fuera a rendir si rechazaba la oferta. Solamente es un desayuno…
− Yo empiezo a trabajar desde las 7 de la mañana, pero el desayuno lo servimos hasta las 9. – Indico Sam. – Así que descansa sin problemas, si es que aun sigues dormido para entonces, mandare a alguien para que te llame. –
− No es necesario. – Dijo Spero. – Estoy acostumbrado a despertar temprano. –
En sus viajes siempre intentaba aprovechar la mayor parte de su tiempo, por lo que dormía poco.
− Si necesitas salir o algo, solamente avísame, no quiero que despertar y enterarme de que desapareciste. – Dijo Sam.
− Claro, no hay problema. – Respondió Spero.
− Buenas noches. –
− Buenas noches. –
Sam se retiró, dejándolos solos con Max, su hijo. Parecía ser un joven tranquilo, o era lo que habían visto tras la barra.
− Por aquí. – Indicó el camino.
El segundo piso era igual de amplio que la parte inferior, con unas cuantas mesas, pero sin barra, puesto que solo había un tabernero, e igualmente la cocina estaba en la primera planta.
Había tres puertas, de las cuales dos eran habitaciones y una era el almacén que había mencionado Sam.
Las habitaciones eran un tanto sencillas, eran unos simples cuartos de huéspedes, aunque con un tono más lúgubre, en cierta forma parecían una especie de prisión. El material de las paredes era roca o algo parecido, por lo que no había mucho color en ella, contaba con una cama por habitación y una pequeña ventana por la cual entraba la luz de la luna.
Allen tomó la primera habitación, y llevo a Sirius consigo, bueno, en realidad fue Sirius quien siguió a Allen. Se despidió con un simple “Buenas noches.” Era la primera noche que no dormían en el mismo lugar, aunque era algo bueno, quizá y Allen igualmente quería algo de espacio. Debían aprovechar igualmente que dormirían en una cama cómoda tras tiempo de dormir en el suelo e intentos de cama con hierbas.
Justo enseguida estaba la segunda habitación, lo cual hacia que lo anterior dicho no fuera del todo correcto, puesto que solamente era una pequeña pared lo que separaba las habitaciones. No había mucha privacidad que digamos. Y al igual que la anterior, la habitación tenía la misma pinta.
Antes de entrar a la habitación, Max lo detuvo un momento, parecía querer decir algo.
− Gracias. – Dijo seriamente.
− ¿” Gracias”?  ¿Por qué? – Preguntó Spero confundido.
− Papá siempre estuvo esperando por este momento. – Respondió. – Quizá estaba llorando hace un rato, pero sé que ahora… ahora él está feliz de verte. –
− No hay de que, igualmente a mí me alegró mucho verlo nuevamente. – Dijo Spero. – Él me dio de comer cuando no tenía nada, y ciertamente quería volver a probar su cocina. –
Max sonrió levemente y dejo salir una pequeña carcajada. Entonces dio las buenas noches y se retiró.
Spero entro en la habitación, todo estaba silencioso y calmado. La cama aun siendo simple, era muy cómoda. Extrañaba tanto esto…
− ¿Spero? – Escuchó detrás de la pared. Es más delgada de lo que parece.
− ¿Si? – Preguntó.
− ¿Qué haremos ahora? – Preguntó Allen.
Spero se quedó un momento en silencio pensando. Su objetivo era claro, pero todo dependía de suerte para completarlo, y aun cuando lo completara… ¿Qué se suponía que iba a hacer? No había pensado más allá de ello. Incluso había considerado la posibilidad de que él causante ya estuviese muerto, o que quizá nunca sería capaz de encontrarlo. No había un rumbo fijo en su futuro, pero en si nunca lo había habido.
Aunque… Antes era solamente su decisión, lo que decidiera dependía únicamente de él y solamente lo afectaba a él. Ahora con Allen a su lado… debía pensar mejor las cosas. El dinero igualmente se les terminaba y… ¿Qué harían para conseguir más?
− ¿Qué te gustaría hacer a ti? – Preguntó Spero.
− Yo… no lo sé. – Respondió Allen dando una respuesta por primera vez. Usualmente respondía que estaba bien con lo que Spero decidiera.
− Yo tampoco sé que hacer. – Dijo Spero.
− Sabes… −
− ¿Si? –
− Cuando dices eso, al día siguiente tienes una idea. –
− S-Supongo… − Dijo Spero con duda, puesto que más que ideas, eran cosas vagas que había soñado o pensado.
− Así que no hay problema con lo que decidas. – Dijo Allen. – Aceptare y te seguiré en cualquier cosa que elijas, eso es lo que juré. –
− Buenas noches, Allen. –
− Buenas noches. –
Spero dio unas cuantas vueltas en su cama, intentando conciliar el sueño, hasta que se quedó dormido sin darse cuenta.
