La Profecía del Héroe - Capitulo 26: Mirada Perdida


− Este es el lugar, ¿cierto? – Preguntó Spero.
− Si, “Bar cuatro X” o “Bar obsceno”, no hay duda. – Respondió Allen.
− ¿” Bar obsceno”? – Preguntó Spero confundido. − ¿De dónde sacaste ese nombre? –
− En una de mis visitas al bazar escuche de él. – Respondió Allen. – Es un bar muy conocido entre cierto tipo de personas por sus servicios, supongo debes hacerte una idea por el nombre. –
− S-Supongo… −
A diferencia del bar de Sam, se podía oler el intenso hedor del alcohol hasta fuera de este, aunque estando a una distancia considerable. Igualmente se escuchaban las carcajadas de los ebrios dentro de este. Pero lo que más llamaba la atención, era la razón principal por lo que se le denominaba a dicho bar “Obsceno”.
Una mujer se acercó a ambos con una mirada picara, cubriendo su rostro con un abanico de papel; vestía un corsé ajustado que hacia resaltar su busto de manera exponencial; todo era paste de un mismo vestido que cubría hasta la parte más baja de sus piernas, pero por alguna razón era más… provocativo de lo que uno pensaría; en su brazo derecho portaba una banda; su pelo estaba medianamente arreglado, aunque parecía no estarlo por el tipo de peinado recogido hacia arriba, pero a la vez desparramado; y su rostro no era más que un montón de maquillaje bien arreglado para dar la apariencia de una mujer realmente bella.
− Buena noches. – Dijo la mujer cubriendo su sonrisa con su abanico, ladeando un poco su cabeza a la derecha. − ¿Qué los trae por aquí? –
− B-Bueno… veníamos… a l-la reunión. – Para Spero seguía siendo un poco complicado hablar con una mujer directamente, más cuando no estaban relacionados de ninguna forma, y aún más cuando su vestimenta resaltaba tanto su… sus encantos. – Es aquí… ¿Cierto? –
− Si, aquí es… − Respondió la mujer con una voz intentando ser seductora. − ¿Pero no crees que eres muy joven para dejarte llevar por simples rumores? ¿No te interesaría mas divertirte? –
− No… umh… yo. –
− Oh vamos, no seas tímido. – Se acercó aún más la mujer. – Puedo hacerte una oferta especial solo para ti. –
¿Oferta? ¿Especial?
La mujer se acercó aún más, hasta estar al alcance de la oreja de Spero.
− La verdad es que… me gustan los chicos tímidos. – Le susurró al oído.
Sintió recorrer un tipo de escalofrió por toda su espalda, esas palabras habían sido suficientes para hacer que él se sonrojara y se quedara sin palabras.
La mujer se alejó ocultando nuevamente su sonrisa tras el abanico de papel, no sin antes lamer sus labios y dejar salir una provocativa risa. Alzó su rostro, y aun siendo más baja que ellos, parecía como si los mirara desde una posición superior; puso su brazo derecho debajo de su pecho y se acercó a Allen, quien había permanecido en silencio con una mirada indiferente.
− ¿Qué hay de ti? – Dijo la mujer pasando su dedo índice por el pecho de Allen.
− No me interesa. – Respondió bruscamente quitando la mano de la mujer hacia un lado.
Lejos de molestarse, ella sonrió y soltó nuevamente una leve risa.
− Uno difícil, eh… − Susurró para sí misma.
No parecía estar dispuesta a rendirse, al contrario, parecía estar solamente comenzando.
Llevó su pulgar a la boca y comenzó a morderlo mientras movía hacia los lados lentamente sus caderas, sin apartar la mirada de Allen, se había olvidado totalmente de Spero. Pero Allen no parecía prestar la más mínima atención a ella, no le afectaba sus encantos.
Como si fuera su último recurso, la mujer nuevamente se acercó a Allen y sin previo aviso, apretó con fuerza a Allen en un abrazo; presionaba sus pechos contra él para intentar atraerlo y hacer que este demostrara un poco de interés.
Allen, lejos de estar tranquilo o feliz, parecía estar algo molesto, su expresión no decía mucho, pero Spero podía sentirlo, como si algo malo fuera a pasar.
− Allen, no… − Spero habló primero para intentar evitarlo.
Pero Allen ya se había adelantado. Puso sus manos en la cadera de la mujer, la cual al sentir el tacto se ruborizó un poco; acercó su cabeza a los oídos de la mujer, y dejo salir un leve susurro.
