La Profecía del Héroe - Capitulo 4: La academia
Spero termino
aceptando la oferta de Ciel sobre unirse a la academia, yendo ese mismo día
después de comer y una vez que hablaron un poco mas. Aun no sentía una fuerte convicción
y tampoco tenia un noble fin como Ciel, pero, aun así, si tenia la opción de
abandonar una vez aclarará sus ideas, al menos iba a intentarlo.
La forma de
inscribirse en la academia era muy simple. Llegabas, ibas a la dirección donde
se encontraba la persona de mayor cargo, ósea el director, y te presentabas
ante el. Así de sencillo y simple, al menos en el caso de los chicos sin hogar,
mientras que los que venían por parte de su familia, debían tener la autorización
de estos y elegir el plan que iba a tomar, internado o el mismo ir a la
academia cada día que comenzaran las clases.
Para el caso de
Spero era simple. Ciel se presento junto a el, brindando apoyo.
La “Dirección” era
un simple cuarto, con poca iluminación y un escritorio dentro, donde trabajaba
el director haciendo papeleos. Al parecer, el llevaba el control de todo en la
academia.
– Mi nombre es
Spero y quiero asistir a la academia – Se presento con firmeza ante el
director.
El director no respondió,
en cambio se puso de pie, y se acero a Spero, e inspecciono de pies a cabeza,
luego giro su cabeza a Ciel.
– ¿Quién es el? –
–Ya se lo dijo,
director. –Respondió Ciel. Hablaba con el de una forma normal, no con respeto, pero
tampoco de una forma irrespetuosa.
–Eso no es lo que
pregunte, chico. – Dijo respondiendo de manera brusca – Te pregunte quien es
este chico, de donde salió, que quiere aquí –
El director
parecía alguien de fuerte temperamento, su voz resonaba fuertemente e
intimidaba con sus palabras. Una persona que se miraba difícil de tratar. Aun así,
Ciel hablaba con el sin problemas.
– Si, lo encontré
afuera de la academia hace unas horas y lo invité a comer. Después de eso, lo
invite a unirse a la academia –
El director fruncía
el ceño y rechinaba los dientes, como si fuese a explotar en cualquier momento.
– Ya veo… – dijo
el director haciendo una pausa. – ¿Y trae el pago? –
Nadie habia
mencionado nada sobre un pago. Spero habia escuchado que el único requerimiento
era estar dentro del rango de edad, y ahora el director salía con que se debía
dar un pago. Spero comenzó a temblar, se habia presentado y no estaba
preparado, antes también habia dudado sobre unirse a la academia, todo iba de
mal en peor.
– No bromee
director – dijo Ciel. ¿” No bromee”? – Lo esta poniendo nervioso con su
actitud, y ahora menciona un pago de la nada, aun a sabiendas de que la
inscripción es gratuita –
El director se
acerco a Ciel, se puso frente a el firme, bajo su rostro y lo puso frente al de
el.
– No me arruines
la diversión, chico – con una voz grave, pero baja.
Ciel ni se inmuto,
estaba con un rostro inexpresivo, como si poco le importara.
– También necesita
una cama, así que estará en el plan internado – Ciel hablaba al director sin
miedo. Spero miraba con algo de nervios la situación. Al director parecía
saltársele una vena de la frente.
– ¿Ahora me das
ordenes? – Pregunto el Director molesto.
– Solo le estoy
informando – Respondió Ciel.
A diferencia de
como hablaba con el Dueño del bar, este parecía estar realmente molesto. Alejo
su rostro de Ciel y camino hacia su escritorio.
– ¡Lárguense de
aquí! – Gritó barriendo con la mano,
dándoles la espalda sin voltear a mirarlos.
Ciel dio una
palmada en la espalda a Spero, indicándole que salieran de ahí. A lo que Spero
lo siguió sin rechistar.
– ¿Qué diablos
paso? – pregunto Spero asustado una vez salieron de la dirección – ¿Qué pasa
con el? –
– Solo ignóralo –
Respondió Ciel, y comenzó caminar. – Sígueme, te llevare a tu dormitorio –
Spero miro que
Ciel no se detenía, así que comenzó a seguirlo. La academia era
impresionantemente grande. Contaba con un campo amplio que se dividía en varias
secciones, un lugar para correr; un lugar donde habia maniquíes hechos de paja
para entrenar; y un campo de tiro con arco. Lo básico para entrenar lo que
enseñaban ahí, pero increíblemente bien cuidado.
Una vez pasaron
por el campo, llegaron a otro edificio, el cual era un aula de clases, dentro
habia un montón de niños de todas las edades, los cuales se encontraban…
obviamente tomando clases. Con su respectivo profesor al frente de la clase.