− ¡HOOT! –
− Deja eso, por favor. –
El búho se había presentado en sus sueños nuevamente, parecía ser algo normal para él cada que tenía duda.
− ¿Qué es lo que necesitas de mí? – Preguntó Spero. − ¿Ahora por qué apareciste? –
El búho comenzó a girar su cabeza de arriba abajo, de lado a otro, sin responder nada.
− ¿Una razón? – Preguntó. − ¿Debe haber una razón? Si es así, supongo es que tengo duda sobre lo que harás. –
 − ¿Duda sobre lo que hare? – Preguntó Spero confundido. – ¿No fuiste tú quien me guío hasta aquí? Tú me dijiste que aquí encontraría respuestas, sin embargo… todo se ha vuelto más confuso. −
− Ya veo, ya veo. – Decía el Búho agitando su cabeza. – Dudas… dudas… tiempo. –
Parecía como si estuviese pensando en algo mientras agitaba su cabeza, actuaba de una manera muy extraña.
− Supe que compraste equipamiento. – Mencionó el Búho, pero… ¿Cómo era que lo sabía? – Me encantaría ver como luces. –
Le… ¿encantaría? Lo más extraño de sus palabras no era eso, si no… que al parecer era como si él no pudiese mirarlo. En su sueño vestía ropa casual, la misma con la que había ido a dormir, puesto que no podía hacerlo con la armadura.
− No puedo verte, ¿sabías? – Respondió la duda de Spero antes de que la formulara. – Solo tú puedes mirarme. –
− ¿Porque eres un producto de mi imaginación? – Preguntó Spero.
− No lo soy. – Respondió el Búho. – Es difícil de explicar e irrelevante, no soy omnisciente ¿sabes? –
− ¿Entonces cómo es que obtienes información de mí? –
− Eso es un secreto. – Dijo el Búho. – Mas importante… ¿Te has decidido a pelear? –
− ¿Pelear? – La armadura y armas de Spero era lo que podía considerarse “Defensa personal” mas no un motivo para luchar. − ¿Por qué debería? ¿Contra qué? –
− Buena pregunta. – Respondió el Búho. − ¿Goblins? ¿Orcos? ¿Golems? ¿Demonios…? Cierto, ellos ya han muerto… ¿Humanos? –
Dejando fuera la ambigüedad del Búho, Spero realmente no había pensado en pelear nuevamente. Sintió que su batalla había acabado una vez se alcanzó el objetivo de acabar con los Demonios.
El objetivo principal en ello era el alcanzar la paz, pero en el fondo, incluso Spero sabía que eso no sería algo tan fácil de alcanzar con el simple hecho de erradicar a los demonios. Cosa que comprobó una vez los eliminaron. No conocía la causa de la explosión, pero era como lo había dicho el Búho, muchos factores pudieron influenciar que los días de “Paz” terminaran. Incluso comenzaba a dudar sobre si en realidad debía llegar tan lejos, si en verdad era necesario “vengar” a Ciel.
Spero no se consideraba a sí mismo como un “Héroe” o algo parecido, no compartía el mismo sentido de justicia que Ciel tenía. No tenía la misma pureza de corazón que él demostró, incluso mato a una mujer desconocida a sangre fría sin dudar, sin conocer las circunstancias, una acción que no era digna de un “Héroe”. Por lo que no sentía el deber de participar en las guerras próximas, puesto que no eran algo que le importara del todo. No conocía a las nuevas razas o entendía su alianza con ellos, por lo tanto, no tenía una razón para arriesgar su vida.
A eso le añadía el hecho de que ahora no solamente afectaba a si mismo su decisión, tenía a Allen que parecía estar dispuesto a hacer lo que sea por Spero, y no parecía que fuera a apartarse por más que se lo pidiera. No podría soportar la carga que conllevaba arrastrar a alguien consigo al infierno. Spero había perdido a muchas personas ya, y no quería perder a nadie más, en el fondo, aun pensaba que todo era su culpa.
Entonces… yo solo… En realidad… él… solamente tenía miedo.
No era un “Héroe”, pero Ciel le había heredado un poco de la justicia de Ciel. Aquella noche que asesino a un humano por primera vez… lo hizo porque no pudo soportar la escena que estaba frente a sus ojos, esa horrenda escena que quedó grabada a fuego en su memoria. No pudo simplemente ignorarlo, y no encontró otra salida más que tomar la vida de aquel monstruo.
