La Profecía del Héroe - Capitulo 35: Mitad humano Pt.1


− Oye, apártate. – Llamó Ryoku a Spero. ¿Mmh?
Era temprano en la mañana, fue despertado de un profundo sueño.
− ¿Qué haces despierta? – Preguntó Spero entre dormido. − ¿No es muy temprano? –
− ¿Ah? Ya había dormido lo suficiente. – Respondió Ryoku. – Ahora muévete, estas obstruyendo el paso. –
− Estaba pensando que comiéramos algo cerca antes de irnos. – Sugirió Spero. – Pero es muy temprano aun, así que deberías descansar más. –
− Estoy bien. – Recalcó Ryoku. – Encontré unos libros en la habitación donde dormí, así que leeré un poco. –
− Oh, bien, supongo. –
Spero se movió lo suficiente para dejar pasar a Ryoku, no quería levantarse y empezar el día, se sentía agotado y la luz del día aun no había hecho presencia.
A duras penas había reconocido a Ryoku por la luz proveniente de una lámpara que cargaba consigo.
− No hare ruido, así que puedes seguir durmiendo. – Dijo Ryoku. Que comprensiva.
− ¿No te molestará que duerma mucho? – Preguntó Spero sarcásticamente.
− ¿Por qué lo haría? – Respondió Ryoku indiferente.
− Era una… olvídalo. –
Rodó sobre su costado e intentó dormir nuevamente.
Dormir… Pasó un minuto. A dormir… Pasaron dos minutos. Ven a mí, sueño… Y así pasaron cinco minutos. No puedo dormir.
La luz proveniente de la lámpara de Ryoku pegaba fuertemente en su rostro, impidiéndole dormir; el ser despertado igualmente le había arrebatado cierto sentimiento de cansancio, haciéndole más difícil conciliar el sueño.
Rodo nuevamente sobre su espalda, apuntando su mirada al techo.
− ¿No dormirás? – Preguntó Ryoku sin despegar la mirada de su libro.
− No puedo. – Respondió Spero con un suspiro. – Miraré el techo hasta que eventualmente me quede dormido. –
− ¿Ah sí? – Y volvió a prestar atención a su libro.
¿Que se supone que haga ahora?
Por más que lo pensara, no se le ocurría nada.
− ¿Es interesante tu libro? – Preguntó Spero intentando matar el tiempo.
Ahora que lo pienso, no hablo mucho con ella, quizá es hora de mejorar nuestra relación.
− Algo. – Respondió Ryoku secamente.
O quizá no.
− Ya… ¿Sobre qué trata? – Insistió un poco más Spero.
− Una serie de asesinatos en un pueblo. –
− Suena interesante. –
− … −
El silencio volvió y Spero siguió mirando hacia el techo. ¿Ahora qué hago? Volvió a preguntarse.
Spero no era un asiduo lector, rara vez había tocado un libro y no tenía mucho interés en ello; lo más que recordaba era cuando compartían historias con Vibes en la academia, o el libro que encontró hacía ya tiempo… Hablando de ello…
− Ryoku. – Llamó Spero.
− ¿Mmh? –
− ¿No está cerca de ti una mochila? – Preguntó Spero. Me pregunto si…
− Toma. – Y Ryoku la lanzo hacia Spero.
− Gracias. –
Veamos… veamos… piedras, ¿por qué hay piedras? Papeles… la carta… aquí.
El libro que se había encontrado hacía tiempo seguía ahí; pensaba que en algún momento lo había tirado, puesto que no tenía nada escrito en él más que aquella frase sin sentido, y su título parecía más el de una novela o instructivo extraño. “Manual del Héroe”
La primera vez que lo miró sucedieron muchas cosas, por lo que no pudo examinarlo a profundidad, y dada la situación, no tenía nada más interesante por hacer.
Lo miró y sintió la cubierta, era dura; tenía un peso considerable, proporcional a la cantidad de hojas que contenía.
Abrió el libro y la primera página no decía nada. Justo como lo recuerdo. Continuó ojeando pensando que quizá y se había saltado algo aquella ocasión, pero todas las paginas estaban vacías. Excepto por esta.
Casi por la mitad del libro, había una hoja, no era diferente a las demás en ningún sentido; mismo color, tamaño y sin maltratar. Lo único que llamaba la atención era que en ella si había algo escrito. “La paz que buscas no existe.” ¿No era algo diferente? Ya no lo recordaba con claridad, pero sentía que las palabras habían cambiado.
¿Producto del sueño? Era una posibilidad, no estaba del todo bien y quizá había imaginado cosas. De todas maneras, al leer nuevamente aquellas palabras, tuvo un mal presentimiento, un temor injustificado y sin razón. Pero nada sucedió, a diferencia de la ocasión anterior que, con una gran sincronía, una explosión se proyectó en el cielo, nada sucedió.
Si no tiene nada, puede que sea una especie de diario. El nombre podía no tener nada que ver, una distracción para que nadie leyera el contenido quizá, un diario para documentar el día a día, o escribir cualquier cosa que se viniera a la mente. De alguna forma se podían aprovechar las hojas.
− Ryoku. – Llamó Spero nuevamente.
− ¿Ah? – Respondió igual.
− ¿Tienes alguna pluma a la mano? – Preguntó Spero.
− Toma. – Y sin decir más, la lanzó nuevamente hacia él.
Y ahora… Entró una nueva duda, ¿Sobre qué podría escribir? Spero al igual que ser alguien sin mucha cultura sobre la lectura, tampoco era un buen escritor, su letra incluso era mala y solamente había aprendido a escribir gracias a la enseñanza de su madre.
No hay que darle muchas vueltas. Sin importar que fuera a escribir, debía hacer algo.
Puso la punta de la pluma, y dejó que su imaginación volara. Y entonces, fue donde la conocí, el amor de mi vi… no, no, no eso no está bien. Se retractó de lo que había pensado escribir e intentó borrarlo, pero no fue necesario, la pluma no manchó el papel.
¿Lo habré hecho muy débil? Fue la primera suposición de Spero, por lo que intentó con más fuerza, pero… Aun nada… ¿Estará fallando la pluma?
Rayó sobre su palma para verificar si la pluma aun serbia, y efectivamente, serbia, pero seguía sin manchar en el papel. Un poco más de fuerza… ¡diablos! Sintió como si hubiera puesto de más, pero… el papel no cedió.