– ¿No deberías
estar en clase? – Le pregunto Spero a Ciel. A lo que Ciel aparto la mirada y se
toco la cabeza.
– Si… yo… soy un
caso especial – Respondió Ciel con algo de pena.
¿Un
caso especial?... ¿Lento aprendizaje? Spero pensó que
no era lo correcto preguntar sobre ello, así que se lo guardo para si mismo y
siguieron caminando hasta la puerta del aula. En la cual se detuvieron.
– Entremos – Dijo
Ciel abriendo la puerta.
Los niños se
encontraban en plena clase, no era como que pudiesen interrumpirla así sin mas.
A Ciel pareció importarle poco e igualmente entro, arrastrando a Spero consigo.
Apenas abrieron la
puerta, la mirada de todos se fijo en ellos. Lo cual puso nervioso a Spero. El
profesor, que era un anciano, dejo de impartir la clase.
– ¿Qué pasa Ciel?
– Pregunto con mucha tranquilidad.
– Disculpe la
intromisión – Respondió Ciel bajando su cabeza en forma de respeto – Venia a
presentarle el nuevo alumno, su nombre es Spero –
A diferencia de
con el Director y el Dueño del bar, al anciano le hablaba con mucho respeto,
inclusive haciéndole una reverencia.
– No te preocupes,
hijo. – El anciano no se refería a el como su propio hijo, si no una forma de
llamarlo. – Así que un nuevo alumno… gusto en conocerte, pequeño –
El anciano recibió
a Spero con una actitud tranquila. No sabia si era debido a su edad, o siempre
habia sido de ese modo. Aunque Spero se decantaba mas por la primera.
– Si… mucho gusto
– respondió Spero. El cual aun se encontraba algo nervioso debido a la
intromisión.
– Entonces… con su
permiso, nos retiramos, aun me falta enseñarle algunas cosas – Aviso Ciel al
anciano. Dándose la vuelta y dirigiéndose a la puerta.
– Con permiso –
dijo Spero igualmente.
Una vez salieron
de la habitación, el anciano continuo con su clase. Y Ciel comenzó a caminar
nuevamente.
– Solo queda el
baño, las habitaciones y la sala de sparring – dijo Ciel mientras caminaba.
– Pareces tenerle
mucho respeto al anciano – dijo Spero.
– Si, él me ha
ayudado mucho – Respondió Ciel sin dar más detalles.
Le picaba la curiosidad
a Spero, pero no tenía una razón válida para preguntar sobre el pasado de Ciel
o como porque este le guardaba respeto a el profesor a diferencia de los demás
adultos con los que se habían topado.
Siguieron
caminando, pasaron por el baño, que era simple y sencillo. Solo para cumplir
sus funciones que no vale la pena mencionar. Al igual que… para tomar un baño.
Continuaron hasta
que llegaron a unos pequeños cuartos separados entre sí. Cada uno era
individual y tenía su propia cama, una lámpara de aceite para encenderla
durante la noche y… solamente eso.
– Estas son las
habitaciones – Dijo Ciel presentándolas con la mano. Eran alrededor de unas
veinte habitaciones individuales. Eran realmente pequeñas en comparación a una
habitación regular en un hogar. Aunque se encontraban separadas, solamente eran
unos cuantos centímetros, de una forma que dejaran algo de espacio y aun así
pudiesen aprovechar al máximo la zona.
– Son… – dijo
Spero haciendo una pausa con una mirada extraña.
– Se lo que has de
pensar, son muy simples, pero son cómodas. – dijo Ciel antes de que Spero
acabara la oración.
– No, todo lo
contrario. Es perfecta – Dijo inesperadamente Spero. Lo cual no era tan
inesperado sabiendo que él es un chico de pueblo, donde las condiciones eran
mucho peores que las que se encontraban ahí. Durante toda su vida había estado
durmiendo en la misma cama que su madre. Por lo cual la idea de tener su propia
habitación, le hacía algo de alusión igualmente.
La respuesta de
Spero sorprendió a Ciel, quien por primera vez no había podido adivinar qué era
lo que estaba pensando.
– Bueno, me alegra
que te guste la habitación – Dijo Ciel. – Ahora… vamos al cuarto de Sparring –
El cuarto de
sparring era un lugar donde los pequeños practicaban uno contra otro las
habilidades que habían obtenido. No lo hacían con armas reales debido a que eso
era peligroso, lo hacían con espadas y escudos de madera. Cubriendo sus cuerpos
con una buena protección. El lugar igualmente era algo grande. No se miraba desgastado,
aunque la academia llevaba un largo tiempo funcionando.
– ¿Te gusta? –
Pregunto Ciel.
– Es… Espaciosa, y
limpia – Respondió Spero.
