La Profecía del Héroe - Capitulo 7: El chico de cabello blanco
Así que… estas
bien.
Spero deseaba correr y postrarse de rodillas ante
Ciel, para seguido pedirle perdón con todo su corazón. Pero sería solamente un
acto egoísta por parte de Spero, solo para sentirse mejor consigo mismo. Era
obvio que Ciel lo perdonaría sin dudar, él no era un tipo de persona que
guardase rencor a nadie, mucho menos a un amigo cercano.
En la duda, Ciel desapareció. Al parecer había seguido
su camino, después de todo parecía estar algo ocupado igualmente. ¿Qué ira a hacer ahora? Spero había
decidido enfocar su vida a un nuevo oficio… ¿Pero que había decidido Ciel? ¿Su
voluntad había flaqueado una vez miro la intensidad de la batalla? ¿O esta se
fortaleció al ver que era capaz de hacer maravillas? Posiblemente había elegido
la segunda, después de todo Ciel no había dudado en ningún momento. Tampoco era
alguien soberbio como para dejarse consumir por la victoria de un día, y creer
erróneamente que era capaz de cualquier cosa.
Pero sin duda, le esperaba un mundo de grandeza. Él es alguien capaz. A diferencia de
aquel que se había rendido en la primera batalla. Las palabras que le había
dicho Allen hacía tiempo, sobre la “Convicción”, palabras que tomaron sentido
al ver como Spero había huido. Si no hubiese sido Ciel quien se encontraba
junto a él en aquel momento, posiblemente hubiese muerto. Inclusive Spero
dudaba de que alguien como Ciel sobreviviera. Después de todo, Spero no estaba
hecho para la guerra.
Spero volvió a la panadería y espero por Naive. Se
sentía un poco mejor después de ver que Ciel se encontraba vivo. Quizá su
camino no volvería a cruzarse, pero había visto lo suficiente como para tener
un poco de paz. Lo pensó mejor y aunque no fuese lo que esperaba, pediría
perdón, aunque no sirviese de nada debía hacerlo. No era como si pudiese huir
de ello por el resto de su vida.
Naive no tardó mucho en volver a la panadería, en la
cual, para su sorpresa, se encontró con un chico con una sonrisa alegre, muy
diferente al del día anterior.
Naive no quiso indagar en que era lo que habia pasado.
Sin duda era una mejor actitud que la que habia tenido el día anterior y no quería
arruinarlo con preguntas innecesarias. Era mejor seguir adelante y continuar
con lo que no habían terminado el día anterior.
Mientras que Spero seguía con su aprendizaje como
panadero, Ciel estaba dirigiéndose a el Templo de Santa Fe. El consejo habia
dicho que ese seria el mejor lugar para reunirse con el chico de la gran
proeza.
Dicha proeza hubiese sido solamente un rumor
injustificado de no ser porque llamo demasiado la atención. Nadie supo cuanto
tiempo llevaban peleando, pero, al centro de Central se encontraba un demonio
que parecía comandar a los demás, y al frente de el un chico. Dicho chico era
el mismísimo Ciel, quien, aunque parecía dar una pelea igualada, se encontraba
en problemas muy apenas resistiendo los golpes. Pero, aunque solamente se
encontraba resistiendo, fue suficiente lo que lo hizo para que llegaran los
refuerzos a la ciudad.
En las anteriores batallas contra demonios no se habia
mostrado un demonio que los comandara como en esa ocasión, sin embargo, siempre
parecían lo suficientemente coordinados para hacer frente a los ejércitos
humanos. Lo cual cambio drásticamente en esta ocasión. Debido a que el demonio
mayor se encontraba peleando contra Ciel los demás no actuaban como era debido,
siendo descoordinados y erráticos. Cosa que ayudo mucho para ahuyentarlos una
vez llegaron los refuerzos. Pero no lo suficiente para acabar con ellos.
Una vez llego Ciel a el Templo tuvo que esperar,
puesto que no habia llegado aun ninguna otra persona parte del consejo. Aunque
fue solamente alrededor de una hora en lo que tardo en presentarse la primera
persona. El jefe de guerra.
A diferencia de Spero, Ciel nunca lo habia visto en su
vida, por lo cual no lo reconoció a primeras. Si no hasta que este se paro
firmemente frente a él con una cara dura.
–Así que tu eres del que hablan los rumores… – Dijo el
jefe mirando de arriba abajo – No me pareces nada fuera de lo común. –
Aunque el jefe no portaba una ostentosa armadura,
tenia un cuerpo lo suficientemente marcado como para demostrar su fuerza. Era
un tanto extraño que no portara armadura puesto que el reino se encontraba en
guerra, era como si el no estuviese participando en la batalla directamente.
–Lamento no ser lo que esperaba – Respondió en cambio Ciel
un tanto condescendiente.
Al igual que la actitud del Director, el Jefe de
guerra parecía ser alguien de fuerte temperamento. Aunque extrañamente no
respondió de una forma molesta ante la respuesta de Ciel.
–Nadie mas vendrá, asa que pasemos vayamos al grano–
Dijo el jefe con una pizca de tranquilidad. – ¿Quién eres? –
Al parecer, el jefe hacia referencia a que nadie mas
del consejo iría a el Templo, lo que era un tanto extraño puesto que ahí lo habían
citado. Aunque mas le extrañaba, era la pregunta que habia hecho el jefe, a que
se refería con “¿Quién eres?”. Seguramente no se refería solamente a su nombre.
–Mi nombre es Ciel– Respondió.
–Eso no me importa – Respondió en cambio el jefe –
Quiero saber “Quien” eres, de donde vienes; cual es tu historia; como lograste
mantenerte allá, tu nombre me importa poco –
–Vengo de un simple pueblo, eso es todo lo que puedo
resaltar de mi. – Dijo Ciel – Supongo que haberme mantenido firme ante aquel
enemigo, fue puramente suerte –
No podría decir si Ciel hablaba con modestia, o
realmente él pensaba que tal hazaña habia sido por pura suerte. Pero algo
estaba claro, el jefe no creía en sus palabras.
–¿Suerte? – Preguntó – Eso no fue suerte. El milagro
de hace años fue suerte, y aun así lo atribuyeron a un milagro. Tu te
mantuviste ahí resistiendo por fuerza propia, no por suerte –
En cierta forma se podia decir que el milagro fue pura
suerte, debido que sucedió justamente en el momento mas oportuno. Pero aun con
eso, atribuirlo a la suerte era negar que habia sido un milagro divino.
