La Profecía del Héroe - Capitulo 23: Hermoso Rojizo
− ¡Volvimos, Sam! – Gritó Spero
en la entrada de la taberna.
Era temprano,
alrededor de las 4 de la tarde. La taberna apenas estaba abriendo sus puertas y
había muy poca gente degustando tranquilamente de su comida; las camareras,
hijas de Sam, estaban limpiando y acomodando el lugar; su hijo, el cantinero,
estaba igualmente limpiando su estación de trabajo y los tarros en la que
servía su cerveza.
Alguien abrió
la puerta que conectaba a la cocina de golpe, era Sam, quien esbozaba una
sonrisa de oreja a oreja.
− ¡Volviste, yerno! – Gritó Sam
con alegría, corriendo a Spero para darle un fuerte abrazo. – Mis niñas estaban
preocupadas por ti. –
¿En
serio?
− Claro que no. – Respondieron
todas al unisonó.
Por
supuesto que no…
− Oh vamos. – Dijo Sam. – Es un
muy buen partido, mejor que la mayoría de vagos de esta ciudad. –
Spero solamente reía
nerviosamente ante las palabras de Sam, eran realmente incomodas para él, más
al ser un tema de tal… importancia.
No parecía que
fuera a durar mucho, puesto que una luz iluminó el bar, un ángel de salvación.
Elive, la mujer de Sam, la que había apagado el tema anteriormente, había hecho
acto de presencia al escuchar el ruido.
− Así que volvió. – Dijo Elive
con su extraña sonrisa. − ¿Y? –
− ¿A qué te refieres, cariño? –
Preguntó Sam confundido.
− ¿Cuánto ganó? – Preguntó
Elive. – Tu no abandonas la idea de que se case con alguna de nuestras hijas,
así que fue a hacer un trabajo para ganarse nuestro respeto. Quiero saber
cuánto ganó. –
− Seño… Señorita, creo que
malentiende algo. – Interrumpió Spero algo nervioso y
confundido. No lo hice con esas
intenciones…
− Oh, vamos, solo dilo. – Sam igualmente quería saberlo.
− B-Bueno… − Para él, lo que
había ganado era una buena cantidad, pero viendo la clientela que tenían…
posiblemente era algo poco. – 21 oros… −
Repentinamente,
tras decir esas palabras… hubo silencio, incluso los comensales dejaron de
hacer ruido al comer. ¿Es tan poco? Sam
lo miraba fijamente frunciendo un poco el ceño, al igual sus hijas habían
centrado su mirada en él. Incluso Elive lo miraba en silencio. Un silencio
incomodo, como si hubiera dicho algo malo, una palabra prohibida.
− ¿21? – Preguntó Sam
silenciosamente.
− S-Si… − Respondió Spero
nervioso.
− Ya veo… − Dijo Sam en un tono medio muerto y algo
intranquilo, como si se le fuera el aire en ello. − Es tu primer misión… ¿no? –
− Bueno, se podría decir que sí.
– No tomaba en cuenta la pelea contra los demonios de hacía años.
Sam bajó su
cabeza, y puso su palma sobre el hombro de Spero. Apretó con fuerza y entonces,
volvió a mirarlo.
− Yerno… − Tenía los ojos
llorosos de alegría y mordía su labio. ¿Por
qué lloras?
Giró su
rostro, hacía la persona que menos lo aprobaba, y por primera vez, su sonrisa
si parecía de alegría.
− Aceptable. – Dijo Elive por su
parte. ¿Espere… usted también?
Por su parte,
las chicas igualmente lo miraban con otros ojos, como si estuvieran
considerando la posibilidad. ¿Tan
importante es el dinero?
− Mas importante… ¿No es menos
de lo que tú ganas? – Preguntó Spero a Sam.
− Eso no importa, hijo. − ¿Hijo? ¿Cuándo subí tantos estratos? –
Es tu primer misión y ganaste tanto; con los mínimos daños, en una sola pieza.
Puedo ver un camino de grandeza en ti. –
− Estas
exagerando… − Dijo Spero.
− No. – Respondió
Sam poniendo ambas manos con fuerza en los hombros de Spero; con un rostro
lleno de convicción. – Yo lo puedo ver. –
Tanto las
palabras, como la expresión de Sam eran totalmente serias. Realmente creía en
que así seria. Aunque solo fue coincidencia.
La recompensa por la que habían trabajado era únicamente de 1 mísero Oro,
aunque los 20 igual fue por su esfuerzo y apoyo… pero era más de lo que debían
recibir.
− Si vamos por
eso… − Dijo Spero pensando. − ¿Qué hay de Allen? Fue de muchísima más utilidad
que yo, e igual está soltero. –
− No necesitas
decirlo. – Interrumpió Sam. – También lo tengo en la mira. –
Era solamente
una broma, pero… ¿Incluso Allen? Aunque,
él se mostraba indiferente ante la proposición, no parecía ser de su interés.
No se esforzaba siquiera en fingir una sonrisa.
− Bueno… él será
un poco más difícil de convencer. – Aclaró Spero.
Si Allen fuera
más abierto a esas cosas, posiblemente hubiera sido una mejor elección que
Spero. Mejor apariencia, más habilidad; y si fuera un poco más independiente…
podría incluso valérselas solo. ¿Desde cuándo
tengo tan poca estima? Y no es como que esté considerando la proposición.
− ¿Ya comiste,
hijo? – Preguntó Sam. ¿Seguirás con eso…?
− No, aun no.
– Respondió Spero. – Por eso vinimos primeramente a este lugar. Tu comida fue
lo que más extrañé en el viaje… aunque fueron solo unos días. –
− Sabes… − Sam
se acercó aún más a Spero, y le susurró al oído. – Si te casas con una de
ellas, seguirás disfrutando de mi comida… ya sabes, receta de familia. –
¿Tan lejos piensas llegar para convencerme? Era una propuesta realmente tentadora. Bien decían que a un hombre
se conquista por el estómago… y la comida de Sam era realmente buena.