– Si, la limpiamos
todos los días. – dijo Ciel mientras se acercaba al equipo de sparring – Se
acepta que los niños vengan a entrenar cuando quieran, siempre y cuando usen la
protección requerida. Y aun siendo tan espaciosa, solo se realiza un combate
por turno, para aprovechar al máximo el espacio, evitando problemas de chocar
con otros. –
Ciel levanto un
conjunto de escudo y espada, y lo lanzo a Spero.
– Veamos que
tienes – Dijo Ciel con una voz retadora.
– Yo… nunca he
peleado – Dijo Spero en respuesta.
Aun así, este tomo
el escudo con su mano izquierda y la espada con la derecha, puesto que era
diestro y pensaba debía usar su mano más fuerte para atacar. Aunque no tenía
experiencia luchando, había visto antes pasar a algunos caballeros por su
pueblo. Al igual que los guardias, así que al menos sabia sostener las armas.
– No importa, solo
es entrenamiento – Tomo una pechera del suelo; unas grebas y un casco, los
cuales eran solamente de entrenamiento, hechos de madera al parecer. – Solo
quiero ver que tan bueno eres ahora –
Lanzo el resto del
equipo a Spero y espero a que este se lo pusiese.
– ¿Y ahora qué? –
Pregunto Spero que ya se había hecho a la idea de pelear.
– Ven a atacarme
como puedas – Respondió Ciel.
– Pero no llevas
ninguna protección, aun siendo madera, podría lastimarte – Dijo Spero
preocupado por Ciel.
– No tienes que
preocuparte, confió en mi – Aun siendo unas palabras algo arrogantes, no
parecía ser alguien egocéntrico, simplemente confiaba en sí mismo… como él
había dicho.
Spero no sabía
cómo pelear, no había portado un arma nunca antes, aun siendo esta de madera,
claro. ¿Dar un corte vertical?
¿Horizontal? ¿Lanzar un ataque punzante? Demonios no se siquiera como cubrirme.
Ambos tenían la misma edad, pero Ciel tenía un año de ventaja. Pero era solo
un año… ¿Era suficiente este para convertirte en alguien bueno?
Spero se lanzó
hacia delante en pasos largos e hizo un corte horizontal por el lado izquierdo
de Ciel con poca fuerza, temía que fuese a lastimarlo. A lo que Ciel respondió
haciéndolo a un lado con su escudo.
– No hagas golpes
tan débiles, hazlo con ganas – Decía Ciel. Pero era imposible, un mal golpe y podía
hacerle daño. Aunque… si eso era lo que quería, Spero no se iba a contener.
Se lanzó
nuevamente hacia delante y esta vez hizo un corte en diagonal directo a su
hombro derecho, puesto que con esa mano sostenía su espada y pensaba le sería
difícil desviar el ataque con el escudo. El golpe iba con toda la fuerza que
tenía Spero, a lo cual Ciel respondió sin demostrar mucho esfuerzo, desviando
el ataque a un lado con su espada, seguido cargo hacia delante con su escudo y
empujo a Spero, haciéndolo caer al suelo. Se acercó rápidamente y puso su
espada de madera en el cuello de Spero.
– Perdiste – Dijo
Ciel soltando una suave carcajada.
Un
año… solamente un año… ¿Él es demasiado bueno o yo soy demasiado malo? Para
ser solo un niño, denotaba una gran fuerza, y su técnica no era mala, aunque no
tenía con que compararla. Aun así, era lo suficientemente rápido como para
desviar un ataque e ir directamente por la cabeza de su enemigo en cuestión de
segundos, como si estuviese en modo automático.
– Bien… ganaste,
¿ahora qué? – dijo Spero. Nunca antes había peleado, ni tenía muchas ganas de
hacerlo, pero, aun así, la derrota lo había molestado un poco, y aún más debido
a que había perdido de una forma tan rápida y patética. Su enojo podía mirarse
en su rostro.
– Vamos, no te
enojes, que yo tengo un año de ventaja – Ciel extendió su mano para ayudar a
levantarse a Spero. El cual la tomo sin dudar. Ciel tiro de él y se puso en
pie.
– Aun así… ¿Cuál
es el sentido de esto? – Pregunto Spero.
– ¿A qué te
refieres? Ahora eres parte de la academia, por lo cual entrenaras con nosotros
de ahora en adelante, quien sabe… quizá en un año terminas superándome – Unas palabras
alentadoras por parte del sujeto que lo había vencido sin hacer siquiera
esfuerzo.
Habían estado
hablando apenas hacia unas cuantas horas, y sin embargo hablaban con mucha
confianza, como si se conociesen de mucho tiempo. Quizá se debía a la actitud
de Ciel, que parecía tomar confianza con cualquier persona y ser un buen
conversador. Pero no era solamente eso, parecía saber adaptarse a cada persona,
actuando de diferente manera con todos.
