La Profecía del Héroe - Capitulo 38: Mitad humano Pt. Final. Su Regreso.
Peto listo… grebas listas… todo
listo. Con
su nueva armadura, Spero estaba listo para partir en una nueva misión, una no
pagada monetariamente, pero que era necesaria hacer.
Se
siente… ligera. El nuevo diseño de la armadura era
increíblemente ligero; era algo normal en las armaduras de los enanos, pero
comparándola con la de Ryoku, se podía notar la gran diferencia de peso y
dureza. Mientras que, por un lado, la armadura de Ryoku cubría todo su cuerpo
sin dejar ni una abertura, la de Spero era más simple y con menos protección,
dando a sí mismo una movilidad mayor. “Es porque tu usas una lanza, y para que
puedas usarla mejor, decidí darte más movilidad, así que no intentes ataques
suicidas.” Dijo Fraud al entregarla.
Su armadura cubría los lugares
cruciales e importantes, pero había unos cuantos puntos débiles en los cuales podía
recibir heridas, no dudaba de la dureza del material, si no de sí mismo. Mas con esa atracción que tengo a los daños.
De una y otra forma, siempre terminaba en peor estado que el resto, y la
armadura parecía ser una advertencia igualmente.
−
Disculpen la tardanza. – Arribó justamente Hendry. – Terminé el chequeo y
traigo a la pequeña conmigo. –
−
Buenos días, Hendry. – Saludó Allen amistosamente.
−
Buenos días, Allen. – Respondió Hendry sin sorprenderse. – Tengo buenas
noticias y malas noticias, ¿Cuáles quieren primero? –
¿Malas noticias? El solo escuchar que
existían era algo malo, incluso la amigable expresión de Allen cambio. Se puso
serio y respiró hondo.
−
Las malas. – Respondió Allen sin dudar mucho.
−
Lo mismo. – Apoyó Spero.
Hendry
mandó al frente a la pequeña, quien seguía algo asustada y cabizbaja, el
ambiente se sintió pesado.
Miró
al frente y dejó salir un suspiro.
−
Mi esposa… − Comenzó Hendry haciendo una pausa. – Ella… −
¿Ella?
−
Derramó un poco de café en el vestido nuevo de la pequeña. – Dijo Hendry
lamentándose. – Lo siento mucho, fue… un accidente. –
Parecía
no ser más que una broma inocente, aunque la mancha estaba ahí, claramente. De
todas formas, la disculpa de Hendry parecía sincera, y realmente no miraban un
problema con ello.
La
expresión de alivio se hizo notar en ambos, no era algo más grave que un simple
accidente.
−
No pasa nada. – Dijo Allen, siendo él quien había pagado por el vestido.
−
Gracias. – Respondió Hendry con alivio. – Ahora… la buena. –
−
Eso suena mejor. – Asintió Spero.
La
pequeña, en un acto extraño, caminó hasta Allen y parecía estar disculpándose.
No decía ni una palabra, solamente torpemente hacia una reverencia nerviosa.
−
No pasa nada. – Dijo Allen dándole una caricia en la cabeza. – Sube a la
carreta, pronto iremos a un lugar mejor. –
Y
la pequeña subió.
−
Como dije antes, terminé el chequeo. – Recalcó Hendry. – Ella… no tiene
heridas, no hay otra forma de decirlo. –
Otra
vez, palabras de alivio.
−
¿Ni en sus oídos? – Preguntó Spero, puesto que era lo que más le interesaba.
−
Sus oídos están bien, puede escuchar perfectamente. – Respondió Hendry. –
Revisé y tampoco contaba con heridas internas; mi esposa revisó su cuerpo a
fondo y tampoco parecía haber ningún problema. –
−
Entonces… ¿Por qué no sabe hablar? – Preguntó Allen confundido. – Si no está
herida, ¿Qué es lo que pasa con ella? –
−
La respuesta es más simple de lo que parece. – Respondió Hendry. – Nadie le
enseño como. –
Poco sabían sobre la vida que había
estado viviendo hasta ese momento, por lo que no podían hacer mucho al
respecto. Lo poco de información que tenían era que igualmente se les había
privado de la audición a los otros demi-humanos, sin embargo, ella no sufría de
lo mismo, por lo que era extraño.
Aunque seguían siendo buenas noticias.
Sin heridas físicas y con bienestar… podía tener una buena vida.
−
Eso significa, que solo hay que enseñarle… − Dijo Spero.
−
Como lo dije antes, ellos son muy inteligentes. – Asintió Hendry. – Así que con
solo escucharnos debe estar aprendiendo, que no les sorprenda que en poco
tiempo pueda mantener complicadas conversaciones. –
−
Es… bueno escuchar eso. – Dijo Allen con una cálida sonrisa.
Aunque
parecía ser todo lo contrario para ella. Confundida y cohibida, eran las
palabras que la definían. Un ser con mayor intelecto que los presentes, y era
la única que no sabía cómo comunicarse, algo irónico.
−
Bueno, ¿nos vamos? – Preguntó Spero. – Es un viaje largo. −
Sin mucha demora, estaban listos para
partir.
Todo era como lo usual, Spero tomó las
riendas el primer turno, guiando la carreta para salir de la ciudad.
Generalmente no se tenía un control
sobre las entradas o salidas, pero después de lo sucedido con Hank y la
deserción de tanta gente, se preguntaba ocasionalmente los asuntos que tenían
para dejar la ciudad. Una mudanza, una aventura o simple comercio, no importaba
realmente la razón, solamente debían dar una justificación.
Pero ese día fue algo diferente.
−
¿Tan pronto? – Preguntó el guardia al escuchar el destino. – No se suponía que
saliera alguien tan temprano, pero… quizá estoy desinformado. –
Las
últimas palabras fueron como si estuviera hablando para sí mismo.
−
¿Sucede algo? – Preguntó Spero confundido.
−
Mmh… no, no realmente. – Respondió el guardia. – Disculpen que los retuviera,
solo que es… extraño, supongo. De cualquier forma, sigan su camino y anden con
cuidado. –
−
Lo tomaremos en cuenta. – Dijo Spero, avanzando fuera de la muralla.
Extraño…
Pero
no lo suficiente para prestarle atención. Ciertamente habían dejado temprano la
ciudad, y no parecía haber mucho tráfico; incluso para ellos era temprano para
dejar la ciudad, pero en cuanto antes la dejaran, más rápido arribarían a su
destino.
Y
así, sin más dudas ni demoras, continuaron su viaje.
Un
viaje tranquilo apacible, con pocas paradas y contratiempos.
Es extraño. Para ellos era normal
encontrarse con imprevistos incluso aun yendo por la ruta “segura”, uno que
otro goblin a lo más, o quizá un Orco solitario que buscaba comida, pero no
habían topado con nada, nada de nada.
Era
reconfortante que así fuera, puesto que con la pequeña a su cargo era difícil
lidiar con cualquier tipo de problema; mientras que por otro lado era un tanto
preocupante la rebosante tranquilidad. No
puedo dejar de pensar que algo malo pasará.
Pero
nada pasó.
Dándose
un estirón fuera de la carreta, llegaron finalmente.
−
¿Qué eso? – Preguntó Hendry apuntando a lo lejos.
−
¿Mmh? – Reaccionó Spero intentando alcanzar con la vista lo que mencionaba
Hendry. – Parece ser… −
Sirius
bajó igualmente y comenzó a olfatear los alrededores; su sensible olfato había
detectado algo. Giraba su cabeza de un lado a otro, buscando de dónde provenía.
Y fue ahí donde se dieron cuenta.
