La profecía del Héroe - Prologo
Un conflicto se lleva a cabo en una sala, la sala del trono enemigo. El
sonido de las espadas resuena en ella al golpearse una contra otra.
− ¡Acabalo ahora! – Grita alguien el fondo.
Una batalla se está llevando a cabo en aquella sala. De un lado se
encuentran los humanos que intentan imponerse ante su enemigo, lo que llaman
“demonio” aun siendo muy similares entre ellos. Aun siendo un ataque por parte
de los humanos, se ven abrumados ante la fuerza de los demonios.
− ¡Vamos! Solo resistamos un poco más – Suena al fondo nuevamente.
Frente a todos ellos se encuentra una persona, da la impresión de ser el
jefe de los humanos, debido a que en su cabeza no hay cuernos que es lo que
caracteriza a los denominados “demonios”. La persona que está al frente es
alguien que viste de una brillante armadura, que resalta entre la de los demás
soldados que se encuentran en aquella sala, acompañada de una larga capa que
cubre su espalda… aun con eso, no es nada en comparación del jefe enemigo. Aun
solo siendo unos cuantos centímetros más alto que el jefe humano, el jefe
demonio es imponente y emana un aura que hace temblar a cualquiera que se
acerca a él. Sin embargo, el jefe humano lejos de temer por su vida, se
mantiene firme ante cada golpe.
− Esto… esto está llevando mucho tiempo, no podremos aguantar más – dice
un soldado con temor a morir. Aun habiendo quitado la vida de algunos demonios
con anterioridad. Aprovecha un descuido del enemigo y acaba con él, seguido da
la vuelta y parece querer huir.
− ¡No huyas! Solo confía en el… ¡confía en el Héroe! – Dice otro soldado
de apariencia regular, un simple vasallo. Aun denotando un gran temor a la
muerte al cubrir cada golpe, se mantenía firme, igual que aquel que llamaban “Héroe”.
La confrontación sigue unos cuantos minutos más, los humanos poco a poco
retroceden. Ni dos humanos son suficiente para hacer frente a un solo demonio.
Sin embargo, el “Héroe” no retrocede, sigue adelante cubriendo cada golpe que
suelta el jefe contrario. Su espada parece perder filo a cada golpe, el escudo
que porta comienza a abollarse, los golpes resuenan fuertemente, pero él se
mantiene firme, sin retroceder ni un solo paso.
− Lo sabía… lo sabía, ¡el Rey demonio es invencible! – Grita un soldado
asustado. Debido a su descuido y poca fe, intenta huir del campo… la peor
decisión que pudo tomar. Aquel soldado al igual que muchos antes que él, es
atravesado por el arma enemiga, perdiendo la vida instantáneamente.
Los soldados son diezmados uno tras otro, lo que era un gran ejército se
vio reducido a un solo batallón de unos cuantos hombres. La moral de los
soldados esta por el suelo, ellos solo quieren volver a casa… pero si pierden
aquella batalla no habrá un lugar al cual volver.
− ¡No se rindan! – Resuena un grito sosteniendo aquella orden. – ¡Es
ahora o nunca! No nos echaremos atrás, esta es la última batalla… ¡aquí es
donde encontraremos nuestra paz! –
El hombre que gritaba tales cosas era aquel que llamaban Héroe. Aun
siendo el que se encontraba enfrentando al jefe final, a la persona con más
poder en ese momento, capaz de diezmar batallones por su cuenta, había gritado
fuertemente para subir la moral de su ejército. Aun siendo el líder, él no era
un rey, un monarca o un emperador… él era el Héroe que los llevaría a la victoria.
Tanto soldados como demonios fueron aturdidos por aquel grito, fijando
sus miradas en aquella épica batalla, dejando de lado su propia batalla. El Rey
da un golpe directo al brazo izquierdo del Héroe con su espada, a lo que el
Héroe responde cubriéndolo con su escudo, sin embargo, el golpe es tal que
logra hacer un doblez en el escudo. El Héroe aprovecha el impulso del golpe que
recibió para girar y asestar un corte a la armadura del Rey con su espada, lo
cual no parece hacer mucho efecto. El intercambio de golpes continua, ambos
diestros en el arte de la espada, ambos poseyendo una gran defensa que parece
inquebrantable.
