La Profecía del Héroe - Capitulo 6: Spero el Panadero


Soy tan… tan patético.
Spero se encontraba en el suelo, un suelo que no era particularmente incómodo. El suelo sobre el que se encontraba estaba cubierto de hierba. Aunque Spero no se encontraba tirado en el en busca de comodidad o algo parecido, estaba ahí porque se encontraba cansado. Había estado corriendo durante horas sin parar, con un aparente destino hacia Santa Fe. ¿Pero qué era lo que el buscaba en esa dirección? ¿Por qué corría hacia esa ciudad? Era debido a que él estaba huyendo. Había huido de Central debido a que esta se encontraba bajo un ataque, ¿Pero porque huía? Él se había preparado durante años para hacer frente igualmente a ese tipo de adversidades… ¿O no?
Spero en ningún momento sintió realmente la necesidad de pelear. Él no era alguien que quisiese ser llamado Héroe de guerra o algo parecido, él era particularmente indiferente a ello. Pero aun así entreno… entro duramente durante años. ¿Lo hacía sin un objetivo? Al parecer si, puesto que al final huyó.
 Tantos años… desperdiciados en un instante. Aunque no era del todo verdad. Spero se había convencido a si mismo de que tenía un objetivo, el objetivo de luchar junto a su amigo en busca de la paz. Pero cuando llego el momento… no lucho, y abandono a ese amigo.
Te odio… te odio… Repetía Spero para sí mismo. Spero en aquellos momentos se odiaba a si mismo más que a nadie que hubiese odiado antes. Igualmente se sentía patético, no había siquiera intentado hacer algo por ayudar. Durante todo su recorrido hacia Santa Fe no ayudo a nadie, aun cuando el podía escucharlos pidiendo ayuda. Gente sufriendo, gente muriendo; niños llorando buscando a su madre; ancianos intentando hacer frente a sus enemigos; su amigo haciendo frente a lo imposible. ¿Y él? El solamente se limitó a huir mientras tapaba sus oídos.
Debí… siquiera intentarlo, hacer algo. Pero era muy tarde, eran horas de distancia del lugar en el que se encontraba respecto a Central. Él ya debe estar… Y aunque regresara, no había nada que le asegurara que su amigo estuviese ahí aún. Quizá el huyo. Decía Spero intentando darse paz mental. Pero el más que nadie sabía que Ciel no podía huir, sabía que Ciel podía hacer muchas cosas que otras personas no podía, pero algo que él no podía hacer… era huir.
¿Por qué tenías que ser así? Se preguntaba Spero respecto a Ciel. Fue ahí cuando Spero se dio cuenta de algo muy importante… No conocía lo suficientemente bien a Ciel. Habían estado entrenando durante años y aun así no sabía siquiera un poco de su pasado. Spero nunca intento saber un poco más sobre su supuesto amigo, se limitaba a lo que sabía de el en esos momentos, puesto que tampoco pensaba en el futuro.
Si es así… no debería importarme. Si no eran realmente amigos ¿Por qué debería preocuparse Spero? Es lo que él pensaba. No podía considerar a Ciel un verdadero amigo puesto que no sabía lo suficiente sobre él, hasta ese momento se había limitado a entrenar y comer juntos. Nada más que eso, durante cuatro largos años. Aun con ese tiempo no podía decir que fuese suficiente para considerarse el uno al otro amigo realmente.
En todo caso es su culpa, no debió cargar exactamente contra ese enemigo. Intentaba culpar a Ciel sobre la situación en la que se encontraba. Ciel había cargado contra el enemigo que parecía ser el más fuerte de todos en aquel lugar. Fuese como fuese, ellos no tenían lo que se necesitaba para hacerle frente. Aun habiendo entrenado tanto… Spero no sentía que fuesen capaces de hacer algo contra él, todo lo que habían hecho hasta ese momento eran simples Sparring, nunca un combate real en el cual arriesgaran su vida. Pero el mato a uno… Recordó cuando horas atrás Ciel se deshizo de un demonio con facilidad. Pero era un simple demonio y un golpe de suerte. El demonio que se encontraba al centro de la ciudad era inclusive más grande y parecía más fuerte.
