La Profecía del Héroe - Capitulo 20: Bienvenidos al nuevo mundo
Costo de reservación en posada de clase media:
20 platas por habitación doble.
Gastos del bazar: 10 platas.
−
¡Tarde! ¡Tarde, tarde, tarde, tarde! Llegan tarde. – Exclamó el Comerciante que
hizo la petición.
El comerciante
era un hombre ya algo grande, con la apariencia típica del viejo necio.
− Pero
aún faltan 20 minutos para que salgamos. – Dijo Spero algo confundido.
− Pues
debieron llegar 30 minutos antes. – No se iba a retractar. – Poco más y me iba
sin ustedes, ni ganas de pagarles me dan. –
−
Entonces no haremos el trabajo. – Respondió Allen. – Podemos buscar algo más. –
El
comerciante miró a todos lados nervioso, dio un gran trago de saliva y dejo
salir un fuerte suspiro.
− Bueno,
si no los acepto me culparán en la Sala de misiones. – No parecía querer ceder
ni un poco. – Así que vamos, suban sus cosas y
prepárense. –
El
comerciante estaba al frente de dos carretas. La del frente, que era la
principal tirada por caballos, era grande y funcionaba igualmente como un lugar
en el cual descansar; estaba cubierta por una tela en forma de arco que
ocultaba todo el interior, y con un montón de cajas dentro de ella, dejando
apenas espacio para que ellos subieran. La segunda carreta era tirada por la
primera, su tamaño era considerablemente más pequeña y solo portaba unas
cuantas cosas, igualmente en cajas, pero menos pesadas. Todo era tirado por dos
grandes caballos, criados especialmente para tirar de carretas.
Spero
portaba la armadura que había comprado; en su espalda tenía su escudo y debajo
de este su quiver con flechas; su espada estaba envainada en su costado y en
uno de los hombros cargaba su arco; en el otro hombro cargaba su mochila con
unas cuantas cosas, entre las cuales se encontraba las medicinas que le había
provisto Sky.
Allen
igualmente estaba portando su armadura de cuero; escondía sus dagas debajo de
las mangas, tan bien escondidas que era difícil darse cuenta que las tenía ahí;
a su costado tenía la Katana que le había regalado Spero; y en su espalda
cargaba una mochila con provisiones. Su traje igualmente contaba con una
capucha, pero no solía usarla, era difícil con su largo pelo, y algo molesto. A
un lado de él, estaba Sirius.
Subieron
en la primera carreta, parecían simples pasajeros en vez de los guardias. El
comerciante estaba al frente de todo, sentado en una tabla guiando los
caballos. Dejaron sus provisiones sobre el suelo de la carreta, y esperaron a
que todo se pusiera en marcha.
A los
alrededores no había ninguna otra carreta, algo extraño puesto que se
encontraban en la ruta comercial.
− Hoy
solamente salgo yo. – Resolvió la duda el comerciante. – Olvide hacer mis
entregas ayer, así que tenemos que ir con prisa, así que no me estorben. –
Al
parecer, los comerciantes tenían sus propios horarios y días de trabajo
establecidos.
No todos
iban al mismo lugar, pero usaban la misma ruta para iniciar el viaje, luego se
separaban en uno de los muchos caminos dependiendo a la ciudad a la que se
debían dirigir, o si pensaban hacer alguna parada en algún pueblo. Todo estaba
señalizado al parecer, aunque aún no se ponían en marcha. Todo era información
vaga que el comerciante parecía no querer explicar del todo.
10… 20…
30 minutos pasaron, y abrieron la puerta principal, era hora de ponerse en
marcha.
Ya que
había horarios establecidos para utilizar la ruta de comercio, el comerciante
tuvo que solicitar una orden especial para transitar aun fuera de horarios de
trabajo. Y por ello mismo se encontraba con urgencia, estaba retrasado en sus
encargos, puesto que él trabajaba bajo encargo para las demás ciudades.
El
destino era solamente uno, y no habrían paradas en el viaje más que para
descansar si es que se hacía realmente pesado el viaje. La ciudad a la que se dirigían era una
llamada Atlova, era una de las nuevas fundaciones de la Alianza. La ciudad aún
estaba en crecimiento, y los pedidos eran grandes y frecuentes, aunque
esperaban en algún momento no depender únicamente de exportaciones, ya que
estas tenían un gran costo y no eran rentables a largo plazo.
Las
ciudades igualmente tenían un gobernante, y dicho gobernante servía a los tres
líderes de la alianza: El gobernador de Frontera, el líder de los elfos, y el
líder de los enanos. Cada uno de ellos gobernaba sobre sus razas y hablaba por
ellos. El líder de los elfos se encontraba en la capital elfica, y
ocasionalmente hacían reuniones estratégicas con el gobernador de Frontera.
Mientras que el paradero del líder de los enanos era un tanto misterioso, no
solía estar mucho tiempo en el mismo lugar, y solamente se hacía presente en
las reuniones. Los enanos no parecían tener una capital o en si una ciudad
propia.
El viaje
no era rápido ni lento, pero si cansado, puesto que estaban sentados sobre
madera y con ropa poco cómoda, solían cansarse de estar ahí, bajaban de la
carreta y comenzaban a caminar un poco.
−
¡Súbanse, maldita sea! – Gritaba molesto el comerciante. − ¿Qué hare si los
dejo atrás? –
Aunque
para ellos era realmente fácil alcanzarlo.
La
misión era exactamente como había pensado Spero, tranquila y sin problema
alguno. Llevaban horas viajando y no habían encontrado ni un problema, lo cual
era de esperar tomando en cuenta que era una ruta que se usaba usualmente para
comercios, por lo que debía ser segura.