No, no no no no no, no te dejes llevar. Spero no conocía nada acerca del amor, bueno, solamente del amor
fraternal. Pero sabía que igualmente no debía aceptar únicamente basándose en
la comida de Sam. Si bien, lo usual era mujer en casa y hombre a la labor, la
comida de Sam, heredada a una de sus hijas… sería un increíble plus. Aunque
igualmente no podía negarle el hacer algo más y encerrarlas si lo deseaban.
Me estoy desviando mucho. El
punto era que si bien, Spero no desagradaba de las hijas de Sam, tampoco era
como si sintiera algo por ellas. Indudablemente eran atractivas, lo cual era
raro mirando a su padre, pero comprensible al ver a su madre. No se quería
basar únicamente en el aspecto de ellas… aunque su actitud era variada y en su mayoría
agradable. Maldición, todo son puntos
buenos. Aun así, con todos los puntos buenos… la idea de casarse, aun
siendo tentadora… no estaba en sus planes por el momento.
− Lo
consideraré. – Respondió Spero. Si hubiera dado otra respuesta, posiblemente
Sam nunca se hubiera detenido.
− ¡Perfecto! –
Gritó Sam alegremente. – ¡Ahora… a comer! –
Sam volvió a
la cocina, y salió unos segundos después con un montón de comida, era como si
hubiera preparado con natalidad sabiendo que Spero iba a regresar. Aunque igual ya está trabajando. Pero
entre lo que cargaba estaba su platillo favorito, así que posiblemente lo había
hecho con esa intención.
El solo aroma
de la comida era suficiente para abrir el apetito.
Las hijas de
Sam prepararon una mesa y se sentaron en ella, igualmente Elive y
posteriormente Sam. Max, el hijo de Sam igualmente se había sentado al lado de
su madre. Todos giraron su mirada hacia Allen y Spero, hicieron dos espacios en
ambos lados, y los invitaron a comer con ellos. Como si fuera una gran familia…
No había nada
mejor para él que comer acompañado.
Para su mala
suerte, el lugar que le habían cedido, seguía siendo entre todas las hijas. A
lo que Sam no podía evitar reír. Aun así, él tampoco podía evitar sentirse
feliz por estar rodeado de tanta gente, disfrutando de tan deliciosa comida.
− ¿Tienen
dónde dormir? – Preguntó Sam una vez todos terminaron de comer. – El Sol se
está ocultando. –
− Oh, cierto.
– No había percibido el pasar de las horas. – Si, reservé una posada antes de
dejar la ciudad. –
− Y yo que pensaba hacer que durmieras
nuevamente aquí. – Dijo Sam algo decepcionado. – Pero bueno, será para la
próxima. –
Aunque la
noche se hacía presente, no había más comensales de los que habían visto al
inicio. Cosa extraña, puesto que la primera vez que llegaron ahí estaba
abarrotado de gente el lugar. ¿Habrá
pasado algo? Igualmente había mucho revuelvo en la sala de misiones.
− ¿Paso algo?
No hay mucha gente alrededor. – Preguntó Spero.
− Oh, claro,
que eres nuevo por aquí. – Respondió Sam mientras comenzaba a recoger la mesa.
– Es inicio de semana, día en que más se toman misiones y la gente sale fuera.
Ya sabes, gastan todo en los fines de semana y a inicio están buscando más
dinero para seguir con la fiesta. –
¿Inicio de semana? Spero,
al haber estado viviendo en su pueblo solamente con una persona más, no tomaba
mucha importancia en que día era o cuanto había pasado. Sabía que habían pasado
años, pero no en que día se encontraba. Incluso cuando llegó a la ciudad se
enteró de que ahora estaban en una nueva “Era” y los años se contaban
nuevamente. Sí que han cambiado las
cosas…
− Entonces
estos días no ganas mucho. – Dijo Spero. – Puesto que todos están fuera. –
− Exactamente,
estos días son los de mayor trabajo para los mercenarios, herreros y
comerciantes. – Respondió Sam. – Pero los más tranquilos para nosotros, los
dueños de bares y posadas. –
Interesante…
Inicio de
semana, los mercenarios tomaban la mayor parte de las misiones e iban a
cumplirlas. Una escolta le había tomado a Spero dos días, y eso que había sido
a una ciudad relativamente cercana. Si tomaba en cuenta el pago… no parecía ser
realmente rentable, aunque si era un trabajo seguro, siempre y cuando no fueran
a dar por un atajo.
Bueno… es hora de retirarnos.
Se retiraron
del bar, no sin antes despedirse como era debido y pagar por su comida. Sam
insistió en que se quedaran a dormir en el bar, pero Spero se negó amablemente.
No podía depender siempre de la amabilidad de Sam, incluso había insistido en
que no le pagaran ni un centavo por la comida. Tuvo que darle el dinero a una
de sus hijas para que este lo aceptara.
Ahora… ¿A dónde deberíamos dirigirnos?
La noche
apenas comenzaba y aun había muchos lugares abiertos. Aun no pensaba claramente
cuál sería la siguiente misión que debería tomar, pero estaba seguro de que
igualmente debía conseguirse un nuevo escudo.
Las herrerías
seguían funcionando y estaban a toda potencia. Pero tomando en cuenta que el
escudo que había comprado muy apenas había servido para una misión y tenía un
costo medianamente alto… debía pensar primeramente que era lo que buscaba y
hacer una buena elección. No podía ir por ahí despilfarrando dinero como si no
fuera nada.
El de los enanos igualmente hubiera sido útil. Claramente lo mejor eran los productos de los enanos, pero estos
tenían un precio ridículamente alto. Veinte oros sería un insulto para ellos, y
aunque juntaran los 20 de cada uno, seguiría siendo un insulto. Por ahora sigue fuera de mi alcance.
Por lo que
había leído y visto, las armas de los enanos tenían más funcionalidades que un
arma regular. La guadaña de Shawn igualmente aparentaba una muy buena calidad,
la hoja era realmente filosa y resistente, lo suficiente como para cortar oro sólido.
Aunque no lo miró a fondo, pudo deducir que igualmente la hoja retráctil era
una funcionalidad extra de la guadaña, posiblemente algo que habían añadido los
enanos. Aunque no miraba una utilidad más allá de ocupar menos espacio, aunque
no era como si lo hubiera visto usarla a fondo, quizá y aun guardaba unos
cuantos secretos.