−
Es un orco. – Dijo Spero sin mucho alboroto. – Pero es… solo uno. –
La
bestia parecía estar intentando entrar a la ciudad, sin embargo, y de una
manera muy obvia, la muralla se lo impedía; en respuesta, él intentaba tirarla
dando fuertes golpes, lo que no hacia efecto alguno en ella.
−
¿Deberíamos encargarnos de él? – Preguntó Allen quien había escuchado toda la
situación.
La
respuesta obvia era un “si” o más bien, la más razonable, pero… por alguna
razón, Spero pensó que quizá no era lo correcto.
La
ciudad tenia seguridad en todos lados, después de todo, era la ciudad más
segura, por lo que no parecía hacer falta que ellos se encargaran.
−
¿Ustedes de nuevo? – Llamó una voz detrás de la muralla, era el mismo guardia
que los había recibido la ocasión anterior. – Les abriré en un momento. –
Y
los mecanismos comenzaron a sonar. Será
mejor que esperemos. Y tras unos cuantos segundos, la puerta abrió.
−
Pasen. – Indicó el guardia.
−
Antes de eso, hay un Orco por allá golpeando la muralla. – Señaló Spero. −
¿Deberíamos encargarnos de él? –
−
¿Otro? – Preguntó el guardia sin mucha sorpresa. – No, nosotros lo haremos,
ustedes pasen a hacer lo que sea que vengan a hacer. –
−
¿No pedirá alguna identificación? – Preguntó Spero confundido por la
facilidad de la entrada.
−
Cliff avisó de antemano que los dejáramos entrar a ustedes. – Respondió el
guardia. – No cuestiono sus razones, así que solo entren. –
−
¿Y sobre el Orco? – Insistió Spero.
−
Nosotros nos encargamos, es nuestro trabajo. – Respondió el guardia nuevamente.
Avanzaron
con la carreta y entraron a la ciudad.
De
reojo miraron como uno de los guardias avisaba a otro, y entre un pequeño escuadrón
de un par de personas, fueron a encargarse del Orco. Sigo pensando que debimos ayudar. Pero después de todo era su
trabajo.
No
era como si tuvieran una prisa por llegar a ningún lugar; primeramente,
planeaban hacer una visita a Cliff y explicarle la situación en la que se
encontraban.
Por
otro lado, uno de ellos parecía tener otro plan en mente.
−
Spero. – Llamó Hendry.
−
¿Si? – Reaccionó Spero.
−
¿Hay algún problema si yo… me separó durante un rato? – Preguntó Hendry. – Hay
unas cosas que aún me tienen algo molesto y quería… −
−
No tienes que dar explicaciones, estaremos aquí durante un rato, así que solo
estate al pendiente de cualquier cosa. – Respondió Spero comprensiblemente. Aunque no es como si tengas que pedirme
permiso.
−
Gracias. – Dijo Hendry, y rápido se apartó de la carreta, parecía dirigirse
nuevamente a donde la Doctora.
La
última visita había hecho lo mismo, quizá su afición a la medicina lo atraía a
estar con uno de sus iguales, puesto que con ellos no era como si pudiera
compartir o discutir mucha información, nadie de ellos comprendía ese campo en
profundidad como él.
El resto siguió hasta la oficina de
Cliff, sin desviarse por ningún motivo. La ciudad seguía tan vivaz y alegre
como la habían visto hacia solo unos días, lo que hacía sentido, puesto que…
solo habían pasado días.
No
pensaba volver tan pronto. Siquiera pensaba volver
en algún momento, pero la situación lo ameritaba. Supongo que pediré la novela que no terminé.
−
¡Spero! – Llamo una voz conocida, la voz de Cliff.
Estaba
fuera de su oficina, caminando alrededor de la ciudad acompañado de un montón
de niños como era costumbre. Ellos parecían estar platicándole cosas sin mucho
sentido; niños de todas las edades.
−
¿Qué te trae por aquí? – Preguntó Cliff con una sonrisa, acercándose a la
carreta. – Voy de regreso a la oficina, síganme. –
No
esperó ni una respuesta para comenzar a caminar en la dirección a su oficina
apenas lo miró.
Aun
haciendo preguntas, ignoró la presencia de Spero y pasó a enfocarse nuevamente
en la charla de los pequeños. La acción no molestó a Spero, puesto que como era
obvio, la prioridad de Cliff era ellos.
Y
en pocos segundos, llegaron a la oficina.
−
Entren, entren. – Dijo Cliff dando la bienvenida.
Puesto
que la carreta estaba cubierta, el interior no era visible desde el exterior,
por lo que nadie había notado la presencia de Darling en la ciudad. Por un
motivo u otro, decidieron no presentarla directamente; aunque no desconfiaba
del todo de Cliff, no sabía que reacción tendría en él, siendo que en ninguna
parte de la ciudad parecía haber ningún Demi-humano; el prejuicio que se sentía
por parte de Asmund podía estar presente igualmente en esa ciudad.
−
Un momento, Cliff. – Lo detuvo Spero súbitamente. – Tengo que hablarte de algo
importante… −
Prefirió
hacerlo de una manera más discreta.
−
¿Mmh? ¿Qué sucede? – Preguntó Cliff confundido.
Spero
lo guío hasta la carreta y entonces, la presentó.
−
Varias cosas sucedieron y… ella ahora está bajo nuestra protección. – Indicó
Spero seriamente con algo de temor a la reacción de Cliff.
Cliff
puso una cara de asombro difícil de interpretar; se quedó en silencio por un
momento, como si estuviera pensando en algo.
−
Ya… veo. – Fue lo primero que dijo.
−
Pero sabes que nuestro estilo de vida no es… el más indicado para ella. –
Continuó Spero.
La
pequeña estaba sentada al lado de Allen y Sirius, mientras que Allen parecía
estar enseñándole aun unas cuantas palabras tranquilamente.
−
Entiendo. – Dijo Cliff seriamente.
−
¿Entiendes? – Preguntó Spero confundido y nervioso.
−
Si, entiendo a lo que te refieres. – Respondió Cliff. – Pero no era necesario
que la ocultaras, ciertamente me sorprende, pero… no veo una razón para
hacerlo. –
Parece que estaba en lo
correcto. Al
parecer, Cliff no hacia distinciones entre razas, lo que era reconfortante.
−
¿Entonces no hay problema con que se quede? – Preguntó Allen tomando parte de
la conversación.
−
¿Por qué debería haberlo? – Respondió Cliff. – Este lugar es para los niños, y
ella lo es, así que… no, no hay ningún problema. –
−
Aun así, Allen quería quedarse un tiempo. – Dijo Spero. − ¿Hay algún problema
con que estemos aquí un par de días? –
Cliff
titubeó un poco.
−
No, no hay problema, pero aun así… tengo que hablar contigo. – Dijo Cliff sin
perder su sonrisa. – Así que ahora que aclaramos esto, ¿entramos? –
Parecía tener algo de prisa, por lo que
Spero dejó a Allen con la pequeña un rato más; Ryoku descansaba por lo que no
tuvo la necesidad de molestarla.
−
¡Maestro! – Escuchó mientras se alejaba. El pequeño niño discípulo de Allen le
haría compañía.
Ninguno de los niños siguió a Cliff
dentro de su oficina, cerró la puerta y se sentó rápidamente. Su sonrisa
desapareció y respiró hondo.
−
Tenemos problemas. – Fue lo primero que dijo.
−
¿Problemas? – Preguntó Spero. − ¿Qué tipo de problemas? –
−
Unos graves. – Respondió Cliff. − ¿Entregaste la carta? Dime que lo hiciste, y
si no, igual ya mandé un comunicado, pero la carta era especial. –
−
Si, no la entregué personalmente, pero me aseguré de que al entregaran. – Dijo
Spero nervioso.
