La Profecía del Héroe - Capitulo 24: Compañia


Allen.
− ¿Si? –
− Sera una pregunta extraña, pero… ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? Digo, recorriendo el mundo. –
− Dos meses y dos semanas. –
− Ya veo… ya veo… −
− ¿Por qué la pregunta? –
− Era solamente una duda. No me había dado cuenta que había pasado tanto tiempo. –
− Es algo común, no hemos tenido mucho tiempo libre. –
− ¿Lo que estamos haciendo ahora no cuenta como tiempo libre? –
− No… creo que esa no sería la forma apropiada de llamarlo. –
− ¿Entonces? – Preguntó Spero confundido. – Estamos aquí, sentados, admirando el paisaje. Claramente es tiempo libre. –
− … − Allen se quedó en silencio por un minuto. – Fue tu idea, pero… ¿Sabes la razón por la que estamos mirando “el paisaje” no? –
− Bueno… porque… es nuestro día libre. –
− Discúlpame por decirlo, pero… no quieres decirlo, ¿cierto? –
− ¿Qué cosa? – Respondió Spero nervioso. – No estamos haciendo nada malo… ¿no? Estamos mirando el paisaje únicamente… ¿no? Digo, si alguien está frente a nosotros… no cuenta como acoso ¿no? –
− Es acoso. –
− Pero… − Spero intentaba fuertemente excusarse y justificar sus acciones. – Es por un bien mayor… ¿no? Digo, tenemos que cuidar que nada le pase, después de todo siempre hace alguna tontería. –
− Pero habías dicho que era la última vez que la ayudabas. –
− Bueno… − No tenía más justificación. − ¿De qué lado estas? –
− A tu derecha. –
− No, a eso no… olvídalo. – Terminó rindiéndose. – Soy malo hablando con las mujeres y ella particularmente tiene una actitud… algo dura. –
– Entonces solo dejémosla. –
– No podemos hacer eso. – Dijo Spero soltando un suspiro. – Ordenes de Sky. Una persona más o no podremos hacer nada fuera de aquí. Y como puedes ver, no hay nadie más alrededor… aun cuando dijeron que era un lugar de entrenamiento. –
– Bueno, eso es porque ha habido más ataques de orcos a las ciudades y la mayor parte de mercenarios han prestado su ayuda. –
– ¿Cómo sabes eso? – Preguntó Spero confundido, él no sabía nada al respecto. – Bueno, tendrás tus modos. Pero… el problema sigue ahí, aunque queramos ir a ayudar no podremos sin alguien más, y ella está ahí… en cierto modo me preocupa, solo mirarla siendo golpeada sin hacer nada al respecto. –
– ¿No será una masoquista? – Preguntó Allen. – Se molestó cuando matamos a los goblins que estaban a su alrededor y siempre está recibiendo golpes, quizá y es una afición suya o un gusto raro. –
– Puede ser. – Spero consideró la idea. – Pero no es algo que nos incumba, puede hacer lo que le dé la gana. –
– ¿Entonces? – Preguntó Allen nuevamente. – ¿Por qué insistes en vigilarla y cuidarla? –
– Bueno… – Había perdido el punto. – Me sentiría culpable si me enterara de que murió, más sabiendo lo que hacía. Pero… me guio más por el requisito de Sky. –
– Podríamos igual buscar a alguien más, incluso a un simple residente que tenga ansias de aventura. Digo, no es que vayamos a hacer algo increíble, pero igual puede motivarle. –
– Sería una buena idea. – Respondió Spero considerando la propuesta. – Pero tendríamos que entrenarle y comprarle el equipamiento. –
– Tenemos dinero para hacerlo. – Insistió Allen.
– Bueno, podríamos intentar. – Pensó aceptar la idea. – Pero… ahora que lo pienso… –
– ¿Qué sucede? –
– Nosotros tuvimos muchos problemas contra la emboscada de goblins… bueno, yo los tuve. Si no hubieras estado ahí, posiblemente hubiera terminado más herido o quizá muerto. –
– Agradezco la estima que tienes de mí. –
– A lo que voy es… imagina que llevamos a un novato a pelear contra algo inesperado, podría morir, bueno, nosotros también lo somos, pero… hemos peleado un poco más en nuestras vidas… ¿no? –
– Claro. – Asintió Allen. – Seria un problema, bueno, para ti, el ver morir a un posible compañero. Así que mejor descartemos la idea. Pero… podría ser lo mismo con esa mujer de ahí. –
– Ahí es donde te equivocas. – Negó Spero. – Ella es diferente. –
– ¿Diferente? – Preguntó Allen confundido.
– Si, solo mírala. –
Llevaban alrededor de una o dos horas mirando a aquella chica de antes, Alice. Estaba como de costumbre, recibiendo golpes de goblins, pero esta vez a una distancia no muy alejada de ellos.
Los goblins igualmente ya no eran tantos como ocasiones anteriores, ahora eran usualmente solamente dos a un máximo de tres. Puesto que, aunque Spero había dicho que nunca más la iba a ayudar… terminó ayudándola. Debido a ello, los goblins comenzaron a temer de la mujer inmóvil, pensaban que era un tipo de carnada para ser asesinados.
