La Profecía del Héroe - Capitulo 5: Cobarde


Día tras día, Spero entreno junto a Ciel motivado por las palabras que le había dicho en aquel entonces. No podía decir con orgullo que compartía un objetivo tan noble como el antes mencionado de Ciel, sin embargo, sentía que no quería dejarlo solo, quería luchar a su lado y ayudarlo a alcanzar esa “paz” que lo llevo a esforzarse tanto.
Fue así como juntos obtuvieron resultados al cabo de un tiempo.
Al mes Spero logro sostener correctamente su equipamiento, ganando la suficiente fuerza para evitar que su espada temblara al blandirla. Muchos pensarían que eso había sido mucho tiempo, lo cual en cierta forma era verdad, ya que solo había aprendido a blandir, pero para Spero era un gran avance.
A los dos meses logro recibir los ataques de Ciel sin tambalear. Su postura era la indicada para recibir el impacto y que este no lo moviese a un lado siquiera un centímetro. Para ese entonces, Ciel comenzaba a ver progresos en Spero.
A los tres meses Spero logro conectar su primera estocada. ¿Suerte de principiante? Lo cual ya era un mayor logro, puesto que Ciel aun siendo un simple niño, era alguien muy habilidoso y fuerte. Sin embargo, Spero no hacia alarde de tal logro puesto que Ciel solo había estado usando su espada. Ciel decía que debía darle una ventaja para que fuese más justo, lo cual le paso cuentas en aquel momento.
A los cuatro meses Spero era capaz de leer un poco mejor las situaciones, y en base a ello evaluar cuál era la decisión correcta para atacar y/o defender. Aunque de poco le servía, ya que sus movimientos no eran lo suficientemente rápidos y coordinados con sus pensamientos.
A los cinco meses Spero obtuvo un poco más de velocidad. No hubo grandes cambios, Ciel seguía siendo realmente superior.
A los seis meses Ciel propuso entrenar otra disciplina. En el campo de batalla no todo eran los guerreros que cargaban directo al cuerpo a cuerpo.
− Otra disciplina dices… ¿Pero a que te refieres? – Pregunto Spero con algo de duda.
− A eso mismo, combate cuerpo a cuerpo sin armas suele ser útil en momentos críticos. Aunque no se usa regularmente y es muy circunstancial, no puedes ir directo al campo con tus manos vacías. – Respondió Ciel.
− ¿Qué hay sobre alguna daga? Ya sabes… ataques más rápidos –
Lo que preguntaba Spero era algo realmente curioso, ya que había muchos tipos diferentes de armas. Sin embargo, la mayor parte, si no en su totalidad, cargaban con escudo y espada.
− Debido a que son ataques en grandes escalas no suele ser algo viable ir con una pequeña daga. Debes buscar el balance entre ataque y defensa, por eso utilizamos escudo y espada. – Señalo Ciel.
− Pero… he escuchado que su antiguo Rey combatía con un hacha mano-doble… inclusive hay una estatua de él blandiéndola – Recalco Spero.
Ciel se quedó pensando durante un momento. Era verdad que el Rey Filemón había blandido un hacha mano-doble en el campo de batalla, y gracias a esta, era capaz de hacer frente a múltiples enemigos. Sin embargo, era debido a la gran fuerza que este poseía, y aun así era algo muy temerario como para jugarse la vida en ello.
− Supongo que tienes algo de razón… aun así, no tenemos quien nos enseñe otras disciplinas, y somos muy pequeños como para blandir un hacha de ese tamaño. – Respondió Ciel dándole la razón a Spero.
Aun con la respuesta de Ciel, Spero sentía que había mucho potencial desperdiciado en las disciplinas de otras armas.
− Entonces… ¿Qué tipo de disciplina propones? – Pregunto Spero, ya que Ciel había propuesto anteriormente el enfocarse en otra disciplina.
− Como ya te había mencionado antes, el combate cuerpo a cuerpo. Siento que puede ser útil en momentos que no cuentes con un arma a la mano o te sea apartado de ella – Respondió Ciel.
Spero seguía un tanto en conflicto al respecto. Ciel había dicho que una daga no era tan útil en combates a grande escala… pero insistía en combatir cuerpo a cuerpo. Una daga podía llevarse consigo como un arma secundaria de cualquier manera.
Spero decidió no alegar mucho al asunto, después de todo él era solo un novato en lo que combate se refería. Añadiendo el hecho de que Ciel se suponía que era su maestro, por lo cual cuestionarlo no sería algo bueno.