Mientras que, por otro lado, era verdad que Ciel se
habia sobrevivido gracias a fuerza propia. No se podia sobrevivir contra un
demonio sin entrenamiento previo o la fuerza necesaria. Y aun así el lo habia
hecho contra uno inclusive mas imponente.
–¿Algo sucedió en tu crecimiento? Puesto que
igualmente tienes casi mi estatura, y por tu rostro se que eres solamente un
chico de no mas de dieciséis años. – continuo el jefe.
Ciel no tenía ningún motivo para mentir. Por lo cual
hablaba con toda sinceridad, como lo habia hecho desde el inicio.
–Tengo catorce años – Corrigió Ciel. – Y lamento decírselo,
no hice nada especial hasta ahora, solamente he entrenado. –
–Quizá fue tu entrenamiento… – Dijo el jefe mientras
se rascaba la barbilla. – ¿Dónde entrenaste? ¿En las montañas? ¿Bajo una
cascada? –
–Ninguno de esos lugares – Respondió Ciel con
seriedad. – Hasta hace un día estuve entrenando en la academia de Central –
–¿La academia? – Dijo un tanto incrédulo – Cerré ese
lugar hace tiempo, no habia siquiera reclutas en ese lugar… –
Ahí se equivocaba. El jefe hizo memoria y recordó
algo. Tiempo antes de cerrar la academia había dos chicos, de los cuales habia
visto a uno, pero no era parecido a este.
–No le miento – Afirmo Ciel mientras el Jefe se
encontraba pensando.
–Cierto… en la academia había aun dos chicos y el
anciano – Dijo el jefe. – Entonces siguieron viviendo ahí… interesante. –
La respuesta de Ciel no era muy convincente. Pero poco
iba a caso a esas alturas. Para el jefe era suficiente con poder usarlo. Si era
capaz de hacer lo que decían haber visto, podían remontar en esta guerra.
–Bueno, no creo sacar mas información de ti – seguido
camino un poco hacia una de las bancas, y se sentó en ella. – Por lo que te
llame aquí fue por una razón obvia. Únete al ejercito. –
Una vez termino de dar rodeos, el jefe fue al punto.
Al final habia sido solamente el quien lo había llamado a el Templo.
–Claro – Respondió Ciel sin dudar. – Por eso entre a
la academia –
Una sonrisa se cernió en el rostro del jefe. La ida no
habia sido en vano, habia ganado un gran apoyo para su ejercito. Poco le
importaba el que hubiese aceptado con facilidad, o los motivos detrás de ello.
Habia obtenido lo que quería y para el era suficiente.
–Esa actitud me gusta – Dijo el jefe alegremente –
Prepárate, mañana iniciamos el nuevo entrenamiento, tengo que prepararte aun
mejor. –
El jefe sin ningún otro motivo que lo atuviera a dicho
lugar, se puso de pie y camino hacia la puerta del Templo. Y antes de cruzar
por ella, se dio media vuelta como si se le hubiese olvidado algo.
–Ahora que recuerdo… – Dijo el jefe – Eran dos niños
los que entrenaban en ese lugar… ¿Dónde esta el otro? Si es igual a ti, ha de
ser una buena adición. –
Ciel giro su rostro a otro lugar y respondió a secas
con un: “El ya no esta aquí”.
–Oh… bueno, tu serás suficiente – Dijo el jefe
volviendo a su dirección original.
Una vez el jefe salió del Templo, Ciel se acercó a la
roca. El nunca en su vida habia orado, pero por alguna razón, en esa ocasión sintió
debía hacerlo.
Ciel no sabía sobre que debía orar; si debía pedir
algo o dar las gracias por todo. Así que dijo cualquier cosa que saliese de su
mente. Inicio dando las gracias por haberle permitido llegar hasta ese momento.
Sentía que cada vez estaba más cerca de su objetivo. Así mismo pidió resguardo
en las batallas, para no caer al inicio de estas; pidió el poder suficiente
para poder traer la paz que tanto anhelaba.
Y fue con esas palabras que todo comenzó. Una luz
descendió nuevamente del cielo, como aquella vez del milagro. Atravesó el techo
y se postro tanto en Ciel como en la roca. La luz se reflejaba en la armadura
de Ciel, lo que hacía que pareciese que este también resplandecía. Por lo cual
no falto el que grito al aire “Es un milagro”.
Las luces eran tan brillantes que atrajo la atención
de la gente a el Templo. No paso siquiera un minuto hasta que el Templo se
llenó y aun había gente fuera intentando ver que era lo que estaba pasando. Los
de fuera no miraban más que gente parada frente a ellos, y los de frente a
duras penas reconocían a un chico rezando tranquilamente ante una roca.
− Él es… − Se comenzó a escuchar en toda el Templo.
Ciel hacia caso omiso, había entrado totalmente en su oración que no prestaba
atención a su alrededor.
− ¡El Héroe ha llegado! – Grito alguien, seguido de
las ovaciones de las demás personas. Dicho grito desconcentro a Ciel, y lo hizo
ponerse de pie de golpe.
Miro a su alrededor y no comprendía nada. La gente lo
miraba con admiración, sus ojos resplandecían como si estuviesen viendo algo
que anhelaban. Algunos incluso se encontraban llorando.
− ¿Qué está pasando? – Pregunto a un hombre que estaba
cerca de él.
El hombre no podía siquiera hablar. Todo lo que salía
de su boca eran palabras incomprensibles. Y no fue necesario que aquel hombre
se lo dijera, porque poco a poco más gente lo comenzaba a llamar “Héroe”. Lo
cual no aclaraba la duda de Ciel que seguía sin comprender la situación.
Todos y cada uno de los que se encontraban en aquel
Templo se pusieron de rodillas. Uno tras otro, hasta que no hubo ni uno de pie.
Lo cual solo volvía la situación más confusa para Ciel. Quien ya no sabía
siquiera cómo reaccionar. Haciendo movimientos inútiles y nerviosos intentando
hacer que se pusieran de pie nuevamente, cosa a la que se rehusaba la gente.
− ¡Salvamos Héroe! – Grito uno de los que se
encontraba de rodillas.
− ¡Has que mi esposo vuelva a casa a salvo! – Dijo una
más.
− ¡Yo no quiero pelear en el frente! – Se escuchó la
voz de un niño.
− ¡Yo quiero que haya paz! – Grito un último, seguido
de todos los demás gritando lo mismo.
El pueblo, en un acto de credulidad, comenzó a alabar
a un chico que simplemente había resplandecido. Una imagen un tanto hermosa y
triste. Todos depositaban sus esperanzas en un chico que ni siquiera conocían,
mucho menos habían visto antes en su vida. Habían pasado por tantas cosas y
estaban tan desesperados que creían en cualquier cosa que veían, y lo tomaban
por un milagro o señal divina. Un pueblo tristemente lamentable.
