La Profecía del Héroe - Capitulo 8: ¿Paz?
Año 280.- Santa Fe. Ingard.
El reino se encuentra de luto. La gente llora
al ver pasar el féretro de su héroe, dando un último paseo alrededor de la
ciudad. Nadie realmente lo conocía, pero lloran como si lo hubiesen hecho, como
si hubiesen compartido grandes recuerdos de años. Cuando lo único que hicieron
por él fue forzarlo cada vez más a pelear, haciéndole peticiones como si de un
santo se tratase. Sin siquiera pensar en que era lo que sentía.
Para suerte de ellos, aquel chico era Ciel. La
persona más amable y bondadosa que conocía Spero. Alguien que nunca se hubiese
negado a prestar su ayuda, incluso cargando con el pesado título del Héroe y
todo lo que eso conllevaba. Hasta el último de sus momentos.
El féretro fue trasladado alrededor de toda la
ciudad, hasta parar por ultimo en el Templo, donde se encontraba la roca y los
más altos directivos del reino. El consejo y soldados de altos rangos; al igual
que los portavoces de la iglesia se encuentran en dicho Templo.
El féretro es colocado al frente de la roca de
la profecía, la cual no había sido del todo correcta, puesto que habían perdido
a su héroe que se suponía los guiaría a una era de paz.
La gente se acerca uno a uno para dar sus
respetos a el valiente niño que dio su vida por ellos. Al héroe que termino con
la guerra.
Se crea una larga fila alrededor de toda la
ciudad, todos en ella portan una flor blanca como el cabello del chico para
despedirlo en su descanso eterno. Entre los cuales se encuentra Spero,
esperando su turno para despedir a su querido amigo.
Pasa alrededor de una hora hasta que este
último puede alcanzar a prestar sus respetos al Héroe. Voltea alrededor para
mirar caras conocidas y otras tantas que no. Entre las cuales se encuentra el
Jefe de guerra con un rostro de dolor, mientras gente se acerca a él para darle
el pésame.
− Debe
ser muy duro para usted – Alcanza a escuchar Spero.
− Si… −
Responde el Jefe bajando su mirada y cubriendo sus ojos como si fuese a llorar.
– Era como un hijo para mí –
Aquella actitud repudio enormemente a Spero.
Quien no actuó conforme a la cólera que sentía por puro respeto a su amigo.
Sabía que no era el lugar correcto para actuar contra aquel que solo lo había
utilizado, inclusive después de su muerte. Hablaba de él como si en verdad le
hubiese importado, cuando en realidad solo le importaban los resultados de las
batallas. Siendo el más cobarde que ni siquiera piso una vez el campo de
batalla.
Siguió caminando detrás de la gente frente a
él. Intentado ignorar a las personas que se encontraban en la iglesia con su
respectivo lugar, como si hubiesen sido las personas más cercanas a él y por
eso se ganaban el derecho de estar en dicho lugar. Cuando a fin de cuentas solo
era una farsa para promocionar su imagen.
En el lado izquierdo de las bancas había una
mujer llorando, su ropaje denotaba que era alguien importante dentro del reino.
Hacia tan buena actuación que parecía estar sufriendo de verdad, llamando la
atención de todos los presentes. Quienes se acercaban para intentar calmarla.
Mientras que por el lado derecho se encontraba
llorando alguien más, quien era ignorado pese a que se encontraba llorando de
rodillas. Esa persona era una cara conocida. Era el Director.
− Después
de todo lo que intente… − Decía constantemente golpeando el suelo. – No pude
evitar que terminaras así… Quería que ustedes fueran la excepción, no quería
ver a nadie más caer… y aun así tu… −
La
imagen que había demostrado a ellos de indiferencia y enojo había desaparecido.
Una vez Spero escucho de Ciel que en realidad era el Director quien más sufría
al recibir la noticia de que sus cadetes habían muerto. Parecía no mentir,
habiendo sido toda aquella actitud una simple fachada, cuando en realidad
sufría más que nadie.
Y a
diferencia de la mujer que no conocía siquiera el chico, este era mirado de
forma extraña, como si se tratase de un loco. Incluso se podía escuchar a gente
decir entre dientes comentarios fuera de lugar tales como “¿Por qué lo dejaron
entrar?” “Esta armado un escándalo” “Es tan asqueroso viniendo de un viejo como
él”. Ninguna de esas personas comprendía el dolor que estaba sintiendo.