−
¿Y por qué solo estas tú? – Preguntó Cliff confundido. – Lo especifiqué todo en
ella, me parece extraño que solo haya llegado tu equipo. –
−
¿A qué se refiere? – Preguntó Spero. – No leí la carta, venimos por asuntos
personales como ya expliqué antes. –
−
Entonces eso es… − Dijo Cliff con una expresión de despreocupación. – Espero no
tarden. –
−
¿Qué es lo que sucede? – Preguntó Spero insistiendo en una respuesta.
−
Supongo que lo abras visto al llegar. – Respondió Cliff. – Últimamente se han
acercado muchas bestias a los alrededores, no es un peligro por si solas, pero…
temo que solamente están haciendo reconocimiento. –
−
Miramos un Orco golpeando la muralla al llegar. – Dijo Spero. – Pero no parecía
ser capaz de un razonamiento complicado, dudo que fuera de reconocimiento. –
−
Puede que no lo fuera, pero ciertamente se han reunido muchos últimamente a los
alrededores, me tiene un tanto preocupado. – Reiteró Cliff. – Aunque no lo
parezca, tenemos tropas igualmente a los alrededores, vigilancia en caso de
peligro y han reportado actividades extrañas, cúmulos de bestias sin razón
aparente. Siento que algo fuerte esta por pasar. –
−
¿Hay algo en lo que pueda ayudar? – Preguntó Spero.
−
Por el momento lo dudo. – Respondió Cliff. – Aunque tenga el mal
presentimiento, nada ha pasado… así que solo toca esperar a que llegue el resto
y desear que nada malo suceda. Pero de antemano te pido, no digas ni una
palabra fuera, no quiero alarmar inútilmente a los niños. –
–
No hay problema. – Dijo Spero comprensivamente. – Si llega a suceder algo,
prestaré mi ayuda sin dudar. Pero por ahora... ¿Qué se supone deba hacer? –
Cliff
se recargó un poco en su silla y rascó su barbilla.
–
Mi casa es tu casa, así que puedes ir a descansar si estas cansado. – Propuso
Cliff. – O puedes quedarte aquí y platicar un rato conmigo. –
Se decantó por la ultima, realmente no
estaba cansado.
Fue una exhaustiva y larga platica;
Ryoku se unió al cabo de unas horas de descanso, pidió nuevamente permiso para
poder usar la casa de Cliff y después de un rato, fue a tomar una ducha en
ella. Debería hacer lo mismo.
Allen pasó el día junto a los niños de
la ciudad, enseñando nuevas “técnicas” a su discípulo; Sirius recibiendo
cariños de los demás; y Darling cohibida recibiendo la atención de todos los
demás.
Para ella aún era difícil acercarse a
personas extrañas, por lo que se escondía detrás de Allen con temor, mientras
que él intentaba motivarla para que se desenvolviera un poco más, puesto que
era lo mejor para ella.
No hubo noticias de Hendry en todo el
día, posiblemente había estado con la doctora investigando.
Y así, sin reportes de problemas, se
llegó la cálida noche.
–
¿Seguro que no hay problemas con que usemos tu casa? – Preguntó Spero
preocupado.
–
No, yo duermo en esta oficina, ya sabes, el trabajo me tiene hasta arriba. –
Respondió Cliff cómicamente. – Asegúrate de descansar, y siéntete como en casa.
–
–
Muchas gracias. – Dijo Spero despidiéndose.
–
¿Nos vamos? – Preguntó Allen. – Supongo que ya es hora. –
Y
su día terminó.
Sinceramente
estos días han sido… Hermosos, le recordaba a
aquellos tiempos en los que estuvo viviendo sin problemas en su pueblo; días
pacíficos sin nada de qué preocuparse, días en los cuales solo necesitaba
descansar y charlar. Días que deseaba atesorar.
La distribución fue diferente ese día,
Allen y Spero fueron quienes se quedaron dormidos en el suelo en esa ocasión;
Allen propuso por su cuenta que ahora al tener un integrante más, debían
priorizar el bienestar de Darling, por lo que la habitación fue para ella;
Hendry se había encerrado nuevamente; Ryoku había tomado la habitación por su
cuenta, lo que los dejaba solamente a ellos fuera.
–
No es tan incómodo una vez te acostumbras. – Dijo Spero riendo.
–
No tengo problema con ello. – Respondió Allen alegremente.
Había
sido un buen día, había sido mejor de lo que esperaban.
Rara vez Spero soñaba con algo,
usualmente eran sueños del pasado, o charlas extrañas con el búho, pero esa
noche no deseaba soñar con nada, solo quería descansar.
–
¡No es hora de dormir! – Gritó una voz familiar, la voz del Búho. – ¡El momento
llegó! –
Spero despertó rápidamente, asustado
por lo que había escuchado. La reacción fue tal, que incluso logró despertar a
Allen quien dormía unos pasos alejado.
–
¿Sucede algo? – Preguntó Allen confundido y entre dormido.
Spero
no estaba del todo seguro, pero siempre que escuchaba algo de él… terminaba en
cierta forma siendo real.
Fuera
parecía ser de noche, puesto que seguía oscuro todo y era difícil ver.
–
Despierta a los demás. – Dijo Spero. – Y pon en un lugar seguro a Darling,
puede que… algo malo este por suceder. –
Equipó
su armadura y tomó su lanza, salió de la casa y miró alrededor. No había nadie,
ni nada fuera de lugar. ¿Entonces por
qué?
El
cielo se iluminó intermitentemente en varias ocasiones, pequeños destellos de
luz que provenían desde detrás de las murallas, pero no provocaban ningún
ruido. ¿Un fenómeno natural? No parecía serlo.
–
¡Ustedes! – Gritó un guardia. ¿Mmh?
Parecía
estar desesperado y apresurado, su respiración era intranquila, como si hubiera
estado corriendo hacia nada.
–
¿Son mercenarios? – Preguntó el guardia. – ¡Si es así, necesitamos más apoyo!
La salida está en la parte sur, vayan cuanto antes, y si tienen a alguien que
pueda usar magia de curación llévenlo, tenemos muchos heridos. –
–
¿heridos? ¿Qué es lo que pasa? – Preguntó Spero sorprendido.
–
… – Recuperaba aliento. – ¡Nos invaden! –
Y
el guardia continuó corriendo.
Los
días habían sido muy perfectos para ser verdad. Al final, el presentimiento de
Cliff fue real, y había sucedido cuando menos estaban preparados.
–
Listo. – Salió Allen primero. – ¿Qué es lo que sucede? –
–
Hay una invasión. – Dijo Spero seriamente. – ¿Qué hay de Ryoku y Hendry? –
–
Yo ya estaba despierto. – Respondió Hendry haciendo acto de presencia. – ¿A qué
te refieres con invasión? –
–
Ryoku está preparando a Darling. – Respondió Allen.
¿Qué
debería hacer? ¿Qué debería hacer? Llevarla con
ellos no era la mejor opción, pero tampoco dejarla ahí, si se extendía, no
estarían lo suficientemente cerca como para ayudarla a tiempo.
–
¡Spero! – Llamó Cliff quien corría a pasos cortos.
–
¡Cliff! – Reaccionó Spero. – ¿Qué está sucediendo? –
–
Lo que me temía. – Respondió Cliff asustado. – Afuera hay un ejército, el
nuestro también llegó, pero… no sé si sea suficiente. –
¡Maldición! Tomó una decisión.
–
¿Qué sucede? – Llegó Ryoku con la pequeña asustada.
Spero
tomó a la pequeña y la acercó a Cliff.
