La Profecía del Héroe - Capitulo 9: Tal cosa no existe
Después de todo lo sucedido, Spero llego a la conclusión de que lo mejor
que podía hacer era volver a su pueblo. Habiéndose convertido en una especie de
criminal para el reino, su pueblo parecía el mejor lugar para ocultarse.
Igualmente, habían pasado un par de años desde que había visitado a su
madre, quería verificar si esta se encontraba en buen estado y platicarle un
poco de sus vivencias hasta el momento. De lo contrario, posiblemente no podría
continuar. No había forma de iniciar una nueva vida con cosas pendientes de tu
pasado.
Pero no era tan simple como desearlo para llegar hasta allá. Spero dejó
pasar la noche y planeo ponerse en marcha al día siguiente. Pero no tenía
provisiones ni una forma de llegar hasta su pueblo, el cual estaba algo muy
alejado de central. El tiempo que le tomaría llegar en carreta era de
aproximadamente media semana, por lo cual le tomaría alrededor de una semana
llegar hasta allá o aún más. Ya que no podía tomar un transporte debido a su
posición.
De igual manera tenía que encontrar una forma de proveerse de alimentos
para el viaje, no tendría sentido aventurarse sin ir preparado. Era más probable
morir a mitad de camino que llegar en un mes. Pero eso era problema para la
mañana siguiente, lo que más quería y debía, era descansar. Por lo cual volvió
a el callejón donde se había escondido antes, en el cual paso la noche.
A la mañana siguiente el rugir de su estómago lo despertó. Había pasado
un largo rato sin comer, cosa a la que no estaba totalmente acostumbrado. Así
que sin pensarlo mucho, deambulo en busca de comida, aun siendo esa la peor
decisión que pudo haber tomado.
Aun habiendo pasado solamente un día, había unos cuantos cartelones
pegados alrededor de la ciudad ofreciendo una recompensa por su cabeza. Para su
suerte, dichos cartelones solamente eran provisionales y ponían las
características del individuo sin un retrato. Y para aún más suerte de él, sus
características no era unas fuera de lo común. Dándole la oportunidad para
prepararse para su partida.
Lo primero que hizo fue conseguir algo para desayunar, y aun dudándolo,
tuvo que usar las monedas que le había dado el Director. Agradeciendo
nuevamente a este por la ayuda que le había brindado. Una vez termino de comer,
compro cosas básicas para su viaje, tales como pan y agua. Cosas que fuesen
baratas y llenaran el estómago aun sin un muy buen sabor, y que no fueran tan
perecederos para aguantar el gran trayecto.
Igualmente pensó en conseguir un caballo, para llegar con menos
dificultad hasta su pueblo, pero pensó que esa adquisición solo llamaría la
atención de los vendedores. Los cuales venderían dicha información sin dudar,
cosa a la cual no se quería arriesgar. Por lo cual opto, como en veces
anteriores, correr hasta su pueblo. En todos esos años de entrenamiento, había
adquirido una velocidad y resistencia considerable para poder realizar el
trayecto, claro, tomando descansos y una buena alimentación.
Por lo cual, sin más opción. Miro una última vez atrás, hacia el Templo
de Santa Fe, donde aún mantenían el cuerpo de Ciel. Adiós, hermano. Y procedió a retirarse de la ciudad.
En el camino fue pensando en distintas cosas, de la cual se destacaba el
hecho de que al final nunca pudo entregarle la flor a Ciel. Se preguntaba si
eso lo hubiese molestado, después de todo, todos le habían dado una, menos su
mejor amigo. ¿Podrá descansar en paz? Preguntas
triviales que en cierto modo hacían más llevadero el viaje.
El primer día corrió sin parar durante unas cuatro horas seguidas,
subiendo y bajando el paso. Luego tomaba un descanso largo y tomaba un poco de
agua. Para después seguir corriendo por una larga cantidad de tiempo.
Pensó que quizá lo mejor sería descansar en una posada de las ciudades
por las que pasaba, pero recordó como era que lo estaban buscando y lo rápido
que se corría la información. Por lo cual opto por dormir fuera de las ciudades
y solamente cruzar a través de estas cuando fuese necesario.
Al cabo de una semana y un par de días, llegó.