Hasta
que llegó el turno de Spero, quien pese a traer su flor, no estaba preparado
para lo que vería. En aquel féretro se encontraba su amigo descansando tan plácidamente,
vestido con ropa de calidad y peinado de tal forma que parecía alguien de la
realeza. Portando su clásica sonrisa llena de amabilidad. ¿Por qué sonríes así? Aunque para él era una tragedia haberlo
perdido, para Ciel era un milagro, había cumplido su objetivo.
Aun con
la caída del Héroe, la supuesta paz había llegado a el reino. Poco después de
que la batalla en el palacio terminará salieron en apoyo a las fuerzas que se
encontraban en el exterior de este, para llevarse la gran sorpresa de que todos
los demonios habían desaparecido. Al igual que aquella ocasión hacia años.
Aunque esta vez no hubo una luz, si no completa oscuridad, al menos así era
como lo veían.
− Lo
lograste… − Dijo Spero cortando la última palabra bruscamente y manteniendo una
larga pausa. Intentaba con todas sus fuerzas mantener dentro sus lágrimas para
no ensuciar el cuerpo de su amigo. Pero todo fue un esfuerzo inútil. − ¡Pero
esto no es lo que quería! –
Spero
grito delante del féretro, llamando la atención de la seguridad que custodiaba
aquel lugar, quienes se acercaron rápidamente a controlar la situación. Aunque
solo se trataba de otro chico llorando frente a su amigo.
Intentaron
apartarlo con fuerza, aunque parecía ser inútil. Ya fuese por como este se
aferraba a no alejarse del lugar o que él era más fuerte que ellos, no podían
alejarlo.
−
¡Déjenme! – Gritaba con fuerza − ¡Ustedes ni siquiera lo conocen! ¡No saben
nada de él y hacen como si en verdad les doliera! No son más que una bola de
farsantes. –
Apunto a
todas y cada una de las personas que no reconocía de aquel lugar. No mentía, en
verdad ellos solo estaban ahí para aparentar, no tenían el mínimo aprecio por
el chico que había caído en la batalla. Eran más reales los sentimientos de los
pueblerinos que los de ellos. Son una
bola de mentirosos de mierda. Ustedes no merecen estar aquí. Ustedes son los
que debieron morir en su lugar.
−
¡Ustedes son los gobernantes de este reino, y aun así dejaron todo sobre los
hombros de un simple niño! –
− ¿¡Que
estás diciendo niño!? – Grito el jefe de guerra. – ¡Él era el Héroe destinado
para acabar con la guerra! Murió con honor cargando con la esperanza del reino.
–
Esas
palabras solo enfurecían más a Spero. Intentaban quitarse la responsabilidad
atribuyéndolo todo a su estúpida profecía. A un estúpido golpe de suerte y una
roca que no había hecho nada más que prolongar un poco su tiempo de vida. Nada
cambiaba el hecho de que habían derivado a la muerte a un simple niño.
−
¡Ustedes y su estúpida profecía deberían arder en el infierno! – Grito en
cólera. – Nada los excusa de lo que han hecho. ¡Se supone que los adultos
protegen a los niños, y no al revés! –
Nadie
perdía la compostura ante las palabras de Spero. Quien lo decía todo sin
guardarse nada para si mismo. Se mantenían ejerciendo los papeles de personas
sufridas, manteniendo la farsa.
− Si
hubiesen sido lo suficientemente fuertes, ningún niño hubiese sufrido por su
debilidad. – Continúo Spero. – Ustedes lo atribuyen a un milagro y a la
profecía. Pero yo más que nadie, mire como se esforzó día tras día para ser más
fuerte, para algún día poder cumplir su objetivo… −
Spero bajo su mirada. No podía ver más las
caras de aquella gente tan falsa.
− Y lo
logro… − Continúo una vez más. – Pero el precio… el precio no fue el justo. El
no merecía morir –
Spero
comenzó a llorar más fuerte, hasta que cayó de rodillas frente al féretro. Fue
en ese momento, que la persona que menos hubiese esperado hacía tiempo, se
acercó a él para consolarlo.
− Lo
lamento mucho… Spero… Todo fue mi culpa – Le dijo el Director abrazándolo con
fuerza. – Si no lo hubiese aceptado en la academia… si lo hubiese hecho
marcharse… todo esto se hubiese evitado –
Las
únicas dos personas en aquel lugar que en verdad lo habían conocido, se
encontraban llorando juntas. El Director que siempre dio un mal trato al chico,
y el amigo que una vez lo abandonó.
