La Profecía del Héroe - Capitulo 34: La ciudad de los niños


Así que este es el lugar… Tras un largo viaje, habían arribado a su destino, el cual se podía describir con una sola palabra… niños.
− No importa como lo mires, esto no es normal, ¿Cierto? – Preguntó Ryoku.
Claramente no lo es. El lugar era… extraño.
− La puerta, la muralla, todo es impresionante. – Señaló Hendry. – Pusieron esfuerzo extra en lo que sería la seguridad. –
Una gran muralla, incluso más grande que las anteriores, incluso más firme y sólida que las antes vista, más ancha y más liza para evitar ser escalada, parecía incluso como si hubieran vertido aceite en ella para evitar que algo como eso pasara. Eso, eso era lo que rodeaba esa pequeña gran ciudad.
La entrada era una puerta reforzada de acero puro que se escondía entre la muralla, con un mecanismo desarrollado por los mismísimos enanos para hacer que entrara y saliera rápidamente, evitando problemas al momento de dejar pasar aliados y cerrar al momento de una invasión.
Pero nada de eso era relevante, la seguridad era primordial, y a diferencia de Atlova, la ciudad que se derrumbó apenas se vio en pie, fue debido a su mala gubernatura.
Lo que era anormal era la cantidad de…
− Niños. – Señaló Spero asombrado. – Hay por todas partes. –
Mirar un niño no era algo extraño, cualquiera sabía que así se iniciaba la vida tras procrear. Spero fue un niño en alguna ocasión, así mismo lo fue Allen, Ryoku y posiblemente Hendry igualmente, pero… la cantidad era impresionante.
A cualquier lugar que voltearas había un niño, acompañado de un adulto, una pareja o simplemente solo caminando por el lugar sin problemas.
Y ante la mirada de asombro de todos, solamente había una persona sonriendo felizmente.
− ¿Él es algún tipo de… tu sabes? – Preguntó Ryoku algo asustada.
Claramente la sonrisa de Allen no era normal, después de todo, era quien más portaba una mirada y actitud seria del grupo, rara vez reía o demostraba emociones a gran medida. Molestia o preocupación era lo usual en él, pero se encontraba… sonriendo, y sonriendo al ver niños, lo que lo volvía todo aún más extraño.
− No, no lo es. – Afirmó Spero en defensa de su amigo.
− ¿Entonces por qué los mira de esa forma? – Señaló Ryoku insistente. – Mires como lo mires, no es normal. –
− Bueno, no lo sé, pero no es lo que piensas. – Insistió Spero. – ¿Es tan raro que sea feliz? –
− Es raro lo que lo provoca. – Insistió Ryoku. –Y más aún cuando no intenta negarlo. –
− Bueno, dudo que le importe lo que digas. – Señaló Spero.
− ¿Ah? – Reaccionó Ryoku molesta. − ¿A qué te refieres con eso? –
− Bueno, incluso a mí me hace feliz mirar tantos niños. – Interrumpió Hendry. – No puedes negar que son adorables. –
Hendry había fungido como mediador, tratando de evitar que la discusión se volviera más problemática, y en cierta forma tenía razón. Los niños siempre eran adorables, y el mirarlo por montones provocaba un efecto de… ternura.
Pero Allen seguía sin decir ni una palabra. Y de un momento a otro, reaccionó, dejando de lado su perdida sonrisa y volviendo a su común seriedad.
− Lamento provocar esa incomodidad. – Dijo hacia Spero, ignorando totalmente que quien se molestaba era Ryoku.
− N-No hay problema. – Respondió Spero.
Ciertamente le provocaba curiosidad el cambio de humor, no era usual mirarlo feliz por algo que no fuera una conversación gratificante con Spero, mucho menos estando rodeado de tantas personas.
Spero conocía que él tenía cierto afecto y empatía hacia los niños, demostraba su mejor lado hacia ellos, por lo cual no le extrañaba del todo.
Sin embargo, seguía siendo un completo misterio para él el por qué. Y no quería indagar en ello debido a cierto temor que rondaba en su cabeza, después de todo, conocer el pasado de alguien no siempre suele ser algo… bueno.
No encontrar las palabras correctas o saber tomarlo de la forma que es, dar una expresión que no iba al momento… cualquier mal paso y podía terminar de una mala manera.
Un ejemplo era si él lo presentaba como algo sin importancia, y de la misma forma Spero lo tomaba como si fuera algo de lo que no había que preocuparse, pero en el fondo, para Allen fuera algo significativo y a la vez difícil de discutir. No saber cómo actuar en tales situaciones… podrían acabar con el buen trato que se tenían. O eso es lo que pienso…
Conocer el pasado de alguien conlleva la responsabilidad de mostrar el apoyo necesario en caso de ser algo serio, y en esos momentos… no sabía si estaba del todo preparado.
− ¿Me puedes decir nuevamente que venimos a hacer aquí? – Preguntó Hendry curioso.
− Oh, claro. – Recordó el motivo por el que estaban ahí, y que no debían perder el tiempo. – Tenemos que hacer entrega de algunos documentos gubernamentales. –
− ¿Sabes sobre que hablan? – Preguntó Ryoku.