¿Debería intentar otra arma? Los enanos habían traído más armas, diseños extraños que nunca habían
visto antes. Un ejemplo era la Katana de Allen, una espada larga y curva, pero
no tan pensada como uno pensaría. Ahora
que lo recuerdo…
− Allen. –
Llamó Spero.
− ¿Si? –
− ¿Por qué
nunca usaste tu Katana? – Preguntó Spero.
Durante toda
la pelea Allen había usado únicamente sus dagas, y no era como si no tuviera su
Katana a la mano, siempre la cargaba consigo. Pero… aun así no había hecho uso
de ella. Las cosas habían salido bien, por lo que no había problema con ello,
incluso sin usarla fue de mucha más utilidad de lo que uno pensaría… pero la
duda residía en el “por qué” no la había usado, después de haber mostrado tanto
interés en ella.
− Bueno… −
Allen hizo una pausa y se puso a pensar un poco. – Supongo que fue porque es un
regalo tuyo… y no quería destruirla. –
− Entiendo que
no quieras perderla tan pronto… bueno, seria doloroso para ambos después de lo
que costo… pero igualmente deberías usarla, después de todo la compramos por el
interés que tenías en ella. –
− Lo entiendo.
– Dijo Allen. – El punto es que… no se usarla. –
Claro. Incluso el herrero
había mencionado que no mucha gente sabía hacer uso de ellas como era debido.
No era un arma para estar chocándola contra las espadas de los demás, puesto
que perdería filo y en el peor de los casos… se podría romper. Aunque Allen era
habilidoso con las dagas y el combate en general, eso no lo volvía un prodigio
que aprendiera las técnicas de las armas que tocaba. Pudo incluso terminar de
mala manera si la hubiera usado, un golpe del garrote de un Orco y fuera Katana…
− Bueno, ni
como culparte. – Dijo Spero. – Pero sabes… −
Una idea entró
a la cabeza de Spero, algo que igual y les podía ser de utilidad a ambos.
− ¿Si? –
− Existen
academias de magia en esta ciudad… − Continuó Spero. – Y en Atlova miramos que
pueden ser de mucha utilidad. No estoy diciendo que aprendas magia ni nada
parecido, no te equivoques. A lo que voy es… que igualmente debe haber alguna
academia en la cual alguien enseñe algunas técnicas de las nuevas armas, ya sabes…
gente que ha hecho buen uso de ellas posiblemente pueda enseñarte un poco de
cómo usar la Katana. –
Spero aprendió
a usar la espada y el arco gracias a Ciel, así que podía llamarlo algo así como
su maestro. Aunque mejoró a través de los años debido al constante trabajo y
duelos que tuvo con Ciel. Y pensándolo más a fondo, era increíble como ambos
niños pudieron mejorar tanto sin alguien que les impartiera las clases como era
debido.
En el caso de
Ciel no era tan impresionante, después de todo él era el héroe de la profecía y
desde un inicio se miraba que tenía talento para lo que se propusiera. Así que,
con él como maestro, Spero igualmente pudo sobresalir en el arte de la espada. Aunque nunca es tarde para aprender unas
cuantas cosas más.
Y ya que habían
tocado el tema de la magia, incluso podían investigar un poco más a fondo. Sky
lo había dicho antes, pudieron terminar peor al no haber llevado a alguien que
usara magia de curación.
La magia de
curación era increíblemente buena, y aunque Spero pensaba que únicamente la
iglesia iba a tener ese tipo de magia, había visto como algunos soldados la
habían usado al tratar a los heridos en Atlova. Pero… eso no quitaba el hecho
de que él no fuera apto para usarla, lo había intentado anteriormente y no funcionó.
Podría ser que
Allen igualmente pudiera, y sería realmente algo útil, pero… no podía obligarlo
a tomar tal decisión. Y ciertamente no parecía ser el tipo de persona que fuera
a hacer un buen uso de ello.
− Podría
intentarlo si así lo deseas. – Respondió Allen. Sería lo mejor. – Aunque igualmente puedo aprender a través del
combate, así fue como aprendí a usar las dagas. Solo que sentí que no era la
mejor ocasión para hacer uso de ella. –
Era otra
opción. La práctica hace al maestro, suelen decir, y ciertamente el combate
real suele ser mejor en cuanto a ello. Un combate de entrenamiento no se puede
comparar en nada a un combate real en el cual te juegas la vida.
− Si ese es el
caso, supongo que deberíamos ir contra cosas débiles. –
− No tengo
problema con ello. –
− Pero… ¿Qué
considerarías débil? –
La
enciclopedia marcaba a los goblins como lo más débil, pero habían sido un
problema. Bueno, quizá y si atacaban por separado terminaba siendo más fácil de
lo que esperaban.
− Todos son
débiles. – Respondió Allen.
Bueno, él se
había encargado de todo sin problemas, por lo que no dudaba que desde su
perspectiva todos fueran débiles.
− Podríamos
intentar contra goblins, si es solamente uno mejor. – Sugirió Spero.
− Estoy bien
con lo que decidas. – Respondió Allen.
Servirá igualmente para desempolvar mis habilidades
con arco.
− Pero tendrá
que ser mañana, podríamos preguntarle a Sky sobre algún lugar que cumpla con
esos simples requisitos, quizá y sabe algo. –
− No tengo
problema con ello tampoco, cuando digas que lo haga, lo haré. –
El
entrenamiento les serviría a ambos, después de todo Spero estaba algo oxidado.
No podía negar que se sintió algo inferior al mirar como los demás mercenarios
se deshacían de los Orcos sin mucho problema, cuando a él incluso le fue
problemático su pelea contra los goblins. Y si pensaba seguir todo el camino…
podía encontrarse con cosas aún peores.
Y algo de entrenamiento físico nunca viene mal. Si no fuera porque estuvo trabajando en su pueblo… su cuerpo sería
un desastre.
Pero será cosa para mañana.
La posada en
la que pasaron la noche no era realmente un lugar que destacara por su
grandísima calidad. Las camas eran simples, al igual que la habitación en sí.
Quizá y más simple que los cuartos en los que habían dormido en casa de Sam.