− ¿Qué hay del arco? Es usado igualmente en las batallas a gran escala –
− A eso iba – Contesto Ciel – El arco también es esencial. Has estado haciendo progresos en el uso de espada y escudo, pero siempre viene bien tener otras opciones, quizá y seas mejor en el arco. –
Ciel no se equivocaba. Spero denoto más talento en el uso del arco que en el uso del escudo y espada. Tal vez por el anterior entrenamiento… o quizá por talento natural, el hecho era que Spero era un buen arquero saliendo de la media.
En su primer practica de tiro, Spero logro acertar unos cuantos centímetros debajo del blanco. Y ya que Spero no se sentía conforme con haber obtenido ese resultado a la primera, puesto que pensaba que era solo un tiro de suerte, volvieron a intentarlo una vez más.
Spero obtuvo el mismo resultado. Su pulso había mejorado debido a que había estado entrenando con la espada hacía tiempo. Spero era alguien tranquilo la mayor parte del tiempo, lo que le ayudo a la hora de apuntar. A sí mismo, parecía un chico un tanto inteligente, puesto que había tomado en cuenta la fuerza del viento aun sin nadie habérselo dicho.
Hizo unos cuantos tiros más, en los cuales obtuvo el mismo resultado. Aunque eran buenos tiros, no lograba acertar al blanco.
− Quizá deberías entrenar más el arco – Dijo Ciel.
A Spero le parecía que la propuesta de Ciel era que dejara de entrenar el combate con espada y solamente se concentrara en el arco, puesto que en este demostraba más habilidad.
− Entonces… realmente no soy bueno en ello – Dijo Spero con una voz un tanto apagada. Spero sabía que no era alguien destacable en la esgrima, sin embargo, se divertía en los sparrings más de lo que parecía.
− Yo no dije eso – Dijo Ciel.
− Pero seguro que lo piensas – Spero actuaba extraño. Si bien, nunca había tenido una actitud energética y positiva, sus respuestas eran un tanto… negativas.
Quizá sentía que aun habiendo pasado cinco meses, no había hecho ningún progreso, estando Ciel aún muy lejos de su alcance en habilidad.
− Es todo lo contrario – Respondió Ciel – Cuando veo cómo has avanzado… tengo algo de miedo. Inicie siendo superior por mucho, y ahora cada vez que entreno contigo, siento como que yo me voy quedando atrás. Temo el día que me alcances –
A diferencia de las respuestas de Spero, Ciel no lo decía realmente con temor. Solo estas siendo modesto. Pero eran realmente esas palabras las que hacían que Spero siguiera adelante. Como si las palabras de aliento por parte de Ciel fuesen mágicas.
− Aun así, si decides seguir el camino como el arquero, puedo instruirte – Dijo Ciel tomando el arco, cosa que no había hecho antes. Cargo una flecha, respiro hondo, apunto y soltó. Directo al blanco.
Realmente estas muy lejos aún.
 A los seis meses Spero logro acertar al blanco desde una distancia considerable. Siendo ese el mayor logro que había obtenido en todo el tiempo que habían entrenado. Por lo cual paso a el siguiente escalón, apuntar desde más lejos.
A los siete meses Ciel empezó a jugar ajedrez con Spero durante las noches antes de dormir. “Una batalla no se puede ganar solo con fuerza” decía Ciel.
Ciel tenía razón en eso, al igual que en muchas otras cosas. Muchas de las victorias escritas en la historia, habían sido gracias a que se había llevado una gran estrategia detrás de las batallas. ¿Pero porque ajedrez?
− Puede que no sirva literalmente a la hora de realizar una estrategia, puesto que no estamos frente a un tablero y las batallas se realizan sin acordar la cantidad de personas que tendrán tanto los aliados como los enemigos. A sí mismo, puede que haya ataques sorpresa entre otras cosas – Señalo Ciel – Pero el ajedrez te ayuda a agilizar la mente, tomar una decisión en base al movimiento de tu oponente para poder derrotar a su rey. Añadiendo que quizá no lleguemos un puesto que lo requiera –
Seremos simples peones.
Una fea forma de mirarlo, puesto que los peones usualmente son sacrificados en la guerra o usados de distracción. Pero quizá eso podía ayudarles en el futuro de alguna forma, de igual manera Spero no tenía ninguna queja sobre jugar, le parecía algo divertido.