− Pero
por más que intente… − Continuo el director. – Por más mal que le hable; por
más que intente intimidarlo, él… nunca se fue. –
Spero comprendía
que no era todo culpa de aquellas personas, y solo hablaba porque le molestaba
la actitud que estos tenían ante la situación sin siquiera comprenderla. Spero sabía
que no importaba las circunstancias, Ciel hubiese hecho lo mismo, y el
resultado quizá hubiese sido el mismo. Pero aun así no podía aceptar la actitud
de esas personas hipócritas. No podía aceptar que ellos fueran los
representantes de las personas más cercanas a él.
− No
director, no es su culpa – Dijo Spero limpiándose el rostro. – Todo es culpa de
nosotros mismos. De los antepasados, de las viejas generaciones y la actual.
Vivieron un milagro y se atuvieron a que esa era la verdad, que en algún
momento serian salvados sin siquiera esforzarse más de lo debido. –
Spero
había estudiado un poco de historia anteriormente con Vibes. Cuando el aún
vivía. En ocasiones era el mismo Vibes quien le contaba cosas sobre el pasado,
como este había experimentado un tiempo de paz increíble.
− Les
dieron un poco de paz y bajaron la guardia, pensaron que no sería necesario
pelear nunca más. – Continuo Spero. Seguido se puso de pie y comenzó a caminar
hacia la roca. – Creyeron en esta estúpida cosa. ¡Creyeron que si solamente se
mantenían en algún momento serian salvados! –
Spero
dio un fuerte golpe a la roca, tan fuerte que le dolió el puño. Seguido se otro
golpe aún más fuerte, que hizo que su puño sangrara.
− Se
salvaron por un poco… y creyeron ciegamente en esta cosa – Dijo apuntando a la
roca.
Ya no
sabía siquiera a quien o que dirigir su frustración. Hablaba con la elocuencia
de alguien molesto. Y poco a poco, sus palabras tenían menos sentido.
Spero
pensaba terminar todo con un último golpe a la roca. Para después de ello dejar
el Templo y nunca más volver a dicha ciudad. En ella ya no había nada para él.
Y con la aparente paz, tampoco un objetivo que cumplir.
Apretó
con fuerza su puño y lo alzo en el aire. No era como si nadie lo intentase
detener, era que en realidad no podían, no tenían la fuerza suficiente para
hacerlo. Para luego bajar con fuerza y rapidez contra la roca, y el resultado
no fue el esperado.
De una
forma inesperada, y poco conveniente para Spero. Tras dar un último golpe, la
roca se agrieto para luego romperse en dos partes. Dejando a todos los
presentes sin habla, porque no había precedentes de que siquiera se le hubiese
podido hacer un rasguño por cualquier medio que intentaran. Esta ya había
tenido una pequeña grieta, pero nadie supo cómo es que esta había surgido. Pero
todo fue más allá con su golpe.
− ¿¡Que
es lo que hiciste!? – Grito el Jefe. Y sin perder tiempo, corrió hacia Spero. −
¡Agárrenlo! Ha dañado nuestro bien más preciado –
La
expresión de Spero cambio rápidamente a una de preocupación. Comprendía
claramente que no iba a salir de ahí ileso, pero tampoco tenía a donde correr.
Si lo atrapaban, quien sabe que clase cosas harían con el después de haber
dicho tales cosas y convenientemente roto la roca.
De igual manera ya no tengo nada que hacer aquí. Spero pensó que lo más viable era abalanzarse él también hacia
delante. Antes no habían podido retenerlo, por lo cual pensó tendría una
oportunidad de empujarlos y correr por la puerta principal. Pero antes de que
él o los guardias dieran un paso…
−
¡Quietos! – Grito el Director interponiéndose entre ambos bandos. Saco su
espada y la apunto hacia los guardias. − ¡No pondrán ni una mano sobre él! –
El
Director estaba temblando, como lo había hecho aquella vez frente al jefe de
guerra. Pero en esos momentos… el parecía la persona más confiable del lugar.
− No
puedo permitirme perder a ni uno más… ¡NINGUNO MAS CAERA FRENTE A MI! – Alzo su
escudo igualmente y entro en pose defensiva, y volteo a mirar a Spero. – Corre,
no te preocupes por mí –
Los
actos del director podían ser considerados traición, puesto que había levantado
su espada hacia los mismos guardias del reino, y, por si fuera poco, había
protegido igualmente al que había roto la roca de la profecía. Viese por lo
donde lo viese, un cruel destino de esperaría al Director.
