La Profecía del Héroe - Capitulo 30: Sus razones


Agradezco el apoyo, Hendry. – Dijo Spero algo desanimado. – Espero que no sea una molestia, después de todo… traer este tipo de problemas a tu casa… −
− N-No, no te preocupes por ello. – Respondió interrumpiendo Hendry. – Es mi deber como medico el tratar a los heridos, por eso me ofrecí. Y al ver el estado en el que se encuentra… −
Spero buscaba un lugar donde pudieran tratar a Susan, pero no parecía haber clínicas o algún doctor cerca. Peor aún, con la privatización de la mayor parte de grimorios de curación por parte de la iglesia, era difícil encontrar a una persona con habilidades de curación rondando alrededor.
Fue ahí cuando Hendry hizo su aparición. Miró el cuerpo de Susan y el estado en el que se encontraba Spero y no dudó ni un momento en brindar apoyo.
− Gracias… − Dijo Spero.
En el lugar solamente se encontraba Spero, puesto que había pedido a Allen fuera a avisar sobre lo sucedido a los guardias, no quería que se generaran malentendidos que pudieran derivar en más problemas de los que ya tenían. 
− No hay problema, yo me encargo. – Dijo Allen seriamente, abandonando el lugar al instante, llevándose consigo a Sirius.
La casa de Hendry parecía un laboratorio combinado con un hibernad ero. Por un lado, había matraces por montones con todo tipo de brebajes, y por otro todo tipo de plantas que nunca antes había visto.
− [DEPREHENSIO] – Comenzó Hendry. Recostaron a Susan sobre una mesa cubierta con telas, no reaccionaba por más que la llamaran. – Verificare su estado interno, quizá por ello no despierta, puede que se haya roto algo internamente o uno de sus órganos haya sido perforado. –
− Lo dejo en tus manos. – Respondió Spero.
No lo comprendía del todo, lo más que sabía de medicina eran los primeros auxilios y como tratar ciertas heridas, Hendry estaba a otro nivel.
Por un momento paso por la cabeza de Spero si era buena idea dejar ser tratada a Susan por un sujeto que apenas tenía poco tiempo de conocer, en sí, si podía siquiera tomar una decisión por ella, no eran más que simples conocidos que rozaban la amistad. Pero tener dudas en aquel momento no era útil, solamente complicaría las cosas.
Shawn no estaba en la ciudad, no había nadie más que pudiera hablar por ella. Él…
Otra de las razones por las cuales Spero pidió a Allen fuera avisar a los guardias fue para que dieran la notificación a él. Él más que nadie debía saberlo, y aun estando en una misión importante… la familia era lo primero.
− Todo parece estar bien. – Terminó Hendry. – Solamente pequeños rastros de fractura en las costillas, pero parece fueron curados igualmente. Ningún órgano fue perforado y no tiene rastros de hemorragias internas.
− Menos mal… − No sabía si era la palabra correcta.
Un silencio incomodo invadió la habitación.
− Entonces ella… − Hendry parecía comprenderlo.
− Si… eso fue. – Respondió Spero apretando sus puños con fuerza. – El solo pensarlo…−
No podía ni decirlo, pero era obvio lo que había sucedido.
Y nuevamente, un silencio incomodo invadió la habitación.
Hendry, estoy en casa. – Podía escuchar una voz proviniendo de la entrada, sin embargo, no comprendía que era lo que decía.
− Dame un momento. – Dijo Hendry dirigiéndose a la entrada de su casa.
Te estaba esperando. – Volvió a escuchar la misma lengua, proviniendo esta vez de la voz que parecía ser la de Hendry.
Todo salio bien, terminamos por hoy. – Parecía ser una conversación.
A los pocos segundos, Hendry volvió a donde Spero, acompañado de una joven elfa. Su cabello era de color café y recogido en una trenza que pasaba sobre su hombro izquierdo; su estatura era un poco más pequeña que la de Hendry; parecía ser alguien relativamente joven, quizá algo de su raza; y su estómago era un poco más inflado de lo normal. ¿Sera…?
− Te la presentaré. – Hendry tomó la iniciativa. – Ella es mi esposa, Shoshana. –
− Mutcho Gutso – Dijo Shoshana haciendo un pequeño movimiento con la cabeza, dando una leve sonrisa. Su forma de hablar era torpe y con errores.
− Veras, ella aún no sabe hablar bien su idioma. – Corrigió Hendry.
− N-No hay problema. – Señaló Spero algo nervioso. – Pude entender lo que dijo, Mucho gusto igualmente, un gusto conocerla. –
Shoshana solamente sonrió, no parecía que hubiera comprendido del todo lo que Spero había dicho.
Dice que es igualmente un gusto conocerte. – Volvió a hablar en esa extraña lengua mientras miraba a Shoshana. – Disculpa si no entiendes, es Elfico. Pero no te preocupes… no dije nada malo de ti. –
− Ya… − No sabía de qué forma reaccionar.
Shoshana miró nuevamente a Spero y dio una leve reverencia con sonrisa.
− M-Me retigo. – Dijo Shoshana.
− Vuelvo en un momento. – Dijo Hendry tomando de la mano a Shoshana y pasando su otra mano por su hombro, guiándola.
Spero tomó una silla y la acercó a donde estaba descansando Susan.
− Oye… ¿Me escuchas? – Intentó llamarla nuevamente. – Creo que no… −
Antes, en el camino hacia la casa de Hendry la había llamado igualmente, pero ninguna reaccionó, era como si estuviera durmiendo profundamente.
El silenció mataba a Spero, no sabía que era lo que debía hacer. Quería ir y destruirlos a todos, hacer que pagaran por lo que le habían hecho a Susan, pero… no sabía por dónde empezar o como encontrarlos.