− No. – Respondió Spero.
− ¿No te interesa? – Insistió Ryoku.
− En lo más mínimo. – Respondió Spero. – No creo que algo como los documentos del gobierno sean interesantes. –
− ¿Pese a lo que tienes frente a ti? – Preguntó Ryoku. − ¿No te parece extraño? –
− Bueno… si, pero… −
− Son secretos, ¿no? – Interrumpió Hendry nuevamente. – Si mi vista no me falla, tienen un sello, y el abrirlos rompería dicho sello, podría provocar algún problema. –
− Cierto… lo tienen. – Spero no había prestado atención a ello.
Y sin importar lo que estuviera frente a él, no había nada que le interesara de los documentos, lo que quería saber ya lo había confirmado con sus propios ojos y oídos.
− Entonces… ¿A dónde vamos? – Preguntó Ryoku.
− Pregunté antes al guardia que nos dio la entrada, dijo que al centro se encontraba la oficina del gobernador de esta ciudad. – Respondió Hendry.
− Olvide preguntarlo. – Dijo Spero. – Gracias por hacerlo tú. –
− No hay problema. –
− Dormir en la carreta es incómodo, ¿no? – Preguntó Spero. – Y con los turnos de vigilancia no podemos descansar apropiadamente, así que… ¿Qué les parece si pasamos la noche aquí? –
− Por mi está bien. – Respondió Hendry. – Un buen descanso vendría bien a todos. –
− Yo no tengo problema alguno. – Dijo Allen.
− El viaje es largo y no miro una necesidad real de quedarnos. – Dijo Ryoku. – Pero igualmente me gustaría poder descansar apropiadamente, a menos de que a alguien le moleste que duerma mucho.
− ¿Aun con eso? – Preguntó Spero agotado. – Ya te dije que… −
− Solo bromeaba. – Interrumpió Ryoku.
¿Tu? ¿Bromeando? No podía creer en tales palabras, pero si la discusión terminaba en eso, estaba dispuesto a aceptarlo.
− ¿Pero habrá alguna posada en este lugar? – Preguntó Hendry.
− Es verdad… − Respondió Ryoku pensativa.
A los alrededores había casas, claro, era obvio puesto que en dicha ciudad vivían personas. Pero no parecían haber bares ni algún tipo de entretenimiento que no fuera “sano”; las posadas no eran un entretenimiento, eso estaba claro, pero tampoco había presencia de alguna.
La ciudad tampoco tenía la pinta de ser un lugar turístico, dudaba que alguien fuera a esa ciudad con el objetivo de “mirar niños” y si lo había, posiblemente tenía un problema grave.
“Ciudad de paso” se le podría denominar, no un lugar donde descansar, tampoco donde parar por un largo tiempo. Restaurants y mercados había, eso estaba presente en todo lugar, así que posiblemente igual podían obtener recursos de esa ciudad si se encontraban en una larga travesía.
¿Entonces cuál es la función de este lugar?
No parecía igualmente que alguien pudiera obtener una residencia tan fácilmente en ese lugar, y quienes estaban ahí, parecían haberlo estado desde un inicio, cual fuera el día en que se hubiera fundado dicha ciudad.
− Lo primero es entregar los documentos. – Señaló Spero. – Luego veremos donde descansar. –
Como había sido informado Hendry, claramente al centro estaba la oficina del gobernador de la ciudad, de la cual aún desconocían el nombre. Si no hubieran sido previstos con un mapa de antemano, no hubieran llegado a dicho lugar.
Pero la oficina no era lo que uno esperaría.
No más grande ni más pequeña que una casa común, esa era la oficina. A simple vista se podía notar que no contaba siquiera con dos pisos. A su lado, la sala de misiones parecía algo excesivo.
¿Y cómo será el interior?
Un lugar de gobierno, usualmente es algo serio y apagado, pero ese… era todo lo contrario.
Apenas al entrar, se percataron de algo fuera de lugar, algo que… nadie de fuera hubiera esperado, que por alguna razón no era tan impresionante habiéndolo visto fuera de la oficina… Niños.
Donde se encontraban era una especie de sala, no parecía siquiera una “oficina”.
− ¿Incluso aquí? – Preguntó Spero sorprendido.
− Al parecer… − Respondió Hendry igualmente sorprendido.
− Y él sigue sonriendo… − Dijo Ryoku confundida.
− Que lindos. – Señaló Allen inesperadamente con una sonrisa.
Era extraño mirar niños en cantidades excesivas fuera en la ciudad, pero lo era aún más, mirarlos dentro de lo que se suponía era la oficina del gobernador, del cual, por cierto, no había rastro alguno. ¿O será uno de esos niños? Una idea descabellada, pero dada la situación…
− ¡Un perro! – Gritó uno de los niños, contar la cantidad exacta era difícil; se movían de un lado a otro evitando ser contados.
Y en cuestión de segundos, el montón de niños, se abalanzaron contra Sirius.