– Bueno, no veo nada más que ella ahí de pie. – Insistió Allen.
– Exactamente eso era lo que quería que miraras. –
– no entiendo. –
– Es normal. – Dijo Spero con una expresión de sabelotodo. – Es simple saber por qué es diferente, y es porque… ¡ESTA DE PIE! –
– Si, eso es lo que habías dicho antes. –
– ¿No te parece extraño? –
– Bueno, pasamos más tiempo de pie que sentados o acostados, así que realmente no me parece extraño. –
– No me refiero exactamente a eso. – Corrigió Spero. – Mira como recibe golpe tras golpe y ella no se inmuta ni un poco. –
– Ciertamente no lo hace. –
– Exacto, es eso lo que la hace diferente. – Continuó Spero. – Si bien, los goblins no son muy fuertes, son lo suficientemente astutos como para sacarte de balance y aprovechar la oportunidad, pero… por más que la golpeen o intenten derribarla, simplemente no pueden. Igualmente mira su armadura, está llena de rasguños y alguna que otra quebradura, pero… aun resiste los golpes. –
– Creo que entiendo tu punto. – Allen igualmente comenzaba a sobre pensar las cosas. – Te refieres a su resistencia… ¿no? –
– ¡Exacto! – Gritó Spero poniéndose de pie y apuntando con su índice a Allen con una sonrisa triunfante. – Esa firmeza, esa resistencia es… ¡Esplendida! –
Efectivamente era como lo decía Spero. La firmeza de aquella mujer que se hacía llamar Alice era admirable. Pese a que los golpes de los goblins no eran realmente fuertes, a la mayoría lograban moverlos, aunque sea un centímetro, pero ella… no se movía ni un poco.
Cubierta hasta los dientes, era como si fuera… una muralla.
– Bueno, tienes razón en ello. – Terminó aceptándolo. – Sería una buena adición para lo que sea que hagamos después, y esta la condición de Sky, así que… será lo que tu decidas. –
– Veo que estas más participativo que de costumbre. – Señalo Spero.
– ¿Si? – Preguntó Allen confundido. – Me es fácil hablar contigo. –
– Bueno. – Dijo Spero desempolvando su armadura. – Ya que te estas desenvolviendo bien… ve a reclutarla. –
– ¿Yo? – Preguntó Allen aún más confundido. – No tengo problema con invitarla si me lo pides, pero no creo que vaya a aceptar. –
– No perdemos nada con intentarlo. – Respondió Spero. – Hemos estado un largo rato mirándola sin hacer nada, no podemos esperar a que ella se acerque y nos pida unírsenos. –
– Bueno… – Dijo Allen mirando hacia otro lado. – Esta detrás de ti. –
Al escuchar esas palabras, Spero sintió una imponente presencia detrás de él. Algo que lo hacía sentir enormemente inferior, no era el temor que había sentido cuando conoció a Allen, pero igualmente lo paralizaba.
– Oye… – Llamo detrás de él.
Giro su cabeza con temor y en pequeños intervalos; con una mirada y sonrisa fingida de los nervios.
– ¿Si? – Preguntó Spero.
– ¿Cuánto tiempo más? – Preguntó Alice. Acaso… – ¿Cuánto tiempo más me estarás acosando? –
– ¿Acosando? – Preguntó Spero. – Yo… nosotros no te estábamos acosando. –
Aunque aún portaba su casco, podía sentir como su mirada hacia él no era de lo más agradable o comprensible.
– ¿No te lo dije antes? – Reiteró Alice. – No pedí tu ayuda, así que déjame en paz. –
– Ah… si… uhm… nosotros… – No podía conjugar bien sus palabras.
– Spero… – Llamó Allen. – ¿Le hago la pregunta? –
Gracias, Allen. Spero asintió con una sonrisa tonta y Allen igualmente se puso de pie. Miró fijamente a la mujer de armadura, a donde se suponía debía estar su rostro escondido debajo del yelmo.
– Tienes el honor de formar parte de nuestro grupo. – Dijo Allen completamente serio. – Así que deja de hablar de ese modo y ven con nosotros. –
¿eh? No… no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no.
Pese a que había estado conversando de lo más normal con Spero… al dirigirse a Alice habló de un modo brusco. Era algo que venía de defecto con él. Si no era Spero o un niño/niña, su forma de hablar era grosera. Pensé que había avanzado…
Alice se quedó inmóvil, no reaccionó ante las palabras de Allen. ¿Se molestó? Era lo más probable, cualquiera se enojaría si alguien hablará de dicha forma, más aún después de haber pedido que la dejaran en paz.
Proposición correcta, malas palabras para hacerlo.
– Mmh… eso… no era como quería decirlo, pero… veras… – Interrumpió Spero intentando arreglar las cosas.
La armadura de Alice comenzó a vibrar levemente, pero cada vez la vibración se hacía más notoria, y entonces… comenzó a reír fuertemente.