− Aléjate de mí o te mato. –
Su mirada de enojo, incluso su inexpresión había desaparecido; su mirada… era una fría, alguien que no dudaba de sus palabras, y estaba solamente a un paso de cumplirlas.
La mujer dio un paso atrás y se cubrió nuevamente con su abanico; su mirada denotaba preocupación, sus manos temblaban un poco; una gota de sudor bajaba por su sien; su respiración era más agitada de lo normal.
− ¡QUE GROSERO! – Gritó la mujer entre molesta y temerosa. – Tu… tu… ¡olvídalo! ¡lárguense! –
Aun diciendo eso, fue ella quien se alejó rápidamente del lugar. Volvió al lugar de donde había venido, no muy lejos de ahí, junto a otras cuantas mujeres que se pusieron a hablar entre ellas, mirando de reojo cada tanto a ambos.
− ¿No fue demasiado? – Preguntó Spero.
− … − Allen solamente se quedó en silencio y lentamente apartó su mirada.
Bueno, fue el mejor desenlace… espero.
 El interior del bar era tal y como esperaban. A diferencia del bar de Sam que igualmente era muy animado, en el Bar Cuatro X había un ambiente muy diferente, era animado en un mal sentido, se podría decir que, todo lo contrario. Podía mirarse un par de ebrios peleándose al centro del lugar mientras unos tantos apostaban a su alrededor; las camareras estaban lejos de poderse denominárseles como “Lindas” eran más “provocativas” con una vestimenta parecida a la de la mujer que antes se había presentado ante ellos; y como era de esperar, todas eran únicamente mujeres.
Al frente del bar, en la barra que era lo único que había aparte de mesas y sillas, estaba el que parecía ser el dueño del lugar, un hombre de mirada molesta y de mal genio; calvo y de gran corpulencia.
El hedor al alcohol era fuerte, las risas ensordecedoras y los gritos molestos; las camareras recibían toqueteos por parte de los clientes, pero no parecía importarles, incluso jugaban con ellos con la clara intención de quitarles algo de dinero, después de todo estaban ebrios.
Sin demorarse mucho o perderse en el ambiente, se dirigieron directamente al dueño del bar, puesto que, si iba a haber una reunión, era él quien más información tendría al respecto.
− Disculpe, la reunión… − Mencionó Spero.
Antes de que acabara su frase, el dueño del bar lo miró con disgusto mientras limpiaba un tarro; se giró un poco y pateo lo que parecía ser una escotilla; hizo un movimiento con la cabeza indicando que ahí dentro era. No parece muy seguro.
Spero acercó la cabeza para mirar dentro, pero era difícil notar algo, estaba oscuro y no se podía mirar la profundidad.
− Ten. – Extendió el dueño su mano hacia Spero, entregándole una linterna. – Aun no llega mucha gente, pero la reunión empezara dentro de poco, solamente debo sacar a todos estos sujetos del lugar y cerrar. –
− Y-Ya veo… − Le sorprendía la forma en que se expresaba, no tenía nada que ver con el temperamento que imaginaba tenia. – Gracias. –
Aluzando con la linterna pudo ver el fondo del lugar, no era muy alto, solamente había unos cuantos escalones.
Bajo primeramente Spero con la linterna, y una vez estuvo abajo, bajo Allen. En esa ocasión no habían llevado a Sirius consigo, pensando que quizá no dejarían entrar a un perro con ellos. Sirius se quedó en casa de Sam, quienes lo acogieron amablemente sin rechistar ni un poco. “Es lo menos que puedo hacer por mi yerno” Dijo Sam. Sigue con esa idea…
Una vez abajo lo primero de lo que se percató era la buena estructura que esta tenia; no era un lugar hecho de tierra o improvisado, era más como un tipo de refugio que tenía una superficie firme, al igual que las paredes que sostenían lo superior; había un pequeño sendero, que parecía guiar al verdadero sótano, que se encontraba detrás de una puerta; podía mirar un poco de luz salir de esta.
Unos cuantos pasos fueron suficiente para llegar hasta la puerta, la abrió sin previo aviso, atrayendo rápidamente la mirada de las pocas personas que se encontraban presentes en el lugar.
− Bienvenidos. – Dijeron todos al unisonó.
− Gracias. – Respondió Spero.