Ciel se sintió conmovido ante tal situación, aunque él
no se sentía realmente como un “Héroe”. Nunca en su vida había pasado por su
mente que el seria tal cosa, quizá por su modestia. Sin embargo, todos en aquel
Templo lo llamaban así, cosa que solo lo reforzó su convicción a pelear.
− Yo… no creo ser lo que ustedes buscan – Dijo con una
voz seria. − ¡Pero aun así peleare por esa paz que todos buscan! –
La gente, en vez de desilusionarse ante las palabras
de Ciel, grito aún más de emoción.
− ¡Solo un héroe sería tan modesto consigo mismo! –
Ellos ya habían tomado una decisión. ¿La correcta?
Quizá. Sin embargo, no pensaban en la gran carga que ponían en aquel chico. Tal
chico que tendría que portar con las esperanzas de todos los presentes por el
simple hecho de haber sido iluminado por una luz.
− ¡Es verdad! – Grito otro más fuerte que los demás. −
¡Él estaba en Central peleando contra un demonio gigante! –
Una persona lo había reconocido. No podía reconocer si
era un refugiado o alguien del ejército. Pero exageraba en sus palabras, no era
un demonio gigante, solamente su apariencia era imponente y un poco más grande
que un humano “Alto”.
De todas formas, eso fue suficiente para hacer que la
gente se sorprendiera más, y lo alabara aún más. Cosa que comenzaba a incomodar
un poco más a Ciel, que ya no sabía cómo salir de la situación. Así que
solamente comenzó a caminar fuera del Templo, y para su sorpresa eso fue
suficiente. La gente que estaba alrededor le abría el camino para que pasase.
Nadie se abalanzo hacia él y solamente le decían en voz baja alguna petición,
como si él fuese algún tipo de deidad. Hasta que salió del Templo, donde había
aún más gente abultada una tras otra.
− Hare lo posible – Respondía a todo aquel que le
hacia una petición. Hasta que logro alejarse de todo el ajetreo. Camino sin
rumbo durante un buen rato, intentando huir de las masas.
La noticia no tardó en llegar a oídos de Spero. Un
dichoso “Milagro” que había sucedido en el Templo. Una luz que se había
postrado ante un chico de cabello blanco, el mismo que había estado defendiendo
en Central.
Así que después de
todo si eras especial. Spero no tardo en reconocer quien era aquel chico,
solo le basto escuchar “Cabello blanco” para entenderlo. Lo cual en cierto modo
no le pareció tan extraño, Ciel siempre había tenido las cualidades dignas de
un Héroe. Y el dichoso milagro solamente confirmaba las cosas. Espero que encuentres la paz que buscas.
El tiempo paso rápido para Spero. Pero no tanto para
Ciel. Después de aquel día, era cada vez más gente que lo llamaba “Héroe” y le
hacía peticiones absurdas, como revivir a un familiar muerto; que hiciese
nuevamente un milagro; o que desapareciera a los demonios de una vez por todas.
Mientras que, por otro lado, Spero tenía una vida calmada como aprendiz de
panadero.
Apenas llego el día siguiente de su encuentro con el
Jefe de Guerra, Ciel fue entrenado duramente. Aunque no era tan duro para él.
Más bien, era duro para los niveles que el resto de soldados se encontraban.
Ciel pasaba con creses las pruebas que le imponían e inclusive derrotaba a sus
compañeros fácilmente en Sparring. Apenas llego y venció al que conocían como
el más fuerte del lugar. Ganándose el respeto y admiración rápidamente de los
demás soldados.
Mientras que, por otro lado, Spero seguía siendo un
tanto incompetente en lo que a panadería respectaba. Solía preparar mal la masa
o inclusive quemar el pan. Pero aun con eso, Naive nunca lo corrió de la
cocina. Aunque no podía hacer por sí mismo el pan, era de utilidad en algunas
cosas secundarias.
Fue al cabo de un mes desde aquel día, que Ciel fue
mandado a su primer batalla. Aunque inicialmente el Jefe de Guerra había planeado
entrenarlo aún más, no encontraba un rival digno para él o algo más que
enseñarle. Ya que tanto su fuerza como técnica crecía al pasar los días. Se
trataba de talento natural.
En dicha batalla se destacó enormemente. Puesto que
fue gracias a él que recuperaron el pueblo en el cual se estaba librando la
pelea. Siendo Ciel capaz de hacer frente con un simple escudo y espada a cuatro
enemigos a la vez. Equiparándose e inclusive superando la fuerza de un demonio.
Con cada pelea posterior a esa, Ciel se ganaba más el
título de Héroe. Puesto que desde que se unió al ejército, este parecía estar
más activo en la recuperación de pueblos y ciudades. Aunque era solamente un
decir. Puesto que, aunque recuperaban pueblos, otros eran asediados e
igualmente tomados por los demonios. No era como que se pudiesen dividir y
atacar diferentes instancias a la vez. Los demonios seguían siendo más.
Fue cerca hasta mitad de año que se presentó
nuevamente aquel demonio. El mismo que había comandado anteriormente a los
demás. Aunque la situación era diferente, esta vez estaban mejor preparados
para defender. Habiendo intentando atacar nuevamente a la recién reconstruida
Central.
El demonio que comandaba se volvió a poner en el
centro de la ciudad, pero algo iba diferente. No parecían estar atacando como
en ocasiones anteriores. Los demonios no se esparcieron y no eran tantos como
en veces anteriores. El demonio mayor dio un paso al frente, emanando un aura
asesina que hacía que todos los aliados retrocedieran.
− ¡USTEDES HUMANOS DEBEN DESAPARECER! – Grito con una
voz grave que resonó en toda la ciudad.
La gente quedo conmocionada ante tales… palabras. Un
demonio había hablado por primera vez, habían pesando erróneamente que estos no
tenían la capacidad del habla por el simple hecho de que nunca habían dirigido
su palabra más allá de los gritos en las batallas. Sin embargo, ante ellos
estaba un demonio que podía hacerlo. Mas imponente que todos los demás.
− ¡DEBEN DESAPARECER! – Repitió una vez más − ¡SON UN
CANCER PARA EL MUNDO! ¡¿POR QUÉ NO MUEREN DE UNA VEZ? SE SIGUEN LEVANTANDO UNA
Y OTRA VEZ, ESTOY HARTO DE ESTO. ¡SOLO DESAPARESCAN MALDITOS! –
Se podía escuchar un profundo odio en las palabras de
aquel demonio, más allá de los gritos que deseaban la muerte. Era algo aún más
profundo.