Puso ambas manos en su estómago y se tiró de rodillas, golpeaba el piso mientras soltaba carcajada tras carcajada.
Parecía como si el aire se le fuera, pero no dejaba de reír. Intentaba ponerse de pie, pero cada vez caía y volvía a golpear el suelo. Agitaba su cabeza entre cada carcajada. ¿De qué se ríe?
Poco le faltaba para tirarse completamente al suelo y rodar.
Tras unos cuantos incomodos minutos de risas, logró ponerse de pie, apaciguando su risa poco a poco. Limpió su casco como si se tratara de sus ojos. Respiró hondo y lo soltó todo de un suspiro.
– Que buen chiste. – Dijo Alice. ¿Chiste? – “honor” dice este sujeto... –
¿Chiste?
– No… – Tomó valor para hablar. – Lo que sucede es que… necesitamos a una persona más para seguir tomando misiones. –
– ¿Y? – Preguntó Alice indiferente. – ¿Qué tiene que ver eso con que me estén acosando? –
– Si… – Para alguien como Spero con nula habilidad de habla con las mujeres, no estaba en sus posibilidades el convencer a alguien como Alice. Había algo específico en ella que se le hacía aún más difícil el dirigirse a ella, incluso había podido hablar más claramente con Sky en ocasiones anteriores. – No… no era como si te acosáramos, solamente es que… tu sabes, yo… no soy bueno hablando, y se me dificultó hacer la invitación como era debido. –
– ¿Y es por eso que tu amigo hablo con tanta soberbia y altanería? – Bueno… él es así. – Solo para que lo sepas… El honor seria para ustedes al tenerme en su equipo. –
¿Y hablas de soberbia?
– Tsk. – Tronó la lengua Allen en descontento.
– ¿Oh? – Giro rápidamente su mirada hacia Allen. – ¿Qué fue eso? ¿Piensas que estoy fanfarroneando como tú? –
Allen la miraba indiferente, no era usual que él respondiera hacia insultos o provocaciones que fueran dirigidas directamente a él. Otra cosa era cuando hablaban mal sobre Spero.
– Nadie está diciendo eso. – Spero trataba inútilmente calmar las cosas.
– No, no, déjame mostrártelo. – Insistió Alice. – Es más, hagamos un trato. –
– ¿Un trato? –
– Si, un trato. – Recalcó Alice. – Como puedes ver, no llevo armas porque no es necesario para mí, nada ni nadie puede derribarme. –
– Bueno… – En cierta forma eso parecía, pero sus oponentes eran simplemente goblins… si fueran Orcos, quien sabe que podría pasar.
– Así que hagámoslo. – Continuó Alice. – Si logras derribarme me uniré a tu equipo, yo no atacare, solo opondré resistencia. –
Suena demasiado fácil. Lo único que tenía que hacer era derribarla, con un empujón o doblando sus rodillas sería suficiente.
– ¿Solo eso? – Preguntó Spero.
Alice comenzó a reír nuevamente.
– Si, “solo eso”. – Respondió intentando calmarse.
¿Pero cómo lo hago?
Spero no quería ser brusco con ella, no porque fuera una mujer, sino porque posiblemente ella lo estaba subestimando y pese a que pareciera ser realmente resistente, podía lastimarla si iba con todo desde un inicio.
Pero él también estaba subestimándola al pensar tales cosas, ella mostraba suma confianza y orgullo en su resistencia y firmeza. Aunque no parecía que su físico fuera la de un toro o algo así, su armadura era grande y parecía pesada. Incluso más que la mía.
¿Una armadura de enanos? Quizá y de ahí provenía su increíble resistencia, alguna función o algo parecido había sido puesta en esa armadura. Él ya lo había visto antes, la resistencia de lo que parecía un escudo normal, pero hecho por enanos.
Aunque quizá solamente lo estaba sobre pensando todo e igualmente ella solo estaba fanfarroneando llena de confianza para intimidarlos. Aunque no parecía tener problemas con los goblins… y a todo esto, ¿A dónde fueron?
Alice estaba siendo atacada como de costumbre, y lo usual era que ellos se retiraban antes que ella o mataban a los goblins para “ayudarla” pero en esa ocasión, ni habían asesinado a los goblins, ni se habían ido, si no que ella había ido hacia ellos. Entonces… ¿A dónde fueron?
Los goblins parecían haberse cansado de estar golpeándola, miraban que no surtía efecto y terminaron desistiendo. No sabía que hacían algo así.
– ¿Qué esperas? – Preguntó Alice haciendo que Spero volvieran en sí. – Puedes intentarlo como gustes, usa un arma si así lo quieres. –
– ¿Un arma? – Preguntó Spero. – ¿Qué pasa si te lastimo? –
– ¿Lastimarme? – Respondió Alice. – Si esta armadura cede, no era lo suficientemente resistente, pero a mí no lograras lastimarme. –
Demasiado orgullo en ella.