Dos… cinco… diez… ¿Once? Un total de once mini depredadores se habían abalanzado contra el indefenso can, quien pese a ser inmutable, su expresión habitual denotaba algo de preocupación. Puedo notarlo en lo profundo de su mirada.
Los niños acariciaban al can con fuerza, no sabían medirse con él, pero les atraía tanto que no podían hacer nada más que mostrarle cariño, cariño que quizá no era deseado por él.
− ¿Deberíamos detenerlos? – Preguntó Hendry. – Parece algo… asustado. –
− Esa es su expresión normal, ¿no? – Señaló Ryoku.
− No, quizá si esta algo asustado. – Asintió Spero. – Aparte de Allen y nosotros, no mucha gente interactúa con él, quizá lo abruma tanta atención. –
− Yo digo que está bien… − Susurró Allen para sí mismo.
Bueno, si el dueño está de acuerdo. Spero no se consideraba a sí mismo como el “dueño” de Sirius, más bien, se consideraba como un compañero más que como una mascota. Pero en el caso de que se tuviera que mencionar a alguien que fuera “dueño” de Sirius, seria Allen, quien más se hacía cargo de sus necesidades y, a fin de cuentas, era quien más tiempo pasaba con él.
Y solo son niños. Era una buena experiencia para Sirius. Pese a que no temían fuera a actuar agresivo debido a su actitud, debía tomar tantas experiencias pudiera, y aprender a jugar con niños en su debido tiempo.
− Niños, niños… − Llamó una voz. – No abrumen al pobre perrito, lo van a asustar. –
− ¡Abuelo! – Gritaron todos al unisonó.
¿Abuelo?
Parado frente a una puerta, estaba un hombre que no parecía un “anciano”, vestía ropa casual, no parecía ser algún tipo de noble, sino un simple residente. Su figura estaba algo encorvada, pero aun así no se sostenía con un bastón; su cabello estaba lleno de canas, pero no tenía las suficientes arrugas para parecer lo suficientemente viejo. La altura era… una duda, al estar encorvado no se sabía con claridad, pero era más bajo que Spero, incluso que Allen.
− ¿Visitas? – Preguntó sorprendido. – No parecen ser de aquí, no los reconozco. –
− Oh, no, no somos de aquí. – Respondió Spero.
Los niños dejaron a Sirius y corrieron junto a aquel hombre.
− Abuelo, abuelo, es un perro, tiene una mirada triste, pero es muy lindo. – Dijo uno de los más pequeños.
− Oh, sí sí, es muy lindo. – Respondió el hombre con una sonrisa acariciando suavemente la cabeza del niño. – Y díganme, si no son de por aquí… ¿Qué los trae a este lugar? Para ser más específico… a mi oficina. –
Entonces es él. Sus palabras confirmaban que ese lugar le pertenecía, no parecía ser demencia por edad ni estar mintiendo. No parecía ser lo que uno consideraría un gobernante, pero… quizá se trataba de su día libre.
− Venimos por asuntos gubernamentales. – Indicó Spero dejando de lado su duda.
− ¿Mmh? – Reaccionó confundido. – Pero… es el joven Shawn quien siempre se encarga de visitarnos. –
− Si, vera… venimos de su parte, él… tiene unas complicaciones. – Respondió Spero.
− ¿De su parte? – Preguntó aún más sorprendido el hombre. – Eso sí que es algo sorprendente. Me cuesta creer que alguien como él, delegara su trabajo a alguien más, y me sorprende aún más puesto que no parecen ser alguno de sus subordinados. –
− Oh, bueno, no lo somos. – Respondió Spero.
− ¿Entonces qué relación tienen? – Preguntó el hombre.
− Es algo complicado como llegamos hasta aquí. – Respondió Spero. – Pero deposito su confianza en que entregáramos estos documentos. –
− Mmh… − Seguía dudoso. – Bueno, qué más da, el sello del sobre parecer oficial, y ustedes no parecen malas personas. –
− No lo somos. – Insistió Spero.
− Denme un momento, niños. – Dijo el hombre haciendo a un lado a la manada de niños que estaba su alrededor.
Se acercó a Spero, quien cargaba el sobre con los documentos y pidió amablemente se le entregara.
− Bueno, iré a revisarlo en mi oficina si no les molesta. – Señaló el hombre. – Pueden tomar asiento mientras tanto, no tardaré mucho. –
Sin más remedio, se acercaron a unos asientos que estaban cerca de ahí, y tomaron asiento.
Los niños no siguieron al hombre a su oficina por alguna razón, en su lugar, se quedaron jugando un par con Sirius.
Los asientos estaban paralelos entre sí, y al centro, una pequeña mesa con un par de galletas sobre ella, parecía más una recepción tras dar nuevamente una mirada.
− P-Pueden tomar galletas. – Dijo un pequeño niño; era pequeño y parecía ser tímido.
− Oh… gracias. – Respondió Spero acercándose a tomar una de las galletas. Esta buena…
Así mismo Hendry tomó una; Allen se quedó tranquilo sentado en su lugar al lado de Spero; Ryoku no se había quitarlo su yelmo en ningún momento, y no parecía tener planes de hacerlo.