Lo único
rescatable del viaje, era que el paisaje era realmente bello. El uso constante
de esa ruta había creado un camino rodeado de hierba, como un sendero
artificial. Pasaban por bosques, praderas, lagos y unos tantos paisajes más.
Podían mirar como corrían unos cuantos animales alrededor sin temor a ellos.
Por lo
que miraban, el “Nuevo mundo” no era realmente algo fuera de lo común. Habían
sido advertidos de los peligros que se encontraban fuera de las murallas, pero
aun no habían encontrado nada peligroso y las criaturas seguían siendo las
mismas que habían visto toda su vida.
Excluyendo
las nuevas extensiones de tierras, elfos y enanos, el “Nuevo mundo” no parecía
algo tan impresionante. Aunque ya lo había explicado antes Sky, el mundo aún no
estaba todo descubierto, incluso habían visto un mapa, del cual solo un poco
estaba cartografiado y unas tantas cosas más estaban incompletas. En dicho
mapa, igualmente se miraba una masa de agua que llamaban “Mar”. Espero algún día poder llevarlo.
Tres…
cuatro… cinco... seis horas. La noche se hizo presente.
El
comerciante se comenzaba a tambalear en y parecía próximo a caer dormido, pero
seguía intentando ponerse firme, quería hacer sus entregas con el menor tiempo
posible, incluso si eso le costaba las noches de sueño. Por su lado, Allen y
Spero estaban de lo mejor, dormir o no dormir, realmente no era un problema
para ellos si se lo proponían.
−
Debería descansar un poco. – Sugirió amablemente Spero al comerciante.
− ¡No me
digas que hacer! – Respondió de forma brusca. – Pue… puedo seguir despierto sin
problemas. –
Bostezaba
entre palabras. Claro que si anciano…
− No sea
necio, será un problema si se queda dormido mientras guía a los caballos. –
Insistía Spero.
− ¡Tu no
seas necio! – Gritó el comerciante. – Mira que darme ordenes, llevo años en esto,
mi padre fue comerciante, y su padre también, y el padre de su padre… sé cómo
hacer mi trabajo, se cuánto puedo durar despierto. –
Veinte
minutos después el comerciante orilló las carretas, no era un lugar marcado
como de descanso para los viajeros, si es que había alguno, pero parecía lo
suficientemente tranquilo como para pasar la noche ahí.
Subió a
la carreta principal y movió unas cuantas cajas, intentando hacer espacio.
Allen y Spero seguían arriba de la carreta, lo miraban intentando averiguar qué
era lo que intentaba hacer.
Y
entonces terminó. Hizo suficiente espacio para poner una sábana en el pequeño
espacio y se recostó sobre ella, entonces miró a ambos fijamente, y ellos
hicieron lo mismo.
− ¿Qué
quieren? – Preguntó el comerciante. – Salgan a cuidar las carretas, para eso
les pago. –
La forma
de hablar del comerciante era molesta, pero ciertamente ese era el trabajo de
ellos, cuidar de las carretas.
En todo
el viaje, no habían mirado a ningún tipo de bestia o animal agresivo, había
sido un viaje tranquilo, demasiado que lo volvía preocupante. Tampoco habían
sentido a alguien siguiéndolos o escuchado ruidos, lo que volvía todo aún más
preocupante. Aunque sus preocupaciones podían deberse única y sencillamente a
su inexperiencia.
El
comerciante no era molesto únicamente por su actitud, sus ronquidos eran
igualmente molestos y ruidosos. La tela no era suficiente para suprimir el
ruido ensordecedor de sus ronquidos.
− Puedo
matarlo si así lo quieres. – Sugirió Allen de una forma que parecía hablar en
serio.
− ¿Luego
quién nos pagará? – Preguntó Spero.
Otra
opción era simplemente abandonar la misión en medio de la noche, y si por
azares del destino el comerciante terminaba siendo devorado por una jauría de
lobos… no sería técnicamente su culpa. Bueno,
en cierta forma si lo seria, digo, es nuestra misión protegerlo.
Sin
opciones para deshacerse de la molestia que era el comerciante, acordaron
descansar por turnos, puesto que, aunque podían sobrevivir sin dormir, en caso
de problemas seria… un problema la falta de sueño.
La falta
de sueño podía afectar gravemente en caso de alguna pelea. Sus movimientos no
serían coordinados; su resistencia decaería gravemente; sus reacciones serían
más lentas. No podían permitirse el no dormir, debían hacerlo, aunque sea un
poco. Siendo Spero el primero en hacer guardia.
Eran ya
cerca de las 9 de la noche ¿Cómo lo sabían? Realmente no lo sabían, solamente
eran suposiciones basadas en la hora de partida y el tiempo que habían sentido
que había pasado, añadiendo el hecho de que estaba realmente oscuro y tenían
sueño. Había relojes, pero eran realmente grandes como para ser transportados
con ellos, y también tenían un alto precio, y no los miraban tan
indispensables, por lo que no pensaron en obtener uno ni siquiera en caso de
obtener una vivienda. Instinto puro y duro, así se habían aventurado desde el
inicio.
Primera hora… sin cambios. Una noche tranquila, ignorando los ronquidos del comerciante, claro.
Spero daba unas cuantas caminatas alrededor, verificando si es que había algo o
alguien cerca que pudiese ser un peligro, pero no había nada.
Segunda hora… sin cambios. Todo seguía en su lugar, y la gente descansaba plácidamente.
Cuarta hora… escuché un ruido. Escuchó unas cuantas ramas rompiéndose cerca de unos árboles, pero pudo
haber sido causado por simples animales, aunque aun siendo animales, podía
tratarse de alguno peligroso, por lo que se acercó. Es… Era un conejo, el cual corrió apenas miró a Spero.