− Nunca
pude hacer nada por ustedes… − Dijo una última vez para despedirse – Pero
ahora… no puedo dejar que te lleven a ti también –
Spero
estaba cansado de huir. De correr sin siquiera intentar pelear. No podía
soportarlo más, no después de haber abandonado a Ciel. Pensó que quizá y si él
no hubiese huido aquel día, y solamente quizá, Ciel hubiese podido derrotar al
Rey en Central. Evitando todo lo que estaba sucediendo en aquel momento.
− No
Director. – Respondió Spero dando un paso al frente. – No huiré mas, no dejare
que otros peleen mis batallas. Nadie más caerá por mi incompetencia. –
Los ojos
del Director resplandecieron por un momento, y su expresión era una de asombro.
Aunque aquello eran solamente las palabras de una valentía momentánea.
Realmente Spero no tenía algo con que luchar. Sus manos no eran suficientes
para hacer frente a personas armadas.
− Me
alegra que hables de esa manera – Dijo el Director limpiando su rostro. – Pero
no es el momento… −
El
Director tiro sus armas, sin antes empujar a los guardias. Y con una fuerza que
sabe de dónde saco, levante a Spero y corrió a una ventana. Para luego lanzarlo
por esta.
− Dije
que ninguno más caería. – Repitió el Director dándole una suave sonrisa. Como
nunca lo había hecho antes. – Ahora corre… por favor. −
Spero
había caído fuera del templo. Lo suficientemente alejado de la entrada como
para tener tiempo para huir. Y debido a que había gran conmoción en esta, no
les sería tan fácil alcanzarlo.
Spero
había dicho que no quería huir más. Pero… después de lo que había hecho el
Director no tenía otra salida. Si se quedaba era probable que ambos cayeran.
Quizá y había la probabilidad de que este solamente fuera encarcelado, dándole
la oportunidad a Spero para sacarlo de prisión en algún momento. Aunque eran
solo excusas para huir, aunque en realidad no quería hacerlo.
Deposito
su esperanza en que ese sería el desenlace y corrió lejos del lugar, para
esconderse en lo que se calmaban las cosas.
Termino
escondiéndose en un callejón, lugares que eran poco transitados obviamente. Y
dejo pasar unas cuantas horas, prefirió esperar hasta que fuese de noche para
volver a salir. Aprovechando de tal manera la oscuridad para poder escabullirse
con más facilidad.
¿Qué estoy haciendo? Spero
nunca había sido ese tipo de persona que se preocupaba por otros. Tampoco tenía
un motivo para preocuparse por el Director, simplemente lo había ayudado a
salir de aquel lugar por un malentendido. ¿“no
dejare que otros peleen mis batallas”? ¿Qué estaba pensando al decir eso? Había
hecho cosas que regularmente no habría hecho. Como quien diría, solo se había
dejado llevar por la situación e impulso.
No es
como si en verdad tuviese una batalla que librar. Todo lo que había sucedido en
el Templo había sido debido a la cólera que le provocaban los presentes, al
igual que una coincidencia en mal momento, nada más que eso. Pero… el Director
se había quedado por su culpa, había actuado de tal manera sin pensar en sí
mismo. Spero pensaba dejar la ciudad después de despedirse de Ciel y… ¿Comenzar
una nueva vida? Eso aún no lo tenía muy claro. Pero después de lo que pasó, no
podía simplemente irse, así como así. Quería primero confirmar el estado del
Director para irse tranquilo. Era lo menos que podía hacer.
Spero se
quedó dormido durante un corto tiempo sin darse cuenta. Para cuando despertó ya
era de noche, por lo que había pasado el suficiente tiempo. Miro su mano
derecha y se dio cuenta, de que no dejo siquiera la flor que se suponía le iba
a ofrecer a su amigo. Algo de poca relevancia a tales alturas.
Supongo mirare en la prisión. Spero comenzó a caminar tratando de ocultarse de todo guardia que
pasase por ahí. Quizá las cosas se habían calmado, pero él posiblemente seguía
siendo buscado, por lo que había que ir con cuidado. Él primer lugar que quería
verificar era la prisión, el lugar donde más posiblemente estaba el Director,
no había manera de que lo ejecutaran sin más. Aunque quizá se equivocaba.