Decía no ser el mismo niño cobarde de antes, pero… solamente estaba huyendo de lo que pasaba frente a él. Si juraba venganza en nombre de Ciel contra esa persona que “arruino” su aparente “paz”, igualmente debía jurar pelear para alcanzarla nuevamente. No importaba si esas personas no eran de su misma especie, ellos formaban parte de este mundo y sufrían el día a día, incluso recurrieron a una alianza para poder sobrellevarlo. Aun sin comprenderlo, era su deber hacer algo. No por sí mismo, no por ellos, si no por su amigo que alguna vez lo dio todo sin esperar nada a cambio.
Pero era muy pronto para decidir… aun había muchas dudas rondando en la cabeza de Spero, tantas cosas que asimilar, tantas cosas nuevas que descubrir. Todo era nuevo para él. Podía manejarlo si solamente fuera un pequeño problema, pero… había todo un mundo ahí fuera esperándolo.
− ¿Debería pelear? – Preguntó Spero con un tono dudoso. − ¿Qué es lo que debo hacer? –
El Búho dejo de girar su cabeza y miro fijamente a Spero.
− Es eso lo que me intriga de ti. – Respondió el Búho. – Viviste en los peores días de la guerra, y te viste arrastrado a ella. Todos a tu alrededor murieron, y aun así no buscas vivir en paz por una vez en tu vida. Dejaste aquel lugar seguro que llamabas hogar para aventurarte a lo desconocido, con una endeble escusa de querer ver a tu amigo. Y ahora te has preparado para pelear, aun cuando nadie te lo ha pedido. Ciertamente eres prometedor, sé que me darás una interesante historia, y es por eso que me interesas, quiero saber qué es lo que harás, que depara tu futuro. –
− … − Spero se quedó en silencio, no dejaba de dudar.
− Un consejo, solo uno. – Dijo el Búho. – Un consejo no arruinará la historia, y al final seguirá como debe, con misterio en tus acciones, lo que lo hace divertido. –
− ¿Un consejo? – Preguntó Spero con confusión, era la primera vez que el Búho haría algo así.
− Si, solo uno. – Respondió el Búho. – No pierdas el tiempo, has tomado un camino, así que prepárate para lo que viene. –
− ¿Qué es lo que viene? –
*Knock, Knock*
Alguien golpeó la puerta, despertando a Spero al momento. Justo en la mejor parte.
− La comida ya está lista, estaré esperándolos abajo. – Dijo una voz, parecía ser la de Max.
La luz del día entraba por la pequeña ventana de la habitación, pero no era suficiente para despertar a Spero. ¿Qué es lo que viene? La duda permanecía en la cabeza de Spero.
− ¿Spero? – Llamó Allen desde la otra habitación. − ¿Estas despierto? –
− Oh… Umh… sí. – Respondió Spero volviendo en sí. − ¿Qué hay de ti? ¿Descansaste bien? –
− Si… llevo un par de horas despierto. – Como de costumbre, Allen era el primero en despertar.
− ¿Qué hay de Sirius? –
− Me mira fijamente. –
− Allen… tu… −
− ¿Si? –
− No… nada. – No pudo preguntarle. – Bajemos a comer. –
Como había dicho Max, estaba esperándolos debajo de las escaleras, frente a la puerta que guiaba a la cocina. Los saludo y abrió la puerta, entrando primero él, seguido de Spero, Allen y al final Sirius.
La cocina era amplia, y desprendía un olor bastante agradable. La combinación de diferentes especias, carne y demás cosas abría aún más el apetito. Es… impresionante. La cocina contaba con todo tipo de cosas, por un lado, había lo que parecía ser el lugar donde ponía una fogata para preparar algunas carnes; hoyas por montones que servían para preparar sopas; cucharones colgados por todo el lugar; incluso un horno completo para hornear su propio pan. Podría pasarle mi receta…
Y entonces llegaron a la otra puerta, la que conectaba con la casa de Sam. Max se paró frente a ella y cedió el paso. Era un hogar en todo el sentido de la palabra, y uno de muy buena apariencia. Un lugar amplio debido a que era una familia ciertamente grande, cuatro hijas y un hijo… necesitaban su espacio para cada uno. Al igual que el bar, contaba con dos pisos, pero esta vez no era necesario subir, puesto que el comedor estaba en el primer piso.
La cocina era una mesa algo pequeña, en comparación a lo que esperaba viniendo de una familia grande. Apenas había sillas suficientes para ellos. La forma de la mesa era rectangular, y se sentaban 4 personas de un lado y 3 de la otra. De las cuales ya estaban sentadas todas las hijas, unas más grandes y unas más pequeñas, la única de la cual conocía el nombre era de Evelyn. Las chicas estaban todas sentadas de un lado, mientras que Spero y Allen esperaban llegará Sam para comenzar con la comida. Max se sentó al lado contrario que sus hermanas.