Estos no tenían siquiera una ventana por la cual entrara luz, pero que más
podían pedir por el precio que habían pagado… Mientras pueda dormir, no hay problema.
La fatiga de
los combates, y la fatiga mental por todo lo que había visto lo tenía acabado,
tanto que no tardo en quedarse dormido una vez se despidió de Allen para que
este se fuera a dormir.
No hubo
pensamientos pre-sueño, no hubo dudas que le quitaran las ganas de dormir.
Lo que, si
hubo, fue la visita de alguien que no había hecho aparición en cierto tiempo.
− No diré
“Hoot” puesto que te molesta, pero quiero que sepas que estoy nuevamente aquí.
– Era el Búho.
− Como si no
fuera a darme cuenta de que un Búho gigante sobre una rama apareció en mi
sueño. – Respondió Spero. – No es algo que sea difícil de notar que digamos. –
− No puedo
contradecir esa lógica, pero es de educación siempre presentarse. –
− Deja de lado
la educación. – Dijo Spero. – Dime que es lo que sucede ahora. –
Como era
usual, el Búho comenzó a girar su cabeza en todas direcciones, como si esa
fuera su forma de pensar.
− ¿Te gustó el
nuevo mundo? – Preguntó una vez se detuvo.
− ¿Qué si me
gusto…? – No encontraba muchas diferencias con el “mundo normal” en el que
había vivido toda su vida, claro, ignorando las bestias y nuevas razas. – Es lo
mismo de siempre, no veo que tiene de nuevo. –
− ¿Seguro que
es lo mismo de siempre? – Preguntó el Búho. − ¿No encontraste algo interesante?
¿Algo que te hiciera hervir la sangre? –
La
conversación se estaba guiando a un lugar en específico.
− Toda mi vida
he visto pasar estas cosas. – Respondió Spero. – Que me hierva la sangre o no…
no es algo nuevo que antes no se haya visto. –
− Interesante
respuesta. – Dijo el Búho. Incluso sin los Orcos, los demonios habían asediado
constantemente las ciudades, y los malos gobiernos siempre habían existido.
Gente mala y egoísta existe desde el inicio de los tiempos. – Pero me alegra
que lo hayas visto con tus propios ojos. –
¿Te alegra?
− ¿Cómo puede
agradarte eso? – Preguntó Spero molesto. − ¿Qué tiene de bueno ver gente
sufriendo? –
− Exactamente
eso. – Respondió el Búho. – Nada. –
El Búho, por
primera vez, bajo de su rama; caminó con pasos cortos hacia Spero y se postró
frente a él. Era más grande de lo que se había imaginado, media quizá dos veces
su tamaño. Intimidante era poco para describirlo; el solo aleteo de sus alas
fue suficiente para hacerlo volar lejos, que se podría decir de si intentara
atacarlo…
− Me alegra tu
expresión. – Dijo el Búho. – Demuestra de que compartes un poco de aquel
corazón amable que el héroe tuvo. –
− No creo ser
tan amable. – Respondió Spero.
− Aunque tú no
lo creas, yo si lo creo. – Dijo el Búho. – Tu enojo ante mi alegría demuestra
cuanto te importa la vida de los demás. Tus dudas siempre giran alrededor de
los demás, valoras su vida, no quieres que salgan lastimados. Eres una criatura
hermosa. –
Aunque terminan lastimados por mi mera presencia.
− Él estaría
orgulloso. – Dijo el Búho. – Veo que has tomado una decisión, muy diferente a
la que yo inicialmente creí tomarías. Pero me alegra que hayas escogido ese
camino. Quizá pienses que tu apoyo no sirva de nada y que solamente serás un
mercenario más, pero… quien sabe, en ocasiones una persona común y corriente
puede hacer una gran diferencia. –
− Yo aún no he
elegido nada. – Respondió Spero con duda.
− Lo hiciste.
– Respondió el Búho. – Al momento de correr a brindar apoyo a la gente que estaba
en peligro. La voluntad del héroe vive en ti. Incluso piensas mejorar tus
habilidades para poder ser mas de utilidad. –
− ¿Cómo sabes
eso? –
− Solamente lo
sé – Dijo el Búho. – Pero me alegra que te prepares, puesto que lo que viene es
aún mucho peor. –
¿Nuevamente eso?
− ¿Peor en qué
sentido? – Preguntó Spero lleno de duda. − ¿Qué es lo que viene? –
− No lo sé. –
Respondió el Búho. – Pero el mundo es increíblemente grande, y aun hay muchas
cosas que ustedes ni se imaginarían existen. Los peligros son inmensos y
posiblemente cada vez peores, así que prepárate, que el camino que has escogido
estará lleno de dificultades. –
− ¿Eres tu
parte de esas dificultades? – Preguntó Spero seriamente.
El Búho se
quedó en silencio por unos momentos, entonces giró nuevamente su cabeza como si
no hubiera fin. Hasta que se detuvo tras unos segundos y miró a Spero
nuevamente.
− Claro que
no. – Respondió el Búho dando una ligera risa. No sabía que podía reír. – No soy un peligro para ti. –
− ¿Entonces? –
Preguntó Spero. − ¿Qué es lo que buscas? –
− Ya te lo he
dicho muchas veces. – Respondió el Búho. – Quiero ver hasta el final la
historia que me contarás. Y también quiero conocerte. –
¿Otra vez eso?
− Dices
constantemente eso. – Dijo Spero. – Pero… ¿Cómo se supone que te encuentre? ¿Y
con qué sentido? –
− Buena
pregunta… − Dijo el Búho haciendo una pausa. – Tan buena como para dejar que tú
mismo la resuelvas. –
− Oye, pero tú
eres quien quiere conocerme. – Respondió Spero inconforme.
− ¿Es así? –
Preguntó el Búho. – Bueno… estaré esperándote con ansias. –
− Pero aun no
acabam… −
Y el sueño
terminó.
Siempre dejando más dudas de las que aclara.
Las dudas y ambigüedades
podían esperar. Si su suelo había terminado significaba que la hora había
llegado, la hora de ponerse en marcha y comenzar el día. Había muchas cosas por
hacer y poco tiempo para ello.
Una vez
terminó de despertar correctamente, se puso de pie y abandonó la habitación. No
era la más cómoda, pero cumplía con su objetivo, por lo que posiblemente volvería
a usarla.