Un papel que no se manchaba ni se rompía; con paginas excesivas y sin nada en ellas… era un caso extraño. Primeramente, la duda que más agobiaba a Spero, era el qué había logrado rayar aquel libro.
Aunque puede que viniera así de defecto. Alguna técnica extraña que desconocía, algo del nuevo mundo quizá, de todas formas, no tenía mucho sentido darle muchas vueltas.
Dejó el libro a un lado y el dilema volvió. ¿Qué se supone que haga ahora?
− Hay más libros en la habitación, por si no encuentras nada que hacer. – Sugirió Ryoku.
− Oh, umh, gracias por el dato. – Respondió Spero.
− Aunque… − Hizo una pausa. – Traje otro conmigo, pensaba leerlo si no terminaba de gustarme el que leo ahora, así que puedes tomarlo. –
− ¿Oh sí? ¿Sobre qué es? –
− Umh… − Apartó por un momento el libro, y pensó. – No sabría decirte, no lo he leído, pero el título es algo… bueno, solo léelo. –
Y nuevamente, lo lanzó hacia Spero.
Veamos… oh. “Amarte hasta el final, o morir en el intento” Con que a eso se refería.
Por el simple título se podía intuir sobre lo que trataría la historia, un romance. Romance… Spero no había experimentado nada como eso en toda su vida. Dedico su infancia a estar con su madre hasta el momento que tuvo que partir; luego estuvo todo el tiempo junto a Ciel entrenando, por lo que nunca tuvo tiempo para desarrollar un romance o conocer una mujer.
Incluso cuando todo acabó y hubo aparente paz, tuvo que huir de la ciudad principal por las acusaciones de herejía; el lugar donde terminó igualmente no había ninguna mujer, y ciertamente no quería tener un romance con Core.
Supongo que… será interesante leerlo. Algo nuevo para variar, conocer sobre lo que no tenía idea, quizá y le podía servir en un futuro, cuando decidiera el momento de sentar cabeza.
Veamos… Y se dispuso a leer la primera página.
El libro narraba una típica historia de amor, de las que él no conocía nada en lo absoluto. Lo que difería del resto… no, no era exacto decir eso, puesto que igualmente era un cliché, era una pizca de tragedia.
Las primeras páginas no cautivaron la atención de Spero, pero con el pasar… Oh por dios, nooooooo, ¡Esfuérzate un poco más, ella está esperando por ti! Lo atrapó completamente.
Las horas pasaron sin que se percatara de ello; incluso sin darse cuenta, se sentó junto a Ryoku y ocasionalmente derramaba unas cuantas lágrimas, incomodando a Ryoku. Quien por no interrumpir la lectura de Spero, se lo guardó para sí misma.
− Buenos, días Spero. – Llamó Allen. − ¿Estas llorando? –
− ¿Oh? – Reaccionó Spero apartando la mirada de su libro.
− Si, lo está desde hace rato. – Señaló Ryoku.
− ¿Qué haces sentada junto a mí? – Preguntó Spero sorprendido.
− Te paraste y te pusiste a llorar a mi lado. – Respondió Ryoku. – Pensé en apartarte, pero estabas inmerso en tu libro, y la verdad dejé de prestarte atención hace un buen rato. –
− Entonces, ¿Por qué lloras? – Preguntó Allen. – No es común mirarte llorar. –
− ¿Estoy llorando? – Preguntó sorprendido Spero.
− ¿Apenas te das cuenta? – Preguntó Ryoku.
− Es que… esta… esta historia es… ¡Hermosa! – Gritó Spero. – Al principio dude, pero ahora que casi estoy por el final… solo quiero que encuentren la felicidad juntos, han pasado por tanto… han vivido tanto… merecen un descanso, merecen ser felices. –
− ¿Cuándo saldremos? – Allen ignoró el dolor de Spero y fue directamente a lo importante.
Spero se limpió el rostro y entonces, cerró su libro. Lo terminaré después.
− Pensé que sería mejor si comemos algo antes de irnos. – Respondió Spero. − ¿Qué opinas? –
− Por mí no hay problema. – Dijo Allen.
− Solamente faltaría Hendry, está encerrado en su habitación desde ayer. – Mencionó Ryoku.
Tras una larga espera, Hendry hizo aparición, sin decir nada más que un simple “Buenos días”. Se podía mirar tanto en su expresión como en su forma de caminar que estaba decaído, cansado y a la vez desanimado.
Spero pensó en preguntar el motivo, pero a la vez pensó que quizá no era lo más prudente. Pero… Él era quien lo había invitado a formar parte del equipo, por lo que debía hacerse cargo si es que algo le incomodaba.
Preguntó sobre su pesar, a lo que él simplemente respondió con un seco “No pasa nada” apartando la mirada sin cambiar su expresión.
Claramente algo sufría, algo le agobiaba, algo le pesaba, pero insistir… no era la mejor opción. Si no quería hablar de ello, era libre de guardarlo para sí mismo, pero a la vez, Spero dejó claro que, si necesitaba algo, podía hablar con él, era importante su bienestar, ante todo.
− Ojalá fuera así de fácil… − Susurró Hendry para sí mismo.
Tratando de aligerar el ambiente, Spero propuso nuevamente el desayuno, ofreciendo incluso pagar por la comida de su mismo bolsillo, a lo que nuevamente, todos aceptaron, incluso Hendry quien seguía cabizbajo.
El restaurant que eligieron termino siendo uno un tanto peculiar. Tanto meseros como cocineros, tenían en sus filas a pequeños niños y niñas; no dudaban de sus habilidades y a simple suposición, deducían que era para ayudar a su desarrollo. Una muy linda forma.
Dicho y hecho, la comida fue exquisita; no había comida que se le comparara a la de Sam según las papilas gustativas de Spero, pero el trabajo que habían hecho los pequeños… era excelso, digna de reconocimiento y alabanza.
− Supongo que es hora de irnos. – Dijo Spero una vez terminaron la comida.
− ¿No avisaras al señor antes? – Preguntó Ryoku.
− No veo una razón para ello, igualmente debe estar ocupado. – Respondió Spero. – Sera mejor que nos retiremos cuanto antes, es un largo camino después de todo. –
− Entonces, es hora de irnos. – Recalcó Ryoku.