No muy
lejos de la prisión había una gran estaca. Elevada en lo alto estaba clavado
algo… su forma era amorfa parecida a un circulo, y debido a la poca luz no pudo
distinguirlo completamente. Pero… posiblemente era eso.
Fue mi culpa nuevamente… ¿no? Spero cayó sobre rodillas y comenzó a llorar como era usual. Por su
culpa alguien más había muerto, por su incompetencia habían hecho tal
atrocidad. Si me hubiese quedado… si
hubiese peleado a su lado… si no hubiese huido. Las cosas nunca parecían ir
como Spero quería, siempre que alguien entraba a su vida terminaba del mismo
modo. Como si él estuviese maldito desde el nacimiento.
Tapo su
rostro y siguió llorando durante un rato. Culpándose por todas las cosas malas
que habían pasado, culpándose por siempre ser tan inútil.
− Oye… −
Se escuchó un murmullo.
Spero ya
no tenía las fuerzas como para ponerse de pie y mirar a quien lo llamaba.
Estaba harto de todo.
− Te hablo…
− Siguió murmurando.
Pero
Spero no respondió ante el llamando. No podía apartar sus palmas del rostro.
−
Maldita sea, voltea Spero – Esa voz…
La
persona que le hablaba era el Director, que se encontraba llamándolo desde la
parte inferior de la entrada de la prisión. Al parecer, la prisión estaba
construida de tal forma que el calabozo se extendía un poco fuera de la
prisión.
−
¡DIRECTOR! –
− ¿Por
qué reaccionas así? Solo han pasado un par de horas. No sobre exageres las
cosas –
Quizá
solo habían sido unas horas. Pero para Spero el simple hecho de pensar que
había perdido a alguien más era… horrible.
Giro su
cabeza hacia arriba, mirando nuevamente la estaca. Entonces… ¿Qué es eso? La luz de la luna, que se ocultaba detrás de
las nubes, ilumino la estaca y lo que en ella se encontraba era… una cabeza
hecha con paja… ¿Con que motivo se encontraba ahí? Realmente no importaba.
− Las
cosas siguen algo… complicadas – Dijo el Director en voz baja – Creo que lo
mejor es que te largues de la ciudad –
Lo cual
era la idea original de Spero.
−
Primero tengo que sacarlo de aquí – Respondió Spero. – No quiero deberle nada –
El
Directo dejo salir un suspiro con alivio.
− Me
alegra que ambos crecieran de esta manera – Dijo el Director aliviado. –
Hubiese deseado que… Ciel… no terminara de ese modo… −
Parecía
que el Director iba a llorar nuevamente. En el fondo era una persona muy
emocional, y su apariencia solamente era una fachada.
− Pero…
no pudo ser así – Continúo después de limpiarse el rostro. – Sabes… fui durante
muchos años el Director de aquella academia, y es de lo único que me
arrepiento. –
La
expresión del Director cambio bruscamente. Aunque parecía decir algo doloroso,
se lo estaba guardando para sí mismo.
− Puse
todo mi empeño en ese lugar – Continúo – Pero… todo fue inútil. Sé que de no
haber sido yo quien manejara aquel lugar, hubiese sido alguien más… pero, aun
así, debí preparar mejor a todos aquellos chicos. Desde que llego el primer
grupo intenté hacerlo, forjarlos duramente para que sobrevivieran en el campo,
pero… era inútil, seguían siendo solamente niños. De por si para un adulto es
difícil hacer frente a un solo Demonio, mucho más lo seria para un niño. Y es
por eso que después de años de ver como caía uno tras otro de mis reclutas, no
lo soporte más. ¿Recuerdas que no te pedí ningún dato para entrar a la
academia? –
− Si…
recuerdo eso –
− Es
porque en realidad nunca hubo archivos de los chicos que entraban. Falsifiqué
todos los documentos para hacer parecer que habían entrado nuevos reclutas, sin
tomar siquiera un dato de ellos para que no los juzgaran por deserción. Era lo
más que podía hacer en mi posición… pero aun así hubo casos especiales.
Aquellos que realmente sintieron el deber de pelear en el frente, más chicos
parecidos a Ciel… y que desafortunadamente tuvieron el mismo final. –
Eso explica algunas cosas…
− Por
más que los intimidará; por más que los intentará correr de ahí, no se iban.