− Pasen, pasen, tomen asiento. – Se acercó una de las personas que estaba ahí. – Aun falta de llegar gente, pero pronto estarán aquí, relájense. ¿Quieres algo de beber? –
− No, gracias. – Respondió Spero casi instantáneamente.
Beber algo que te ofrecen en un sótano… no creo que sea buena idea.
− Bueno, si necesitan algo solo llámenme. – Dijo el hombre.
El sótano era más grande de lo que uno esperaría, y estaba mejor iluminado de lo que estaba incluso el bar. Debido al mismo tamaño del lugar se sentía un tanto vacío, cosa que pensaba cambiaria cuando llegaran las personas que decían faltaban. Después de todo habían visto a mucha más gente apoyando la moción fuera anteriormente.
Diez… veinte… treinta minutos pasaron hasta que el dueño del bar entró al sótano. Varias personas habían llegado al lugar, pero no las suficientes como para llenar todo el interior, aunque eso no significaba que fueran pocas, si no que el lugar era muy grande.
− Todo listo. – Dijo el dueño. – Ya cerré el bar y no parece que nadie más vaya a venir, pueden empezar con la reunión. –
Pero no parecía haber un “líder” por ningún lugar. En los treinta minutos que habían pasado, nadie había hecho mención de él o se había autoproclamado como dicha persona, y no era solamente Spero, había unas cuantas personas más confundidas preguntando al respecto.
− ¿Cuándo llegará él? – Preguntó una persona rompiendo el silencio.
− ¿Cuándo? – Preguntó el dueño del bar confundido. – Bueno… pensé que ya había llegado. –
− ¿Qué? Se suponía que estaría aquí, por eso venimos. – Dijo otro al fondo.
− ¿Qué sentido tiene si no está la mente maestra? –
− Vine a escuchar la verdad directamente de él. –
− Me prometieron que podría verlo y el aclararía mis dudas. –
− ¿Qué haremos ahora? ¿Se cancela la reunión? –
− Primero que nada ¿Por qué deberíamos confiar en alguien que no se presenta? –
− ¿Después de todo solo son rumores? –
El lugar poco a poco se volvía un caos, la gente se hacía cada vez más preguntas y se levantaban de sus asientos pidiendo respuestas. Se sentían estafados y tontos por creen en las palabras de aquella persona. Pero todo se silenció cuando la misma persona que los citó se puso de pie.
− ¡Lamento decirlo! – Gritó para llamar la atención de todos los presentes. – Pero… ¡Él no vendrá hoy! –
¿Entonces cuál era el objetivo de venir?
Pero antes de que alguien alegara o dijera algo, interrumpió imponiendo su palabra.
− ¡Aun así él me pidió reunirlos aquí! – Gritó, haciendo que todos guardaran silencio de un modo muy extraño. – Así que les pido… denme un minuto para aclararlo todo. –
Las quejas volvieron a surgir, pero aun con eso, no pasaba más allá de simples murmullos de inconformidad. Tomaron nuevamente asiento e intentaron estar quietos, mientras que el hombre que habló por el líder ausente esperaba a que todos estuvieran en sus lugares.
− ¡Date prisa! – Gritó alguien de los presentes molesto.
Preparó su garganta dando un pequeño tosido y se paró al frente.
− Bueno… − Inició. – La razón por la que no pudo asistir es simple, y creo que todos los presentes deben hacerse una idea del por qué. –
Con esas palabras todos empezaron a especular en sus asientos. Les atraía lo que él había mencionado, pero no estaban del todo conformes con la respuesta que se les había dado.
− Es por el peligro que representa su presencia. – Dijo el hombre con suma seriedad. Al momento todos dejaron sus especulaciones y prestaron atención. – Todos aquí deben saberlo, es el motivo por el que estamos aquí. Queríamos respuestas y él nos las daría, pero… el simple hecho de conocer la verdad trae peligros, más para él, puesto que el mismo gobierno lo busca para silenciarlo. –
Eso suena muy… conveniente.
− ¿E-Es eso verdad? – Preguntó una persona algo mayor de edad. – S-Si así es la cosa… prefiero no saber nada, no quiero meterme en problemas. –
Para ser alguien de edad avanzada, aun temía por su vida. Completamente diferente a Core.