Fuera de la
habitación estaba Allen esperando de pie. Como de costumbre, era él quien
despertaba primero. Y como de costumbre, era él quien estaba esperando.
− ¿Llevas
mucho esperando? – Preguntó Spero.
− No importa
realmente. – Respondió Allen despreocupado.
− Vamos, solo
responde. – Insistió Spero. – Me interesa saberlo. –
− Bueno… − Quizá y no notó el pasar del tiempo. –
Diez minutos. –
− Pensé había
sido más tiempo. – Dijo Spero sorprendido. Usualmente esperaba horas.
− Yo igual
estaba cansado, así que dormí más de lo normal. –
− Lo
importante es que descanses bien. –
− Lo haré. –
− Pero no
ahora, nos vamos. –
El primer
lugar que visitarían seria la Sala de misiones, con la esperanza de que no
estuviera tan frenética y abarrotada como el día anterior.
Pensó que
igual y si cargaba con un nuevo escudo le seria únicamente un estorbo. Pensaba
mejorar sus habilidades de arquería, y si se compraba un nuevo escudo, dependería
mucho de él y no tanto de su arco.
Si bien, podría
ser contraproducente y terminar mal parado por no cargar con uno, véase que
terminaran en una pelea en la que un arco no fuera tan de utilidad… vivir el
riesgo igualmente le seria de ayuda para el aprendizaje, y de igual manera iba
a la sala de misiones con el propósito de que Sky les proporcionará información
de un lugar en el cual pudieran entrenar sin problemas.
Aparte, ella dijo que aún no acababa de hablar.
La sala de
misiones… no estaba vacía, si bien, no estaba abarrotada como el día anterior.
Las cosas seguían algo animadas, pero lo suficientemente controladas como para
no necesitar ayuda extra.
Por alguna razón,
la caja de Sky estaba cerrada, aunque ella estaba presente en el lugar. Estará nuevamente en su descanso. No parecía
serlo, ya que todos alrededor trabajaban y miraban de reojo a Sky.
Y al igual que
las ocasiones anteriores, al mirarlos los llamó. Agitaba con fuerza su mano,
llamaba mucho la atención y como de costumbre, hacía que las miradas se fijaran
en Spero.
− V-Volví… −
Dijo Spero nervioso.
− Eso veo. –
Respondió Sky. – Me preguntaba cuando llegarías. –
¿Lo de siempre?
− ¿Estabas esperándome?
– Pregunto Spero.
− T… Todos los
días… − Respondió Sky algo apenada y sonrojada.
¿Qué diablos? Parecía más
femenina de lo común, y aunque era ella la apenada, hacía que Spero se apenara
igualmente. ¿Qué es eso de que me espera
todos los días?
− A… y… − No
le salían las palabras.
− Estoy
bromeando. – Dijo Sky volviendo a su actitud regular con una carcajada. − ¿Te
puse nervioso? –
− N-No… −
Respondió Spero nervioso apartando la mirada. Claro que era una broma… Tosió un poco intentando disimular e
igualmente volvió a su actitud regular. – Mmh… si… ¿De que querías hablarnos? –
Sky se puso
pensativa, movía mucho los labios cerrados y se rascaba la barbilla.
− ¿Qué era? –
Preguntó. ¿lo olvidaste? – Oh sí. Sobre
lo de ayer. –
− ¿Qué pasa
con ello? –
− ¡Pudiste
morir! – Gritó Sky alterada. − ¿Eres estúpido? –
Palabras
fuertes, con una actitud de preocupación.
− … ¿No? –
− ¿Por qué lo
dudas? –
− ¿P-Por qué
me llamas así? –
− ¡Por qué lo
eres! – Gritó nuevamente Sky. – Bueno, no tanto. Digo, sobreviviste. –
No entiendo nada.
− Lo hice. –
− Lo hiciste,
claro, pero igual te lastimaron. – Insistió Sky. – Debiste negarte a ir por el
atajo, no estabas preparado para pelear. ¿Qué hubiera sucedido si no llevabas
la medicina contigo? –
− Hubiera…
¿muerto? – Preguntó Spero preocupado.
− No, una
herida en la pierna no te mataría, pero igual hubieras tardado más en sanar. –
− ¿Entonces? –
− Buen, bueno,
me desvié mucho del punto principal. – Dijo Sky volviendo a la calma. – Necesitan
amigos. –
− ¿Amigos? –
− Amigos,
reclutas, compañeros, hermanos, tíos, lo que quieras, el punto es que necesitan
a más gente que los acompañen en misiones. – Oh, a eso se refería. – Sería bueno alguien que los cure, pero… hay
poca gente que sabe magia de curación, casi todos están con la iglesia y no
salen de ahí por nada. –
Interesante, no entran ni salen.
− Tengo a
Allen y Sirius, y ellos a mí, ¿No es suficiente? – Preguntó Spero tontamente.
− Uno de ellos
es un perro. – Señalo Sky.
− Si, uno muy
inteligente. – Respondió Spero mirando hacia Sirius, quien estaba con su típica
mirada triste. – Ves, ya se puso triste por lo que dijiste, lo escuchó todo con
sus grandes orejas. –
− Bueno, no
dudo que sea inteligente. – Se retractó Sky. − ¡Pero esa es su mirada de
siempre! –
Debe estar sufriendo mucho… lo lamento, Sirius.
− ¡Y no me
cambies el tema! – Gritó Sky regañando Spero, a lo que él solo encogió su
cabeza asustado. – Bueno, sí. Mmh… amigos, compañeros, necesitas conseguir a
alguien más, aunque sea una persona más. –
− P-Pero… ¿De dónde
quieres que consiga a alguien más? – Preguntó Spero aun afectado por el regaño.
Todas las
personas que entraban a la Sala de misiones y eran mercenarios, lo hacían en
grupos y parecían conocerse entre ellos… no era como si pudieran conseguir a
alguien más tan repentinamente. Añadiendo el hecho de que no miraba la necesidad.
Allen no era alguien especialmente sociable, y si se daba un malentendido… todo
podía terminar mal.