– Bueno… –
Spero se acercó lentamente, más por nerviosismo que por intentar un ataque sorpresa. Pensó que la mejor forma de derribarla era poniendo un pie detrás de la pierna de Alice y luego empujarla, de esa forma no la lastimaría y sería fácil derribarla.
– ¿Puedo tocarte? – Preguntó Spero dudoso.
– ¿Cómo me derribarías si no? – Respondió Alice.
Tiene razón, pero igualmente debía pedir permiso.
Spero se paró al costado izquierdo de Alice; ella permaneció ahí de pie sin moverse ni un poco. Puso su pierna izquierda detrás de la de Alice y puso ambas manos en los hombros.
Bueno, aquí vamos.
Tomó aire y quiso empezar con poca fuerza, si lograba derribarla no quería hacerlo fuertemente, así al menos podía detenerla a mitad del aire para que no se golpeara al caer.
¿Mmh?
Claramente estaba ejerciendo fuerza, una fuerza que sería suficiente para derribar a alguien promedio, pero… ella no se movía ni un poco. No se tambaleaba ni hacia el mas mínimo movimiento. ¿Fue muy poco?
Entonces decidió hacerlo con más fuerza. Aquí vamos de nuevo. Pero… el resultado era el mismo. Aumentó progresivamente la fuerza poco a poco, pero… no surtía efecto. ¿Es la posición?
¿Cuándo vas a empezar? – Preguntó Alice. ¿Qué? Notó cierto tono burlón en sus palabras, ella sabía claramente que estaba intentándolo, podía sentir la presión que se le ejercía, pero… no sucedía nada, ella no cedía ni un poco.
¡MAXIMA POTENCIA! Pero fue insuficiente.
– ¿Eso es todo? – Preguntó nuevamente. – Sabia que no me podrías mover ni un… –
Un crujido… su armadura crujió un poco por la fricción entre sus placas, y solo por un momento, ella se movió un poco. ¿Lo logre? No. Estaba lejos de hacerlo. Un paso no era suficiente para hacer que ella cayera, solamente había doblado unos cuantos centímetros su espalda.
Pero por alguna razón, ella se quedó en silencio sin terminar su frase.
Es más firme de lo que creí, solo pude moverla un poco.
Entonces yo… perdí. La confianza sobre sí mismo bajo, no fue capaz de hacer nada contra ella.
Pero… Algo en él había crecido. Eso solo hace que la quiera más en el equipo.
Aun en la derrota el admiraba algo en ella, su increíble firmeza. Pese a que su actitud le era difícil y algo molesta… posiblemente añadirla era la mejor opción. Y aun necesitamos un tercero.
Pero aun así había perdido.
Alice hizo como si tosiera, tratando de llamar la atención de Spero.
– Bueno… – Su actitud estaba más tranquila.
– No necesitas decirlo. – Interrumpió Spero sin dejar que terminara de hablar. – Yo perdí, no logre hacer nada en contra de ti. –
– Bueno… sí. – Respondió Alice confundida. – Pero… –
– Así que espera un poco, me hare más fuerte y lograré derribarte. – Dijo Spero lleno de confianza y ansias por mejorar. – ¡PORQUE TE QUIERO EN ESTE EQUIPO! –
Alice se quedó en silencio, y movió su cabeza un poco a su costado, como si no comprendiera la actitud de Spero y su persistencia.
– Allen, vámonos, hemos perdido. – Bueno, solo yo.
Y sin esperar la respuesta de Alice, o que ella aceptara una futura revancha, se retiraron.
– Quizá no hoy. – Dijo Spero a Allen. – Quizá no mañana, pero ella… ella será parte de nuestro equipo. –
– ¿Pero para que necesitamos un equipo? – Preguntó Allen. – No hacemos nada increíble, y bueno… solo necesitamos una persona más. –
– Bueno… – La emoción de Spero bajo poco a poco, hasta que volvió a la normalidad. – Solo quiero que sea el tercer integrante que necesitamos. No parece tan frágil como para morir en caso de que haya problemas. –
– En eso tienes razón. – Asintió Allen. – ¿Y ahora qué hacemos? –
Era aún temprano, el sol estaba en lo alto y faltaban aun unas cuantas horas para que la noche llegara y tuvieran que volver a la posada.
– Vayamos a comer al bar de Sam. – Lo de todos los días.
Habían estado siguiendo esa rutina durante un largo tiempo, lo que le recordaba a la infancia que vivió junto a Ciel.
No tenía la misma confianza que había forjado con Ciel, pero Allen poco a poco se estaba ganando su lugar, cada vez le era más fácil hablar con él y olvidaba el pasado por el que se habían conocido, no era algo que quisiera recordar. Pero… aun no lo conozco bien.
Aun con el tiempo que habían pasado juntos, no tenía el valor suficiente como para preguntar por lo que lo llevo a ser quien era y el por qué se vestía de mujer. Eran cosas que era mejor dejarlas en el pasado.
Al igual que su rutina con Sam, estaban pasando las noches en la misma posada de siempre. El precio le parecía justo y las recamaras contenían lo necesario. No eran realmente cómodas, pero al menos podían tomar un descanso en ellas y era mejor que dormir en la intemperie.
