La Profecía del Héroe - Capitulo 36: Mitad humano Pt.2


− Hendry ya partió, ahora solo queda saber qué es lo que haremos. – Señaló Spero. − ¿Tienes algún plan? –
Hendry había partido junto a Ryoku, quien para suerte de Spero, estaba dormida.
Ryoku había apoyado las ideas y estado tranquila los últimos días, pero eso no quitaba el hecho de que posiblemente se hubiera opuesto a la idea de ir por su cuenta a “rescatar” a la pequeña teniendo ya encima una misión.
Por otro lado, pese a que Spero había decidido apoyar a Allen con todo lo que tenía, seguía teniendo dudas al respecto. Era obvio que había cometido una equivocación al entregarla sin hacer ninguna pregunta o poner algo de resistencia. Ahora que lo pienso, ni siquiera dijo su nombre… Sentía culpa debido a ello, lo que en cierta forma igualmente lo motivó a quedarse, pero… era incierto lo que pasaría después.
− Nunca he salvado a alguien. – Respondió Allen. – Incluso cuando pensé que lo hice, terminé empeorándolo, así que… no lo sé, no sé cómo salvarla… pero aun así quiero hacerlo. –
− Así que no tenemos nada… −
Lo único que sabía era el lugar al que se había dirigido. No miraron hasta el final el camino que tomaron, pero era en camino hacia donde se rumoreaba estaba el “mercado negro” que aun sin conocer del todo como funcionaba, Spero se daba una idea de que era.
Un lugar donde puedes vender lo que no es posible en público… obviamente era algo de preocuparse.
Igualmente estaba el hecho de que igualmente se rumoreaba ahí vivía una persona peligrosa, y ellos ya tenían problemas suficientes. Aun no encontraban a Hank y no tenían la menor idea de que sería su próximo movimiento, por lo que no podían bajar la guardia; y ahora, si entraban en territorio desconocido y provocaban algún problema… podrían atraer la atención de alguien más.
Pero dejémonos de dudas.
− Deberíamos revisar primero el lugar, ver si hay seguridad y que tipo de sitio es. – Señaló Allen. – Y en base a ello, decidir el próximo movimiento, calcular el tiempo que nos lleva llegar ahí y tomar el equipo que sea necesario para hacer una entrada y salida rápida, en lo que cabe de lo posible, no quiero que se derrame sangre, sé que eso te disgustaría. –
Incluso me tomó en cuenta.
− Te refieres a que hagamos una misión en sigilo. – Señaló Spero. – No tengo mucha habilidad para ello. –
− Ese es el problema, incluso tu armadura hace mucho ruido al caminar, por lo que quizá no sea la mejor idea. – Respondió Allen. – Así que debemos considerar un poco otras opciones. –
− Pero creo que estas bien con que revisemos primeramente el lugar. – Aclaró Spero. – Según lo que dijo el comerciante… es un mercado, a fin de cuentas, puede que no haya problemas para entrar. –
− Debería haberlos. – Insistió Allen. – Para tomarse las molestias de ir a un lugar deshabitado y no estar marcados en el mapa oficial de la alianza… algo deben esconder. –
− No ganaremos nada haciendo especulaciones. – Dijo Spero. – Deberíamos comprobarlo por nosotros mismos. –
Antes de que Hendry partiera con la carreta, Spero tomó su mochila y algo de dinero para cualquier cosa que necesitaran, y en ese momento, parecía ser de lo más útil.
− Ahora que lo pienso, no debería haber problema, vayamos como simples compradores. – Propuso Spero.
− Sera lo mejor… − Respondió Allen.
El primer lugar que visitaron fue el mismo lugar donde se habían encontrado con la pequeña, sin motivo alguno más que para tomar rumbo a partir de ese lugar.
No había rastros de la pequeña y las pisadas de los caballos de aquellos sujetos habían desaparecido.
− Creo fue en esta dirección. – Señaló Spero. – Así que vamos. –
Por más que revisaba el mapa, no había nada sobre un pueblo o tan siquiera una pequeña población registrada, según el mapa, en la dirección a la que partían solo había árboles y tierra, no había siquiera un rio que cruzara por aquel lugar.
¿Qué tipo de lugar encontraremos? Bien podía ser que era solo una casa… pero eso descartaría la posibilidad de un “mercado”, no sería la mejor definición para ello. Pero aun con eso, posiblemente el cartógrafo que había revisado ese lugar debía haberlo tomado en cuenta.
¿Un lugar en desarrollo? No podía ser eso tampoco, incluso con Atlova, una ciudad en crecimiento y construcción habían tomado la molestia de ponerlos en el mapa, por lo que igualmente debía estar señalado el lugar al que se dirigían.
Peor aún… ¿Qué tan lejos tendremos que caminar? Al no tener más que una vaga noción de hacia dónde dirigirse, estaban como en un pasado, caminando sin rumbo esperando a topar con su objetivo, y aun incluso antes, tuvieron el apoyo del Búho y el informante misterioso, pero ahora no tenían nada.
Y añadiendo más leña al fuego, se encontraban en el nuevo mundo, no sabían con qué tipo de bestia podrían encontrarse. Goblins eran simples, Hellhound un poco de reto, Orcos era ya un problema, y después de ellos… ¿Qué más podrían encontrarse? Era lo que más infundía temor en Spero.
No dudes… no dudes… Mientras que su contraparte, Allen estaba tranquilo, fijando su mirada en el destino, pensando constantemente en una forma de llevar a cabo de misión, dando cada paso firme y sin alterarse.
− Creo que vamos por buen camino. – Señaló Allen, quien tomaba la delantera. – Las pisadas están escondidas debajo de algo de polvo, pero aun puedo verlas. –
Allen parecía tener buenos ojos, y algo de habilidad para el rastreo.
− Traer a Sirius hubiera sido una buena idea. – Dijo Spero.
− No quiero que corra peligro. – Respondió Allen. – Vaya… creo que ahora entiendo un poco como te sientes. –
Escuchar tales palabras, proviniendo de él… le hacían sentir un tanto feliz.
¿Pero cuánto nos tomará llegar? La pequeña había llegado a ellos en… no sabía cuánto tiempo, pero no mostraba heridas, por lo que era un viaje algo corto. Aunque que no tuviera heridas no demostraba mucho, bien pudo ir con cuidado y en cierto punto perder su calzado. Muchas posibilidades, pero ninguna ayudaba a llegar a algo claro.
− Creo que estamos cerca. – Señaló Allen.
− ¿Crees? – Preguntó Spero.