– ¿Y ahora que hay
que hacer? – Pregunto Spero. Habían estado rondado por la academia, pero no
había hecho nada realmente.
– Veamos… ya te
enseñé la academia. Te presente al profesor. Te inscribiste… – ¿Realmente me inscribí? – No puedes tomar
la clase ahora, y hoy no tenemos entrenamiento físico… así que, ¿qué tal si te
enseño un poco de técnica? ¿Y luego vamos a cenar? –
– ¿Tu? – Pregunto
Spero. Un niño enseñando a otro niño, algo increíble de ver.
– ¿Por qué
preguntas? Soy bueno en esto – Respondió Ciel. – Y te acabo de dar una paliza –
No podía discutir
contra su lógica. Si entrenaba con él, podía al menos estar un tanto preparado
para cuando iniciaran las clases particulares, ya fuese al día siguiente o
cuando fuere. Pero aun siendo un buen espadachín ¿Qué tal lo hacía de maestro?
– ¿Pero realmente
sabes enseñar? – Pregunto Spero poco confiado.
– Compruébalo por
ti mismo – Respondió Ciel. – Así que… Empecemos. –
Ciel se acercó a
Spero y lo analizo como habían hecho todos los demás.
– Ponte en guardia
– Dijo Ciel.
La guardia de
Spero era muy floja, sostenía con poca fuerza su escudo y su espada temblaba.
Miraba alrededor de todo el cuerpo para notar más fallos en su postura, pero lo
más notable era eso. Así que tomo el escudo y lo alzo un poco más; puso su mano sobre la de Spero y la apretó
fuertemente.
– Sostenlo con
fuerza, como si tu vida dependiera de ello… porque lo hará – Dijo Ciel.
Tomo la mano de
Spero con la que sostenía su espada y la alzo igualmente, ya que esta la tenía
muy abajo, como si fuese a dar un corte a los pies del enemigo, dándole poco tiempo
para reaccionar en caso de que alguien lo atacase y no pudiese cubrirse con el
escudo.
– Quizá tu mano
tiemble debido al peso, eso cambiara con el tiempo. Pero siempre mantenla
firme. Cuando tu escudo no logre llegar a protegerte, tu espada lo hará –
Siguió corrigiendo
error tras error. Mala postura al estar de pie, rodillas flexionadas cuando no
debían, entre otras cosas. Hasta que considero que era lo suficientemente bien.
– Bueno, veamos el
resultado – Dijo Ciel estirando su brazo derecho hacia atrás, en el cual
portaba aun la espada de madera. – Cúbrelo –
Lo dijo de manera
espontánea que apenas dio tiempo para que Spero alzara un poco el escudo y lo
sostuviera con fuerza.
El golpe acertó
directamente a el escudo. Aun siendo un niño, el golpe había sido realmente
fuerte, lo había empujado hacia un lado unos centímetros. Creo una onda que
hizo temblar la madera y el brazo de Spero.
– Bien – Dijo
Ciel.
Sin lugar a dudas,
había funcionado. Aunque apenas había reaccionado, el golpe había ido con
suficiente intensidad como para derribarlo, sin embargo, la postura en la que
se encontraba reforzaba sus piernas evitando que esto pasara.
– ¿Bien qué? Solo
me cubrí – Exclamo Spero.
– Exacto, lo
cubriste – Dijo Ciel – Es suficiente y más de lo que se esperaría de alguien
que toma un escudo por primera vez en su vida. Ahora cubres, mañana reflejas –
Las palabras de
Ciel eran sinceras, por alguna razón parecía creer en ello. Como si fuese un
gran logro el cubrir el golpe.
– Ahora… ¿Qué tal
si tenemos otro sparring? – Propuso Ciel.
La idea no le
disgustaba del todo a Spero. Se había emocionado un poco con el anterior golpe
que cubrió. Lo cual de infundio algo de confianza en sí.
– Bueno, supongo
que podemos seguir un rato mas – Respondió Spero.
Golpe – Golpe –
Golpe – Reflejo – Cubierto – Empuje – Golpe. Siguieron entrenando durante un
rato más. Debido a que Ciel tenía mucha ventaja, le propuso dar una ventaja, se
quitó el escudo y peleo solamente con la espada. Lo cual no hizo mucha
diferencia, puesto que Ciel seguía dominando el combate.
Siguieron durante
unas cuantas horas hasta que comenzó a oscurecerse. Para esas horas Spero ya
estaba acabado físicamente. Mientras que por otro lado Ciel no denotaba
cansancio.
– Creo que es
suficiente por hoy – Señalo Ciel. No parecía estar cansado en lo más mínimo,
quizá porque estaba acostumbrado.