Quinta hora… malditos conejos, no dejan de correr. El conejo de la hora anterior solamente fue una advertencia. Mas conejos
se hicieron presentes, haciendo todo tipo de ruidos entre los árboles. No era
lo suficientemente ruidoso como para no dejar dormir, pero si era un tanto
molesto ya que eran difícil de ignorar, más si estabas de guardia.
Séptima hora… ¿Sin cambios? Los conejos habían dejado de hacer ruido, y Spero había dejado de dar
rondas, ya que eso solamente ahuyentaba a los conejos, que por consiguiente
hacían más ruido.
Octava hora… hora de un cambio.
Allen se
despertó, y pidió un cambio. Se sentía algo apenado por dormir tanto, pero
igualmente Spero no lo había querido despertar debido a que parecía que Allen
no dormía mucho.
Sin
perder mucho tiempo, Spero se recostó sobre el suelo y cayó dormido
rápidamente.
No hubo
tiempo siquiera para sueños extraños.
−
¡Despierta! – Gritó el comerciante. − ¿Cuándo más piensas dormir? –
El sol
comenzaba a salir, y haciendo unos cuantos cálculos, intuyó que eran cerca de
las siete de la mañana. Se encontraba algo aturdido por despertar tan
repentinamente, pero logró mirar un par de cosas. Al comerciante con una cara
de molestia, y a Allen con una cara de pena.
− Lo
siento. – Fue lo único que Allen pudo decir.
− No hay
problema. – Respondió Spero, aunque le dolía un poco la cabeza por el poco
sueño que obtuvo y ser despertado tras poco tiempo.
− Deja
eso de disculpas para luego. – Interrumpió el comerciante. – Suban a la
carreta, ya vamos tarde. –
Subieron
rápidamente, y el comerciante no perdió ni un segundo en ponerse en marcha, los
caballos galoparon increíblemente rápido.
−
Maldición, todo porque ustedes duermen demasiado. – Seguía maldiciendo y
culpándolos. – Tendremos que tomar un atajo. –
Un atajo… me da mala espina.
Aun con la
mala espina, el camino que se suponía era un “atajo” tenía igualmente un
sendero marcado, como si fuese usado regularmente. Lo cual bajo un poco la
preocupación de Spero al respecto. Si era usado regularmente, la probabilidad
de que surgieran problemas aun sin ser la ruta comercial segura eran bajos.
− ¿Qué
haremos después? – Preguntó Allen rompiendo el silencio.
−
¿Después? – Respondió Spero confundido a la repentina pregunta. − ¿A qué te
refieres? –
−
Después de esta misión… ¿Qué piensas hacer? ¿Qué es lo que haremos? – Después…
Su plan
llegaba únicamente hasta ese momento, realizar una misión y mirar un poco más
allá. Pero… no se había planteado un siguiente paso, algo que le siguiera, algo
más grande que vivir el día a día. Nada…
absolutamente nada.
− ¿Qué
es lo que quieres hacer tu? – Evadió la pregunta.
− … −
− Lo
supuse. – No respondió nada como era de costumbre.
− Te
seguiré hagas lo que hagas, incluso si no haces nada. – Dijo Allen.
Spero no
dudaba de las palabras de Allen. Incluso si Spero se convertía en un vagabundo
que mendigaba por comida, Allen lo seguiría; incluso si Spero se volvía un
asesino serial que mataba únicamente por placer, Allen lo apoyaría; incluso si
Spero… Allen estaría ahí. Por lo que ya no podía tomar el camino fácil y vagar
sin rumbo.
“Prepárate.”
Recordó Spero, las palabras del Búho.
Sirius alzó rápidamente su cabeza, y apuntó
fuera de la carreta a través de la tela. No gruño ni ladró como de costumbre,
pero esa era la señal de que algo estaba cerca.
−
¡AAAAGH! – Gritó el comerciante, un grito de dolor. − ¡MALDICION, DUELE! –
El
comerciante dio un salto dentro de la carreta, cayendo fuertemente sobre las
cajas de provisiones que transportaba.
En su
brazo derecho había encajadas tres flechas, de las cuales comenzaba a fluir
mucha sangre, cosa que tomó por sorpresa a Spero, quien no reaccionó al
momento.
− ¡Deja
de mirar y has algo! – Gritó el comerciante, y entonces reaccionó.
−
¡Allen! – Pero él ya se había ido. – Maldición. –
Los
caballos pararon rápidamente, estaban entrenados para no alterarse incluso si
el que los guiaba era atacado, pero… ¿Quién los había atacado? No podía
escuchar nada a los alrededores, nada más que los gritos de dolor del
comerciante.
No puedo simplemente sacarlas así. Si las sacaba corría peligro de desangrarse. Spero sabía bien como había
que tratar las heridas por flecha, puesto que el ya había recibido una. Pero
estaba algo aturdido por la falta de sueño y la situación imprevista.
La medicina. Spero
tomó su mochila y sacó uno de los frascos que contenía la extraña sustancia.
− Eso,
úsalo en mí. – Indicó desesperado el comerciante, parecía saber algo sobre el
uso de las medicinas que le había proporcionado Sky. – Te lo pagaré luego. –
Entre
las cosas que transportaba el comerciante había unas telas. Spero tomó una de
ellas y la rasgo para hacer una venda; abrió el frasco con sustancia verde, era
algo espesa, y la vertió en la tela. Tomó un pequeño trozo de madera que había
en el suelo y se lo puso en la boca al comerciante.
− Esto
dolerá un poco. – Dijo Spero.