− ¿No los escuchas? – Preguntó Allen enfocando su oído.
Spero se acercó y empezó a escuchar algo, un nítido sonido, algo muy bajo pero presente.
− ¡AYUDA! – Gritó una persona. − ¡QUITENMELO, QUITENMELO! –
Con un gran susto, Spero corrió para ver qué era lo que sucedía, pasó a través de unos árboles y lo encontró. Un hombre moribundo tirado en el suelo, siendo devorado por un Hellhound. ¡Maldición!
Spero extendió su lanza y pensó en lanzarse contra el Hellhound, pero una persona lo detuvo rápidamente.
− No lo ataques o te mueres. – Amenazó una voz.
Por detrás, alguien lo tomó con algo de fuerza, Spero giró rápidamente y era Allen, quien lo miraba seriamente. ¿Por qué? Pensó Spero molesto, una persona estaba siendo devorada frente a sus ojos y él lo detenía.
− No tiene caso, has lo que pide. – Dijo Allen preocupado. – Esa persona murió segundos después de gritar. –
Tras unos cuantos pasos, un hombre hizo aparición, era un anciano tuerto, calvo en toda su parte superior, con pocos cabellos crispados a los lados.
Se acercó con confianza al Hellhound, tronó los dedos y apuntó su dedo índice hacia el suelo; al momento, el Hellhound dejó de devorar al sujeto y se tiró al suelo.
− Menos mal que lo detuviste. – Dijo el Anciano. – Lo tenía justo en la mira, un rasguño a mi Terry y era hombre muerto. –
¿Su Terry?
Spero miraba con molestia al anciano, mientras Allen con todas sus fuerzas intentaba detener cualquier movimiento precipitado que Spero pensara hacer.
El anciano se paró frente al cadáver, lo miró fijamente y escupió en su rostro.
− Eso te pasa por intentar robarme. – Con una mueca.
− ¿Lo asesinó por un intento de robo? – Preguntó Spero molesto.
− ¿Ah? – Reaccionó el Anciano mirando a Spero con una mirada muerta. – Claro que lo hice, el bastardo no solo me amenazó por ser un anciano, intentó tomar una de mis pertenencias, puede parecer poco para ti, pero es mi sustento del día a día. –
− Aun así, pudo detenerlo sin… −
− ¿Sin violencia? – Interrumpió el Anciano. – Este lugar es vivir o morir, descuídate un poco y rebanaran tu cuello. Bienvenidos al pueblo sin nombre. –
El Anciano chasqueó los dedos y abanicó su mano, al instante, el Hellhound se alzó y comenzó a seguirlo.
Pasos más adelante, se encontraron con el objetivo. Un pequeño pueblo que a simple vista parecía ser como los demás; unas cuantas casas deshabitadas; comerciantes ofreciendo sus productos a cualquiera que pasara por ahí; gente caminando con miradas de lo más peculiar, unos vestidos casualmente, otros con grandes armaduras; humanos, elfos y uno que otro enano, pero nada de Demi-Humanos.
El pueblo parecía ser un lugar abierto, un lugar sin aparente seguridad, y visto con el anciano, eran los mismos habitantes quienes se defendían por su cuenta.
Allen soltó a Spero, quien guardó nuevamente su lanza.
− Lo siento. – Dijo Allen.
− No, gracias, de lo contrario yo… hubiera muerto. – Se disculpó Spero.
Tras dejar un poco su molestia de lado, Spero se dio cuenta de lo verdaderamente interesante. ¿Cómo lo hizo?
El anciano parecía estar controlando al Hellhound, todo había sucedido tan rápido que no pudo siquiera prestar atención a ello. Con un simple chasquido de dedos, el Hellhound bajó. Incluso lo llamó Terry.
Tenía poca información sobre las bestias, y en esa poca información, no venía nada sobre el poder controlar a una bestia; en sí, ellos solamente sucumbían ante sus instintos primarios, y no respondían ante cualquier tipo de llamado.
En lo poco que llevaba descubriendo el nuevo mundo, no había visto a ningún mercenario o aventurero que llevara consigo a una bestia, lo que lo volvía aún más extraño.
− Así que es aquí donde la trajeron… − Dijo Allen apretando el puño.
Las personas del lugar tampoco parecían ser de una alta sociedad, su ropaje era de lo más común, algunos incluso rosaban la pobreza; mientras que lo que había presentado Bon era una ropa de lo más exquisita, una forma de hablar propia de alguien de la realeza. Y ahí, no parecía haber nada parecido a ello.
− Tal vez fueron en otra dirección. – Dijo Spero.
− No, las pisadas guiaban a este lugar. – Negó Allen. – Debe estar aquí, en alguna parte. –
Sin dudarlo mucho, comenzaron a caminar hacia el pueblo, no había un camino o sendero que guiara exactamente a él, o alguna entrada, por lo que solamente caminaron hacia lo más cercano.
− Ya lo veo. – Dijo Allen.
− ¿Qué cosa? – Preguntó Spero.
− Mira hacia allá. – Señaló Allen hacia el frente. – Ese lugar. –
Spero entre cerró los ojos, y entonces lo notó, lo único que no iba conforme al resto del pequeño pueblo, un lugar que sobresalía a la distancia. Una gran mansión.
Mirando el estado y apariencia del resto de las casas, que, pese a no parecer estar habitadas, la mansión sobresalía enormemente.
− La apariencia de aquel sujeto lo dice todo. – Dijo Allen. – Debe ser ahí, no hay duda. –
Frente a la mansión, había una fuente central de agua, un camino marcado con césped a su alrededor, denotaba la gran calidad de vida que se vivía ahí dentro.
Aunque… No parecía tener guardias o una pared que cubriera el lugar, como si no temieran a ser asaltados.
− ¿Y ahora que haremos? – Preguntó Spero. – Hagamos de cuenta que ahí es donde se encuentra la pequeña, ya tenemos el lugar y no parece haber seguridad, por lo que entrar quizá no sea un problema, pero ya dentro… ¿Qué haremos? –
− Buscarla, encontrarla, tomarla y salir. – Respondió Allen.
¿Así de simple?
− No creo que sea tan fácil. – Dijo Spero con una risa nerviosa. – Primero, analicémoslo un poco. El anciano de antes controlaba a una bestia y nos advirtió que al más mínimo descuido podríamos ser asesinados, y si a sabiendas de ello, la mansión no parece un lugar peligroso y a la vez esta descuidada. Debe haber una razón para ello. –
− ¿Guardias en el interior? – Preguntó Allen. – No veo la diferencia entre ponerlos dentro o fuera, aunque fuera es más fácil que ahuyenten a los invasores. –
− No, incluso si ese fuera el caso, debería haber, aunque sea una pequeña muralla que cubriera el lugar. – Respondió Spero. – Es como si no tuvieran miedo a ser asaltados, y es eso lo que me preocupa, tampoco veo gente cerca de ahí. –
− Lo mejor sería conseguir información de los locales. – Sugirió Allen. – Aunque dudo que nos salga gratis o pacíficamente. –
Es una buena idea, pero… ¿A quién?