− Claro que trae peligro consigo. – Respondió el hombre que estaba al frente. – Pero… ¡Es mejor que vivir en la ignorancia! “No podemos pasar nuestras vidas con la cabeza abajo por el temor a ser perseguidos, por el temor a morir” … eso es lo que él dijo. Por eso mismo ha estado revelando información alrededor de la ciudad, se cansó de mirar como todos siguen sus vidas como si nada sucediera… pero todos ya deben saberlo… lo que sucedió en central. –
Aunque Spero tenía sus dudas, el hombre se estaba enfocando un poco más al tema que tanto le interesaba, quizá y después de todo había algo más que simples rumores.
− La gran nube de hongo que se generó en la lejanía… aquella explosión que acabó con toda una ciudad. –
Y los murmullos volvieron a escucharse en todo el sótano, seguido del silencio por parte del hombre que estaba al frente. Aunque algunos no parecían saber de qué era lo que se estaba hablando, desde que había llegado a Frontera no había visto a nadie que saliera hacia el interior de lo que alguna vez fue el reino, solamente al “Nuevo mundo”, por lo que quizá no estaban al tanto de lo sucedido o la situación fuera de las murallas.
Afuera no había nada que alguien quisiera, todos habían dejado aquel lugar por una mejor vida, algo que no se encontrarían fuera de Frontera, quizá en alguna otra facción, pero era difícil de confiar en ello. Incluso en la facción oeste, la de la iglesia… era difícil saber si encontrarían una mejor vida.
Ciertamente todos en la iglesia parecían estar gozando de estabilidad y felicidad, pero esa misma felicidad y los ideales de la iglesia eran un tanto preocupantes, como si algo no fuera bien. Pero no era momento para pensar en ello, tenía que aclarar primeramente las cosas que tenía frente a él, escuchar que era lo que aquella persona sabia.
− El gobierno nos lo ocultó, la razón tras la explosión. – Continuó el hombre. – Pero él nos traerá la verdad, y solamente pide que apoyemos su causa, que no nos dejemos engañar. La verdad se encuentra en esta misma ciudad, el gobierno lo sabe, ellos saben la verdad, pero no quieren dejarlo salir, no quieren darlo a conocer. –
− ¡Si! Ellos nunca nos dijeron la razón. – Gritó una persona de los presentes.
− Exactamente, pero ahora todos lo sabemos, él nos lo ha dicho a unos cuantos y hemos ido esparciendo la verdad, ya se los dije esta tarde en aquel lugar, y ustedes vieron como intentaron silenciarme. –
− ¡Si, lo hicieron! – Apoyó otra persona.
− Es porque temen de nosotros, temen que la verdad salga a la luz. – Repetía nuevamente sobre sus palabras. – Pero de nada sirve que nosotros lo sepamos, somos pocos por ahora. Cada vez más gente abre los ojos y se da cuenta de lo que está sucediendo, cada vez más gente escucha la verdad, las acciones atroces que el gobierno nos ocultó. Pero no es suficiente. –
− ¿Qué debemos hacer? – Preguntó uno más.
− De nada sirve que esparzamos la verdad si nadie cree en ella. – Mencionó el sujeto. – Muchos aun dudan de nuestras palabras, de sus palabras. Dicen que no son más que simples rumores infunda mentados, y no los culpo, yo igualmente dude al inicio, pero… no más. –
¿No más?
El hombre que estaba al frente solamente daba vuelta en sus palabras, no hablaba claro y daba muchos rodeos, como si estuviera evitando hablar directamente del tema.
− ¡ASI ES, NO MAS MENTIRAS! – Extrañamente la gente se alzó y apoyo al hombre, como si hubieran olvidado su molestia anterior.
− Así que compañeros, no es suficiente el abrirle los ojos a unos cuantos. – Continuó el hombre. – Necesitamos hacer que ellos mismos confiesen, que hablen de frente y hagan públicos sus pecados, que nos dejen de ocultar la verdad. –
− ¡SI! – Gritaron los presentes uno tras otro, comenzaron a hacer ruido como si hubiesen ganado una victoria, llenos de motivación para incluso ir directo a la guerra. − ¡HAGAMOS QUE LO CONFIECEN! –
− ¿C-Como haremos eso? – Preguntó Spero alzando su mano en el apogeo de los gritos con algo de duda, llamando la atención de todos al instante.
El silencio volvió e invadió totalmente el sótano, la gente fijó su mirada en Spero y las sonrisas de victoria se desvanecieron.
− Me alegra que preguntes. – Respondió el sujeto. – Tomen asiento, la reunión apenas comienza, es hora de hablar sobre el por qué han sido invitados a este lugar. –
Pero aún no han resuelto mi duda. Había hecho la pregunta incorrecta después de todo.