Las
flechas habían atravesado profundo en el brazo; la flecha más alta había dado
en el hombro, unos pocos centímetros más y hubiera sido el final del camino
para él. Spero tomó con fuerza la primera flecha, la que estaba hasta arriba, y
miró fijamente al comerciante. Estaba sudando y retorciéndose de dolor, se le
salían las lágrimas. ¿Un poco? Y
entonces la arrancó con fuerza.
−
¡MALDICIOOOOOOON! – Gritó el comerciante soltando el trozo de madera. – ¡DUELE,
DUELE MUCHO! –
− ¡Claro
que duele! – Gritó Spero. – ¡Ahora, muerde la madera o dolerá aún más! –
Sin
perder mucho tiempo, Spero tomó la siguiente flecha y la arrancó con fuerza,
haciendo que el comerciante llorara como un pequeño niño. Luego fue por la
tercera y la última, no podía perder mucho tiempo, la sangre comenzaba a fluir
rápidamente y si perdía mucha podía provocarle la muerte.
− Solo
una más. – Dijo Spero intentando calmarlo.
Y la
arrancó. Sin perder mucho tiempo, casi instantáneo, puso la medicina y amarró
con fuerza la venda en el brazo del comerciante. El comerciante se comenzó a
calmar rápidamente en cuanto puso la medicina, parecía tener un efecto
tranquilizante, aunque el dolor seguía siendo punzante y doloroso. Comerciante listo.
Con el
comerciante estabilizado, Spero indico que se agachara o se quedara tirado
sobre el suelo, y en lo posible, que se ocultara entre las cajas. Y solo
restaba algo… el atacante. No escuchaba pasos alrededor, como si se hubiesen
percatado de que el comerciante no era el único a bordo y no fueron
directamente a por los suministros.
Sirius
no había desaparecido, se mantenía dentro de la carroza girando su cabeza a
todos lados, como si estuviese olfateando algo. Y entonces se detuvo. Apunto a
las 3 en punto, lado en el que se encontraba Spero. ¿Entonces es ahí?
Aun
sabiendo medianamente la posición del enemigo, no podía salir sin más, no sabía
quién o que los estaba atacando. Pero tenía el intelecto suficiente para
deshacerse únicamente del conductor de la carreta y no de los caballos, puesto
que eso dificultaría el transporte de los suministros. Aunque no eran realmente
hábiles, ya que no lo habían acabado de un golpe, incluso habían disparado tres
flechas dando prácticamente en el mismo lugar. Aunque había la posibilidad de
que fueran tres enemigos, puesto que las flechas habían dado en un lapso de
tiempo realmente corto.
Tres,
cuatro o cinco, incluso uno podía ser un problema. Pero de nada servía quedarse
ahí agachado esperando a que fueran y lo atacaran, incluso Allen se había
adelantado y desaparecido en cuestión de segundos… o quizá había huido. No, él no haría eso.
El arco
no le sería útil, puesto que no sabía de donde provenían los ataques, o si
solamente estaba un enemigo. Debía salir defendiéndose, y más aún al no tener
casco. Un tiro y todo se acaba.
Dejo la mochila, el quiver y su
arco en la carreta, tomó el escudo en su mano izquierda y desenvainó su espada.
− Deséame suerte, Sirius. –
Dio un brinco
fuera de la carreta y alzó su escudo poco más arriba de su barbilla, lo
suficientemente alto para poder mirar sobre él y cubrir su rostro en caso de
que lanzaran una flecha.
Diez segundos… Spero se
mantenía en constante movimiento alrededor de la carreta, tampoco podía
alejarse mucho con el comerciante herido. Veinte
segundos… Pero nada sucedía, no había rastros de Allen, tampoco del
enemigo. Treinta segundos… Su corazón
comenzaba a latir rápidamente, y no era para menos, su vida estaba en juego. Cuarenta…
Una flecha
voló rápidamente hacia Spero, golpeando directamente a su escudo. ¡Ahí esta! Una pequeña silueta comenzó a
correr rápidamente entre los arboles de alrededor, escondiéndose y lanzando
flechas rápidamente, aunque no parecían venir de un arco, y eran
considerablemente más rápidas. Eso es… Era
una ballesta, una de las armas nuevas que Spero había visto en Frontera.
− ¡Gwa!
– Gritó alguien detrás de Spero, una voz chillona e irreconocible.
Spero
giró rápidamente, y ahí estaba… el enemigo. Eso
es… ¿un goblin?
Spero
había leído sobre ellos en la enciclopedia que Sky le había regalado. Los
goblins eran pequeños humanoides verdosos, algo versátiles y de inteligencia
primitiva. Eran agresivos ante los humanos y buscaban satisfacer sus
necesidades, ante todo, lo que los derivaba a atacar carretas de suministros de
los mercaderes, y en casos más extremos, se lograban organizar para atacar
pequeños pueblos con poca protección. No eran lo suficientemente inteligentes
como para comunicarse con los humanos o interactuar, pero si lo hacían entre
ellos.
El que estaba
detrás de Spero era un pequeño goblin panzón, de alrededor de 1.2mts de altura.
Portaba una pequeña hacha de leñador y un escudo rodela; así mismo tenía un
casco que cubría únicamente la parte superior de su cráneo, y en él estaba
incrustado únicamente un cuerno. Sus dientes eran afilados y puntiagudos,
parecían ser capaces de ser usados como arma; sus ojos eran de un negro oscuro;
sus manos igualmente estaban descuidadas, teniendo uñas largas; la parte superior
de su pecho no estaba cubierta por nada, solamente portaba un taparrabos.
Daba pequeños
saltos a los lados y parecía estar algo ansioso, moviéndose de arriba abajo
algo agitado. Igualmente giraba mucho su cabeza a los alrededores, cuidándose
de que nadie más llegara a atacar.