El pueblo seguía en las mismas condiciones que cuando se había ido. Solo
que ahora se miraba un tanto más solitario. Las personas que habían vivido
durante todo ese tiempo no eran más que viejos ya grandes de edad, por lo cual
concluyo que estos ya habían pasado a mejor vida. Todo un pueblo para mí solo…
Lo primero que hizo al llegar fue visitar su vieja casa, la cual seguía
intacta. El solo respirar el aire dentro de esta le traía una sensación de
nostalgia. Tocar las paredes y reconocer al momento la textura. Recorrió todo
alrededor, aunque no era grande. Hasta que llego a su objetivo, la cama que
había compartido con su madre durante muchos años.
Se recostó sobre esta, y se sentía tan cómoda como la recordaba. Aun
siendo de una pésima calidad se sentía tan… bien. No podía evitar recordar
cosas de su pasado, las cosas que su madre le contaba, o las historias de su
abuelo. Como su madre siempre lo abrazaba y acariciaba su cabeza hasta que este
se quedara completamente dormido durante las noches. Todos buenos recuerdos.
Se quedó recostado en aquella cama alrededor de una hora, hasta que
decidió proseguir con su recorrido, puesto que aún no visitaba a su madre.
Spero camino hacia lo profundo de un bosque cerca del pueblo. Un bosque
hermoso como ninguno, tenía árboles que parecían alcanzar el cielo; flores que
adornaban el paisaje con sus vivos colores; y uno que otro animal rondando por
el lugar. Frente al árbol más grande, yacía enterrado un pedazo de madera
finamente tallado. Irrumpiendo la naturaleza, sin desentonar con el ambiente.
“Stella “estaba tallado en ese pedazo de madera.
Estoy en casa… mamá.
Spero se sentó frente a el trozo de madera, el lugar donde yacía su
madre. Y se dispuso a hablar con ella como si fuese una ocasión normal. Hablaba
sobre las vivencias que había tenido hasta ese momento; el cómo había conocido
gente importante en su vida, y como es que había crecido.
− Pero sabes… − Dijo haciendo una larga pausa, miro alrededor en aquel
bello bosque y luego continuo. – No creo volver allá. –
El clima en ese lugar era cálido sin llegar a ser caluroso; la tierra
era fértil; y tenía una casa en la cual quedarse, por lo cual pensó que lo
mejor era quedarse a vivir en ese lugar para siempre.
− Después de todo, ya no hay nada esperando por mí en aquel lugar. –
Continuo Spero – La guerra termino, por lo que ya no tengo que luchar más,
aunque desde un inicio no quise hacerlo – Dijo Spero soltando una leve risa.
− En realidad, ese era el objetivo de Ciel. Quería encontrar la paz, o
bien, ayudar a la gente a alcanzarla… él… era un chico muy bueno, mamá – Spero
aún no superaba la muerte de Ciel, era muy poco tiempo como para que estuviese
como antes, o despreocupado. – En ocasiones pienso que, y solo quizá, si no
hubiese huido de aquel lugar, juntos hubiésemos vencido al enemigo en aquel
lugar. Porque, aunque no lo parezca, estuve entrenando con él durante mucho
tiempo, y quizá, aunque no fuese mucha ayuda, podría haber hecho algo. Aunque
solo son suposiciones, y realmente ahora no importa mucho. –
Spero respiro hondo antes de continuar. No podía hablar de tales cosas
sin intentar llorar o quebrarse, por lo cual se tomaba un tiempo para
tranquilizarse y continuar la charla con su madre.
− Aunque en ocasiones, siento que todo es mi culpa – Continúo culpándose
a sí mismo. – Siento que estoy maldito desde mi nacimiento. Tal vez si yo no
hubiese nacido, tu habrías vivido durante mucho más tiempo, incluso el abuelo.
Ya que todas las personas que he conocido terminan igual, como si todo el que
se acercara a mi estuviese destinado a morir. Por lo que pienso que lo mejor es
quedarme de igual manera aquí, donde no cause problemas a nadie… aunque no es
como si pudiese volver realmente. –
− Solo pondrás más triste a tu madre, niño. – Dijo una voz proveniente
detrás de Spero.
Volteo rápidamente asustado a mirar quien era el que hablaba detrás de
él. ¿Me encontraron? Fue lo primero
que pensó. Quizá no puedo estar a salvo
ni en este lugar. Conclusiones rápidas fuera de lugar.