− No lo sé,
ese es tu trabajo. – Se quitó la responsabilidad de encima. – Y hasta que no
traigas a alguien más… no te aceptaré ninguna misión. –
− ¿Y si se lo
pido a otra recepcionista? – Acudían a ella puesto que era ella misma quien
siempre los llamaba, bien podían ir con otra persona. No creo eso sea un problema.
Pero algo andaba
mal, no se inmutaba ni un poco. Sky cerró los ojos y puso su mano en la barbilla;
empezó a reír en voz baja, y cada vez se escuchaba más fuerte, una risa de
victoria.
− ¡Nadie más
puede aceptarte misiones! – Su risa se convirtió en una risa malvada, ya no
tanto de victoria. ¿Queeeeeeee? –
Cuando tome tus datos cometiste un gravísimo error… ¡SOLAMENTE YO PUEDO MANEJAR
TUS MISIONES! MUAHAHAHAHAHA−
Me… ¡Me tiene! Pero… cometió un error. Así es, Sky había revelado sus intenciones
y poder antes de tiempo. Si bien, tenía sus datos, solamente eran los básicos,
puesto que Spero… ¡Nunca había revelado su apellido!
Spero, quien se había creído derrotado, poco a
poco alzaba su cabeza con una siniestra sonrisa. Es mi victoria. No pudo evitar reír triunfalmente, cosa que llamó
la atención de Sky.
− ¿Qué tienes
mis datos? – Preguntó Spero con una expresión petulante. – No me hagas reír
mujer… solamente tienes mi nombre, oh, cierto… solamente sabes MI NOMBRE, mas
no mi apellido. −
Spero estaba
lleno de convicción y se mofaba del error de Sky. Sin embargo, ella no mostraba
ningún cambio en su expresión.
− Es Ishtar. –
Respondió rápidamente. ¿Eh? ¿¡COMO LO
SUPO!?
− C-C-C-Como…
¿Cómo lo supiste? ¡En ningún momento te lo dije! – Spero estaba hecho una masa
de nervios… su ventaja… había desaparecido.
− Eras buscado
por crímenes contra el reino hace no mucho tiempo. – Respondió Sky. − ¿Crees
que no me daría cuenta que eras tú? –
Lo había
olvidado, lo había olvidado totalmente. Esa
estúpida recompensa. Gracias a esa recompensa que se había puesto por su
cabeza tuvo que dejar la ciudad años antes… aunque de todas formas pensaba
hacerlo; Allen había intentado asesinarlo igualmente por esa recompensa. Y
ahora… estaba limitado debido a que su apellido había sido descubierto por esa
estúpida recompensa.
Ahora si… ahora si me tiene. ¡TE MALDIGO MALDITA
IGLESIA!
− Así que… −
Ahora era Sky quien tenía la expresión petulante, combinada con una mirada
llena de superioridad. − ¿Qué habías dicho…? “No me hagas reír, mujer.” O algo
así habías dicho… sabes, sería una lástima si no pudieras seguir tomando
misiones por una recepcionista que no quiere brindarte el servicio… −
− Yo… −
Derrotado completamente, se hincó poco a poco en el suelo, y postró su cabeza
en el suelo. − ¡LO LAMENTO! –
Sky, lejos de
pedirle que alzara su cabeza, parecía estar disfrutando ese sentimiento de
superioridad. Poco faltaba para que cruzara la barra y comenzará a pisar su
cabeza, ordenándole que chillara como un cerdo para ser perdonado.
− Heh… − Dejo
salir una leve risa. – Aunque me ruegues no te dejare tomar ninguna misión. –
Maldiciooooon… Parecía
haberse enojado profundamente por las palabras de Spero. Chillaré como un cerdo si así lo deseas… pero perdóname.
− ¿Q-Que…? –
Preguntó Spero con mucha dificultad y temor. − ¿Qué tengo que hacer para que me
disculpes y dejes tomar nuevamente misiones? –
− Bueno… – Sky
cruzó la barra de un salto. Se acercó lentamente a Spero, quien aún se
encontraba pegando su cabeza al suelo. ¿En
verdad me pisará? Todo lo contrario… Sky, lejos de arremeter con furia
contra Spero, se puso de cuclillas y acarició su cabeza suavemente; Spero
sorprendido, alzó su rostro lentamente… y ahí estaba ella, con una suave
sonrisa. – Me preocupa que salgas lastimado, por eso pido que consigas más
personas. Tenemos poco de conocernos, pero siempre es triste ver gente morir.
Si no lo haces por ti, entonces hazlo por mi… no quiero que mueras. –
− L-Lo… − Ella… − Lo hare… pero por favor… sigue
apoyándome como hasta ahora. –
− Claro que lo
hare. – Respondió Sky con una sonrisa. – Después de todo, ese es mi trabajo. –
Maldición… como negarse así.
Sky, aun
habiéndose negado a aceptarles más misiones, no se negó a enseñarles un lugar
en el que pudieran entrenar.
Era extraño,
puesto que el lugar era igualmente conocido como un campo de entrenamiento, que
si bien, no era entrenamiento como tal de instructor-alumno, iban ahí para
probar sus armas contra goblins.
Pensó que
igualmente podría afectar que estuvieran matando goblins a diestra y siniestra
sin algún tipo de limite, y solamente para entrenar. Pero Sky explico cómo era
que funcionaban los goblins, siendo estos los monstruos más débiles y a la vez
los más… reproductivos.
Al igual que
los conejos son conocidos por su gran tasa de reproducción, los goblins
igualmente se reproducían con una velocidad increíble, llegando al punto de
considerarse una especie de plaga. Todos parecían tener el mismo intelecto, y
aun sin saber de dónde, ellos siempre iban armados con algo. ¿Pero está bien que nosotros…?
Aun así, a
Spero no le agradaba tanto la idea de usarlos como un saco de boxeo, siendo
usados únicamente para entrenar sus habilidades. Pero, igualmente Sky explicó
el por qué usaban ese lugar como sitio de entrenamiento.
Los goblins,
al reproducirse rápidamente, implicaban un potencial peligro para las ciudades
de los alrededores, por lo que a la vez que entrenaban, estaban ayudando a
mantener a raya la cantidad de goblins. Evitando así un posible ataque en masa
por su parte. Era algo cruel asesinarlos sin más, pero igualmente lo hacían por
su supervivencia. Eran cosas que se tenían que hacer.