–Esta… Bien… –
Respondió Spero respirando hondo entre pausas.
– Ya es algo
tarde, y no creo alcances a cenar acá, así que vayamos a con el Dueño – Propuso
Ciel.
La comida del
Dueño del bar le había gustado bastante a Spero, por lo cual no tenía
objeciones. Aun así, se suponía que aquel lugar era un bar, por lo tanto, los
niños tenían prohibida la entrada durante altas horas de noche.
Esto no parecía
ser un problema para Ciel, puesto que camino fuera de la academia hacia el bar.
Spero sin más opción, lo siguió.
Una vez llegaron
al bar Spero noto algo diferente a lo de la mañana, había mucha gente entrando
y saliendo. Al parecer el lugar era más concurrido por las noches y usado como
bar, que por las mañanas como restaurant. Es
algo triste, habiendo probado su comida.
La gente que
entraba y salía eran adultos, obviamente. No había rastros de ningún niño, por
lo cual Spero llego a la conclusión de que en verdad no se aceptaban niños a
esas horas de la noche.
– Puedo ir a
dormir sin comer – Dijo Spero tratando de evitar que Ciel entrara.
A lo que Ciel hizo
caso omiso y entro de todos modos.
– ¡Oh! ¡Blanquito!
– Grito un hombre que se encontraba bebiendo al ver pasar a Ciel.
– ¿Otra vez aquí,
niño? – Pregunto otro hombre.
– Deja que nos
sirva unos tragos – Dijo otro hombre. – Cuando llegas pasa más tiempo cocinando
que sirviéndonos bebidas –
Al parecer era
normal que Ciel pasara las noches en aquel lugar. La gente parecía conocerlo y
lo llamaban de la misma forma que el Dueño. Aunque otros simplemente le
llamaban “niño” o “chico”.
Spero por miedo de
quedarse solo afuera, entro igualmente.
– ¿Qué? ¿Otro
niño? – Pregunto un hombre.
– Que aquí no es
guardería – Reclamo otro más.
Ciel se regresó a
donde se encontraba Spero y lo llevo consigo.
– Simplemente
ignóralos, han de estar ebrios – Dijo Ciel.
Apenas miro a los
niños, el Dueño se acercó.
– Supongo vienen a
cenar –
– Si, en la
academia se nos hizo tarde – Dijo Ciel.
– ¿Terminaste
uniéndote Spero? – Pregunto el Dueño.
– Si… Estaré ahí
por un tiempo, supongo – Respondió Spero.
El Dueño no
parecía estar alegre con la noticia, pero aun así no dijo nada al respecto.
Simplemente pidió las ordenes de comida y se dirigió a la cocina.
Al cabo de un rato
el Dueño volvió. Sirvió la comida y siguió atendiendo el bar, el cual se
encontraba lleno en esos momentos.
– Nada como la
buena comida de este bar después de entrenar – Dijo alegremente Ciel.
Era solamente su
primer día ahí, pero Spero se sentía feliz, algo que llevaba tiempo sin sentir.
La academia había sido agradable, el entrenamiento divertido, y podía tener su
propia habitación. Todo era… bueno.
– ¿Entonces? –
Pregunto Ciel.
– ¿Eh? –
– ¿Qué piensas
hacer? – Pregunto nuevamente Ciel.
– ¿Sobre qué? – Respondió
Spero.
– La academia, ¿Te
gusto? – Pregunto Ciel. – De lo contrario puedo ayudarte a salir, ya que ahora
que estas inscrito –
– Fue… divertido –
Dijo Spero con una pequeña sonrisa.
Siguieron
comiendo, y una vez acabaron volvieron a las habitaciones. De las cuales
solamente ocho estaban siendo utilizadas. Supongo
no todos están en el internado. Ciel le dijo a Spero que podía tomar
cualquiera que quisiese, siempre y cuando no estuviese siendo usada por
alguien. Una vez Spero se decidió Ciel se despidió y se fue a su habitación.
– Hoy fue un buen
día – Dijo Spero para sí mismo antes de dormir.
Esa noche Spero
pudo dormir tranquilamente… aun sin estar al lado de su madre.
Lo que lo despertó
por la mañana no fue el sol o el cacareo de un gallo, fue Ciel llamándolo.
– Oye ¿Estas vivo? –
Pregunta.
– Déjame dormir –
Responde Spero rondándose a un lado.
Ciel insiste en
despertarlo empujándolo y moviéndolo, pero parece ser inútil.
– Vamos, que se te
hará tarde para tus clases – Dijo Ciel.
Al escuchar esto,
Spero despertó rápidamente. Había olvidado que ahora era parte de la academia y
tenía que asistir a clases.