El goblin no
había sido muy listo, pudo haber atacado a la pierna de Spero, o incluso lograr
asestarse un golpe más dañino, pero en su descuido gritó, alertando su
presencia. No parecía tener mucho intelecto, cosa que sorprendía a Spero,
puesto que no habían atacado a los caballos con el motivo de usarlos
posteriormente. Quizá solo es instinto.
Spero estaba
en guardia, no quería confiarse y a la vez estaba algo nervioso por lo que sus
ojos miraban, nunca antes había visto algo tan raro. Incluso los demonios eran
increíblemente parecidos a los humanos, a excepción de los cuernos, claro. Pero
los goblins eran un caso aparte, eran pequeños como los enanos, verdes y con un
aspecto más guiado a una bestia.
El goblin
hacha se lanzó contra Spero, dando un pequeño salto y asestando un golpe
rápidamente contra el escudo de Spero. No es muy fuerte. Spero se percató de que los golpes
de los goblins no eran especialmente fuertes, o quizá él era igualmente muy
fuerte. Su golpe había asestado en él, pero no fue tan fuerte como el de un
demonio, era más o menos parecido a la fuerza de un humano promedio, aunque un
poco más bajo.
No perdió tiempo e hizo una sucesión de
hachazos continuos contra el escudo de Spero, aun pudiendo apuntar a las
piernas o hacer otra cosa, insistió en golpear su escudo, siendo un movimiento
inútil. No te confíes…
Spero escuchó levemente el tensar de una
cuerda, empujó al goblin lejos con fuerza y giró rápidamente, había olvidado
que no era el único enemigo presente. No era uno contra uno, era dos contra
uno, el goblin ballesta tenia ventaja debido a la distancia y que seguía
escondiéndose tras los árboles. No son
tan tontos.
Aunque no eran muy listos en cuanto a
comunicación o planeación, eran suficientemente hábiles como para coordinar un
ataque conjunto, los ataques del goblin hacha habían sido nada más y nada menos
que una distracción. Cosa que pudo notar en la perturbadora sonrisa del goblin
hacha. Su sonrisa era especialmente perturbadora ya que dejaba al descubierto los
amarillos y sucios dientes del goblin, con solo mirarlos, podía sentir el mal
olor proveniente de su boca.
El goblin hacha se lanzó nuevamente en un
ataque continuo, haciendo que Spero se concentrará en cubrir los golpes. Y
entonces escuchó nuevamente el tensar de la cuerda. Spero intentó empujar al
goblin atrás nuevamente con su escudo, pero este dio rápidamente un salto hacia
atrás, desbalanceando a Spero, quien a duras penas pudo girarse y cubrir la
flecha.
El goblin hacha aprovechó el descuidó de Spero
y corrió dando un corte horizontal a la pierna derecha de Spero. A su hacha le
faltaba filo, y a su golpe fuerza, haciendo únicamente un rose en su armadura.
Una vez miró el resultado, volvió nuevamente a su posición.
La pelea no era especialmente difícil para
Spero, sin embargo, no podía simplemente abalanzarse contra el goblin hacha
teniendo al goblin ballesta detrás de él. Y el goblin hacha lo sabía, que en
una batalla de resistencia ellos terminarían ganando, aunque no era lo único
que demostraba su sonrisa. Puede haber más
escondidos.
Dos goblins eran más que suficientes para
hacerse de una carreta de suministros, siempre y cuando no estuviera siendo
escoltada, y ellos no parecían ser lo suficientemente estúpidos como para creer
que ese era el caso. Por lo que había grandes posibilidades de que otro más se
escondiera en algún lugar, esperando por una oportunidad para atacar.
− ¡Gwaa!
– Gritó el goblin hacha con fuerza, intentando intimidad a Spero.
Y
entonces se abalanzó nuevamente contra Spero, dando una variedad de ataques
continuos, pero diferentes a los anteriores.
Dio un
hachazo horizontal al flanco derecho de Spero, siendo cubierto por el escudo,
luego uno vertical, el cual también cubrió. Y entonces el goblin ballesta hizo
su movimiento, tiró una flecha que rozo su hombro derecho, siendo desviado por la
armadura, no tenían particularmente buena puntería.
Spero
aprovecho el tiempo que le tomaba al goblin ballesta en recargar y desvió uno
de los ataques del goblin hacha, sacándolo de balance hacia al frente, entonces
hizo su movimiento. Dio un corte vertical directamente al cuello del goblin,
pero el goblin fue más rápido y aprovechó el desbalance para hacer una
voltereta cobre el suelo y correr nuevamente a una posición de distancia. El
goblin ballesta hizo nuevamente un disparo, el cual fue cubierto por el escudo
de Spero.
Spero
podía mirar cómo era que los goblins reían. Ellos ya habían notado que Spero no
era un simple humano, era alguien mucho más fuerte que ellos, pero aun así era
un inexperto, y lo demostraba en su forma de pelear.
Había
pasado la mayor parte del tiempo a la defensiva, lo cual no era un mal plan.
Pero a la larga se comenzaría a cansar, más tras no haber dormido lo
suficiente.
Aunque
su mayor problema era la pequeña estatura del goblin. Al medir 1.85mts, había
una gran diferencia entre él y el goblin de 1.2mts, una enorme diferencia. Sus
golpes debían ser bajos para asestar, y era aún más difícil al moverse tan
erráticamente.
− ¡Deja
de saltar, maldición! – Gritó Spero molesto.
− ¡GWAA!
– Gritó el goblin en respuesta, seguido de una risa.
