La Profecía del Héroe - Capitulo 30: Sus razones
− Agradezco el apoyo, Hendry. – Dijo Spero algo desanimado. – Espero que no sea una molestia, después
de todo… traer este tipo de problemas a tu casa… −
− N-No,
no te preocupes por ello. – Respondió interrumpiendo Hendry. – Es mi deber como
medico el tratar a los heridos, por eso me ofrecí. Y al ver el estado en el que
se encuentra… −
Spero
buscaba un lugar donde pudieran tratar a Susan, pero no parecía haber clínicas
o algún doctor cerca. Peor aún, con la privatización de la mayor parte de
grimorios de curación por parte de la iglesia, era difícil encontrar a una
persona con habilidades de curación rondando alrededor.
Fue ahí
cuando Hendry hizo su aparición. Miró el cuerpo de Susan y el estado en el que
se encontraba Spero y no dudó ni un momento en brindar apoyo.
−
Gracias… − Dijo Spero.
En el
lugar solamente se encontraba Spero, puesto que había pedido a Allen fuera a
avisar sobre lo sucedido a los guardias, no quería que se generaran
malentendidos que pudieran derivar en más problemas de los que ya tenían.
− No hay
problema, yo me encargo. – Dijo Allen seriamente, abandonando el lugar al
instante, llevándose consigo a Sirius.
La casa
de Hendry parecía un laboratorio combinado con un hibernad ero. Por un lado,
había matraces por montones con todo tipo de brebajes, y por otro todo tipo de
plantas que nunca antes había visto.
− [DEPREHENSIO]
– Comenzó Hendry. Recostaron a Susan sobre una mesa cubierta con telas, no
reaccionaba por más que la llamaran. – Verificare su estado interno, quizá por
ello no despierta, puede que se haya roto algo internamente o uno de sus
órganos haya sido perforado. –
− Lo
dejo en tus manos. – Respondió Spero.
No lo
comprendía del todo, lo más que sabía de medicina eran los primeros auxilios y
como tratar ciertas heridas, Hendry estaba a otro nivel.
Por un
momento paso por la cabeza de Spero si era buena idea dejar ser tratada a Susan
por un sujeto que apenas tenía poco tiempo de conocer, en sí, si podía siquiera
tomar una decisión por ella, no eran más que simples conocidos que rozaban la
amistad. Pero tener dudas en aquel momento no era útil, solamente complicaría
las cosas.
Shawn no
estaba en la ciudad, no había nadie más que pudiera hablar por ella. Él…
Otra de
las razones por las cuales Spero pidió a Allen fuera avisar a los guardias fue
para que dieran la notificación a él. Él más que nadie debía saberlo, y aun
estando en una misión importante… la familia era lo primero.
− Todo
parece estar bien. – Terminó Hendry. – Solamente
pequeños rastros de fractura en las costillas, pero parece fueron curados
igualmente. Ningún órgano fue perforado y no tiene rastros de hemorragias
internas. –
− Menos
mal… − No sabía si era la palabra correcta.
Un silencio incomodo invadió la habitación.
−
Entonces ella… − Hendry parecía comprenderlo.
− Si…
eso fue. – Respondió Spero apretando sus puños con fuerza. – El solo pensarlo…−
No podía ni decirlo, pero era obvio lo que
había sucedido.
Y nuevamente, un silencio incomodo invadió la
habitación.
− Hendry, estoy en casa. – Podía
escuchar una voz proviniendo de la entrada, sin embargo, no comprendía que era
lo que decía.
− Dame
un momento. – Dijo Hendry dirigiéndose a la entrada de su casa.
− Te estaba esperando. – Volvió
a escuchar la misma lengua, proviniendo esta vez de la voz que parecía ser la
de Hendry.
− Todo salio bien, terminamos por hoy. – Parecía ser una conversación.
A los
pocos segundos, Hendry volvió a donde Spero, acompañado de una joven elfa. Su
cabello era de color café y recogido en una trenza que pasaba sobre su hombro
izquierdo; su estatura era un poco más pequeña que la de Hendry; parecía ser
alguien relativamente joven, quizá algo de su raza; y su estómago era un poco
más inflado de lo normal. ¿Sera…?
− Te la
presentaré. – Hendry tomó la iniciativa. – Ella es mi esposa, Shoshana. –
− Mutcho
Gutso – Dijo Shoshana haciendo un pequeño movimiento con la cabeza, dando una
leve sonrisa. Su forma de hablar era torpe y con errores.
− Veras,
ella aún no sabe hablar bien su idioma. – Corrigió Hendry.
− N-No
hay problema. – Señaló Spero algo nervioso. – Pude entender lo que dijo, Mucho
gusto igualmente, un gusto conocerla. –
Shoshana
solamente sonrió, no parecía que hubiera comprendido del todo lo que Spero
había dicho.
− Dice que es igualmente un gusto conocerte. – Volvió a hablar en esa extraña lengua mientras miraba a Shoshana. –
Disculpa si no entiendes, es Elfico. Pero no te preocupes… no dije nada malo de
ti. –
− Ya… −
No sabía de qué forma reaccionar.
Shoshana
miró nuevamente a Spero y dio una leve reverencia con sonrisa.
− M-Me
retigo. – Dijo Shoshana.
− Vuelvo
en un momento. – Dijo Hendry tomando de la mano a Shoshana y pasando su otra
mano por su hombro, guiándola.
Spero tomó una silla y la acercó a donde estaba
descansando Susan.
− Oye…
¿Me escuchas? – Intentó llamarla nuevamente. – Creo que no… −
Antes,
en el camino hacia la casa de Hendry la había llamado igualmente, pero ninguna
reaccionó, era como si estuviera durmiendo profundamente.
El
silenció mataba a Spero, no sabía que era lo que debía hacer. Quería ir y
destruirlos a todos, hacer que pagaran por lo que le habían hecho a Susan,
pero… no sabía por dónde empezar o como encontrarlos.