Consideraba la posibilidad de conseguir una residencia en frontera, aunque eso conllevaba un gran costo y unos cuantos tramites que aún no comprendía del todo. Añadiendo el hecho de que bien no pasaba mucho tiempo en la ciudad como para hacer uso de ella. Pero… debía preparar algún lugar en el que descansar cuando terminara todo. Aunque siempre estaba la opción de volver a su pueblo, después de todo ahí estaba Core esperándolo.
Aunque quiere que consiga primero una esposa.
La noche paso sin más, el búho tenía tiempo que no aparecía en sus sueños, posiblemente porque no miraba una necesidad o simplemente se había cansado de “Vigilarlo” puesto que no hacía nada interesante.
Fuera como fuera, un nuevo día había comenzado, pensó en seguir su misma rutina, pero con un poco más de esmero por mejorar y así poder derribar a aquella mujer. Pero quizá ya sea tiempo.
Había estado evitando algo, o más bien, lo había olvidado. Conseguir un nuevo escudo.
No necesito de un escudo, o bien, no quería conseguir uno nuevo debido a que tras la pelea contra los orcos y mirar cuan débil era este contra ellos… le pareció inútil. Si no era un trabajo de los enanos, posiblemente los escudos eran desechables tras cada pelea.
Su precio seguía siendo considerable como para estar comprando uno nuevo tras cada batalla, por lo que tampoco pensó fuera lo mejor. Así que optó por un combate sin un escudo, usando su espada tanto para el ataque como para la defensa. No era lo mismo, ya que el escudo aun siendo de mala calidad, tenía más resistencia que una espada, pero esta era lo suficientemente útil como para desviar ataques. Y gracias a ello… había progresado un poco.
Pero no me puedo mantener así. Mala calidad o no, desechables o no, un escudo siempre sería una buena adición, de esa manera podía cubrir flechas que lanzaran los enemigos, puesto que no podía cubrirlas con su espada, no era lo suficientemente hábil para ello.
– Así que vamos por un escudo. – Indicó Spero a Allen. – ¿Qué hay de tus dagas? ¿Siguen bien? ¿Quieres un cambio? ¿Una nueva Katana? ¿Nueva armadura? ¿Algo? –
– No, estoy bien. – Respondió Allen. – ¿Qué hay de ti? ¿No te gustaría probar una nueva arma? –
– Bueno, sería interesante, pero… necesito ir al frente, así que un escudo sería lo mejor. –
Había muchos diseños interesantes, aunque la mayoría venían de parte de los enanos y tenían un precio elevado. Aun así, había unas cuantas imitaciones de algunos herreros humanos, los cuales eran aún más baratos. Sin tantas funciones ni lo que denominaban “Magia de enano” pero seguían siendo útiles.
De todas formas, no podía darse ese lujo, alguien tenía que estar al frente y el escudo parecía ser lo más… útil para ello.
– Solo esperemos tenga una buena calidad. – Dijo Spero.
– ¿Qué te parece si miramos en una tienda de enanos? – Preguntó Allen. – Quizá y podamos encontrar algo barato. –
– Realmente lo dudo, pero igual sería bueno ver para un futuro. –
Por lo que terminaron dando vueltas en todo tipo de herrerías.
Si no era barato parecía que se fuera a romper tras una simple pelea, y si tenía buena calidad, terminaba siendo trabajo de enanos, por lo que su precio aumentaba enormemente.
Poco a poco descartaba la idea de comprar un escudo y mejor seguir como estaban.
Igual lo perderé cuando más me sea necesario.
Terminaron dando a la misma tienda de antes, la de aquel enano que habían conocido. Aunque no nos dijo el nombre. Su tienda no era realmente enorme, pero era hermosa a la vista. Todo el diseño de la parte de venta tenía un buen estilo, no parecía ser en si una herrería. Y no se habrían dado cuenta si no fuera por el calor que salía por las puertas.
– Hey. – Llamó alguien.
¿Mmh?
– Estaba esperando a que regresaran. – Era el viejo enano dueño del local. – Sí que se tardaron. –
Hablaba casualmente y con algo de alegría, algo extraño.
– ¿Volver? – Preguntó Spero confundido, solo daba la casualidad de que estaban caminando por el lugar. – No, solo estamos de paso. –
Y la alegría poco a poco se desvaneció de su rostro.
– ¿Solo de paso? – Preguntó el enano decepcionado. – ¿No quieren comprar algo? –
Quizá su economía está mal. Después de todo, sus artículos eran realmente caros. Pero la nuestra está peor.
– No… aún no tenemos el dinero suficiente. – Respondió Spero con una risa nerviosa.