Todo lo que decía era inútil. Nada tranquilizaba su mente y mucho menos arreglaría las cosas. Lo cual solamente hacía sentir peor a Spero. Él lo sabía, era un cobarde, y lo era aún más buscando escusas y culpando a Ciel.
Con las pocas fuerzas que le restaban, golpeo el suelo con sus puños. Rechinaba los dientes y fruncía el ceño fuertemente.
− ¡Solo tenías que seguirme! – Grito con todas sus fuerzas en aquel lugar vacío − Podíamos huir juntos y nadie nos juzgaría, aun somos solo unos niños… ¿Cómo puedes esperar ganarle a esa cosa…? –
¿Ganar? Quizá él lo sabía, que él no era capaz de ganar. Pero aun así lo intento, era lo que hacía diferente a Ciel, no se preocupaba por sí mismo, si no por los demás. Ciel era muy diferente a Spero en todos los sentidos, pero lo que más resaltaba era su altruismo, cosa que había demostrado inclusive la primera vez que ambos se conocieron. Ciel era un chico amable como ningún otro… no había forma de que el huyera.
Así que es la despedida… Spero hubiese deseado tener más tiempo para agradecerle todo lo que había hecho, y en lo posible que hubiese sido en otras circunstancias. Porque aun sin saber mucho sobre él, aun siendo tan poco tiempo el que se habían conocido. Spero le tenía un gran aprecio a ese chico, se había convertido en lo más cercano a una familia que tenía.
Mientras Spero se encontraba recostado en el suelo, comenzó a recordar todas aquellas ocasiones en las cuales se encontraba con Ciel, entrenando y comiendo. Aun siendo una rutina… él estaba bien con eso, él quería más de ello. Pero ahora no sería posible. Inclusive, aunque Ciel sobreviviera, no tenía el valor para encararlo nuevamente, no después de haberlo traicionado de tal manera.
Pero él dijo que solamente estaba aburrido… Recordaba la primera vez que se conocieron, cuando Ciel le dijo que lo ayudo solamente porque estaba aburrido. Por lo cual Spero no era realmente alguien especial, por lo cual no había problema con que el huyera. Después de todo, él lo había dicho, Ciel le había dado esa opción, “Te ayudare a salir cuando decidas que hacer de tu vida”. Spero no había decidido realmente qué hacer con su vida, pero, aun así, él sabía que no quería pelear, por lo que estaba bien… ¿no? Ciel era alguien muy bueno, por lo cual no lo culparía por huir… ¿no? Después de todo, al final fue el mismo quien había dicho que estaba bien que se fuera, que no había problema… quizá después de todo, él estaba bien luchando solo.
¿Pero porque…? ¿Por qué no puedo dejar de llorar? Spero estaba derramando lagrimas como si fuese un grifo. Y era porque él lo sabía… Ciel no había estado tan alegre como cuando escucho decir a Spero que lucharía junto a él. Pero al final… lo abandonó, no volteo siquiera para darle una despedida como era debido, simplemente huyo de ahí… Ciel había dicho que estaba bien que huyera, pero Spero lo notó, Ciel estaba llorando cuando dijo esas palabras.
La noche comenzaba a hacerse presente conforme la luz del día desaparecía.
Sin saber dónde se encontraba en aquel momento, si era siquiera seguro estar ahí, Spero cayo dormido. No sin antes haber derramado tantas lagrimas como pudo, y habiendo puesto escusas a mas no poder. La tranquilidad no llego aquel día, ni siquiera en la noche. Spero había hecho algo que sentía nunca podría compensar. Había hecho algo que lo perseguiría hasta el final de su vida.
− Oye ¿Estás vivo? – Una voz despertó a Spero de su profundo sueño. Al abrir los ojos le encandeció la luz del sol, por lo cual no pudo ver claramente quien lo llamaba. Pero el ya había escuchado esas palabras antes.
− ¿Ciel? – Preguntó.
− ¿Ciel? No, ese no es mi nombre – Respondió la voz.
Entonces Spero pudo ver claramente. La persona que lo llamaba era un simple soldado más. No había forma alguna de que esa persona fuese Ciel de cualquier manera, él había reaccionado sin pensar y algo aturdido.
Spero se froto el rostro y se sentó en el suelo. Entonces el soldado prosiguió.