− ¿Nadie más tiene algún asunto pendiente? – Preguntó Spero para asegurarse.
− No, estoy bien. – Respondió Allen.
− Igual. – Dijo Hendry.
Sirius se mira tranquilo, así que… hora de partir.
Antes de cruzar por la salida, Cliff entró en el restaurant, mirando a los alrededores, en busca de alguien.
− Oh, aquí esta. – Dijo Cliff apuntando su mirada hacia ellos que iban de salida. – Menos mal los alcancé antes de que dejaran la ciudad. –
− ¿Pasa algo? – Preguntó Spero.
− Si, bueno, no es muy grave, pero olvide darte unos papeles. – Señaló Cliff, dando a Spero un sobre cerrado con señales de apuro. – No quiero poner presión sobre ustedes, pero desearía que lo entreguen directamente a Shawn, cuanto antes mejor. –
− Claro, justo estábamos por salir. – Mencionó Spero. – Así que nos pondremos en marcha. Disculpa de antemano por no ir a despedirnos. –
− No hay problema, pueden volver cuando quieran. – Respondió Cliff. – Siempre serán bienvenidos, pero por ahora… sería mejor si se dan prisa. –
Pese a que había dicho que no era algo muy grave, su actitud difería; por otro lado, no era como si tuvieran un lugar en el que parar durante el camino, solamente para descansar ocasionalmente durante las noches, pero visto que había pedido si podían entregarlo cuanto antes, Spero pensó que quizá sería mejor navegar durmiendo entre turnos para no parar.
Igualmente podría acortar la distancia. Abrió un mapa que le había provisto Ryoku por parte de Sky, y nuevamente revisó la ruta mientras Hendry manejaba la carreta.
Por este lugar llegamos, pero quizá si acortamos por aquí…
− ¿Piensas tomar un atajo? – Preguntó Allen, haciendo alusión a lo que les había pasado antes con el comerciante.
− Pienso que deberíamos llegar cuanto antes, igualmente perdimos tiempo al quedarnos la noche y parte de la mañana en la ciudad. – Señaló Spero.
− Sabes que yo no tengo problema con ello, pero puede que nos encontremos con problemas si lo hacemos de ese modo. – Dijo Allen.
− Aun por las rutas medianamente seguras encontramos problemas. – Respondió Spero. – Solo tenemos mala suerte diría yo. –
− Recalco que por mi parte no tengo problema alguno, pero deberías consultar con los demás. – Dijo Allen. – Sería malo si se provocan conflictos por tomar una decisión sin pedir su opinión. –
Algo muy considerado por su parte, pero tenía razón.
Spero se acercó primero a Hendry, quien aceptó sin siquiera dudarlo un poco, estaba concentrado al frente suyo, como si no prestara atención a nada más.
El problema sería Ryoku, quien siendo la que recibía más ataques, podría estar en contra. Pero…
− Yo digo que si pasamos por este lugar y damos vuelta por aquí… ahorraremos al menos un día. – Señaló Ryoku entrando a la conversación por su cuenta. – Si pasamos por este pueblo igualmente podemos comprar algo de comida, que olvidamos hacerlo antes de partir y ahorraría más tiempo que cazarlo por nuestra cuenta. –
¿Quién eres? Desde la mañana de ese día, había estado actuando tranquila, sin resaltar los fallos de Spero o tomarse los comentarios de una mala manera, era como si fuera otra persona, aunque los cambios de actitud eran algo… regular con ella.
− ¿Qué piensas? – Insistió Ryoku.
− Si pasamos por los pueblos quizá se reduzca nuestras probabilidades de encontrarnos con algún peligro. – Respondió Spero. – Por lo que es una buena idea… −
− Entonces hagámoslo. – Sugirió Ryoku. – Tomaré el primer turno para dirigir la carreta esta noche, así que pueden descansar. –
Uno de los mejores cambios de humor que había tenido, ciertamente le agradaba la Ryoku que era considerada y expresaba un poco más lo que pensaba sin tomárselo de una mala manera, pero… no podía dejar se preocuparse al respecto, en cualquier momento podía volver a ser la de siempre o algo peor. Debería aprovechar.
Por lo que lo dejó para el futuro, cuando volviera a cambiar, por el momento, deseaba aprovechar la buena actitud para estar tranquilo.
El primer día paso sin pena ni gloria, Ryoku se hizo cargo de dirigir durante la noche y a la mañana siguiente Spero tomó las riendas, dejando que Ryoku durmiera. Fue un día pacifico, sin problema aun al haber tomado otro camino fuera de ruta.
La comida estaba por terminar, pero aun no habían arribado a ningún pueblo y a los alrededores no había rastros de vida animal para cazar. Según el mapa, solo falta poco.
¿Pisadas? Pudo escuchar unos leves pasos rápidamente acercándose hacia ellos. ¿Por dónde?
Spero entró por un segundo a la carreta y golpeó la pared para despertar al resto.
− ¿Mmh? ¿Qué sucede? – Preguntó Hendry entre dormido.
− Alguien se acerca. – Respondió Spero en voz baja.
Sirius alzó rápidamente la cabeza e intento hacer lo mismo con sus pesadas orejas, estaba alerta, como si escuchara a alguien.
Giró la cabeza en todas direcciones, buscando de donde provenía el ruido, deteniéndose al cabo de unos segundos hacia la derecha. ¿Ahí?
− Iré primero. – Avisó Spero, tomó su lanza y saltó fuera de la carroza.
Ryoku seguía dormida, puesto que era quien había hecho la guardia nocturna la noche pasada, por lo que Spero tomó el frente en lo que ella despertaba y se preparaba.
− Voy. – Dijo Allen dando unos ligeros y rápidos pasos, desapareciendo entre los árboles en cuestión de segundos.
Entonces… Se puso en guardia, tomando la lanza con ambas manos, al frente de su pecho para bloquear cualquier ataque que le lanzaran.
Hendry se quedó dentro, preparando medicina en caso de que alguien saliera herido; no contaba con un arma, ni habilidades de combate, por lo que esconderse en momentos difíciles era crucial, siempre y cuando él se mantuviera a salvo, ellos podían ser curados de cualquier herida no fatal que les hicieran.
Sirius, con un lento paso, bajó de la carreta y mantuvo distancia detrás de Spero, como un respaldo.