El demonio era impresionante en muchos sentidos. Se
postraba sin miedo ante sus enemigos, aun teniendo el respaldo de sus aliados
para usarlos como defensa, había decidido pararse al frente de todos y hablar.
Sin temor a un ataque sorpresa. Incluso demandaba que muriesen a sus enemigos
con un fervor que intimidaba a todos los presentes. Acompañado por los gritos
de guerra del resto de demonios.
Nadie se atrevió siquiera a lanzar una flecha. Al
contrario, se hacían hacia atrás con el rebuznar furioso del demonio.
− ¡TU ERES EL
QUE DEBERIA MORIR! – Grito alguien que era de esperarse. El nombrado Héroe por
algunos había dado un paso delante. Tomando la palabra y gritando lo que nadie
se atrevía. − ¡¿CUÁNTAS PERSONAS CREES QUE HAN MUERTO POR SU CULPA?! ¡NOSOTROS
SOLAMENTE QUEREMOS PAZ! ¡QUEREMOS NO TEMER MAS! –
La mirada furiosa de aquel demonio se postro en Ciel.
Quien no retrocedió ni un paso al ver que este se acercaba. No entro siquiera
en guardia al ver cómo era que se dirigía a él.
− Los humanos son tan repugnantes – Dijo frente a Ciel
con una mirada de desprecio. – Usan niños para pelear sin titubear. Y es
solamente él quien trata de encararme. SIMPLEMENTE PATETICOS. –
Ciel se sintió ofendido ante aquella afirmación del
demonio. Y no dudo en decir lo que pensaba.
− ¡Y USTEDES NO DUDAN EN MATAR A ESOS NIÑOS! – Con una
mirada llena de odio.
Se sentía un profundo odio entre esos dos. Más allá de
un simple disparejo. Era como si fuese algo más profundo, como si esa rivalidad
hubiese venido de tiempo atrás. Como si en algún momento ellos se hubiesen
conocido o estuvieran destinados a pelear entre ellos.
Desde el fondo del bando de los humanos voló una
flecha, que se dirigía directo al cráneo del demonio mayor. El cual sin
esfuerzo detuvo la flecha en el aire. La tomo con fuerza y la rompió.
− MIENTRAS YO VIVA, ¡ME ENCARGARE DE QUE USTEDES
DESAPARESCAN! – Grito con gran fuerza.
A lo que Ciel respondió soltando una gran carcajada y
tapando su rostro con la palma de su mano derecha. Haciendo que la mirada de
desprecio se cerniera nuevamente en él.
− ¿QUÉ ES LO QUE TE CAUSA GRACIA NIÑO? –
Entonces Ciel dejo de reír bruscamente. Descubrió su
rostro y miro fijamente al demonio.
− Eso significa que solamente tengo que matarte –
La mirada de desprecio del demonio se fue. Y comenzó a
reír fuertemente.
− Ya te recuerdo… Eras aquel niño con el que jugaba en
el ataque anterior – Dijo mientras seguía riendo – Y pensar que ganarías tanto
valor por solamente sobrevivir –
No estaba del todo equivocado el demonio. Sin embargo,
no había sido solamente eso lo que le había dado valor a Ciel. Había sido la
situación en la que se encontraba el reino lo que lo obligaba en cierto modo a
actuar de tal forma. La gente para bien o para mal, había depositado sus
esperanzas en él, y no era como si pudiese tirarlo todo a la basura.
Por eso Ciel nunca aparto la mirada. Se mantuvo firme,
dándole una mirada retadora al demonio. Como si sus palabras no lo afectaran ni
un poco. Quien poco a poco dejo de reír.
− Pero veo que tienes agallas, ¡A diferencia de todos
estos gallinas! – Grito señalando a todos los soldados que se encontraban
detrás de Ciel. – Seria muy fácil para mi aplastar tu cabeza aquí y ahora. Pero
respeto en cierto modo tu valor. Aun siendo solo un niño te has puesto frente a
mí y me has dado una mirada de gran odio. –
Los soldados detrás de Ciel solamente se acobardaban
al escuchar cada palabra del demonio. Que alegaba poder matar a su héroe sin
ningún esfuerzo.
− Por lo que veo, si te mato todo esto acabara –
Continuo el demonio – ¡TODA ESTA ESTUPIDA GUERRA TERMINARA! Pero sería fácil,
demasiado fácil. Por lo que te propongo algo. ¡Y AGRADESCAN A LA VALENTIA DE
ESTE NIÑO, MALDITAS GALLINAS! Puesto que les daré una oportunidad. Como dije antes.
Si yo muero toda mi raza caerá. ¡PORQUE YO SOY SU REY! Y sin un rey una nación
no es nada. Así que tengamos la batalla final en otro momento, no hoy y quizá
no mañana, te daré la dicha de decidir el día y la hora, puesto que yo siempre
estaré preparado. Mi ejército contra el tuyo. ¡UNA BATALLA A MUERTE! –
Todas las batallas habían sido a muerte. Por lo cual
no tenía mucho sentido las últimas palabras del “Rey”. Pero él les había dado
una oportunidad incomparable. Había afirmado que, si el caía, todo su ejército
lo haría, como si se tratase del ajedrez.
− Ya sea que caiga yo, o que caigas tú. La batalla
terminará. – Continuo el Rey − ¿Quién caerá? ¿Sera el Rey? ¿O quizá el Héroe? –
Seguido comenzó a reír nuevamente. Esta vez lleno de
confianza en sí mismo. Como si estuviese seguro de que todo terminaría a su
favor. Pero Ciel no se sentía intimidado en lo mínimo.
− Que así sea – Respondió Ciel decidido.
− Al norte, lo más lejano de este lugar. – Dijo el
Rey. – Ahí se encuentra mi palacio. Ven a atacar cuando quieras, que estaré
preparado. –
Sin decir nada más. El Rey se dio media vuelta.
− ¡NOS VAMOS! – Gritó a sus soldados.
Los cuales ni rechistaron y comenzaron a caminar. Y
para evitar problemas, Ciel dio la señal para que nadie atacase. Habían
conseguido una oportunidad de una vez en la vida. El Rey parecía lo
suficientemente confiado como para no mentir. Por lo cual lo mejor era no
arruinarlo y prepararse para el último ataque.
Y una vez desapareció a lo lejos el Rey. Todos se
abalanzaron contra Ciel. Alzándolo entre todos y alabándolo.