La
impotencia que sentía en esos momentos lo hacía sentir horrible. Pero lo que lo
hacía sentir aun peor era… el no saber cómo debería reaccionar cuando él
volviera.
Pese a
que todo había sucedido sin que Spero pudiera hacer algo, se sentía culpable. Si tan solo la hubiera ayudado… Nada
hubiera cambiado, pero aun así no podía dejar de culparse. Que alguien cercano
a él resultara herido, y a tal gravedad… seguía afectándole enormemente.
− Listo.
– Volvió Hendry. – Aun no conozco la razón del por qué no despierta, pero… solo
por si las dudas la curare durante un rato. –
− Ya… −
No comprendía del todo. – Hendry… ¿Estás seguro de esto? –
− ¿Sobre
qué cosa? – Preguntó Hendry. – [SANITATEM] –
− Tu
esposa está embarazada, ¿Cierto? – Preguntó Spero, una observación muy
perspicaz.
− Oh… lo
notaste. – Dijo Hendry en un tono más desalentado. – Si… ella… está embarazada.
–
Lo sabía.
−
Agradezco mucho la ayuda que estas brindando, y la verdad no sé si sea lo
correcto que yo decida, pero… si necesitas estar más tiempo con tu esposa
buscaremos a alguien más que pueda ayudarnos con Susan. – Dijo Spero. – Después
de todo dices que fuera de… todo está bien con ella, así que posiblemente haya
alguien capacitado en el ejercito que pueda apoyarla. –
− Oh,
no, no te preocupes. – Interrumpió Hendry. – Ella está bien, solo tiene un par
de meses de embarazo, aun puede andar por sí misma y sin problemas. Como médico
no puedo apartar la vista de un paciente que tengo frente a mí, así que apoyare
todo el tiempo que pueda. –
−
¿Seguro que estas bien con ello? – Preguntó Spero nuevamente. – Antes me
dijiste que estabas ocupado con algo, era… tu esposa, ¿cierto? –
− Oh…
no, era… no era eso. – Dijo Hendry algo desanimado. – Así que no te preocupes.
–
Aun así… La duda de si era o no lo correcto
que él tomara las decisiones seguía presente, no era nadie como para hacerlo, y
aun así fue el primero en actuar.
Spero
igualmente se mantuvo junto a ella, era lo menos que podía hacer.
Pasaron
un par de horas hasta que Allen volvió junto a un par de guardias.
−
¿Estaba con usted, Doctor Hendry? – Reaccionó sorprendido uno de los guardias.
¿Doctor Hendry? Parecía
ser más famoso de lo que esperaba.
−
Solamente estuve revisándola. – Respondió Hendry seriamente. – Y ya no soy más
“Doctor” así que deja los honoríficos de lado. –
Los
guardias se acercaron a donde descansaba Susan, y de un instante a otro, sus
expresiones cambiaron. Uno de ellos bajo la mirada y parecía que sus ojos
lagrimeaban, mientras que el otro miraba fijamente temblando.
− Jefa…
− Dijo el guardia 1, quien tenía su mirada fija. Resulto ser que eran
subordinados de Susan. − ¿Cómo pudo ser que usted…? Aun cuando… usted no
merecía esto. –
Incluso
entre sus subordinados era apreciada y reconocida.
− Lo
matare. – Dijo el guardia 2. – Definitivamente lo hare… ¡Se atrevieron a
lastimar a nuestra jefa! ¡No tienen perdón alguno! ¡Lastimar a una persona tan
pura! –
−
Cálmate. – Dijo el guardia 1. – Eso no nos respecta a nosotros, cuando el
capitán se entere… −
Lo había
olvidado por un momento, aun restaba una persona, la persona más importante.
− Pero
nos alegra que fuera usted, doc… Hendry. – Continuó el guardia 1. – Vera…
estamos escasos de personas médico, por lo que… ¿Podría apoyarnos con la jefa?
Le será recompensado como se debe. Y no se preocupe por su seguridad, apenas se
enteraron los altos mandos, ordenaron máxima seguridad para el paciente, no sabemos
si planean atacarla nuevamente, así que cuidaremos de usted. –
Ambos guardias
bajaron su cabeza para pedir el apoyo.
Hendry por su
parte parecía tener algo de dudas, debía estar debatiendo consigo mismo, y no
podían culparlo, su esposa dependía de él.
−
Mientras… Mientras pueda hacerlo en casa no hay problema. – Respondió Hendry,
llegando a la conclusión más favorable. – No puedo abandonar a un paciente,
pero mi esposa me necesita, así que… si me permiten trabajar aquí hare lo que
pueda. –
Hendry al parecer
era un doctor, y viendo su afición por la medicina, era obvio que no dejaría a
un paciente a su suerte, y así mismo nadie podía culparlo por querer estar con
su esposa. Había tomado una sabia decisión, dejando de lado sus intereses
personales.
− No pediríamos
más, Hendry. – Respondió el guardia 1. – Con todo esto… debemos avisar sobre la
locación. –
− Si, y
bueno… como decirlo. – Parecía no encontrar las palabras correctas el guardia
2. – Le agradecemos mucho su comprensión, Hendry. La jefa es alguien muy
importante para nosotros y… mirarla en este estado… muchas gracias… −
Seguido los
guardias se retiraron, Hendry volvió a revisar el estado de Susan una vez más,
quien por alguna razón seguía sin despertar.
Su respiración
era calmada, sus pulsos normales, no tenía heridas graves, pero… simplemente no
despertaba.
− ¿Puedo
pedirte algo más, Allen? – Preguntó Spero.
− Claro,
lo que sea. – Respondió Allen.
Siempre y cuando no sea peligroso.
