La Profecía del Héroe - Capitulo 23: Hermoso Rojizo


− ¡Volvimos, Sam! – Gritó Spero en la entrada de la taberna.
Era temprano, alrededor de las 4 de la tarde. La taberna apenas estaba abriendo sus puertas y había muy poca gente degustando tranquilamente de su comida; las camareras, hijas de Sam, estaban limpiando y acomodando el lugar; su hijo, el cantinero, estaba igualmente limpiando su estación de trabajo y los tarros en la que servía su cerveza.
Alguien abrió la puerta que conectaba a la cocina de golpe, era Sam, quien esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.
− ¡Volviste, yerno! – Gritó Sam con alegría, corriendo a Spero para darle un fuerte abrazo. – Mis niñas estaban preocupadas por ti. –
¿En serio?
− Claro que no. – Respondieron todas al unisonó.
Por supuesto que no…
− Oh vamos. – Dijo Sam. – Es un muy buen partido, mejor que la mayoría de vagos de esta ciudad. –
Spero solamente reía nerviosamente ante las palabras de Sam, eran realmente incomodas para él, más al ser un tema de tal… importancia.
No parecía que fuera a durar mucho, puesto que una luz iluminó el bar, un ángel de salvación. Elive, la mujer de Sam, la que había apagado el tema anteriormente, había hecho acto de presencia al escuchar el ruido.
− Así que volvió. – Dijo Elive con su extraña sonrisa. − ¿Y? –
− ¿A qué te refieres, cariño? – Preguntó Sam confundido.
− ¿Cuánto ganó? – Preguntó Elive. – Tu no abandonas la idea de que se case con alguna de nuestras hijas, así que fue a hacer un trabajo para ganarse nuestro respeto. Quiero saber cuánto ganó. –
− Seño… Señorita, creo que malentiende algo. – Interrumpió Spero algo nervioso y confundido. No lo hice con esas intenciones…
− Oh, vamos, solo dilo. – Sam igualmente quería saberlo.
− B-Bueno… − Para él, lo que había ganado era una buena cantidad, pero viendo la clientela que tenían… posiblemente era algo poco. – 21 oros… −
Repentinamente, tras decir esas palabras… hubo silencio, incluso los comensales dejaron de hacer ruido al comer. ¿Es tan poco? Sam lo miraba fijamente frunciendo un poco el ceño, al igual sus hijas habían centrado su mirada en él. Incluso Elive lo miraba en silencio. Un silencio incomodo, como si hubiera dicho algo malo, una palabra prohibida.
− ¿21? – Preguntó Sam silenciosamente.
− S-Si… − Respondió Spero nervioso.
− Ya veo… −  Dijo Sam en un tono medio muerto y algo intranquilo, como si se le fuera el aire en ello. − Es tu primer misión… ¿no? –
− Bueno, se podría decir que sí. – No tomaba en cuenta la pelea contra los demonios de hacía años.
Sam bajó su cabeza, y puso su palma sobre el hombro de Spero. Apretó con fuerza y entonces, volvió a mirarlo.
− Yerno… − Tenía los ojos llorosos de alegría y mordía su labio. ¿Por qué lloras?
Giró su rostro, hacía la persona que menos lo aprobaba, y por primera vez, su sonrisa si parecía de alegría.
− Aceptable. – Dijo Elive por su parte. ¿Espere… usted también?
Por su parte, las chicas igualmente lo miraban con otros ojos, como si estuvieran considerando la posibilidad. ¿Tan importante es el dinero?
− Mas importante… ¿No es menos de lo que tú ganas? – Preguntó Spero a Sam.
− Eso no importa, hijo. − ¿Hijo? ¿Cuándo subí tantos estratos? – Es tu primer misión y ganaste tanto; con los mínimos daños, en una sola pieza. Puedo ver un camino de grandeza en ti. –
− Estas exagerando… − Dijo Spero.
− No. – Respondió Sam poniendo ambas manos con fuerza en los hombros de Spero; con un rostro lleno de convicción. – Yo lo puedo ver. –
Tanto las palabras, como la expresión de Sam eran totalmente serias. Realmente creía en que así seria. Aunque solo fue coincidencia. La recompensa por la que habían trabajado era únicamente de 1 mísero Oro, aunque los 20 igual fue por su esfuerzo y apoyo… pero era más de lo que debían recibir.
− Si vamos por eso… − Dijo Spero pensando. − ¿Qué hay de Allen? Fue de muchísima más utilidad que yo, e igual está soltero. –
− No necesitas decirlo. – Interrumpió Sam. – También lo tengo en la mira. –
Era solamente una broma, pero… ¿Incluso Allen? Aunque, él se mostraba indiferente ante la proposición, no parecía ser de su interés. No se esforzaba siquiera en fingir una sonrisa.
− Bueno… él será un poco más difícil de convencer. – Aclaró Spero.
Si Allen fuera más abierto a esas cosas, posiblemente hubiera sido una mejor elección que Spero. Mejor apariencia, más habilidad; y si fuera un poco más independiente… podría incluso valérselas solo. ¿Desde cuándo tengo tan poca estima? Y no es como que esté considerando la proposición.
− ¿Ya comiste, hijo? – Preguntó Sam. ¿Seguirás con eso…?
− No, aun no. – Respondió Spero. – Por eso vinimos primeramente a este lugar. Tu comida fue lo que más extrañé en el viaje… aunque fueron solo unos días. –
− Sabes… − Sam se acercó aún más a Spero, y le susurró al oído. – Si te casas con una de ellas, seguirás disfrutando de mi comida… ya sabes, receta de familia. –
¿Tan lejos piensas llegar para convencerme? Era una propuesta realmente tentadora. Bien decían que a un hombre se conquista por el estómago… y la comida de Sam era realmente buena.
No, no no no no no, no te dejes llevar. Spero no conocía nada acerca del amor, bueno, solamente del amor fraternal. Pero sabía que igualmente no debía aceptar únicamente basándose en la comida de Sam. Si bien, lo usual era mujer en casa y hombre a la labor, la comida de Sam, heredada a una de sus hijas… sería un increíble plus. Aunque igualmente no podía negarle el hacer algo más y encerrarlas si lo deseaban.