− ¿Estas solo? – Preguntó.
− Si – Respondió a secas. No tardo mucho después de despertar para volver a su anterior estado de ánimo. La culpa seguía carcomiéndolo aun habiendo descansado.
− ¿Llevas mucho tiempo aquí? –
− Supongo que solo la noche –
− Debes tener hambre – Dijo el soldado extendiendo su brazo a Spero. – Ponte de pie, te daré algo de comida –
Spero no lo dudo siquiera, tomo la mano del soldado. Después de todo tenía hambre, hacia todo un día que no había comido nada. Castigarse a sí mismo no iba a servir de nada, por lo cual no tenía sentido que evitara comer, y el soldado no se miraba como una mala persona. Aunque no podía estar del todo seguro, puesto que este portaba armadura completa, incluyendo un casco que tapaba su rostro.
Spero no había notado en el lugar que se encontraba, la noche anterior solo había notado las estrellas iluminando el suelo y no estaba de ánimos precisamente para admirar el paisaje. El lugar donde se encontraba era un bosque, con muchos árboles como era debido. Nada fuera de lo normal.
Spero pensaba que el bosque era un lugar muy grande, y que él se encontraba muy dentro de este. Totalmente equivocado, les llevo alrededor de un minuto salir de él y regresar al camino que usaban los comerciantes para ir de una ciudad a otra.
Una vez fuera, estaba esperando una gran caravana con soldados y provisiones de todo tipo. Era obvio lo que ocurría, no era siquiera necesario preguntar el porqué de las caravanas y las provisiones.
− Supongo se dirigen a Central – Dijo Spero.
− Así es, no tengo información de la situación actual en Central, solamente nos ordenaros llevar provisiones para los heridos – Respondió el soldado.
Seguido camino hasta una de las carrozas que llevaban provisiones, tomo un pan y una cantimplora con agua. Volvió con Spero y extendió ambas cosas hacia Spero.
− Es poco, pero es lo que hay – Dijo soltando una leve risa.
− Gracias… − Respondió Spero bajando su voz progresivamente.
El pan no tenía un sabor particularmente bueno, era un simple y vano pan. El agua era agua, así que no había nada que comentar sobre ello. Sin embargo, aun sin un buen sabor, el pan cumplía su función de calmar el hambre, no totalmente ya que era poco. Una vez termino su pan, Spero volvió a dar las gracias.
− Quien sabe que hubiese sido de ti si no te encontraba, aún falta un poco para llegar a Santa Fe – Señalo el soldado.
Quizá hubiese sido mejor morir. Aunque en realidad Spero temía a morir, de lo contrario se hubiese quedado a pelear junto a Ciel. Eran palabras despreocupadas ya que no se encontraba en peligro.
Poco después, el soldado volvió y saco más pan para Spero, y una cantimplora con más agua.
− No te puedo dar más, ni llevarte a Santa Fe. Mucho menos llevarte a Central, no sabemos aún el estado en el que se encuentra. – Dijo el soldado. – Así que espero esto te sirva para llegar a Santa Fe, lo cual creo que podrás hacer, digo… recorriste todo este tramo en menos de un día –
Se podría decir que Spero se encontraba un poco más allá de la mitad del camino a Santa Fe. Había recorrido una gran cantidad de distancia en muy poco tiempo, quizá por el miedo que tenía a morir. El pan seria de ayuda, al igual el agua, en caso de que pensara llegar a Santa Fe.
Más soldados salieron del bosque y se dirigieron a sus respectivas carretas.
− Bueno, es momento de que nos vayamos, solo tomamos un descanso para hacer nuestras necesidades – Explico el soldado – Mucha suerte chico –
Seguido se dio media vuelta y subió igualmente a una de las carretas. Los soldados comenzaron a irse, uno detrás de otro.
¿Volver? Si insistiera lo suficiente, sé que me dejarían ir con ellos. Spero comenzó a dudar sobre qué camino tomar. Quizá y si volvía podía mirar nuevamente a Ciel para pedirle perdón, él estaba seguro que, si lo hacia él lo perdonaría, pero no sabía si tenía el suficiente coraje para encararlo. Por otro lado… podía igualmente no estar más ahí, al menos no en el sentido que Spero quería. Pero… es Ciel, sé que el… él debe estar bien. Ciel era un buen espadachín, el mejor que Spero conocía, pero… eso no significaba que el fuese invencible. Inclusive el antes había dudado si el podía hacer frente a tal monstruo.