De un salto bajo
de su cama. Comenzó a correr directo al aula dejando atrás a Ciel.
– ¡Perdón por
llegar tarde! – Grito Spero entrando al aula.
En el aula no
había nadie más que el anciano y tres niños. ¿Llegue temprano?
– Oh, terminaste
uniéndote – Dijo el anciano.
– Si… estaré
asistiendo a la academia desde ahora –
– Eso es bueno… es
bueno –
Spero se dirigió a
uno de los pupitres que se encontraban solos, cerca de la entrada y alejado de
los demás niños. Spero seguía siendo un tanto tímido para tratar con los demás.
– Si… ummmh…
empecemos con la clase – Dijo el anciano.
Comenzó a impartir
la clase. Iniciando por enseñar los números. Un tema muy básico, lo cual
extrañaba a Spero.
Entonces Ciel
entro por la puerta y se sentó en un lado de Ciel.
– Oh. ¿Tomaras la
clase, hijo? – Pregunto el anciano.
– Si, le hare
compañía a el nuevo compañero – Respondió Ciel con el respeto que se dirigía al
Anciano.
El anciano no se
quedaba en su lugar e impartía la clase desde ahí. Al contrario, se acercaba a
cada uno de los niños y les enseñaba paso por paso, lo contrario a lo que se
imaginaba Spero.
Entonces fue el
turno de Spero, el anciano se acercó a él y Ciel.
– Entonces… ¿Con
que tienes dificultad? – Preguntó a Spero.
Spero no entendió
al momento a que se refería el anciano. Por lo cual se quedó por unos segundos
en silencio intentando comprender la pregunta.
– Disculpe, creo
no entendió bien la pregunta – Dijo Ciel hablando por Spero.
– Oh. Mis
disculpas – Dijo el anciano con una característica paciencia. – A lo que me
refería era: “¿Qué es lo que más se te dificulta aprender?” ¿Leer? ¿Escribir? –
– No, ninguna –
Respondió Spero, sorprendiendo incluso a Ciel.
– ¿Entonces sabes
leer y escribir? – Pregunto el Anciano.
– Si, aprendí con
mi madre cuando era más pequeño – Spero había estudiado junto a su madre
durante toda su vida, debido a que era lo único que ella podía hacer por él, y
debido a que lo mantenía la mayor parte del tiempo a su lado.
– Ya veo… ya veo…
– Dijo el anciano rascándose el cachete – Entonces eres un caso especial como
Ciel –
Fue ahí cuando
Spero comprendió a lo que se refería con “Caso Especial”. Ciel no asistía a
clases porque este no las necesitaba, era alguien que ya había aprendido a leer
y escribir, lo que solo hacía más sorpréndete a Ciel.
Ciel parecía
sentirse incomodo al escuchar que él era especial, incluso parecía sonrojarse
un poco.
– Entonces… ¿Hay
algo que te interese aprender? – Pregunto el anciano.
Spero no había
pensado en ello, algo que le interesase aprender. Él sabía que había muchas
cosas que aún no aprendía, que el leer y escribir solo era el inicio de todo,
pero aun así no tenía una ambición por aprender nada más. Nunca se había
planteado esa idea.
– Mmh, ¿Qué tal su
nombre? – Pregunto Spero. El sentía que no era correcto el dirigirse a él como
“Anciano” por lo cual al menos quería conocer su nombre, así mismo le
interesaba esa persona por la cual Ciel guardaba respeto.
– Oh. Eres un niño
interesante – Señalo el Anciano. – Una interesante pregunta… mi nombre es
Vibes, pero puedes llamarme como quieras. –
Un nombre
interesante.
– Entonces… ¿Qué
más te interesa? – Pregunto nuevamente Vibes – Puedo enseñarte, siempre y cuando
tenga conocimiento de ello –
Spero lo pensó
durante unos minutos, pero nada venía a su mente.
– ¿Te interesa la
magia? – Pregunto el anciano.
¿Magia?
¿Puede hacer magia? El solo escuchar al
anciano mencionar la magia atrajo la atención de Spero. Magia… algo con lo que
todos los niños y algunos adultos soñaban… ¿Pero qué tipo de magia? Existía
aquellos que decían ser magos y realizaban trucos que parecían ser más los de
un espectáculo. Aquellos que decían hacer hechizos que se basaban en hechizar a
alguien, que rara vez funcionaba. O volar, con lo que todo humano soñaba.
– Se algunos
buenos cuentos sobre magia – Aclaro Vibes.
A Ciel le causo
gracia el cómo desapareció la cara de asombro de Spero al escuchar a lo que se
refería Vibes. Spero había creído por un momento que Vibes podía enseñar magia,
pues en los cuentos que solía contarle su madre, los magos siempre eran
ancianos inteligentes. Pero al parecer eso no era posible.