− Las
cosas… se complicaron, y ahora… a sabiendas de que somos los únicos con pistas,
siento que deberíamos hacer algo, por lo que… aun siendo muy egoísta. – No
sabía cómo decirlo directamente. − ¿Podrías buscar información? Cualquier cosa
es buena, siempre y cuando no te pongas en riesgo… −
− ¿Qué
es lo que harás tú? – Preguntó Allen.
− Yo…
esperaré por él, no quiero dejarla sola. – Respondió Spero desviando la mirada.
– Discúlpame por dejarte hacer todo a ti. –
− No, no
es nada. – Dijo Allen. – Siempre y cuando pueda ser de utilidad… no me importa
que es lo que me pidas. A demás, no creo que haya alguien más que pueda hacer
tu trabajo por ahora. –
Era
realmente comprensible.
− Me iré
por ahora, llevare a Sirius conmigo. – Dijo Allen,
− Si
miras a Ryoku… avísale de que estaremos fuera unos días. – No podía olvidarla a
ella tampoco, después de todo, no había avisado sobre nada.
−
Entendido. –
Y Allen
abandonó la casa.
Spero
pasó el resto del día junto a Susan, esperando a que reaccionara, era lo menos
que podía hacer, o eso era lo que es sentía.
El
segundo día se llegó, Hendry se encargó de la alimentación y revisar su estado,
nada había cambiado, no había reacción.
Pese a
haber sufrido gravemente, no fue la única persona que fue atacada.
El
segundo día encontraron nuevamente otro cuerpo, igualmente era de un guardia de
la ciudad, aunque los cortes variaban y no había perdido ninguna extremidad,
uno de sus ojos había sido extraído. No
han más que empezado.
Y así
pasó el segundo día.
El
tercer día se presentó sin cambios en la casa de Hendry.
Nuevamente
se encontraron heridos, esta vez no era solamente una, sino dos. Están aumentando el número. Los patrones
que seguían eran los mismos de la primera vez, escribir lo mismo con la sangre
de la víctima y abandonarlos en un callejón. Hacían múltiples heridas en su
cuerpo y al final extraían uno de sus ojos, pero nunca ambos.
Allen
volvía seguido, pero sin información que les fuera de utilidad.
La gente
de la ciudad comenzaba a entrar en pánico, pensaban que seguirían ellos, que
sus parámetros se romperían y no solamente irían por personas relacionadas al
gobierno, y nadie podía culparlos. Incluso entre los guardias había aquellos
que solamente hacían su trabajo con el propósito de ayudar, y por el simple
hecho de ser lo que eran, corrían el riesgo de salir heridos.
La
seguridad se aumentó desde el segundo día, ahora cualquier manifestación era
reprimida a base de la fuerza y eran encarcelados para posteriormente ser
interrogados. Aunque capturar a unos cuantos… nadie sabía nada.
Era el
tercer día… y él aun no regresaba.
El cuarto
día llegó, y sucedió lo que todos temían. Los parámetros se rompieron.
La
victima de ese día no era nada más y nada menos que una recepcionista de la
sala de misiones.
− ¡SKY!
– Gritó Spero asustado.
−
Tranquilízate, ella está bien. – Trató de calmarlo Allen. – Supuse que te
alterarías si no supieras sobre ella, así que pasé por la escena del crimen, no
era ella. –
Aun así,
no se podía sentir tranquilo, ya no iban únicamente por guardias, ahora incluso
atacaban a recepcionistas que solamente hacían su trabajo.
No
discriminaban entre hombre o mujer, todos por igual eran atacados. La situación
se complicaba, todo se salía de control.
− ¿¡Que
no piensan pararlos!? – Gritaban en las plazas. − ¿¡Qué demonios está haciendo
el gobierno!? Estamos en peligro, ¡dicen aumentar la seguridad, pero gente
sigue siendo atacada! No falta mucho para que nosotros, los civiles seamos
atacados igualmente. –
− Calma,
hacen lo que pueden, tenemos que confiar en que se solucionara. – Replicaba
otra persona. – Mi hijo es guardia y por lo tanto se la situación en la que se
encuentran, vivo con el miedo de que sea atacado igualmente, ¡Pero confió en
que lo solucionaran! –
−
¡Tonterías! – Gritaba uno más. − ¡Todo se debe a que nos ocultan información!
Si desde un inicio hubieran sido honestos… ¡Nada de esto hubiera pasado! ¿O por
qué creen que los ataquen no cesan? ¡Es obvio que nos ocultan algo! –
Poco a
poco las opiniones se dividían producto del pánico.
Aunque
solo habían pasado unos días, los ataques eran tan… que los mismos guardias
tendían a renunciar con por el miedo a ser atacados igualmente. Abandonaban sus
puestos y dejaban a la suerte a los demás.
Y acabó
el cuarto día.
Y llegó
el quinto día. No hubo cambios en Susan, una nueva víctima apareció, nuevamente
un guardia.
− ¡M-Mi
hijo! – La esperanzas de que todo se solucionara… se desmoronaban.
La
información seguía siendo escasa, el número de devotos al “Ojo de la verdad”
parecía estar aumentando, y nadie encontraba una solución.
Los que
eran capturados no tenían información, por más que se les torturara no decían
nada.
− Allen…
gracias. – Agradeció Spero.
− No hay
problema. – Respondió Allen seriamente.
Spero
había pedido a Allen que vigilara a Sky, le preocupaba que pudiera salir
lastimada, puesto que ella igualmente era una recepcionista. Lo hubiera hecho yo… Pero seguía
esperando por él.
No podía
dejar de preocuparse por ella, después de todo, era una persona que los había
apoyado desde el día que llegaron a la ciudad, y el solo pensar en que un día
podría terminar como Susan… le aterraba. Por lo que hizo esa petición egoísta.
A
sabiendas de que habría algo de peligro… pidió a Allen que lo hiciera, confiaba
en que sería la persona más adecuada para ello.
− Nunca
te pediría tal cosa si hubiera otra opción. – Repetía Spero. – No quiero que te
lastimen, no quiero que la lastimen a ella, pero… solamente puedo confiar en
ti. –
Las
palabras hacían feliz a Allen.