− ¿No te molesta el yelmo? −  Preguntó Spero a Ryoku.
− Puedo aguantar un rato más. – Respondió Ryoku. ¿Y para qué?
Así mismo, se acercó una niña de coletas, se sujetó de la manga del otro niño y miró con algo de temor al resto de ellos.
− ¿S-Son caballeros? – Preguntó el niño con algo de temor.
− Mmh… − Spero lo pensó detenidamente. No eran “caballeros” como tal, y llamarse a sí mismos mercenarios era… acertado, no pero conveniente.
− Algo parecido. – Respondió Hendry con una sonrisa.
De entre todos, los únicos que portaban una armadura pesada eran Spero y Ryoku, siendo obviamente Ryoku quien más portaba peso. Pese a que Fraud ofreció una nueva armadura a Spero, no la tuvo lista, ya que su trabajo aumento enormemente. Aunque ya pasó un mes…
Mientras que por el lado de Hendry y Allen, portaban un tipo de “armadura” que se basaba en cuero y algunas pocas placas metálicas alrededor del cuerpo.
− Aunque eso aplica solo para esos dos. – Señaló Hendry a Ryoku y Spero. – Por mi parte… se podría decir que yo soy un curandero. –
− ¿Un curandero? – Preguntó el niño.
− Alguien que cura las heridas de sus aliados. – Respondió Hendry.
− Whoaaa – Reaccionó el niño impresionado. – ¡Entonces eres como la doctora! –
− B-Bueno… supongo. – Dijo Hendry algo avergonzado.
Spero no pudo evitar dejar salir una leve carcajada.
− Y-Y… ¿y él? – Preguntó el niño apuntando hacia Allen.
− Mmh… − En esa ocasión fue Hendry quien se quedó en silencio pensando, no había forma de decirles a los niños algo como “Él es un asesino” posiblemente los ahuyentaría.
− ¿Yo? – Preguntó Allen por su cuenta. – Yo… ¡Soy un maestro de las sombras! –
Allen se expresó con una animosidad inesperada, dejando sin palabras a quienes estaban a su alrededor.
− ¿M-Maestro de las sombras? – Preguntó el niño sorprendido.
− Así es. – Afirmó Allen con una gran sonrisa. – Me escabullo en la oscuridad y acabo con los enemigos sin que se den cuenta; oculto mi presencia y nadie sabe por dónde los atacaré. –
Bueno… no está mintiendo. Esa era la forma en que Allen hacia las cosas, no ocultaba de que él era una especie de asesino profesional, pero lo decía de una forma que impresionaba al niño en vez de asustarlo.
− ¡Y-Yo quiero ser uno también! – Gritó el niño avivadamente.
− Claro, claro, solamente necesitas entrenar mucho. – Dijo Allen con una gran sonrisa.
Allen era una persona con ellos, y otro con los niños. Si tuviera que elegir, preferiría que fuera la segunda todo el tiempo. Pero era mucho pedir, con que diera pequeños avances y hablara con sus compañeros… era más que suficiente.
− ¡A mí me gusta la armadura de ese señor! – Gritó un tercer niño, un poco más grande que el resto. – Es tan grande, quiero ser así cuando crezca. –
Y Spero nuevamente dejó salir una leve carcajada, acompañado de una de Hendry igualmente, puesto que a quien se referían como “señor” era... la única mujer que los acompañaba.
Y por alguna razón, Spero sintió como si algo le quemara, una mirada pesada. ¿Voy a morir? Pensó cerrando los ojos, sin arrepentirse ni un momento de su descuido.
Ryoku, dejando de lado su terquedad, retiró su yelmo, dejando a la vista su rostro de molestia.
− ¿Ah? – Reaccionó el niño sorprendido. – E-Es… muy femenino, señor… −
Heh…
− Soy mujer. – Respondió Ryoku molesta.
− ¿Oh? – Reaccionó el niño nervioso. – L-Lo lamento… −
El niño apartó su mirada y se retiró nuevamente a donde Sirius.
− Bueno, supongo que es mi culpa por el diseño. – Se retractó Ryoku. – Puede ser pesada… hacerme parecer hombre, y molesta en ocasiones, pero… ¡Nada romperá mi defensa! –
Ryoku parecía decidida después de todo.
Pese a que el niño se había retractado de sus palabras, alguien aun la miraba con un gran brillo en sus ojos. La niña más pequeña.
− Es hermosa… − Señaló la pequeña desde un lugar seguro.
− ¿Mmh? – Reaccionó Ryoku confundida. – Claro que mi armadura es hermosa. –
La pequeña aun mostraba algo de pena, y poco a poco, dejaba de ocultarse detrás del otro niño, siendo empujada igualmente por él. “Dile, dile” repetía el niño acercándola hacia el frente.
− Y-Yo… − Tomó algo de valor, mientras jugaba nerviosa con sus pulgares. – ¡Yo también quiero ser hermosa como usted cuando crezca! –
Oh, eso sí que fue inesperado.