Pese a que era
un lugar de entrenamiento, no era como si todos los días estuviera poblado de
otras personas. Usualmente iban a ese lugar bajo requisito del gobierno para
controlar a los goblins, o bueno, cuando necesitaban probar algún arma nueva,
como era al caso de Allen. Y puesto que el día anterior habían salido muchos o
bien, la mayoría de mercenarios, el lugar debía estar prácticamente vacío.
Siendo ellos de utilidad y recibiendo un poco de recompensa por el apoyo a el
control, a la vez que aprendían nuevas habilidades.
− ¿Cuánto
tiempo estaremos aquí? – Preguntó Allen.
− Bueno… − Y
Spero se puso a pensar durante un momento. Alrededor, como era de esperar, no
había nadie, aunque tampoco había tantos goblins como habían estado esperando.
No era un
sitio muy alejado de Frontera, a más tardar un par de horas, por lo que podían
frecuentar varias veces sin problemas.
− Hoy
solamente unas horas, veamos cómo funciona todo por aquí. – Respondió Spero.
− Entiendo. –
Dijo Allen.
− El punto es
que aprendas a usar tu Katana, así que posiblemente volvamos varios días más. –
− ¿Qué hay del
dinero? – Preguntó Allen, si iban a estar frecuentando ese lugar, obviamente no
iban a poder tomar misiones.
− Sky me
explicó que nos pagaran por cada goblin que asesinemos, no me dijo una cantidad
fija, pero solamente hay que reportarlo. – Respondió Spero. – Igualmente
tenemos los 40 oros que ganamos en conjunto, así que no creo que sea un
problema siempre y cuando nos limitemos a no despilfarrarlos. –
El primer día
fue algo relajado.
Allen había
tomado la iniciativa junto con Sirius, quienes fueron a investigar los
alrededores para encontrar presas que fueran manejables. No se les dificultó
mucho, encontraron a un goblin solitario rondando los alrededores.
Aunque lo
usual para Allen era atacar por sorpresa, esa ocasión se acercó y lo llamó de
frente. Desenvainó su Katana y se puso en guardia. Spero por su parte, se sentó
a un lado, para mirar el combate.
Los ataques
del goblin eran sosos y repetitivos, fáciles de coreografiar y aprender el patrón
para hacer un contraataque. Aunque, por otro lado, Allen estaba en la misma
situación; a duras penas podía desviar y parar los ataques del goblin, quien,
por cierto, se reía de él.
La batalla fue
larga y sosa. Allen no podía acertar un golpe fatal, y el goblin simplemente
atacaba estúpidamente. Al final, el goblin murió por las heridas de los golpes
fallidos, la cual, por cierto, fue una muerte horrible. Ese estilo de pelea no
iba con Allen, quien parecía ser más del estilo asesino que mata de un golpe.
− Terminamos
por hoy. – Indicó Spero. No había avances y podía notar que Allen estaba algo
cansado, no tenía sentido forzarse a pelear en esas condiciones. Aunque solo fue un combate.
El estilo de
Allen era el de atacar rápido y preciso. En una batalla de resistencia el
terminaría perdiendo; tenia fuerza y habilidad, pero nada de resistencia para
un combate largo.
− Esta bien. –
Respondió Allen con una pizca de inconformidad con los resultados.
Era inevitable
que Allen peleara de frente con su Katana, era prácticamente la razón por la
que la habían conseguido. Pero… no debía ser un combate largo de muchos
intercambios. En lo que cabía de lo posible, quería obtener un uso que le
dejara acabar de un ataque, y eso implicaba velocidad. Habrá que entrenar su físico también.
De regreso, se
encontraron con algo peculiar.
No muy a lo
lejos, estaba un sujeto de pie. Portaba una armadura impresionantemente…
impresionante. Cubría hasta la menor parte de su cuerpo y no se miraba ni una
pizca de piel, era intimidante. Pero había algo extraño con él… estaba siendo
apaleado.
No
literalmente apaleado, simplemente estaba siendo golpeado por un par de
goblins, los cuales se reían a carcajadas tras cada golpe. ¿Pero qué hace? El sujeto no respondía a ninguno de los ataques,
simplemente estaba ahí firme sin moverse ni un centímetro… Más bien, ¿Dónde está su arma? Aparte de su armadura, no portaba
nada para pasar al ataque. Parecía ser una estatua, pero hacia pequeños
movimientos que denotaban que era un ser vivo. Quizá no hace nada por que no puede.
Spero
aprovechó la oportunidad para entrenar un poco con su arco, cosa que también
buscaba mejorar, pero no había intentado ese día. Y están a una buena distancia. La distancia imponía un reto, pero
sin importar si fallaba, la armadura del sujeto no sería atravesada, después de
todo no lo habían logrado los goblins.
Cargó su arco
con una flecha, midió la distancia como de costumbre; checó la velocidad del
viento y apuntó como era usual. Listo. Una
flecha, un goblin muerto.
El goblin cayó
al instante, dejando perplejo al otro goblin. Giró su mirada y vio a Spero
apuntándole con el arco, intentó correr, pero era demasiado tarde, ya estaba
muerto.
El sujeto por
su parte, solamente se les quedo mirando, mientras Spero hacia una expresión de
que no había problema. Solo quería
ayudar. Pero el sujeto no agradeció, solo se quedó ahí de pie.
Se llegó el
segundo día, y como el día anterior, estaba vacío.
En esa ocasión
encontraron dos goblins con ayuda de Sirius. Uno lo tomó Spero, quien aún no
había comprado un nuevo escudo, quería practicar defenderse únicamente con su
espada. Mientras que Allen aun presentaba unas dificultades al desenvainar y
atacar con la Katana.
Y al igual que
el día anterior, se encontraron con el mismo sujeto, pero en esa ocasión, eran
tres goblins. ¿Qué demonios hace? Y como el día anterior, Spero se encargó de
los tres goblins a distancia con su arco.
− ¡De nada! –
Gritó Spero ondeando su mano.
Pero no
recibió respuesta.