Pasó cerca de dos minutos de silencio hasta que llegó Sam. Las hijas los miraban con miradas que se les dan a los extraños, lo que hacía que Spero se sintiera incomodo, mientras que Allen por su parte estaba de lo más normal y tranquilo.
− Oh, ya estaban aquí. – Dijo Sam sorprendido. Cargaba consigo una charola cubierta, y en la mesa ya había unas cuantas cosas puestas. Para ser un desayuno, había mucha comida.
Spero y Allen seguían de pie frente a la mesa, entonces Sam tomó asiento.
− Vamos, siéntense, siéntense. – Indicó Sam. Él se sentó junto a Max, y a su lado había un lugar vacío. Al lado de Sam se sentó Allen, y Sirius se quedó en el suelo.
Spero tomó la silla que estaba junto al lado de Allen e intento sentarse, pero Sam lo detuvo.
− No, ahí no vas tú. – Le dijo con una sonrisa. – Tú vas acá. –
Estas bromeando… ¿Cierto?
Sam pidió a sus hijas que se recorrieran, dejando un espacio al centro de ellas, en la cual puso una silla e indico a Spero para que se sentara ahí. Dos hijas de un lado, y dos del otro lado. Podía notar como era que Sam reía fuertemente por dentro.
La peor situación para Spero, estar rodeado de lindas chicas, chicas que no conocía y lo habían estado mirando durante un rato como un extraño. No podía evitar sentirse nervioso al respecto, era más de lo que podía manejar, pero tampoco podía simplemente irse del lugar.
Nadie había servido su comida, todo estaba cubierto y el único ruido era el de las pequeñas risas de Sam.
Cierto, falta su mujer. No podían comenzar su comida si faltaba alguien en el lugar, y esa persona era la esposa de Sam, mujer que aún no había conocido. Pero se estaba tardando, todos estaban en la mesa y ella aun no aparecía. Parecía ser algo normal, puesto que nadie decía nada.
Un ruido provino de las escaleras, y la mujer se hizo presente. Una mujer de tez aperlada; cabello largo y negro; una suave y fina sonrisa; ojos grandes y bellos, de un color café oscuro; estatura promedio; complexión esbelta. De ella habían heredado la belleza las chicas. No era de Sam, obviamente.
− ¿Tu eres el chico del que tanto hablaba mi esposo? – Preguntó la mujer.
− No… yo soy Allen. – Se había equivocado de persona. – Spero es él. –
¿Está sonriendo? ¿Está enojada? No podía leer su expresión, era una sonrisa, pero definitivamente no era una feliz, tampoco una de enojo, simplemente no podía leerla.
Tomó su asiento al lado de Sam, y comenzaron a servirse de comer. El platillo principal era la especialidad de Sam, Pollo. Un gran pollo, más grande de lo común, estaba sobre la mesa. Lo que le pareció extraño a Spero fue que no había visto a Sam cocinando en la cocina del bar, aparentemente tenían otra cocina aparte.
− Déjame te la presento. – Se puso de pie Sam. – Ella es Elive, mi amada esposa, madre de mis bellas hijas e hijo. –
− M-Mucho gusto. – Respondió Spero con algo de nerviosismo, no podía hablar bien entre tantas chicas.
− Mucho gusto. – Dijo Allen calmado.
− ¿Y? – Preguntó Elive. − ¿Qué hace entre nuestras hijas? –
Su tono no era la de alguien molesta, tampoco la de alguien confundida, ni alegre, nada, simplemente nada, no podía comprender cuál era su actitud.
− Me alegra que lo preguntaras querida. – Dijo Sam emocionado. – ¡Él será nuestro yerno! –
− ¿Eh? – Reaccionó Spero sorprendido.
Las hijas igualmente se sorprendieron, pero su reacción fue más silenciosa. Solo se podía notar en sus expresiones la confusión. Mientras tanto… Allen seguía comiendo tranquilo.
− Aunque… no te las he presentado. – Rascó su barbilla y se puso de pie. – Empecemos de derecha a izquierda. La primera es Idayana, la mayor de todas, 21 años. –
Idayana, una chica que no aparentaba su edad, joven con un cabello corto que llegaba solamente hasta sus hombros, al igual que sus hermanas era bella. Parecía tener un poco de maquillaje, a la que parecía importarle más su apariencia respecto a sus hermanas. Su cabello era un café oscuro, quizá el de Sam era igualmente de ese color, no podía saberlo, estaba calvo. Su estatura era el promedio en su rango de edad, era baja respecto a Spero. Sus ojos eran como los de su madre, grandes y cafés. Por lo que podía mirar de su actitud, era que era una chica reservada.