− B-Bueno… − Ryoku no supo cómo reaccionar, se denotaba su nerviosismo en la forma que actuaba. – C-Con entrenamiento puedes lograrlo. –
− ¿Qué rayos fue eso? – Preguntó Spero riendo, pensando que lo había dicho únicamente en su cabeza.
− ¡Entendido! – Gritó la niña llena de energía. − ¡Entonces entrenaré para ser bonita como usted! –
− O-Oh… si… − Seguía un tanto nerviosa.
Seguido los niños se alejaron nuevamente, tomados de la mano, corrieron hacia Sirius.
Tras analizarlo un poco, parecían ser hermanos, un pequeño y dulce par de hermanos. No iba al caso, pero era interesante ver como actuaban, era interesante ver tantos niños conviviendo sin problemas entre ellos. Es bueno ver niños sin temor a…
− Disculpen si tarde mucho. – Volvió el hombre. – Sip, Shawn firmó los documentos y adjuntó una carta donde aclaró la situación, y… es una verdadera pena. –
No tenía ánimos como para preguntar que tanto había detallado en esa carta, era suficiente con que confirmara sus identidades.
− Pero bueno… − Continuó el hombre. – Aquí tienen los documentos que deben hacer entrega a Shawn, le escribiré pronto al respecto. –
− Entendido. – Respondió Spero tomando la carta.
− Oh, y espera un momento. – Detuvo a Spero antes de que hiciera algo más. − ¿Piensan dejar hoy mismo la ciudad? –
− En lo posible esperábamos poder quedarnos esta noche en la ciudad. – Respondió Spero. – Dormir en la carreta es algo incómodo, y queremos tomar un pequeño descanso antes. Pero no vimos ninguna posada cerca así que… posiblemente tendremos que dejar la ciudad. –
− Ya veo, ya veo. – Dijo el hombre. – En esta ciudad no tenemos posadas ni nada parecido. –
− Bueno… supongo que tendremos que partir. – Informó Spero a los demás.
− No, no, espera un poco. – Detuvo nuevamente el hombre a Spero. – Veras… quiero hablar un poco con el chico llamado Spero, así que si no tienen donde quedarse… les prestaré mi casa. –
− ¿Hablar conmigo? – Preguntó Spero confundido.
− Así que tu eres. – Respondió el hombre. – Si, si, necesito hablarte de algo. –
− B-Bueno, no tengo problema, pero… −
− ¿Entonces aceptas? – Preguntó ansioso el hombre. – Y no se preocupen por mí, mi casa es prácticamente mía solo de nombre, nunca la uso, estoy más en esta oficina y fuera en la ciudad que en ella. Pero no me malinterpreten, tiene una buena cantidad de habitaciones en las que se pueden repartir, y todas están bien amuebladas, así que no tienen nada de qué preocuparse. –
Su insistencia le parecía algo… extraño, pero si podían obtener algo de descanso era más que suficiente. Y dado el amor que le demostraban los niños, el hecho de que conociera a Shawn y a la vez que fuera el gobernador de la ciudad…. lo hacía un tanto de confiar.
Aunque en si lo que más le importaba era que todos obtuvieran el descanso necesario para continuar con el largo viaje de regreso.
− ¿Qué dicen ustedes? – Terminó pidiendo la opinión del resto.
− Yo no tengo problema. – Asintió Allen felizmente. Como era de esperarse.
− Si los demás están de acuerdo, yo tampoco tengo problema. – Señaló Hendry.
− Mientras podamos descansar no me molesta. – Respondió Ryoku.
Con la aprobación de todos, Spero terminó aceptando.
− Bueno, si gustas primero te enseño donde queda la casa. – Sugirió el hombre. – Ah, perdona mis modales, aun no me presento, mi nombre es Cliff, soy el gobernador de esta ciudad. –
− Cierto, mucho gusto, como ya sabe, mi nombre es Spero. – Respondió Spero.
− Hendry, mucho gusto. –
− Ryoku, gracias por el hospedaje. –
− Allen, y el perro es Sirius. –
− Mucho gusto, un placer conocerlos a todos. – Dijo Cliff con una sonrisa. – Y sobre la casa… −
− Si es necesario que conversen, puedo ir yo sola y volver dentro de un rato. – Habló Ryoku por su cuenta.
− Oh, claro. – Respondió Cliff. – Deja le digo a uno de los niños que te muestre el camino. –
Y de entre todos los niños, eligió a quien más parecía estar prestando atención.
− Rose, ¿Puedes llevarla a casa del abuelo? – Preguntó Cliff, de entre todos los posibles, eligió a la admiradora de Ryoku.
− ¡Si, yo llevare a la señorita! – Dijo Rose con una gran sonrisa y vivacidad.
Tomó a Ryoku de la mano y la guio fuera de la oficina.
− Disculpe. – Se acercó Hendry. – Solo ocupa hablar con Spero, ¿Cierto? –
− Bueno, pueden escuchar si así lo desean. – Respondió Cliff.