Los que pasaban alrededor, lejos de parecer locales, parecían mas estar de paso. Tomaban unas cuantas miradas; compraban algo de alguno de los comerciantes y luego dejaban el lugar, tomando cada quien su camino; a pie o a caballo.
Los comerciantes igualmente no parecían ser de lo más accesibles, podía notar ese brillo en su mirada, el brillo de que venderían a su propia familia con tal de conseguir algo de dinero, y al pedir información, posiblemente cobrarían un alta suma.
− ¿Sigue por aquí? – Preguntó un comerciante, el mismo anciano de antes. – Para este momento pensé que ya se habrían acobardado o muerto. –
Spero seguía sin mirarlo de la mejor forma, molesto por lo que había hecho recién; con una estúpida sonrisa en su rostro como si nada hubiera pasado.
Estaba sentado frente a un pequeño local sobre el que había un montón de yerbas variadas, de todos los colores y formas, unas que incluso ni él conocía, parecían ser del nuevo mundo.
− Podríamos preguntarle a él. – Sugirió Allen, la peor opción posible.
A rechina dientes, Spero siguió a Allen hasta el puesto del anciano, quien, a sus pies, tenía el Hellhound descansando; incluso dormido expedía fuego.
− ¿Necesitan algo? – Preguntó el Anciano.
− Queremos información. – Dijo Allen seriamente.
− ¿Información? – Preguntó el Anciano. − ¿De qué tipo? –
− Buscamos a una persona. – Respondió Allen.
− Con que una persona… − Y el Anciano se rascó la barbilla. – Veras, yo solo soy un anciano que sobrelleva el día a día con sus productos, las cuales en este caso son yerba para todo tipo de usos. Mi memoria falla mucho igualmente, y la verdad… −
− ¿Cuánto? – Interrumpió Allen.
− Depende de a quien buscas. – Respondió el aciano con una sonrisa y mirada sutil.
Allen dejó salir un suspiro y miró al Anciano.
− Un elfo, buena presentación, vino por este camino. – Dijo Allen.
Por un momento, la sonrisa del anciano desapareció y se petrificó por un instante.
− Con que esas tenemos. – Dijo el Anciano en voz baja.
− ¿Cuánto? – Insistió Allen.
El Anciano se quedó un momento en silencio, y luego dejó salir un suspiro.
− Sabes, soy un vendedor de yerbas. – Volvió a repetir lo mismo. – Así que con un par que compres valdrá. –
Allen miró alrededor y tomó un par de yerbas parecidas al césped.
− Llevare esto. – Dijo Allen.
− Serán 10 oros. – Respondió el Anciano. ¿Tanto?
Allen sin dudarlo puso el dinero sobre el puesto.
− Ahora dime lo que sabes. – Insistió Allen seriamente.
El Anciano dudoso, miró alrededor con temor.
− No es nada que se deba ocultar. – Dijo el Anciano. – Pero tampoco es algo fácil de decir. Más allá de lo que yo sé, solo puedo decirte que debes tener cuidado con lo que buscas, incluso alguien como yo, que logró someter a esta bestia, fue gracias a magia, pero él… él es algo más, es alguien de temer. Pero si aun así piensas seguir adelante, todas las noches sucede algo en aquella mansión, un lugar donde puedes encontrar todo lo que desees, siempre y cuando puedas pagar por ello. –
− Es más de lo que necesitaba escuchar. – Dijo Allen.
¿No pudo ser más específico? Spero no había entendido del todo, incluso estaba más molesto que antes. Pero, por otro lado, Allen parecía haberse hecho una idea de lo que sucedía y a lo que se refería el Anciano.
Tomó las yerbas y las metió en la mochila de Spero. Se dio media vuelta y caminaron lejos del pueblo sin decir nada.
− ¿Qué haremos ahora? – Preguntó Spero.
Había dejado que Allen tomara las decisiones puesto que era quien había tenido la idea y el deseo de salvar a la pequeña, y como cierta forma, para que fuera más independiente en lo que quisiera hacer. Y no me arrepiento de nada. Después de todo, él había conseguido todo por su cuenta cuando Spero no sabía qué hacer.
− Dame un momento. – Dijo Allen tomando la mochila de Spero nuevamente.
Sacó las yerbas de la mochila, las olió un poco y lamió. ¿Qué hace?
− Si, esto es. – Susurró Allen. – ¿Tenemos agua? –
− Si. – Respondió Spero. − ¿Para que la…? –
− Iré por algo de leña, hay que hacer una fogata. – Dijo Allen tomando un par de ramas y troncos del suelo.
Spero sin entenderlo del todo, comenzó a encender una fogata en lo que Allen recogía otro par de cosas y cortaba la yerba que había comprado. Sigo pensando que fue algo cara.
Calentó un poco de agua en la fogata y seguido metió las yerbas en el agua. ¿Un té?
Tras unos minutos, olfateó el té.
− Listo. – Dijo Allen.
− ¿Es un té? – Preguntó Spero para quitarse de dudas.
− No, es veneno. – Respondió Allen.
− Oh. – Dijo Spero. − ¿A quién piensas envenenar? –
− Es solo un plan de emergencia. – Aclaro Allen.
− Oh. – Reiteró Spero. − ¿Entonces qué haremos ahora? –
− Esperemos a la tarde, y en la tarde, acudiremos a lo que sea que suceda en la mansión. –
− ¿Y luego? – Preguntó Spero.
− Si estoy en lo correcto, encontraremos lo que buscamos. –
Entonces… toca esperar.
Allen preparó unas cuantas cosas más, revisó el equipo, y se quedó analizando la situación.
Mientras que, por otro lado, Spero se sentó en el suelo mirando hacia el pueblo, mirando como gente entraba y salía cada cierto rato.
Vaya, un par entro a una de las casas… ellos van a… oh, para eso eran. Las casas, lejos de ser un lugar para pasar la noche, eran más un lugar donde pasar un rato.