A cada segundo que pasaba, más fuertes sonaban los pasos; podía escuchar como algunas ramas se rompían y las hojas se movían.
− ¡Ahí! – Un arbusto se movió y de él salió disparado algo.
Spero se cubrió con la lanza y recibió un empujón; pero no era el empujón de una flecha o un ataque, era algo más, algo pequeño y débil. Es solo una… ¿niña?
Su cuerpo era el de una niña pequeña, no más de diez años, pero tenía unas peculiaridades, puesto que, en su cabeza, ella tenía orejas. Pero no orejas comunes como las de un humano, parecían ser las de una especie de animal, peludas y grandes; sus orejas eran del mismo color que su cabello, naranjas, lo que en si no era algo común en cuanto a color de cabello.
Parece asustada… Se agarró con fuerza a Spero; temblaba y parecía estar llorando. No lo comprendía del todo, pero era una niña y estaba asustada, por lo que bajó su arma.
− ¡Es solo… una niña! – Gritó Spero para tranquilizar al resto.
Allen bajó de un salto de un árbol en el cual parecía había estado ocultándose.
− ¿Es… una niña? – Preguntó Allen sorprendido.
− Eso parece, pero… − Seguía teniendo sus dudas. – Tiene orejas de animal… −
− Esto de atrás… parece una cola. – Señaló Allen. – Es como la cola de un zorro. –
− ¿Orejas y cola? – Preguntó Hendry desde dentro. – Ya salgo. –
Hendry bajó de la carreta con prisa, y una vez miró a la niña, se quedó sin palabras.
− Lo sabía… − Dijo Hendry.
Hendry se acercó a la pequeña, la miró de pies a cabeza como si estuviera analizándola, sus orejas, su cola, todo, incluso la ropa desgastada que vestía. Acercó su palma derecha a ella e intento acariciarle las orejas.
− ¡HII! – Dejó salir un chillido aterrada.
Seguido se puso en cuclillas y se cubrió la cabeza con temor, no dejaba de temblar.
− ¿Le hiciste algo? – Preguntó Spero preocupado. − ¿Por qué reaccionó así? –
− ¿No lo sabes? – Preguntó Hendry en respuesta. – Había información sobre ellos en la biblioteca de Frontera. –
− Oh, bueno, sobre eso… − No tuvo la oportunidad de leer nada. − ¿A qué te refieres con sobre “ellos”? –
− Así que no lo sabes, desde su perspectiva, vendrían siendo “Demi-humanos” – Aclaró Hendry. – Son una especie que no podrás mirar en Frontera. –
− ¿Una especie? – Preguntó Spero confundido, seguía sin tomar el hilo. – ¿Por qué no habría de mirarlos en Frontera? Su apariencia es parecida a la nuestra, exceptuando claro, las orejas y partes de animal, o es acaso que ellos… ¿Son bestias? –
− Una forma muy grosera de decirlo. – Señaló Hendry. – Pero no, no son bestias salvajes como los Orcos salvajes, Goblins o Hellhounds. Ellos son una raza pensante, parecido a nosotros los humanos y elfos, aunque diría que son aún más inteligentes que nosotros. –
¿Más inteligentes? En la escala de sabiduría, sentía que los humanos estaban en el estrato más bajo, puesto que los Elfos y Enanos tenían más información acerca de las nuevas tecnologías y el mundo en general. Pero algo que se posicionaba incluso más alto que los elfos… era algo increíble a primeras.
− ¿Puede hablar? – Preguntó Spero.
− No lo sé, deberías preguntárselo por ti mismo. – Respondió Hendry.
Spero se puso igualmente de cuclillas y acercó su rostro hacia la niña; tocó su hombro y ella se erizó nuevamente con temor. ¿Lo estaré haciendo mal? Por un segundo, alzó la mirada hacia Spero, podía notar el terror que estaba sintiendo en aquel momento con solo verla a los ojos.
− ¿Me comprendes? – Preguntó Spero curioso.
 La niña no dejaba de temblar, miraba hacia todos lados inquietamente.
− Aah. – Dejó salir un sonido sin sentido como si intentara comunicarse.
− Debería poder hablar. – Señaló Hendry sorprendido. – Por la edad que aparenta, ya debería haber desarrollado un buen vocabulario. –
− ¿A qué te refieres? Quizá no entiende nuestro idioma. – Dijo Spero. – Después de todo, dices que no podríamos encontrarlos en Frontera. –
− No, si está cerca de este lugar, posiblemente ha convivido con humanos, y no necesita mucho tiempo para dominar un idioma a base de oído. – Aclaró Hendry. – Quizá y… tiene un problema de habla, tendría que revisarla. –
¿Problema de habla? ¿Demi-humana? Seguía sin entender ni un poco de lo que estaba sucediendo o que era lo que estaba frente a él, pero si algo sabia, era que algo le aterraba, y pese a su apariencia, parecía ser solamente una pequeña asustada.
¿Pero que la había asustado a tal punto para hacer que se cubriera al simple tacto? No podía imaginarse nada, ¿Qué hacía corriendo en un bosque sola? Parecía como si algo o alguien la hubiera estado siguiendo.
Y entonces…
− ¡Spero, cuidado! – Gritó Allen repentinamente.
Giró su rostro y… ¿Eh? *Clink* Ryoku bajó rápidamente de la carreta.
− No te distraigas. – Dijo Ryoku con una entrada triunfal, cubriendo la mordida de Hellhound que iba directamente al rostro de Spero.
¿Hellhounds? Entonces… eso era. Lo que aterraba a la pequeña era una jauría de Hellhounds que parecían haberla rastreado hasta ese lugar.
Reaccionó rápidamente, cubriéndose en cuclillas nuevamente.
− Gracias… − Reaccionó Spero, poniéndose de pie.
− Son tres en total. – Señaló Allen.
− Hendry, toma a la niña y cúbranse en el carruaje. – Ordenó Spero. – Uno para cada uno. –
Ryoku lanzó lejos al Hellhound 1 que estaba frente a ella; mientras que el otro par se enfocó en Allen, guardaban distancia, como si no supieran como atacar o tuvieran miedo de hacerlo.
Spero tomó nuevamente la lanza en una mano y aprovechó la distracción del Hellhound 2 y 3, para lanzarla y con suerte, acabar con uno de ellos.