− Debemos buscar una forma de poner en jaque al gobierno. – Continuó el sujeto. – En esta reunión hablaremos al respecto. Si logramos ponerlos en jaque, no tendrán otra opción más que revelar lo que han hecho; ir directamente y pedirlo no será suficiente, quizá complicaría aún más las cosas, por lo que debemos incluso ser agresivos al respecto, hacernos notar, infundirles más miedo, que sepan que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa porque la verdad sea revelada desde sus bocas. –
Eso es… ¿Eso no es un poco extremista? Lo era, pero, aun así, la gente parecía apoyar la moción con toda violencia.
Pero… ¿qué es lo que hizo el gobierno? – Preguntó Spero, llamando nuevamente la atención.
− ¿Disculpa? – Preguntó el hombre que estaba al frente.
− Si… umh… yo… yo no escuché desde el principio, así que realmente no sé qué es lo que el gobierno “nos oculta”. – Respondió Spero. – La verdad es que vine para averiguar sobre lo de central. –
− Pues viniste al lugar indicado. – Dijo el hombre.
− ¿Si? – Preguntó Spero confuso. – Entonces… ¿Qué sucedió? –
− El gobierno hizo explotar la ciudad. – Respondió el hombre con una mirada llena de seriedad.
Ellos… ¿la explotaron? Bueno… eso no resuelve mucho mis dudas.
− Pero… ¿Cómo lo hicieron? ¿Por qué? – Preguntó Spero aún más confundido. – Quiero saber la razón tras ello, algo que me confirme que ellos fueron. –
− Bueno… eso es lo que queremos que revelen. – Respondió el hombre.
− ¿Significa que no saben nada? – Preguntó nuevamente Spero.
Hubo silencio por unos segundos, algunas miradas bajaron al suelo, y otras tantos eran de duda; el sujeto que estaba hasta el frente, miraba extrañado a Spero, como si no hubiera comprendido sus palabras.
− Claro que lo sabemos. – Respondió con confianza el sujeto. – Las razones aún no son claras, pero… ellos claramente lo hicieron, por eso mismo haremos que lo confiesen ¿No es así gente? –
− ¡SI, HAREMOS QUE CONFIECEN! – Gritaron las personas animándose nuevamente, como si aquella persona hubiera dicho palabras mágicas.
Esto… no tiene sentido para nada.
El hombre se dio media vuelta y comenzó a motivar nuevamente a todos los presentes, hicieron caso omiso de las palabras y dudas de Spero, quien se sentía inconforme con lo que habían dicho.
Maldita sea, después de todo solo son rumores. Bien lo dijo Sky, que no me dejara llevar, pero… pensé que estaría más cerca. Al final solo fueron tonterías.
− ¿Nos vamos? – Preguntó Allen al mirar que no tenía sentido que estuvieran ahí.
− Si, será lo mejor. – Respondió Spero inconforme y molesto.
− Son unos tontos, ¿no? – Alcanzó a escuchar a su costado entre los gritos de la gente.
Al lado de Spero estaba un hombre de edad media, no había mucho que resaltar de él más que su mirada perdida y una leve sonrisa; su cabello era corto y de color negro; su vestimenta no era nada fuera de lo normal; y… no había nada más que destacar de él. Quizá un palo sobre el que descansaba sus palmas, y sobre estas su cabeza.
− Si, supongo. – Respondió Spero confundido.
− Claro que lo son. – Recalcó el hombre. – Míralos hacer tanto alboroto sin saber siquiera la razón de ello. –
Extrañamente aquel hombre no estaba apoyando, miraba al frente con una sonrisa como si lo estuviera disfrutando.
No debería prestarle mucha atención. Tras las palabras del hombre Spero se dio media vuelta para irse, pero entonces el hombre lo llamó.
− Disculpa mis modales. – Dijo. – Mi nombre es Hank. –
− Y-Ya veo… − Respondió Spero confuso.
− ¿Cuál es el tuyo? – Preguntó Hank.
− ¿Disculpe? – No sentía la necesidad de hablar con él, solamente quería irse del lugar.
− Tu nombre, dime tu nombre. – Insistió.