– Cuando te
decidas solo dímelo – Dijo Vibes antes de irse a atender a otro de los niños
que se encontraba ahí.
– Es una buena
persona, ¿no? – Dijo Ciel con una pequeña sonrisa en su rostro.
Spero no podía
negarlo, el anciano era un sujeto muy agradable, su actitud tranquila hacia que
dirigirse a él no fuese algo difícil, o terrorífico como había sido con el
Director.
Spero converso por
alrededor de treinta minutos con Ciel. En ese transcurso de tiempo, no entro
ningún otro niño. En el aula solamente estaban los mismos de antes. Lo cual le
parecía extraño puesto que el día anterior había visto un montón más de niños,
y en los dormitorios había al menos ocho personas.
– ¿A dónde fueron
los demás niños? – Pregunto Spero.
A lo cual Ciel
aparto su mirada.
– Ellos… ya no
están – Respondió a secas.
– ¿A qué te
refieres? – Pregunto Spero con algo de curiosidad.
– La mayoría ya
tenían catorce – Respondió Ciel. Spero seguía sin comprenderlo, la edad a la
que participaban en la guerra era a los quince años. – Las cosas cambiaron y…
ahora a los catorce se los llevan a entrenar con los adultos –
El requerimiento
para participar en la guerra había bajado aún más. La situación era tal que
enviaban a niños para participar en esta.
– Entonces ellos…
– Dijo Spero haciendo una pausa.
– La verdad es que
muchos huyeron – Dijo Ciel.
¿Huyeron?
No había escuchado que esa fuese una opción, se
suponía que la academia servía para entrenar jóvenes soldados, pero aun así no
parecía que alguien los estuviese persiguiendo o haciendo un escándalo por los
que habían huido.
Entonces se dio
cuenta de algo. Si era un plan de internado, era extraño que los dejaran salir
a sus anchas fuera de la academia, lo cual dejaba fácil a los niños para huir.
Parecía incluso a propósito para que estos lo hicieran.
– ¿Y nadie piensa
ir tras ellos? – Pregunto Spero – De todos modos, no todos parecían tener
catorce –
Ciel dejo salir un
suspiro y contestó.
– No te preocupes,
nadie ira tras ellos. Y si, no todos tenían catorce. Muchos de los que huyeron
tenían nuestra misma edad y poco tiempo en la academia, huyeron por cuenta
propia o con su familia –
– ¿Pero porque
entraron en primer lugar? – Pregunto Spero. Una pregunta razonable, se suponía
que entrabas a la academia porque estabas preparado para la guerra, pero aun
así… habían huido al poco tiempo.
– Es porque temen
morir… – Dijo Ciel con una mirada triste – La guerra se ha intensificado y… al
parecer estamos perdiendo terreno. Eso bajo la moral de los chicos que estaban
aquí, así que abandonaron antes de tener que ir ellos también –
– ¿Y qué hay del
director? – Pregunto Spero – Antes había actuado de una forma muy
temperamental, seguro debió ir tras ellos o algo –
– Él no lo hará –
Dijo Ciel confiado – Después de todo… es el que más ha llorado al escuchar que
un niño murió en la guerra –
– … –
El Director que
Spero había conocido no parecía ser ese tipo de persona. Él era totalmente lo
opuesto a lo que mencionaba Ciel, un hombre de temperamento fuerte y temible,
que intimidaba inclusive a un nuevo recluta sin motivo alguno. Pero Ciel no
parecía mentir, no lo había hecho antes, por lo cual no tenía una razón para
hacerlo ahora.
– ¿Por qué crees
que no se te pidió nada al entrar? – Dijo Ciel – Todos son libres de irse
cuando quieran… pensaba decírtelo cuando decidieras abandonar la academia,
pero… muchos han abandonado últimamente, así que no tiene sentido ocultarlo –
Todo lo que había
escuchado Spero sobre la academia parecía ser una mentira. Aunque solo era
información que se había corrido por el pueblo y cosas que decían los
comerciantes ambulantes que estaban de paso. Si ese era el caso… ¿Qué otras
cosas eran mentira?
– Ya que estamos…
¿Quieres hacer sparring? – Pregunto Ciel.
– ¿Por qué tan de
repente? ¿Y la clase? – Pregunto en respuesta Spero.
– No hay problema
con ello, ya te lo dijo Vibes, cuando sepas que quieres estudiar, solo díselo,
por el momento no tienes que estar aquí – Respondió Ciel.
Ciel se puso de
pie, aviso a Vibes y salió del aula. Seguido Spero hizo lo mismo, siguiendo a
Ciel.