Spero se
cansó de la forma de actuar de los goblins, esperó un poco a su típico combo de
distracción y acción. Una vez fallo nuevamente el goblin ballesta, Spero se movió
rápidamente e intento asestar una estocada, pero el goblin hacha lo desvió con
su rodela, sacando de balance a Spero, recibiendo un ataque nuevamente a su
pierna derecha, pero esta vez logró hacer poco más que una marca.
¿Dónde estás Allen? No había
rastros de Allen, aun habiendo jurado lealtad y que lo protegería, estaba él
solo peleando contra dos goblins.
Entonces
volvieron a hacer el combo distracción y acción. El goblin hacha comenzó con
sus hachazos directamente al escudo, pero esta vez Spero no esperó a que este
terminara y lo empujo, dejándolo levemente al descubierto. Dio rápidamente una
pequeña estocada a su brazo derecho que estaba descubierto, haciendo solo un
leve corte.
Los
goblins no portaban armadura, pero su piel era un poco más dura que los de los
humanos. No era difícil cortarlos, pero se requería un poco más de esfuerzo
para que la espada entrara.
El
goblin recibió el corte y asustado dio un salto atrás, Spero giró rápidamente a
cubrir el flechazo del goblin ballesta, pero no fue lo suficientemente veloz.
Para su suerte, el disparo dio en la parte superior de su hombro, siendo
reflectado sin dificultad. Entonces giró y aprovechó el tiempo de recarga que
había entre disparos y se abalanzó esta vez el contra el goblin hacha que
estaba asustado por el corte. Grave error, el goblin hacha sonrió.
Spero
había sido descuidado, muy descuidado, y había caído en la trampa. Una flecha
cortó rápidamente por su cachete del lado izquierdo. Un corte que no fue
profundo, y solamente hizo que derramara unas cuantas gotas de sangre, pero era
un mal presagio. Su puntería había mejorado; ellos habían notado la poca
defensa que tenía al no portar casco y… no eran solamente dos goblins, ahora
había tres, y dos de ellos portaban ballesta.
− ¡GWA!
¡GWA! ¡GWA! – Gritaba el goblin hacha.
−
¡Guarda silencio! – Respondía Spero molesto.
− ¡GWA!
– Se escuchaba al fondo el par de goblins ballesta.
Spero
comenzó a moverse más activamente, no había tiempo para estar totalmente a la
defensiva. Aprovechó su estatura y rango superior a la de los goblins para
acortar distancia entre el goblin hacha y él. Pensó que quizá era más fácil si
se hacía cargo de los goblin ballesta, pero si le daba la espalda al goblin
hacha, este sería capaz de infringirle daño, y los tiros de los goblin ballesta
ya eran más recurrentes.
Spero
cubrió el disparo del goblin ballesta uno, desvió el hachazo del goblin hacha y
giró rápidamente dio un pequeño paso para evitar el disparo del goblin ballesta
dos. Rápidamente dio un paso al frente e intento asestar una estocada contra el
goblin ballesta, logrando herirle nuevamente un poco en el hombro izquierdo,
con el que sostenía su escudo. Si lograba deshacerse de, aunque sea de la
rodela del goblin, le sería más fácil deshacerse de él al no poder desviar o
cubrir estocadas.
La
sonrisa del goblin hacha desapareció, y una sonrisa aún más grande apareció en
el rostro de Spero. Al fin borras esa
estúpida sonrisa.
Spero
hizo lo mismo nuevamente, se las arregló para mantenerse solo contra tres
goblins a la vez. El goblin hacha paso más a la defensiva, y los goblin
ballesta se separaron, intentando hacer cobertura desde diferentes posiciones.
Tiraban desde extremos opuestos, pero habían hecho ruido suficiente como para
dar a conocer exactamente su posición.
− ¡Una
vez acabe con este, siguen ustedes! – Gritó Spero apuntando a ambos goblins.
El
goblin hacha comenzó a temblar, temía por su vida. Su sonrisa se invirtió y comenzó
a molestarse, su respiración se hacía más profunda y rápida.
Spero
logro asestar nuevamente una estocada en el mismo punto, justo en su hombro
izquierdo, haciendo que a duras penas pudiese levantar la rodela.
Espero
los disparos de los goblins ballesta, y entonces hizo un último movimiento, en
vez de empujar como lo había hecho anteriormente con su escudo, dio una patada
fuertemente al lado lastimado del goblin hacha. Este lo intento parar
inútilmente con su rodela, siendo empujado hacia un lado con intensidad,
cayendo en el suelo.
Spero
corrió rápidamente y puso su pierna izquierda en el brazo derecho del goblin
hacha, evitando que lo alzara nuevamente. Su brazo izquierdo ya estaba
inservible, pero solamente para asegurarse, Spero alzó su espada y la clavó con
fuerza, casi cortaba en dos su brazo, pendía solamente de un pequeño cuero.
El
goblin hacha comenzó a retorcerse de dolor. Spero no era un masoquista, ni
tenia ningún fetiche extraño con el sufrimiento de los demás, al contrario, le
daba asco la sangre, y el goblin estaba derramando demasiada; sus gritos eran
molestos y algo desagradables. Pero era lo que tenía que hacer, ambos peleaban
a muerte, y era Spero quien se encontraba en desventaja desde un inicio, no
debía tener piedad.
Cubrió
nuevamente los ataques desesperados de los goblins ballesta, y alzó nuevamente
su espada, no podía simplemente empujarla al suelo, era más fácil hacerlo con
vuelo. Lo lamento, pero debes morir.
Antes de
que lograra asestar el último golpe, algo perforó su pierna izquierda.
− ¡AGH!
– Gritó Spero del dolor, dando a duras penas un rápido salto lejos de ahí.