Detrás del solo había un anciano que, a simple vista, le era difícil
incluso mantenerse de pie. Su cabello era largo y blanco igual que el de Ciel,
pero este era debido a la edad, al igual que su barba; sus ropas estaban
desgastadas debido al tiempo, y eran muy simples; estaba de pie medio encorvado
y sus rodillas temblaban, parecía que se fuese a caer de no ser porque se
sostenía con un palo de madera que parecía usar como bastón.
− No deberías decir tales cosas frente a tu madre, ella no podrá
descansar de esa forma – Dijo el anciano.
Obviamente el anciano no era alguien peligroso. Por lo cual Spero no
debía estar alterado, pero aun con eso… ¿Quién era él?
− Oh… si… lo siento – Respondió Spero sin saber que decir.
− ¿Por qué te disculpas conmigo? – Pregunto el anciano – Deberías
decirle eso a tu madre, mira que venir y preocuparla con tales cosas
deprimentes –
Spero volteo nuevamente hacia donde se encontraba la lápida de su madre.
− Perdón… mamá. –
− Pero dilo con sentimiento, postra tu cabeza en el suelo y hazlo como
si lo sintieras realmente. –
Spero siguió las ordenes y postro su cabeza en el suelo.
− ¡Perdóname mamá! Por no dejarte descansar; por haber tardado tanto en
visitarte; por solo traerte preocupaciones… Perdón por toda mamá. –
− Así está mejor – Dijo con una sonrisa orgullosa.
Se dio media vuelta y comenzó a caminar lejos del lugar. Sin decir nada
más, cosa que extraño a Spero, quien se puso igualmente de pie y lo siguió.
− ¿Quién es usted? – Pregunto deteniéndolo del hombro.
− Eso es lo que debería preguntarte yo – Respondió en cambio.
− ¿Yo? No evada la pregunta –
− ¿Por qué debería responderte? Tu eres el extraño en este lugar –
− Eso… Mmh… puede ser cierto –
− Te responderé si me respondes primero. –
¿Por qué debería responder yo primero? Spero había sido el primero en preguntar, y el anciano
se aferraba a no decir nada sin antes este responder. Poco sentido tenia
discutir u ocultar su identidad.
− Mi nombre es Spero, crecí en este pueblo – Respondió Spero a la
pregunta del anciano.
− Mucho gusto – Dijo el anciano – Mi nombre es Core –
¿Core? ¿Qué clase de nombre es ese? Y el anciano siguió su camino.
− Espere, aun no termino – Dijo deteniendo nuevamente al anciano.
− ¿Ahora qué quieres? – Preguntó el anciano.
− ¿Qué hace aquí? El lugar está vacío –
− ¿Qué hago aquí? Que pregunta más tonta. Yo vivo aquí –
Después de todo el lugar no estaba vacío, en el pueblo aún vivía un
anciano. Muy extraño, por cierto.
− ¿Tienes alguna otra pregunta? – Preguntó el anciano, sin recibir
respuesta por parte de Spero. – Si es así, entonces seguiré con lo mío −
Sin una razón para detenerlo, el anciano siguió su camino. Cosa que
Spero tenía que hacer igualmente. Se suponía que iba a vivir en dicho lugar,
pero… realmente no había pensado en ello a fondo. ¿Qué era lo que iba a comer?
Era la pregunta que más atención requería. Si bien, la tierra era fértil, no
era como si las cosas fuesen a crecer de un día para otro. Tampoco le quedaba
dinero para ir a comprar algo de comida, y aunque aún le quedaba algo de comida
que había comprado anteriormente, esta no sería suficiente para siempre.
Spero volvió a su casa, a recostarse y pensar un poco mejor las cosas.
Debía de guardar las energías para ponerse a hacer algo luego, aunque no tenía
idea de que era lo que se suponía tenía que hacer. No era como si él hubiese
aprendido algo de agricultura de todos modos, por lo cual no podía decir que
estación era mejor para plantar cierto tipo de vegetal o fruta; tampoco podía
vivir solamente de vegetales, almenas no de una forma cómoda, se había
acostumbrado a comer carne y no podía simplemente olvidar su sabor. Aunque en
ese caso la carne no sería tanto un problema, era un buen arquero, por lo que cazar
no sería problema.