− ¡Realmente eres un chico increíble! – Gritaba uno de
los soldados.
− ¡No por nada eres nuestro Héroe! – Decía otro de los
soldados.
− ¡No titubeaste ni un segundo ante tal monstruosidad!
–
El miedo se había ido de los soldados por un momento,
quienes se encontraban ahora alabando e idolatrando a Ciel. Lo que era obvio
puesto que era el único que había plantado acara ante el enemigo, e inclusive
les había dado la oportunidad de oro.
− No cantemos victoria aun – Dijo Ciel con gran
seriedad. – La batalla aún no está ganada, y no es como que sea cien por ciento
seguro que la ganemos –
Había pasado algo de tiempo en el ejército para hacer
que el resto de los soldados lo respetaran y escucharan atentamente. Aunque no
parecía estar diciendo las palabras más alentadoras posibles.
− Pero aun así… − Continuo Ciel. − ¡Debemos pelear
hasta el final! –
Con simples palabras se ganaba el respeto de los
demás. Quienes ahora lo seguían ciegamente. Aun siendo el Jefe de Guerra el
mayor poder en el ejército, era Ciel quien ahora tenía más influencia. Seguía a
Ciel, no al jefe. Aunque esto no le importaba al Jefe, él estaba conforme
siempre y cuando Ciel ganase las batallas.
Y sin más dilación, volvieron a Santa Fe, lugar donde
decidirían como y cuando llevar a cabo el ataque.
Mientras que, por otro lado. Spero había logrado hacer
un pan a la perfección por primera vez. Después de medio año de entrenamiento.
No era alguien prometedor en lo que a panadería respectaba, pero aun así hacia
el intento.
Lo que propuso el Jefe de Guerra para realizar el
último ataque era reclutar más soldados. Y una vez con un gran ejercito ir
directamente al palacio y atacar. Y aunque no quería involucrar a mucha más
gente, al final Ciel acepto que era la mejor idea. Por lo cual al cabo de un
mes comenzó el reclutamiento.
“La paz está cerca. Solo faltas tu”
Eran cosas que solían estar en los carteles de
reclutamiento. Que aun siendo palabras simples atraían a mucha gente en busca
de grandeza. Mayormente motivamos por las hazañas de Ciel o la esperanza de que
todo terminara de una vez.
Y aunque no era seguro que más ataques se realizaran,
se dedicaron única y exclusivamente a preparar las fuerzas de ataque. Puesto
que habían decidido atacar en medio año más, para tener el tiempo suficiente de
entrenar a los suficientes reclutas y preparar el equipamiento necesario.
− ¿Miraste los carteles? – Preguntó Naive a Spero
quien se encontraba preparando un pan, el único que había aprendido a hacer.
Igual o peor que el que había probado y motivado a ejercer la profesión.
− ¿Los del reclutamiento? – Preguntó Spero en
respuesta. – Si. Al parecer todo se decidirá con esa batalla… será intensa –
Al parecer Spero se había acostumbrado a su nueva
vida. Aunque no podía decirse con claridad, ya que había aprendido con el
tiempo a ocultar mejor sus sentimientos.
− ¿No piensas ir? – Preguntó nuevamente Naive.
A lo que Spero dejo de lo que estaba haciendo y dejo
salir un suspiro.
− Yo… no estoy hecho para ello –
Naive no había hablado de eso desde el día que lo
había conocido. Pero dada la situación, en la cual su destino pendía de un
hilo, y el futuro era muy incierto, quería motivar a Spero a que hiciera lo que
realmente deseaba antes de que fuese tarde. Naive se había dado cuenta de que
el amigo que mencionó alguna vez Spero era Ciel, puesto que este se había
vuelto en prácticamente una celebridad conocida. Y si iban a morir, era mejor
que pidiera perdón antes de que eso pasara.
− Tampoco para ser panadero – Dijo Naive soltando una
leve risa.
Lo cual para su sorpresa no molesto a Spero. Al
contrario, lo tomo con humor y continuo con sus deberes.
Otro mes paso y quedaban cuatro para el ataque. Y para
su suerte, el ejercito de demonios no había atacado nuevamente alguna ciudad.
Habían mantenido su palabra y estaban a la espera de que estos fueran
directamente al palacio. Inclusive habían mandado a un equipo de reconocimiento
para verificar el área, y efectivamente como había dicho el Rey, ahí se
encontraba su palacio. Justo al norte, a lo lejos.
El ejército humano se hacía más grande, con cada vez
más reclutas inspirados por las proezas de su Héroe, quienes creían este era
capaz de todo. Aunque algunos aún se mantenían escépticos a dicho título,
alegando que no era suficiente para merecerlo. Siendo más los que creían en él,
que los que no.
Pasaron tres meses y los reclutas estaban más
preparados.
Pasaron cuatro meses y Spero seguía guardándose algo
para sí mismo.
Pasaron cinco meses y Ciel obtuvo una nueva armadura.
La armadura había sido forjada especialmente para él.
Hecha perfectamente a la medida con los mejores materiales disponibles y hecho
por el mejor herrero de la ciudad. Pulida hasta que pudieses verte en ella.
Mientras que en esos cinco meses… Spero logro darle
sabor a su pan.
− ¿No crees que es hora? – Dijo Naive.
− ¿A qué te refieres? – Pregunto Spero.
Naive se quedó serio por unos momentos. Quedaba solo
un mes para que el ataque se efectuara, y Spero aún no tomaba la decisión que
pensaba correcta. Si esperaba más tiempo, quizá sería muy tarde para pedir
perdón. Naive no quería mirar un final como ese. Quería que Spero no viviera
con más cargas, que, aunque intentaba ocultarlo, estaba siendo cada vez más
pesada sobre él.
− Ya no huyas más, Spero… − Dijo Naive mirándolo con
una suave sonrisa.
Spero se acercó a un banco que estaba cerca de él y
tomo asiento.
− Sigo sin comprender a que te refieres – Respondió
apartando la mirada.
− Llevas el suficiente tiempo aquí como para que
reconozca cuando mientes… aunque eres malo haciéndolo – Dijo Naive con
paciencia. – Es hora de que hagas lo que debiste hacer desde hace mucho tiempo
–
Spero comprendía que era lo que le estaba diciendo
Naive. Pero había pasado tanto tiempo… que Ciel solo se había alejado cada vez
más de él. Estaba feliz porque había salido adelante y se había convertido en
alguien admirable. Pero… estaba aún más lejos que antes de él. Sentía difícil
el siquiera pedirle perdón. No era como si en alguna ocasión hubiese sido
fácil, si no lo hubiese hecho en cualquier momento, pero ahora… era incluso más
difícil. Había pasado mucho tiempo y quizá Ciel incluso lo había olvidado. ¿Cómo se supone que me acerque a él? Solo me
paro frente a él y digo “Sí que ha pasado tiempo, ¿No?” para luego seguir con
un “Oye… lo lamento por todo lo de antes?”. No podía ser todo tan fácil.