A los diez meses Spero comenzó a notar algo extraño. Ciel estaba un poco más alto, comparándolo con un niño promedio. Pero no le tomo mucha importancia, después de todo, era algo normal crecer con el tiempo.
Y fue con eso que se cumplió un año de arduo entrenamiento. Habiendo sido Ciel un gran maestro. Lo suficientemente duro como para imponerle un reto a Spero, pero lo suficientemente paciente como para guiarlo paso a paso.
Para ese entonces, muchos de los niños que vivían ahí, habían dejado el internado. Quedando aún más vacía la academia. Aunque habían entrado algunos otros en el transcurso del año, habían abandonado al poco tiempo.
Los niños que quedaban, poco se enfocaban en el combate. Se centraban más en sus estudios académicos, quizá porque no pensaban quedarse hasta el final y simplemente querían aprender como leer y escribir.
Ciel y Spero se enteraron que cumplían años el mismo día, por lo cual lo celebraron juntos en el bar del Dueño. Haciéndolos ahora no los más pequeños en la academia, puesto que había algunos niños de diez años.
Dichos niños solían mirar los combates de practica que realizaban en la sala de sparring.
− ¿No quieren participar? – Preguntaba constantemente Ciel.
Los otros niños siempre respondían “No” moviendo la cabeza, pero aun así se quedaban hasta el final del entrenamiento, solamente mirando como aquellos dos niños combatían entre ellos y demostraban grandes habilidades aun sin un maestro. Y también, como era que ellos los únicos que realizaban las actividades por las cuales la academia existía.
Poco duraron en la academia también aquellos niños. Fueron llevados por sus padres al cabo de unos cuantos meses a otro pueblo. Puesto que la guerra comenzaba a tomar más y más bajas, cayendo incluso unos cuantos pueblos y ciudades.
Cerca del año y medio la academia se quedó vacía por completo. En ella solo quedaba el Anciano Vibes, el Director que poco se dejaba mirar más que para dar el pago por el esfuerzo, y los dos niños.
− Con que somos los últimos… − Señalo Ciel mirando a las habitaciones vacías de la academia.
El ambiente era un tanto triste. Puesto que los niños se habían enfocado únicamente en su entrenamiento durante año y medio, no habían notado como eran las cosas fuera de la academia. La gente entraba en pánico, diciendo que el fin se acercaba.
El consejo no parecía mejorar las cosas puesto que solo había conflictos internos entre ellos. Por un lado, estaban los que decían que deberían abandonar esas tierras y comenzar a expandir en otro lugar. Y por otro, los que decían que debían pelear hasta el final, que, si una vez salieron adelante, lo volverían a hacer, de entre los cuales se encontraba el jefe de guerra.
La indecisión del consejo y sus conflictos había afectado igualmente a la gente. Era la peor época que habían vivido, puesto que el anterior consejo tenía un fin en común, ellos no habían presentado peleas internas y eran sabios en sus decisiones. Pero no había forma de volver atrás, ellos ya no volverían, puesto que la mayoría estaban muertos.
A sí mismo el pueblo comenzaba a huir a las ciudades más alejadas de Central. Como antes habían sobrevivido algunos pueblos debido a estar alejados, pensaban que podían hacer lo mismo en esa ocasión. Aunque no había lugar al cual huir. Los ataques venían de todas direcciones.
− ¡Todo por creer en esa estúpida roca! – Gritaban algunos ciudadanos de Central – Si no hubiesen esperado tan pacientemente por su “Héroe” esto no hubiese pasado. –
− ¡No insultes a la roca, hereje! – Contestaban los creyentes – Dios nos salvó una vez, ¡y lo volverá a hacer! El Héroe aparecerá –
Inclusive en tales circunstancias había gente creyendo en aquella profecía ciegamente. Esperando por su Héroe.
Aun con caos por los alrededores. Los niños ponían poca atención, sentían que no podían hacer nada al respecto, lo único que podían hacer era prepararse para el día que les tocara defender la ciudad y dar su mayor esfuerzo. Al menos eso era el caso de Ciel.
Fue así cuando se llegaron los dos años de entrenamiento.
− Ha sido un camino largo – Dijo Ciel – Pero ya son dos años –
Spero había hecho algunos progresos, pudiendo mantenerse de pie frente a Ciel en el combate. Era poco tomando en cuenta que habían pasado dos largos años, pero al menos se sentía conforme con el resultado. A sí mismo, había mejorado mucho más con el arco, pudiendo rivalizar inclusive con la habilidad de Ciel.