Pero fue demasiado lento, reaccionaron rápidamente moviéndose lo suficiente para que la lanza solo hiciera un pequeño roce en el Hellhound 2, una pequeña herida que no representaba peligro. Maldición. Spero se quedó sin arma, la lanza se clavó en el suelo lejos de él.
− ¡Allen! – Gritó Spero.
− ¡Si! – Respondió Allen igualmente.
Guardó sus dagas y desenvainó su Katana; la tomó con fuerza con ambos brazos y arremetió contra el Hellhound 2, que era el que había sido herido; dio un corte horizontal que hizo se alejara de un salto, pero dando cobertura para que el Hellhound 3 intentara atacar con una mordida a la parte descubierta de Allen.
Spero corrió rápidamente hacia el Hellhound 3 y lo interceptó con una patada directa al abdomen, haciendo que soltara un chillido de dolor. Y una vez cerca, tomó nuevamente su lanza.
Ryoku se hacía cargo sin problemas del Hellhound 1, quien no encontraba una forma de hacerle frente; intentaba calentar su armadura con el gas y haciendo pequeñas explosiones, pero no le afectaba en lo más mínimo.
− Es inútil. – Dijo Ryoku con una risa y orgullo. – Tus ataques ya no me dan ningún problema, el calor ya no es nada para mí. –
Después de todo, contaba con la armadura a prueba de calor que le había forjado Fraud. Desearía tener una armadura parecida. Mientras que, por otro lado, tanto para Allen como para Spero el fuego seguía representando un peligro.
El Hellhound 2 había pasado a la defensiva, al mirar la diferencia de fuerza entre él y ellos, mientras que, en el otro extremo, el Hellhound 3 intentaba ponerse de pie y recobrar el aliento.
− Hazlo, yo puedo con esto. – Dio una indicación Spero a Allen.
A lo que Allen comprendió claramente. Envainó su Katana y dio unos cuantos pasos atrás, y como por arte de magia, volvió a desaparecer rápidamente entre los árboles. Aun me sigue sorprendiendo.
Spero tomó nuevamente la lanza en una mano y apuntó hacia el Hellhound 2, quien se miraba preparado para el ataque. Alzó su brazo y tomó fuerza, la cual soltó en cuestión de segundos, haciendo que el Hellhound 2 explotara el gas que había generado a su alrededor; pero el supuesto ataque de Spero había sido nada más que una finta, giró rápidamente su cadera y lanzó la lanza al Hellhound 3 que finalmente se había puesto de pie, atravesando perfectamente por el costado.
Dio un paso atrás y corrió rápidamente hacia el cadáver del Hellhound para retomar su lanza, a lo que el Hellhound 2 igualmente reaccionó rápidamente corriendo para perseguirlo ahora que no contaba con un arma. ¿Quién será más rápido? ¿Yo o el Hellhound?
La respuesta fue obvia. El Hellhound dio un gran saltó con la mandíbula preparada para arrancar lo que pudiera de Spero, mientras que Spero igualmente dio un salto hacia el cadáver, y en un rápido movimiento, logró retirar la lanza y posicionarla de tal manera que con el impulso que iba el Hellhound 2… se empalara por sí mismo.
− Ryoku, has lo mismo, has que de un salto hacia atrás. – Indicó Spero.
A lo que Ryoku lo siguió sin rechistar; cargó hacia adelante intentando dar un golpe con su escudo, a lo que el Hellhound creo una distracción con una explosión y dio un salto hacia atrás.
− Grave error. – Señaló Spero.
Allen salió desde detrás, y con un rápido movimiento, perforó con su Katana el cuello del Hellhound 1.
− Eso fue… rápido. – Dijo Ryoku sorprendida. – Supongo que… hemos mejorado. –
Comparando con la primera vez que habían combatido contra alguna bestia y más específicamente contra los mismos Hellhounds… habían progresado enormemente tanto en habilidad individual como en equipo. Ryoku, aun habiendo sostenido únicamente a uno de ellos, no dio un paso atrás y estaba relativamente relajada, no había terminado cansada y casi hervida como la primera vez.
Allen desaparecía incluso más rápido de lo que Spero recordaba, y actuaba de manera rápida; parecía que intimidaba a los mismos monstruos con solo su presencia, como alguna vez lo paralizó a él.
Mientras que Spero… no había terminado herido.
− Bueno, supongo que progresamos. – Dijo Spero alegremente.
− ¿Terminaron? – Preguntó Hendry desde dentro de la carreta. – Saldré ahora. –
Hendry bajó nuevamente de la carreta junto a la niña; de alguna forma había logrado que se calmara un poco, quizá había estado intentando comunicarse con ella y le transmitió tranquilidad.
Lo que sea que hubiera hecho, había funcionado, pero seguía algo asustada, no al punto de cubrir su cabeza de cuclillas atemorizada, pero seguía temblando un poco.
– Al parecer la estaban siguiendo un trio de Hellhounds. – Señaló Spero. – Ya nos encargamos de ellos, así que no debe haber problema. –
Aunque la escena no era linda para mostrar a la pequeña; cadáveres y sangre derramándose alrededor… era algo que incluso podía disgustar a los mayores.
Por alguna razón, Allen seguía estando en guardia, no actuaba como lo hacía con los otros niños de la ciudad, tenía una mirada fija en la pequeña, como si desconfiara de ella. ¿Producto de desconocer su raza? No era algo que pareciera ser importante para Allen al interactuar incluso con pequeños elfos, era algo más, pero no decía ni una palabra.
– Acabaron rápido. – Dijo Hendry. – Pero bueno, al punto, revise a la pequeña, no parece tener heridas internas que intervengan con su habla. –
– ¿No? – Preguntó Spero sorprendido.
– ¿Quién es la niña? – Preguntó Ryoku cayendo en cuenta a último momento.
– No… hay una forma clara de decirlo. – Después de todo, no conocían la más mínima información sobre la pequeña. – Pero parecía estar huyendo de los hound. –
– ¿Por qué tiene… orejas y… cola? – Preguntó Ryoku curiosa al respecto, las mismas preguntas que ellos se habían hecho momentos antes.
– Resumido, es una raza llamada Demi-humanos, y al parecer, no sabe hablar. – Respondió Spero haciendo ligero el cuento.
– Entonces ella los atrajo… – Parecía estar tomando el hilo de la conversación.