− ¿Mmh? Oh… ¿Spero? –
− Bonito nombre, tu madre debió amarte mucho. –
− Si… ciertamente lo hizo. –
− Sabes, me interesas. – Señaló Hank. ¿Qué? – Pero no lo malinterpretes, no en un sentido amoroso. Me interesas por lo que está frente a mí. –
− ¿A qué se refiere? –
− Mira a esta gente. – Apuntó hacia el frente. – Ya lo dije antes, se emocionan y apoyan algo que no conocen. Algunos menos que otros y sin tanta convicción, pero siguen la corriente y en cierta forma creen en lo que creen saber. –
− Ciertamente… −
− Y luego estas tú. − ¿Yo? − ¿Qué viniste hacer aquí? –
− ¿Yo? –
− Si, ¿Qué te trajo a este lugar? –
− Bueno, escuche de que revelarían lo que se nos estaba ocultando, y me interesó. –
− Siento que me ocultas algo, puedo olerlo. – Dijo Hank soltando una leve risa. ¿Olerlo? – Es broma, es broma, mi olfato no tiene tales capacidades. –
− Ya… ya veo… −  Respondió Spero incómodamente nervioso.
− ¿Te interesa? – Preguntó Hank.
− ¿Qué cosa? – Respondió Spero.
− Saber sobre lo de central. – Dijo Hank sin perder su postura. – Antes lo mencionaste, que esa es la razón por la que estás aquí hoy. –
− Bueno, sí, pero dudo que aquí pueda encontrar la respuesta. – Respondió Spero. – Después de todo, como usted dice, ellos no saben siquiera que es lo que están apoyando. –
Hank soltó una fuerte risa que se perdió entre los gritos apasionados del resto de personas.
− Ya lo entiendes. – Dijo Hank sin parar de reír.
− Aunque es extraño. – Mencionó Spero.
− ¿Qué cosa? – Preguntó Hank.
− La razón de que estén aquí. – Respondió Spero. – Ciertamente alguien los citó, y el sujeto que está al frente no parece ser lo suficientemente capaz para idear algo como esto, bueno, claramente fue él quien nos invitó aquí a todos, pero aun así se siente como si fuera un simple eslabón. Aparte de la forma que habla sobre “lo que hizo el gobierno” indica que alguien más se lo “revelo” y ahora cree firmemente en ello. Y lo que más me preocupa, que tipo de persona inicio esto, ¿Con que motivo lo haría? –
Hank giró su cabeza y miró directamente a Spero sin perder su sonrisa.
− Fui yo. – Dijo Hank. Pese a que sonreía, no parecía que estuviera bromeando, hablaba seriamente. – Yo inicié los rumores y les dije lo de central. –
− ¿Disculpe? – Reaccionó Spero sorprendido y confundido.
− Si, fui yo. – Reiteró nuevamente. – Poco a poco he ido hablando con cada uno de los que están al frente de todo esto, yo les doy la información y ellos se encargan de esparcirla, ciertamente es muy conveniente lo fácil que creen en mí. –
Hank lo decía todo con suma tranquilidad, como si fuera una plática común y corriente con un amigo de hacía tiempo. No le importaba ocultar el hecho de que él había planeado tales cosas, que había motivado a las personas a tomar cartas en el asunto sin seguridad de ser verdad. Más bien, él se adjudicaba tales hechos, se autoproclamo el autor intelectual de dicha situación. Todo sin perder su sonrisa.
La duda que tenía Spero cambio de un momento a otro, ya no era “quien” si no, “por qué”.
− La razón… − Dijo Spero. − ¿Cuál es tu razón para hacer esto? –
Personas que creen ciegamente en algo, alguien que sigue firmemente sus convicciones y está dispuesto a hacer cualquier cosa para obtener lo que quiere. Añadiendo el hecho de que quizá la otra parte quizá no era lo que esperaban, que en realidad todo era una mentira, que eran simples palabrerías bien condimentadas para que calzaran como esperaban.
Por las acciones de aquel hombre se podría librar una batalla sin fin, una batalla que nunca se podría terminar por ninguno de los dos lados. Buscar una respuesta que no existe.
Aunque quizá solamente estoy exagerando.
No había seguridad de que llegaran hasta tal punto, después de todo eran simples ciudadanos. Pese a que creyeran en las palabras de aquel hombre, había una gran distancia entre hacerlo y decirlo, no creia del todo que fueran tan estúpidos como para crear caos por algo como eso, y mucho menos sin una buena justificación. Si vieran involucrados a los civiles… no serían diferentes de lo que supuestamente “odian”.