− Y sigues estando tan lejos… − Dijo Spero. Pero con la diferencia que esta vez lo decía de una forma más animada, como si estuviese decidido a alcanzarlo.
− Y tú sigues mejorando – Dijo Ciel con una sonrisa.
Para ese entonces, aparte de pasar sus días entrenando, iban a visitar a Vibes, el cual se había quedado sin alumnos. Ambos niños solían pedirle que les contara cualquier cosa, ya fuese una historia o datos interesantes. Eso hacia realmente feliz a Vibes, el cual miraba el interés de los niños en él.
− Me pregunto qué harán cuando yo ya no este mas por aquí – Decía Vibes con su típica voz tranquila.
− ¿De qué habla? Si aún tiene muchas cosas por enseñarnos – Decía Ciel intentando animarlo.
La verdad era que Vibes ya era una persona de edad muy avanzada. Cada día se le hacía más difícil el ponerse de pie y asistir a la academia. Lo cual no hubiese dejado de hacer inclusive si esta se hubiese quedado vacía. El solía decir que no descansaría hasta cumplir su sueño, del cual no hablaba en ningún momento.
A su vez, era cada vez más extraño mirar al Director. Este se la pasaba encerrado en su oficina y rara vez salía de ella. Lo cual poco importaba a los niños, en especial a Spero, que no le había tomado mucho cariño.
Y fue así cuando se llegó el fatídico día. Después de dos años y nueve meses.
Spero, preocupado por el Director que no había salido de su sala durante días, se acercó a su oficina. Ellos realmente no habían hablado, por lo cual le parecía un tanto incomodo estar a solas con él. Aun con eso, quiso cerciorarse de que este se encontraba en buen estado.
Estando cercas de la oficina, en un día soleado, escucho a alguien gritar.
− ¿¡Que se supone que significa esto!? – La voz no parecía provenir del Director. Pero fue lo suficientemente fuerte como aturdir y asustar a Spero.
El cual se acercó con algo de temor a la puerta de la oficina, abriendo un poco la puerta para mirar que era lo que pasaba en ella.
Al mirar un poco dentro, miro a un hombre robusto, con una espalda ancha y que vestía una armadura de gran calidad. Y al frente de él, con la mirada baja, el Director. El cual parecía estar siendo reprendido.
− ¿Cuál es tu escusa? – Pregunto el hombre sin recibir respuesta. − ¡Exacto! No la tienes –
A Spero le sorprendía mirar en tal estado al Director, parecía sentirse inferior y con temor, que no podía inclusive responder.
− Yo… Yo lo arreglare de alguna forma – Respondía el Director con una voz temblorosa y sin alzar su mirada.
− ¡Habla fuerte para que te escuche! – Grito aquel hombre − ¿¡Que no puedes hacer siquiera eso bien!? –
− Lo… lo siento jefe… − ¿Jefe?
La posición más alta en la academia era la del director, por lo cual, para que el director llamase a alguien “Jefe” debía ser alguien fuera de esta… ¿El jefe de guerra? Tenía sentido, la academia era simplemente una división de la fuerza militar, por lo cual el jefe del director debía ser el Jefe fe Guerra… pero aun así ¿Qué hacía ahí?
− ¿Sabes cuánto hemos invertido en esto? – Pregunto el Jefe de Guerra
− No lo sé – Respondió el Director apartando la mirada.
− ¡Exacto! ¡No lo sabes, es por eso que estamos en esta situación! – El jefe de guerra parecía estar en cólera, se encontraba gritando a mas no poder. – Hace mucho tiempo que no me envías reclutas, y aun así tienes el descaro de desviar dinero −
− Es que… no han entrado nuevos reclutas –
− ¡Y una mierda! – Con cada grito del jefe, se podía mirar como el Director se encogía un poco más. − ¡Eso es pura mierda! He estado perdiendo soldados a diestra y siniestra allá en el campo, mientras que tú te dedicas a cuidar niñitos –
El Director se encontraba sin palabras, no podía argumentar ante los reclamos del Jefe.
− Quedan dos niños. ¿no? – Señalo el Jefe – Dámelos, y luego cerraremos la academia, no es rentable –
Al escuchar eso, un escalofrió recorrió la espalda de Spero. El había estado entrenando durante más de dos largos años, pero aun así la idea de ir a combatir… siempre le había parecido tan lejana, no se sentía preparado, el miedo a morir volvía y resonaba en su cabeza. Yo… yo no quiero ir.