Caminaron hasta
llegar a la sala de Sparring, la cual se encontraba sola.
– ¿A qué hora
empezará el entrenamiento? – Pregunto Spero.
– Si… sobre eso… –
Ciel respondía igual que antes, al parecer había omitido algo el día anterior.
– Nuestro instructor dejo la academia no hace mucho. Fue llamado para
participar en el frente –
El día anterior no
había mencionado nada de eso. Eso explicaba en cierto modo el buen estado del
equipo de entrenamiento. Si el instructor y muchos niños habían abandonado la
academia, significaba que nadie usaba el equipo.
– ¿Cómo se supone
que aprenda entonces? – Pregunto Spero – ¿Cuál es el sentido de la academia? –
Ciel siguió
caminando, dirigiéndose hacia el equipo de entrenamiento.
– Lo mismo me
pregunto en ocasiones… – Respondió Ciel.
Tomo lo mismo que
el día anterior, escudo, espada, protección y lo lanzo a Spero.
– Pero algo si se
– Dijo Ciel – Mi objetivo no ha cambiado –
Cada que Spero
escuchaba decir algo así a Ciel, podía mirar como este denotaba un brillo, como
si fuese alguien admirable. Tenía las ideas claras y no solamente alardeaba por
ser un niño, tampoco buscaba admiración o la atención de los demás, simplemente
él era así.
– Así que… Entrena
conmigo – Dijo Ciel – Aprenderemos juntos –
Spero había
ignorado una pregunta muy grande “¿Por qué yo?”. En la academia había otros
niños, los cuales quizá llevaban igual o más tiempo que Ciel, pero no había
visto que él se dirigiera a ninguno de ellos, había pasado la mayor parte del
tiempo con Spero y no había siquiera dirigido la palabra a los demás niños.
– ¿Por qué yo? –
Pregunto Spero, dejando en el suelo el equipo de entrenamiento.
– ¿A qué te
refieres? – Pregunto en respuesta Ciel.
Spero no podía
conjugar bien las oraciones, no encontraba como expresar sus dudas.
– ¿Por qué yo?
¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué me ayudaste ayer? ¿Qué es lo que quieres de
mí? – Así que hizo todas las preguntas a la vez.
– “¿Por qué?”
Preguntas… – Dijo Ciel rascándose la cabeza. – La verdad no tengo una razón,
simplemente… estaba aburrido –
Entonces…
no soy diferente a los demás. Spero pensó que había
tenido una conexión especial con Ciel, habiendo estos tomado confianza el uno
con el otro sin prestar atención, pudiendo hablar sin problemas y yendo juntos
a diversos lugares… aunque solo había sido un día, y Ciel claramente era
alguien que se podía desenvolver bien.
– Y a la vez… me
sentía solo – Dijo Ciel con una voz baja.
– ¿Qué? – No
entendió bien lo que había escuchado.
– En el tiempo que
llevo aquí… yo… siempre me he sentido solo – Dijo Ciel, algo extraño viniendo
de alguien como él. Solo eh… – Hacia mucho tiempo que no me sentía tan
feliz como ayer y hoy. –
Al final lo único
que deseaba Ciel era la compañía de alguien más.
– Y… el camino
hacia la paz... – Dijo Ciel haciendo una larga pausa – No creo poder encontrarlo
solo –
Spero no sabía
cómo reaccionar. El no compartía el mismo objetivo que Ciel, tampoco tenía
mucho tiempo de conocerlo como para querer arriesgar su vida por él. Spero
seguía siendo un niño, y en el fondo aun temía morir, temía luchar, temía
perder. Pero aun así se preguntaba… “¿Por
qué deseo pelear junto el?”.
“El efecto Ciel”,
lo llamaba. Ese sentimiento de querer apoyarlo hasta el final, esa inspiración
que infundía en el, esa admiración, esa fuerte luz que lo segaba. ¿Cómo es posible que un niño pueda decir
tales cosas?
Sin duda alguna,
Ciel era un niño muy interesante. Había encadenado a Spero, haciendo que este
sintiese el deseo de seguirlo hasta el final en tan solo un poco tiempo.
– Supongo que tendré
que hacerlo… – Dijo Spero.
– ¿Hacer qué? –
Pregunto Ciel.
Spero se agacho y
recogió el equipo que había dejado en el suelo. Se puso la protección y alzo su
arma.
– ¿No es obvio? –
Preguntó. – Acompañarte en la búsqueda de esa paz.
Al escucharlo
decir aquellas palabras, el corazón de Ciel sintió una calidez que no había
sentido hacia muchos años, derramando una lagrima tomo igualmente su equipo.
Limpio su rostro,
y con una gran y alegre sonrisa dijo:
– Supongo que
tendré que entrenarte bien… –
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