− ¡Vamos! – Grita por última vez el héroe sosteniente su voz.
El Rey dirige una estocada con gran determinación al pecho del héroe. El
golpe que decidiría el fin de la batalla, un escalofrió recorre la espalda de
los soldados.
− Es el fin… − dice un soldado preparado para morir cerrando sus ojos.
El golpe… con un movimiento milagroso fue desviado por el escudo del
héroe. Respondiendo inmediatamente con un contra-ataque. Con un rápido
movimiento, la batalla llega a su fin. El héroe… atraviesa al Rey por el pecho
cercas del corazón, sin dar directo a este, retira con rapidez su espada del
pecho y da el ultimo corte, cortando de lado a lado el cuello del Rey,
decapitándolo limpiamente. La imagen es tal que todos se quedan sin palabras.
No es hasta que la cabeza del Rey suena al caer en el suelo que todos vuelven
en sí.
− Lo hizo… − Murmura alguien en el fondo.
− Lo logro… − Murmura otra persona – ¡Venció al Rey! –
− ¡Lo logramos! – Gritan los soldados restantes llenos de esperanza.
Como era de esperar, presenciar la muerte de su Rey bajo el espíritu de
los demonios. Los humanos que se veían en desventaja, aprovecharon la conmoción
para alzarse nuevamente, abrumando a los demonios. El rol se invirtió y un
humano era suficiente para acabar con dos demonios… inclusive tres. El ejército
se movía delante hacia su Héroe, arrasando con todo a su paso.
El Héroe envaino su espada y se mantuvo firme dando la espalda a su
ejército, admirando su hazaña, su logro.
Demonio tras demonio caían ante los implacables humanos. El Héroe no se
movió de su lugar, por no poner en desventaja aún más al enemigo o por simple
compasión no se unió a la batalla.
Lo que parecía imposible se volvió posible, los humanos estaban
arrasando todo a su paso, los demonios no tenían tiempo siquiera para llorar la
pérdida de su Rey (si es que ellos podían llorar). Todo acabo al cabo de unos
minutos, cuando el ultimo demonio en aquella sala fue exterminado.
− Acabo… − Murmuro uno de los soldados que sobrevivieron. – Realmente
acabo –
Los soldados estaban exhaustos, tanto física como mentalmente, habían
visto a caer muchos de sus compañeros y posiblemente por su mente solo rondaba
la pregunta “¿Cómo es que sobreviví?”.
− Al fin termino… − dijo un soldado dejando salir un suspiro, comenzó a
caminar a uno de los cadáveres, quizá un amigo. – Todo acabo… pero no es lo
mismo sin ti, desearía que estuvieras aquí conmigo para celebrar... – El
soldado parecía estar reteniendo algo, como si tratase de esconder sus
sentimientos, pero era inútil, sus ojos habían comenzado a lagrimear y no paso
mucho hasta que rompió en llanto. Las lágrimas caían en la armadura de su amigo
que había caído, uniéndose a la sangre derramada en el suelo.
El rey demonio había caído… llevándose consigo aliados, compañeros,
amigos… familia de un sinfín de personas. Aun siendo una victoria para la
humanidad, la moral decaía, cada vez había más soldados llorando por sus
aliados, un aura depresiva invadía la sala.
“¿Qué es lo que ganamos? “
Pensaba más de uno.
− ¡Levanten sus cabezas! – grito un soldado al fondo – Está bien que
lloren por los que perdieron, nadie los juzgara, pero aun así… ¡Levanten sus
cabezas! Yo al igual que ustedes siento dolor, es lo que nos
hace humanos… pero… Hemos ganado ¡Y eso es más que suficiente para que haya
valido la pena! No bajen sus cabezas, si lo hacen, ellos no podrán descansar en
paz, sonrían, celebren, que una nueva era comenzara, un mundo de paz para que
crezcan nuestros hijos… –
Las palabras provenían de un simple soldado, alguien que, igual que los
demás había perdido de todo en aquella batalla, a su cuerpo le faltaba un brazo
y a su rostro un ojo. Aquel soldado en específico había mencionado “Hijos” …
irónicamente la guerra se los había quitado con anterioridad.