– Ya veo… – Dijo el enano revisando de pies a cabeza a Spero. – ¿Por eso no llevas escudo pese a tener una espada? –
– Oh… no, si tenía uno, pero… la calidad era pésima y bueno, los buenos son caros, así que… –
– Claro que lo son, ustedes humanos no tienen la habilidad para hacer artículos como los nuestros. – Interrumpió el enano. – Somos los mejores herreros, y no importa cuánto roben nuestros diseños, gamas tendrán la misma calidad. –
– Si… – Claramente ese era el caso, no se podía comparar herrería humana con la de enanos, pero… la forma en que lo decía. – Entonces nos retiramos. –
Ya que no tenían nada más que hacer ahí, decidieron seguir con su camino, y lo hubieran hecho, pero el enano los detuvo.
– Aun no acabo de hablar. – Dijo nervioso. – Veras… estuve pensando y… –
Parecía como si quisiera decir algo, actuaba como una chica con problemas para decir lo que sentía, incluso estaba algo sonrojado. Asqueroso…
Entonces, tomó valor y habló.
– Yo… – Comenzó, incluso hacia la voz de una chica. – Estuve pensando y… ¿no te gustaría tu sabes…? ¿Qué nosotros dos…? Incluso estuve esperándote. –
– ¿Ah? – Reaccionó rápidamente Spero. – No, no, no no no no no no no no no no. Definitivamente es un no. –
– Espera, que aún no acabo. – Interrumpió el enano. – Puede participar tu amigo si también quiere. –
¿Qué? No, no no no, que asco, no, todo menos eso. ES UN ROTUNDO NO.
Pese a su apariencia ruda; su mirada asesina, estaba actuando de una manera indefensa y como si fuese una chica enamorada. Lo cual lo volvía asqueroso. El rojizo de sus mejillas no quedaba ni un poco con su apariencia. Su proposición… era impensable.
– ¿Por qué no? – Preguntó el enano molesto, haciendo un puchero. – Sera una buena experiencia para ambos. –
– ¡NO! – Gritó Spero asustado. – No pensé que tu… ya sabes, tuvieras… eso. Pero… ¡NO! –
– Pero si todos los enanos compartimos el mismo interés. – Respondió el enano.
– ¿Todos? – ¿Qué rayos? ¿Qué mierda?
– Ya sabes… – Continuó el enano con su actitud extraña. – El interés de aprender cosas nuevas y mejorar. –
Estaba a un solo paso de vomitar. Por alguna razón la imagen de él y el enano se venía a su mente, haciendo todo aún más tortuoso. ¡Sal de mi cabeza! ¿Qué hay de Allen?
Estaba ahí de pie, sin ser afectado en lo más mínimo, como si no comprendiera que era lo que estaba escuchando o como si le importara poco.
– Creo que no lo estas entendiendo bien. – Dijo el enano jugando con sus pulgares. – Asi que lo gritare fuerte para que lo entiendas. –
No, no lo hagas por favor.
– No es necesario… ya dije que no. – Insistió Spero.
– ¡QUIERO QUE TU Y YO…! – Gritó con su voz masculina regular, lo que volvía todo más perturbador. Oh dios, no. – ¡SEAMOS SOCIOS! –
¿ah? ¿Socios? Lo había entendido todo mal, aunque era todo culpa de la actitud que había tomado el enano.
– ¿Socios? ¿A eso te referías? – Preguntó Spero confundido.
– Pues claro, ¿qué otra cosa podría ser? – Respondió el enano con una sonrisa y una carcajada.
– Entonces… ¿Por qué actuabas tan extraño? ¿Realmente era necesario que tomaras esa actitud? ¿Era necesario volverlo todo tan extraño? ¿Era necesario? ¿EH? ¿EH? –
– Solo quería molestarte un poco… – Dijo el enano volviendo a actuar como una chica.
– ¡YA BASTA! – Gritó Spero desesperado. – ¡Deja de hacer eso, maldición!
– Bueno, bueno, está bien. – Dijo el enano volviendo a la normalidad. – Entonces… ¿Qué dices? ¿No quieres ser mi socio? –
Spero tomó aire e intento calmarse. Solamente era una broma…
– ¿Socios? – Preguntó Spero una vez se calmó. – ¿A qué te refieres? –
– Espera un momento. – Dijo el enano, para posteriormente entrar al local y traer unas sillas con él. – Listo, tomen asiento. –
Que amable.
– Bueno, sí, socios. – Continuó. – Te propongo el trato de ser socios, pero no te pagare ni un centavo. –
– ¿Entonces? – Ser socios era compartir tanto responsabilidades como ganancias.
– Te proveeré de armas. – Respondió el enano. ¿Armas? Solamente con escuchar esas palabras, captó totalmente su atención. – Si, armas. Pero no cualquiera. Como te dije antes, todos los enanos compartimos el mismo interés por mejorar y aprender nuevas cosas, por eso mismo estamos constantemente desarrollando nuevo equipamiento, haciendo unos cuantos ajustes aquí y allá, tirando un poco de magia enana sobre algunas cosas y así, lo normal. –
– Ajam. –
– Y ahí es donde entras tú. – Dijo el enano apuntando a Spero. – Y quizá tu amigo también, entre más gente mejor. –
– No se usar magia, así que ¿Cómo te ayudaría? –
– No es necesario que uses magia, no me agradan esos chicos. – Refunfuño el enano. – El trato que te propongo es simple, yo desarrollaré nuevas armas y armaduras, tu o algún amigo tuyo las prueba y bueno… me dicen los pros y contras del equipo para luego hacerle modificaciones, así puedo mejorar mi arte. –
– ¿Y yo que gano? –
– Puedes quedarte con todo lo que te dé. –
– Acepto. –
– ¿No lo pensaras ni un poco? –
– Acepto. –
No se esperó ni un minuto para aceptar. ¿Qué hay que pensar? Claramente nada, eran armas de enanos… ¡GRATIS! No había nada que dudar o se le podía escapar la oportunidad.