La caravana apenas se alcanzaba a mirar a lo lejos. Spero no pudo tomar el valor para encarar lo que el había provocado en cierto modo. Decidió alejarse de todo e ir a Santa Fe. Si el ya había estado huyendo, al menos lo haría hasta el final.
− Solo falta un poco… − Dijo con una voz apagada preparándose para correr.
Spero corrió durante una hora, luego paro para un pequeño descanso. Comió un poco del pan y dio un trago al agua. Al cabo de un poco de descanso volvió a correr. Repitió lo mismo alrededor de unas cinco veces. En total fueron cerca de seis o siete horas. Entonces lo miro. A lo lejos, pero no mucho, se encontraba Santa Fe.
Le tomo muy poco tiempo el llegar corriendo, parecía ser una especie de caballo debido a la velocidad con la que corría.
Llegue...
La puerta principal a Santa fe estaba custodiada, pero dejaban pasar a cualquier persona que buscase refugio, por lo cual Spero no tuvo problemas para entrar a la ciudad. Ellos solo se aseguraban que no fuese algún tipo de demonio mirando si tenían cuernos o no. Cosa que Spero no tenía.
 Lo primero que noto al entrar fue el templo de Santa Fe, el cual tenía un gran tamaño en comparación a las demás estructuras. Siendo este muy llamativo igualmente.
Spero sin un lugar al que ir, pensó que sería bueno ir a dar un vistazo. Dentro de dicho templo, justo al frente de este, se encontraba una roca. Estaba bien cuidada y parecía ser una pieza muy importante del templo. Pero para Spero era una simple roca. Entonces entro una persona al templo y se arrodillo ante esta. Por alguna extraña razón se puso a orar frente a ella.
Entonces Spero lo recordó, la susodicha “Roca de la Profecía”. Esa era la famosa roca que había surgido del milagro de hacía tiempo. No es muy impresionante. Se acercó a mirarla más de cerca, quería ver que era lo que tenía de especial, y lo único que notaba era el grabado, el cual estaba muy bien realizado, a decir verdad. Y para ser una simple roca esta parecía estar muy bien cuidada, como si hubiese sido pulida y limpiada.
− Esta roca no tiene ni un rasguño chico – Dijo el hombre que se encontraba rezando en aquel lugar. – No importa que tanto se golpeara en el traslado, esta roca no sufrió ningún daño –
El hombre parecía estar orgulloso de lo que decía. Aun sin tener alguna relación con él, parecía estar muy feliz de ello.
− Oh… ya veo – Respondió Spero. Dichas cosas no lo sorprendían realmente. Quizá porque él no se había criado bajo las enseñanzas respecto a dicha roca, o porque quizá solo le parecía una roca más.
Aun así, siguió mirándola de cercas. Sin parecerle impresionante, sentía algo de ella, quería mirarla más a fondo, algo le intrigaba. Mientras que el sujeto seguía diciendo cosas sin sentido e importancia.
− Al ver que esta roca no sufrió ningún rasguño, intentaron hacerlo a la fuerza, pero nadie pudo, increíble ¿No? –
− Aquí hay una grieta. – Señalo Spero en la parte trasera de la roca. El sujeto se quedó mudo al momento de escucharlo. Se acercó rápidamente y movió a Spero del lugar.
− No… − Dijo angustiado – No puede ser… lo intentaron con picos de todas las calidades y no sufrió ningún rasguño… aun así ¿Por qué apareció tal imperfección en esta belleza? –
¿Belleza? Es solo una roca. El sujeto pareció entrar en pánico, rascándose la cabeza con fuerza y mordiéndose las uñas. Temblando y mirando a todos lados.
− Esto... esto es un mal presagio – Dijo intranquilo. – Algo malo pasara… −
Eran puras tonterías que decía una persona extraña, por lo cual Spero no creyó en lo que decía. Después de todo era simplemente una roca. Spero hizo caso omiso a lo que decía el hombre. Se sintió algo incómodo junto a esa persona por su forma de actuar, por lo cual abandono el templo.