− No menosprecien los sacrificios de los caídos… sean como el Héroe que
se ha mantenido firme aun habiendo perdido a tantos de sus soldados, honrando
incluso a su enemigo –
Los soldados postraron su mirada sobre el Héroe que se mantenía en pie,
por el que habían ganado aquella guerra. Su capa ondeaba con un repentino
viento que había entrado a la sala, así mismo como si fuese parte de un
milagro, una luz entro por una ventana, directamente a la resplandeciente
armadura del Héroe. Lo que estaba ante sus ojos maravillaba a cualquiera, era
simplemente una imagen hermosa.
− V… Victoria – Murmuro el soldado que lloraba frente a su amigo.
Centrando la atención en él.
− Victoria – Dijo otro soldado en otra parte de la sala.
− ¡Victoria! – Grito uno de los soldados. Seguido de otro y uno más.
Los gritos de victoria invadieron la sala, resonando fuertemente. Los
soldados restantes se pusieron de pie uno tras otro, alzando sus puños al
cielo, gritando “Victoria” nuevamente.
− Al fin podré volver con mi esposa… −
dijo uno de los soldados con alivio esbozando una linda sonrisa.
− Ya quiero ver que tanto creció mi pequeño – dijo otro con ansias por
ver a su hijo.
− Creo que yo cuidare de mamá… debió sentirse muy sola desde que me fui –
dijo otro con preocupación y algo de culpa.
− ¡Yo cumpliré mi sueño de vender flores! – Grito otro. Sus palabras
resonaron entre toda la multitud, puesto que grito en el momento en el cual
hubo silencio, captando la atención de todos estos – Digo… abriré un bar –
El resto de soldados no pudo aguantar la risa al haber escuchado un
sueño tan tonto… pero era simplemente alentador el escuchar algo así. El mirar
como después de tanto sufrimiento y mirar un paisaje tan desolado, aun había
gente que miraba al frente, que buscaban seguir con su vida y tenían sueños.
Uno tras otro perdió el miedo y grito su sueño.
− ¡Yo quiero bailar! – grito otro soldado.
− ¡Yo escribiré una novela!... aunque debo aprender a escribir primero…
– dijo con pena otro soldado.
El aura depresiva que había invadido la sala se dispersaba poco a poco
debido a los sueños llenos de alegría y esperanza de los soldados.
Las risas y la gente contando su sueño no pararon. Algunos se sentaban a
descansar y recibir atención a sus heridas, mientras que otros se acercaban a
sus compañeros caídos para decirles adiós.
Así mismo, uno de los soldados, el 358 en la lista para ser exactos, se
acercó al Héroe que no se había movido ni un centímetro.
− Todo acabo, lo lograste – Le hablo con una informalidad que solo los
conocidos o alguien con mucha confianza haría. – Por fin podemos volver a casa…
y es todo gracias a ti –
El Héroe no giraba siquiera su cabeza para agradecer los elogios de su
conocido.
− Pero enserio… no sé cómo lo lograste, ¡lo venciste tu solo! – Decía
con gran asombro, inclusive parecía brillarle los ojos. – Cuando dijiste que
querías enfrentarlo tu solo pensé que estabas loco, iba a saltar a ayudarte
apenas te viera flaquear… aunque dudo que pudiese hacer algo la verdad –
El soldado 358 soltó una leve risa, hablaba en tal confianza que
confirmaba ellos eran cercanos, quizá un amigo. Por otro lado, el Héroe no
respondía ante ninguna de las palabras de su amigo.
La sangre que salía del cuerpo decapitado del Rey seguía fluyendo, había
dejado un pequeño rio que se extendía hasta el calzado del Héroe, realmente era
algo asqueroso.