Lo que
lo atravesó fue una daga, una pequeña y sucia daga. Otro goblin apareció,
haciendo un total, de 4. Este último portaba dos pequeñas dagas, su color era un
tanto más claro y su estatura un poco más pequeña. Pero nada más que eso.
La
armadura había sido lo suficientemente resistente como para evitar que flechas
la traspasaran, pero al haber recibido constantes ataques en el mismo lugar, la
daga terminó perforando. Aunque para la suerte de Spero, no había perforado muy
profundamente debido al corto alcance y la rapidez con lo que intento hacerlo
el goblin daga.
Spero
tomó distancia, y cubrió los disparos de los goblin ballesta que atacaban con
más intensidad y frecuencia. Mientras que el goblin daga se acercó al goblin
hacha y cortó lo que restaba de su brazo izquierdo. El goblin hacha se seguía
retorciendo de dolor, pero el goblin daga parecía tener algo en mente. Tenía un
cordón atado alrededor de su taparrabo, y en él, una pequeña botella con un
poco de medicina verde. Entonces… ellos
también tienen.
No
solamente sabían usar variedad de armas, incluso portaban cosas como medicina.
Utilizó el cordón para apretar con fuerza el muñón del goblin hacha y posteriormente
untó la medicina en la herida, haciendo que este se tranquilizara un poco.
Cortó un poco de su taparrabo y lo ató a la herida.
El
efecto parecía ser rápido, puesto que, a los pocos segundos el goblin hacha se
puso con dificultad nuevamente de pie, listo para seguir peleando. Esa maldita… Su sonrisa había vuelto, estaba sudando, pero
su sonrisa parecía la de alguien que ya había visto la victoria.
El
goblin daga se abalanzó primero, dando cortes más rápidos que los ataques del
hacha, no eran difíciles de cubrir, y eran considerablemente más débiles. Miró
una pequeña abertura y dio un golpe en la pierna malherida de Spero, que,
aunque no estaba herida profundamente, hacía que el golpe doliera
horriblemente.
Hacían
que Spero retrocediera, a duras penas podía mantenerse contra el goblin daga,
para luego estar esquivando y cubriendo su cabeza de las flechas de los goblin
ballesta. Y para acabarlo, el goblin hacha había entrado igualmente a la pelea.
¡Maldición, maldición, maldición,
maldición!
Y
entonces, solamente un goblin ballesta disparó. ¿Se estará posicionando? Y el otro igualmente paró. Pero los goblin
cuerpo a cuerpo seguían con su constante ataque, aunque sin los disparos podía
mantenerse en pie. Diez segundos… Seguían
sin disparar. Veinte segundos… Estaba
recuperando un poco de terreno. Treinta…
−
¡Listo! – Gritó una voz familiar. Alguien alzaba la
mano desde la lejanía… ¡Allen! − ¡Ahora te brindo apoyo! –
−
¿¡Dónde estabas!? – Gritó Spero molesto. – N-No importa, ¡ven a ayudarme! –
Allen se
había hecho cargo de los goblin ballesta, y Spero recobraba terreno.
Los
goblin cuerpo a cuerpo se alteraron, parecían comprender la situación, de que
su ventaja numérica había desaparecido, y que al no tener el apoyo de los
ballesteros estaban en una gran desventaja.
Spero
crujió fuertemente sus dientes y dio un leve golpe en su pierna herida,
provocándose dolor, y entonces miró fijamente a los goblins.
−
¡Vengan! – Gritó, asustando a ambos goblin.
El goblin daga
en un acto de desesperación dio un gran salto, intentando encajar sus dagas en
Spero, apuntando directamente a su cuello. Spero aprovechó el estúpido
movimiento del goblin y lo empujo en el aire, haciendo que este cayera sobre su
espalda. Dio un paso rápido y le atravesó el cuello con su espada, quitándole
la vida al momento.
El goblin
hacha miró horrorizado como su compañero había caído con facilidad. Spero
apuntó su espada al goblin. Sigues tú. Y
se lanzó en un último ataque. Tomó con ambas manos su espada y dio un corte
horizontal por el lado izquierdo del goblin, en el cual ya no tenía brazo; el
goblin intentó correr, pero solamente logró dar la espalda. El golpe fue tan
potente que logró atravesar hasta la mitad del cuerpo del goblin. Y tras un
poco de agonía, el goblin hacha murió.
Allen arribó
segundos después, miró con sorpresa la escena. Spero estaba respirando hondo,
cansado por el combate; su espada estaba llena de sangre, y su armadura tenía
unas cuantas gotas que habían salpicado. ¿Por
qué diablos me golpee a mismo? En el momento no sintió tanto dolor, pero
tras la adrenalina del combate, comenzó a dolerle le herida.
− ¿Estas
bien? ¿Dónde está la medicina? – Preguntó Allen preocupado al mirar la pierna
de Spero.
− Estoy
bien, no fue profundo. La medicina está en la carreta, al lado del comerciante.
– Respondió Spero haciéndose el duro.
Allen corrió
rápidamente a la carreta; Spero caminó a su paso hasta lograr alcanzarla, se
sentó sobre en la madera del piso. El comerciante estaba cubierto de cajas,
escondido y aterrado por el ataque. Allen quitó las cajas de encima de él
buscando la medicina. El comerciante no dejaba de temblar con la cabeza
agachada.
− ¡No me
maten! Llévense lo que quieran. – Gritó pensando que era uno de los atacantes.
−
Quítate de en medio, dame la medicina. – Dijo Allen molesto.
−
¿Ganaron? – Reaccionó sorprendido el comerciante. – Y- ¡Ya era hora! –
El
comerciante volvió a su actitud regular, la que había tenido en todo el viaje,
molesto como de costumbre. Pero Allen no pensaba permitirlo esa ocasión.