− No
dejare que me lastimen, y no dejare que la lastimen a ella. – Las palabras de
Allen estaban llenas de confianza. Después
de todo, en las misiones siempre sales ileso.
Cerca de
mediodía Allen dejo nuevamente la casa, fue en busca de información, que era lo
que había estado haciendo los últimos días.
Spero,
al igual que los días pasados, se mantuvo en la casa.
Las
horas pasaron nuevamente, Allen volvió trayendo algo de fruta consigo. Gracias
a que ahorraban dinero pudieron sobrevivir en los días que estuvieron
inactivos.
Por
parte de Ryoku no había escuchado nada más de la ocasión en que Allen había
avisado que no estarían por un par de días más. “Está bien.” Respondió a secas
según él. No hubo preguntas, no hubo más conversación, aunque no era como si
Allen fuera a iniciarla.
Creo que es mejor así.
Casi llega la noche.
Hendry
se ocupaba tanto de su esposa como de Susan. Verificaba constantemente si no
tenía heridas internas o externas, algún problema o algún tipo de enfermedad
como fiebre, pero no cambiaba nada, todo seguía normal.
Las
personas que cuidaban la casa eran pocas, solamente el par que se preocupaba
por Susan, sus subordinados. Debido a la conmoción que surgía en la ciudad,
tuvieron que dejar de enfocarse tanto en ella. Sin embargo, ellos se
mantuvieron por decisión propia, por su jefa.
La
escasez de personal en la guardia igualmente comenzaba a afectar las afueras,
se generaban más conflictos y cada vez más falsos integrantes de la
organización armaban revuelo. Todo se salía de control e intentaban apaciguarlo
apenas podían.
Y la
noche trajo un dulce aroma consigo.
−
¿Hueles eso? – Preguntó Spero a Hendry.
− Son
Peonias. – Respondió Hendry inhalando el olor. – Si, peonias. –
−
¿Peonias? – Preguntó Spero, no sabía de qué hablaba.
− Son un
tipo de flor. – Aclaró Hendry. – A Shoshana le gusta el aroma, así que suelo
traerle unas cuantas. –
−
¿Tienes alguna ahora? – Preguntó Spero.
− No. –
− ¿De
dónde proviene el aroma entonces? –
− ¡C-Capitán!
– Él había regresado.
Shawn entró
sin demora por la puerta principal, y con él, cargaba un ramo de flores del
cual provenía el aroma.
Aun portaba su
armadura, por lo que se podía deducir fue directamente a esa casa. “¿QUIEN DAÑO
A MI ANGEL?” Pensó Spero que sería la reacción de Shawn, pero era todo lo
contrario, estaba calmado y esbozaba una suave sonrisa.
Se acercó
lentamente a Susan, quien seguía descansando, Spero guardó silencio y no pudo
mirarlo a los ojos, no tenía el valor.
−
Disculpa la tardanza. – Dijo Shawn levemente. – Me retrasé porque fui a
buscarte unas flores, son peonias, tus favoritas. –
La voz
de Shawn aun algo tranquila, se notaba algo quebrantada, como si estuviera a
punto de llorar, pero aun así se mantenía firme.
Tomó una
silla y la puso frente a donde estaba Susan, dejo el ramo de flores a un lado
de ella y tomó su mano.
−
Escuché que llevas un buen rato durmiendo. – Comenzó a hablarle. – Eso es
bueno, el descanso siempre es bueno. Me alegra incluso más ya que
constantemente te pedía que descansaras, sinceramente… eres una maniática del
trabajo, tu piel se dañara si no descansas bien… o eso escuché. –
Todo
parecía ser una plática normal, Shawn se mostraba tranquilo.
Spero se
quedó al lado, esperando a que él le dijera algo, mientras que Hendry no pudo
quedarse más en el lugar y decidió subir a con su esposa. Parecía que había
presentido lo que pasaría.
− Pero
el descanso en exceso también es malo, no me importa si decides dejar el
trabajo, yo te mantendré, por eso no hay problema, pero… seria problemático si
no haces nada más que descansar. – Continuó hablándole. – Después de todo… aún
hay muchas cosas que debemos hacer, y para ello necesitamos mucha energía.
Hablé con mis superiores y bueno… un par de años más y podremos estar más
tiempo juntos, espero no sea solo yo quien quiere eso, y si es así, te daré tu
espacio, no quiero sofocarte. –
Las
palabras eran simples, la conversación no tenía profundidad, pero por alguna
razón… el ambiente se sentía extrañamente pesado.
− A-Así
que… − Se notaban leves temblores en su cuerpo, y su voz parecía estar
quebrándose poco a poco. – Así que no te dejare sola nunca más… conseguiré más
tiempo para estar contigo, después de todo… eres mi ángel después de todo. –
La
sonrisa de su rostro comenzaba a desaparecer, sus labios eran temblorosos al
igual que su mirada. No pudo soportarlo mucho tiempo, y se cubrió con la palma
de su mano.
− A-Así
que… − Cada vez pesaba más su voz. – No me dejes solo tú tampoco… −
Pequeñas
lagrimas pasaban a través de la palma de Shawn; encogía sus hombros y apretaba
con más fuerza la palma de Susan; postró su cabeza sobre el pecho de ella y
suavemente acarició su cabello.
− Eres…
eres mi ángel, mi salvadora… − Su voz era temblorosa y cada palabra que salía
de su boca se sentía pesada. – Y-Yo… no sería lo que soy ahora sin ti y lo
sabes… así que por favor… despierta Susy… despierta… ya has dormido lo
suficiente… no me importa si tu piel se maltrata o arruga, seguirás siendo la
mujer más bella para mi… no me importa los cambios que sufran tu cuerpo,
siempre será perfecto para mi… así que no me dejes solo… juntos… juntos
saldremos adelante, como siempre lo hemos hecho… −
El
silencio de la habitación se llenó con el crujir de su corazón; con el tintineo
de los dientes chochando entre sí; con los sollozos de dolor; con el caer de
las lágrimas.