–
Ponla en un lugar seguro, por favor. – Pidió Spero amablemente. – Nosotros
iremos afuera. –
–
Es lo menos que puedo hacer. – Dijo Cliff impotente.
Allen
demostró duda por un momento, como si no quisiera separarse de ella. A lo que
Sirius dio un paso hacia Cliff, como diciendo que él los protegería, lo que
formó una sonrisa en el rostro de Allen, quien, con unas breves palabras, se
despidió, prometiendo que todo estaría bien a Darling.
–
¡Ahora, al sur! – Dijo Spero corriendo sin perder tiempo.
–
Pero ¿qué es lo que sucede? – Preguntó Ryoku aun confundida.
La
respuesta llegó por si sola.
Un
vistazo a lo que se estaba llevando fuera fue suficiente, la oscura noche no
era más oscura que un día soleado; destellos, fuego y explosiones por todo el
lugar.
–
¡Resistan! – Gritaba una persona al frente de todos los demás, portando un
escudo y una espada, seguido de gritos de guerra tanto enemigos como aliados.
Orcos,
Hellhounds, incluso… esqueletos vivientes. Era una zona de guerra, había
cadáveres por todos lados, personas cayendo, personas matando, orcos comiendo,
orcos muriendo.
Y
a la lejanía, no tan lejano, una figura enorme.
–
¡No dejen que alcance la muralla! – Gritaba la persona al frente.
Pasos
lentos que hacían retumbar el suelo daba la figura; era una masa de rocas con
una extraña forma; únicas entre sí como si formaran un cuerpo.
–
Un… golem colosal. – Dijo Hendry sorprendido. – ¿Qué hace algo como eso por
aquí? –
¿Un golem? En su vida había
visto uno, nada parecido, pero parecía ser el problema más grande de todos.
–
[SANITATEM] – Se escuchaba cerca de ahí. Había incluso un equipo de curanderos
tratando de salvar a los heridos. – ¡Necesitamos más ayuda, los perdemos! –
Hendry
sin previo aviso, corrió hacia ellos, sabiendo que era su deber apoyar.
–
Gracias. – Dijo uno de ellos aliviado.
¿Por dónde comenzamos? Era una guerra total
y él solamente estaba ahí de pie, inmóvil, sin saber que era lo que debía hacer.
Frente a sus ojos personas caían, personas morían.
¡MUEVETE MALDICION!
Con
un paso al frente, Ryoku se posicionó frente a Spero, alzando su escudo. El
sonido de un golpe se escuchó, había cubierto una flecha que iba directamente
hacia él.
–
No te quedes ahí parado. – Dijo Ryoku seriamente.
Un
mercenario cayó al suelo aturdido por el ataque de un Orco salvaje; el Orco
alzó su garrote dispuesto a acabar con él de un solo ataque más. Dejó caer con
fuerza su brazo, pero no surtió efecto, Ryoku logró llegar para cubrirlo.
–
Esto no es nada. – Susurró para sí misma sin dar un paso atrás.
Un
proyectil voló por el campo directo al hombro armado del Orco, atravesándolo
con fuerza, una lanza había sido clavada en él. Dejó salir un grito de dolor y
se tambaleó un poco hacia atrás, movimiento equivocado.
Allen
había desaparecido, la noche estaba a su favor; en una fracción de segundos, el
cuello del Orco fue rebanado, fluyendo de él una cantidad inmensa de sangre,
haciendo que este cayera sobre sus rodillas sin vida.
Bien. Habían hecho una
combinación sin siquiera hablar, era un progreso, algo admirable por parte de
ellos, pero… era muy pronto para alegrarse.
Mientras
protegían una vida, otras tantas se perdían, la batalla apenas comenzaba.
El
Golem colosal seguía avanzando, sin hacer distinción entre enemigos o aliados,
arrasaba con todo lo que estaba a su paso, con el único objetivo de derribar la
muralla. Nadie podía detenerlo, su tamaño era inmenso, su defensa impenetrable,
nada parecía causarle daño.
–
¡Detrás de ellos! – Gritó un mercenario.
Una
fila larga de luces apareció. No pensaban esperar hasta que la muralla
estuviera derribada, atacarían directamente con flechas prendidas en fuego;
goblins arqueros estaban preparando su ataque.
–
¡Tiren a cuantos puedan! – Gritó el que parecía el Comandante de los aliados,
la persona que estaba al frente.
Los
arqueros del campo apuntaron directamente hacia los goblins, pero era difícil
asestar el tiro, puesto que la gran masa de rocas cubría gran parte de ellos, y
estaban lejos como para alcanzarlos cuerpo a cuerpo; la magia igualmente
parecía no llegar a ellos.
Aun
así, continuaron con el ataque, derribando unos cuantos; pero los suficientes
siguieron en pie para hacer su jugada, las flechas claramente no iban dirigidas
al campo, habían apuntado directamente a la ciudad, intentando incendiarla
desde fuera.
Y
cuando todo parecía perdido… las flechas se detuvieron súbitamente en el aire.
–
¡Bien, la barrera funcionó! – Gritó con alivio el Comandante.
Y
continuaron atacando a los goblins arqueros, quienes, mirando el resultado,
cambiaron de objetivo.
Pero
el mayor problema seguía ahí, el Golem no parecía fuera a detenerse, seguía con
su paso firme.
El
Comandante decapitó a un gran Orco y entonces, se dio media vuelta.
–
¡Cubran a los magos, terminaremos con el golem ahora! – Dio una orden, parecía
haber encontrado la solución. – ¡El fuego no servirá, los rayos tampoco, ni
ningún tipo de atadura! ¡Pero los que sean capaces de producir hielo, congelen
sus piernas de raíz, basta con detenerlo solamente unos segundos! –
Gran
parte de los mercenarios y soldados dieron un paso al frente, cubriendo a los
magos que estaban a su alcance, intentando evitar que fueran atacados por
cualquier tipo de bestia o alcanzados por una flecha. Mientras que los magos
por su parte comenzaron a recitar un hechizo.
Las
piernas del golem comenzaron a congelarse poco a poco, parte por parte; el
hielo se desprendía, no era lo suficientemente rápido, pero parecía estar
funcionando. Continuaron hasta que el hielo tomó desde el suelo las piernas del
Golem, quien ya no pudo dar un paso más.
–
¡Bien hecho! – Gritó el Comandante. – ¡Falta poco! –
Seguía
animándolos.
En
el equipo de Spero no había ningún mago que pudiera brindar apoyo, por lo que
decidieron proteger a quienes si tenían magia; Ryoku cubría los ataques de
flechas que se dirigían hacia ellos, mientras que Spero intentaba acabar o
inmovilizar a quienes se acercaran; Allen tomaba provecho de las
inmovilizaciones para dar un golpe fatal, no se sentía lo suficientemente capaz
con la katana como para ir al frente, mucho menos aun en un campo de guerra de
tal tamaño.
–
¡Arqueros! – Comenzó con la nueva orden. – ¡Preparen flechas explosivas!
¡Magos, hagan lo que puedan para mejorar la precisión de los arqueros! –
Parecía
estar manejando la situación con facilidad.
–
¡Apunten a las articulaciones! – Gritó el Comandante. – ¡Tiren a los brazos o
piernas, aun no tenemos la localización de su núcleo, por lo que es inútil
intentar acabarlo por ahora! –
Y nuevamente, se posicionaron para
cubrir tanto a magos como a Arqueros. El suelo se iluminó con diferentes
colores; el aire se llenó con los conjuros de los magos; y el cielo fue
invadido por una lluvia de flechas.
Golpe tras golpe era una pequeña
explosión; cada explosión derribaba un poco de las rocas del Golem, quien
parecía no inmutarse ni sentir dolor; forcejeaba para intentar liberarse del
hielo que privaba su movimiento, pero era inútil.