Supongo debería ir por algo de leña. Pero tampoco tenía un hacha con la cual cortar
árboles. Las cosas se ponían complicadas entre más lo pensaba. Supongo recolectare ramas por el momento. Las
ramas igualmente servirían para improvisar un arco, cosa con la que tampoco
contaba. Y de igual manera para hacer algunas flechas, que, para su suerte, en
su casa aun había cosas como cuchillos.
Pues… no se diga más. Spero tomo un cuchillo de su casa y se dirigió hacia
fuera. Apenas dio un paso fuera de su casa, se topó con el anciano nuevamente,
Core.
− Espero que ese cuchillo no sea para matarme – Señalo Core.
− Ah… no. – Respondió algo confundido. – Solo iba por algo de madera −
− Si… − Dijo Core haciendo una breve pausa – Supuse tendrías problemas,
así que te traje algo de vegetales. –
Extendió la canasta que cargaba hacia Spero. En la canasta había todo
tipo de vegetales, los cuales se miraban increíblemente frescos. Papa, cebolla,
tomates, entre otras cosas.
− Oh, gracias – Respondió tomando con dificultad la canasta.
− Primero guarda el cuchillo, luego toma la canasta. No tienes que estar
tan nervioso –
En ese momento Spero volvió a pensar cuan afortunado era. No importaba a
qué lugar fuera, siempre se encontraba con una buena persona que cuidara de él,
que se preocupara y brindara su apoyo. Lo cual hacía sentir en cierta forma
culpable a Spero, ya que dichas personas terminaban del mismo modo. Muertas.
− No creo que… deba acercarse mucho a mi – Dijo Spero, confundiendo al
anciano.
− ¿Por qué? Ahora ambos viviremos en el mismo pueblo. –
− La gente que está cerca de mi… − Y sin antes acabar su palabra, el
anciano interrumpió.
− ¿Otra vez con eso? – Algo molesto. – Deja de decir esas tonterías. La
gente muere por sus propias decisiones o porque ya eran muy viejos, no te
culpes por ello. –
− Pero… aun así… − Seguía diciendo Spero con su característico tono.
− Deja de hablar así niño, harás que me deprima –
− Lo siento… −
− Deja eso, y toma la canasta. – Dijo empujando la canasta contra el pecho
de Spero. – Si yo llego a morir es porque soy un viejo, solamente eso. Poco
tiene que ver contigo, así que deja esa actitud –
En cierta forma Core tenía razón. Muchas de las cosas que habían
sucedido hubiesen pasado independientemente de Spero. Ciel ya se había puesto
ese objetivo desde antes de conocerlo, lo de Naive había sido algo que no pudo
evitar, así como tampoco pudo haber evitado que su hijo fuese a la guerra.
Vibes era igualmente un anciano, por lo que su muerte era algo de esperarse. Y
al final, el Director había tomado esa decisión por sí mismo. Pero, no era como
si eso quitara culpa de Spero, quizá era por su forma de ser, pero no podía
simplemente excusarse de toda culpa.
− Pero bueno… eres solo un niño – continuo Core. – No puedo culparte por
sentirte de dicha manera, no después de todo lo que pareces haber vivido. Pero
debes superarlo en algún momento, no puedes vivir del pasado para siempre –
No era la primera vez que Spero pensaba en ello, él también sabía que no
podía atenerse al pasado y vivir conforme a este. Si no que debía salir
adelante, planear su nueva vida, buscar un nuevo propósito, y quizá en un
futuro incluso hacer su propia familia. Pero… era difícil, no podía ignorar el
hecho de que seguía siendo solamente un niño, un niño que se sentía solo, pero
no podía estar con nadie más por el miedo de perderlos. Todas esas cosas
invadían la cabeza de Spero.
− Y bueno… si necesitas algo más, solo pídemelo – Dijo Core, haciendo
que Spero volviese en sí.
− Oh… si, muchas gracias –
Spero volvió dentro de casa para guardar los vegetales. Un problema se
había resuelto, pero aún quedaban unos cuantos más, no era como si pudiese
depender siempre de Core, eso nunca terminaba bien. Por lo cual, volvió a tomar
su cuchillo y salió en busca de madera.