¿Y ahora qué? Ya había cumplido su objetivo de llegar a Santa Fe, pero nada había mejorado. Se encontraba solo en una ciudad que no conocía, cargando con la culpa de abandonar a un amigo. Sin dinero en sus manos ni un lugar al cual ir. Nada podía ir peor para él.
Spero se sentó fuera de la iglesia y se puso a pensar. Si Ciel estuviese aquí… el habría sabido que hacer. Sin importar la situación, no podía dejar de pensar en Ciel. Pero el ya no estaba más para ayudarlo, habían tomado caminos separados, ya no podía contar con él, era hora de que Spero actuara por cuenta propia y tomara sus propias decisiones. ¿Pero cómo debo continuar? Spero no había aprendido más que habilidades de combate, no tenía otro talento o habilidad. Se había entrenado para la guerra y aun siendo ese su único propósito, lo había abandonado.
Quizá debería volver después de todo… Seguía siendo una opción, pero el bien sabía que por más que diera vueltas al asunto, no tendría el valor para volver y enfrentar la realidad. Lo mejor sería quedarse en esa ciudad y empezar una nueva vida. ¿Pero qué clase de vida? Cualquier cosa seria buena, siempre y cuando fuese una vida justa. Pero lo primero que debía hacer, era encontrar un trabajo, no podía vivir sin dinero, y había dejado todo en la academia.
El estómago le rugió. Por suerte aún conservaba un pedazo de pan, así que le dio una mordida a este. Malo… realmente malo. El sabor del pan por más que lo probaba no era bueno, después de haber estado comiendo la comida del Dueño durante tanto tiempo todo lo demás le parecía insípido. Nada se comparaba a la comida del Dueño… ¿Qué habrá sido de él? No solo había abandonado a Ciel, sino también al dueño del bar. O quizá no, quizá el dueño había huido antes. Quizá y él se encontraba en la ciudad. Si era así, sentía que era hora de agradecerle por todo lo que había hecho por el… cuando lo volviese a ver, claro.
Dio otro mordisco al pan. No me gusta. Entonces una idea vino a su mente. Panadero. Quizá él no tenía habilidades para hornear pan, no sabía siquiera como era que este era preparado, pero… podía intentarlo, no había nada que lo atara, podía ir e implorar a un panadero de la ciudad que le enseñara el oficio y trabajar con él.
Spero estaba cansado de lamentarse. Eso no lo llevaba a ningún lado. No tenía intenciones de olvidar o excusarse mas, pero aun así… tenía que seguir adelante. Está bien que continúe… ¿no? Buscar un nuevo oficio no era algo malo. Quizá y él se podía convertir en un buen panadero, en uno espectacular, quizá y el había nacido para el oficio, después de todo él no estaba hecho para pelear. Si… seré panadero.
“Spero el panadero” Suena algo gracioso.
Sin perder mucho tiempo, se puso a mirar en los locales cercanos, aunque no parecía haber uno especializado únicamente en pan. Y una vez encontró uno, se puso rápidamente de rodillas e hizo una reverencia.
− Por favor déjeme trabajar con usted – Dijo sin saber siquiera quien era esa persona.
− Si… yo no soy el dueño, chico – Respondió el sujeto frente a él.
Aun habiendo hecho algo tan vergonzoso, el sujeto le guio a donde el dueño se encontraba. La persona que llevaba el local era un hombre ya de edad, y con quien se había topado antes, era su hijo.
− Mi hijo me acaba de contar lo que sucedió – Le dijo el anciano. Quien se encontraba sentado a la entrada de su casa. Lugar que estaba a solo unos metros de la panadería.
Spero se sintió algo avergonzado por lo que había hecho. Pero aun así no se hizo atrás.
− Si… quiero aprender a hacer pan y trabajar con usted – Dijo Spero con seriedad.
− Pero yo no te he visto nunca en mi vida, chico… − Señalo el anciano. Lo cual era verdad, era un tanto extraño que un chico se presentara de la nada y dijera que quería trabajar con él. Spero había apresurado mucho las cosas, se podía notar que estaba algo desesperado por hacer algo lo antes posible. Como si estuviese forzándose a hacer algo.