Me estoy desviando mucho. El punto era que si bien, Spero no desagradaba de las hijas de Sam, tampoco era como si sintiera algo por ellas. Indudablemente eran atractivas, lo cual era raro mirando a su padre, pero comprensible al ver a su madre. No se quería basar únicamente en el aspecto de ellas… aunque su actitud era variada y en su mayoría agradable. Maldición, todo son puntos buenos. Aun así, con todos los puntos buenos… la idea de casarse, aun siendo tentadora… no estaba en sus planes por el momento.
− Lo consideraré. – Respondió Spero. Si hubiera dado otra respuesta, posiblemente Sam nunca se hubiera detenido.
− ¡Perfecto! – Gritó Sam alegremente. – ¡Ahora… a comer! –
Sam volvió a la cocina, y salió unos segundos después con un montón de comida, era como si hubiera preparado con natalidad sabiendo que Spero iba a regresar. Aunque igual ya está trabajando. Pero entre lo que cargaba estaba su platillo favorito, así que posiblemente lo había hecho con esa intención.
El solo aroma de la comida era suficiente para abrir el apetito.
Las hijas de Sam prepararon una mesa y se sentaron en ella, igualmente Elive y posteriormente Sam. Max, el hijo de Sam igualmente se había sentado al lado de su madre. Todos giraron su mirada hacia Allen y Spero, hicieron dos espacios en ambos lados, y los invitaron a comer con ellos. Como si fuera una gran familia…
No había nada mejor para él que comer acompañado.
Para su mala suerte, el lugar que le habían cedido, seguía siendo entre todas las hijas. A lo que Sam no podía evitar reír. Aun así, él tampoco podía evitar sentirse feliz por estar rodeado de tanta gente, disfrutando de tan deliciosa comida.
− ¿Tienen dónde dormir? – Preguntó Sam una vez todos terminaron de comer. – El Sol se está ocultando. –
− Oh, cierto. – No había percibido el pasar de las horas. – Si, reservé una posada antes de dejar la ciudad. –
 − Y yo que pensaba hacer que durmieras nuevamente aquí. – Dijo Sam algo decepcionado. – Pero bueno, será para la próxima. –
Aunque la noche se hacía presente, no había más comensales de los que habían visto al inicio. Cosa extraña, puesto que la primera vez que llegaron ahí estaba abarrotado de gente el lugar. ¿Habrá pasado algo? Igualmente había mucho revuelvo en la sala de misiones.
− ¿Paso algo? No hay mucha gente alrededor. – Preguntó Spero.
− Oh, claro, que eres nuevo por aquí. – Respondió Sam mientras comenzaba a recoger la mesa. – Es inicio de semana, día en que más se toman misiones y la gente sale fuera. Ya sabes, gastan todo en los fines de semana y a inicio están buscando más dinero para seguir con la fiesta. –
¿Inicio de semana? Spero, al haber estado viviendo en su pueblo solamente con una persona más, no tomaba mucha importancia en que día era o cuanto había pasado. Sabía que habían pasado años, pero no en que día se encontraba. Incluso cuando llegó a la ciudad se enteró de que ahora estaban en una nueva “Era” y los años se contaban nuevamente. Sí que han cambiado las cosas…
− Entonces estos días no ganas mucho. – Dijo Spero. – Puesto que todos están fuera. –
− Exactamente, estos días son los de mayor trabajo para los mercenarios, herreros y comerciantes. – Respondió Sam. – Pero los más tranquilos para nosotros, los dueños de bares y posadas. –
Interesante…
Inicio de semana, los mercenarios tomaban la mayor parte de las misiones e iban a cumplirlas. Una escolta le había tomado a Spero dos días, y eso que había sido a una ciudad relativamente cercana. Si tomaba en cuenta el pago… no parecía ser realmente rentable, aunque si era un trabajo seguro, siempre y cuando no fueran a dar por un atajo.
Bueno… es hora de retirarnos.
Se retiraron del bar, no sin antes despedirse como era debido y pagar por su comida. Sam insistió en que se quedaran a dormir en el bar, pero Spero se negó amablemente. No podía depender siempre de la amabilidad de Sam, incluso había insistido en que no le pagaran ni un centavo por la comida. Tuvo que darle el dinero a una de sus hijas para que este lo aceptara.
Ahora… ¿A dónde deberíamos dirigirnos?
La noche apenas comenzaba y aun había muchos lugares abiertos. Aun no pensaba claramente cuál sería la siguiente misión que debería tomar, pero estaba seguro de que igualmente debía conseguirse un nuevo escudo.
Las herrerías seguían funcionando y estaban a toda potencia. Pero tomando en cuenta que el escudo que había comprado muy apenas había servido para una misión y tenía un costo medianamente alto… debía pensar primeramente que era lo que buscaba y hacer una buena elección. No podía ir por ahí despilfarrando dinero como si no fuera nada.
El de los enanos igualmente hubiera sido útil. Claramente lo mejor eran los productos de los enanos, pero estos tenían un precio ridículamente alto. Veinte oros sería un insulto para ellos, y aunque juntaran los 20 de cada uno, seguiría siendo un insulto. Por ahora sigue fuera de mi alcance.
Por lo que había leído y visto, las armas de los enanos tenían más funcionalidades que un arma regular. La guadaña de Shawn igualmente aparentaba una muy buena calidad, la hoja era realmente filosa y resistente, lo suficiente como para cortar oro sólido. Aunque no lo miró a fondo, pudo deducir que igualmente la hoja retráctil era una funcionalidad extra de la guadaña, posiblemente algo que habían añadido los enanos. Aunque no miraba una utilidad más allá de ocupar menos espacio, aunque no era como si lo hubiera visto usarla a fondo, quizá y aun guardaba unos cuantos secretos.