Aunque algunos de ellos no tenían siquiera un lugar al cual ir. Habían sido
abandonados por su familia e inclusive algunos por los orfanatos. Desvié tanto
dinero como pude para que sobrevivieran hasta el momento que decidieran partir,
siempre dándoles el mismo trato para apresurar su deserción. Pero eso no quita
la culpa que siento de haberlos mandado a la guerra. Ya no recuerdo siquiera el
número de niños que murieron por esta estúpida guerra sin sentido. –
El
Director que tenía un rostro duro, era el mismo que lloraba por la pérdida de
sus niños. Cargaba con un peso tan grande inclusive para un adulto.
− Así
que… tu eres el último, Spero. – Dijo como si fuese a concluir su charla. – No
quiero ver a más de mis niños morir, por lo que te pido que te marches. –
Se alejó
un poco de la rejilla por la cual se encontraba hablando con Spero y comenzó a
buscar en su ropa por algo. Y entonces volvió a acercarse.
− No es
mucho, pero es lo que tengo. – Extendió su mano fuera de la rejilla y le mostro
unas cuantas monedas a Spero. – Ya no tienes por qué pelear, inicia una nueva
vida. –
− Yo… no
puedo aceptarlo – Respondió Spero.
− Vamos…
déjame ayudarte, aunque sea en el adiós –
¿Ayudarme? El
Director ya lo había hecho antes. Quizá y no lo recordaba, pero había sido
gracias a él que en cierto modo había podido sobrevivir durante tanto tiempo.
Dando la cara por Ciel y él. Dejando aquella cantidad de dinero para su día a
día… había hecho más de lo necesario, más que una simple ayuda.
− Mejor
espere a que lo saque de aquí, buscare una forma de entrar y abriré su celda...
–
− Spero…
no. – Los ojos del Director se miraban apagados, de una manera… triste. – Yo…
quiero quedarme aquí –
− ¿Qué?
–
− Si… −
Respondió sosteniendo la palabra un poco. – Sera lo mejor para mí… yo quiero
quedarme en esta celda. Pagar por todo lo que he hecho. Pagar por las vidas de
aquellos niños, aunque sé que no es suficiente. –
− No
diga estupideces Director. Si se queda… quizá lo asesinen por traición –
− Eso no
estaría mal tampoco… − Respondió con una sonrisa. – Ahora toma el dinero y
lárgate… por favor. –
Lanzo el
dinero que sostenía en su palma hacia Spero, quien se negó a recogerlo.
− No
puedo simplemente abandonarlo aquí… y deje de decir tonterías como que estaría
bien morir −
Spero no
tenía buenos recuerdos con el Director. En sí, no tenía recuerdos con él. Sin
embargo, no podía negar que este le había brindado su ayuda cuando la necesito,
por lo cual se sintió obligado a ayudarlo. Y escucharlo hablar de tal modo… no
le parecía lo correcto viniendo de una persona como él. Aunque no tuviesen un
lazo, aunque no fueran nada, no quería abandonarlo.
Pero… el
Director pensaba otra cosa.
− Solo
bromeaba – Dijo soltando una leve risa. – No pienso morir, y ellos no piensan
asesinarme. Muchas cosas han pasado últimamente y… no sería el momento para
asesinarme, no con la conmoción. De igual manera no quiero tomar la salida
fácil, quiero vivir y pagar por todos mis pecados, regresarle todo lo que les
debo a aquellos niños −
− Aun
así… debo pagarle de algún modo –
− Ya lo
has hecho. – Dijo el Director. – Dijiste lo mismo que pensé en aquel momento,
incluso yo no merecía estar en aquel lugar. Y eso es suficiente para pagarme.
Ahora vete antes de que llame a un guardia. –
Spero
como no queriendo, comenzó a levantar las monedas. Se puso de pie nuevamente y
dio media vuelta.
− Spero…
− Llamo nuevamente el Director.
− ¿Qué
sucede? – Pregunto Spero.
− Muchas
gracias por todo… −
− Yo… no
hice nada por usted –
Y no era
mentira. Su relación había sido prácticamente nula, inclusive el Director había
hecho más por él que Spero por el Director. Por lo cual sus palabras no tenían
sentido, ni iban al caso.