Hendry no dejaba de revisar a la pequeña, quien ahora en vez de cubrirse, jugaba nerviosa con su corto cabello; temblaba, quizá por el hecho de que aun los desconocía y eran extraños para ella, como cualquier otra niña haría al perderse en medio del bosque.
– Nada. – Dijo Hendry. – No veo por qué no ha aprendido su lenguaje, no hay nada malo con ella. –
– ¿No será porque… quizá no haya civilización cerca? – Dijo Spero.
– Según el mapa, estamos cerca de un pueblo de la alianza. – Respondió Hendry. – Incluso si fuera el caso de que ella vive en otro tipo de aldea, no hay forma de que no tuvieran interacciones con el pueblo cercano; basándome en su aspecto… específicamente en sus pies… no tiene heridas, pese a que estaba corriendo en el bosque, y antes de que lo menciones, no tiene que ver con su naturaleza animal, eso está fuera de asunto. –
– Eso significa que no viene de muy lejos. – Dijo Spero.
– ¿No marca en el mapa alguna aldea cercana? – Preguntó Ryoku.
– No, no hay nada. – Respondió Spero.
– ¿Una caravana quizá? – Preguntó Ryoku nuevamente.
– Dudo que se transportaran sin seguridad, y aun si fueron tomados por sorpresa, solo eran tres hound, dudo que fueran suficientes para asesinar al resto. – Respondió Spero.
Hendry no había tomado la posibilidad de que quizá estaba viviendo en el bosque, lo que quitaba esa idea. Siendo el que más sabia sobre el tema, seguía teniendo sus dudas.
Y todo se volvía más extraño, los Hellhound, aunque no era imposible mirarlos en ese lugar, no era tan usual que rondaran en las cercanías, y en tan poco número. La pequeña no tenía ninguna herida, por lo que posiblemente no había intentado pelear, lo que descartaba la posibilidad de que inicialmente hubieran sido más Hellhounds.
¿Entonces… que hace aquí? Era lo primero que tenían que averiguar para saber cómo continuar.
– ¿Alguna idea, Allen? – Preguntó Spero intentando cambiar la expresión de Allen, quien seguía concentrado mirando extrañamente a la pequeña
– No… – Dijo Allen apartando la mirada por un momento, poco usual en él.
Sin más opciones, y con el tiempo encima, tenían que pensar en algo que hacer con ella. No podían tomar su custodia, sería más que un secuestro; tampoco podían abandonarla a su suerte, lo que los ponía en una encrucijada.
– Pararemos en el siguiente pueblo, ¿cierto? – Preguntó Ryoku.
– Si, debemos cargar agua y comida. – Respondió Spero.
– ¿Por qué no la llevamos con nosotros? – Sugirió Ryoku. – Quizá y alguien de ahí la conoce, o sabe algo al respecto. –
Es la mejor opción.
No contaban con el tiempo para estar buscando a los alrededores un pueblo escondido.
– ¿Están seguros? – Preguntó Hendry. – Un malentendido y podríamos ser acusados de secuestro. –
Era una posibilidad, claro estaba, pero…
– Es un riesgo que hay que tomar. – Respondió Spero. – No podemos dejarla en este lugar a su suerte, puede que nos equivoquemos y vengan más Hellhound por ella, ya veremos que hacer después. –
– ¿Y si no encontramos nada sobre ella? – Preguntó Allen seriamente. – ¿La dejaremos ahí? –
Era algo que no había considerado. Podían haberse encontrado con un peculiar caso, uno en el que nadie tuviera información sobre la pequeña, lo que los dejaría en un problema mayor.
– ¿Cierto?  – Preguntó Allen nuevamente. – Dejarla atrás, puesto que es solo una carga, quitarse toda responsabilidad de encima e ignorar lo que sea que le depare… ¡Después de todo es la salida más fácil! ¿Cierto? Es más fácil dejarla que intentar hacer algo. –
Sin contar a la pequeña, todos alrededor quedaron atónitos, Allen había hablado y actuado de una forma que no era común en él, diciendo cosas que nadie pensaba; culpando aun sin que hubiera pasado nada, pero de alguna forma, nadie se molestó.
Parecía que su enojo y rencor estaba justificado, como si fuera algo que se estaba guardando para sí mismo.
– Claro que no. – Interrumpió Ryoku. – ¿Cómo crees que dejaremos a una niña a su suerte? Si no encontramos nada sobre ella… buscaremos una forma de ponerla segura. –
– Así es, no es lo que quisiera, pero… puede que incluso en Hope Town puedan brindar su apoyo. – Añadió Spero.
Allen, dándose cuenta de su actitud previa, apartó la mirada apenado; no dijo ni una palabra más, se mantuvo en silencio por un breve momento.
– Lo siento… – Susurró Allen.
No tienes que disculparte. Pese a que los culpaba sin fundamento, sentía que era un progreso para que expresara sus emociones más vívidamente, el enojo ante una situación que nadie sabía cómo manejar… era un avance.
– ¿Entonces nos vamos? – Preguntó Hendry. – Puedo tomar el turno desde ahora. –
– Oh, sí, seria… – Antes de terminar su oración, Spero se quedó en silencio, miró alrededor, a la misma vez que lo hizo Sirius. – Viene alguien más. –
– ¿Mas Hellhounds? – Preguntó Ryoku.
– No, son… galopes. – Respondió Spero. – Caballos. –
En cuestión de segundos, un par de caballos arribaron, y sobre ellos, un elfo y un humano.
Parecían de la alta sociedad, vestían formalmente y tenían una apariencia de noble.
– Ahí está. – Señaló el humano.
Apuntaba hacia la pequeña, quien había dejado de temblar.
Allen, volviendo a su actitud regular, dio un paso al frente de la pequeña, cubriéndola.
– ¿Qué necesitan? – Preguntó Spero. – ¿Buscaban a alguien? –
– Si, buscábamos a la pequeña... – Respondió el humano.
¿La buscaban?
Miro alrededor, y lo primero que enfocó su vista, fueron los cadáveres de los Hellhound.
– Así que ustedes se deshicieron de ellos… – Señaló el humano.
– Si, fuimos nosotros. – Respondió Spero sin esconder nada. – Perseguían a la pequeña y no a la vez nos atacaron, no había otra opción que hacernos cargo. –
*Tsk* Tronó la lengua apartando la mirada.