¿Debería intentar otra arma? Los enanos habían traído más armas, diseños extraños que nunca habían visto antes. Un ejemplo era la Katana de Allen, una espada larga y curva, pero no tan pensada como uno pensaría. Ahora que lo recuerdo…
− Allen. – Llamó Spero.
− ¿Si? –
− ¿Por qué nunca usaste tu Katana? – Preguntó Spero.
Durante toda la pelea Allen había usado únicamente sus dagas, y no era como si no tuviera su Katana a la mano, siempre la cargaba consigo. Pero… aun así no había hecho uso de ella. Las cosas habían salido bien, por lo que no había problema con ello, incluso sin usarla fue de mucha más utilidad de lo que uno pensaría… pero la duda residía en el “por qué” no la había usado, después de haber mostrado tanto interés en ella.
− Bueno… − Allen hizo una pausa y se puso a pensar un poco. – Supongo que fue porque es un regalo tuyo… y no quería destruirla. –
− Entiendo que no quieras perderla tan pronto… bueno, seria doloroso para ambos después de lo que costo… pero igualmente deberías usarla, después de todo la compramos por el interés que tenías en ella. –
− Lo entiendo. – Dijo Allen. – El punto es que… no se usarla. –
Claro. Incluso el herrero había mencionado que no mucha gente sabía hacer uso de ellas como era debido. No era un arma para estar chocándola contra las espadas de los demás, puesto que perdería filo y en el peor de los casos… se podría romper. Aunque Allen era habilidoso con las dagas y el combate en general, eso no lo volvía un prodigio que aprendiera las técnicas de las armas que tocaba. Pudo incluso terminar de mala manera si la hubiera usado, un golpe del garrote de un Orco y fuera Katana…
− Bueno, ni como culparte. – Dijo Spero. – Pero sabes… −
Una idea entró a la cabeza de Spero, algo que igual y les podía ser de utilidad a ambos.
− ¿Si? –
− Existen academias de magia en esta ciudad… − Continuó Spero. – Y en Atlova miramos que pueden ser de mucha utilidad. No estoy diciendo que aprendas magia ni nada parecido, no te equivoques. A lo que voy es… que igualmente debe haber alguna academia en la cual alguien enseñe algunas técnicas de las nuevas armas, ya sabes… gente que ha hecho buen uso de ellas posiblemente pueda enseñarte un poco de cómo usar la Katana. –
Spero aprendió a usar la espada y el arco gracias a Ciel, así que podía llamarlo algo así como su maestro. Aunque mejoró a través de los años debido al constante trabajo y duelos que tuvo con Ciel. Y pensándolo más a fondo, era increíble como ambos niños pudieron mejorar tanto sin alguien que les impartiera las clases como era debido.
En el caso de Ciel no era tan impresionante, después de todo él era el héroe de la profecía y desde un inicio se miraba que tenía talento para lo que se propusiera. Así que, con él como maestro, Spero igualmente pudo sobresalir en el arte de la espada. Aunque nunca es tarde para aprender unas cuantas cosas más.
Y ya que habían tocado el tema de la magia, incluso podían investigar un poco más a fondo. Sky lo había dicho antes, pudieron terminar peor al no haber llevado a alguien que usara magia de curación.
La magia de curación era increíblemente buena, y aunque Spero pensaba que únicamente la iglesia iba a tener ese tipo de magia, había visto como algunos soldados la habían usado al tratar a los heridos en Atlova. Pero… eso no quitaba el hecho de que él no fuera apto para usarla, lo había intentado anteriormente y no funcionó.
Podría ser que Allen igualmente pudiera, y sería realmente algo útil, pero… no podía obligarlo a tomar tal decisión. Y ciertamente no parecía ser el tipo de persona que fuera a hacer un buen uso de ello.
− Podría intentarlo si así lo deseas. – Respondió Allen. Sería lo mejor. – Aunque igualmente puedo aprender a través del combate, así fue como aprendí a usar las dagas. Solo que sentí que no era la mejor ocasión para hacer uso de ella. –
Era otra opción. La práctica hace al maestro, suelen decir, y ciertamente el combate real suele ser mejor en cuanto a ello. Un combate de entrenamiento no se puede comparar en nada a un combate real en el cual te juegas la vida.
− Si ese es el caso, supongo que deberíamos ir contra cosas débiles. –
− No tengo problema con ello. –
− Pero… ¿Qué considerarías débil? –
La enciclopedia marcaba a los goblins como lo más débil, pero habían sido un problema. Bueno, quizá y si atacaban por separado terminaba siendo más fácil de lo que esperaban.
− Todos son débiles. – Respondió Allen.
Bueno, él se había encargado de todo sin problemas, por lo que no dudaba que desde su perspectiva todos fueran débiles.
− Podríamos intentar contra goblins, si es solamente uno mejor. – Sugirió Spero.
− Estoy bien con lo que decidas. – Respondió Allen.
Servirá igualmente para desempolvar mis habilidades con arco.
− Pero tendrá que ser mañana, podríamos preguntarle a Sky sobre algún lugar que cumpla con esos simples requisitos, quizá y sabe algo. –
− No tengo problema con ello tampoco, cuando digas que lo haga, lo haré. –
El entrenamiento les serviría a ambos, después de todo Spero estaba algo oxidado. No podía negar que se sintió algo inferior al mirar como los demás mercenarios se deshacían de los Orcos sin mucho problema, cuando a él incluso le fue problemático su pelea contra los goblins. Y si pensaba seguir todo el camino… podía encontrarse con cosas aún peores.
Y algo de entrenamiento físico nunca viene mal. Si no fuera porque estuvo trabajando en su pueblo… su cuerpo sería un desastre.
Pero será cosa para mañana.
La posada en la que pasaron la noche no era realmente un lugar que destacara por su grandísima calidad. Las camas eran simples, al igual que la habitación en sí. Quizá y más simple que los cuartos en los que habían dormido en casa de Sam. Estos no tenían siquiera una ventana por la cual entrara luz, pero que más podían pedir por el precio que habían pagado… Mientras pueda dormir, no hay problema.