Explosiones y rocas cayendo; se
enfocaron primeramente en las piernas, que era lo que más peligro representaba;
y al cabo de unos minutos de constante ataque, lograron derribar una; los
ataques no cesaron, derribando la segunda pierna; el Golem cayó al suelo con
fuerza, alzando consigo una gran cortina de tierra.
Pero
estaba lejos de detenerse. Aprovechó que sus piernas se habían desprendido para
intentar avanzar con los brazos; no tenía intención de parar. Apenas fue
visible, los ataques continuaron a ambos brazos, hasta que estos igualmente
cayeron, dejando únicamente el torso y la cabeza del golem quien aún seguía
intentando moverse inútilmente.
–
¡Bien hecho! – Gritó en victoria momentánea el Comandante. – ¡Muévanse en
grupos hacia adelante, hay que destruir su núcleo o cabe la posibilidad de que
se regenere con el tiempo! –
Las tornas se habían volteado, parecía
haber posibilidades de victoria. No, parecía que la victoria estaba asegurada
desde el inicio, el Comandante no titubeaba ni un poco, tomaba decisiones sin
dudar y continuaba adelante.
Un grupo, junto al Comandante tomó la
delantera, hacia el torso del golem en busca de su núcleo; las fuerzas
comenzaban a ser diezmadas, los arqueros Goblin caían, los Orcos no eran más
que Orcos salvajes; los Hellhound comenzaban a apagarse; los esqueletos seguían
dando pelea, siendo los más numerosos, pero de menor peligro.
–
¡Shawn, aquí! – Gritó el Comandante una vez arribaron a la cabeza del golem. ¿Shawn? – Esta en su ojo. –
Incluso
Shawn había arribado a la batalla, siendo de los que habían tomado la
delantera.
Dio un paso al frente, y una gran
esfera roja estaba incrustada en uno de los hoyos que parecía ser el ojo del
Golem. Alzó su guadaña y con un fuerte golpe la clavó en el núcleo, dio un
fuerte pisotón al mango y empujó aún más la guadaña; y con un movimiento,
encendió en fuego desde dentro, haciendo que el núcleo se fundiera. Al parecer
no era del mismo material que el resto de rocas del Golem.
Pero había sido suficiente, el Golem,
había cesado sus movimientos.
Cada vez estaban más cerca de la
victoria, a unos cuantos pasos de terminar la batalla; vidas se habían perdido,
pero si lograban terminarlo de ese modo, sería un desenlace favorable.
–
¿No hueles algo raro? – Preguntó el Comandante a Shawn.
–
¿Oler? – Preguntó Shawn confundido. – Ahora que lo menciona… –
El
Comandante respiró hondo y sintió un escalofrió. Dio media vuelta y…
–
¡Desplieguen los paveses, y cúbranse donde puedan! – Gritó a todo pulmón.
Soldados
y mercenarios con grandes escudos corrieron al frente, enterraron en el suelo
sus escudos y todos los que pudieron se cubrieron detrás de ellos, haciendo una
larga línea. Mientras que el equipo frontal se escondió dentro y detrás de los
restos del Golem.
¿Qué esta…? Y nuevamente, desde
una parte lejana, una gran cortina se alzó, una cortina roja, calurosa… una cortina
gigante de fuego en su estado más puro.
Como
si el viento la guiara se extendió por todo el campo de batalla por unos
cuantos segundos, derritiendo el hielo que yacía en las piernas del Golem;
eliminando toda humedad en el ambiente, dejando únicamente un abrazador calor.
Una
vez se detuvo, se escuchó la primera persona.
–
¿Q-Q-Que es eso? – Parecía estar aterrado.
–
Parece… – Era increíble lo que estaba frente a sus ojos. – Un Wyvern… no, es
mas grande. –
–
¡Un dragón! – Gritaron despavoridos.
La
criatura mitológica conocida como Dragón había entrado al campo de batalla, más
imponente que cualquier cuento que contaban a los niños; más grande de lo que
uno podía imaginar; con una mirada asesina que parecía fuera a matarte con solo
hacer contacto visual. De él había surgido la cortina de fuego que había
calcinado incluso a aquellos que habían estado fuera de la protección; sin
hacer distinción entre aliados o enemigos.
Por
un lado, había eliminado casi la mayor parte de los enemigos con su solo aliento,
pero por otro… un problema mayor que el del Golem había surgido.
–
¡Cúbranse nuevamente! – Gritó el Comandante.
Pero esta vez, no escupió fuego.
Extendió sus largas y oscuras alas; con un simple revoloteó creó una onda
expansiva de aire increíble. Con un tamaño parecido, quizá un poco más pequeño
que el Golem, había provocado estragos.
Se alzó en el aire y voló directamente
a la ciudad, tenía el mismo objetivo que tuvo el Golem y el resto de bestias. ¡Pero la barrera! Seguía en pie.
Arremetió fuertemente contra la ciudad,
siendo detenido al acto por la barrera que había detenido la flechas
anteriormente; no era visible para el ojo, pero parecía como si el Dragón
estuviera sobre sus cuatro patas encajadas en el aire.
–
¡Es nuestra oportunidad! – Salió de su escondite el Comandante, dando
nuevamente una orden llena de vigor. – ¡Tírenle todo lo que tengan! –
Conjuros, flechas, lanzas, todo fue
lanzado, incluso hubo quienes lanzaron sus espadas con fuerza, pero… nada
parecía surtir efecto. Las flechas se quebraban al entrar en contacto con las
duras escamas del Dragón; el fuego era su pan de cada día; no había sentido en
intentar congelarlo, él ya estaba inmóvil.
¿Qué
esta…?
Tras unos momentos de no moverse, alzó
sus patas frontales; y con un solo movimiento, dejó caer con fuerza.
–
¡La barrera! –
No
había sido suficiente, sus duras pesuñas lograron perforar la protección, y con
mucho esfuerzo comenzó a abrir un hoyo en la defensa. Le costaba gran trabajo
abrir la barrera, lo que evitaba hiciera algo más, aunque no pareciera como si
fuera a hacerlo realmente.
Con la visión algo borrosa, se alcanzó
a mirar como un objeto entro en la ciudad.
–
El jefe… – Susurró el Comandante para sí mismo. – ¡Shawn, conmigo! –
El
Comandante tomó sus armas y comenzó a correr en dirección a la ciudad, siendo
acompañado detrás por Shawn.
–
¡Divídanse en dos grupos! – Gritó una última orden mientras corría. – ¡El
primer equipo encárguese de los que quedaron de pie, y el segundo siga atacando
al Dragón hasta que caiga! –
Antes
de pasar por la puerta, el Comandante tomó a un médico, el cual era Hendry.
–
¡O-Oye! – Spero pensó un momento en detenerlos, puesto que no sabía que era lo
que les esperaba dentro.
–
Spero… – Llamó Allen desesperado. – ¡Yo… tengo que ir! –
Su
preocupación por Darling había alcanzado el tope, corrió sin esperar respuesta
dentro de la ciudad, aunque en esos momentos parecía ser el lugar más
peligroso. Un simple soplido del Dragón, y todo dentro quedaría calcinado.
Maldición. Spero no podía
dejarlo ir solo, era su responsabilidad estar con él, después de todo, tanto
Cliff, como Sirius y Darling estaban dentro, y aunque no pudiera hacer nada,
debía intentarlo, sin mencionar que, si los niños morían, nada habría tenido
sentido.
Spero
corrió tras Allen, y a su vez, Ryoku siguió a Spero.