La impotencia que sentía en esos momentos lo hacía sentir horrible. Pero lo que lo hacía sentir aun peor era… el no saber cómo debería reaccionar cuando él volviera.
Pese a que todo había sucedido sin que Spero pudiera hacer algo, se sentía culpable. Si tan solo la hubiera ayudado… Nada hubiera cambiado, pero aun así no podía dejar de culparse. Que alguien cercano a él resultara herido, y a tal gravedad… seguía afectándole enormemente.
− Listo. – Volvió Hendry. – Aun no conozco la razón del por qué no despierta, pero… solo por si las dudas la curare durante un rato. –
− Ya… − No comprendía del todo. – Hendry… ¿Estás seguro de esto? –
− ¿Sobre qué cosa? – Preguntó Hendry. – [SANITATEM] –
− Tu esposa está embarazada, ¿Cierto? – Preguntó Spero, una observación muy perspicaz.
− Oh… lo notaste. – Dijo Hendry en un tono más desalentado. – Si… ella… está embarazada. –
Lo sabía.
− Agradezco mucho la ayuda que estas brindando, y la verdad no sé si sea lo correcto que yo decida, pero… si necesitas estar más tiempo con tu esposa buscaremos a alguien más que pueda ayudarnos con Susan. – Dijo Spero. – Después de todo dices que fuera de… todo está bien con ella, así que posiblemente haya alguien capacitado en el ejercito que pueda apoyarla. –
− Oh, no, no te preocupes. – Interrumpió Hendry. – Ella está bien, solo tiene un par de meses de embarazo, aun puede andar por sí misma y sin problemas. Como médico no puedo apartar la vista de un paciente que tengo frente a mí, así que apoyare todo el tiempo que pueda. –
− ¿Seguro que estas bien con ello? – Preguntó Spero nuevamente. – Antes me dijiste que estabas ocupado con algo, era… tu esposa, ¿cierto? –
− Oh… no, era… no era eso. – Dijo Hendry algo desanimado. – Así que no te preocupes. –
Aun así… La duda de si era o no lo correcto que él tomara las decisiones seguía presente, no era nadie como para hacerlo, y aun así fue el primero en actuar.
Spero igualmente se mantuvo junto a ella, era lo menos que podía hacer.
Pasaron un par de horas hasta que Allen volvió junto a un par de guardias.
− ¿Estaba con usted, Doctor Hendry? – Reaccionó sorprendido uno de los guardias.
¿Doctor Hendry? Parecía ser más famoso de lo que esperaba.
− Solamente estuve revisándola. – Respondió Hendry seriamente. – Y ya no soy más “Doctor” así que deja los honoríficos de lado. –
Los guardias se acercaron a donde descansaba Susan, y de un instante a otro, sus expresiones cambiaron. Uno de ellos bajo la mirada y parecía que sus ojos lagrimeaban, mientras que el otro miraba fijamente temblando.
− Jefa… − Dijo el guardia 1, quien tenía su mirada fija. Resulto ser que eran subordinados de Susan. − ¿Cómo pudo ser que usted…? Aun cuando… usted no merecía esto. –
Incluso entre sus subordinados era apreciada y reconocida.
− Lo matare. – Dijo el guardia 2. – Definitivamente lo hare… ¡Se atrevieron a lastimar a nuestra jefa! ¡No tienen perdón alguno! ¡Lastimar a una persona tan pura! –
− Cálmate. – Dijo el guardia 1. – Eso no nos respecta a nosotros, cuando el capitán se entere… −
Lo había olvidado por un momento, aun restaba una persona, la persona más importante.
− Pero nos alegra que fuera usted, doc… Hendry. – Continuó el guardia 1. – Vera… estamos escasos de personas médico, por lo que… ¿Podría apoyarnos con la jefa? Le será recompensado como se debe. Y no se preocupe por su seguridad, apenas se enteraron los altos mandos, ordenaron máxima seguridad para el paciente, no sabemos si planean atacarla nuevamente, así que cuidaremos de usted. –
Ambos guardias bajaron su cabeza para pedir el apoyo.
Hendry por su parte parecía tener algo de dudas, debía estar debatiendo consigo mismo, y no podían culparlo, su esposa dependía de él.
− Mientras… Mientras pueda hacerlo en casa no hay problema. – Respondió Hendry, llegando a la conclusión más favorable. – No puedo abandonar a un paciente, pero mi esposa me necesita, así que… si me permiten trabajar aquí hare lo que pueda. –
Hendry al parecer era un doctor, y viendo su afición por la medicina, era obvio que no dejaría a un paciente a su suerte, y así mismo nadie podía culparlo por querer estar con su esposa. Había tomado una sabia decisión, dejando de lado sus intereses personales.
− No pediríamos más, Hendry. – Respondió el guardia 1. – Con todo esto… debemos avisar sobre la locación. –
− Si, y bueno… como decirlo. – Parecía no encontrar las palabras correctas el guardia 2. – Le agradecemos mucho su comprensión, Hendry. La jefa es alguien muy importante para nosotros y… mirarla en este estado… muchas gracias… −
Seguido los guardias se retiraron, Hendry volvió a revisar el estado de Susan una vez más, quien por alguna razón seguía sin despertar.
Su respiración era calmada, sus pulsos normales, no tenía heridas graves, pero… simplemente no despertaba.
− ¿Puedo pedirte algo más, Allen? – Preguntó Spero.
− Claro, lo que sea. – Respondió Allen.
Siempre y cuando no sea peligroso.