La fatiga de los combates, y la fatiga mental por todo lo que había visto lo tenía acabado, tanto que no tardo en quedarse dormido una vez se despidió de Allen para que este se fuera a dormir.
No hubo pensamientos pre-sueño, no hubo dudas que le quitaran las ganas de dormir.
Lo que, si hubo, fue la visita de alguien que no había hecho aparición en cierto tiempo.
− No diré “Hoot” puesto que te molesta, pero quiero que sepas que estoy nuevamente aquí. – Era el Búho.
− Como si no fuera a darme cuenta de que un Búho gigante sobre una rama apareció en mi sueño. – Respondió Spero. – No es algo que sea difícil de notar que digamos. –
− No puedo contradecir esa lógica, pero es de educación siempre presentarse. –
− Deja de lado la educación. – Dijo Spero. – Dime que es lo que sucede ahora. –
Como era usual, el Búho comenzó a girar su cabeza en todas direcciones, como si esa fuera su forma de pensar.
− ¿Te gustó el nuevo mundo? – Preguntó una vez se detuvo.
− ¿Qué si me gusto…? – No encontraba muchas diferencias con el “mundo normal” en el que había vivido toda su vida, claro, ignorando las bestias y nuevas razas. – Es lo mismo de siempre, no veo que tiene de nuevo. –
− ¿Seguro que es lo mismo de siempre? – Preguntó el Búho. − ¿No encontraste algo interesante? ¿Algo que te hiciera hervir la sangre? –
La conversación se estaba guiando a un lugar en específico.
− Toda mi vida he visto pasar estas cosas. – Respondió Spero. – Que me hierva la sangre o no… no es algo nuevo que antes no se haya visto. –
− Interesante respuesta. – Dijo el Búho. Incluso sin los Orcos, los demonios habían asediado constantemente las ciudades, y los malos gobiernos siempre habían existido. Gente mala y egoísta existe desde el inicio de los tiempos. – Pero me alegra que lo hayas visto con tus propios ojos. –
¿Te alegra?
− ¿Cómo puede agradarte eso? – Preguntó Spero molesto. − ¿Qué tiene de bueno ver gente sufriendo? –
− Exactamente eso. – Respondió el Búho. – Nada. –
El Búho, por primera vez, bajo de su rama; caminó con pasos cortos hacia Spero y se postró frente a él. Era más grande de lo que se había imaginado, media quizá dos veces su tamaño. Intimidante era poco para describirlo; el solo aleteo de sus alas fue suficiente para hacerlo volar lejos, que se podría decir de si intentara atacarlo…
− Me alegra tu expresión. – Dijo el Búho. – Demuestra de que compartes un poco de aquel corazón amable que el héroe tuvo. –
− No creo ser tan amable. – Respondió Spero.
− Aunque tú no lo creas, yo si lo creo. – Dijo el Búho. – Tu enojo ante mi alegría demuestra cuanto te importa la vida de los demás. Tus dudas siempre giran alrededor de los demás, valoras su vida, no quieres que salgan lastimados. Eres una criatura hermosa. –
Aunque terminan lastimados por mi mera presencia.
− Él estaría orgulloso. – Dijo el Búho. – Veo que has tomado una decisión, muy diferente a la que yo inicialmente creí tomarías. Pero me alegra que hayas escogido ese camino. Quizá pienses que tu apoyo no sirva de nada y que solamente serás un mercenario más, pero… quien sabe, en ocasiones una persona común y corriente puede hacer una gran diferencia. –
− Yo aún no he elegido nada. – Respondió Spero con duda.
− Lo hiciste. – Respondió el Búho. – Al momento de correr a brindar apoyo a la gente que estaba en peligro. La voluntad del héroe vive en ti. Incluso piensas mejorar tus habilidades para poder ser mas de utilidad. –
− ¿Cómo sabes eso? –
− Solamente lo sé – Dijo el Búho. – Pero me alegra que te prepares, puesto que lo que viene es aún mucho peor. –
¿Nuevamente eso?
− ¿Peor en qué sentido? – Preguntó Spero lleno de duda. − ¿Qué es lo que viene? –
− No lo sé. – Respondió el Búho. – Pero el mundo es increíblemente grande, y aun hay muchas cosas que ustedes ni se imaginarían existen. Los peligros son inmensos y posiblemente cada vez peores, así que prepárate, que el camino que has escogido estará lleno de dificultades. –
− ¿Eres tu parte de esas dificultades? – Preguntó Spero seriamente.
El Búho se quedó en silencio por unos momentos, entonces giró nuevamente su cabeza como si no hubiera fin. Hasta que se detuvo tras unos segundos y miró a Spero nuevamente.
− Claro que no. – Respondió el Búho dando una ligera risa. No sabía que podía reír. – No soy un peligro para ti. –
− ¿Entonces? – Preguntó Spero. − ¿Qué es lo que buscas? –
− Ya te lo he dicho muchas veces. – Respondió el Búho. – Quiero ver hasta el final la historia que me contarás. Y también quiero conocerte. –
¿Otra vez eso?
− Dices constantemente eso. – Dijo Spero. – Pero… ¿Cómo se supone que te encuentre? ¿Y con qué sentido? –
− Buena pregunta… − Dijo el Búho haciendo una pausa. – Tan buena como para dejar que tú mismo la resuelvas. –
− Oye, pero tú eres quien quiere conocerme. – Respondió Spero inconforme.
− ¿Es así? – Preguntó el Búho. – Bueno… estaré esperándote con ansias. –
− Pero aun no acabam… −
Y el sueño terminó.
Siempre dejando más dudas de las que aclara.
Las dudas y ambigüedades podían esperar. Si su suelo había terminado significaba que la hora había llegado, la hora de ponerse en marcha y comenzar el día. Había muchas cosas por hacer y poco tiempo para ello.
Una vez terminó de despertar correctamente, se puso de pie y abandonó la habitación. No era la más cómoda, pero cumplía con su objetivo, por lo que posiblemente volvería a usarla.