–
Si no voy, posiblemente morirás. – Dijo Ryoku mirando a Spero.
El problema es que ustedes
pueden hacerlo igualmente…
Con
solo entrar pudieron sentir una sensación extraña, algo horrible recorriendo
sus cuerpos; se podía percibir igualmente un olor fétido, como si algo
estuviera podrido. Corrieron sin perder tiempo hacía el centro, lugar donde
desembocaba la boca del Dragón, lugar donde estaba Cliff y los niños.
Conforme
más se acercaban, el olor era peor.
Y
entonces, lo miraron.
–
Retrocedan, niños. – Decía Cliff mientras cubría inútilmente a los pequeños,
entre los cuales se encontraba Darling.
Era
difícil ver con claridad por la oscuridad, pero… ¿Esas son heridas? Parecía estar lastimado, no era nada grave, pero
estaba derramando sangre.
Frente
a ellos, estaba el Comandante alzando su escudo y espada, a su lado Shawn con
su guadaña encendida. Hendry revisando al resto de niños en busca de heridas.
–
¿Qué es lo que esta pasando? – Preguntó Spero confundido.
No
había nadie en el lugar, sin embargo, algo o alguien había herido a Cliff, y el
Dragón seguía sin hacer ningún movimiento.
–
¿Spero? – Preguntó el Comandante, seguido de Shawn y las miradas del resto.
¿Qué es lo que sucede? Allen corrió
rápidamente hacia Darling, se puso de rodillas frente a ella y comenzó a
revisarla; ella al mirarlo, comenzó a derramar lágrimas de la felicidad.
–
No te preocupes, todo estará bien, ya estoy aquí. – Decía Allen intentando
calmarla.
Ryoku
igualmente caminó hacia ellos, buscando ser de ayuda. Pero no bajaban su
guardia, estaban aterrados y confundidos.
–
¿Cómo sabe mi nombre? – Preguntó Spero, puesto que él desconocía al Comandante.
Este olor… Se hizo intenso
nuevamente. Un escalofrió recorrió el cuerpo de Spero rápidamente y se quedó congelado
al lugar. Sentía una presión en su pecho y comenzó a exhalar frio. Esto es… ¿miedo?
Era parecido a cuando Allen lo había paralizado, pero a un nivel increíblemente
más alto. Voy… a morir. Su mente se
lo decía, sentía como si fuera a morir en ese instante. No podía mover ni un
dedo, se le dificultaba respirar y el olor comenzaba a provocarle nauseas.
–
Así que… Spero. – Llamó una voz detrás de él. Una voz gruesa y atemorizante.
Intentó girar su cabeza, pero no pudo;
intento hablar, pero las palabras no salían. Rápidamente la atención del resto
se fijó nuevamente hacia él, incluso la de Allen quien lo miraba con temor.
Pero nadie podía moverse.
Sintió como un objeto filoso y punzante
pasó por su cuello como una caricia, sin hacer ni una herida; poco faltaba para
que perdiera contra el temor. Voy a
morir… Repetía nuevamente su cabeza.
–
¡Acabemos con esto! – Gritó el Comandante, dejando el temor de lado y corriendo
hacia Spero cargando su espada y escudo.
Entró
al alcance de Spero y lo empujó hacia atrás en un rápido movimiento, a la vez
que intentó asestar un corte directo a lo que sea que estaba detrás de él.
–
No tan rápido. – Dijo la voz, lanzando tanto a Spero como a el Comandante hacia
atrás.
Y
entonces lo miró.
Ya
había visto algo parecido fuera, pero… de alguna forma, no podía comparársele,
era… peor.
–
¿Estas bien? – Preguntó Allen preocupado con una mirada de furia fijada hacia
eso.
Eso…
no era más que… un esqueleto andante; su tamaño era parecido al de un humano
promedio, sus ojos aun estando vacíos, emitían un color purpura; vestía una
gran túnica desgastada que cubría su cabeza; haciendo contraste a su túnica,
portaba joyería de todo tipo; el cráneo era una permanente sonrisa burlona, y a
su mano, portaba un simple bastón.
Con el empujón el yelmo del Comandante
cayo, revelando su identidad, no era nadie más que… Asmund.
–
¿Por qué la prisa con terminar? – Preguntó el esqueleto. – Si lo quisiera,
podría terminarlo todo con un chasquido. –
Su
forma de hablar… sabía de antemano que tenía la ventaja, demostraba no temer a
nada y a su vez, hacía que los demás temieran a él.
–
¿Qué es lo que quieres? – Preguntó Asmund molesto, dejando de lado su temor. –
¿No temes que esta vez lo logre? –
–
¿Lograrlo? – Preguntó el esqueleto burlescamente. – No me hagas reír. –
Y seguido, comenzó a carcajear.
–
Déjeme sanarlo. – Insistió Hendry con Cliff.
–
Prioriza a los niños, sé que alguno salió herido. Intenta tranquilizarlos. –
Respondió Cliff adolorido.
–
El altruismo, que acción tan conmovedora. – Interrumpió el esqueleto.
–
¡NO ME IGNORES! – Gritó Asmund. – ¿¡QUE DEMONIOS ES LO QUE QUIERES!? ¿Por qué
no terminas de una vez? –
Y
el esqueleto comenzó a reír nuevamente.
–
Porque me alimento de tu desesperación. – Respondió parando de reír
súbitamente. – Me das el mayor de los placeres, claro que no quiero que
termine. Aparte, tengo unos asuntos que resolver antes contigo. –
–
Sea lo que sea que quieras, no obtendrás nada de nosotros ni de esta gente. –
Dijo Asmund.
–
¿De qué hablas? – Preguntó el esqueleto. – Con solo mirar la expresión de temor
de esos niños es ganancia. De entre todos, el temor de los niños es el que más
disfruto y el más fácil de conseguir… pero sabes, hay uno que me atrae aún más,
y es el que se obtiene cuando uno de ellos muere. –
Con
solo escucharlo, los niños comenzaron a llorar y gritar con temor; siendo
acompañados por las carcajadas del esqueleto, quien no dejaba de monologar.
Tenía
la situación tan controlada que no temía a nada, no temía a nadie. Y estaba en
lo correcto, nadie de los presentes parecía ser capaz de lograr algo en su
contra. Asmund quien había demostrado liderazgo y superioridad en el campo,
tanto como líder y estratega, no hacia ningún movimiento. Habían sido paralizados
con el simple temor, no había nada que pudieran hacer.
–
Aunque te deshagas de nosotros, afuera hay un ejército esperándote. – Dijo Asmund. – No creas que saldrás vivo de
aquí. –
–
¡Pero si yo ya estoy muerto! – Dijo el esqueleto haciendo burla de sus
palabras.
Asmund
comenzó a reír lenta y pausadamente, como si hubiera encontrado gracia
igualmente en sus palabras.
–
Puede que estés confiado ahora. – Dijo Asmund. – En aquel entonces ganaste por
pura suerte, pero ahora… fuera hay un ejército que se le compara o supera al
poder que alguna vez tuvo el héroe. –
–
Oh. – Reaccionó el esqueleto sin temor.
–
Y gracias a tu estúpido monologo… ¡les diste el tiempo suficiente para actuar!
¡Ahora! – Gritó Asmund.
–
[IGNIS RETENTION] – Dijo una persona desde detrás, y una rápida serpiente de
fuego atrapó al esqueleto, inmovilizando cualquier acción.
–
[FORTITUDINEM AUCTUS] – Gritó alguien más detrás.
–
¡Es mi turno! – Gritó un mercenario, siendo cubierto por tatuajes en todo el
cuerpo. Nuevamente esa combinación… el
mercenario corrió con rapidez, alzando un hacha a dos manos de un peso y tamaño
que se podía sentir con solo mirarla. – ¡Lo acabaré de un golpe! –
Dio
un salto y cargó un fuerte ataque contra el esqueleto inmóvil.