− Pero… me falta personal. Ahora es solo mi hijo quien me ayuda – Señalo el anciano aun desconfiado por la situación. – No tengo mucho para pagarte, así que no creo te sirva el empleo –
 − No importa, lo que sea es bueno – Respondió Spero con rapidez. Lo cual solo era más sospechoso.
− ¿Qué pasa contigo chico? – Pregunto el anciano desconfiado – Actúas de una manera muy extraña –
Spero no comprendía lo que decía el anciano. Para el parecía estar perfectamente normal, solamente que se había decidido por hacer algo y quería empezar lo antes posible.
− Es que… − Dijo Spero sosteniéndola ultima letra – Yo… −
No sabía siquiera que decir en su defensa. Entonces el anciano dejo salir un suspiro.
− No soy quien para juzgarte. Pero solo te puedo pagar poco, y darte algo de pan –
− No hay problema – Dijo Spero simulando entusiasmo. – Quiero empezar lo antes posible –
Las sospechas del anciano no se fueron, pero lo acepto debido a los escases de personal. Comenzó enseñándole lo básico, como preparar la masa y pan del más básico.
Spero no era realmente hábil como panadero, lo cual le desanimaba un poco, ya que su nuevo objetivo era ser el mejor panadero de la ciudad. Pero era su primer día, podía mejorar con el tiempo, nadie comenzaba siendo bueno.
Spero amasaba con fuerza y rapidez; mezclaba ingredientes sin medir con tal de hacerlo aún más rápido, lo cual solo arruinaba la masa.
− Detente, maldición ¿Qué pasa contigo? – Pregunto el anciano.
− Yo… es que… soy nuevo en esto – Respondió Spero.
− No, no me refiero solamente a esto. – Dijo apuntando a la masa hecha un desorden. – Me refiero a todo, tu actitud es extraña, te presentas de la nada y quieres trabajar específicamente conmigo. Se claro con tus intenciones chico, o tendré que correrte en tu primer día –
Spero aún no lograba notarlo, él pensaba que se encontraba lo suficientemente calmado. Aunque, a decir verdad, si se sentía un tanto ansioso. Sentía que tenía que realizarlo lo más rápido posible, que el tiempo valía oro. Y no lo había notado, pero, estaba temblando un poco. Sus manos estaban temblando igualmente.
− Yo… no lo sé – Respondió Spero intranquilo
− No te has presentado siquiera – Dijo el anciano – Aunque yo tampoco lo he hecho… −
Spero miraba a todos lados, era como si estuviese teniendo un ataque de ansiedad que no lo dejaba estar tranquilo, el cual aumentaba progresivamente.
− Me llamo Spero, mucho gusto –
− No, eso no está bien. – Señalo el Anciano. – Eso no es lo que importa ahora, dime que pasa contigo ¿Qué quieres conmigo? ¿Buscas dinero o lastimar a mi familia? Eres jodidamente sospechoso –
− No… yo no –
− Vamos maldita sea, habla bien. Se claro con lo que quieres decir. – El anciano comenzaba a desesperarse por la actitud de Spero.
Spero comenzó a sentir más y más ansias, comenzó a mirar a todos lados rápidamente. Sus ojos parecían canicas rodando de un lado a otro. Intentaba calmar sus manos tomándolas entre ellas, pero era inútil. Su respiración se hacía cada vez más fuerte y rápida.
− No, yo no… no quiero hacerle nada, señor – Respondió Spero tímidamente. – Solo quiero aprender a hacer pan –
− ¿Entonces por qué actúas tan extraño? – Pregunto nuevamente el Anciano – Deja de moverte así, no puedo confiar en ti si te muestras de ese modo –
− No… no puedo detenerme – Dijo Spero.
Su mandíbula comenzaba a temblar igualmente, haciendo que sus dientes chocaran entre sí. Sus rodillas se sintieron débiles y no pudo mantenerse en pie. Cayo de rodillas apoyándose con los brazos para no caer aún más.
− Oye… − Se acercó el anciano preocupado. − ¿Estas bien? –
− No… no sé qué pasa – Respondió Spero con la voz temblorosa y entre cortada.