− ¿Una razón? – Preguntó el hombre girando su cabeza al techo. – Supongo que la hay, bueno, claramente la hay, pero… no queda tiempo, te lo diré en otra ocasión. –
− ¿A qué se refiere? – Preguntó Spero ansioso por respuestas.
− Se acabó el tiempo. –
*¡Boom! * Alguien entró a el sótano pateando con fuerza la puerta.
− ¡Todos desalojen este lugar! – Gritó una persona con armadura poniéndose al frente con su espada y escudo, era un guardia. – ¡Esta reunión termino! –
¿Ah?
No dejaron siquiera pasar un segundo antes de que todos se abalanzaran en quejas hacia el guardia. Detrás de él había unos cuantos más guardias, preparados para cualquier problema que pudiera surgir.
− Justo como lo predijo. – Habló el hombre que estaba al frente. − ¡Nos quieren silenciar! –
Miró directamente a los guardias durante unos segundos en silencio después del grito anterior.
− No tienen motivos para ir contra nosotros. – Reclamó el hombre.
− Claro que los tenemos. – Respondió el guardia que estaba al frente, imponiéndose. – Esto cuenta como una reunión ilegal. Primeramente, se lleva en secreto a altar horas de la noche, y segundo, tras lo escuchado en la ciudad horas antes, se considera como una reunión para la planeación de un golpe de estado, cosa que no podemos dejar suceda, por lo tanto, deben desalojar este lugar. Nadie ira a prisión, puesto que no han cometido ningún crimen, solamente deben irse. –
− Están siendo muy blandos. – Dijo Hank soltando un suspiro. – Pero bueno… hora de irse. –
Hank se puso de pie y caminó directo a los guardias, llamando la atención de los presentes.
− ¡Cuidado! – Gritó el hombre que estaba al frente de la reunión. − ¡Puede ser una trampa, le harán daño! –
Hank giro su cabeza y con su sonrisa respondió.
− No seas tonto. – Dijo. – Claramente no lo harán. –
Sin perder el paso siguió caminando y los guardias se hicieron a un lado.
El hombre que estaba al frente de la reunión tronó su boca en signo de molestia, bajo su cabeza y crujió un poco sus dientes. Claramente si hacia un revuelo en dicho lugar terminarían perdiendo, y debido a las acciones posiblemente encerrados en prisión; en el peor de los casos podía ser que realmente fueran a ser silenciados. Por lo que no le dejo otra salida.
− Retírense. – Dio la orden. – Esto no ha acabado, no hasta que logremos nuestro objetivo. Quizá no sea hoy, quizá no sea mañana, pero… lo lograremos en algún momento. –
Entre los guardias hablaban igualmente, y estaban algo nerviosos por no saber cómo tratar con la situación, no podían imponerse, solo con mirar como actuaban aun sin hacer nada podían saber que nada terminaría bien si eran un tanto más agresivos.
− ¿Eso no suena como una amenaza? – Preguntó uno de los guardias a su compañero.
− Solo déjalo pasar. – No querían hacer más alboroto.
Pese a que los guardias no habían hecho nada agresivo, más que pedir que desalojaran el lugar, la gente los miraban llenos de odio al salir del sótano y al pasar a su lado, como si hubieran cometido un gran pecado contra ellos. Simplemente no tenía sentido su reacción, pero eso era por lo que habían optado.
 Al parecer la gente era voluble, muy voluble. Actuaban conforme lo que había dicho alguien quien ni siquiera habían conocido, optaron por el odio aun sin conocer ni ser provocados. Pero… lo más extraño era él.
− ¿Notaste algo, Allen? – Preguntó Spero una vez estuvieron fuera del lugar, durante el camino a la posada.
− ¿A qué te refieres? – Preguntó Allen confundido.
− Bueno, usualmente me llamas la atención cuando algo te parece fuera de lugar o notas algo extraño. –
− No note nada extraño. – Respondió Allen. – La gente hacia alboroto por ninguna razón, pero bueno, creo que eso siempre pasa. –
− No, me refería a aquel sujeto, Hank. – Aclaró Spero. − ¿No te pareció extraño?
− No realmente. –
− ¿Aun después de adjudicárselo todo a sí mismo? –
− Bien pudo ser un farsante queriendo llamar la atención. – Respondió Allen. – Además, no creo que debamos prestar tanta atención en ello. –
− ¿Crees? –
− Bueno, como dije antes, la gente hace alboroto sin razón alguna. – Aclaró Allen. – Por lo que no me extraña que esto dure un poco más. Pero si algo debo resaltar de aquel sujeto, sería su sonrisa, era… muy tranquila para lo que decía. –
− ¿Solo eso? –
− Y no parecía estar mirándonos aun cuando nos miraba. –
− Ya veo… –
Quizá le estoy dando muchas vueltas al asunto.