Fuera de la habitación estaba Allen esperando de pie. Como de costumbre, era él quien despertaba primero. Y como de costumbre, era él quien estaba esperando.
− ¿Llevas mucho esperando? – Preguntó Spero.
− No importa realmente. – Respondió Allen despreocupado.
− Vamos, solo responde. – Insistió Spero. – Me interesa saberlo. –
− Bueno… − Quizá y no notó el pasar del tiempo. – Diez minutos. –
− Pensé había sido más tiempo. – Dijo Spero sorprendido. Usualmente esperaba horas.
− Yo igual estaba cansado, así que dormí más de lo normal. –
− Lo importante es que descanses bien. –
− Lo haré. –
− Pero no ahora, nos vamos. –
El primer lugar que visitarían seria la Sala de misiones, con la esperanza de que no estuviera tan frenética y abarrotada como el día anterior.
Pensó que igual y si cargaba con un nuevo escudo le seria únicamente un estorbo. Pensaba mejorar sus habilidades de arquería, y si se compraba un nuevo escudo, dependería mucho de él y no tanto de su arco.
Si bien, podría ser contraproducente y terminar mal parado por no cargar con uno, véase que terminaran en una pelea en la que un arco no fuera tan de utilidad… vivir el riesgo igualmente le seria de ayuda para el aprendizaje, y de igual manera iba a la sala de misiones con el propósito de que Sky les proporcionará información de un lugar en el cual pudieran entrenar sin problemas.
Aparte, ella dijo que aún no acababa de hablar.
La sala de misiones… no estaba vacía, si bien, no estaba abarrotada como el día anterior. Las cosas seguían algo animadas, pero lo suficientemente controladas como para no necesitar ayuda extra.
Por alguna razón, la caja de Sky estaba cerrada, aunque ella estaba presente en el lugar. Estará nuevamente en su descanso. No parecía serlo, ya que todos alrededor trabajaban y miraban de reojo a Sky.
Y al igual que las ocasiones anteriores, al mirarlos los llamó. Agitaba con fuerza su mano, llamaba mucho la atención y como de costumbre, hacía que las miradas se fijaran en Spero.
− V-Volví… − Dijo Spero nervioso.
− Eso veo. – Respondió Sky. – Me preguntaba cuando llegarías. –
¿Lo de siempre?
− ¿Estabas esperándome? – Pregunto Spero.
− T… Todos los días… − Respondió Sky algo apenada y sonrojada.
¿Qué diablos? Parecía más femenina de lo común, y aunque era ella la apenada, hacía que Spero se apenara igualmente. ¿Qué es eso de que me espera todos los días?
− A… y… − No le salían las palabras.
− Estoy bromeando. – Dijo Sky volviendo a su actitud regular con una carcajada. − ¿Te puse nervioso? –
− N-No… − Respondió Spero nervioso apartando la mirada. Claro que era una broma… Tosió un poco intentando disimular e igualmente volvió a su actitud regular. – Mmh… si… ¿De que querías hablarnos? –
Sky se puso pensativa, movía mucho los labios cerrados y se rascaba la barbilla.
− ¿Qué era? – Preguntó. ¿lo olvidaste? – Oh sí. Sobre lo de ayer. –
− ¿Qué pasa con ello? –
− ¡Pudiste morir! – Gritó Sky alterada. − ¿Eres estúpido? –
Palabras fuertes, con una actitud de preocupación.
− … ¿No? –
− ¿Por qué lo dudas? –
− ¿P-Por qué me llamas así? –
− ¡Por qué lo eres! – Gritó nuevamente Sky. – Bueno, no tanto. Digo, sobreviviste. –
No entiendo nada.
− Lo hice. –
− Lo hiciste, claro, pero igual te lastimaron. – Insistió Sky. – Debiste negarte a ir por el atajo, no estabas preparado para pelear. ¿Qué hubiera sucedido si no llevabas la medicina contigo? –
− Hubiera… ¿muerto? – Preguntó Spero preocupado.
− No, una herida en la pierna no te mataría, pero igual hubieras tardado más en sanar. –
− ¿Entonces? –
− Buen, bueno, me desvié mucho del punto principal. – Dijo Sky volviendo a la calma. – Necesitan amigos. –
− ¿Amigos? –
− Amigos, reclutas, compañeros, hermanos, tíos, lo que quieras, el punto es que necesitan a más gente que los acompañen en misiones. – Oh, a eso se refería. – Sería bueno alguien que los cure, pero… hay poca gente que sabe magia de curación, casi todos están con la iglesia y no salen de ahí por nada. –
Interesante, no entran ni salen.
− Tengo a Allen y Sirius, y ellos a mí, ¿No es suficiente? – Preguntó Spero tontamente.
− Uno de ellos es un perro. – Señalo Sky.
− Si, uno muy inteligente. – Respondió Spero mirando hacia Sirius, quien estaba con su típica mirada triste. – Ves, ya se puso triste por lo que dijiste, lo escuchó todo con sus grandes orejas. –
− Bueno, no dudo que sea inteligente. – Se retractó Sky. − ¡Pero esa es su mirada de siempre! –
Debe estar sufriendo mucho… lo lamento, Sirius.
− ¡Y no me cambies el tema! – Gritó Sky regañando Spero, a lo que él solo encogió su cabeza asustado. – Bueno, sí. Mmh… amigos, compañeros, necesitas conseguir a alguien más, aunque sea una persona más. –
− P-Pero… ¿De dónde quieres que consiga a alguien más? – Preguntó Spero aun afectado por el regaño.
Todas las personas que entraban a la Sala de misiones y eran mercenarios, lo hacían en grupos y parecían conocerse entre ellos… no era como si pudieran conseguir a alguien más tan repentinamente. Añadiendo el hecho de que no miraba la necesidad. Allen no era alguien especialmente sociable, y si se daba un malentendido… todo podía terminar mal.