− Las cosas… se complicaron, y ahora… a sabiendas de que somos los únicos con pistas, siento que deberíamos hacer algo, por lo que… aun siendo muy egoísta. – No sabía cómo decirlo directamente. − ¿Podrías buscar información? Cualquier cosa es buena, siempre y cuando no te pongas en riesgo… −
− ¿Qué es lo que harás tú? – Preguntó Allen.
− Yo… esperaré por él, no quiero dejarla sola. – Respondió Spero desviando la mirada. – Discúlpame por dejarte hacer todo a ti. –
− No, no es nada. – Dijo Allen. – Siempre y cuando pueda ser de utilidad… no me importa que es lo que me pidas. A demás, no creo que haya alguien más que pueda hacer tu trabajo por ahora. –
Era realmente comprensible.
− Me iré por ahora, llevare a Sirius conmigo. – Dijo Allen,
− Si miras a Ryoku… avísale de que estaremos fuera unos días. – No podía olvidarla a ella tampoco, después de todo, no había avisado sobre nada.
− Entendido. –
Y Allen abandonó la casa.
Spero pasó el resto del día junto a Susan, esperando a que reaccionara, era lo menos que podía hacer, o eso era lo que es sentía.
El segundo día se llegó, Hendry se encargó de la alimentación y revisar su estado, nada había cambiado, no había reacción.
Pese a haber sufrido gravemente, no fue la única persona que fue atacada.
El segundo día encontraron nuevamente otro cuerpo, igualmente era de un guardia de la ciudad, aunque los cortes variaban y no había perdido ninguna extremidad, uno de sus ojos había sido extraído. No han más que empezado.
Y así pasó el segundo día.
El tercer día se presentó sin cambios en la casa de Hendry.
Nuevamente se encontraron heridos, esta vez no era solamente una, sino dos. Están aumentando el número. Los patrones que seguían eran los mismos de la primera vez, escribir lo mismo con la sangre de la víctima y abandonarlos en un callejón. Hacían múltiples heridas en su cuerpo y al final extraían uno de sus ojos, pero nunca ambos.
Allen volvía seguido, pero sin información que les fuera de utilidad.
La gente de la ciudad comenzaba a entrar en pánico, pensaban que seguirían ellos, que sus parámetros se romperían y no solamente irían por personas relacionadas al gobierno, y nadie podía culparlos. Incluso entre los guardias había aquellos que solamente hacían su trabajo con el propósito de ayudar, y por el simple hecho de ser lo que eran, corrían el riesgo de salir heridos.
La seguridad se aumentó desde el segundo día, ahora cualquier manifestación era reprimida a base de la fuerza y eran encarcelados para posteriormente ser interrogados. Aunque capturar a unos cuantos… nadie sabía nada.
Era el tercer día… y él aun no regresaba.
El cuarto día llegó, y sucedió lo que todos temían. Los parámetros se rompieron.
La victima de ese día no era nada más y nada menos que una recepcionista de la sala de misiones.
− ¡SKY! – Gritó Spero asustado.
− Tranquilízate, ella está bien. – Trató de calmarlo Allen. – Supuse que te alterarías si no supieras sobre ella, así que pasé por la escena del crimen, no era ella. –
Aun así, no se podía sentir tranquilo, ya no iban únicamente por guardias, ahora incluso atacaban a recepcionistas que solamente hacían su trabajo.
No discriminaban entre hombre o mujer, todos por igual eran atacados. La situación se complicaba, todo se salía de control.
− ¿¡Que no piensan pararlos!? – Gritaban en las plazas. − ¿¡Qué demonios está haciendo el gobierno!? Estamos en peligro, ¡dicen aumentar la seguridad, pero gente sigue siendo atacada! No falta mucho para que nosotros, los civiles seamos atacados igualmente. –
− Calma, hacen lo que pueden, tenemos que confiar en que se solucionara. – Replicaba otra persona. – Mi hijo es guardia y por lo tanto se la situación en la que se encuentran, vivo con el miedo de que sea atacado igualmente, ¡Pero confió en que lo solucionaran! –
− ¡Tonterías! – Gritaba uno más. − ¡Todo se debe a que nos ocultan información! Si desde un inicio hubieran sido honestos… ¡Nada de esto hubiera pasado! ¿O por qué creen que los ataquen no cesan? ¡Es obvio que nos ocultan algo! –
Poco a poco las opiniones se dividían producto del pánico.
Aunque solo habían pasado unos días, los ataques eran tan… que los mismos guardias tendían a renunciar con por el miedo a ser atacados igualmente. Abandonaban sus puestos y dejaban a la suerte a los demás.
Y acabó el cuarto día.
Y llegó el quinto día. No hubo cambios en Susan, una nueva víctima apareció, nuevamente un guardia.
− ¡M-Mi hijo! – La esperanzas de que todo se solucionara… se desmoronaban.
La información seguía siendo escasa, el número de devotos al “Ojo de la verdad” parecía estar aumentando, y nadie encontraba una solución.
Los que eran capturados no tenían información, por más que se les torturara no decían nada.
− Allen… gracias. – Agradeció Spero.
− No hay problema. – Respondió Allen seriamente.
Spero había pedido a Allen que vigilara a Sky, le preocupaba que pudiera salir lastimada, puesto que ella igualmente era una recepcionista. Lo hubiera hecho yo… Pero seguía esperando por él.
No podía dejar de preocuparse por ella, después de todo, era una persona que los había apoyado desde el día que llegaron a la ciudad, y el solo pensar en que un día podría terminar como Susan… le aterraba. Por lo que hizo esa petición egoísta.
A sabiendas de que habría algo de peligro… pidió a Allen que lo hiciera, confiaba en que sería la persona más adecuada para ello.
− Nunca te pediría tal cosa si hubiera otra opción. – Repetía Spero. – No quiero que te lastimen, no quiero que la lastimen a ella, pero… solamente puedo confiar en ti. –
Las palabras hacían feliz a Allen.