− No, no me malinterprete. – Aclaró Hendry. – Vera, escuché a uno de los niños mencionar una doctora, y viendo la seguridad de la ciudad… obviamente cuentan con una. –
− Oh si, la doctora. – Reaccionó Cliff. – Es una gran doctora, se hace cargo de todos los niños de la ciudad por su cuenta. –
− Interesante… − La llama de la curiosidad se había encendido en Hendry. − ¿Podría conocer a dicha mujer? –
− Oh, claro. – Dijo Cliff llamando nuevamente a uno de los niños. − ¿Puedes llevarlo a donde la doctora? –
− ¡Claro! – Asintió sin duda el pequeño. – ¡Solo sígame! –
Todos parecían obedientes y felices, producto de un gran respeto a tal hombre.
− Bueno, igualmente vuelvo en un rato, o ya veré como llego a la casa después. – Dijo Hendry perdido en su curiosidad. – Mejor no me esperen. –
− Oh, umh… claro… − Respondió Spero.
Solo quedamos Allen, Sirius y yo…
Y como si lo hubiera convocado, el niño de antes, se acercó a Allen con un brillo en sus ojos.
− Señor maestro de las sombras. – Llamó el niño. – Ya que estarán un rato aquí, podría… −
− ¡Claro! – Respondió Allen sin dudar. − ¡Te enseñaré todo lo que se! –
− ¡Yei! – Gritó emocionado el pequeño.
− Oye, Allen. – Llamó Spero antes de que saliera de la oficina.
− No necesitas decirlo, no haré nada peligroso. – Afirmó Allen sin que siquiera se lo pidieran. – Estaré aquí fuera, llevaré a Sirius conmigo. –
Al final… solo estoy yo.
Los niños igualmente abandonaron el lugar, dejando únicamente a Cliff y Spero en el lugar.
Cliff miró a los alrededores con algo de nerviosismo y se sentó frente a la mesa de galletas.
− Toma asiento. – Indicó Cliff.
− Oh, umh, claro. –
Spero tomó asiento como lo pidió Cliff y nuevamente tomó una galleta, esperando a que Cliff iniciara la conversación, pero… nada sucedió.
− Y… ¿de qué quería hablar conmigo? – Preguntó Spero al ver que Cliff no reaccionaba.
− Oh, si… bueno… − No parecía estar seguro de lo que haría. – Bueno, ahora que lo dices… la verdad no se sobre que hablarte, no sé cómo iniciarlo. –
− ¿A qué se refiere? – Preguntó Spero confundido. – Fue usted quien me pidió hablar. –
− Si, lo sé, pero pensé que algo se me ocurriría una vez tomáramos asiento. – Así que no había una razón en verdad… − Pero… no se me ocurre nada… −
Spero tampoco era un gran conversador, por lo que un silencio incomodo inundó la sala.
− C-Creo que primero debería agradecerte. − ¿Agradecerme? – Después de todo… en la carta Shawn me lo contó. Te ganaste su confianza después de todo, y vaya forma de hacerlo… él es alguien extraño, pero de buen corazón, y desde lo más profundo de mi ser, te agradezco por lo que hiciste. –
− En realidad no hice mucho. – Era lo que pensaba Spero. – Y ahora que lo menciona… su forma de hablar de él, parece conocerlo mejor que yo, ¿Acaso son familia? –
− Oh, no, solamente lo conozco de hace ya tiempo. – Aclaró Cliff.
− Ya veo… − Y a temor de que la conversación se estancara nuevamente, Spero prefirió aclarar sus dudas. – Sabe, olvide preguntarlo antes, pero… ¿Cuál es el nombre de la ciudad? –
Algo que había pasado por alto, y en realidad no tomaba mucho en cuenta.
− Hope Town. – Respondió Cliff. – Es un nombre algo tonto, pero es el que decidimos darle, tiene un gran significado para nosotros.
− Y ya que estamos en ello… − Continuó con otra pregunta. − ¿Por qué hay tantos niños? –
Cliff sonrió levemente, y Spero no sabía si tomar eso como algo bueno o malo.
− Esperaba que preguntaras eso. – Respondió Cliff. – El nombre de la ciudad está directamente vinculada con la cantidad de niños. –
− ¿Cómo? –
− Veras… tengo la fuerte creencia de que los niños son nuestra esperanza, nuestro futuro. – Dijo Cliff. – Después de todo, ellos son los que estarán cuando nosotros dejemos este mundo. Algún día crecerán y tomaran las riendas de las futuras generaciones, así como nosotros tomamos el legado que nos dieron nuestros padres. –
– Es… una forma extraña de decirlo, pero, a fin de cuentas, creo tiene razón. –
– Y es por eso que pedí hiciéramos esto. – Dijo Cliff postrando sus codos sobre la mesa. – Este lugar es la cúspide de lo que deseaba crear, y siendo sincero, estoy realmente conforme con lo que hemos logrado. –
Cliff no lo decía claramente, lo que solamente lo hacía confuso. Pero por lo visto, estaba abierto para resolver toda duda que se le hiciera.
– ¿Entonces esta fue su idea? Crear este lugar. – Preguntó Spero.
– Así es, con esfuerzo seguimos progresando. – Respondió Cliff.
– Aun me queda una duda. – Dijo Spero.