− Ellos aún no… aun no pueden ir – Respondió el Director. Lo cual solo enfureció mas al Jefe.
− ¿Qué? –
− Ellos solo tienen doce años, aun no cumplen la edad requerida – Señalo el Director.
El Jefe se acercó al Director y lo miro fijamente con una mirada fría.
− ¿Crees que me importa? –
− … −
− Si no sirven para pelear, los usaremos como apoyo para transportar las cosas. Y si no sirven para eso, los usaremos de carnada –
Las palabras del Jefe eran frías. Después de todo, somos peones.
El Director se encontraba con la mirada en el suelo, temblaba del temor. Mientras que el Jefe parecía ya haberlo dicho todo.
− Así que… ¿Dónde están? Me los llevo hoy mismo –
El Director se puso de pie y tomo los papeles que se encontraban en su escritorio y los acomodo. Arreglo su vestimenta y se acercó al Jefe.
− Ellos aún no pueden ir – Dijo con seriedad.
El jefe lo miraba con desagrado, esa no era la respuesta que estaba esperando. Pero antes de que este reaccionara ya fuese con un golpe o una orden, el Director volvió a hablar.
− Yo iré en su lugar… − Dijo. – Le aseguro que seré más útil que esos dos niños… y sin mi aquí, puede cerrar la academia. −
La mirada de disgusto del Jefe se convirtió en una risa un tanto malvada.
− Que interesante… ¡Muy interesante! – Dijo soltando una carcajada – Entonces… −
El Jefe se puso en un lado del Director que aún se encontraba algo temeroso, y rodeo su cuello con su brazo, como si se fuese a apoyar en él y le dijo algo al oído.
− Vete preparando –
Seguido el Jefe quito su brazo del cuello del director y comenzó a caminar hacia la salida.
− Mañana por la mañana nos vamos – Dijo antes de cruzar por la puerta – Y no intentes huir, que serás tratado como traidor –
− No… no lo hare – Respondió el Director apretando los dientes y los puños, con los ojos llorosos.
Spero corrió algo lejos al ver que el jefe se acercaba a la puerta. Una vez este salió por ella, volteo a mirar a Spero, como si lo mirara como alguien inferior. Poco mantuvo su mirada sobre Spero, antes de hacer una expresión de disgusto y seguir con su camino.
Spero se sintió algo aliviado de que no tendría que ir a pelear, pero a la vez culpable por hacer que otro tomara su responsabilidad.
Con algo de culpa se acercó nuevamente a la oficina del Director, pero esta vez no solamente espió por la puerta, entro directamente a la oficina.
El director se encontraba sentado en su escritorio, no había notado que Spero había entrado en la sala. Parecía estar llorando.
− ¿Pasa algo Director? – Pregunto Spero con temor.
El Director reacciono rápidamente, se limpió el rostro y puso típica expresión.
− ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué necesitas? – Pregunto bruscamente, intentando aparentar que no pasaba nada.
− Yo… Mmh –
− El tiempo es oro chico, habla rápido – Sus ojos parecían irritados, pero aun así mantenía su actuación, como si fuese alguien duro.
− No… no es nada, solo quería ver si se encontraba bien – Dijo Spero con una voz baja.
− ¿Eh? – El Director reacciono de una manera inesperada, como si su mirada se hubiese ablandado por un momento y dudado. – Estuve... ocupado ¡Ustedes solo me traen problemas! –
Intentaba mantenerse en el papel. Y Spero no sabía cómo reaccionar a ello.
− ¡Si no tienes nada más que decir, lárgate de aquí a entrenar! – Grito barriendo a Spero con la mano.
Spero no replico nada, salió de la sala y fue a entrenar.
Al día siguiente, el Director ya no estaba.
− Así que… se fue – Dijo Ciel con una voz apagada.
La oficina del Director estaba vacía. En ella solamente estaba su escritorio y una pequeña nota que decía: “Lárguense”
− Es… algo que se esperaría de el – Señalo Spero.
Al lado de la nota se encontraba una gran bolsa de dinero. Lo suficiente como para que sobrevivieran por un tiempo los niños. Aunque no lo demostraba, el Director los apreciaba mucho, después de todo… no era tan mala persona.
− Yo no me iré – Dijo Ciel mientras caminaba fuera de la oficina.