− Rayos… con lo que odio la sangre, me provoca náuseas y es difícil
quitar el olor de la armadura – dijo el soldado 358 irónicamente.
− Lo logre… ¿No? – pregunto el Héroe de una forma muy sospechosa
enfatizando en el “¿No?”.
− Es lo que yo dije… Lo lograste − respondió el soldado 358 con un tanto
de confusión.
− Al fin habrá paz… ¿No? – Pregunto nuevamente el Héroe.
El soldado 358 se encontraba un tanto confundido, la voz del Héroe
sonaba un poco apagada, añadiendo el hecho de sus preguntas sin sentido. Si
bien, la paz no llegaría, así como así, estaban más cercas de lograrlo sin los
demonios atacándolos.
Fue cuando miro nuevamente el calzado del Héroe que noto algo inusual. Una
pequeña cantidad de sangre fluía de la armadura del Héroe, la suficiente para
dejar gota tras gota ante aquel charco de sangre, y la suficiente para ser
preocupante.
− Oye… Ciel, está bien… ¿Cierto? – pregunto el soldado 358 con
preocupación.
El Héroe llamado “Ciel” giro su rostro hacia el soldado 358, lo miro
fijamente durante unos segundos, seguido a ello entre cerro los ojos y sonrió
amablemente.
“Gracias por todo…”
Con esa amable sonrisa y unas simples palabras… el Héroe se desplomo,
cayendo sobre su espalda.
Debido a que su capa lo cubría, nadie había notado la razón del por qué
el Héroe no se movía. Atravesando completamente su abdomen, estaba el arma
enemiga. Una herida tan grande que haría preguntarse a cualquiera “¿Cómo es que
se mantuvo de pie durante todo este tiempo?”. Pero no era hora de preguntas.
El Soldado 358 abrumado y confundido por lo que estaba frente a el no
supo cómo reaccionar. Su cara estaba seria, pero poco a poco se deformo en algo
horrible. Arrugando sus cejas y crujiendo los dientes, los ojos comenzaron a
lagrimear y sus rodillas a temblar, le siguió todo el cuerpo, cerraba sus
palmas haciéndolas un puño con mucha fuerza, dejaba salir uno que otro sollozo hasta
que no pudo mantenerse más…
− ¡Cieeeeel! – Un grito que abrumo a las risas y lamentos de los demás
presentes, retumbando en toda la sala. – Hermano… dime que sigues conmigo… por
favor –
Una petición estúpida, él ya se había ido.
Se puso de rodillas y estiro con delicadeza el cuerpo de su hermano,
posando pecho contra pecho, cubriendo la parte posterior con sus brazos,
mojando el suave pelo con sus lágrimas a su vez que se mecía de frente hacia
tras.
− Esto… esto no puede terminar así… no me puedes abandonar así – decía con
una voz cortada, sus cejas se fruncían al lado contrario y sus labios temblaban
al igual que todo su cuerpo. – Prometimos que volveríamos… los dos… la paz que
buscábamos… no es esta −
Dicho grito atrajo la atención de los demás. Nadie podía creer lo que
sus ojos miraban, al frente en lo más lejano de la habitación, donde el Héroe
había terminado la guerra, solo se encontraba un soldado llorando mientras
sostenía el cuerpo un cuerpo sin vida.
− ¡Vuelve!... ¡Vuelve!... – Los gritos seguían, mientras apretaba cada
vez más fuerte y lloraba más fuertemente.
El resto de soldados guardaron silencio, a lo que en la sala solo se
escuchaba alguien llorar y repetir constantemente una palabra...
Los soldados que se encontraban de pie se postraban sobre una rodilla
mostrando respeto, por otro lado, mientras que los heridos solo bajaban su
cabeza. Juntaron las palmas de sus manos e hicieron una plegaria al cielo. “Dios que estas en los cielos… “
Una plegaria a Dios… una plegaria para el Héroe.
“Vuelve…”
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