Un
Swing, y entonces… cayó. No… Nuevamente
se escuchó una carcajada, haciéndose cada vez más y más fuerte.
–
¿Más fuertes que su Héroe? – Preguntó el esqueleto. – ¡No me hagas reír! ¿Por
qué debería temerle a alguien como él? Cuando yo… tengo a alguien aún mejor. –
Al
suelo cayó un cuerpo sin cabeza, derramando sangre por todo el lugar. El
mercenario… había sido decapitado en un parpadeo, derrotado sin siquiera dar
pelea.
Y
detrás del esqueleto, apareció una segunda persona. Vestía una armadura oscura
que cubría todo su cuerpo; una corpulencia que demostraba musculatura,
caminando a dos piernas con una altura considerablemente alta; en su mano
derecha un espadón inmenso con mango de huesos; era alto e imponente. Enterró
su espadón al suelo y alzó su mirada.
–
Les presento a mi campeón. – Dijo el esqueleto orgulloso.
Pero
lo más peculiar, era su yelmo. Con una forma tradicional, de él sobresalían dos
grandes cuernos, los cuales parecían ser parte de su cráneo, sobresaliendo por
orificios.
–
El Rey de los demonios. – Añadió el esqueleto.
–
¿De qué diablos habla? – Gritó Spero molesto al escuchar tales palabras. – No
hay forma que… ¡NO HAY FORMA DE QUE ÉL HAYA REGRESADO! ¡NO HAY FORMA DE QUE EL
SACRIFICIO DE CIEL FUERA EN VANO! –
Como
era de esperar, algo que insultara la memoria de Ciel lo hacía enfurecer.
–
¡Me agrada tu actitud, chico! – Dijo el Esqueleto. – Y es por eso que… –
–
¡AUN NO TERMINAMOS! – Gritó el mago mercenario de antes interrumpiendo. – ¡No
dejaré que el sacrificio de John sea en vano! ¡Poténciame! –
Y nuevamente, comenzaron a brotar
tatuajes conforme el otro mercenario hacia un conjuro. Pero estos eran
diferentes, tenían otro color.
–
Es muy molesto, acaba con él. – Ordenó el Esqueleto al Rey.
Pero
el Rey no se movió ni un centímetro.
–
¿Te pondrás necio ahora? – Preguntó el Esqueleto molesto.
–
¡[IGNIS SPAERA]! – Gritó con todas sus fuerzas, y una gran bola de fuego fue
convocada.
–
Que hechizo tan simple. – Dijo el Esqueleto, quien, con un movimiento de manos,
desapareció el fuego.
–
¿Qué? – Fueron las últimas palabras del mago mercenario, al ver la ineficacia
de su ataque.
–
[THORNS] – Dijo el Esqueleto y de la tierra surgieron espinas, atravesando al
mago en un segundo, empalándolo al lugar.
La expresión de Asmund cambió radicalmente,
su plan había fallado. En quienes confiaba habían sido derrotados sin mayor
esfuerzo, y en cambio, un nuevo enemigo aún más poderoso había hecho acto de
presencia.
–
Debe ser por eso, ¿cierto? – El Esqueleto seguía cuestionándose la razón por la
que el Rey no se movió.
–
Tendré que usarlo… – Susurró Asmund para sí mismo.
El
Esqueleto, fijó su mirada al Rey, y entonces, le susurró algo en voz baja.
Seguido, el Rey desenterró su espadón y apuntó hacia los niños.
–
Supongo que va siendo hora de terminarlo. – Dijo el Esqueleto. – Las
preparaciones están listas. –
Con un chasquido de dedos, en el cielo
se proyectó una imagen. Parecían ser ellos, de alguna forma, había logrado proyectar
lo que estaba sucediendo, en el cielo.
–
Bien, comencemos. – Dijo el Esqueleto, y la imagen se enfocó en si mismo. – En
este preciso momento me encuentro en Hope Town, su ciudad tan amada y venerada
por su increíble seguridad, donde guardan sus esperanzas. Y se preguntaran que
es lo que hago aquí, aunque deben estar incluso preguntándose cómo es que esto
está sucediendo, como es que pueden ver algo que está pasando a una gran
distancia, pero no tiene sentido que lo hagan, por esta ocasión, es solamente
una advertencia lo que haré. Pero seré honesto con ustedes, hoy… serán sumidos
en la desesperación. –
Con otro chasquido de dedos, la
proyección presentó una imagen completa de la situación, de cómo el gobernador
estaba impotente; como niños se refugiaban detrás de un anciano malherido, como
detrás había un cuerpo empalado y otro decapitado; el rostro de temor de todos
los presentes; el odio y la impotencia.
Y en un rápido movimiento, el Rey cargó
a contra los niños. ¡No! apenas
fueron capaces de verlo moverse; Spero no tuvo la velocidad para desviar el
ataque; Ryoku no fue lo suficientemente rápida para cubrir el ataque; Allen no
pudo usar su cuerpo para proteger a los pequeños… pero, aun así, el ataque no
los alcanzó.
–
Que bello. – Dijo el Esqueleto.
Cliff,
se interpuso entre la espada y los niños, siendo el único que previo que eso
iba a pasar, y por alguna razón, el Rey se detuvo súbitamente. Su espadón
temblaba, pero no parecía ser por el peso, era como si estuviera dudando.
–
Pero no es hora de que te opongas a mí. – Dijo el Esqueleto, quien, con otro
chasquido de dedos. – Hazlo. –
Hizo
que empujara lo que faltaba.
No… No…
–
¡NOOO! – Gritó Spero desesperado.
Se
puso de pie rápidamente, y a sabiendas de que sus ataques no harían nada, se
abalanzó contra el Rey; atacó repetidas veces con su lanza, pero no lograban
perforar su armadura, no era capaz de hacer nada…
–
A-abuelo… – Los niños comenzaron a temblar y lagrimear. – ¡ABUELO! –
El
Rey igualmente tembló, y soltó el mango de su espadón, quedándose inmóvil
frente al cuerpo de Cliff.
–
¡Hendry, sánalo! – Gritó Ryoku desesperada, quien cargó con un placaje hacia el
Rey, lo que lo hizo retroceder unos pasos.
Se
puso en posición defensiva, en caso de que fuera a atacar nuevamente.
–
[SANITATEM] – Comenzó Hendry, pero no dejaba de derramar sangre.
–
Sacaré el espadón. – Dijo Spero. – Si no, la herida nunca cerrará. –
Se
podía sentir la desesperación en el aire; nadie sabía qué hacer. Los niños se
reunieron alrededor de Cliff, llorando por él, intentando que se levantara
nuevamente, llamandolo.
–
[SANITATEM] – Continuaba Hendry, pero la herida no cerraba aun cuando el
espadón fue retirado.
–
¡Cliff, no te rindas! – Gritaba Spero frente a él. – ¡Debes sobrevivir, los
niños te necesitan! –
Palabras
inútiles, él ya…
–
¡Maldición! – Gritó Spero con todas sus fuerzas. No de nuevo… no otra vida… todo se debe a… ¡NO!
–
Nada funciona. – Decía Hendry desesperado intentando hacer todo lo posible. –
Él ya… ya no puedo hacer nada por él. –
La mirada llena de furia se centró en
el inmóvil Rey, quien no había dado ni un paso de su lugar. Spero tomó
nuevamente su lanza, y la apuntó hacia el Rey, y antes de que este hiciera
algo, cayó de rodillas.