No quería perturbar la paz del bosque donde descansaba su madre, por lo
cual vago en otra dirección. Para su suerte no muy lejos de ahí, había otro
pequeño bosque, del cual tomo algunas cuantas ramas, las suficientes como para
encender un fuego y cocinar algo con los vegetales.
De regreso dio un recorrido alrededor del pueblo, en busca de la casa de
Core para agradecerle nuevamente por la ayuda. Pero la mayoría de las casas con
las que se encontraba estaban vacías. Pensó que quizá podría encontrar algo
útil dentro de estas, por lo cual hecho un vistazo dentro. Sin embargo, no
encontró nada útil. En dichas casas solo quedaban algunos utensilios, y muebles
que él no necesitaba.
− ¡Hey! – Escucho un grito a lo lejos − ¿Ahora también robas? –
Pudo mirar a un anciano acercándose, dicho anciano era el mismísimo
Core.
− ¿Eh? – Respondió sin encontrar una respuesta rápida. – No, solo…
buscaba su casa –
− ¿Y eso como para qué? ¿Planeas robarme después de todo? –
− No, yo… solo quería agradecerle nuevamente por los vegetales. – Spero
separo un poco de las ramas que había cortado y las ato con un cordón que
cargaba consigo. – Quizá no sea mucho, pero tome esto para que encienda fuego –
Spero extendió el paquete de ramas hacia Core, aunque este no
reaccionaba.
− ¿Quieres un hacha? – Pregunto Core.
− ¿Disculpe? – Respondió Spero confundido.
− Si, un hacha – Reafirmo Core. – Esas ramas no serán suficiente para
encender el fuego. Se mira que tienes algo de fuerza, así que puedo prestarte
mi hacha a cambio de algo de leña –
Un trato justo.
− Sí, claro –
Core se dio media vuelta y comenzó a caminar sin decir nada, como lo
había hecho antes. Spero sin decir nada igualmente, comenzó a seguirlo.
Caminaron alrededor de unos cinco o seis minutos hasta llegar a una casa
que a simple vista parecía abandonada. Entonces Core dio un paso dentro de
esta, a lo que Spero espero fuera. Al cabo de unos segundos, salió nuevamente
con un hacha en la mano.
− Aquí tienes – Dijo extendiendo el hacha.
− Si… creo que es algo tarde para que vaya nuevamente a cortar leña – El
sol comenzaba a ocultarse, y estar a oscuras en un bosque no era la mejor
opción.
− Quédatela, no la necesito. – Dijo Core. – Solamente tráeme leña cuando
puedas, hace tiempo que no puedo sacarla por mí mismo –
Spero la tomo con gusto, dándole una sonrisa a cambio y un
agradecimiento. Y antes de que Spero se retirara, Core le llamo.
− ¿Qué piensas hacer ahora? – Preguntó.
Spero había estado pensando en ello desde hacía tiempo, pero aun no
llegaba a una conclusión clara.
− Supongo que por ahora me quedare en los alrededores – Respondió Spero.
Core se comenzó a rascar la barba, dando la típica imagen de un anciano
pensando.
− ¿Y la comida? – Pregunto nuevamente. – Ya estoy viejo, y no creo poder
mantenerte. Incluso es difícil para mí cosecharlas, y dudo que sepas algo de
agricultura –
− Si, no sé nada sobre agricultura. – Respondió Spero sin ocultar nada –
Por eso pensé que sería mejor cazar –
− ¿Y cuándo caces todo lo que hay? – Preguntó rápidamente.
Spero no había pensado en ello. La carne era un alimento que requería
tiempo, tiempo para que el animal creciera y se reprodujera, por lo que no
podía simplemente ir matando todo lo que mirara, alteraría el ecosistema y
seria poco beneficioso para él.
− Ya pensare en algo – Respondió Spero apartando la mirada.
Core dejo salir un suspiro y agito su cabeza.
− Ven mañana con algo de leña, te enseñare lo básico de la agricultura.
Aprovéchame antes de que muera –
Morir… decía esas palabras con tanta sencillez. Como si para el importase
muy poco.
− Esta bien… gracias – Respondió Spero haciendo una pequeña reverencia,
para luego retirarse.