– Solamente pregunta. –
– ¿Qué es lo que buscaba crear? – Era el punto focal de toda la discusión.
– Un lugar seguro para los niños. – Respondió Cliff con una gran sonrisa. – Ya miraste el grosor y firmeza de los muros, así que debes estar al tanto de la seguridad con la que contamos. –
– Si… –
– Los guardias no permiten el paso a menos de que se presente una identificación. –
– Claro. –
Así que es el lugar más seguro para los niños. – Rectificó Cliff. – Pero no solamente eso, pese a que tenemos únicamente una doctora, es alguien realmente capaz, y después de todo, la ciudad no es comparable en tamaño a lo que fue Central, Santa Fe o Frontera; y es gracias a eso mismo que todos los niños de la ciudad reciben tratamientos mensuales para checar su estado. –
– ¿Y que hay con los adultos? – Preguntó Spero. – Son sus… –
– No… – Interrumpió Cliff con un tono triste. – Ellos… no, no me gusta decirlo, pero… ellos no son sus padres. –
Pero interactuaban muy… fraternales.
– ¿No lo son? – Preguntó Spero quitándose de duda. – Si no son una familia, ¿Qué es lo que hacen aquí? Claramente, ¿Qué es este lugar? –
– Bueno… – Apartó la mirada por un momento y tomó un respiro. – Se podría decir que… es un orfanato. –
– ¿Un orfanato? – Preguntó Spero confundido. – ¿Toda la ciudad? –
– Así es, toda la ciudad es un gigantesco orfanato, el más grande que se conoce hasta ahora, y el mejor preparado. – Respondió Cliff algo desanimado. – Los adultos son simples trabajadores, pero no lo malentiendas, todos ellos aman a los niños como si fueran suyos, por eso están en su posición. Claro que son libres de abandonar el puesto y adoptar a cuantos quieran, pero… eso implicaría abandonar al resto, por lo que no lo harán. A fin de cuentas, aun siendo un orfanato de increíble tamaño, es el lugar más seguro para los niños. Incluso tomamos en cuenta a las nuevas razas, o bueno, los elfos, que experimentan una situación parecida, incluso entre ellos hay quienes abandonan a sus hijos, y nosotros los acogemos felizmente. Puede ser algo egoísta, pero eso mismo ayuda con otro objetivo, a que los niños aprendan a interactuar entre razas desde temprana edad. –
Era más de lo que imaginaba. Si bien, era extraño mirar niños corriendo por montones en la calle, que toda la ciudad fuera un orfanato era… realmente inesperado.
Orfanatos los conocía, era triste que los padres abandonaran a sus hijos a tan corta edad que tuvieran que cuidarlos otras personas no relacionadas. Vivir en un orfanato era triste de por sí, pero no se sentía esa misma atmosfera en esa ciudad. Por alguna razón, los niños demostraban felicidad, quizá porque no estaban solos completamente, porque podían estar conviviendo entre ellos a grandes cantidades, porque había adultos que jugaban con ellos y se preocupaban como si fueran sus propios hijos, pero a fin de cuentas… seguía siendo un orfanato.
“Un lugar seguro para los niños” Era como lo describía Cliff, y estaba en lo cierto. Spero ya lo había visto en Atlova poco después de llegar al “nuevo mundo”, como ciudades eran propensas a caer con facilidad por una mala administración. Incluso en su infancia había experimentado lo que era una invasión, y el temor que se sentía al no poder hacer nada más que huir. Pero dentro de Hope Town… no parecía ser una preocupación.
– Creo que tengo la idea general. – Señaló Spero. – Pero… ¿Qué será de ellos cuando crezcan? –
Cliff sonrió levemente y dejó salir un suspiro.
– Aunque ellos crezcan, seguirán siendo nuestros niños. – Respondió Cliff. – Esta ciudad es donde están creciendo, las casas que miras son de su propiedad, y aun cuando sean mayores, seguirán siendo sus hogares. Claro, si desean abandonar la ciudad, serán libres de hacerlo; así mismo cuando llegan visitantes en busca de adoptar, son libres de llevarlos consigo, pero claro, siempre y cuando se les haya hecho una investigación, no dejaré a mis pequeños con cualquier persona. –
¿Sus pequeños?  Podía mirarlo en su expresión, sus palabras estaban llenas de cariño. Por un momento dudó de él, y no podía evitarlo tras mirar cómo funcionaba el nuevo mundo, pero él… parecía diferente.
Confiar o no, realmente no tenía mucha relevancia, el motivo por lo que lo hacía parecía ser bueno, y los niños no demostraban ningún tipo de temor, por lo que igual no parecía estar ocultando nada. Y poco tenía que ver a final de cuentas con lo que Spero tenía que hacer en ese lugar.
– Se nota que les tiene mucho aprecio a los niños, y ellos a usted igualmente. – Señaló Spero.
A lo que su expresión volvió a titubear, como si algo le remordiera.
– Es lo menos que puedo hacer. – Dijo Cliff para sí mismo.