− Lo
hiciste… − Respondió haciendo una última pausa – Al final estuviste con él… y
es lo que importa. Así que Spero… no te culpes por lo sucedido, sigue adelante
y nunca te rindas. Hazlo por él –
Spero
había estado intentando ignorar lo sucedido en cierta medida. No podía decir
que ya no le dolía lo sucedido con Ciel, puesto que llevaba muy poco tiempo.
Inclusive dolía enormemente en su pecho, pero sentía que, aunque llorará, no
cambiaría nada. No era como si las lágrimas fuesen a traerlo nuevamente a la
vida; ni fueran a regresar el tiempo para tomar las decisiones correctas. Las
cosas ya habían pasado, y eso no iba a cambiar por más que lo intentara.
Pero las
palabras del Director se lo recordaron. Incluso después de haberlo abandonado,
lo perdonó como si nada hubiese pasado. Después de haber huido, Ciel lo recibió
siempre con una sonrisa. Incluso al final, se despidió con una alegre sonrisa
sobre su rostro. Como si dijera que todo fuese a estar bien.
Spero
supo que, si se quedaba un poco más, no sería capaz de irse nunca. Ciel había
en cierto modo, influido en su actual comportamiento. Como si una parte de su
actitud se hubiese pegado a él impidiéndole abandonar a las personas. O quizá
era la culpa de sus errores. No era algo que importara para indagar en ello
realmente. Por lo cual, sin decir un adiós, Spero se retiró.
La noche
hacia que fuese difícil mirar. La falta de comida le había hecho efecto y se
comenzó a marear. Sin un lugar al cual ir, Spero siguió caminando.
¿Qué sigue ahora?
¿Qué
seguía después de todo? El objetivo, que aun sin ser suyo, de buscar la paz
había sido en todo lo que había pensado desde hacía años. Incluso su objetivo
temporal de “convertirse en panadero” había terminado. Por lo cual no había
nada más para él. Ya no había nadie que lo obligara a pelear en la guerra porque…
ya no había una guerra en la cual combatir.
Spero no
tenía familiares, ni amigos, ni conocidos con los cuales vivir su vida de ahora
en adelante. Tampoco se podía quedar en la ciudad después de lo que había dicho
y hecho, por lo cual su única opción era abandonar Santa Fe y dirigirse a una
ciudad vecina. ¿Pero a dónde? ¿Con que motivo?
Aunque
huyera a otra ciudad, podían estarlo buscando. Todo dentro del reino estaba en
su jurisdicción, por lo cual sería fácil para ellos juzgarlo una vez lo
encontraran. Quizá y hasta ponían precio a su cabeza, después de todo había
roto su bien más valioso, la estúpida roca.
¿Fuera del reino? Spero
se planteó esa idea. Aunque nadie realmente había ido más lejos de lo que se
marcaba en el mapa. Debido a los constantes ataques, estos nunca habían tenido
la oportunidad de viajan más lejos de sus lugares ya conocidos y establecidos.
A excepción del último ataque que había sido un tanto alejado. Pero fuera de
esa excepción, nadie conocía nada más allá. ¿Hay
algo siquiera allá afuera?
Sin
contar los ataques de los demonios, nunca habían sido atacados por otros
reinos, en el caso de que existieran. Ni escuchado de gente que llegara desde
otros lugares, como si su reino fuese lo único en el mundo. Pero… era un poco
absurdo ¿no? Creer que eran los únicos allá fuera. ¿Qué tan grande es el mundo realmente?
Esa
pregunta llego a la cabeza de Spero, aunque no era suficiente la curiosidad
como para forzarlo a viajar ahora que había paz. Él nunca fue el tipo de
persona que ambicionara con mirar lo que nadie había visto antes, de lo
contrario hubiese entrado al equipo de reconocimiento. Pero podría ser un buen objetivo. Quizá lo era, pero no uno para
él.
Al cabo
de darle unas vueltas al asunto llego a la conclusión de que efectivamente, la exploración
no era para él.
Quizá ya es hora… ¿Hora? Si… creo seria lo correcto.
Al
parecer, Spero había llegado a una conclusión. ¿Un nuevo objetivo? Claramente
no, era muy pronto para ello. Pero… ¿Cómo podía tener un nuevo inicio sin
siquiera haber terminado sus asuntos pendientes? Durante un largo tiempo había
ignorado algo muy importante. Algo de lo que igualmente había estado huyendo
hacia mucho tiempo. Algo que había estado intentando olvidar.
Creo que es hora de que visite a mamá.
Quizá…
esa era la mejor opción.
Comentarios
Publicar un comentario