Spero aprendió un poco de cocina cuando vivió con Naive, no se dedicaba
únicamente a la panadería. Por lo que no tuvo problemas para prepararse una cena
una vez encendió el fuego con las ramas que había llegado. Y antes de comer,
agradeció nuevamente a Core por los vegetales que este le había proveído. Y una
vez termino de comer, se dispuso a dormir, quería despertar temprano para
iniciar su día con energías.
Al día siguiente Spero se levantó temprano, lleno de energía como había
deseado. Preparado para aprender un poco más sobre cualquier cosa que le fuese
a enseñar Core. Así que, sin perder tiempo, se alisto y corrió a la casa de
este.
Cuando llego, noto que Core aún no se había despertado. Y tampoco
respondía a los llamados que este le hacía. Lo cual en cierto modo le preocupo
un poco, así que, sin su permiso, entro a mirar si se encontraba bien.
− Core… − Susurraba. − ¿Estas despierto? –
Caminaba a través de las habitaciones en busca de este, pero no lo
miraba por ningún lugar. Hasta que, al abrir una puerta, lo encontró.
Se encontraba recostado en su cama tan tranquilo… no se movía ni un
centímetro y no parecía estar respirando. Spero pensó lo peor al momento. No otra vez… Se acercó lentamente a
Core, casi como si quisiese llorar. ¿Por
qué toda la gente que conozco acaba así? Se preguntaba.
− ¡Oye! – Grito levantándose de golpe. Haciendo que Spero reaccionara
dando un salto hacia atrás. − ¿Qué haces en mi casa? –
Así que está bien… menos mal. Aunque no era algo tan extraño, y había sido solamente
Spero quien había saltado a conclusiones rápidas.
− Ayer estabas todo tímido y llorón. – Continuo Core acomodándose en su
cama. – Y hoy incluso irrumpes en mi casa ¿Qué pasa con el cambio de actitud
tan repentino? –
Él ya se había dado cuenta de ello, incluso sentía como que se estaba
forzando a si mismo por ser algo que no sentía. Pero por algo debía iniciar, no
era como si podía seguir triste para siempre, tenía que cambiar su mentalidad
para seguir adelante. Pero, aun así, no pudo responderle como era debido a
Core.
− Bueno… no importa – Dijo Core gruñendo poco. – Ya que eres joven no
tendré piedad, así que prepárate –
Core no solamente tenía cultivos, tenía incluso animales, como si fuese
un tipo de granjas. Estaban escondidos en una parte de la casa que no se podía
mirar a simple vista, como si fuese un tipo de corral. “Es para que no se coman
a mis gallinas” decía Core, puesto que en su mayoría eran gallinas y uno que
otros cerdos.
Así fue como inicio la pacifica vida de Spero el granjero. Puesto que,
desde ese día, comenzó a aprender el oficio de agricultor y granjero. Por las
mañanas aprendía como arar la tierra y durante las tardes alimentaba y cuidaba
a los animales.
Spero era una persona algo calmada por naturaleza, aunque tenía sus
momentos de irracionalidad en las que se dejaba llevar por el odio, como había
sucedido antes. Pero fuera de ello, seguía siendo una persona algo tranquila,
lo que le ayudo para el cuidado de los animales, puesto que estos eran algo
difíciles de cuidar, requiriendo paciencia para darle un buen cuidado.
No paso más de medio mes cuando Spero logro arar bien la tierra, aunque
no hacia solo eso. No era suficiente para ser un buen granjero. Por las noches
estudiaba el ciclo de los vegetales, para saber en qué estación era mejor
plantar cada uno de estos. Y, a decir verdad, Core era un buen maestro.
Para el año, Spero había
comprendido las bases de la agricultura y los animales se habían encariñado con
él.
− Aprendes rápido – Señalo Core.
Aunque no solamente su relación con los animales había mejorado, incluso
se había hecho más cercano a Core. Quien, aun teniendo una actitud medio
extraña, era una buena persona, y muy inteligente. Quizá es debido a la edad, ya sabes, la experiencia viene con el
tiempo.
Todo marchaba bien, incluso algunos comerciantes ambulantes rondaban por
el pueblo ocasionalmente. Aprovechando la llegada de estos, vendían algunas
cosas para sacar algo de dinero, o incluso las cambiaban por algún animal o
comida.