− Susy…
quizá estoy siendo muy egoísta… − Finalmente se rompió, su voz era interrumpida
por los sollozos y profundas entrecortadas respiraciones. − ¿Aun no has
descansado lo suficiente? ¿Aun quieres dormir más? Entonces está bien… descansa
lo que haga falta… yo te esperare el tiempo que sea necesario… yo… yo siempre
esperaré por ti… así que por favor… por favor… por favor… tienes que regresar…
−
Hacía
tiempo que había conocido a esa persona, quien se presentó con un carácter
prepotente, defendiendo lo que era “suyo”, algo gracioso en su forma de
expresarse a la vez que algo irritante. Pero su actitud era derivada del amor
que sentía por esa persona, un profundo amor.
Después,
con el tiempo conoció otra faceta, una persona centrada y segura de sí misma,
que abogó por los débiles y enfureció ante las injusticias cometidas por un
corrupto que costó la vida de su pueblo. Verlo lleno de rabia gritar a esa
persona… demostró que era alguien digno de admirar, el sentimiento de molestia
que sentía en aquel momento… era el de alguien que se preocupaba por los demás.
En cierta forma me recordó a Ciel…
Un
carácter duro por fuera, era lo que se había presentado, pero… mirándolo en
tales circunstancias… verlo derrumbarse en lágrimas… ciertamente quebrantaba el
espíritu.
Un nudo
se generaba en la garganta de Spero, quería decir algo, quería parar su llanto,
pero… no podía hacerlo, no había una forma de solucionarlo. No había otra
opción más que guardar silencio y dejar que aquel dolido hombre… desahogara
toda su frustración y tristeza.
Milagro
o desgracia.
− S… −
No lograba conjugar palabras. – S… Shawn… −
Fue su
primera palabra al despertar.
Shawn,
guardó silencio, no quería interrumpir el esfuerzo que hacía para hablarle.
− D… −
Aun se le dificultaba. – D… D-Duele… Shawn… duele… −
Las
lágrimas no cesaron. No era por la alegría de que hubiera reaccionado, si no
por el dolor que se sentía en sus palabras.
− T… Te…
e-estuve… esperando… −
Fueron
las palabras que acabaron con él.
El
llanto aumento, resonaba en los oídos de Spero, era un llanto ensordecedor, un
llanto quebrantador. No había nada que decir, no había nada que se pudiera
hacer, nada pararía su dolor, solamente… quedaba guardar silencio.
Una o
dos horas, no hubo un conteo del tiempo que paso, Susan volvió a dormir, pero
esta vez con la esperanza de que volviera a despertar. Shawn limpió su rostro y
finalmente encaró a Spero, lo que él temía.
− L-Lo
sien… − Quiso adelantarse y pedir disculpas, pero Shawn lo detuvo, pidiéndole
que guardara silencio.
Se puso
de pie frente a Spero e hizo lo que nunca esperaría mirar, algo peor que
mirarlo llorar. Shawn… se postro de rodillas frente a Spero, pegó su cabeza al
suelo al igual que sus palmas, y entonces, respiró hondo.
−
¡PORFAVOR! – Gritó con todas sus fuerzas. − ¡Ayúdame! –
No fue
necesario una especificación de lo que quería, no era necesario que lo hiciera,
no había necesidad de que se postrara, pero aun así… no dejaría que fuera en
vano.
Spero no
dio una respuesta, simplemente se dirigió a la entrada de la casa. No es necesario que lo pidas. Y abandonó
el lugar.
− Cuando
Allen vuelva, díganle que estaré ahí. – Avisó Spero a los guardias que
custodiaban el lugar.
Y
entonces, hizo su camino hasta su objetivo.
Durante
su estancia en aquella casa tuvo mucho tiempo para pensar. Allen no conseguía
recabar la suficiente información para tener algo seguro, por lo que igualmente
Spero intentó hacerse una idea del lugar donde podría encontrar la raíz del
problema. Fue entonces cuando llegó a una conclusión, cabía la posibilidad de
que la raíz se encontrara en el lugar donde todo comenzó, la “X” que marca el
lugar.
Era de esperarse… Las
calles estaban vacías, el temor de la gente los mantenía dentro de sus hogares
durante las noches. Algo bueno para Spero, le sería más fácil encontrar gente
sospechosa; algo malo para los bares, perdían clientela.
Era un
paisaje algo triste comparándolo con lo que era apenas unos días antes.
Es aquí. No tardó en llegar.
Spero
irrumpió en el bar bruscamente, miró los alrededores y miró que solamente había
unas cuantas personas bebiendo, las podía contar con los dedos, y ninguno de
ellos era alguien importante, solo personas que su adicción al alcohol era más
fuerte que el miedo que sentían.
Caminó
directo al dueño del bar, quien se encontraba limpiando uno de sus tarros con
un viejo trapo, realmente asqueroso.
Se puso
frente a él y lo miró fijamente con una mirada llena de odio.
− ¿Hay
alguien de ellos aquí? – Preguntó Spero sin muchos rodeos.
El dueño
no respondió, solamente miraba a Spero sin dejar de hacer su trabajo. No tengo tiempo para esto.
−
Responde la pregunta, no me hagas perder el tiempo. – Reiteró Spero algo
desesperado.
− Parece
que alguien no tiene modales. – Respondió el dueño del bar soltando una leve
carcajada. ¿De qué diablos te ríes? –
Pero es justo como dijiste, alguien interesante vino. –
¿” Alguien vino”?
− Te están
esperando por allá, chico. – Señaló el dueño a la parte más oscura del bar.