− No dejare que me lastimen, y no dejare que la lastimen a ella. – Las palabras de Allen estaban llenas de confianza. Después de todo, en las misiones siempre sales ileso.
Cerca de mediodía Allen dejo nuevamente la casa, fue en busca de información, que era lo que había estado haciendo los últimos días.
Spero, al igual que los días pasados, se mantuvo en la casa.
Las horas pasaron nuevamente, Allen volvió trayendo algo de fruta consigo. Gracias a que ahorraban dinero pudieron sobrevivir en los días que estuvieron inactivos.
Por parte de Ryoku no había escuchado nada más de la ocasión en que Allen había avisado que no estarían por un par de días más. “Está bien.” Respondió a secas según él. No hubo preguntas, no hubo más conversación, aunque no era como si Allen fuera a iniciarla.
Creo que es mejor así.
Casi llega la noche.
Hendry se ocupaba tanto de su esposa como de Susan. Verificaba constantemente si no tenía heridas internas o externas, algún problema o algún tipo de enfermedad como fiebre, pero no cambiaba nada, todo seguía normal.
Las personas que cuidaban la casa eran pocas, solamente el par que se preocupaba por Susan, sus subordinados. Debido a la conmoción que surgía en la ciudad, tuvieron que dejar de enfocarse tanto en ella. Sin embargo, ellos se mantuvieron por decisión propia, por su jefa.
La escasez de personal en la guardia igualmente comenzaba a afectar las afueras, se generaban más conflictos y cada vez más falsos integrantes de la organización armaban revuelo. Todo se salía de control e intentaban apaciguarlo apenas podían.
Y la noche trajo un dulce aroma consigo.
− ¿Hueles eso? – Preguntó Spero a Hendry.
− Son Peonias. – Respondió Hendry inhalando el olor. – Si, peonias. –
− ¿Peonias? – Preguntó Spero, no sabía de qué hablaba.
− Son un tipo de flor. – Aclaró Hendry. – A Shoshana le gusta el aroma, así que suelo traerle unas cuantas. –
− ¿Tienes alguna ahora? – Preguntó Spero.
− No. –
− ¿De dónde proviene el aroma entonces? –
− ¡C-Capitán! – Él había regresado.
Shawn entró sin demora por la puerta principal, y con él, cargaba un ramo de flores del cual provenía el aroma.
Aun portaba su armadura, por lo que se podía deducir fue directamente a esa casa. “¿QUIEN DAÑO A MI ANGEL?” Pensó Spero que sería la reacción de Shawn, pero era todo lo contrario, estaba calmado y esbozaba una suave sonrisa.
Se acercó lentamente a Susan, quien seguía descansando, Spero guardó silencio y no pudo mirarlo a los ojos, no tenía el valor.
− Disculpa la tardanza. – Dijo Shawn levemente. – Me retrasé porque fui a buscarte unas flores, son peonias, tus favoritas. –
La voz de Shawn aun algo tranquila, se notaba algo quebrantada, como si estuviera a punto de llorar, pero aun así se mantenía firme.
Tomó una silla y la puso frente a donde estaba Susan, dejo el ramo de flores a un lado de ella y tomó su mano.
− Escuché que llevas un buen rato durmiendo. – Comenzó a hablarle. – Eso es bueno, el descanso siempre es bueno. Me alegra incluso más ya que constantemente te pedía que descansaras, sinceramente… eres una maniática del trabajo, tu piel se dañara si no descansas bien… o eso escuché. –
Todo parecía ser una plática normal, Shawn se mostraba tranquilo.
Spero se quedó al lado, esperando a que él le dijera algo, mientras que Hendry no pudo quedarse más en el lugar y decidió subir a con su esposa. Parecía que había presentido lo que pasaría.
− Pero el descanso en exceso también es malo, no me importa si decides dejar el trabajo, yo te mantendré, por eso no hay problema, pero… seria problemático si no haces nada más que descansar. – Continuó hablándole. – Después de todo… aún hay muchas cosas que debemos hacer, y para ello necesitamos mucha energía. Hablé con mis superiores y bueno… un par de años más y podremos estar más tiempo juntos, espero no sea solo yo quien quiere eso, y si es así, te daré tu espacio, no quiero sofocarte. –
Las palabras eran simples, la conversación no tenía profundidad, pero por alguna razón… el ambiente se sentía extrañamente pesado.
− A-Así que… − Se notaban leves temblores en su cuerpo, y su voz parecía estar quebrándose poco a poco. – Así que no te dejare sola nunca más… conseguiré más tiempo para estar contigo, después de todo… eres mi ángel después de todo. –
La sonrisa de su rostro comenzaba a desaparecer, sus labios eran temblorosos al igual que su mirada. No pudo soportarlo mucho tiempo, y se cubrió con la palma de su mano.
− A-Así que… − Cada vez pesaba más su voz. – No me dejes solo tú tampoco… −
Pequeñas lagrimas pasaban a través de la palma de Shawn; encogía sus hombros y apretaba con más fuerza la palma de Susan; postró su cabeza sobre el pecho de ella y suavemente acarició su cabello.
− Eres… eres mi ángel, mi salvadora… − Su voz era temblorosa y cada palabra que salía de su boca se sentía pesada. – Y-Yo… no sería lo que soy ahora sin ti y lo sabes… así que por favor… despierta Susy… despierta… ya has dormido lo suficiente… no me importa si tu piel se maltrata o arruga, seguirás siendo la mujer más bella para mi… no me importa los cambios que sufran tu cuerpo, siempre será perfecto para mi… así que no me dejes solo… juntos… juntos saldremos adelante, como siempre lo hemos hecho… −
El silencio de la habitación se llenó con el crujir de su corazón; con el tintineo de los dientes chochando entre sí; con los sollozos de dolor; con el caer de las lágrimas.