Tercer día… lo
mismo, pero con mas goblins atacando al sujeto.
Cuarto día… lo
mismo, pero con mas goblins atacando al sujeto.
Se cumplió una
semana y Allen apenas comenzaba a familiarizarse con su arma. Era capaz de
encargarse del goblin en menos tiempo, pero aún no lo suficientemente rápido
como para estar satisfecho con el resultado. Bueno, no hay prisa.
No era como si
pudieran ir a otro lugar, después de todo aun no encontraban otro compañero
para que Sky les dejara tomar misiones. Aunque no era mala del todo, les
brindaba una recompensa día tras día, algo más de lo que se debía, pero lo
suficiente como para sobrevivir.
Lo que era
extraño, era el sujeto que seguía “peleando” contra goblins sin arma. Spero no
tenía problema en matar a los goblins, los cuales usualmente corrían tras caer
el primero. Pero le seguía pareciendo tonta la actitud del sujeto, que no
atacaba en ningún momento. Un día de
estos podría morir.
Dicho día
llego a la segunda semana.
Oye… oye… espera… Diez
goblins estaban atacando al sujeto con armadura, y él, increíblemente estaba
tranquilo recibiendo los golpes. No se
inmuta ni un poco, ni retrocede. Por más buena que fuera su armadura y él
resistente… eso parecía ser más de lo que podía manejar, las cosas podían
complicarse una vez atravesaran su armadura.
Esta será la última
vez, le comprare una espada si es pobre, pero maldita sea, que no se quede ahí
parado.
Vamos… Uno… Spero había recobrado algo de
habilidad, era capaz de disparar las flechas más rápido que de costumbre, pero
igualmente no era lo suficientemente rápido para deshacerse de los goblins en
segundos. Y estos parecían haber tomado valor para atacar, puesto que apenas
miraron que este atacó, corrieron todos hacia él. Maldición… dos. No parecían temer por sus vidas, aun cuando caían
fácilmente. Tres… Cada vez estaban
más cerca. ¡Cuatro! Y los alcanzaron.
− ¡Allen, toma
3 y yo 3! – Gritó Spero.
− ¡Entendido!
–
Gracias a su
arduo trabajo y entrenamiento, eran capaces de hacer frente a los goblins sin
mucho problema, al menos a los de ese lugar. Si bien, Allen aun no era capaz de
terminar las cosas en segundos, era capaz de manejar a los 3 que le habían
tocado.
Dado que no
portaba escudo, Spero tuvo que pasar directo a la acción. ¡Muere! Aprovechó el impulso con el que iban, para perforar a uno
de ellos con una estocada. Ahora… Con
un giro rápido a su derecha, golpeando con fuerza mandó a volar a un segundo
goblin, dando directamente en su rodela, lo cual evitó que muriera. Ahora tú. El goblin restante estaba ahí
de pie, planeando su siguiente movimiento, dando pequeños y molestos saltos
hacia los lados, como si estuviera ansioso. Vamos…
Y entonces lo hizo, cometió un error… moverse. ¡Toma! Spero tomó con ambas manos su espada e hizo un fuerte corte
diagonal desde el hombro hasta la mitad de su cuerpo, matándolo al instante.
El goblin que
había sido mandado a volar, huyó del lugar. Los otros tres que estaban peleando
contra Allen, asustados por la bestialidad y facilidad con la que habían sido
asesinados sus compañeros, intentaron huir. Grave
error. Allen puso su palma derecha en la parte sin filo de su Katana;
respiró hondo y empaló a dos goblins que dieron la espalda de un solo ataque,
un movimiento estúpido correr uno detrás de otro. Pero no fue lo
suficientemente rápido, el tercero logró huir.
− Has
mejorado. – Dijo Spero intentando animarlo y recobrando aliento.
− Tú también.
– Asintió Allen con una leve sonrisa.
El sujeto de
la armadura había hecho por primera vez un movimiento, acercarse a ellos. Su
estatura era parecida si no es que igual a la de Allen, y no era tan intimidante
una vez lo tenías de cerca. Lo que, si era impresionante, era su armadura, una
bella bella armadura que cubría de pies a cabeza sin dejar una abertura.
− No necesitas
agradecer. – Dijo Spero amablemente. – Pero… deberías dejar de hacer eso, es peligroso
y puedes terminar lastimado. Es la última vez que te ayudo, así que no me hare
responsable de lo que te pase. Sé que no cuentas con arma, pero deberías al
menos golpearlos con tus puños o algo. –
− Yo… −
Respondió el sujeto con armadura. Su voz
es… − Nunca pedí tu ayuda. –
− Oye, al
menos se agradecido. – Interrumpió Allen.
− ¿A ti quien
te llamó? – Respondió el sujeto. Si… su
voz es... – No se metan en mis asuntos, así como yo no lo hago con los
suyos. Puedo valérmelas sola. –
− ¿Acaso tú? –
Preguntó Spero dudoso… − ¿Cómo te llamas? –
− Este
estúpido casco… − Parecía estar incomodándole enormemente.
− Al menos
dinos tu nombre, nos lo debes. – Insistió Allen.
− Tsk. – Tronó
la lengua en disgusto. Con algo de dificultad se retiró el casco, dejando a la
vista su rostro. Es…
Su rostro, a
pesar del descuido, seguía siendo femenino, no llegaba a una extrema belleza,
pero lo suficiente como para llamarla atractiva; su cabello era de un color
rojizo, un rojizo hermoso que contrastaba bien con unos bellos ojos azules; el
cabello, aun descuidado, tenía su propio encanto, siendo disparejo en su corte.
Era corto llegando no más allá de sus hombros, pero no uniforme, con algunos
mechones más largos que otros, como uno que sobresalía hacia su frente; su
mirada no llegaba al odio, pero era apática hacia ellos, como si los mirara
como una molestia.
Movió en
repetidas ocasiones su mechón, puesto que este tapaba un poco de su vista y
parecía ser molesto para ella. Una vez lo hizo a un lado, los miró fijamente
unos segundos, como si dudara de dar su información, y entonces, habló.
− Alice. – Respondió
con seriedad y algo de molestia, sin cambiar ni un poco su expresión. – Mi
nombre es Alice. –
Oh no…
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