Lo que más se vendía eran artesanías que hacia Spero, que si bien, no
eran muy buenas, eran lo suficientemente bonitas como para que se interesaran
en ellas. Las artesanías que hacia no eran más que un hobby que había tomado
Spero debido a que tenía mucho tiempo libre, pensó que la lápida de su madre
era muy bonita, pero quería hacer una aún mejor. Por lo que comenzó a tallar en
madera durante un largo tiempo, mejorando cada día.
Core se negaba a recibir algo de dinero, puesto que decía que para él no
serviría de nada, que era mejor que Spero lo guardará para cuando decidiera
dejar el pueblo. Aunque esa idea había dejado la cabeza de Spero hacia tiempo.
Pero como era de esperarse… la paz no era algo que fuera bien con Spero,
puesto que en el segundo año sucedió una tragedia. Después de haber compartido
unos bellos momentos, por los cuales Spero había tomado cariño, murió. El cerdo
llamado “Botan” murió debido a la edad. Spero se había encariñado a tal punto
con él, que se había negado en frecuentes ocasiones a quitarle la vida para
comerlo. Pero… era el ciclo de la vida haciendo su trabajo, se llevó al pobre
Botan quien ya era un cerdo de edad, que llevaba mucho más tiempo que Spero en
el pueblo. Haciendo que después de un tiempo, Spero volviese a derramar unas
cuantas lágrimas.
Pero no era como si pudiesen desperdiciar la comida. “La comida es
sagrada” Era algo que la madre de Spero solía decir. Por lo cual, derramando lágrimas,
Spero corto y cocino a Botan.
− ¿Por qué…? – Preguntaba Spero moqueando y derramando lagrimas − ¿Por
qué eres tan delicioso? −
Al tercer año la granja de Spero había crecido. Dejo que las gallinas
conservaran algunos de los huevos para que estas produjeran algunos pollos.
Cosa que no había hecho Core debido a que no podía cuidar como era debido de
ellas. Y para ese año, Spero comprendió que, aun teniéndole cariño a sus
animales, debía matarlos en algún momento. Después de todo los había criado con
el objetivo de que estos le suplieran de alimento en algún momento.
Para el cuarto año Spero ya tenía 19 años. Y seguía con las mismas o más
energías. Habiendo pasado el tiempo, parecía haber superado un poco lo sucedido
en su vida. Aunque no era como si lo fuese a olvidar, no se podía permitir
hacerlo, puesto que debía cargar con sus recuerdos por el resto de su vida, de
lo contrario… realmente los traicionaría.
Por otro lado, Core estaba cumpliendo 99 años, ochenta más que Spero.
Pero para sorpresa de este, parecía que no iba a ceder ni un poco. Aunque
hablaba constantemente de que su muerte se acercaba, parecía estar más vivo que
cualquier otro anciano.
Para el quinto año, Spero había perfeccionado en cierta forma su manejo
con el cuchillo. Aunque solamente para sus artesanías, las cuales se solían
vender a un buen precio. Usualmente eran figuras talladas de animales o cosas
algo más complicadas. Incluso imito lo escrito en la roca, haciendo como si
fuese una mini-roca de la profecía.
Aunque las cosas que mejor tallaba solía dejarlas al lado de su madre,
con la cual solía conversar seguido. Le contaba cómo era que estaba viviendo,
sobre “Core” la nueva persona que había conocido; como era que había mejorado
con la agricultura y el cuidado de ganado. Solía tranquilizarse mucho al hablar
con su madre, aun siendo una conversación de un solo sentido.
Igualmente practicaba un poco de Ajedrez con Core, juego que encantaba a
Core. Aunque Spero solía darle algo de pelea en ello, Core era superior por
mucho. Y siempre se burlaba de Spero por perder, como si fuese un niño.
− Ni en cien años podrás ganarme – Decía seguido de una risa.
Lejos de desanimar a Spero, esto le causaba en cierto modo gracia, y le
encantaba mirar que Core igualmente se divertía.
Habiendo pasado cinco largos años, Core volvió a hacer aquella pregunta.
− ¿Cuándo piensas dejar el pueblo? – Pregunto después de una larga
jornada de trabajo, frente a su tablero de ajedrez durante su típica partida.