− No lo sé, ese es tu trabajo. – Se quitó la responsabilidad de encima. – Y hasta que no traigas a alguien más… no te aceptaré ninguna misión. –
− ¿Y si se lo pido a otra recepcionista? – Acudían a ella puesto que era ella misma quien siempre los llamaba, bien podían ir con otra persona. No creo eso sea un problema.
Pero algo andaba mal, no se inmutaba ni un poco. Sky cerró los ojos y puso su mano en la barbilla; empezó a reír en voz baja, y cada vez se escuchaba más fuerte, una risa de victoria.
− ¡Nadie más puede aceptarte misiones! – Su risa se convirtió en una risa malvada, ya no tanto de victoria. ¿Queeeeeeee? – Cuando tome tus datos cometiste un gravísimo error… ¡SOLAMENTE YO PUEDO MANEJAR TUS MISIONES! MUAHAHAHAHAHA−
Me… ¡Me tiene! Pero… cometió un error. Así es, Sky había revelado sus intenciones y poder antes de tiempo. Si bien, tenía sus datos, solamente eran los básicos, puesto que Spero… ¡Nunca había revelado su apellido!
Spero, quien se había creído derrotado, poco a poco alzaba su cabeza con una siniestra sonrisa. Es mi victoria. No pudo evitar reír triunfalmente, cosa que llamó la atención de Sky.
− ¿Qué tienes mis datos? – Preguntó Spero con una expresión petulante. – No me hagas reír mujer… solamente tienes mi nombre, oh, cierto… solamente sabes MI NOMBRE, mas no mi apellido. −
Spero estaba lleno de convicción y se mofaba del error de Sky. Sin embargo, ella no mostraba ningún cambio en su expresión.
− Es Ishtar. – Respondió rápidamente. ¿Eh? ¿¡COMO LO SUPO!?
− C-C-C-Como… ¿Cómo lo supiste? ¡En ningún momento te lo dije! – Spero estaba hecho una masa de nervios… su ventaja… había desaparecido.
− Eras buscado por crímenes contra el reino hace no mucho tiempo. – Respondió Sky. − ¿Crees que no me daría cuenta que eras tú? –
Lo había olvidado, lo había olvidado totalmente. Esa estúpida recompensa. Gracias a esa recompensa que se había puesto por su cabeza tuvo que dejar la ciudad años antes… aunque de todas formas pensaba hacerlo; Allen había intentado asesinarlo igualmente por esa recompensa. Y ahora… estaba limitado debido a que su apellido había sido descubierto por esa estúpida recompensa.
Ahora si… ahora si me tiene. ¡TE MALDIGO MALDITA IGLESIA!
− Así que… − Ahora era Sky quien tenía la expresión petulante, combinada con una mirada llena de superioridad. − ¿Qué habías dicho…? “No me hagas reír, mujer.” O algo así habías dicho… sabes, sería una lástima si no pudieras seguir tomando misiones por una recepcionista que no quiere brindarte el servicio… −
− Yo… − Derrotado completamente, se hincó poco a poco en el suelo, y postró su cabeza en el suelo. − ¡LO LAMENTO! –
Sky, lejos de pedirle que alzara su cabeza, parecía estar disfrutando ese sentimiento de superioridad. Poco faltaba para que cruzara la barra y comenzará a pisar su cabeza, ordenándole que chillara como un cerdo para ser perdonado.
− Heh… − Dejo salir una leve risa. – Aunque me ruegues no te dejare tomar ninguna misión. –
Maldiciooooon… Parecía haberse enojado profundamente por las palabras de Spero. Chillaré como un cerdo si así lo deseas… pero perdóname.
− ¿Q-Que…? – Preguntó Spero con mucha dificultad y temor. − ¿Qué tengo que hacer para que me disculpes y dejes tomar nuevamente misiones? –
− Bueno… – Sky cruzó la barra de un salto. Se acercó lentamente a Spero, quien aún se encontraba pegando su cabeza al suelo. ¿En verdad me pisará? Todo lo contrario… Sky, lejos de arremeter con furia contra Spero, se puso de cuclillas y acarició su cabeza suavemente; Spero sorprendido, alzó su rostro lentamente… y ahí estaba ella, con una suave sonrisa. – Me preocupa que salgas lastimado, por eso pido que consigas más personas. Tenemos poco de conocernos, pero siempre es triste ver gente morir. Si no lo haces por ti, entonces hazlo por mi… no quiero que mueras. –
− L-Lo… − Ella… − Lo hare… pero por favor… sigue apoyándome como hasta ahora. –
− Claro que lo hare. – Respondió Sky con una sonrisa. – Después de todo, ese es mi trabajo. –
Maldición… como negarse así.
Sky, aun habiéndose negado a aceptarles más misiones, no se negó a enseñarles un lugar en el que pudieran entrenar.
Era extraño, puesto que el lugar era igualmente conocido como un campo de entrenamiento, que si bien, no era entrenamiento como tal de instructor-alumno, iban ahí para probar sus armas contra goblins.
Pensó que igualmente podría afectar que estuvieran matando goblins a diestra y siniestra sin algún tipo de limite, y solamente para entrenar. Pero Sky explico cómo era que funcionaban los goblins, siendo estos los monstruos más débiles y a la vez los más… reproductivos.
Al igual que los conejos son conocidos por su gran tasa de reproducción, los goblins igualmente se reproducían con una velocidad increíble, llegando al punto de considerarse una especie de plaga. Todos parecían tener el mismo intelecto, y aun sin saber de dónde, ellos siempre iban armados con algo. ¿Pero está bien que nosotros…?
Aun así, a Spero no le agradaba tanto la idea de usarlos como un saco de boxeo, siendo usados únicamente para entrenar sus habilidades. Pero, igualmente Sky explicó el por qué usaban ese lugar como sitio de entrenamiento.
Los goblins, al reproducirse rápidamente, implicaban un potencial peligro para las ciudades de los alrededores, por lo que a la vez que entrenaban, estaban ayudando a mantener a raya la cantidad de goblins. Evitando así un posible ataque en masa por su parte. Era algo cruel asesinarlos sin más, pero igualmente lo hacían por su supervivencia. Eran cosas que se tenían que hacer.