En dicho
lugar había una mesa, y frente a ella una persona sentada bebiendo de un
pequeño vaso, tenía su mirada fijada al frente; tenía una peculiar sonrisa,
llena de tranquilidad; fuera de eso, no había nada que se pudiera resaltar de
él, era una persona común y corriente de mediana edad. Definitivamente es él.
Spero
caminó hacia el sujeto, cada pisada creaba un pequeño estruendo; la gente de
alrededor ni se inmutaba, no eran más que unos borrachos que estaban entrados
en su bebida o habían sido noqueados por esta; el dueño seguía limpiando su
barra como si nada pasara. Y aquel sujeto, Hank, estaba de lo más tranquilo
igualmente. Y solo me molesta aún más.
− ¿Por
qué la molestia? – Preguntó Hank despreocupado dando un sorbo a su bebida. –
Oh, lo lamento, dije algo innecesario. –
− No
puedo matarte. – Respondió Spero molesto. − ¿Pero que me impide arrancarte una
pierna y un ojo? –
−
Supongo que nada. – Respondió Hank con una sonrisa mirando a Spero. Dio
nuevamente un sorbo a su bebida, y continuó hablando. – Es deliciosa, deberías
probarla. –
− No
bebo alcohol. – Dijo Spero indiferente.
−
¿Alcohol? – Preguntó Hank. – No, esto no tiene nada de alcohol, es una simple
bebida frutal. No suele prepararlas, pero el dueño siempre hace una excepción
por mí. –
−
¿Cuándo dejaras de hablar de trivialidades? – Preguntó Spero desesperado.
Hank dio
un último sorbo a su bebida y la dejó sobre la mesa, para luego respirar hondo,
dejándolo salir con un suspiro.
− Me
hago a la idea del por qué has venido a mí y que es lo que buscas, puede que tu
hayas creído en mis palabras, pero… ¿Cómo probaras que soy a quien quieres? –
Preguntó Hank curioso.
− Hare
que lo confieses. –
− Claro,
puedes hacer eso. – Respondió Hank frotándose la barbilla. − Pero… ¿Cómo los
convencerás a ellos? ¿Cómo harás que crean en ti o en mí? Puede que solamente
sea un hablador, y bueno, quizá y te haya mentido en aquel entonces, puede que
no sea a quien buscas después de todo. –
− No lo
hiciste. –
− ¿Cómo
lo sabes? ¿Eres un psíquico o algo parecido? –
− … −
− Claro
que no, ¿una nueva magia recién descubierta? –
− No
pareces ser de los que mienten. – Respondió Spero.
−
¿Puedes decirlo con solo mirarme? – Preguntó Hank sorprendido. – Una muy buena
habilidad, talento o bendición, ciertamente tienes un don. –
Hank
giró su cabeza a los alrededores; alzó su mano hacia el dueño del bar y este
asintió con la cabeza, dejo de limpiar sus tarros y comenzó a preparar una
bebida.
−
Pareces cansado, deberías tomar asiento. – Sugirió Hank. – No importa cuán
desesperado estés, no iré a ningún lado por ahora, tampoco podrás hacer nada,
así que solamente toma asiento por un momento y hablemos, quizá podamos
entender un poco más la situación de ambos. –
La forma
en la que hablaba era tranquila, como si no tuviera ningún tipo de peso encima
de él. Si era realmente quien había orquestado todo lo que estaba sucediendo en
la ciudad… debía tener muy poca moral para no sentir el peso de las victimas
sobre sus hombros.
Spero,
sin más opción, tomó asiento frente a Hank, quien aún lo miraba con una suave
sonrisa.
−
¿Mejor? – Preguntó. – Oh, lo lamento nuevamente, claro que no estas mejor, no
es como si el sentarte arreglara fuera a arreglar tus problemas o calmarte, suelo
decir cosas sin pensar. –
− Sabes
la razón por la que estoy aquí, y sabes que no tienes escapatoria. – Dijo
Spero. – Así que… ¿Por qué estás tan tranquilo? –
− ¿Por
qué no debería estarlo? – Preguntó Hank. – Es una linda noche, no hay mucho
ruido en las calles y estoy teniendo una interesante conversación... –
Spero
tenía una duda desde aquel entonces, y si no podía seguir adelante por el momento,
al menos se la quitaría de encima.
− ¿Por
qué me lo dijiste a mí? – Preguntó Spero con seriedad. – De entre toda la gente
que estaba presente, me revelaste tu secreto a mí, ¿Buscabas algo de mí? –
− No
exactamente. – Respondió Hank. – La razón es más simple de lo que piensas, no
hay una gran conspiración que te vincula con todo lo que está sucediendo, no
era como si tuviera previsto que estarías en ese lugar en ese momento. Puedo
asegurarte que hasta antes de ese día no sabía de tu existencia. –
− ¿Entonces
por qué? –
− Bueno,
me parecías interesante. – Respondió Hank. ¿Interesante?
– Asististe a esa reunión como todos los demás, pero solamente tu parecías
estar fuera de lugar. Mientras ellos discutían y creían fervientemente… tu
dudabas, hacías preguntas que nadie se hacía y… bueno, no parecías ser una
oveja del rebaño. –
− Eso no
es una razón suficiente. –
− Claro
que lo es. – Dijo Hank. – No es como si buscara ocultarlo o algo parecido,
aparte de que tu hiciste la pregunta en aquel entonces, era de mala educación
no responderte si es que tenía la respuesta. –
Nuevamente,
sus palabras eran sinceras, no parecía estar mintiendo para nada.
− Ya que
lo confesaste, te llevaré conmigo. – Dijo Spero alzándose de la silla.