Spero había abandonado la idea de dejar el pueblo hacía tiempo, puesto
que se sentía cómodo en este, añadiendo el hecho de que no sentía que realmente
necesitara dejarlo. Su vida ahí era pacífica y podía ser autosuficiente, por lo
que no había problema con quedarse ahí.
− ¿Por qué debería hacerlo? – Pregunto Spero en respuesta, moviendo una
pieza.
− “¿Por qué?” Preguntas… − Respondió Core, moviendo igualmente una
pieza. – Ya tienes veinte años, a esa edad ya deberías estar buscando una
esposa –
Una esposa… Spero no había tenido contacto con mujeres que no
fueran su madre, algo lamentable de decir a su edad, pero era la verdad. Claro
que había visto a otras mujeres e incluso de había interesado en algunas niñas
en sus días de la academia, pero nunca se acercó a ellas por timidez o
solamente no supo cómo hacerlo. Por lo que la idea de tener una esposa era…
algo lejano.
− Ya sabes, casarte y tener hijos es parte de la vida – Continúo Core. –
Y yo no pienso casarme contigo… mucho menos darte hijos –
Una imagen de Core vestido como mujer paso por la mente de Spero, una
imagen desagradable que intento borrar tan pronto como pudo.
− Supongo tienes razón – Dijo Spero, moviendo una pieza en su turno.
− Igualmente yo moriré pronto – sacando
nuevamente ese tema – Y no quiero que te culpes por ello, sería un
fastidio. Moriré de viejo, no por un tipo de maldición tuya, por Dios, tengo
cien años ya –
− Sabes que me molesta hablar de esos temas… así que déjalo por favor –
Respondió Spero soltando una carcajada y moviendo otra pieza.
− Aun así, piénsalo, no podre cuidar de ti por siempre – Core movió por
última vez una de sus piezas. – Jaque mate. Ya es hora de que regreses a casa,
y piensa lo que te dije, no podrás huir de ello por siempre. –
Spero se levantó del banquillo donde estaba sentado y miro como Core lo
estaba ahuyentando con su mano, haciendo como si barriera en el aire.
− Que descanses – Dijo Spero despidiéndose – Pero no descanses para
siempre –
Incluso el podía manejar uno que otro chiste sobre la muerte.
Spero estaba algo cansado, había hecho un gran trabajo ese día, así que,
sin más dilación, procedió a retirarse y descansar en su casa. No sin antes
pensar en cómo sería su vida si tuviese una esposa. No suena nada mal.
Dichos pensamientos no dejaron que este conciliara el sueño, por lo que
se paró de su cama y camino fuera de la casa. Caminando me cansare aún más y me quedare dormido. Un método
razonable.
Pensó que igual era una buena idea llevar alguna fruta, por lo que
camino a la mesa donde tenía algunas manzanas. Pero, aunque ahí no encontró
ninguna manzana, encontró algo más.
¿Un libro? En la mesa había un libro forrado con solo una
inscripción en el. “Manual del Héroe” decía. Spero no recordaba haber dejado
tal libro en la mesa, más bien, no lo había visto antes. Quizá es de Core. Tomo el libro y salió a dar una caminata, pensó
en llevarle el libro a Core, pero ya era algo tarde para eso.
Tenía un grosor considerablemente grande, lo que despertaba la
curiosidad de Spero. Hacía tiempo que no leía algún libro, así que pensó que,
en vez de caminar, quizá podía conciliar el sueño si se disponía a leer de
este. Aunque su portada no decía mucho, quizá era un cuento de fantasía por lo
del título.
Abrió el libro y… no había nada. Aun conteniendo una gran cantidad de
hojas estas no decían nada, completamente vacío. Que estafa. Ojeo las paginas para ver si había algo más, pero no
encontraba nada. Al ojearlo rápidamente noto como que había alcanzado a mirar
algo, por lo que volvió a ojearlo más lento. Hoja por hoja busco lo que había
visto, definitivamente había algo escrito. Y entonces lo encontró.
“La paz… no existe.”
Al leer exactamente ese texto, el cielo se iluminó, tornando el oscuro
paisaje en un color naranja. Spero giro rápidamente su cabeza para solamente
mirar como un gran hongo se proyectaba a lo lejos.
¿eh?
Comentarios
Publicar un comentario