− Susy… quizá estoy siendo muy egoísta… − Finalmente se rompió, su voz era interrumpida por los sollozos y profundas entrecortadas respiraciones. − ¿Aun no has descansado lo suficiente? ¿Aun quieres dormir más? Entonces está bien… descansa lo que haga falta… yo te esperare el tiempo que sea necesario… yo… yo siempre esperaré por ti… así que por favor… por favor… por favor… tienes que regresar… −
Hacía tiempo que había conocido a esa persona, quien se presentó con un carácter prepotente, defendiendo lo que era “suyo”, algo gracioso en su forma de expresarse a la vez que algo irritante. Pero su actitud era derivada del amor que sentía por esa persona, un profundo amor.
Después, con el tiempo conoció otra faceta, una persona centrada y segura de sí misma, que abogó por los débiles y enfureció ante las injusticias cometidas por un corrupto que costó la vida de su pueblo. Verlo lleno de rabia gritar a esa persona… demostró que era alguien digno de admirar, el sentimiento de molestia que sentía en aquel momento… era el de alguien que se preocupaba por los demás. En cierta forma me recordó a Ciel…
Un carácter duro por fuera, era lo que se había presentado, pero… mirándolo en tales circunstancias… verlo derrumbarse en lágrimas… ciertamente quebrantaba el espíritu.
Un nudo se generaba en la garganta de Spero, quería decir algo, quería parar su llanto, pero… no podía hacerlo, no había una forma de solucionarlo. No había otra opción más que guardar silencio y dejar que aquel dolido hombre… desahogara toda su frustración y tristeza.
Milagro o desgracia.
− S… − No lograba conjugar palabras. – S… Shawn… −
Fue su primera palabra al despertar.
Shawn, guardó silencio, no quería interrumpir el esfuerzo que hacía para hablarle.
− D… − Aun se le dificultaba. – D… D-Duele… Shawn… duele… −
Las lágrimas no cesaron. No era por la alegría de que hubiera reaccionado, si no por el dolor que se sentía en sus palabras.
− T… Te… e-estuve… esperando… −
Fueron las palabras que acabaron con él.
El llanto aumento, resonaba en los oídos de Spero, era un llanto ensordecedor, un llanto quebrantador. No había nada que decir, no había nada que se pudiera hacer, nada pararía su dolor, solamente… quedaba guardar silencio.
Una o dos horas, no hubo un conteo del tiempo que paso, Susan volvió a dormir, pero esta vez con la esperanza de que volviera a despertar. Shawn limpió su rostro y finalmente encaró a Spero, lo que él temía.
− L-Lo sien… − Quiso adelantarse y pedir disculpas, pero Shawn lo detuvo, pidiéndole que guardara silencio.
Se puso de pie frente a Spero e hizo lo que nunca esperaría mirar, algo peor que mirarlo llorar. Shawn… se postro de rodillas frente a Spero, pegó su cabeza al suelo al igual que sus palmas, y entonces, respiró hondo.
− ¡PORFAVOR! – Gritó con todas sus fuerzas. − ¡Ayúdame! –
No fue necesario una especificación de lo que quería, no era necesario que lo hiciera, no había necesidad de que se postrara, pero aun así… no dejaría que fuera en vano.
Spero no dio una respuesta, simplemente se dirigió a la entrada de la casa. No es necesario que lo pidas. Y abandonó el lugar.
− Cuando Allen vuelva, díganle que estaré ahí. – Avisó Spero a los guardias que custodiaban el lugar.
Y entonces, hizo su camino hasta su objetivo.
Durante su estancia en aquella casa tuvo mucho tiempo para pensar. Allen no conseguía recabar la suficiente información para tener algo seguro, por lo que igualmente Spero intentó hacerse una idea del lugar donde podría encontrar la raíz del problema. Fue entonces cuando llegó a una conclusión, cabía la posibilidad de que la raíz se encontrara en el lugar donde todo comenzó, la “X” que marca el lugar.
Era de esperarse… Las calles estaban vacías, el temor de la gente los mantenía dentro de sus hogares durante las noches. Algo bueno para Spero, le sería más fácil encontrar gente sospechosa; algo malo para los bares, perdían clientela.
Era un paisaje algo triste comparándolo con lo que era apenas unos días antes.
Es aquí. No tardó en llegar.
Spero irrumpió en el bar bruscamente, miró los alrededores y miró que solamente había unas cuantas personas bebiendo, las podía contar con los dedos, y ninguno de ellos era alguien importante, solo personas que su adicción al alcohol era más fuerte que el miedo que sentían.
Caminó directo al dueño del bar, quien se encontraba limpiando uno de sus tarros con un viejo trapo, realmente asqueroso.
Se puso frente a él y lo miró fijamente con una mirada llena de odio.
− ¿Hay alguien de ellos aquí? – Preguntó Spero sin muchos rodeos.
El dueño no respondió, solamente miraba a Spero sin dejar de hacer su trabajo. No tengo tiempo para esto.
− Responde la pregunta, no me hagas perder el tiempo. – Reiteró Spero algo desesperado.
− Parece que alguien no tiene modales. – Respondió el dueño del bar soltando una leve carcajada. ¿De qué diablos te ríes? – Pero es justo como dijiste, alguien interesante vino. –
¿” Alguien vino”?
− Te están esperando por allá, chico. – Señaló el dueño a la parte más oscura del bar.