− ¿Con
que propósito? – Preguntó Hank. – Aunque me lleves nada terminará. Aunque
admita ser el autor de todo este caos… nada cambiará. Para empezar,
posiblemente no crean en mí, solamente mírame, no tengo la apariencia de
alguien capaz. Aparte, ellos no se detendrán, aunque el líder caiga… muchos de
ellos ni siquiera me conocen, ¿sabes? –
Puede que tenga razón, pero aun así…
− Aun
así, pagaras por todo lo que has hecho. –
− Claro
que lo hare, no pienso huir o pedir clemencia, pero aun no es momento. – Dijo
Hank. – Aún faltan unas cuantas cosas y mi objetivo no ha sido alcanzado. –
¿Su objetivo? Algo se
reventó dentro de Spero, era su paciencia.
Empujó
la mesa y se abalanzó hacia Hank, tomándolo del cuello de su camisa, con una
mirada llena de odio.
− ¿Eres
capaz de sacrificar inocentes con tal de alcanzar tu objetivo? – Preguntó
Spero. − ¿No te importa lo mas mínimo? ¿El fin justifica los medios para ti…? –
Hank no
se inmutó, su sonrisa no desapareció.
− Claro
que no. – Respondió Hank. – Si fuera posible no llegaría a tales extremos, no
soy un partidario de la violencia. –
− ¿Sabes
que tan incoherentes son tus palabras? –
− Claro
que lo sé. – Insistió Hank. – Pero es algo que se debe hacer. Me duele ver como
esta ciudad se cae a pedazos. Me dolió ver como terminó esa mujer, tiene un
corazón amable y desde lo más profundo de mi ser espero que salga adelante,
después de todo tiene un esposo que la está esperando y realmente la ama… –
− ¡NO TE
ATREVAS A HABLAR DE ELLA! – Gritó Spero, su respiración estaba alterada.
− Oh,
cierto, lo lamento… fui muy rudo. – Dijo Hank haciendo una leve reverencia. –
Es por eso que cuando todo acabe… pagare por mis pecados. –
−
¿Cuándo todo acabe? – Preguntó Spero rechinando los dientes. − ¿Y cuándo será
eso? ¿Cuándo los afectados sean simples civiles? ¿Cuándo la ciudad sea
destruida? ¿Cuándo niños mueran? –
− Todo
terminará cuando ellos pidan perdón. – Dijo Hank tranquilamente. – Una vez lo
hagan, me encargaré de que todo se calme y pagaré por mis acciones, sea cual
sea el precio. –
Podía
escucharlo, sin embargo, no comprendía sus palabras. Por alguna razón, era
incomprensible, como si hablara en otro idioma. Sus motivos… parecían ser unos
muy estúpidos, había hecho tanto caos… por una simple disculpa.
− Aquí
está su bebida. – Interrumpió el dueño quien cargaba una charola con dos vasos.
− Muchas
gracias. – Dijo Hank tomando uno de los vasos. – No quiero exigir mucho, pero…
¿Qué te parece soltarme por ahora y que bebamos lo que nos trajo? Puedo
asegurarte que no tienen ningún tipo de veneno o algo peligroso, es una bebida
deliciosa. –
Spero
frustrado, soltó a Hank y tomó uno de los vasos, para luego volver a sentarse.
− ¿Todo
esto es por una disculpa? – Preguntó Spero. – La gente que has lastimado… ¿es
solo el daño colateral de tu rencor? –
− Lo dices
de una manera muy horrible. – Señaló Hank. – Claro que quiero que pidan
disculpas, pero no un simple “Lo siento”, no será suficiente para pagarles...
Quiero que se pongan de rodillas, entierren su cabeza en el suelo y desde el
fondo de su alma, griten a los cuatro vientos que están arrepentidos de sus
acciones, que lo repitan tantas veces como sean necesarias para que sus
gargantas se desgarren. Y una vez hecho eso… todo terminará. Simple, ¿no? –
Y
nuevamente, dio un sorbo a su bebida.
−
Simplemente deliciosa. – Dijo Hank con una sonrisa.
− ¿Y qué
tal si solamente te llevo ante los guardias ahora y dejo que te torturen hasta
que detengas esta locura? –
− No
sería una buena idea. – Respondió Hank. – La tortura no funcionará en mí,
tampoco las extorciones o cualquier otra cosa que intenten. No quiero
profundizar en mi persona, pero… no tengo nada que perder y no temo a la
muerte. Y como ya te dije antes, en el remoto caso que fuera asesinado como
intento de calmar las cosas… no cambiaría nada… lo siento, miento, solamente lo
empeoraría. Puedo asegurarte que si me pasara algo… sería el fin de esta
ciudad, y quizá de las demás. Así que no es una buena idea, incluso si tomas
justicia por tus propias manos todo terminaría peor. –
Viendo el desarrollo de las cosas… actuar sin
pensar y precipitadamente podría desencadenar en lo que él decía. Una secta
había hecho aparición prácticamente de la nada y creado un caos en la ciudad en
cuestión de días. No… puedo arriesgarme.
Estaba a su merced, no había nada que pudiera
hacer. Había acudido a ese lugar con todas las intenciones de tomar venganza,
de hacer justicia por sus propios medios y calmar el dolor de aquellas personas
que habían sido atacadas. Pero… no esperaba tal respuesta.
− Olvide
mencionar algo antes. – Continuó Hank. – Discúlpame si no fue lo correcto, pero
investigué un poco sobre ti, después de todo me pareciste una persona
interesante. –
− … −
− Tengo
entendido que llegaste a esta ciudad buscando algo, específicamente a alguien,
mas especifico al “causante” de la explosión en central. – Esta bien informado. – Así que aprovecharé esta oportunidad y
resolveré tu duda, y no, esta vez no me adjudicaré tal proeza. No puedo decir
que fue una persona en específico, sino un conjunto, ese conjunto que me ha
derivado a hacer todo esto, lo único que hay de verdad en las palabras que
pregonan las ovejas, así es, fueron los mismísimos altos mandos. –
Spero
quedo en silencio por un momento.
− Por
alguna razón… no me sorprende. – Dijo Spero.