− Es mejor así – Dijo Spero.
− No… no lo es. – Insistió Naive. – Quizá quieras
dártelas de duro, que ya todo está solucionado. Pero tú sabes que no es así…
aún recuerdo cuanto lloraste hace apenas unos meses. Pidiendo perdón de
rodillas a alguien que creías muerto… pero el sigue ahí afuera. Solo ve y dile
cuanto lo sientes, antes de que sea muy tarde. –
− Pero yo… no puedo hacerlo –
− ¡Claro que puedes! – Grito Naive desesperado. –
¡Solamente ponte de pie y hazlo! Termina con todo esto de una vez. Para que
puedas vivir sin preocupaciones. Deshazte de la culpa con la que cargas. –
Spero se miraba como si quisiese llorar. Pero lo
contuvo. Se puso de pie, se acercó a Naive y… le dio un fuerte abrazo.
− Gracias… − Dijo en voz baja. – Gracias por todo el
apoyo que me has dado –
Naive, lo había estado apoyando durante todo el tiempo
que había estado viviendo ahí. Tratándolo como si se tratase de otro miembro
más de su familia. Era esa maldita bondad que todos daban a Spero. Esa bondad
que conmovía su corazón, esa misma bondad que lo motivaba a seguir adelante.
− Esta en el Templo, lo mire hace unos momentos – Dijo
Naive.
Spero no perdió mucho tiempo. Se limpió el rostro y salió
corriendo a el Templo. No sabía siquiera que era lo que iba a decir cuando lo
encontrará, o como era que este reaccionaria ante su presencia, si aún lo
recordaba; si le guardaba rencor; si quería verlo; si estaba esperando por él;
si estaba ocupado; no sabía nada. Y aun así no se detuvo ni un momento, como
aquella vez que huyo ignorado todo, pero esta vez era para volver con su amigo.
Una vez llego a la puerta del Templo comenzó a dudar
nuevamente. Pero no fue tanto como antes. Abrió la puerta y ahí estaba… tan
resplandeciente como lo recordaba. Hablando con unos niños dándoles una sonrisa
amable, como la que le había dado en el momento que se conocieron.
Spero comenzó a caminar hacia él. Las rodillas le
temblaban, y sentía que a cada paso estaba a punto de caer. Pero aun así se
esforzó hasta estar frente a él. Quien lo volteo a mirar cuando vio que estaba
de pie frente a él.
− C… − Dijo sosteniendo la letra sin poder terminar su
palabra. – Ciel… −
Ciel dio una cara inexpresiva ante su presencia. Después de todo… me odia.
Y en un parpadeo, Spero se encontraba en el suelo.
Sobre él estaba Ciel.
− ¡Eres tú! – Gritaba con alegría Ciel. – Realmente…
eres tú –
Spero podía mirar su reflejo en la armadura de Ciel. Tenía
un rostro horrible, como si estuviese haciendo pucheros, pero era debido a que
intentaba no llorar. Arrugaba sus cejas y su cara estaba roja de contener sus lágrimas
con esfuerzo. Esfuerzo inútil puesto que estas se escapaban.
Pero el rostro de Ciel no era muy diferente. Spero
sentía como gotas y gotas caían en su frente. Eran las lágrimas que Ciel
derramaba ante su reencuentro después de un largo tiempo. Y sin perder mucho
tiempo, se abrazaron con fuerza.
− Perdóname… − Dijo Spero con la voz entrecortada −
¡Perdóname Ciel! –
Se distinguía a duras penas que era lo que decía,
puesto que este no dejaba de llorar siquiera para hablar. Pero Ciel no decía
nada en cambio, solo lo abrazaba con cada vez más fuerza en el suelo.
− Perdóname por huir… − Continuo Spero. – Perdóname
por abandonarte… perdóname por fallarte… perdóname por traicionarte… perdóname
por no hablarte en todo este tiempo… perdóname por ser tan egoísta… perdóname
por no creer en ti… perdóname por… todo, por favor… −
− Eso no importa – Dijo Ciel en cambio. – Eso no me
importa en lo más mínimo –
Cosa que Spero no podía comprender.
Ciel se quitó de encima de Spero y se puso de
rodillas. Estiro su mano hacia Spero para alzarlo.
− Te he estado buscando… − Continuo Ciel. – Te he
estado buscando todo este tiempo… −
Aunque Ciel estaba llorando, cernía una sonrisa en su
rostro, y arqueaba sus ojos demostrando alivio. Spero no podía con tanta
bondad… no podía soportarlo más, por lo que postro su cabeza en el suelo
haciendo una reverencia.
− Te lo ruego nuevamente… ¡Perdóname por todo! – Dijo
desde el fondo de su corazón.
Para solo sentir la palma de Ciel sobre su cabeza
acariciándolo suavemente.
− Claro que te perdono… ¿Cómo podría no hacerlo? –
Esas palabras… esas malditas palabras eran exactamente
lo que Spero no podía soportar. No podía soportar que el perdón llegara tan
fácilmente, aunque eso le alegraba enormemente. Sin embargo, el sentía que
debía recibir un castigo mayor.
− No puede ser tan fácil – Dijo Spero intentando ser
serio. – No puedes perdonarme así de fácil, no después de lo que te hice –
− ¿Lo que me hiciste? – Pregunto Ciel.
− Te abandoné allá atrás, corrí sin preocuparme por
ti. – Respondió Spero.
− Mírame por favor – Dijo Ciel intentando que Spero
alzara su cabeza. A lo que Spero siguió las ordenes lentamente. − ¿Acaso miras
que este enojado? –
− Ese es el problema… − Respondió Spero. – Deberías
estarlo… ¿Cómo puedes no estarlo? –
Ciel se limpió el rostro y dejo salir un suspiro de
alivio. Para seguido volver a mirar a los ojos a Spero.
− Si las cosas se hubiesen complicado, te hubiese
pedido que huyeras, aunque no quisieras – Dijo Ciel con una mirada seria. – No
podía arriesgarme a perder lo más importante para mí. –
Las palabras de Ciel hacían lo mismo de siempre.
Tocaban fuertemente su corazón.
− Pero yo era tu amigo… y te abandone. – Insistía
Spero esperando un castigo mayor.