Sin contar al anciano, había un resto más de comerciantes que vendían un tanto de cosas variadas. Mientras que el Anciano que ellos habían visitado vendía yerbas, otros vendían armas y armaduras, comida, frutos, telas, lo que se vendía normalmente en cualquier ciudad, lo que era extraño ya que no había necesidad de llegar a un lugar tan escondido para hacerlo.
Mirando eso, Spero dudó sobre la razón de la que estaban ahí. Quizá era comprensible en el caso del Anciano que les había vendido yerba que se usaba para preparar veneno, pero en los otros casos… era algo común para vender.
Al pasar un par de horas, el sol comenzó a ocultarse, y con ello, personas comenzaron a reunirse cerca de la mansión. Unos parecían dudar de si entrar o no, no había nadie que los detuviera, pero aun así tenían dudas sobre si entrar en ella o no.
Por otro lado, unos cuantos caminaban directamente y entraban sin pedir permiso antes.
Las personas que acudían no eran necesariamente nobles ni vestían ropajes de alta calidad, algunos eran simples enanos con su overol de trabajo; humanos con sus armaduras ensangrentadas después de una batalla; elfos con ropas desgastadas. Pero sigue sin haber ni un Demi-Humano.
− ¿Es hora? – Preguntó Allen, terminando lo que hacía.
− Se empiezan a reunir en la mansión, así que supongo está por comenzar algo ahí. – Respondió Spero. − ¿Iremos también? –
− Claro, ahí es el evento principal. –
Allen se puso de pie y dio su mochila a Spero, guardó sus dagas debajo de las mangas y envainó su Katana.
− ¿Hiciste algo? – Preguntó Spero.
− Si, es solo un plan de emergencia. – Respondió Allen.
¿De emergencia?
− Vamos. – Allen tomó nuevamente la delantera.
Los comerciantes habían cerrado sus puestos y solamente quedaban otro tipo de servicios; mujeres que trataban de ganarse la vida atrayendo hombres lujuriosos. Pero no era momento para ello.
Una vez frente a la mansión, confirmaron que no contaba con ningún tipo de seguridad.
¿No será una trampa? Pero ya mucha gente había entrado a ese lugar sin precaución. Allen, dio el primer paso y abrió la puerta sin siquiera llamar antes; una luz salió desde dentro, y comenzaron a escuchar voces.
Así que esto es…
Dentro, parecía estar llevándose a cabo una fiesta. Fueron recibidos por un… Demi-humano adulto, el primero que miraban de su clase; tenia orejas largas y caídas como las de Sirius, parecía ser una combinación de humano y perro. La forma en que vestía denotaba una buena vida a simple vista, aunque solo era en apariencia, puesto que, en realidad, no era más que un simple recepcionista.
Agachó su cabeza e hizo una reverencia para dar la bienvenida, sin embargo, no pronunció ni una palabra.
Gente con armaduras, gente pobre, gente de buen vestir, había de todo ahí dentro.
A su derecha, una mesa repleta de comida, siendo custodiada por los más hambrientos, mientras que, a su izquierda, estaban las bebidas; ponche, licor, agua natural, líquidos desconocidos, una variedad extensa.
*Clap, clap* uno de los presentes dio unas palmadas y tronó los dedos, al instante, otra persona, vestida igual que el recepcionista, se acercó. Esta vez, parecía ser un mesero; mitad humano al igual que el anterior, pero este con orejas de gato.
Tenían una expresión indiferente, no demostraban ni temor ni alegría, simplemente estaban ahí.
Una vez frente al tipo que lo llamó, agachó su cabeza, en señal de que le diera la orden. Y sin decir nada, el sujeto hizo una expresión de estar comiendo y apuntó a la mesa de la comida, no dejo salir ni una palabra, pero el demi-humano lo entendió al momento; hizo nuevamente una reverencia y se dirigió con un plato a la mesa de la comida; tomó de todo un poco y la llevó nuevamente hasta el sujeto, quien, como agradecimiento, solo le dio unas palmadas en la espalda y pasó a ignorarlo.
Pero… hay muchos. Cerca de las bebidas, en la entrada recibiendo, otros atendiendo, unos saliendo de la cocina, Demi-humanos… demi-humanos por todos lados. Perros, gatos, liebres, conejos, osos, tigres, leones, todo tipo de combinación con animales… y ninguno de ellos, decía ni una palabra.
Al atender a cualquier persona, ellos simplemente hacían una expresión para indicar que era lo que querían, y en cambio, ellos hacían una reverencia e iban por lo pedido. No eran más que simples meseros y sirvientes.
Pese a que Hendry había dicho que ellos aparentemente tenían una gran inteligencia, ninguno de ellos hablaba o hacia algo que no fuera servir.
− ¿No te parece extraño… todo esto? – Preguntó Spero confundido.
Pero Allen tenía su objetivo en mente; pese a que había todo tipo de demi-humanos, hombres y mujeres, ninguno de ellos parecía ser un infante, no había rastros de niños por ningún lugar.
− Hagas lo que hagas, no comas nada. – Dijo Allen mirando a los alrededores. – Esperemos un poco más y será hora de actuar, por lo mientras, miraré los alrededores. –
Aun no tenían claro que tipo de fiesta se estaba llevando a cabo, un lugar donde ricos y pobres convivieran sin preocuparse por su estatus, y sin tener que pagar por nada… era algo extraño de ver.
Allen, caminó a los alrededores, inspeccionando el lugar, mientras que Spero, intentó hacer lo mismo, pero de una forma más torpe y lenta.
Quizá si… Spero se acercó a uno de los meseros que estaba cerca de él, lo tocó y este reaccionó con un leve temblor sin perder su expresión, como si lo hubiera tomado por sorpresa.
− Disculpe… − Pensó en hacer una pregunta cualquiera. − ¿Dónde puedo hacer mis necesidades? –
El Demi-humano solamente lo miró fijamente y ladeó un poco su cabeza, como si no entendiera lo que le preguntaba. Así que tampoco entienden… En cierta forma, comprendía que la pequeña no entendiera el idioma, después de todo, era solamente una niña, pero era diferente en el caso de un adulto, a su edad, ya debían haber comprendido el idioma, incluso hablado el elfico pese a que Spero no lo conociera.
− ¿No me entiende? – Preguntó Spero decepcionado.
− No es que no te entienda, es que no te puede escuchar. – Corrigió uno de los presentes, un elfo con buena presentación y una suave sonrisa.
− ¿De qué habla? – Preguntó Spero confundido.