Seguía decidido, su determinación no había flaqueado. Algo típico de él.
Y como era de esperarse, Spero lo siguió. Se dirigieron a la sala de Sparring para seguir entrenando. Aun sin el Director, ellos debían seguir preparándose… o eso es lo que decía Ciel. Para Spero seguía siendo algo… lejano.
A los dos años con diez meses, la academia cerro oficialmente. Las habitaciones no fueron inspeccionadas, por lo cual los niños podían quedarse ahí si querían. El equipo y todo de las instalaciones fue dejado ahí de la misma manera, no había un motivo para derribarla ni hacer nada con ella. La academia paso al olvido.
Los únicos que seguían en ella fueron los dos niños y Vibes, quien se encontraba esperando cumplir su sueño.
− ¿Qué haremos ahora? – Pregunto Spero a Ciel. La academia había cerrado, por lo cual no tendrían más ingresos para subsistir.
− No te preocupes por ello, solo restan dos años más – Dijo Ciel despreocupado. – El dinero no será problema, he estado ahorrando durante todo este tiempo y… tengo una gran cantidad –
La comida no sería un problema igualmente. Tanto Spero como Ciel sabían que incluso si no lo pedían, el Dueño del bar los apoyaría, no podía dejarlos morir de hambre. Pero no querían recurrir a ello, por lo cual optaron por usar el dinero que Ciel había estado guardando durante un tiempo.
Así pasaron otros dos meses y se cumplieron los tres años de entrenamiento.
Spero y Ciel habían dado un estirón, siendo este último el más notable. Teniendo una estatura alta para su edad, mientras que Spero se encontraba dentro de la media.
Vibes dejo de ir a la academia, no por decisión propia, sino porque no podía hacerlo más. Estaba acabándose poco a poco. Su edad le estaba pasando factura y no podía siquiera pararse de su cama.
Ciel lo visitaba a diario para hacerse cargo de él. Vibes no había tenido esposa ni hijos, por lo cual no tenía a nadie más que se hiciera cargo de él. Por el respeto y cariño que Ciel le guardaba, cumplió esa función, alimentándolo y bañándolo a diario.
− M-Muchas gracias – Decía Vibes con dificultad.
− No es suficiente para pagarte todo lo que has hecho por mi – Decía Ciel.
Aun habiendo pasado tres años juntos, Spero no sabía cuál era el trasfondo entre Vibes y Ciel, era algo que temía preguntar.
Tres meses después… Vibes paso a mejor vida.
Vibes falleció recostado en su cama, a la edad de 108 años. Spero no puede aguantar las ganas de llorar, se rompe al momento mojando la cama y cuerpo de Vibes. Mientras que Ciel se encuentra sonriendo, puesto que Vibes no muestra una cara triste, sino un rostro de satisfacción.
Vibes, antes de morir preparo igualmente una cantidad de dinero. Quizá porque ya no lo necesitaría, o quizá porque le guardaba cierto aprecio a los niños que siempre estuvieron con él. Fuese como fuese, ese dinero hizo que los niños pudiesen salir adelante.
Al cabo de unos cuantos meses más, el reino entro en decadencia, el ejército flaqueaba en el frente. Muchos pueblos y ciudades habían sido abandonados, intentando huir en sentido contrario a las fuerzas enemigas, siendo un movimiento inútil, porque no había un lugar en el cual esconderse. El consejo se encontraba en desacuerdo, no sabían cómo abordar la situación.
Y fue un mes antes de que se cumplieran los cuatro años cuando todo acabo.
Una mañana común, la gente se levantó para realizar su rutina. Una tranquila mañana como ninguna otra. La cual acabo con una repentina explosión.
Un ataque nunca antes visto. Un ataque sorpresa directamente a Central. Una explosión alerta rápidamente a la gente, la cual no fue suficientemente rápida como para actuar. Gritos de hombres y mujeres resuenan alrededor de la ciudad. Ciudadanos son diezmados a diestra y siniestra.
Los guardias son alertados rápidamente, pero no son suficientes para contener el ataque. Hay un demonio que resalta entre los demás. Es considerablemente más grande que el resto, más grande que un humano. Pero más importante, parece ser imparable.
El extraño demonio se pará al centro de la ciudad y comienza a apuntar a todos lugares, como si estuviese dando órdenes, a lo cual el resto de demonios siguen sin rechistar. Intentan contactar con el ejército para aplacar la amenaza, pero se encuentran lejos que parece no llegaran a tiempo.