− No… tú no eres mi amigo. – Dijo Ciel corrigiendo a
Spero. – Eres más que eso… eres como un hermano para mí, y no podía dejar que
mi hermano muriese por mis deseos. –
¿Un hermano? Spero no había
tenido nunca a nadie aparte de su madre y su abuelo. No estaba seguro, pero
Ciel tampoco había mencionado a otro familiar. Por lo cual no conocía el
sentimiento hacia un hermano. Pero había pasado mucho tiempo junto a Ciel;
comían juntos y pasaban la mayor parte del tiempo juntos… lo cual los convertía
en algo parecido ¿No? Lo cual solo hacia peor su traición.
− Y antes de que digas algo más… − Continuo Ciel. – No
me importa el pasado… las cosas salieron bien al final. Pero la guerra aun no
acaba, aun no encuentro la paz que busco. Por lo cual te quiero hacer una
pregunta… ahora que te volví a encontrar…−
− Peleare a tu lado, y esta vez no huiré – Respondió
Spero sin dejar que Ciel formulara su pregunta. – Incluso si eso no es lo que
querías decirme, ya lo he decidido, lo he estado pensando durante mucho tiempo
y… creo que es la única forma en que puedo pagarte por todo. –
Al igual que Ciel, Spero limpio su rostro y le
devolvió la sonrisa. Dichas palabras solo hacían sentir feliz a Ciel. Quien al
parecer iba a pedirle que peleara a su lado.
− Me alegra oír eso… durante todas estas peleas, solo
he querido combatir a tu lado, como lo habíamos hecho antes en el Sparring.
Solo que esta vez nos jugaremos la vida – Dijo Ciel soltando una leve
carcajada. – Pero no te preocupes, puedes ir como arquero, así tendrás una
posición más segura. Con que vayas conmigo es suficiente, me darás el valor que
me hacía falta para esta última batalla –
− No. – Respondió Spero bruscamente. – Dije que
pelearía a tu lado, y lo hare en todos los sentidos. Me rehusó a ir como
arquero, iré al frente contigo y protegeré tu espalda. Puesto que tú eres quien
porta la esperanza de toda esta gente, incluso la mía. –
− Me alegra escuchar eso – Dijo Ciel. – Entonces
confiare mi espalda a tu escudo. Espero puedas seguirme el paso –
− Aunque no lo creas, me he vuelto aún mejor – Dijo
Spero. – No creas que he desperdiciado todo este tiempo, incluso aprendí a
hacer pan –
La conversación había pasado de un reencuentro
emotivo, a una charla sin sentido. Lo cual solo confundía a la gente de
alrededor.
− ¿Pan? – Pregunto Ciel – Mientras yo daba la cara en
el frente ¿tu hacías pan? –
Y aunque decía palabras fuertes, no podía evitar reír.
− Bueno… − Respondió Spero – Algo así –
La conversación solo se tornó más en un sinsentido.
Sin llegar a nada y siendo una plática típica entre amigos. Hablaron sobre lo
que habían hecho hasta ese momento, poniéndose al corriente de todas sus actividades.
Aunque las de Ciel no eran un misterio, puesto que este se había hecho famoso
en la ciudad. Siendo más las anécdotas que contaba Spero, que las que podía
decir Ciel.
Siguieron y siguieron hasta que se hizo de noche.
− Bueno… − Dijo Ciel haciendo una pausa. – Saldremos
en una semana, ya que el palacio se encuentra lejos de aquí –
− Entiendo – Afirmo Spero.
− Supongo debes tener nuevos conocidos, así que…
prepara todas tus cosas, y ven a verme cuando estés listo, tengo que ver que
tan en forma estas –
− No te preocupes por ello. – Respondió Spero con
orgullo – Aunque no lo parezca, no pude quitarme el habito de entrenar. Por lo
cual no deje de hacerlo, quizá incluso ahora puedo ganarte –
− Pagaría por ver eso – Dijo Ciel soltando una leve
risa. – Volveré a mi posada, deberías hacer lo mismo. Estaré aquí o alrededor
de la ciudad en caso de que me necesites –
− Esta bien, que descanses. –
Ciel fue el primero en abandonar el Templo. Se dirigía
a su posada como había dicho antes. Mientras que Spero se quedó un poco más de
tiempo en el Templo, en la que por cierto ya no había nadie. Spero se quedó
vagando en sus pensamientos por un largo rato, sin creer del todo la decisión
que había tomado, y el cómo había vuelto a hablar con Ciel. Siendo todo tan…
perfectamente bueno. Así que una semana…
Spero volvió a casa de Naive, donde no había nadie
esperándolo. Por lo cual se fue directamente a dormir. Y por primera vez en
mucho tiempo, pudo dormir plácidamente.
Spero comenzó su día lleno de energías, yendo directamente
a la panadería para preparar sus últimos panes de la semana. La panadería se
sentía un tanto sola. El hijo de Naive había abandonado hacía tiempo debido a
que había sido llamado para pelear en el frente. Por lo cual solo quedaban
Spero y Naive. Y aunque era Naive el primero en ponerse a trabajar, en aquel
día fue Spero quien llego primero.
Se llegó el medio día y Naive no llegaba. Lo cual ya
era un tanto extraño viniendo de él. Pero Spero no le presto mucha importancia.
Paso una hora más y no llegó. Dos horas y no llegó. Tres horas y entonces… no
llegó. Spero se preocupó ya que eran las tres de la tarde y aun no se había
presentado Naive. Quizá y solo se encontraba descansando ya que la carga de
trabajo había sido más pesada con solo ellos dos en la panadería.
Decidió que lo correcto era ir a mirar si se
encontraba bien o necesitaba algo. Por lo cual apago los hornos y cerro
momentáneamente, aunque se encontraban solamente a unos metros.
Entro a la casa, y se dirigió al cuarto de Naive.
Nunca antes había entrado a en él, así que le parecía inadecuado el solamente
entrar sin tocar. Por lo cual toco primero la puerta, pero nadie respondió.
Toco nuevamente llamando a Naive, pero seguía sin responder. Así que abrió la
puerta sin tocar más y…
− ¿Naive? –
Naive estaba recostado en su cama descansado
plácidamente. Se miraba tan cómodo en ella… como si no fuese a despertar nunca
más.
Spero se acercó lentamente a él, para mirarlo bien. Y
sí. Se encontraba descansando profundamente. Así que este es el adiós… Aunque no tenían un lazo sanguíneo. Spero
no pudo evitar derramar lágrimas, puesto que Naive había hecho mucho por él.