− Sus oídos no funcionan. – Respondió el Elfo. – Haciéndolo corto, su sistema auditivo fue destrozado para que no entendieran ni una palabra. –
¿Qué demonios? ¿Por qué? La forma en que lo decía el Elfo, parecía ser algo de lo más normal, algo tan atroz y horrible pasaba dentro de ese lugar, y nadie prestaba atención a ello. Incluso las mismas victimas actuaban tranquilamente… aunque quizá no tenían otra opción.
− ¿Por qué…? – Preguntó Spero preocupado. − ¿Por qué les harían algo tan horrible? –
− Lo mismo me pregunto. – Respondió el Elfo sin perder su sonrisa. – Pero bueno, el evento principal está por comenzar. –
Y en un instante, el silencio reinó el lugar, todos dirigieron su mirada a la parte superior de la mansión, un balcón al que se accedía por unas grandes escaleras laterales.
− Está por comenzar. – Arribó Allen al instante.
− ¿Qué es lo que está por comenzar? – Preguntó Spero confundido, no podía manejar toda la información tan rápido.
− No lo sé, solo sé que es lo que estamos buscando. – Respondió Allen confiado.
Pasos resonaron con eco en la habitación, y en segundos, un hombre se paró al frente de todos, vestimenta típica de un noble, de la más alta calidad; una postura inigualable, producto de años de refinamiento; un rostro tallado en marfil, bello no como cualquiera; y una sonrisa compasiva, con ojos entre cerrados. Bon había arribado.
− Ahí está. – Señaló Allen cambiando su expresión a una llena de seriedad.
Entonces después de todo, él… Era quien estaba detrás de todo, quien estaba a cargo de la mansión y la fiesta era el mismísimo Bon.
− ¡Bienvenidos! – Gritó haciendo un gran eco en el lugar. – Hoy como todos los días, celebraremos la gran subasta, el lugar donde puedes encontrar todo lo que buscas por el precio adecuado; vendemos lo que sea al mejor postor. –
− ¡SI! – Gritaron los presentes al unisonó. – Lo amamos, señor Bon. –
− Gracias, gracias. – Respondió dando una reverencia con mano en pecho. – Pero no se preocupen, para aquellos que no desean adquirir ningún articulo y solamente vienen por el entretenimiento, son libres de consumir todo lo que quieran, no hay requerimiento de pago alguno. –
− ¡Es el mejor! – Gritaron unos tantos más, corriendo directamente a la comida y las bebidas.
¿Una subasta? Spero nunca antes había escuchado o participado en una, por lo que no tenía la menor idea de lo que se llevaría a cabo; vagamente había comprendido gracias a la idea generalizada que había dado de que siempre y cuando pagaran lo adecuado, se les vendería un producto. Pero para hacerlo a gran escala, y de una forma tan llamativa… lo que se vendía debía ser algo muy especial.
− Siéntanse libres de comer y beber, en unos momentos traeremos el primer artículo. – Indicó Bon dando la media vuelta y unos aplausos.
Seguido, la gente volvió a hablar entre ellos, comiendo y bebiendo, justo como había dado la opción Bon.
− Estabas en lo correcto. – Admitió Spero. – Él… no es alguien normal. –
No podía ignorar lo que tenía frente a él, aunque solo fuera su audición, se les había arrebatado en contra de su voluntad, y eso… era algo que Spero no podía perdonar.
− Así que una subasta… − Susurró Allen. – Quizá podríamos hacerlo de la manera fácil… no… eso no estaría bien. –
La forma en que Allen lo decía para sí mismo, atrajo la atención de Spero.
− ¿Sabes lo que es? – Preguntó Spero para quitarse de dudas.
− Si, no he estado en una antes, pero comprendo lo que es. – Respondió Allen. – La idea general, es que se muestra un objeto y se comienza a ofrecer dinero, la persona que más ofrezca, será quien lo obtendrá. –
− Ya veo… − Era una idea simple. – Entonces… esperaremos a ver si… tu sabes, ella está entre esos “productos” –
− Preferiría no hacerlo. – Dijo Allen. – Pero tendremos que esperar un poco más. –
Nadie quisiera ver tal cosa.
Con unos aplausos, la atención se postró nuevamente sobre el balcón.
− ¿Todos listos? – Preguntó Bon desde la parte superior. – ¡Aquí tenemos el primer producto! –
Con un retumbe, dio un paso al frente, el primer “producto” era… un Orco.
¿U-Un Orco? ¿Vivo?
Pese a que se tambaleaba y parecía estar algo sedado, seguía siendo un Orco, vestido de la misma forma que cualquier otro Orco salvaje, solamente que no aparentaba agresividad; encadenado y sin armas.
− Les ofrecemos la oportunidad de tener a este gigante domado a sus pies, sus órdenes. – Anunció Bon. – Con un pequeño conjuro este grandulón agresivo obedecerá hasta sus más estúpidas ordenes, y pueden llevárselo a partir de… ¡8mil oros! –
− ¡Ofrezco 9mil! – Gritó uno rápidamente.
− ¡11mil! – Subió rápidamente.
− ¡Doblo la última oferta! – Gritó un tercero.
Tras unos segundos de silencio…
− ¡Vendido! – Gritó Bon. − ¡22mil oros, una hermosa cantidad, más de la que esperábamos! Puedes subir a tomar tu recompensa, o puedes esperar a que pongamos al final de la noche el conjuro de obediencia en él. –
− P-Prefiero esperar. – Dijo el sujeto temeroso.
− No, no, eso está mal muchacho. – Corrigió Bon. – Recuerda que no debes temerle o nunca serás capaz de dominarlo… pero bueno, ¡es todo tuyo, y no nos responsabilizamos por tu seguridad! –
Detrás del Orco, hizo presencia el humano de antes, el mismo que había acompañado a Bon cuando fueron a por la pequeña. Con un gran tridente, comenzó a picar al Orco para que volviera hacia atrás.
Así que es este tipo de… ventas.
Era más de lo que esperaba Spero, aunque no sabía del todo que pensar al respecto. Eran bestias y no sentía del todo empatía por ellas, había visto como estas destrozaban hogares sin la más mínima pizca de duda; pero aun así… lo que hacían en ese lugar, poner a una bestia a tus ordenes al parecer contra tu voluntad… era algo que tampoco era algo bueno.
Por su lado, Allen seguía fijando su mirada impaciente hacia el frente.
− Los siguientes artículos son… − Continuó con la venta.
Una espada que se encendía en fuego, con el núcleo de un verdadero elemental de fuego; un escudo forjado con rocas del monte más alto conocido, con una dureza increíble, forrado con piedras preciosas; una manda de Hellhounds vendidos por separados.
Armas y bestias, era lo que más se vendía en aquel lugar.