Entonces no pudo contenerlo más. Se rompió en llanto nuevamente.
− ¡No puedo hacerlo! −  Grito al aire. – No puedo… no puedo… no puedo… −
El grito asusto al anciano que dio un salto atrás. Grito que se escuchó tan fuerte que atrajo al hijo del dueño.
− ¿Qué pasa? – Pregunto asustado el hijo al ver a Spero llorando en el suelo. − ¿Se lastimo? –
− No… no sé qué pasa con el – Respondió el Anciano.
− No puedo seguir adelante… − Dijo Spero. – No hay modo de que lo haga… no hay modo –
Ni el anciano, ni su hijo comprendían que era lo que estaba sucediendo, simplemente todo era muy extraño. Un chico se presenta de la nada y pide trabajar ahí, para luego actuar de manera ansiosa. Para el final caer en llanto y decir cosas sin sentido.
− Perdóname… perdóname Ciel… − Seguía diciendo Spero. – Perdóname por huir… por intentar hacer como que nada hubiese pasado –
El anciano con algo de temor y dudoso se acercó a Spero. Puso su mano sobre la espalda del chico e intento tranquilizarlo.
− Vamos… no llores… ponte de pie – Decía. Pero todo era inútil.
− Perdóname… perdóname por favor – Seguía repitiendo una y otra vez.
Aun habiendo parecido que Spero se había calmado antes. No pudo con la culpa nuevamente, sentía como esta pesaba sobre sus hombros, como esta lo carcomía y no dejaba seguir adelante.
En ese momento el Anciano comprendió un poco lo que estaba sucediendo. Lo cual toco un poco su corazón. Se puso de rodillas igualmente y puso su mano sobre la cabeza de aquel chico.
− Vamos… no te culpes así – Le dijo – No es realmente tu culpa… –
El anciano entendió la situación como si Spero hubiese perdido a un ser querido. Y se culpase a si mismo por su muerte.
− ¡Claro que lo es! – Grito Spero con todas sus fuerzas − ¡Yo lo abandone allá atrás! Después de tantos años… después de tantos años no pude hacerle frente al enemigo… aun habiéndole prometido pelear a su lado –
− Hablas de central… ¿Cierto? – Pregunto el anciano.
Los rumores y noticias habían corrido rápidamente, por lo cual la gente en Santa Fe sabia del estado en el que se encontraba Central.
− Eres solo… un niño, no hay problema con que huyeras. – Dijo el anciano intentando calmarlo.
− ¡Él también lo era! – Grito nuevamente – Aun así… aun así él no se huyó… no me culpo por querer huir… inclusive me dijo que estaba bien que lo hiciera −
El anciano no encontraba las palabras correctas para calmarlo. Cada cosa que decía, era contradecía por Spero, quien solo se culpaba más a cada palabra que decía.
− Yo… no lo entiendo tampoco. – Dijo el anciano de una forma tranquila – No se siquiera que decirte. Simplemente no encuentro las palabras, no entiendo ni siento lo que estas sintiendo ahora. Pero… no es bueno atenerse al pasado –
− Pero… −
Y sin dejar que acabase lo que iba a decir, el anciano interrumpió. – Sé que es pronto… por lo que dices fue hace muy poco, entiendo que te sientas así. Pero aun así debes seguir adelante. Él lo dijo, que estaba bien que huyeras, quizá y él se preocupaba por tu bien también. No lo conocí, pero… creo que él también hubiese querido que siguieras con tu vida –
Spero lo comprendía. Ciel no era de las personas que guardasen rencor o desearan el mal a otras personas. Lo más seguro es que si hubiesen tenido más tiempo para despedirse, y la situación hubiese sido otra, él le hubiese deseado igualmente una vida prospera y feliz en lo que sea que hubiese decidido hacer. Pero no podía simplemente ignorarlo tan fácilmente y seguir plácidamente con su vida. No pensaba que fuese lo correcto.
− Quizá no ahora… − Continuo el anciano – Pero en algún momento deberás seguir con tu vida. Y si realmente apreciabas a esa persona… volver para decirle adiós como es debido. –
Spero comenzó a tranquilizarse un poco. No lo suficiente para sentirse mejor consigo mismo y continuar con todos los ánimos como antes, pero si lo suficiente como para ponerse en pie y actuar como era debido.