− Le sigue Evelyn, a ella ya la conoces. – Dijo Sam. – Luego estas tú, ya te conoces igualmente. Así que sigue Aky, es la más pequeña, tiene 18 años. –
Una chica con pelo largo como el de su madre, igualmente café oscuro. No parecía importarle mucho su apariencia, aunque no era como si no se cuidara, tenía la tez de su madre igualmente. Su estatura era baja en comparación a la de sus hermanas, aunque solamente por unos cuantos centímetros. De todas parecía ser la más alegre. Sus ojos eran asesinos como los de su padre, aunque en ella se miraban bien. Portaba una suave sonrisa como la de su madre, aunque en ella parecía ser de felicidad.
− Y, por último, Eby, ella tiene tu misma edad, 20 años. –
Una chica que no parecía estar conforme con lo que miraba. Igual tenía la misma estatura que Idayana; su cabello era corto, pero igualmente se lo recogía con un listón, haciendo una pequeña coleta, de color café oscuro; su tez igualmente era aperlada, aunque eso parecía ser igual en todas las hijas; sus ojos eran de un café claro, tenía fruncido el ceño, por lo que no sabía si eran grandes o pequeños; por como la miró podía decir que era la que menos paciencia tenía entre ellas. Un conjunto un tanto… variado.
− ¿Entonces? – Preguntó Sam. − ¿Cuál elijes? –
− “¿Cuál elijo?” Preguntas… – Preguntó Spero nervioso. – Agradezco la oferta, pero… no creo que eso sea posible. –
− ¿Estas despreciando a mis hijas? – Preguntó Elive sin cambiar su expresión.
− No, no, se equivoca. – Corrigió rápidamente Spero. – Es todo lo contrario, ellas son muy bellas, no creo ser un buen candidato. Aparte de que es muy repentino, y ellas posiblemente se opondrán. –
− ¿Pero qué dices Spero? – Interrumpió Sam con una carcajada. − ¡Solo mírate! Eres alto y tu cuerpo dice a gritos que has estado trabajado duro durante estos últimos años. –
Bueno… ciertamente lo he estado haciendo.
− Eres un buen chico. – Continuó Sam. – No tendría problema en dejar a alguna de mis niñas contigo, sé que serias un buen esposo, digno de confianza. –
Cada palabra que salía de la boca de Sam hacía sentir más incómodo a Spero, y aún más al ver que sus hijas no decían nada al respecto, era como si ellas lo aceptaran sin más, incluso Eby que parecía estar molesta. ¿Pero qué hay de su esposa? ¿No dirá nada?
− ¿Y a que te dedicas? – Preguntó Elive.
− ¿Yo? – Preguntó Spero. – Yo… no tengo oficio por ahora. Estuve viviendo apartado durante los últimos años, y apenas me voy poniendo al corriente con todo el tema. –
− Entonces no sirve. – Dijo bruscamente con su sonrisa ambigua.
− No seas tan estricta, cariño. – Dijo Sam algo sumiso. – Seguramente encontrará algo que hacer pronto. –
− Entonces hablaremos al respecto cuando lo haga. –
Dio por finalizada la plática abruptamente. Sam igualmente paró con el tema. Spero por fin pudo comenzar a comer, y Allen seguía normal y tranquilo.
Una vez terminaron de comer, las hijas de Sam recogieron las cosas; su esposa volvió al segundo piso; Max limpió la mesa, y Sam se quedó ahí mismo sentado. Al parecer, quería hablar de algo con Spero.
− Sabes… − Comenzó. – Mi esposa tiene algo de razón, entiendo que seas nuevo en la ciudad, y no es que te obligue a nada, pero… ¿Has pensado en que harás? –
Claro que lo había pensado, todo el tiempo había estado pensando en ello, no había momento en que no pensara en ello. Pero la respuesta no se hacía presente, cada vez era más distante.
− Las posadas cobran 10 platas la noche. – Dijo Sam. – No es que te pida que te vayas, al contrario, me encantaría que te quedaras por aquí durante un tiempo, pero… sé que eso probablemente no esté en tus planes. Puedes reservar unas habitaciones desde ahora, para que en la noche no tengas problemas. –
− Gracias por el consejo. – Eso quitaba un problema de encima.
− Con un oro es suficiente para que vivas el día a día – Dijo Sam. – Aunque respecto a la comida, siempre puedes venir a cenar aquí, no te cobrare si no tienes dinero. –
 Un oro… Aun le quedaban 2 oros y 20 platas. Suficiente para sobrevivir por un poco más.
− Hay muchos oficios, puedes practicar cualquiera, te ofrecería trabajo aquí, pero… −
− Lo entiendo, ya hay mucha gente. – Interrumpió Spero con una sonrisa comprensiva.