– Se suponía que ese era nuestro trabajo… – Susurró el hombre.
– ¿Disculpa? – Preguntó Ryoku molesta por el tronido de su lengua. – ¿Qué pasa con esa actitud? ¿Acaso ustedes tienen algo que ver? –
– Déjame hablar. – Dijo el elfo haciendo hacia atrás al humano. – Mis más sinceras disculpas por la expresión de mi compañero. –
El elfo bajó de su caballo e hizo una pequeña reverencia para presentarse.
– Mi nombre es Bon. – Dijo el elfo. – Primero que nada, les agradezco desde el alma que hayan salvado a mi pequeña. –
¿Su pequeña? La niña se había tranquilizado al mirarlos, su temblor había desaparecido, pero seguía teniendo una mirada baja. Lo que hacía que Allen no se alejara de ella.
– ¿Acaso usted es el padre de la pequeña? – Preguntó Hendry.
– Me gustaría decir que así es. – Respondió Bon. – Pero solamente soy su protector, ya que su padre... bueno, no quiero decirlo frente a ella. –
Tanto su forma de hablar, como su apariencia, era de alta categoría, y actuaba de manera tranquila, ligeramente amable.
– Si es su protector, ¿Cómo es que terminó siendo perseguida por los Hellhounds? – Preguntó Allen molesto. – De no ser por nosotros, ella estaría muerta. –
– Y es por eso que les agradezco de lo más profundo de mi corazón. – Recalcó Bon haciendo nuevamente una reverencia. – Sé que mi trabajo como su protector fue pésimo, debí estar con ella en todo momento, pero… fue en medio de un pequeño descuido por mi parte que ella huyó, siempre tuvo ánimos de conocer el mundo, pero no conocía sus peligros. Rápidamente salimos en su búsqueda, y gracias al cielo que la encontramos con bienestar. –
Allen seguía sin fiarse de él, mientras que, por otro lado, el resto aun con sus dudas, poco a poco bajaban la guardia.
No parecía ser de las personas que mentían, su forma de hablar era refinada y parecía realmente preocupado por la pequeña, añadiendo el hecho de que ella se había tranquilizado con su llegada, y el que bajara la cabeza podía ser un signo de que estaba apenada por sus acciones.
– ¡Solo dénnosla ya! Tenemos muchas cosas que hacer en casa. – Gritó el humano, haciendo que Allen fijara seriamente su mirada en él.
Y antes de que alguien saltara a replicarle.
– ¡Silencio! – Gritó Bon el elfo. – ¿No te dije que me dejaras hablar a mí? ¿Qué harás si desconfían de nosotros y no me devuelven a mi pequeña? ¡Deberías estar agradecido de que la recuperamos sin que saliera lastimada! Aun cuando no cumples tu trabajo correctamente, tienes el descaro de gritar a sus salvadores. –
– L-Lo siento… – Se encogió al momento apenado y atemorizado.
– Nuevamente pido disculpas por mi compañero y su insulto. – Reiteró Bon amablemente. – Pero, es cierto que tenemos muchos asuntos que atender en casa, las clases de piano para la pequeña quedaron sin terminar y aún no ha comido como es debido. De ser posible, me gustaría volver cuanto antes. –
Aun con dudas en mente, Bon se puso de cuclillas y llamó a la pequeña con una sonrisa. Allen no cedía ni un paso, no se apartaba de ella como si dudara de la persona, como si el supiera algo o intuyera. Mientras que el resto, poco a poco se convencía de las palabras del sujeto, quien hablaba con amabilidad.
Lo único que faltaba, se cumplió. La pequeña, a pequeños pasos, caminó hacia Bon, pasando a un lado de Allen quien no se movió en ningún momento. Si ella camina por su cuenta… No tenían por qué dudar. La tranquilidad que le transmitía y la preocupación que sentía por ella… era suficiente prueba.
Allen apartó la mirada en disgusto, no lo aprobaba completamente.
Y finalmente, la pequeña alcanzó los brazos de Bon, quien la recibió con un gran abrazo y lágrimas.
– No me vuelvas a abandonar. – Decía entre lágrimas, mientras apretaba fuerte.
La alzó en brazos con algo de dificultad, la miró nuevamente con una sonrisa y prosiguió a subirla en el caballo. Y antes de subir al caballo, miró hacia ellos nuevamente.
– No tengo palabras ni dinero al momento para pagarles por lo que han hecho… – Dijo Bon.
– No es necesario, no lo hicimos por dinero. – Interrumpió Spero.
– Oh, ya veo. – Dijo Bon con una sonrisa. – Si nos volvemos a encontrar algún día, les pagaré como es debido. Pero por ahora, pequeña, ¿podrías darles una sonrisa? –
La pequeña alzó la mirada confundida, como si no lo hubiera comprendido. Bon la miró fijamente y con los dedos forzó una sonrisa en su propio rostro, mientras decía “Así”.
La pequeña, aun confundida, miró hacia ellos, Allen la miró igualmente. Y entre cerrando los ojos, la pequeña sonrió. Que linda.
Allen crujió los dientes, y apartó la mirada, molesto. Spero seguía sin comprender el actuar de Allen, habían encontrado a la persona a cargo de la niña, pero él seguía inconforme y molesto. Una molestia incomprensible, y más aun viniendo de él.
Bon subió al caballo y se despidió de los presentes. Cabalgó rápido y se alejó en cuestión de segundos.
– Menos mal que encontráramos a su protector. – Dijo Spero. – Ahora podemos continuar sin problemas. –
– Aun mantengo mi propuesta de dirigir por ahora. – Dijo Hendry subiendo al frente de la carreta.
– Gracias. – Dijo Spero. – Tomaré la palabra. –
Ryoku subió nuevamente a la carreta, sin quitarse la armadura se recostó en el suelo para recobrar el sueño que había perdido. Spero se sentó y dispuso a mirar los alrededores, puesto que no tenía sueño. Hendry tomo el frente y dirigió la carreta. Sirius se sentó junto a Allen tranquilo como siempre. Y la única persona que seguía inconforme, sin decir nada, sin hacer nada, era Allen, quien tenía una expresión indiferente a todo, perdido en sus pensamientos.