En dicho lugar había una mesa, y frente a ella una persona sentada bebiendo de un pequeño vaso, tenía su mirada fijada al frente; tenía una peculiar sonrisa, llena de tranquilidad; fuera de eso, no había nada que se pudiera resaltar de él, era una persona común y corriente de mediana edad. Definitivamente es él.
Spero caminó hacia el sujeto, cada pisada creaba un pequeño estruendo; la gente de alrededor ni se inmutaba, no eran más que unos borrachos que estaban entrados en su bebida o habían sido noqueados por esta; el dueño seguía limpiando su barra como si nada pasara. Y aquel sujeto, Hank, estaba de lo más tranquilo igualmente. Y solo me molesta aún más.
− ¿Por qué la molestia? – Preguntó Hank despreocupado dando un sorbo a su bebida. – Oh, lo lamento, dije algo innecesario. –
− No puedo matarte. – Respondió Spero molesto. − ¿Pero que me impide arrancarte una pierna y un ojo? –
− Supongo que nada. – Respondió Hank con una sonrisa mirando a Spero. Dio nuevamente un sorbo a su bebida, y continuó hablando. – Es deliciosa, deberías probarla. –
− No bebo alcohol. – Dijo Spero indiferente.
− ¿Alcohol? – Preguntó Hank. – No, esto no tiene nada de alcohol, es una simple bebida frutal. No suele prepararlas, pero el dueño siempre hace una excepción por mí. –
− ¿Cuándo dejaras de hablar de trivialidades? – Preguntó Spero desesperado.
Hank dio un último sorbo a su bebida y la dejó sobre la mesa, para luego respirar hondo, dejándolo salir con un suspiro.
− Me hago a la idea del por qué has venido a mí y que es lo que buscas, puede que tu hayas creído en mis palabras, pero… ¿Cómo probaras que soy a quien quieres? – Preguntó Hank curioso.
− Hare que lo confieses. –
− Claro, puedes hacer eso. – Respondió Hank frotándose la barbilla. − Pero… ¿Cómo los convencerás a ellos? ¿Cómo harás que crean en ti o en mí? Puede que solamente sea un hablador, y bueno, quizá y te haya mentido en aquel entonces, puede que no sea a quien buscas después de todo. –
− No lo hiciste. –
− ¿Cómo lo sabes? ¿Eres un psíquico o algo parecido? –
− … −
− Claro que no, ¿una nueva magia recién descubierta? –
− No pareces ser de los que mienten. – Respondió Spero.
− ¿Puedes decirlo con solo mirarme? – Preguntó Hank sorprendido. – Una muy buena habilidad, talento o bendición, ciertamente tienes un don. –
Hank giró su cabeza a los alrededores; alzó su mano hacia el dueño del bar y este asintió con la cabeza, dejo de limpiar sus tarros y comenzó a preparar una bebida.
− Pareces cansado, deberías tomar asiento. – Sugirió Hank. – No importa cuán desesperado estés, no iré a ningún lado por ahora, tampoco podrás hacer nada, así que solamente toma asiento por un momento y hablemos, quizá podamos entender un poco más la situación de ambos. –
La forma en la que hablaba era tranquila, como si no tuviera ningún tipo de peso encima de él. Si era realmente quien había orquestado todo lo que estaba sucediendo en la ciudad… debía tener muy poca moral para no sentir el peso de las victimas sobre sus hombros.
Spero, sin más opción, tomó asiento frente a Hank, quien aún lo miraba con una suave sonrisa.
− ¿Mejor? – Preguntó. – Oh, lo lamento nuevamente, claro que no estas mejor, no es como si el sentarte arreglara fuera a arreglar tus problemas o calmarte, suelo decir cosas sin pensar. –
− Sabes la razón por la que estoy aquí, y sabes que no tienes escapatoria. – Dijo Spero. – Así que… ¿Por qué estás tan tranquilo? –
− ¿Por qué no debería estarlo? – Preguntó Hank. – Es una linda noche, no hay mucho ruido en las calles y estoy teniendo una interesante conversación... –
Spero tenía una duda desde aquel entonces, y si no podía seguir adelante por el momento, al menos se la quitaría de encima.
− ¿Por qué me lo dijiste a mí? – Preguntó Spero con seriedad. – De entre toda la gente que estaba presente, me revelaste tu secreto a mí, ¿Buscabas algo de mí? –
− No exactamente. – Respondió Hank. – La razón es más simple de lo que piensas, no hay una gran conspiración que te vincula con todo lo que está sucediendo, no era como si tuviera previsto que estarías en ese lugar en ese momento. Puedo asegurarte que hasta antes de ese día no sabía de tu existencia. –
− ¿Entonces por qué? –
− Bueno, me parecías interesante. – Respondió Hank. ¿Interesante? – Asististe a esa reunión como todos los demás, pero solamente tu parecías estar fuera de lugar. Mientras ellos discutían y creían fervientemente… tu dudabas, hacías preguntas que nadie se hacía y… bueno, no parecías ser una oveja del rebaño. –
− Eso no es una razón suficiente. –
− Claro que lo es. – Dijo Hank. – No es como si buscara ocultarlo o algo parecido, aparte de que tu hiciste la pregunta en aquel entonces, era de mala educación no responderte si es que tenía la respuesta. –
Nuevamente, sus palabras eran sinceras, no parecía estar mintiendo para nada.
− Ya que lo confesaste, te llevaré conmigo. – Dijo Spero alzándose de la silla.
− ¿Con que propósito? – Preguntó Hank. – Aunque me lleves nada terminará. Aunque admita ser el autor de todo este caos… nada cambiará. Para empezar, posiblemente no crean en mí, solamente mírame, no tengo la apariencia de alguien capaz. Aparte, ellos no se detendrán, aunque el líder caiga… muchos de ellos ni siquiera me conocen, ¿sabes? –
Puede que tenga razón, pero aun así…
− Aun así, pagaras por todo lo que has hecho. –
− Claro que lo hare, no pienso huir o pedir clemencia, pero aun no es momento. – Dijo Hank. – Aún faltan unas cuantas cosas y mi objetivo no ha sido alcanzado. –
¿Su objetivo? Algo se reventó dentro de Spero, era su paciencia.