− Agradezco que lo entiendas. –
Había una variedad de cosas que Spero podía hacer, aprendió a tallar figuras es madera, las cuales se vendían realmente bien; aprendió de agricultura, por lo que podía trabajar en el campo sin problemas; perfeccionó su propia receta de pan, por lo que podía trabajar como panadero. Pero… nada de eso cumpliría su objetivo actual. Era lo que lo mantenía para seguir adelante. Aunque no tomará la vida del causante de la explosión, o si este yacía muerto, quería tener respuestas. Entender las razones por lo que sucedió, y una vez ahí… decidir qué era lo que debía hacer después. No podía simplemente abandonar su objetivo a medias, debía acabarlo.
− Supongo que daré una vuelta a la Sala de misiones. – Dijo Spero.
Sam bajo su cabeza, como si no estuviera del todo de acuerdo.
− Temía que dijeras eso. – Dijo Sam en voz baja. – Sabes… mi niño Max, él tiene apenas 15 años. Cada que lo veo, me recuerda a ustedes en aquella época, como se esforzaban para seguir adelante. Pese a sus apariencias… seguían siendo solo unos niños que fueron arrastrados a la guerra. Temo por que un día tenga que ver a mi hijo ser arrastrado por una nueva guerra… realmente temo por ello. No te detendré si es lo que deseas… pero me gustaría que… no volvieras a esa vida nuevamente.
Sam…
− No tiene que preocuparse. – Irrumpió Allen. – No dejare que nada le suceda, lo protegeré con mi vida si es necesario. –
Sam comenzó a reír levemente sin levantar su cabeza.
− Es justo como él… − Dijo Sam. – Realmente tienes buenos amigos. –
Claro que los tengo… Si para algo era bueno Spero, era para conocer gente amable, gente en la cual confiar, y gente a quien apreciar.
Spero se despidió de Sam, quería aprovechar el resto del día para analizar las propuestas que tenía la Sala de misiones, y si había algo que le atrajera, tomarla y prepararse. Allen cargó a Sirius en sus brazos y se despidió igualmente.
La casa de Sam, que curiosamente no estaba en la zona residencial, tenía una salida sin tener que pasar por la cocina nuevamente.
Una vez en la puerta, Sam lo detuvo un momento, titubeó un poco y entonces lo miró.
− Asegúrate de volver. – Dijo Sam.
− Claro. – Respondió Spero animado. – Tengo buenos compañeros conmigo. –
Llegaron a la sala de misiones cerca de medio día, el lugar estaba tan animado como siempre o incluso un poco más. El ruido inundaba toda la sala, no había lugar en el que no hubiera movimiento. Gente saliendo de las habitaciones que estaban aparte, las recepcionistas estaban atareadas de tanta gente moviéndose. Gente subía y bajaba del segundo piso, no había tranquilidad ni por un minuto.
Primero hay que subir. Las misiones estaban en el segundo piso, por lo que era el lugar al que había que dirigirse. Recordó algo momentáneamente, nuevamente estaba tomando las decisiones sin tomar la opinión de Allen, aunque no solía oponerse nunca. Pero si quiero conocerlo mejor… Debía al menos demostrar que le importaba su opinión.
− Allen ¿Estas bien con esto? – Preguntó Spero.
− Claro. – Respondió casi instantáneamente. – Pero… −
¿” Pero”?
− Creo que… − Titubeaba un poco en lo que quería decir. – Bueno, deberías escoger lo que te parezca mejor. –
Al final no lo dijo.
− Vamos, dilo, quiero escuchar tu opinión. – Insistió Spero.
− Yo diría que lo mejor sería… − Respondió Allen con algo de duda. – No arriesgarnos tanto… hay muchas cosas que no conocemos del nuevo mundo, así que… deberíamos ir por lo fácil por ahora. –
− Buena idea. – Dijo Spero con una sonrisa. Estaba alegre de la sugerencia cuidadosa de Allen.
Él ya lo había pensado, iba a elegir una misión que fuera relativamente fácil para conocer un poco los alrededores y como era que todo funcionaba. No era solamente su vida la que pendía de su decisión, por lo que no podía elegir una que dijera que fueran a derrocar un gobierno corrupto o algo así para iniciar. Matar igualmente era algo… difícil por el momento, no estaban familiarizados con las nuevas bestias, por lo que pensó en elegir una misión un tanto más simple que eso.
Al llegar al segundo piso, había un montón de tableros con misiones de todo tipo, algunos estaban cubiertos por gente, otros un tanto vacíos, y unos medianamente llenos.