– Es más de lo que hacen muchos. – Dijo Spero intentando recuperarle el ánimo. – A comparación de quienes los abandonan, usted les da un nuevo hogar. –
– Haha… no soy muy diferente a ellos. – Dijo con una falsa sonrisa. – Aun cuando tuve la oportunidad de volver… no tuve el valor para acercármele, y gracias a ello, ahora está en un lugar donde no lo puedo alcanzar. –
Oh… Spero apartó la mirada, el ambiente se puso tenso y… la conversación cesó.
Cliff parecía estar a punto de caer en llanto, pero… no derramó ni una lagrima, se mantuvo sonriendo pese a que no era más que una falsa sonrisa.
– Qué más da… – Continuó dejando salir nuevamente un fuerte suspiro. – La verdad es que quería escuchar de ti. –
– ¿De mí? – Preguntó Spero sorprendido.
– Shawn me contó que tú eres uno de esos chicos que participaron en la última batalla… esa donde el Héroe pereció. –
Spero no recordaba haberle hablado sobre eso a Shawn, pero de alguna forma de había enterado. Pensándolo detenidamente, los rumores corrían rápidamente, y él era alguien importante para el gobernador, por lo que bien pudo obtener información sobre lo que había hecho, incluso escuchó del mismo gobernador sobre su actuar durante el funeral del Héroe… Y aparte fui marcado como hereje por un tiempo.
– No tengo mucho que contar. – Respondió Spero. – La verdad no fue como si hubiera hecho algo increíble, no soy más importante que cualquier otro que arriesgó su vida en aquella batalla, y, a fin de cuentas, fue el Héroe quien dio fin a todo… –
– Y tu… ¿lo conociste? – Preguntó Cliff con algo de curiosidad.
– ¿Qué si lo conocí? – Un sinfín de memorias recorrieron la cabeza de Spero, sin importar cuanto tiempo pasara... seguía recordándolo, de una forma clara, como si no hubieran pasado los años. Tan solo recordarlo... lo hacía sentir una fuerte nostalgia y melancolía. – Él… fue un hermano para mí. –
Y la falsa sonrisa de Cliff desapareció.
– ¿Podrías contarme más sobre ello? – Pidió Cliff amablemente.
Y con un fuerte dolor en su corazón, Spero revivió todos aquellos bellos momentos de su infancia.
Las horas volaron sin que se percatara de ello, y no fue hasta que Ryoku arribó, que Spero se dio cuenta de ello.
– Perdonen si tardé mucho, me di un baño y dormí un poco… – Llamó Ryoku acercándose a la sala donde se encontraban Spero y Cliff, llevándose de la misma forma una sorpresa. – Espera… ¿Estas llorando? –
– ¿Ah? ¿Ryoku? – Spero reaccionó rápido limpiándose el rostro. – Oh, no, esto… –
Demonios… Hacía tiempo que nadie lo veía llorar, y que fuera específicamente ella… no le parecía algo bueno.
– Disculpa por hacerte revivir esos tiempos. – Dijo Cliff apenado. – Y gracias por compartirlos conmigo. –
– No, no… no hay problema. – Respondió Spero. – Esto… no hay problema. –
– Entonces… – Interrumpió Ryoku. – ¿Vuelvo luego? –
– Oh, no, ya terminamos. – Respondió Cliff. – Siéntanse libres de ir a descansar.
Spero se puso de pie, limpiándose una última vez el rostro.
– Muchas gracias por la hospitalidad. – Dijo Spero haciendo una reverencia.
– Siéntanse en casa. – Dijo Cliff.
– Gracias. – Dijeron Ryoku y Spero, dejando la sala para ir a descansar.
Allen seguía fuera jugando con los niños junto a Sirius, quien inesperadamente, ya se había acostumbrado a los niños.
– ¿Es hora? – Preguntó Allen.
– Si, ya acabé. – Respondió Spero. – Ryoku, ¿Puedes guiarnos? –
– Es la razón por la que estoy aquí. – Respondió Ryoku.
Allen se despidió alegremente de los niños, tomando consigo a Sirius.
Parecía ser que Allen había conseguido una especie de discípulo, o al menos eso aparentaba, seguía una serie de movimientos de combate como si estuviera entrenando, daba pasos cortos y saltaba.
– Hendry volvió hace ya un rato, trajo consigo un par de libros y se encerró en una habitación, así que supongo que él ya tomó el lugar donde dormirá. Así que tomé la libertad de tomar igualmente una de las habitaciones. – Continuó Ryoku. – Queda una, así que decidan quien la tomará. –
Probablemente sea Allen quien decida dejármela. A sabiendas de ello, Spero terminó durmiendo en la sala de la casa.
– ¿Estás seguro de ello? – Preguntó una última vez Allen antes de tomar la habitación. – No tengo problema con dejarte la habitación. –
– Es por eso mismo que quiero que la tomes tú. – Insistió Spero.
Y al ser una petición Spero, Allen desistió sin mucho esfuerzo.
Recostado sobre el suelo, Spero enfocó su mirada al techo, una imagen se proyectó en su mente y, entonces, cayó dormido.
Una familia… ¿se molestará Core si vuelvo?.

Comentarios

Entradas populares