Empujó la mesa y se abalanzó hacia Hank, tomándolo del cuello de su camisa, con una mirada llena de odio.
− ¿Eres capaz de sacrificar inocentes con tal de alcanzar tu objetivo? – Preguntó Spero. − ¿No te importa lo mas mínimo? ¿El fin justifica los medios para ti…? –
Hank no se inmutó, su sonrisa no desapareció.
− Claro que no. – Respondió Hank. – Si fuera posible no llegaría a tales extremos, no soy un partidario de la violencia. –
− ¿Sabes que tan incoherentes son tus palabras? –
− Claro que lo sé. – Insistió Hank. – Pero es algo que se debe hacer. Me duele ver como esta ciudad se cae a pedazos. Me dolió ver como terminó esa mujer, tiene un corazón amable y desde lo más profundo de mi ser espero que salga adelante, después de todo tiene un esposo que la está esperando y realmente la ama… –
− ¡NO TE ATREVAS A HABLAR DE ELLA! – Gritó Spero, su respiración estaba alterada.
− Oh, cierto, lo lamento… fui muy rudo. – Dijo Hank haciendo una leve reverencia. – Es por eso que cuando todo acabe… pagare por mis pecados. –
− ¿Cuándo todo acabe? – Preguntó Spero rechinando los dientes. − ¿Y cuándo será eso? ¿Cuándo los afectados sean simples civiles? ¿Cuándo la ciudad sea destruida? ¿Cuándo niños mueran? –
− Todo terminará cuando ellos pidan perdón. – Dijo Hank tranquilamente. – Una vez lo hagan, me encargaré de que todo se calme y pagaré por mis acciones, sea cual sea el precio. –
Podía escucharlo, sin embargo, no comprendía sus palabras. Por alguna razón, era incomprensible, como si hablara en otro idioma. Sus motivos… parecían ser unos muy estúpidos, había hecho tanto caos… por una simple disculpa.
− Aquí está su bebida. – Interrumpió el dueño quien cargaba una charola con dos vasos.
− Muchas gracias. – Dijo Hank tomando uno de los vasos. – No quiero exigir mucho, pero… ¿Qué te parece soltarme por ahora y que bebamos lo que nos trajo? Puedo asegurarte que no tienen ningún tipo de veneno o algo peligroso, es una bebida deliciosa. –
Spero frustrado, soltó a Hank y tomó uno de los vasos, para luego volver a sentarse.
− ¿Todo esto es por una disculpa? – Preguntó Spero. – La gente que has lastimado… ¿es solo el daño colateral de tu rencor? –
− Lo dices de una manera muy horrible. – Señaló Hank. – Claro que quiero que pidan disculpas, pero no un simple “Lo siento”, no será suficiente para pagarles... Quiero que se pongan de rodillas, entierren su cabeza en el suelo y desde el fondo de su alma, griten a los cuatro vientos que están arrepentidos de sus acciones, que lo repitan tantas veces como sean necesarias para que sus gargantas se desgarren. Y una vez hecho eso… todo terminará. Simple, ¿no? –
Y nuevamente, dio un sorbo a su bebida.
− Simplemente deliciosa. – Dijo Hank con una sonrisa.
− ¿Y qué tal si solamente te llevo ante los guardias ahora y dejo que te torturen hasta que detengas esta locura? –
− No sería una buena idea. – Respondió Hank. – La tortura no funcionará en mí, tampoco las extorciones o cualquier otra cosa que intenten. No quiero profundizar en mi persona, pero… no tengo nada que perder y no temo a la muerte. Y como ya te dije antes, en el remoto caso que fuera asesinado como intento de calmar las cosas… no cambiaría nada… lo siento, miento, solamente lo empeoraría. Puedo asegurarte que si me pasara algo… sería el fin de esta ciudad, y quizá de las demás. Así que no es una buena idea, incluso si tomas justicia por tus propias manos todo terminaría peor. –
Viendo el desarrollo de las cosas… actuar sin pensar y precipitadamente podría desencadenar en lo que él decía. Una secta había hecho aparición prácticamente de la nada y creado un caos en la ciudad en cuestión de días. No… puedo arriesgarme.
Estaba a su merced, no había nada que pudiera hacer. Había acudido a ese lugar con todas las intenciones de tomar venganza, de hacer justicia por sus propios medios y calmar el dolor de aquellas personas que habían sido atacadas. Pero… no esperaba tal respuesta.
− Olvide mencionar algo antes. – Continuó Hank. – Discúlpame si no fue lo correcto, pero investigué un poco sobre ti, después de todo me pareciste una persona interesante. –
− … −
− Tengo entendido que llegaste a esta ciudad buscando algo, específicamente a alguien, mas especifico al “causante” de la explosión en central. – Esta bien informado. – Así que aprovecharé esta oportunidad y resolveré tu duda, y no, esta vez no me adjudicaré tal proeza. No puedo decir que fue una persona en específico, sino un conjunto, ese conjunto que me ha derivado a hacer todo esto, lo único que hay de verdad en las palabras que pregonan las ovejas, así es, fueron los mismísimos altos mandos. –
Spero quedo en silencio por un momento.
− Por alguna razón… no me sorprende. – Dijo Spero.