Se dirigieron al que estaba más vacío de todos. Misiones fáciles que nadie quiere quizá… Todo lo contrario, las misiones eran ridículamente peligrosas. “Traer el núcleo de un golem del desierto”, “Brindar pruebas de la existencia de dragones, y de lo posible, su cabeza”, “Ser conejillo de indias en mi laboratorio.”. Las recompensas de las misiones igualmente eran ridículamente altas, 1000 oros no era un chiste por lo que habían visto. Algunas alcanzaban hasta los 5000 oros, o incluso más, no las checaron todas. Aun no estamos preparados para ello…
Spero se las arregló para abrirse paso entre la gente que estaba en el tablero que tenía la mayor cantidad de gente. En ellas estaban misiones que parecían ser medianamente razonables. “Asesinar una jauría de Hellhounds que rondan a las afueras de Austrias.”, “Goblins atacan mi pueblo, requerimos de ayuda.”, “Necesito unos materiales de las montañas Ormas, contacten conmigo.” Cosas que seguían siendo extrañas, pero parecían ser más accesibles para las personas. Pero siguen siendo un tanto… complicadas.  No conocía ni una de las locaciones que decían las misiones. La recompensa igualmente variaba llegando a un máximo de 500 oros, una recompensa igualmente buena, pero no tanto como la de las primeras misiones que miraron. Aunque en su mayoría eran recompensas pequeñas como 10-50 oros como media.
Y, por último, el tablero que no tenía mucha gente en él. Esto… me parece mejor.
Las misiones del tablero eran simples, recolectar unas cuantas cosas de lugares cercanos; ayudar a probar armas experimentales de una forma no dolorosa al parecer; escoltar una caravana de suministros por la ruta comercial… Eso suena bien. Podía irse por la misión de recolectar cosas, pero no era muy interesante, igualmente la de probar armas era… poco informativa para ellos. Quería conocer un poco más de las afueras ya que tenía la oportunidad, por lo que conocer una ciudad vecina le venía bien, y más ganando dinero por ello. No mencionaba en ninguna parte del contrato que necesitarían pelear, puesto que era una ruta comercial segura, solamente era un extra por si acaso sucedía un imprevisto.
− ¿Qué te parece a ti? – Preguntó a Allen.
− Suena bien. – Respondió.
Entonces, está decidido. Una misión que les ayudaría a conocer un poco de las afueras y a la vez les pagarían por ello… era algo bueno, más aún al no tener riesgo. El pago igualmente era relativamente bueno para lo que iban a hacer. Se les pagaría 1 oro por persona que participará, con un máximo de 4 personas. Aunque parece mucho el pago. Arrancó la hoja del tablero y bajo al primero piso, pensó que quizá así se hacían las cosas por ahí, o al menos eso era lo que todos estaban haciendo. Al decidirse por una misión, tomaban el papel del requisito y bajaban.
Las cosas seguían igual que antes abajo, las recepcionistas tenían mucho trabajo y se repartían a la mayor parte de personas. Al parecer, al tomar una misión debías informar a una recepcionista para que informara que esta ya estaba tomada y tomar datos de las personas que fueran a participar o llevarla a cabo.
Spero se formó en una de las filas, mientras que Allen esperó nuevamente sentado junto a Sirius en uno de los sillones. Pero la fila no parecía terminarse, y las recepcionistas hacían lo más que podían para terminar rápido con los presentes. Algunos eran molestos a simple vista, parecían intentar regatear la recompensa y otros coqueteaban con las recepcionistas, haciendo aún más lento el proceso.
No todas las “cajas” estaban abiertas, algunas recepcionistas parecían estar en su descanso, o simplemente no contaban con el personal suficiente. Y entonces, alguien lo llamó.
− ¡Spero! – Giró su cabeza y era Sky, estaba en ropa casual. – Sabia que vendrías. –
¿Lo sabía?
− Oh… hola. – Saludó Spero.
− Ven un momento. – Lo sacó de la fila y lo llevo a una de las cajas que estaban cerradas. – Que suerte encontrarte justo ahora. Es mi día de descanso, pero pensé que al final te decidirías por tomar una misión, por lo que vine a echar un vistazo, y acerté, ¡Viniste! –
− Oh… si, lo hice. – Spero no comprendía la confianza con la que ella se dirigía a él.
− Espera un momento. – Se puso detrás de la caja, y hablo con una de sus compañeras. Spero no sabía leer labios, por lo que no entendió nada de lo que dijo. – Yo me encargaré de ti. –
− ¿No es tu día de descanso? – Preguntó Spero confundido.
− Acabo de pedir permiso para atenderte. – Dijo Sky con una sonrisa.
− ¿No será un problema? – Preguntó Spero aún más preocupado. – Hay un montón de gente esperando su turno, y al ver que recibo un trato especial… me fulminan con su mirada. –
La gente miraba con odio a Spero por adelantarse en su fila, y hacer que una chica que se encontraba en su descanso lo atendiera especialmente a él. “Celos” la palabra perfecta para describir lo que sentían todos alrededor.