Que se le va a hacer…
Al cabo de unas cuantas horas de viaje, arribaron al pueblo, un lugar pequeño con grandes campos de cultivo, el lugar perfecto para reabastecerse de comida y agua. Gracias a que era un lugar pequeño, parecía ser que todas las personas se conocían, saludándose con suma confianza entre ellos. Había igualmente unos cuantos elfos, nada de enanos, puesto que no parecía que vendieran algún tipo de armas o armaduras. Pero de lo que no había rastro era de… Demi-humanos. Tampoco señales del par de sujetos de antes, habían tomado una ruta diferente, por lo que posiblemente vivían en otro lugar no muy lejos de ahí. No lo suficientemente grande para ser un pueblo o una ciudad quizá, pero una casa en el bosque no era tan extraño.
Con ayuda de unos cuantos pobladores, obtuvieron buenos suministros, eran personas amables y bondadosas. Aparte de las compras, regalaron unos cuantos ingredientes más, como un extra. Y gracias a esa amabilidad, Spero aprovechó para quitarse unas dudas.
– Disculpe. – Llamó Spero al comerciante que les vendió los suministros. – ¿Cerca de aquí vive alguien? A unas cuantas horas… por el bosque. –
– Mmh… – Se quedó pensando por un momento. – No vive “alguien”, se podría decir que… viven un par de personas, bueno, es un sitio más “turístico” que un hogar. –
– ¿A qué se refiere? – Preguntó Spero confundido.
– Cerca de aquí… – Miró a los alrededores, y llamó a Spero para que se acercara. – Son rumores, pero muchos dicen que por ahí se encuentra el mercado negro… –
¿Mercado negro?
– Ya sabe… venta de cosas que no se pueden vender a la luz del día. – Continuó.
Allen, quien estaba junto a Spero lo miró fijamente, serio y molesto a la vez.
– Lo sabía. – Dijo Allen molesto.
– ¿Lo sabias? – Preguntó Spero. – ¿Qué es lo que sabias? –
Y Allen guardó silenció aun molesto.
– Les recomiendo no andar por esos lugares, quien sabe que pueden hacerles. – Interrumpió el comerciante. – Dicen que un peligroso sujeto se encuentra ahí. –
– G-Gracias por la precaución. – Dijo Spero, y el comerciante se retiró.
Muchas ideas cruzaban por su mente, pero no quería hacer conjeturas tempranas, no había forma de que algo como eso fuera verdad, no había forma de que algo como eso estuviera vinculado con ellos.
– Spero. – Llamó Allen molesto con un nudo en la garganta. – Siempre me has dicho que quieres que tome una decisión por mi cuenta, ¿Cierto? –
– C-claro… – Respondió Spero confundido.
– Así como tu tomaste tu decisión, yo lo hare en este momento. – Dijo Allen seriamente. – Iré por mi cuenta por un tiempo. –
– ¿Por tu cuenta? – Preguntó Spero. – ¿Qué es lo que harás? –
– Iré por esa niña. – Respondió Allen.
– ¿Cómo que iras por ella? – Preguntó Spero. – Ella esta con su protector, ¿piensas arrebatársela? ¿Con que motivo? ¿Rumores? Lo que dijo el comerciante no son más que rumores, incluso ella sonreía, no puede ser que esté vinculada con algo como eso. –
– Spero. – Llamó Allen nuevamente. – Siempre he confiado en ti, en las decisiones que tomas, y no me arrepiento de ello, pero yo… lo sé, no puedo dejarlo de este modo, no puedo abandonarla con él. –
– ¿Entonces por qué dudas ahora? – Preguntó Spero. – Si no me explicas no te entenderé, desde hace rato que estas molesto, no dices nada, exprésate un poco más. –
– ¡YO LO MIRE EN SUS OJOS! – Gritó Allen. ¿En sus ojos? – Esa mirada… esa sonrisa… esa forma de temblar y petrificarse con solo mirarlo, yo ya he visto eso antes, se lo que es y cómo se siente, y así como tú lo hiciste conmigo, yo… ¡QUIERO SALVARLA! –
¿Cómo pude ser tan estúpido? Todo se hacía claro.
– Allen, yo no hice nada como salvarte. – Dijo Spero apenado. – Solo actué por como miré la situación, fue más que nada un impulso. En cambio, tú has hecho mucho más por mi… así que no digas que te iras por tu cuenta. –
– Lo hare, aunque intentes detenerme. – Rectificó Allen tomando sus cosas. – Cuida de Sirius por favor. –
– No. – Lo detuvo Spero mirándolo con seriedad y pena. – Siempre fui yo quien dijo que pensaras en ti, y aun cuando haces tanto por mí, yo no he pagado esa amabilidad, así que lo menos que puedo hacer es… apoyarte hasta el final. Así como confías en mí, confiaré en ti. –
Pese a que Spero tenía cierta habilidad para leer a las personas, la situación y confiaba en ello, había cometido una gran equivocación. Había hecho todo lo contrario a lo que había dicho a Allen, abandonó a la niña a la menor oportunidad. No quería entrar en detalles, pero si Allen decía conocer la razón, posiblemente…
– ¿Nos vamos? – Arribó Hendry.
Allen se había quedado sin palabras, ocultaba su rostro mirando hacia otro lugar.
– Hendry, lamento hacer esto. – Respondió Spero. – Pero tengo que pedirte algo. Allen tomó una decisión y pienso apoyarlo, por lo que nos separaremos por un poco tiempo, pero aun así debemos entregar la carta a Shawn y… –
– No tienes que decirlo. – Interrumpió Hendry. – Ya me parecía extraña la actitud de aquel sujeto, y no te preocupes, entregaré la carta y le explicare todo a ella cuando despierte. –
– Muchas gracias Hendry. – Dijo Spero soltando un suspiro.
– Aunque no puedo asegurar que no te mate una vez se entere. – Aclaró Hendry.
Spero sonrió y miró hacia Allen.
– Es un riesgo que tomaré. – Discúlpame por ser tan estúpido y tardar tanto en darme cuenta de ello. – Allen… ¿Nos vamos? –
Allen miró hacia Spero, había derramado unas cuantas lágrimas, y sus ojos estaban algo irritados. Con una leve sonrisa y unos ojos entre abiertos, asintió con la cabeza.
– Ciertamente… me has salvado. – Susurró Allen para sí mismo.

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