La gente corre de un lugar a otro intentando huir, pero uno a uno son atravesados por las espadas de los enemigos. Hombres, mujeres, ancianos, niños… todos caen por igual. Una madre llora en el suelo mientras sostiene el cadáver de su hijo. Un niño ronda las calles buscando a su padre. Un anciano intenta hacer frente a un demonio.
El ejército ataca con fuego, intentando quemar a los demonios sin importarles el resto de personas. Es poco efectivo, mas civiles son heridos en el proceso que demonios. El fuego se expande por la ciudad. Recurren a un plan B, abandonar Central.
La gente comienza a correr a la segunda ciudad más grande, Santa Fe. Aun quedando a una distancia considerablemente lejana, no miran otra opción. Aun así, no todos corren con la misma suerte, unos no llegan siquiera a alejarse del centro de la ciudad.
Los niños que se encontraban aun en la academia están dudando sobre a donde correr.
− Debemos ir con los demás a Santa Fe, quizá ahí podamos resistir un poco más – Propone Spero. Pero Ciel parece no escucharlo.
Spero sale de la sala de sparring donde se encontraban y se dirige al campo de tiro. Toma un arco y flechas. Vuelve a la sala de Sparring y se equipa con el equipo de protección.
− ¿Qué haces? Debemos huir – Dice Spero. Pero Ciel sigue sin hacer caso.
Toma un escudo de madera y sale de la sala de sparring nuevamente. Spero lo sigue con preocupación.
− ¿Por qué no me escuchas? ¿Qué es lo que intentas hacer? – Dice Spero alterado por la actitud de Ciel.
Ciel se detiene y da media vuelta, mira fijamente a Spero.
− Yo no huiré – Responde a secas.
Comienza a caminar nuevamente. Spero vuelve a la sala de sparring y toma rápidamente todo el equipo que puede. Aunque no pueda luchar, servirá para defenderme. Y corre nuevamente a donde se encuentra Ciel. Mira que este se encuentra en la entrada de la academia escondido, sosteniendo el arco.
− ¿Qué haces? – Pregunta Spero con temor.
− Shh – Pide Ciel que guarde silencio.
Entonces lo mira. Un gran hombre con cuernos frente a la academia. Bien equipado con solamente su cabeza al descubierto. Un escalofrió recorre reiteradamente por la espalda de Spero. Comienza a temblar. No quiero morir. Cae al suelo por el miedo, lo cual hace ruido y atrae la atención del demonio. Esté mira a Spero y alza su espada que está llena de sangre. Comienza a correr hacia donde se encuentra Spero para acabar con él.
Spero intenta ponerse de pie inútilmente, los nervios y el miedo no dejan que pueda hacer algo, por lo cual se arrastra inútilmente hacia atrás.
Entonces, cuando cruza por la entrada de la academia, una flecha atraviesa su cráneo. Una flecha que fue lanzada por el arco que sostenía Ciel. Logro acertar perfectamente, haciendo que este cayera de un solo tiro.
Ciel se muestra tranquilo ante aquella hazaña, mientras que Spero parece estar a punto de orinarse.
Ciel sale de cubierto y se acerca al cadáver del demonio, mientras que Spero sigue tirado en el suelo. Toma el arma del enemigo y con un fuerte golpe decapita a el demonio. La sangre salta y la cabeza rueda. A lo que Spero deja salir un grito del impacto. Mientras que Ciel no parece importarle.
− Hay que asegurarse de que está muerto – Dice Ciel.
Pone su arco a la espalda y levanta el armamento del enemigo. Debido a que Spero había estado asustado durante toda la situación, no había notado que Ciel media lo mismo que aquel demonio que había asesinado, cosa que Ciel si había notado. Rápidamente y sin perder tiempo, Ciel despojo al cadáver de su armamento y se lo equipo el, así mismo tomo sus armas.
− Perfecto – Dice Ciel dando un ligero golpe a su peto.
− ¿Perfecto? ¿Qué sucede contigo? – Pregunta Spero sorprendido por como Ciel se muestra tan tranquilo ante aquella situación.
− No lo entiendo – Responde Ciel tranquilamente.
− Como es que tu… ¿Cómo es que no tienes miedo? – Pregunta Spero.
− ¿Miedo? Claro que lo tengo, pero… es por esto que hemos estado entrenando todos estos años, ¿no? – Responde Ciel sin mostrar ni una pizca de temor.