− Vamos, vamos, no seas tan modesto. – Dijo Sky bromeando con Spero. ¿Por qué tomó tanta confianza? – Es tu primer misión, obviamente debes tener un trato especial, no quiero que mueras a la primera, me sentiría muy triste. –
¿Triste? Es solo una escolta…
− Dame el papel. – Pidió Sky. – Veamos… bla bla bla… escoltarme… bla bla bla, entiendo. Recompensa de 1 oro por persona. ¿Cuántos son? –
− Dos personas y un perro. –
− Ya veo… ya veo… − Parecía estar llenando una formula. − ¿Nombres? –
− Allen y Spero. –
− Ok… − Continuaba llenando. − ¿Alguien a quien informar en caso de muerte? –
¿En caso de muerte?
− Es una formalidad, sin importar la dificultad de la misión, debemos poner a alguien en caso de que un mercenario muera. – Aclaró Sky. – Su cuerpo es entregado, o bueno, lo que quede de él. De lo contrario se manda a una fosa común. –
Lo decía con una tranquilidad preocupante, tenía experiencia en su trabajo.
Spero no tenía a alguien a quien informar, entonces recordó a Core. Dio sus datos y los de Sam, en caso de que le pasará algo.
− Muy bien. – Dijo golpeando la formula con un sello. – Todo listo, la recompensa se dará una vez se complete la misión en este mismo establecimiento. Debe estar sellada por el que emitió esta petición para comprobar que todo salió como era debido. El comerciante está esperando en el muro que lleva al exterior por la parte norte, sigue de este distrito todo directo, ahí se encuentra la entrada principal y la ruta de comercio. Se irá en unas dos horas más y al parecer la misión durará cerca de un día debido a la distancia entre ciudades. –
− Ya veo… muchas gracias por todo, nos vemos. – Dijo Spero y antes de que se retirará Sky lo detuvo del brazo.
− Un momento, aun no acabo. –
− ¿Eso no era todo? –
− Aun no acabo de hablar contigo. –
− ¿Si? – Spero se encontraba algo nervioso, su confianza había llegado a otro limite que él no conocía.
− Me preocupa que mueras. – Dijo nuevamente Sky. – Sé que estarás confundido por la forma en que actuó, pero… es normal que mucha gente muera en misiones, aun sin importar la dificultad de estas, suelen confiarse por lo que dice el papel que van sin preparación. ¿Ya fuiste a la biblioteca…? Por supuesto que no… Te compré un par de medicinas curativas para ti y tu amigo, al igual que una enciclopedia de bestias básicas. No quiero perderte en la primera misión, no quiero perder más gente. –
Obviamente la gente moría, las misiones de caza requerían arriesgar su propia vida en cambio de una recompensa, y los que las elegían lo sabían. Pero era cierto, por un momento Spero se confió de que la misión seria relativamente fácil, pero las cosas siempre tienden a ir mal cuando él está presente. Un error pequeño puede terminar en la muerte. Y alguien como Sky, puede que haya visto más de lo necesario.
− La medicina… ¿Cómo se usa? – Preguntó Spero, era la primera vez que veía esa sustancia. Era espesa y verde dentro de un pequeño frasco.
− Cierto, que eres nuevo. – Respondió Sky volviendo en sí. – Solo frótala en la herida y sanará más rápido, es medicina de los elfos. –
Suena simple.
− Ahora si sería todo… − Dijo Sky. – Veo que te conseguiste equipo… pensaba conseguirte un poco, pero no pude conseguir nada bueno. –
− N-No hay problema. – Su preocupación llegaba muy lejos. – Es suficiente con la ayuda que me has dado. Me asegurare de volver completo. –
Sky sonrió abandonó la caja, “Sigue siendo mi día libre, así que intentare aprovecharlo” Dijo antes despidiéndose.
Según lo dicho por Sky, les quedaban dos horas para prepararse, ya tenían sus cosas a mano, vestían sus armaduras, sus armas estaban listas y conocían la dirección para llegar con el contratista. Solo restaba una cosa… provisiones y comida.
La distancia entre distritos era algo larga, y el tiempo poco como para visitar dos extremos, por lo que debían separarse.
− Yo iré a reservar una posada. – Sugirió Spero. − ¿Puedes ir al bazar y comprar unas cuantas frutas y comida? –
− Claro. – Aceptó instantáneamente.
Todo listo… supongo. Dos horas para que su primer misión comenzara. Dos horas para conocer el nuevo mundo.
− Bueno, en marcha. – Dijo Spero. – Nos vemos en la salida en dos horas. −

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