− Interesante, ¿Cierto? – Dijo el Elfo que se había permanecido al lado de Spero.
− ¿Interesante? – Preguntó Spero molesto. − ¿Qué tiene de interesante? –
− El cómo están dispuestos a vender vidas por el precio adecuado. – Respondió con una leve carcajada.
− No le veo la gracia. – Dijo Spero.
− Yo tampoco. – Respondió el Elfo. – Es solo que… quizá estoy un poco nervioso. –
¿Nervioso? No parecía estarlo, su mirada era de lo más tranquila.
Y entonces, el punto de inflexión se dio.
− ¡Ahora uno de los productos más jugosos! – Anunció Bon. – Sé que muchos de ustedes estaban esperando por este momento, diría que es nuestro producto más ambicioso, pero… aún quedan un par de cosas más. Nos fue difícil conseguir esto, así que empezaremos con una suma alta, pero antes… ¡Que dé un paso al frente! –
No puede ser… Si comerciar con bestias era algo extraño, lo que se venía era algo repudiable y aterrador, mas viniendo de alguien como él, mas viniendo de alguien de su propia raza. El producto era nada más y nada menos que una Elfa viva y aterrada.
− ¡OOOOH! – Rápidamente se alzaron los gritos y la emoción.
La Elfa, aterrada, vestía con un simple vestido de tela delgada, no presentaba cicatrices, tampoco signos de abuso; su cabello era corto y café.
− Cálmense, cálmense. – Pidió Bon. – Sé que debe ser extraño mirar a un Elfo como yo, comerciando la vida de una Elfa, un ser de mi propia raza… ¿Pero que les puedo decir? Soy un comerciante, vender es mi trabajo. –
La impotencia que sentía en aquel momento era increíble, estaba a solo un paso de saltar y ayudar a la Elfa aterrada, sin importarle poner en riesgo su vida, pero Allen lo detuvo súbitamente.
− No lo hagas. – Dijo Allen seriamente. – No podemos hacer nada aún. –
Spero crujió los dientes con fuerza y apretó el puño con fuerza, incluso en su rabia, sabía que no sería capaz de llegar muy lejos, no al estar rodeado de tanta gente y frente a alguien con tal poder. Pero, aun así, yo…
− Bueno, continuemos. – Dijo Bon. – Son libres de hacer lo que quieran con su mercancía, si la quieren para esto o para aquello, realmente no me importa. El precio inicial será de… ¡100mil oros!
− ¡101mil! – Gritó uno rápidamente, su apariencia era de lo más perturbadora, vestía una máscara para ocultar su rostro, y aun con eso, podía denotar sus sucias intenciones.
Ya no eran solamente los Demi-humanos lo que preocupaba a Spero, no solamente la pequeña que se encontraba en peligro, sino también la Elfa que estaba siendo comerciada como si fuera un simple objeto, incluso podía ser que había mas detrás de aquel lugar, más vidas que se irían por una suma tonta de dinero… pero, aun así, no podía hacer nada.
− ¡102mil! – Gritó otro, subiendo la apuesta de poco en poco, eran cantidades de dinero realmente exorbitantes.
− ¡110mil! – Subió de golpe.
− Grrrr. – Hizo una mueca el primero. − ¡120mil! –
No pensaba darse por vencido.
− Supongo que llego la hora. – Dijo el Elfo que estaba al lado, derramando una lagrima. − ¡Pagaré el precio capital! –
Y el silencio, invadió la sala rápidamente. ¿No será que? ¿Precio capital? No comprendía que era lo que significaba, pero la atención rápidamente se postró en el Elfo, incluso el que había hecho la primera oferta, apartó la mirada en disgusto.
− ¡Pero no solamente lo hare por ella! – Gritó fuertemente. – A cambio, ¡quiero que viva sin problemas ni temores, quiero su bienestar y su protección! –
Unos cuantos bajaron la cabeza; otros apartaron la mirada, y Bon, derramando una lagrima, comenzó a aplaudir.
− ¡Hermoso! – Gritó Bon. – Digno de admiración… ¡Cumpliré tu deseo, puesto que has pagado el mayor valor! –
El rostro de la Elfa se volvió pálido al mirar quien la había comprado, comenzó a derramar lágrimas y temblar, gritó a los cuatro vientos con todas sus fuerzas, forcejeaba inútilmente, mientras que Bon limpiaba sus lágrimas a la vez que aplaudía.
− Ven, sube, sube. – Llamó Bon, y se abrió un senderó hacia las escaleras. Giró su cabeza y dio una indicación al humano que estaba a su lado.
Con pasos firmes, fuera de dudas, el hombre llegó hasta la cima de aquel lugar, miró a la Elfa con una sonrisa y dejó salir una última lagrima, mientras ella seguía forcejeando intentando alcanzarlo.
La sala se llenó de aplausos disparejos.
− Ese si es un hombre. – Susurraban algunos, y Spero seguía sin comprender.
Bon, dio un paso al frente, se acercó al Elfo y puso su palma sobre su pecho.
− ¡Por mi nombre, Bon Burnach, juro que no dejaré nadie ponga una mano sobre esta joven Elfa! – Gritó con todas sus fuerzas. − ¡Puesto que has pagado el precio capital, tus deseos son órdenes para mí! ¿Unas palabras para la Elfa? –
El Elfo, se arrodilló frente a la Elfa, y pegó su frente a la de ella, quien seguía intentando liberarse. Con una lagrima y una sonrisa…
Disculpame por tardar tanto, mi pequeña, pero ahora todo estara bien. (Discúlpame por tardar tanto, mi pequeña, pero ahora… todo estará bien) –
Se puso nuevamente de pie y caminó hacia las escaleras, se arrodillo frente a estas y dejo caer su cuerpo al frente.
Desde el pasillo, se escuchó como si arrastraran algo.
− ¡Sueltenme sueltenme!(¡Suéltenme, suéltenme!) – Gritaba la Elfa con fuerza en lágrimas.
− No me arrepiento de nada. – Dijo el Elfo.
Y su cabeza rodó por las escaleras, derramando sangre con cada escalón que golpeaba.
¡Papá! ¡Papá! – Gritaba la Elfa a todo pulmón, hablando el idioma humano torpemente. − ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que venir? –
Bon, se acercó a la Elfa y la miró con una sonrisa.
− Lo hizo todo por ti. – Respondió alegremente. – Y como juré, hare lo imposible por tu bienestar… así que, por ahora, duerme. –
Paso su palma por el rostro de la Elfa, y rápidamente cayo dormida.