− Arriesgamos
nuestra vida por usted viejo estúpido, deje su actuación de viejo rudo. – Dijo
Allen molesto. – Mientras usted se escondía, Spero fue herido. –
− L… −
Dio un gran trago de saliva, miró a Spero con una mirada de preocupación, y
bajo su cabeza. – Lo siento… −
Allen no
estaba molesto porque el comerciante se escondiera, si no por su actitud hacia
ellos tras haber arriesgado su vida. Aunque eran bestias de al parecer el más
bajo nivel, era algo nuevo para ambos. Y lo peor de todo, era que Spero había
sido herido, la razón principal para la molestia de Allen.
Spero
removió sus grebas y dejo al descubierto la herida, estaba sangrando mucho, y
si no la detenían, podía empeorar. El golpe que se dio solo empeoró todo,
generando un moretón en el lugar que dolía como el demonio. Pero a la vez fue
útil para intimidar a los enemigos.
Allen tomó
una de las prendas que trasportaba el comerciante sin pedir permiso, abrió el
frasco de medicina e intento ponerlo todo, pero Spero lo detuvo.
− Un
poco debería bastar, es la última que tenemos. – No quería gastarla, aun no
acababan el viaje y podía ser de vital importancia en un futuro.
Allen
dudoso aceptó. Puso un poco de la medicina en la prenda y amarró fuertemente. Es… calmante. El dolor desaparecía
parcialmente, quizá debido a que la herida no era realmente profunda, pero
servía como un tranquilizante. Incluso el comerciante que había sido herido más
profundamente había sanado tras un rato. El goblin hacha igualmente se puso de
pie nuevamente tras recibir la medicina en su muñón, por lo que era realmente
buena medicina. Sky… te lo pagaré
enormemente.
−
P-Pongámonos en marcha. – Dijo el comerciante. Seguido se puso de pie y tomó
las riendas de los caballos.
El
comerciante iba algo decaído, había notado su error y estaba apenado tras el
regaño de Allen. Spero se quedó sentado en la parte trasera, esperando a que su
herida sanara. Allen por su parte, estaba sentado a su lado, esperando para
brindar apoyo en caso de que lo necesitara. Sirius igualmente era de utilidad, había
olfateado la posición de los enemigos, aunque algo tarde. Pero servía en caso de
que alguien más se acercara.
− Allen…
− Lo llamó Spero.
− ¿Si? –
Respondió con rapidez.
− ¿Dónde
demonios estabas? – Preguntó Spero algo molesto. – Desapareciste apenas
empezaron los problemas. –
− Veras…
− Respondió Allen apenado por su fallo. – Habías dicho que lo mejor era si
usaba sigilo, por lo que salí primero y me encargué de 2 goblins que venían
desde la izquierda. Posterior fui a rodear lo más rápido que pude y me encargué
de los 3 goblins ballesta que te estaban asediando. –
… wow.
− No es
excusa para mi fallo. – Continuó Allen. – Espero me perdones… −
− Espera
un momento… − Ahora era Spero quien estaba apenado. − ¿3 goblin ballesta? Solo
eran dos. –
− Había
uno escondido, parecía estar llenando las flechas con aceite para luego
encenderlas en fuego. –
Hizo más que yo...
− B-Buen
trabajo, me salvaste. – Admitió Spero, si no hubiese sido por él, habría
acabado muerto. – Por cierto… ¿No estas herido? –
− No, no
me hicieron ni un rasguño. –
Maldición, superado completamente.
−
Dormiré un poco. – Dijo Spero bostezando. – No creo que haya problemas en las
cercanías, pero despiértame si lo hay. –
− Claro.
–
El resto
de camino fue pacifico, incluso el sendero se habia normalizado y habia pocos
hoyos que hicieran saltar a la carreta, evitando que Spero despertara. El dolor
de la herida desapareció, otra cosa menos de la cual preocuparse.
El
comerciante guardo silencio durante todo el viaje, algo apenado por su actitud
molesta y prepotente, era como un niño regañado. Su orgullo no le permitía
pedir disculpas como era debido, y mucho menos dar las gracias, parecía como si
se le hiciera un nudo en la garganta de solo pensarlo.
− Oye… −
Llamó el comerciante con pena. – Creo que… deberías despertarlo, no falta mucho
para llegar. –
− Spero…
− Llamó Allen con una voz baja, como si no quisiera despertarlo. – Ya estamos
cerca, ya casi llegamos. –
− ¿Mmh?
– La suave voz fue suficiente para despertarlo. − ¿Llegamos? –
− A-Aun
falta un poco. – Respondió el comerciante. – Pero puedes ver la ciudad desde un
poco mas adelante. –
Spero se
levanto lentamente, un poco aturdido, pero lo suficientemente estable como para
no desorientarse. El sueño le habia sentado bien, el dolor de la herida desapareció,
y cicatrizó rápidamente. Una cosa menos de la cual preocuparse.
−
¿Cuánto falta? – Pregunto Spero.
− Unos quince
minutos, subimos esta colina y pueden ver la ciudad, no tiene muchas cosas,
pero es una buena vista. –
− Ya
veo… −
Cinco
minutos… seis… siete… ocho…
− Vengan
al frente. – Los llamó el comerciante. – Así tendrán una mejor vista. –
Se
acercaron ambos y se sentaron al frente. Nueve… y diez. Llegaron a la cima.
¿Qué demonios? Una
vista que no se podia considerar como “buena”, sino todo lo contrario. Una vista
que Spero esperaba no tener que volver a ver.
Atlova,
una ciudad en llamas.
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