− Tengo miedo… − Dijo Spero. – Miedo de volver a Central y no encontrarlo más –
− Ahora no puedo dejarte solo… − Dijo el Anciano mientras miraba a su hijo. – Al verte llorando, me recuerdas a mi hijo cuando era pequeño. Tan pequeño e indefenso. –
El hijo se sintió conmovido por la escena y por las palabras de su padre, quien de alguna forma se las había arreglado para manejar la situación correctamente. Se dio la media vuelta y volvió a la entrada del local con una sonrisa.
− Cuando estés listo, te acompañare a verlo. – Dijo el anciano mientras acariciaba la cabeza a Spero con algo de dificultad, debido a que tenían casi la misma estatura.
¿Por qué todos son así? Se preguntaba Spero al sentir nuevamente amabilidad. Todos habían sido tan amables con él. Con una persona tan despreciable. ¿Por qué él tenía la suerte de encontrarse con gente tan buena? ¿Por qué nadie lo trataba mal? De esa forma hubiese sido todo más fácil para él. De esa forma no hubiese traicionado a nadie.
− Y supongo no tienes a donde ir… − Continuo el anciano – Casualmente nos sobra una habitación. Puedes quedarte en ella si gustas, a cambio solo te pido que trabajes conmigo –
Demasiada… amabilidad. Spero no pudo rechazarlo, no después de haberlo ofrecido tan amablemente. No después de todo lo que había dicho el anciano. Añadiendo que igualmente no tenía un lugar a donde ir.
− Y… si… mi nombre es Naive – Dijo el anciano. – Mucho gusto –
Spero se limpió el rostro e intento dejar de llorar. Seguido alzo su mano y estrecho la del anciano.
− Mucho gusto –
Así fue como inicio la vida de Spero el Panadero.
Una vez se calmó, volvió a intentar hacer pan con algo más de paciencia. Tomaba los ingredientes necesarios y solo ponía la cantidad que era requería e indicaba Naive. Amasaba con fuerza, pero a la vez con calma. Evitaba llorar para que no cayesen en la masa, puesto que esta no llevaba lágrimas en la receta.
Ese día no logro completar su pan. La masa no estuvo lista para el final del día, puesto que era su primer intento. Una vez termino el día, Naive lo guio a su habitación, en la cual había igualmente solo una cama. Pero esta estaba más cuidada que las habitaciones de la academia. La cama era cómoda y la habitación acogedora en general.
A diferencia del día anterior. Spero pudo dormir plácidamente.
Esta vez no tuvo que despertarlo nadie, fue su reloj interno quien lo hizo. Apenas despertó se dirigió a él local, en busca de Naive para que le enseñara más sobre el pan y poder terminar lo que había dejado el día anterior. Pero no podía encontrar a Naive por ningún lugar.
Camino en los alrededores hasta que lo encontró. Se encontraba hablando con alguien del pueblo y a duras penas logro escuchar un poco de lo que decían.
− Si… dicen que era impresionante – Decía el sujeto a Naive.
− ¿Pero es verdad? – Preguntaba con una expresión de duda.
− Si, muchos dicen haberlo visto. No hay duda en ello. – Recalcaba.
− Aun así… me parece algo irreal. A duras penas un soldado puede hacer frente a un demonio normal –
− Lo sé, también me sorprendió. Pero la gente que lo miro decía que se encontraban a la par –
− De todos modos ¿Qué era ese demonio del que hablas? –
− No lo saben aún… pero era aún más imponente que los demás –
Spero comenzó a comprenderlo, la persona de la que hablaban.
− Ese chico era increíble. Se mantuvo peleando a la par hasta que llegaron los refuerzos, los demonios no tuvieron más opción que retirarse. – Continuo el sujeto – Dicen que vendrá a esta ciudad, el consejo igual hará de esta ciudad la nueva Central por ahora… −
Ellos hablan de… Spero se giró y miro algo sorprendente. Un caballero que, hacia resplandecer una armadura desgastada, con una sonrisa amable caminaba cerca de él. Pero lo más característico de él era su… cabello blanco.
C-Ciel…

Comentarios

Entradas populares