Esto… es horrible. La culpa invadió nuevamente a Spero. Mirar la cabeza con una sonrisa descansando en el suelo, la sangre derramándose por las escaleras, y como todos lo miraban como un acto de valentía mientras que otros se burlaban… era algo realmente horrible.
Comerciar vidas… comerciar personas… todo lo que conllevaba era… atroz.
Spero, había dejado que la niña volviera a un mundo así, y quien sabe qué tipo de vida vivía ahí, pero con solo mirar a los demás, se podía saber que no era una buena.
Impotencia y rabia eran los dos sentimientos que Spero sentía. Impotencia por no poder hacer nada al respecto, y rabia por cómo se manejaban las cosas.
− ¡Vuelva a subastarla ahora que ese elfo no está, señor Bon! – Gritó alguien desde el público, y rápidamente, la atención se fijó en él. Reía nerviosamente al ver como todas las miradas se postraban en él.
− Puedo vender mi alma si es necesario, pero incumplir una promesa… − Miraba desde lo alto con una mirada de repudio. – Ese hombre pago el mayor precio y yo hice una promesa, no me insultes de esa estúpida forma, una más de esas y su cabeza no será la única que ruede aquí. –
Con un gran trago de saliva, bajó su cabeza y caminó lo más lejos de su lugar que pudo.
En resumen, no tenía escrúpulos para comerciar vidas y quitarlas, pero si el honor para mantener una promesa. Que sujeto tan desagradable.
− ¡Pero esto es una fiesta, y no hay tiempo que perder! – Recobró su ánimo al momento. – Por favor, alguien limpie las escaleras y dele un entierro digno a ese hombre. –
El humano tomó a la elfa en brazos y la llevó hacia otro lugar lejos de ahí, a la vez, que parecía ir por el siguiente “producto”. Mientras que unos Demi-humanos, que, pese a no escuchar, entendieron las instrucciones de Bon y tomaron tanto el cadáver como la cabeza del Elfo, a lo que otro limpiaba las escaleras.
Y una vez, todo fue retirado, volvió a comenzar la subasta.
− Allen… − Llamo Spero. – No creo poder estar más tiempo aquí, si lo hago yo… haré algo horrible. –
− Espera un poco más, ya no tardará. – Dijo Allen preocupado.
− ¿Cómo puedes pedirme eso? – Preguntó Spero desesperado. – No puedo soportar mi entorno, no quiero quedarme de brazos cruzados, pero también sé que no puedo hacer nada. –
− … − Allen no tenía palabras.
− Están justo frente a mí y aun así… no puedo hacer nada. – Dijo Spero frustrado.
− Aun así… no puedo irme. – Dijo Allen.
− Entonces los llevaré conmigo. – Respondió Spero. – Aunque te opongas, liberaré a todos los presentes, aunque me cueste la vida. –
− ¡No! – Gritó Allen, siendo opacado por los gritos de las demás personas. – Entiendo cómo te has de sentir, pero… entiéndelo, incluso si los liberas… ¿Qué harán de su vida? –
− Al menos tendrán la oportunidad de elegir qué es lo que quieren hacer. – Respondió Spero.
− Estas equivocado. – Corrigió Allen. – Ellos no conocen otra vida, posiblemente volverían a donde mismo o a un lugar peor. –
− ¿Entonces que se supone que haga? – Preguntó Spero. − ¿Qué ignore lo que está frente a mí? ¿Qué haga como si no hubiera visto nada? –
− … − Allen no encontraba palabras, no sabía cómo responder, a fin de cuentas, él no sentía la misma empatía por ellos que Spero.
− Así lo pensé… −
− Quizá no puedas salvarlos a todos… − Dijo Allen dudoso. – Pero ya me salvaste a mí una vez… y ahora, hay una niña frente que igualmente puede ser salvada, y conocemos un lugar donde puede llevar una vida feliz. Incluso si no puedes salvar a todos, debes salvar a quien puedas. –
Las palabras de Allen golpearon fuertemente a Spero, viniendo de alguien como él, quien no mostraba más interés en otras personas que no fuera sí mismo o él… decir tales cosas, hacerlo entrar en razón de tal forma.
Incluso yo sé que no es posible… pero aun así… Estaba en lo correcto, por más que le doliera, por más que se le dificultara, debía hacerse cargo de quien podía. No tenía el poder ni el capital para darle una mejor vida a todos los demás, no tenía los recursos para mover tantas personas, pero si era solamente una niña, si tenía la oportunidad de salvarla… no, él incluso no lo podría hacer, no sería en realidad él quien la salvara.
− ¡Ahora, otro de nuestros productos principales! – Continuó Bon. – De una raza que no muchos de ustedes conocen a fondo… −
− Ya casi es hora. – Susurró Allen, parecía haber preparado algo. – No podría pedir mejor oportunidad… −
− ¡Una cría de Demi-Humano! – Gritó Bon. Ahí está.
Lo que estaban esperando, la razón por la que habían ido, su razón para estar ahí. La pequeña Demi-Humano, en la peor de las situaciones, era… solamente un producto más.
− Mitad humana, mitad zorro. – Comenzó a anunciarla, atrayendo la atención de unos cuantos. – Esta pequeña es escurridiza, hace poco casi se nos escapa y bueno, pensé que sería mejor mandar a los Hound que se hicieran cargo de ella, pero hubo unos imprevistos. Al igual que como dije con la elfa, pueden hacer lo que quieran con ella, realmente no me importa. –
La mirada de Allen se volvió fría, pero no actuaba como Spero sin pensar, parecía estar esperando el momento indicado. Por su parte, Spero intentaba calmarse, pensando en las palabras de Allen, pensando en cómo salvar lo que podía.
− ¿Una Demi-humana? – Preguntó el pervertido de antes. – No estoy tan desesperado como para meterme con un sucio animal, en cambio, si fuera una pequeña elfa… sería otro tema. –
No mostraban el mismo interés.
− ¡Empecemos con… 3mil oros! – Incluso más poco que el Orco, al parecer, su vida no valía tanto desde su perspectiva.
La pequeña, no entendía ni un poco de lo que estaba sucediendo; aterrada y temblorosa de pie, con ropaje rasgado y maltratado, sin poder derramar ni una lagrima, sin saber que era lo que le esperaba. Concéntrate… Allen seguía sin mover ni un musculo. Espéralo…
− 3.5mil. – Dijo uno sin muchos ánimos, no subía las ofertas tan vivazmente.
− 4mil. – Dijo otro.
− 4.1mil. –
− 4.2mil. –
− ¡Pagaré el precio capital! – Gritó una persona, Allen.