No, yo… tengo miedo, mucho miedo, no quiero pelear.
− Ahora levántate, tenemos que conseguirte una armadura a ti también y deshacernos de los mas que podamos – Ciel se denotaba decidido – Ayudemos a quienes podamos en la evacuación, al menos hasta que llegue el ejército –
Y sin decir más, comenzó a correr hacia el centro de la ciudad. Spero se puso de pie y comenzó a seguirlo, no por haberse decidido a luchar, sino porque tenía miedo a morir, y sentía que estaría más seguro al lado de Ciel.
Una vez llegaron al centro de la ciudad lo miraron. “El gran demonio” Inclusive más alto que el resto de demonios, más alto que cualquier humano, con una corpulencia musculosa. Parado exactamente al centro como si esperara algo.
− Parece ser el líder – Señalo Ciel. – Y parece estar dando órdenes, si lo derrotamos quizá los demás caigan, al igual que en el ajedrez, si tomamos a su rey, ellos pierden. −
Volteo y miro a Spero, noto que este se encontraba temblando y sin equipamiento.
− ¿Qué pasa? Volvamos y busquemos a otro demonio para que puedas equiparte con su armadura, si no, no podremos hacer nada – Dijo Ciel con tranquilidad.
− Detente… −
− ¿Qué pasa? –
− ¡Detente maldita sea! – Grito Spero.
Ciel miro directamente a Spero, él estaba lleno de dudas, temblaba del miedo y parecía incluso que quería llorar. Entonces Ciel lo comprendió.
− Tienes miedo, ¿Cierto? – Pregunto Ciel apartando su mirada.
− ¡Claro que lo tengo! ¿Qué pasa contigo? – Respondió Spero con algo de molestia.
− Nosotros… entrenamos para esto – Dijo Ciel bajando su mirada.
− Yo… yo no estoy listo para esto, no quiero hacerlo – Después de todo lo que habían pasado juntos, después de todo el entrenamiento, Spero no se había decidido. Aun habiéndolo dicho antes, a la hora de la verdad, no pensaba en otra cosa más que huir.
− Lo entiendo… − Dijo Ciel.
− Si es así… entonces huyamos, podemos llegar a Santa Fe y buscar refugio – Dijo Spero con un tanto de motivación.
− Yo no iré – Respondió Ciel a secas.
− ¿Qué? – Pregunto Spero con desconcierto − ¿De qué hablas? ¿En verdad piensas que puedes hacer algo contra ese monstruo? –
Spero demostraba una actitud decepcionante. Ciel se mantenía firme aun con la poca probabilidad de que ganasen ante aquel demonio que infundía temor a su alrededor. No solo era su estatura y musculatura, era todo el. Emanaba un aura terrorífica y su equipamiento era realmente bueno.
− Esta bien – Dijo Ciel. – Tu… puedes irte –
¿Qué?
Ciel no parecía que fuese a retractarse. Alzo nuevamente su mirada y comenzó a caminar hacia el demonio. ¿Qué intentas probar? Maldita sea. Vuelve acá. Spero corrió hacia Ciel e intento detenerlo, a lo que Ciel solamente lo hizo suavemente a un lado. Se dio media vuelta y le sonrió.
− Esta bien que abandones, después de todo… te dije que te ayudaría a salir cuando lo quisieras… −
− Tu… tú no eres ese tal Héroe de la profecía… − Decía Spero con pena por sus acciones. – Si pierdes aquí… morirás ¿Sabes? –
Ciel miro al cielo y no quito la sonrisa de su rostro.
− Lo se… − Dijo Ciel con una increíble tranquilidad – Pero si no hago nada… mucha más gente morirá –
Yo no puedo hacerlo, no puedo hacerlo, no puedo hacerlo, no puedo hacerlo.
Spero temblando del miedo dio media vuelta, dándole la espalda a Ciel.
− Yo… no puedo hacer eso – Dijo con una voz baja.
Y comenzó a correr lejos de ahí, sin mirar atrás. Dejo a su amigo solo en aquel lugar, no tuvo el valor siquiera para mirarlo al decirle tal cosa, no tuvo el valor para siquiera voltear a verlo una última vez. No pudo más que correr y llorar, temiendo por su vida.
A lo lejos, con mucha dificultad y una voz muy baja, se logró escuchar algo.
“Cuídate...” Seguido del sonido de las espadas chocando entre ellas.
“Perdóname, Ciel.”

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