Pese a que era un lugar de entrenamiento, no era como si todos los días estuviera poblado de otras personas. Usualmente iban a ese lugar bajo requisito del gobierno para controlar a los goblins, o bueno, cuando necesitaban probar algún arma nueva, como era al caso de Allen. Y puesto que el día anterior habían salido muchos o bien, la mayoría de mercenarios, el lugar debía estar prácticamente vacío. Siendo ellos de utilidad y recibiendo un poco de recompensa por el apoyo a el control, a la vez que aprendían nuevas habilidades.
− ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? – Preguntó Allen.
− Bueno… − Y Spero se puso a pensar durante un momento. Alrededor, como era de esperar, no había nadie, aunque tampoco había tantos goblins como habían estado esperando.
No era un sitio muy alejado de Frontera, a más tardar un par de horas, por lo que podían frecuentar varias veces sin problemas.
− Hoy solamente unas horas, veamos cómo funciona todo por aquí. – Respondió Spero.
− Entiendo. – Dijo Allen.
− El punto es que aprendas a usar tu Katana, así que posiblemente volvamos varios días más. –
− ¿Qué hay del dinero? – Preguntó Allen, si iban a estar frecuentando ese lugar, obviamente no iban a poder tomar misiones.
− Sky me explicó que nos pagaran por cada goblin que asesinemos, no me dijo una cantidad fija, pero solamente hay que reportarlo. – Respondió Spero. – Igualmente tenemos los 40 oros que ganamos en conjunto, así que no creo que sea un problema siempre y cuando nos limitemos a no despilfarrarlos. –
El primer día fue algo relajado.
Allen había tomado la iniciativa junto con Sirius, quienes fueron a investigar los alrededores para encontrar presas que fueran manejables. No se les dificultó mucho, encontraron a un goblin solitario rondando los alrededores.
Aunque lo usual para Allen era atacar por sorpresa, esa ocasión se acercó y lo llamó de frente. Desenvainó su Katana y se puso en guardia. Spero por su parte, se sentó a un lado, para mirar el combate.
Los ataques del goblin eran sosos y repetitivos, fáciles de coreografiar y aprender el patrón para hacer un contraataque. Aunque, por otro lado, Allen estaba en la misma situación; a duras penas podía desviar y parar los ataques del goblin, quien, por cierto, se reía de él.
La batalla fue larga y sosa. Allen no podía acertar un golpe fatal, y el goblin simplemente atacaba estúpidamente. Al final, el goblin murió por las heridas de los golpes fallidos, la cual, por cierto, fue una muerte horrible. Ese estilo de pelea no iba con Allen, quien parecía ser más del estilo asesino que mata de un golpe.
− Terminamos por hoy. – Indicó Spero. No había avances y podía notar que Allen estaba algo cansado, no tenía sentido forzarse a pelear en esas condiciones. Aunque solo fue un combate.
El estilo de Allen era el de atacar rápido y preciso. En una batalla de resistencia el terminaría perdiendo; tenia fuerza y habilidad, pero nada de resistencia para un combate largo.
− Esta bien. – Respondió Allen con una pizca de inconformidad con los resultados.
Era inevitable que Allen peleara de frente con su Katana, era prácticamente la razón por la que la habían conseguido. Pero… no debía ser un combate largo de muchos intercambios. En lo que cabía de lo posible, quería obtener un uso que le dejara acabar de un ataque, y eso implicaba velocidad. Habrá que entrenar su físico también.
De regreso, se encontraron con algo peculiar.
No muy a lo lejos, estaba un sujeto de pie. Portaba una armadura impresionantemente… impresionante. Cubría hasta la menor parte de su cuerpo y no se miraba ni una pizca de piel, era intimidante. Pero había algo extraño con él… estaba siendo apaleado.
No literalmente apaleado, simplemente estaba siendo golpeado por un par de goblins, los cuales se reían a carcajadas tras cada golpe. ¿Pero qué hace? El sujeto no respondía a ninguno de los ataques, simplemente estaba ahí firme sin moverse ni un centímetro… Más bien, ¿Dónde está su arma? Aparte de su armadura, no portaba nada para pasar al ataque. Parecía ser una estatua, pero hacia pequeños movimientos que denotaban que era un ser vivo. Quizá no hace nada por que no puede.
Spero aprovechó la oportunidad para entrenar un poco con su arco, cosa que también buscaba mejorar, pero no había intentado ese día. Y están a una buena distancia. La distancia imponía un reto, pero sin importar si fallaba, la armadura del sujeto no sería atravesada, después de todo no lo habían logrado los goblins.
Cargó su arco con una flecha, midió la distancia como de costumbre; checó la velocidad del viento y apuntó como era usual. Listo. Una flecha, un goblin muerto.
El goblin cayó al instante, dejando perplejo al otro goblin. Giró su mirada y vio a Spero apuntándole con el arco, intentó correr, pero era demasiado tarde, ya estaba muerto.
El sujeto por su parte, solamente se les quedo mirando, mientras Spero hacia una expresión de que no había problema. Solo quería ayudar. Pero el sujeto no agradeció, solo se quedó ahí de pie.
Se llegó el segundo día, y como el día anterior, estaba vacío.
En esa ocasión encontraron dos goblins con ayuda de Sirius. Uno lo tomó Spero, quien aún no había comprado un nuevo escudo, quería practicar defenderse únicamente con su espada. Mientras que Allen aun presentaba unas dificultades al desenvainar y atacar con la Katana.
Y al igual que el día anterior, se encontraron con el mismo sujeto, pero en esa ocasión, eran tres goblins. ¿Qué demonios hace?  Y como el día anterior, Spero se encargó de los tres goblins a distancia con su arco.
− ¡De nada! – Gritó Spero ondeando su mano.
Pero no recibió respuesta.