−
¿Verdad? – Dijo Hank. – Pero es la verdad, no tengo razones para mentirte, y
estoy seguro de que lo sabes. –
Pero eso no cambia nada… Aun
sabiendo el causante de la explosión, quedaban ciertas dudas, como la razón
tras de ello, bien pudo ser un accidente.
− Estas
insatisfecho, ¿Cierto? – Parecía poder leer sus pensamientos. – Puedo
escucharlo en ti, algo falta, y es “La razón”, ¿Cierto? Claro que lo es. –
− … −
− No
pienso reclutarte para mis filas, dudo que apruebes nuestros métodos, después
de todo es la furia lo que trajo a mí. – Continuó Hank. – Pero puedo decirte la
razón por la que la explosión sucedió, y quizá así comprendas un poco mejor mis
razones, dudo que aun así lo apruebes, pero quizá quite un peso de tus hombros.
–
− ¿Qué
es lo que sabes? – Preguntó Spero molesto, se sentía derrotado.
− Se
muchas cosas. – Respondió Hank. – Pero antes de que te revele el mayor secreto…
¿No crees que deberías estar en otro lugar? –
¿Otro lugar? Por
alguna razón, una pequeño escalofrió recorrió la espalda de Spero.
−
Escuché que el esposo volvió a la ciudad. – Continuó Hank. – Sé que con ella
tiene un carácter amoroso y vulnerable, pero es una fiera cuando se la intentan
quitar, ahora… ¿Qué crees que es lo que pasaría si lastiman a lo que más ama? –
Por
alguna razón, sabía demasiado.
− Puedo
hacerme una idea, haría algo que no querría nadie más supiera. – Indicó Hank. –
Y ahora otra cosa, suelen decir que un asesino siempre vuelve a la escena del
crimen, lo que me lleva a pensar que, si fuera a hacer algo al respecto por lo
de su amada, tomaría en cuenta esa frase. Puedo decirte las razones otro día
con más calma, pero puede que si no te apresuras ahora… sea muy tarde para él.
–
El sentimiento se hizo más profundo, sentía
cierta desesperación; se alzó de su silla de golpe, y corrió fuera del lugar. Debo apresurarme.
− Y no
se tomó su bebida, que desperdicio. – Señaló Hank, quien no perdió su
tranquilidad y sonrisa durante toda la conversación.
Mientras que para Spero el lugar que había dado
inicio a todo el caos era el bar, para él era otro. Y en ese lugar, se
encontraban dos personas, ambas llenas de odio y rencor, un encuentro que no
era favorable para ninguno.
− Mi
mejor obra… − Decía lleno de éxtasis un sujeto en la oscuridad. – Aun puedo
escucharla… escucho su voz… ¡UN DELEITE PARA MIS OIDOS! ¡MAS DAME MAS! –
Su voz no era lo único que se escuchaba en ese
lugar, unos lentos pero firmes pasos hacían eco en aquel callejón. Seguido de
una voz llena de amargura.
− Así
que eres tú. – Dijo el otro sujeto, quien empuñaba una guadaña.
− ¿Mmh?
– Reaccionó el primer sujeto. − ¿Es acaso que la muerte ha venido por mi alma?
–
−
Lamento decírtelo, pero no soy la muerte. – Respondió el segundo. – Soy algo
mucho peor, muchos me llaman por mi nombre, otros me dicen capitán, ella me
llamaba “Shawny” cuando estábamos a solas, y no he venido por tu alma, eso no
bastara. –
− Así
que… ¡ERES TU! – Gritó el primer sujeto. – Sabia que si regresaba a este lugar
podría encontrarte… sabía que vendrías… después de todo… ella siempre estuvo
llamándote. –
Seguido de esas últimas palabras soltó una
resonante carcajada. Mientras que el otro crujía sus dientes y apretaba con
fuerza el mango de su guadaña.
− Ella
es un ángel. – Continuó Shawny. – Y tú te atreviste a cortar sus alas. –
− ¿Sus
alas? – Preguntó el “extasiado” con sarcasmo. − ¿Esa cosa un ángel? Parecía más
un demonio. Y no corte solamente sus “alas”, corté mucho más. –
− No
comprenderías su belleza, aunque te golpeara el rostro con ella. – Insistió
Shawny. – Pero escuché todo lo que tenía que escuchar, tú lo hiciste. –
− ¡CLARO
QUE LO HICE! – Gritó seguido de una carcajada aún más fuerte lleno de orgullo.
– Lo hice con mis preciosas y delicadas manos, ¡MIRALAS! ¡MIRALAS! ¿No te
parecen hermosas? –
Extendió
sus palmas hacia él, estaba inmerso en su éxtasis y locura; su rostro lo
demostraba todo, era la de un depravado.
−
Gracias por ponérmelo más fácil. – Dijo Shawny.
Se
escuchó la caída de un par de objetos al suelo, por la oscuridad no se podía
distinguir que era, pero… los gritos eran suficiente para saberlo.
− ¡MIS
MANOS! ¡TU IM-IMBECIL DE MIERDA! ¡TU…! ¡AAAAAAAAGH! – El “extasiado” se
retorcía del dolor, su cara de éxtasis y locura desapareció, en cambio frunció
el ceño, apretó los dientes con fuerza y retorcía todo su cuerpo; las lágrimas
que brotaban de sus ojos hacían juego con las de sangre que derramaban sus
muñones, muñones producto de un corte fino como ningún otro.
Y el
sonido de un nuevo golpe resonó, esta vez, fue la de un metal contra el suelo;
dicho golpe trajo algo consigo, trajo la luz.
La
guadaña que portaba Shawny se encendió en fuego desde su hoja, como si la
sangre fuera su combustible.
El fuego
iluminó aquel callejón, y la luz dejó ver el rostro de Shawny; un rostro
envuelto en la locura, una locura provocada por el odio y la frustración, un
rostro que miraba con una alegre sonrisa de oreja a oreja al sujeto que se
retorcía de dolor.
− No te
preocupes, se cauterizar heridas… −
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