Pese a ser armas nuevas y de dudosa calidad, bien podían hacer provecho de ellas. Los enanos eran maestros herreros por lo que no había duda en que después de unos cuantos cambios podían obtener un objeto de gran calidad, y si ellos podían hacer uso de ellos antes que nadie y gratis… Acepto.
Allen no tenía nada que dudar tampoco, pese a que no había dicho nada, alzó su pulgar en signo de aprobación. Incluso alguien como él sabía el valor de la oportunidad que se les estaba presentando como si fuera un milagro.
– Bueno, ya que no dudas ni un minuto. – Continuó el enano. – ¡Te declaro mi conejillo de indias… digo, socio! –
Spero se paró de golpe, al igual que el enano, cruzaron miradas y se pudo notar un brillo en los ojos de ambos. Extendieron su mano de golpe y la estrecharon con fuerza.
– ¡Socio! – Gritaron ambos.
Sin duda un buen trato.
El enano una vez terminó su conversación, tomó las sillas y las volvió a meter dentro de su local. No sin antes pedir a Spero y Allen que lo esperaran un momento, que iría a buscar algo dentro.
No pasaron más de cinco minutos en lo que volvió, cargando consigo un escudo con una pequeña abolladura. Su diseño era simple, era del estilo gota, pero no muy grande; más grande que una rodela, pero no tanto como un pavés; sin inscripciones, ni mucho más, era un escudo familiar.
– Toma. – Lo extendió hacia Spero. – Es un regalo. No es de lo mejor, puesto que le hiciste una abolladura, pero será mejor que la basura que venden alrededor, mantenlo en lo que te fabrico algo más interesante. –
– ¡Gracias! – Gritó Spero de la emoción, era su primera arma proveniente de un enano, y el ya había comprobado su dureza, lo que lo hacía estar más emocionado. Al fin…. Un arma de enano.
– No hay de que, después de todo somos socios. – Dijo el enano con una sonrisa. – Aunque… –
Bajo su cabeza y comenzó a forzar su sonrisa.
– ¿Cómo te llamas? – Preguntó el enano.
– Spero. – No dudo ni un momento, estaba perdido en su escudo.
– Oh ya veo. – Dijo el enano. – Bueno socio, mi nombre es Fraud, trabajemos juntos desde ahora. –
– Si, si… – Seguía perdido. – Y él es Allen. –
– Oh, mucho gusto también para ti joven. – Dijo hacia Allen.
– Un gusto. – Respondió Allen con una inusual reverencia.
– Bueno, estoy ansioso por trabajar con ustedes. – Continuó Fraud poniendo sus manos en la cadera y soltando un suspiro. – Así que me pondré a trabajar desde ahora, espero verlos pronto. –
Fraud entro y cerró las puertas del local, como si no fuera a trabajar y vender nada más ese día, aunque era inusual mirar gente rondando por ese local.
Spero seguía hipnotizado por su escudo, por alguna razón le hacía mucha alusión el tener un escudo nuevo, y más aún al ser la creación de un enano, y uno que despedía mucha confianza de sus creaciones.
No puedo esperar para probarlo. Y no había mejor lugar para ello que el lugar lleno de goblins. Aunque fueran rivales débiles, sentir como no podían atravesar la defensa de su escudo seria… maravilloso.
– En marcha, Allen. – Dijo Spero alzando el escudo.
El camino hacia la zona de entrenamiento fue más ligero de lo usual para Spero, quizá por la felicidad inmensurable que estaba sintiendo en aquellos momentos, o la poca atención que prestaba a sus alrededores.
Cualquiera que fuera, estaba olvidando todo y dejándose llevar por la fuerza que emanaba de su escudo.
Allen miró a los alrededores de la zona, en busca de goblins. Sirius igualmente estaba ayudándolo con su olfateo, pero no había nada interesante.
Lo único interesante de aquel momento era… Alice, quien extrañamente no estaba siendo apaleada por goblins, si no que dando vueltas como si estuviera buscando algo o a alguien.
– Spero. – Llamó Allen.
– ¿Si? – Seguía con su sonrisa tonta.
– Ahí sigue ella, ¿No intentaras derribarla hoy también? –
– No… eso puede esperar. – Incluso se había olvidado de reclutarla.
Allen no se oponía ni estaba a favor, pero era necesario para ellos tener un tercero, por lo que en cierta forma estaba algo preocupado por no encontrar a alguien más.