–
No… – Pudo escuchar una baja voz provenir de él.
Y
fue ahí, cuando la verdadera desesperación llegó.
El
Rey, de rodillas golpeó con fuerza el suelo, agrietándolo con facilidad. Apretó
su yelmo y con fuerza lo arrancó de su cabeza.
Sin
darse cuenta, Spero comenzó a derramar lágrimas. Lo que se ocultaba detrás del
yelmo, era peor de lo que se imaginaba; un rostro que había deseado tanto
tiempo volver a mirar, un rostro que extrañaba desde hacía tanto tiempo, un
rostro que no era como lo recordaba; derramaba pequeñas y pausadas lagrimas
dicho rostro. El Rey, tenía un cabello hermoso; una sonrisa amable, con una
mirada llena de tristeza.
–
¿Por qué? – Se preguntó Spero en aquel momento lleno de lágrimas. – ¿Por qué
tú? –
Y
el Esqueleto comenzó a reír nuevamente.
–
Pensaba dejarlo para cuando todo acabara. – Dijo sin parar de reír. – Pero… se
me adelantó. Así que humanos… díganme, ¿Qué es lo que se siente volver a ver a
su héroe? –
Spero
nuevamente se quedó sin palabras, sin poder moverse, era demasiado para él. La
revelación había sorprendido a todos, hubo un silencio en el cual solo resonaba
el llanto de los niños y la risa del Esqueleto.
–
¡AHORA! – Gritó Asmund rompiendo el silencio. – Poco me importa si tienes a
nuestro héroe o lo que sea, es hora de que terminemos con esto… [IMPERIUM] –
Un
circulo de electricidad se formó frente a Asmund, parando la risa de Esqueleto
bruscamente.
–
Así que lo intentaras nuevamente. – Dijo el Esqueleto molesto. – Recurrirás a
ellos. –
–
Todo sea por darle fin a esto. – Respondió Asmund. – Lo lamento, Liche, pero
hasta aquí llegaste. Imperium, destrúyelo. –
Pero
nada sucedió.
–
Ya te lo había dicho. – El “Liche” comenzó a caminar hacia Asmund lentamente. –
Algo como eso no puede hacerme nada, yo… soy un Dios. –
Ciel…
No podía dejar de derramar lágrimas, no podía hacer
nada, aunque estaba frente a él, descubierto, no pudo abalanzarse para terminar
con la vida de quien tomó la de Cliff. Todo lo que había hecho hasta ese
momento, las razones por las que se había movido… se derrumbaban.
El Rey, o más bien dicho, Ciel, se puso
de pie nuevamente, bajó su mirada y limpió su rostro.
–
Lo siento, papá… – Dijo Ciel en voz baja.
Alzó
su mirada y frunció el ceño.
–
Spero, me alegro tanto de volver a verte. – Dijo Ciel con una voz temblorosa. –
Si estás aquí, es porque tomaste este camino, así que por favor… acaba conmigo
antes de que haga algo más. –
¿Cómo me pides que haga eso? El odio que había
sentido por el Rey cuando acabó con Cliff… había desaparecido con solo mirar de
quien se trataba. Se había reencontrado con la persona que más quería hacerlo,
de la peor forma posible.
–
Usa el libro y termina con esto. – Continuó Ciel. – ¡Termina con todo! –
–
¿El libro? – Preguntó Spero confundido y perdido.
–
Con que a él se lo diste. – Interrumpió en la conversación el Liche. – Ya veo,
es por eso. –
–
¡Spero! – Gritó Ciel desesperado. – ¡Acaba ahora! –
–
¿Qué acabe? – Preguntó Spero.
–
No me digas que tu no… – Dijo Ciel asustado y desesperado. – Pero el libro… ¡el
libro era la clave en todo esto! Yo sabía que tu podrías usarlo, entonces… ¿Por
qué? ¿Fue demasiado pronto? No… no puedo dejar que todo acabe de esta manera. –
–
Spero, no dudo de mi resistencia, pero… ahora no sé si sea capaz de lograrlo. –
Dijo Ryoku temblorosa. – Si eres capaz de hacer algo… hazlo ahora. –
–
Yo… – Spero se consumía en la desesperación.
–
¡Spero! – Gritó Ciel. – ¿Es demasiado pronto? –
–
¡Spero! – Gritó Allen. – ¡Sé que tú puedes hacerlo! –
–
¡Spero! – Gritó Hendry. – No es momento de dudar. –
Yo… ¡no puedo hacer nada! Con un triste
suspiro, Ciel lo comprendió.
–
Spero… – Llamó nuevamente Ciel nervioso y apenado. – Lamento por… no haber
podido separarte de este destino. –
–
¡Pero yo puedo hacerlo! – Gritó Asmund desde la lejanía. – Imperium, sácanos de
aquí. –
–
Acción requerida… pago de… – Respondió la forma de energía.
–
¡No me importa el precio! – Gritó Asmund. – ¡Yo pagaré por el
viaje de todos! –
–
Entendido. – Respondió la forma de energía.
Una
luz brillante comenzó a expandirse desde la energía.
–
Interesante. – Dijo el Liche sin oponer resistencia.
Ciel
dio un paso al frente y miró a Spero con una cálida sonrisa.
–
Confió en ti. – Dijo Ciel con los ojos lagrimosos.
La
luz envolvió toda la ciudad y parte del exterior. En un parpadeo, se
encontraron fuera de Frontera, lejos del peligro.
Mercenarios,
soldados, niños, cadáveres aliados… todos habían sido tele transportados hasta
ahí.
Asmund
se mantuvo en pie, y miró a Spero.
–
Disculpa por no poder hacer más. – Dijo Asmund, volviéndose polvo, siendo
llevado por el viento.
Nadie
se cuestionó lo que había sucedido, simplemente miraron al cielo, la proyección
había llegado incluso hasta ahí.
El
Liche seguía en pie, con su dragón aguardando por él, dejó salir una última
carcajada, e iniciando una gran explosión, se despidió.
–
Hagamos de esto, algo interesante. –
Esa
noche no hubo una victoria, solamente perdidas. Nadie sabía cuándo el Liche
atacaría nuevamente o cual sería su siguiente movimiento, pero ya había hecho
suficiente para destruirlos física y moralmente.
Los
niños lloraban la pérdida de su abuelo, quien yacía en el suelo con una
sonrisa.
La
situación lo sobrepasaba, estaba abatido con todo lo sucedido. Sabía que debía
continuar. “Confió en ti” Fueron las palabras de Ciel, y Spero quería creer en
ellas, pero… no podía, no podía hacerse a la idea de que todo se hubiera
tornado de esa forma.
Se
dejó caer de rodillas y a su alrededor, la gente no sentía más que temor y
desesperación.
Un
elfo, parado frente a la armadura del que alguna vez fue Asmund, derramó una
lagrima, respiró hondo y dio un fuerte golpe en su pecho.
–
¡Ya han superado alguna vez situaciones similares! – Gritó el Elfo a los cuatro
vientos. – ¡Esta no será una excepción! ¡Aquella vez
dejaron que el Héroe lo hiciera todo, pero ahora… somos más! ¡SALDREMOS
ADELANTE UNA VEZ MAS! –
Parecía
intentar alzar los ánimos de los presentes, pero… no parecía fuera a surtir
efecto. No era que sus palabras estuvieran equivocadas, quizá todos muy dentro
de ellos, pese a la deplorable situación, sentían que podrían lograrlo, pero…
no era el momento.
–
Siento que… eso es lo que hubiera dicho él. – Dijo el Elfo bajando nuevamente
su mirada.
“confío en ti…” eh… desearía
poder hacer lo mismo.
Y
así, la noche terminó.
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