Tercer día… lo mismo, pero con mas goblins atacando al sujeto.
Cuarto día… lo mismo, pero con mas goblins atacando al sujeto.
Se cumplió una semana y Allen apenas comenzaba a familiarizarse con su arma. Era capaz de encargarse del goblin en menos tiempo, pero aún no lo suficientemente rápido como para estar satisfecho con el resultado. Bueno, no hay prisa.
No era como si pudieran ir a otro lugar, después de todo aun no encontraban otro compañero para que Sky les dejara tomar misiones. Aunque no era mala del todo, les brindaba una recompensa día tras día, algo más de lo que se debía, pero lo suficiente como para sobrevivir.
Lo que era extraño, era el sujeto que seguía “peleando” contra goblins sin arma. Spero no tenía problema en matar a los goblins, los cuales usualmente corrían tras caer el primero. Pero le seguía pareciendo tonta la actitud del sujeto, que no atacaba en ningún momento. Un día de estos podría morir.
Dicho día llego a la segunda semana.
Oye… oye… espera… Diez goblins estaban atacando al sujeto con armadura, y él, increíblemente estaba tranquilo recibiendo los golpes. No se inmuta ni un poco, ni retrocede. Por más buena que fuera su armadura y él resistente… eso parecía ser más de lo que podía manejar, las cosas podían complicarse una vez atravesaran su armadura.
Esta será la última vez, le comprare una espada si es pobre, pero maldita sea, que no se quede ahí parado.
Vamos… Uno… Spero había recobrado algo de habilidad, era capaz de disparar las flechas más rápido que de costumbre, pero igualmente no era lo suficientemente rápido para deshacerse de los goblins en segundos. Y estos parecían haber tomado valor para atacar, puesto que apenas miraron que este atacó, corrieron todos hacia él. Maldición… dos. No parecían temer por sus vidas, aun cuando caían fácilmente. Tres… Cada vez estaban más cerca. ¡Cuatro! Y los alcanzaron.
− ¡Allen, toma 3 y yo 3! – Gritó Spero.
− ¡Entendido! –
Gracias a su arduo trabajo y entrenamiento, eran capaces de hacer frente a los goblins sin mucho problema, al menos a los de ese lugar. Si bien, Allen aun no era capaz de terminar las cosas en segundos, era capaz de manejar a los 3 que le habían tocado.
Dado que no portaba escudo, Spero tuvo que pasar directo a la acción. ¡Muere! Aprovechó el impulso con el que iban, para perforar a uno de ellos con una estocada. Ahora… Con un giro rápido a su derecha, golpeando con fuerza mandó a volar a un segundo goblin, dando directamente en su rodela, lo cual evitó que muriera. Ahora tú. El goblin restante estaba ahí de pie, planeando su siguiente movimiento, dando pequeños y molestos saltos hacia los lados, como si estuviera ansioso. Vamos… Y entonces lo hizo, cometió un error… moverse. ¡Toma! Spero tomó con ambas manos su espada e hizo un fuerte corte diagonal desde el hombro hasta la mitad de su cuerpo, matándolo al instante.
El goblin que había sido mandado a volar, huyó del lugar. Los otros tres que estaban peleando contra Allen, asustados por la bestialidad y facilidad con la que habían sido asesinados sus compañeros, intentaron huir. Grave error. Allen puso su palma derecha en la parte sin filo de su Katana; respiró hondo y empaló a dos goblins que dieron la espalda de un solo ataque, un movimiento estúpido correr uno detrás de otro. Pero no fue lo suficientemente rápido, el tercero logró huir.
− Has mejorado. – Dijo Spero intentando animarlo y recobrando aliento.
− Tú también. – Asintió Allen con una leve sonrisa.
El sujeto de la armadura había hecho por primera vez un movimiento, acercarse a ellos. Su estatura era parecida si no es que igual a la de Allen, y no era tan intimidante una vez lo tenías de cerca. Lo que, si era impresionante, era su armadura, una bella bella armadura que cubría de pies a cabeza sin dejar una abertura.
− No necesitas agradecer. – Dijo Spero amablemente. – Pero… deberías dejar de hacer eso, es peligroso y puedes terminar lastimado. Es la última vez que te ayudo, así que no me hare responsable de lo que te pase. Sé que no cuentas con arma, pero deberías al menos golpearlos con tus puños o algo. –
− Yo… − Respondió el sujeto con armadura. Su voz es… − Nunca pedí tu ayuda. –
− Oye, al menos se agradecido. – Interrumpió Allen.
− ¿A ti quien te llamó? – Respondió el sujeto. Si… su voz es... – No se metan en mis asuntos, así como yo no lo hago con los suyos. Puedo valérmelas sola. –
− ¿Acaso tú? – Preguntó Spero dudoso… − ¿Cómo te llamas? –
− Este estúpido casco… − Parecía estar incomodándole enormemente.
− Al menos dinos tu nombre, nos lo debes. – Insistió Allen.
− Tsk. – Tronó la lengua en disgusto. Con algo de dificultad se retiró el casco, dejando a la vista su rostro. Es…
Su rostro, a pesar del descuido, seguía siendo femenino, no llegaba a una extrema belleza, pero lo suficiente como para llamarla atractiva; su cabello era de un color rojizo, un rojizo hermoso que contrastaba bien con unos bellos ojos azules; el cabello, aun descuidado, tenía su propio encanto, siendo disparejo en su corte. Era corto llegando no más allá de sus hombros, pero no uniforme, con algunos mechones más largos que otros, como uno que sobresalía hacia su frente; su mirada no llegaba al odio, pero era apática hacia ellos, como si los mirara como una molestia.
Movió en repetidas ocasiones su mechón, puesto que este tapaba un poco de su vista y parecía ser molesto para ella. Una vez lo hizo a un lado, los miró fijamente unos segundos, como si dudara de dar su información, y entonces, habló.
− Alice. – Respondió con seriedad y algo de molestia, sin cambiar ni un poco su expresión. – Mi nombre es Alice. –
Oh no…

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