Aunque no demostraba mucho sus sentimientos ni preocupaciones, en el fondo incluso él sabía que era necesario tener más apoyo. Entre más personas se movieran juntas, más podrían sobrevivir, pero a final de cuentas, todo era decisión de Spero, y si era posible, prefería estar solamente ellos dos.
– Ahí viene. – Indicó Allen.
– ¿Un goblin? – Preguntó Spero.
– No, algo peor, esa mujer, Alice. – Incluso él comprendía lo peligrosa que era.
– Oh, solo ignórala, estará de regreso para la ciudad. – Respondió Spero. – Mas importante, debemos entrenar más. –
El escudo parecía estar perdiendo efecto en él, y volvía a poner los pies sobre la tierra. Aún hay cosas que hacer.
– Oigan. – Llamó Alice una vez estaba más cerca de ellos.
Spero miró alrededor, tenía la impresión de que quizá y estaba llamando a alguien más. Siempre es incómodo cuando respondes a alguien como si te estuvieran llamando, cuando en realidad era a alguien que está detrás de ti.
– Tu, el acosador. – Entonces si es a mí.
– Hoy no estamos acosándote. – Terminó aceptándolo.
– Tengo que hablar de algo contigo. – Dijo Alice algo tranquila. ¿Revancha?
Spero cerró los ojos y colocó su escudo en la parte posterior de su espalda.
– Veras… – Comenzó Alice. – Yo estuve pensando y… –
– Lo entiendo. – Interrumpió Spero. – Aun no somos “Dignos” de ti, así que espera un poco. Solamente un poco más, ahora que tengo mi escudo nuevo… ¡podre mejorar y derribarte! –
– No, yo… –
– No digas más. – Interrumpió Spero nuevamente. – Pediré la revancha cuando sea necesario, pero ahora no es el momento, así que te agradecería que te retiraras. –
Spero no dejaba siquiera que terminara sus frases, lo que hacía que empezara a perder la paciencia. A lo que ella se intentó tranquilizar respirando hondo y contando hasta diez, una vieja técnica de relajación. Entonces se paró nuevamente frente a él, puesto que parecía que sus palabras no llegaban.
Lo miró de pies a cabeza, lo que ponía enormemente incomodo a Spero. ¿Qué diablos quiere?
– Te propongo un trato. – Dijo algo desanimada. – ¿Qué te parece? –
– ¿Q-Que tipo de trato? – Ya no iba a dejarse llevar por las apariencias.
– Me uniré a tu equipo si me das tu escudo. – ¿Ah? – Simple, ¿no? –
– ¿Por qué el cambio tan repentino? – Preguntó Spero confundido.
Porque no escuchas lo que quiero decir… – Murmuro Alice, siendo inaudible para ellos.
– ¿Qué? – Preguntó Spero confundido porque solamente había escuchado ruido.
– Veras… – Parecía estar pensando en algo al hacer una pausa. – Si… estaba buscando algo más de defensa, y tu escudo parece de buena calidad… y ustedes no son tan inútiles como pensé, así que, ¿qué tal si me das tu escudo y a cambio yo me uno a ustedes? Sí, eso. –
Spero se quedó en silencio por un minuto, no podía deducir si las palabras de Alice eran sinceras, puesto que su yelmo cubría su rostro. Su actitud igualmente era diferente a la orgullosa y altanera que había conocido antes, todo era muy sospechoso.
Por otro lado, le estaba pidiendo su recién adquirido y amado escudo de alta calidad patentada por Fraud. Ciertamente ella era una muy buena adición para su equipo, y con ella podrían volver a salir de la ciudad con alguna misión, pero… no tenía idea de cuándo podría obtener otro escudo o si eso crearía problemas con Fraud.
Tras mucho pensar y dudar, mirar los pros y contras, llego a una conclusión.
– Bueno… – Insistió Alice. – ¿Qué dices? –
– Seria egoísta de mi parte tomar una decisión así sin preguntar primero a Allen. – Allen respondió encogiendo los hombros, como si en verdad no le importara lo que decidiera, como si él estuviera bien con lo que sea. – Bueno… no esperaba algo diferente así que… pese a que suena muy fácil… ¿Bienvenida al equipo? –
– Jum. – Refunfuño Alice. – ¿Qué tanto tenías que pensar? –
Spero extendió su escudo con algo de duda hacia Alice, como si no quisiera del todo dejarlo, pero era necesario, era por un bien mayor.
Alice lo tomó son más y lo colocó en su espalda. Y después de mucho, se quitó su casco.
– Por cierto. – Llamó Alice. – Tengo algo que decirte. –
¿También es hombre?
– ¿Si? –
– Yo… – Puso una expresión de culpa, puso una leve sonrisa y giró su mirada. – Mi nombre no es Alice, es Ryoku. –
Spero rápidamente giró su cabeza hacia Allen, luego hacia Ryoku. Frunció sus cejas y puso una expresión de confusión.
¿Y quién diablos es Alice?


Comentarios

Entradas populares