− ¿Verdad? – Dijo Hank. – Pero es la verdad, no tengo razones para mentirte, y estoy seguro de que lo sabes. –
Pero eso no cambia nada… Aun sabiendo el causante de la explosión, quedaban ciertas dudas, como la razón tras de ello, bien pudo ser un accidente.
− Estas insatisfecho, ¿Cierto? – Parecía poder leer sus pensamientos. – Puedo escucharlo en ti, algo falta, y es “La razón”, ¿Cierto? Claro que lo es. –
− … −
− No pienso reclutarte para mis filas, dudo que apruebes nuestros métodos, después de todo es la furia lo que trajo a mí. – Continuó Hank. – Pero puedo decirte la razón por la que la explosión sucedió, y quizá así comprendas un poco mejor mis razones, dudo que aun así lo apruebes, pero quizá quite un peso de tus hombros. –
− ¿Qué es lo que sabes? – Preguntó Spero molesto, se sentía derrotado.
− Se muchas cosas. – Respondió Hank. – Pero antes de que te revele el mayor secreto… ¿No crees que deberías estar en otro lugar? –
¿Otro lugar? Por alguna razón, una pequeño escalofrió recorrió la espalda de Spero.
− Escuché que el esposo volvió a la ciudad. – Continuó Hank. – Sé que con ella tiene un carácter amoroso y vulnerable, pero es una fiera cuando se la intentan quitar, ahora… ¿Qué crees que es lo que pasaría si lastiman a lo que más ama? –
Por alguna razón, sabía demasiado.
− Puedo hacerme una idea, haría algo que no querría nadie más supiera. – Indicó Hank. – Y ahora otra cosa, suelen decir que un asesino siempre vuelve a la escena del crimen, lo que me lleva a pensar que, si fuera a hacer algo al respecto por lo de su amada, tomaría en cuenta esa frase. Puedo decirte las razones otro día con más calma, pero puede que si no te apresuras ahora… sea muy tarde para él. –
El sentimiento se hizo más profundo, sentía cierta desesperación; se alzó de su silla de golpe, y corrió fuera del lugar. Debo apresurarme.
− Y no se tomó su bebida, que desperdicio. – Señaló Hank, quien no perdió su tranquilidad y sonrisa durante toda la conversación.
Mientras que para Spero el lugar que había dado inicio a todo el caos era el bar, para él era otro. Y en ese lugar, se encontraban dos personas, ambas llenas de odio y rencor, un encuentro que no era favorable para ninguno.
− Mi mejor obra… − Decía lleno de éxtasis un sujeto en la oscuridad. – Aun puedo escucharla… escucho su voz… ¡UN DELEITE PARA MIS OIDOS! ¡MAS DAME MAS! –
Su voz no era lo único que se escuchaba en ese lugar, unos lentos pero firmes pasos hacían eco en aquel callejón. Seguido de una voz llena de amargura.
− Así que eres tú. – Dijo el otro sujeto, quien empuñaba una guadaña.
− ¿Mmh? – Reaccionó el primer sujeto. − ¿Es acaso que la muerte ha venido por mi alma? –
− Lamento decírtelo, pero no soy la muerte. – Respondió el segundo. – Soy algo mucho peor, muchos me llaman por mi nombre, otros me dicen capitán, ella me llamaba “Shawny” cuando estábamos a solas, y no he venido por tu alma, eso no bastara. –
− Así que… ¡ERES TU! – Gritó el primer sujeto. – Sabia que si regresaba a este lugar podría encontrarte… sabía que vendrías… después de todo… ella siempre estuvo llamándote. –
Seguido de esas últimas palabras soltó una resonante carcajada. Mientras que el otro crujía sus dientes y apretaba con fuerza el mango de su guadaña.
− Ella es un ángel. – Continuó Shawny. – Y tú te atreviste a cortar sus alas. –
− ¿Sus alas? – Preguntó el “extasiado” con sarcasmo. − ¿Esa cosa un ángel? Parecía más un demonio. Y no corte solamente sus “alas”, corté mucho más. –
− No comprenderías su belleza, aunque te golpeara el rostro con ella. – Insistió Shawny. – Pero escuché todo lo que tenía que escuchar, tú lo hiciste. –
− ¡CLARO QUE LO HICE! – Gritó seguido de una carcajada aún más fuerte lleno de orgullo. – Lo hice con mis preciosas y delicadas manos, ¡MIRALAS! ¡MIRALAS! ¿No te parecen hermosas? –
Extendió sus palmas hacia él, estaba inmerso en su éxtasis y locura; su rostro lo demostraba todo, era la de un depravado.
− Gracias por ponérmelo más fácil. – Dijo Shawny.
Se escuchó la caída de un par de objetos al suelo, por la oscuridad no se podía distinguir que era, pero… los gritos eran suficiente para saberlo.
− ¡MIS MANOS! ¡TU IM-IMBECIL DE MIERDA! ¡TU…! ¡AAAAAAAAGH! – El “extasiado” se retorcía del dolor, su cara de éxtasis y locura desapareció, en cambio frunció el ceño, apretó los dientes con fuerza y retorcía todo su cuerpo; las lágrimas que brotaban de sus ojos hacían juego con las de sangre que derramaban sus muñones, muñones producto de un corte fino como ningún otro.
Y el sonido de un nuevo golpe resonó, esta vez, fue la de un metal contra el suelo; dicho golpe trajo algo consigo, trajo la luz.
La guadaña que portaba Shawny se encendió en fuego desde su hoja, como si la sangre fuera su combustible.
El fuego iluminó aquel callejón, y la luz dejó ver el rostro de Shawny; un rostro envuelto en la locura, una locura provocada por el odio y la frustración, un rostro que miraba con una alegre sonrisa de oreja a oreja al sujeto que se retorcía de dolor.
− No te preocupes, se cauterizar heridas… −

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