− ¿Qué? – Se escuchó al unisonó en la habitación. − ¿Precio capital por un sucio Demi-Humano? ¿Acaso está loco? Debe ser un fetichista enfermo. –
¿Qué demonios Allen? Incluso Spero estaba sorprendido, pero Allen no parecía estar dudando de lo que decía.
− ¿No te conozco? – Preguntó Bon rascándose la barbilla. – Pero bueno, precio capital, ¿Estás seguro de pagar con tu vida por ella? ¿Es tan importante para ti? –
Allen dejó salir una leve carcajada.
− Claro que es importante para mí. – Respondió Allen. – Y no dudaría pagar con mi vida por ella, pero tristemente ese no es el caso. –
− ¿Entonces como piensas pagarlo? – Preguntó Bon confundido.
− ¡Con tu vida! – Gritó Allen.
En un parpadeo, todos los presentes, cayeron al suelo. ¿Qué está pasando?
− Ya veo… − Dijo Bon sin sorprenderse. − ¿Los envenenaste? –
− No. – Respondió Allen deslizando lentamente sus dagas. – Solo los dormí, mi amigo no me perdonaría si los mataba. –
Rápidamente, Spero se dio cuenta de que era lo que estaba pasando. Desde un inicio lo había planeado de ese modo, la yerba… el té… el veneno. La advertencia de no comer nada, pero… lo había hecho todo en un instante, en un instante que ni siquiera se había percatado de ello.
Con un rápido movimiento, deslizo su daga derecha hasta su palma y la lanzó con fuerza directo al rostro de Bon, sin darle tiempo a reaccionar. Un poco más rápido y todo hubiera acabado, pero desafortunadamente, el humano se metió en el camino, recibiendo el golpe en su hombro.
− S-Señor Bon… − Dijo el Humano antes de caer al suelo.
− No te preocupes, tampoco es veneno fatal. – Dijo Allen retrayendo la daga desde lo lejos con el hilo. – Solamente lo dormí. –
Incluso había bañado las dagas en el té que había preparado. Aunque al inicio parecía no tener un plan, todo había dado rápidamente un giro inesperado, como si todo hubiera sido calculado desde el momento en que compró la yerba.
Sin perder tiempo, corrió rápidamente a las escaleras y dio un salto desde el barandal hasta la parte superior del balcón, lo miró fijamente con una mirada fría y sin nada de temor; a lo que Bon respondió sin inmutarse ni un poco.
− ¡Spero! – Gritó Allen. − ¡Nos vamos! –
− ¿Creen que pueden irse? – Preguntó Bon tranquilamente. – Mis empleados no tienen derecho a comer, y son más que ustedes. –
¡Cierto! Los Demi-Humanos rodearon a Spero, quien rápidamente extendió su lanza y se puso a la defensiva, no quería lastimarlos, pero su vida corría peligro.
− Y tú tampoco lo harás. – Dijo Allen desenvainando rápidamente su Katana con un corte horizontal.
¿Le dio?
− Algo lento. – Respondió Bon, sin perder su sonrisa.
Paró el ataque de Allen sin pestañear, con sus manos desnudas, sin titubear ni un poco. Y con gran fuerza, quebró en dos la Katana. ¿Nada?
− No. – Dijo Allen con una sonrisa. – Fue lo suficientemente rápido. –
El ataque no había acabado con Bon, pero había provocado una herida en su palma, y eso era más que suficiente.
Soltó el filo de la Katana y la dejó caer al suelo.
− He experimentado este veneno una y otra vez. – Continuo Allen. – No importa cuánto te resistas, no podrás hablar ni moverte ni un centímetro. –
El veneno paralizó a Bon al lugar, quien no dejaba su estúpida sonrisa; no se movía ni un poco ni decía ni una palabra.
− No me importa cuánto poder tengas o quien seas en realidad. – Dijo Allen acercando su cabeza a Bon. – Si vuelves a hacer algo como esto, vendré por ti y lo que te pasará será peor que cualquier cosa que se le pueda ocurrir a los presentes. –
Lo que normalmente hubiera aterrado a cualquiera, provoco el mas mínimo efecto en Bon.
Allen bajó del barandal y se paró frente a la pequeña que igualmente había quedado petrificada, se puso sobre una rodilla, acercó su palma a la cabeza de la pequeña y acarició suavemente.
− No te preocupes, ahora todo estará bien. – Con una suave y cálida sonrisa, sus sentimientos se transmitieron a ella, haciéndola derramar lágrimas, pese a que no entenderse.
Allen tomó a la pequeña en sus brazos como a una princesa y corrió hacia donde Spero, quien aún no sabía cómo lidiar con los Demi-Humanos sin herirlos.
No portaban armas, pero aun así eran peligrosos, más peligrosos al no poder atacarlos; aunque ellos tampoco hacían nada, solamente estaban frente a Spero, como si esperaran algo.
− N-N… − Dejó salir un sonido sin sentido uno de ellos, el de apariencia de león.
¿Qué?
− N-Niña… − Increíblemente, conjugó una palabra. – S-Salvar… −
− Solo ábrete paso. – Dijo Allen corriendo hacia él.
Pero no fue necesario, al igual que cuando el camino se abrió para el Elfo que dio su vida, los Demi-humanos, firmes y con un brazo en pecho, se hicieron a un lado. Sin importarles lo que pudiera sucederles después… abrieron paso y guiaron hasta la salida del lugar.
− V-Vida… − Dijo uno nuevamente. – M-Mejor… −
Con un gran dolor en el pecho, Spero corrió fuera del lugar, cargando con la impotencia que eso le generaba, sin mirar ni un momento atrás. Deseando que, en algún momento, pudieran perdonarlo por no haberlos salvado.
Así no llegaremos muy lejos. Corría lentamente por el peso de la armadura, así que parte por parte, tiró al suelo su pesada armadura.
− Spero… − Llamó Allen.
− No importa, tendremos que correr muy lejos si queremos que este a salvo. – Respondió Spero. – Y no quiero retrasarte. –
− No… −
− Y es mejor que no volvamos a Hope Town por ahora, solo les llevaríamos problemas. – Dijo Spero quitándose la última parte de su armadura. – Sera un largo viaje, pero tendremos que correr hasta Frontera. –
− No, eso no es a lo que me refería. – Aclaró Allen.
Lo miraba con lágrimas en el rostro, con una feliz sonrisa, cargando a la pequeña quien seguía llorando de la felicidad.
− Gracias por permitirme hacer esto… − Dijo Allen. – Ella... ella está llorando ahora, pero… me encargaré de que… no tenga que llorar nunca más. –

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