− Pero no siento que sea algo de lo que preocuparse. – Recalcó Allen. – Siento que lo que estás buscando no lo encontraras con ellos. –
− Yo tampoco lo creo. – Aclaró Spero. – Desde que entre y escuche lo que hablaban lo supe, pero él, Hank… pensé que quizá y el sabría algo más. –
− Bueno… − Dijo Allen haciendo una pausa. – Pregúntaselo la próxima vez que lo veas. –
− Sera… −
Alejarse y acercarse, era el pan de cada día de Spero. Por más que pareciera acercarse a la verdad sentía que solamente se alejaba más.
No sacó nada de ese día, todo fue una pérdida de tiempo, y poco a poco se fue olvidando de ello. Tenía unos tantos problemas más que discutir como para enfocarse en algo tan sin sentido como lo que había visto y escuchado esa noche.
¿Qué es lo que hare mañana? Era una de las preguntas que más se hacía a diario.
Su vida había cambiado, la soledad se había alejado. Ya no era solamente él; ahora tenía a Allen, Sirius y el apoyo de Ryoku, por lo que debía enfocarse un poco más en su futuro, en que sería lo que haría al día siguiente.
− Mas importante, ¿Que harás con tu arma? – Preguntó Allen. – El espadón ya no es útil. –
− Fraud había dicho que tenía algunos repuestos en caso de que fallara, así que supongo solamente toca explicarle lo sucedido. – Respondió Spero. − ¿Qué hay de ti? ¿No quieres intentar algo nuevo? –
− Yo estoy bien. –
− Bueno, supongo que sí, nunca sales lastimado. –
Lo lamento, es porque me mantengo atrás o escondido aun cuando pagaste la Katana para que no lo hiciera, ¿Debería atacar más de frente? – Preguntó Allen preocupado.
− No, no. – Respondió Spero rápidamente. – Todo lo contrario, es gracias a ti que hemos salido de algunos problemas, así que no hay problema, no te fuerces a hacer algo. –
El que Allen saliera ileso de las batallas hablaba muy bien de él. Aunque muchos podrían considerar su estilo de pelea injusto o deshonorable… era muy conveniente, añadiendo el hecho de que tenía una habilidad innata para ello, puesto que nunca antes había visto a alguien igual.
Añadía el hecho de que Allen no estaba aun totalmente entrenado con su nueva arma, y forzarlo a probar algo nuevo podía derivar en el peor resultado, no podía permitirse que eso pasara, incluso si costaba su vida.
Por otro lado, había unas cuantas cosas más que le preocupaban.
− Diría que el verdadero problema es Ryoku. – Dijo Spero. – No me malentiendas, ciertamente es una buena adición al equipo. No sé cómo resistió el calor, yo hubiera muerto, pero es eso mismo su problema… solo resiste, no quiere atacar o hacer algo más, y se opone rotundamente a portar un arma, me preocupa que llegue a su límite y pueda pasarle algo. –
− Si algo pasara, seria por su propia negligencia. – Respondió Allen.
− Aun así, me sentiría mal por ello, no quiero que nadie muera si puedo evitarlo. –
− Pero no sería tu culpa, sería algo que no podrías evitar. –
− Exactamente. – Dijo Spero. – No podría evitarlo, y eso me molesta aún más. –
− Bueno… − Allen dejo salir un suspiro. – Habrá que darle tiempo, quizá cambie su mentalidad al enfrentarse al verdadero peligro. Y si algo malo sucede, hare lo que pueda para evitarlo, no puedo dejar que caigas por algo como eso. –
Eso fue… muy inesperado. Spero no lo había notado antes, pero Allen ciertamente era alguien confiable. Poco a poco se expresaba más con él y siempre estaba a su lado. Por alguna razón, siempre obtenía buenos compañeros, y eso hacía que una tonta sonrisa se postrara en su rostro.
− Bueno. – Dijo Spero feliz. – También hay que ver qué hacer con Sirius, es peligroso llevarlo sin nada. Supongo que hablare con Fraud para ver si puede hacerle una armadura o algo. –
− Eso estaría bien. –
− Pero ya será cosa de mañana… −
Habrá que consultarlo con la almohada.

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