Mucho más de lo que se merecía. Descansa
en paz. Spero no sintió que fuese lo correcto mover su cadáver de dicho
lugar. Así que dejo que descansara ahí.
Y antes de abandonar la habitación, tomo una hoja de
papel que se encontraba al lado de él. Al parecer era un mensaje para Spero.
“Ahora que has pedido perdón, puedo descansar. Por fin
puedo irme sin dejar a nadie atrás. Por fin puedo irme sin sentir que te
abandone, porque ya no estarás mas solo. Spero, apestas como panadero, así que
déjalo. Pero aun así… gracias por toda tu ayuda. “
Yo soy quien
debería decir eso… En la carta no había mucho más. Era una carta simple.
Una despedida sin mucho meollo y directo al punto. Lo suficiente para
despedirse, y para no hacer llorar más de lo debido a Spero. Típico de Naive.
Spero giro la hoja y noto que detrás de esta había
algo escrito. Estaba algo borroso debido a que el tiempo lo había tratado mal.
Pero era suficiente para notar que era un documento oficial, con sello y toda
la cosa. “Lamentamos” “Cayo en el campo”. Fue suficiente para que Spero sabía a
qué se refería. ¿Estuviste aguantando
todo este tiempo? Spero no había tenido una conexión fuerte con el hijo de
Naive, ya que este se había ido al poco tiempo de que Spero había llegado y no
habían hablado mucho realmente. Pero no podía evitar sentirse triste por lo que
tuvo que pasar Naive y como este se lo guardo para sí mismo. Así que… ¿ya no dejas a nadie atrás?
Ese era el fin de Spero el panadero. Salió de la casa
y dejo todo como estaba, no quería perturbar el sueño de Naive que descansaba
tranquilo en su cuarto. Cerro permanentemente la panadería sin antes dejar un
cartel. “Se nos acabó la harina” un cartel que ponían cuando no querían vender.
Seguido se dirigió a buscar una posada, que pagaría por el resto de la semana
con un dinero que había guardado.
Spero no se reunió con Ciel en el transcurso de la
semana, sino hasta el final de esta, una vez estaban listos para partir. La
sonrisa de Ciel lo decía todo, estaba listo para ir a pelear una última vez,
Por el lado del Spero, ya no se acobardaría más. Sin nada que lo atuviera, ni
alguien de quien despedirse, partieron rumbo al palacio.
El plan era tan simple que parecía no ser realmente un
plan. Según informes anteriores de los equipos de reconocimiento, los
alrededores estaban vacíos, habían verificado kilómetros alrededor del palacio
y no se hallaba ni un enemigo. Por lo cual, suponía todos estaban dentro del
palacio, el cual, por cierto, era más grande de lo esperado. Si bien, no era
una mega construcción, si tenía una longitud algo larga, al igual que su
altitud, como si hubiese sido construido para ser llamativo e imponente.
Pero aun con esas, era un tanto sospechoso. No parecía
que ahí pudiese entrar tantas personas como un ejército completo. Y sin nadie a
los alrededores lo hacía aún más sospechoso. Pero igualmente era su última
oportunidad; el Rey había cesado con los ataques, por lo cual en cierto modo se
podía confiar en él. No era una simple trampa para acabarlo, no era la forma en
la que buscaba hacerlo.
Los soldados era un ejército grande. Alrededor de
quinientas personas repartidas entre soldados y arqueros, todos y cada uno de
ellos enumerados para evitar el conflicto de usar nombres. Y para a su vez
llevar un control en caso de que cayeran en la batalla, poder ser reconocidos
buscando solamente su número. Todos tenían un numero sin excepción. Siendo el
de Ciel el 1 y el de Spero el 358, puesto que este último había sido de los
últimos en unirse para la batalla, entre otros factores.
Era imposible que todos entraran en el palacio, por lo
cual se eligieron a los primeros Cien soldados para entrar y hacer frente. De
igual manera ellos se esperaban una misma cantidad de demonios dentro; y en
caso de que alguno de los soldados cayera sería reemplazado por otro del exterior.
Mientras que los arqueros tendrían que tomar cobertura para eliminar a los que
intentaran salir o ataques externos en caso de que al final fuese una trampa.
Spero quería pelear junto a Ciel, así que ignorando las ordenes de los
superiores entro junto a él al palacio, siendo un total de ciento uno soldados.
Una vez todos cruzaron por la puerta principal se
encontraron con una gran sala que pareciera vacía. Solamente hasta el frente
había un enemigo… el Rey. Quien al verlos se puso de pie firme.
− ¡EMPECEMOS! – Grito resonando en
toda la sala.
Con el grito de inicio, las puertas
del palacio se cerraron abruptamente, dejando al resto de soldados fuera. El
golpe de las puertas asusto tanto a los que quedaron dentro como a los que
quedaron fuera. Mientras los que quedaron dentro tuvieron miedo y quicieron
huir, los de fuera no se encontraban mucho mejor.
Fuera del palacio habian aparecido
mas demonios, llegando de ningun lugar, apareciendo de las sombras como lo
habian hecho hacia mucho tiempo.
− ¡QUIEN SALGA DE AQUI CON VIDA…! –
Grito el Rey haciendo eco en la sala. − ¡HABRA GANADO LA GUERRA! ¡ESTA ES LA
BATALLA FINAL! –
Seguido de una risa aún más fuerte. Y con eso inicio
la batalla. Al igual que en el exterior, enemigos comenzaron a entrar en el
palacio, cubriendo al Rey y acercándose a los humanos poco a poco. Los cuales
se encontraban aterrorizados.
Ningún humano dio un paso. Estaban algo aturdidos y
con miedo, aun habiéndose preparado para ese día. Habiendo decidido pelear por
su raza una última vez.
− Yo ire por el grande – Dijo Ciel
dando un paso al frente. – Spero… Estamos a un paso de encontrar la paz. ¡NO ES
MOMENTO DE DUDAR! –
Y al igual que el anterior grito del
Rey, este provoco un eco en toda la sala. Cargando hacia delante con su escudo
y espada, el Héroe se lanzo a la batalla. Seguido por el grito de los demas
humanos que habian sido infundidos de la voluntad de Ciel.
− ¡REY CONTRA HÉROE! – Gritó el Rey
una ultima vez – ASI ES COMO TIENE QUE SER. ¡VEN POR MI… HÉROE! –
−…−
El crugir de los huesos siendo
destrozados. El chocar de las espadas. El retumbar de los golpes a los escudos.
Los gritos de desesperacion. Un grito de guerra. Una cabeza rodando. Un Héroe
cayendo.
Y todo terminó.
Este
no es el final que yo buscaba.
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